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Mujer sola (3)

en Hetero: General

Mujer sola:3ª parte.

--Sí—asintió él—claro. Pero siempre la edad, siempre las mismas chorradas. ¿Me crees tan niño?—preguntó con los ojos echando chispas—Pues no soy ningún niño, Lidia, tengo dieciocho años, joder.

--Exacto…

--¿Tanto problema representa eso para ti?

"Oh, por favor, no me hagas esa pregunta…"

Nunca había visto a Varu enfadado. Había tanta ternura en su ira…

Estaba tan guapo así, violentado, con esos ojos tan expresivos que eran transparentes, que no escondían nada…estaba tan al descubierto, que por un momento acaricié en mi mente la idea de bajar a trompicones lo que me restaba de escalera y echarle los brazos al cuello. Lo deseé con todas mis fuerzas. Pero gracias a dios, una repentina cordura se apoderó de mí en aquellos instantes de vacilación. "No lo hagas, ni se te ocurra, por favor".

Me armé de valor y terminé de bajar la escalera; no a saltos sino despacio, como una persona normal.

--Perdóname, Varu—le dije—soy imbécil por haber montado todo este lío.

Estuve a punto de pedirle que lo olvidara, que hiciéramos como que no había pasado nada y como si esa maldita carta nunca hubiera existido, pero decir aquello me pareció insultar a su inteligencia.

Él se acercó a mí lentamente.

--No Lidia, el lío ya estaba montado. Mucho antes de que escribieras esa carta para decirme que no me quieres ni ver.

--No es eso, Varu…claro que quiero verte…--me esforcé en explicar. No me daba cuenta, pero las lágrimas continuaban brotando de mis ojos, abrasándome las mejillas; gotas leves a un ritmo pausado sin pena ni gloria que no podía contener--¿Qué quieres que haga?

Se adelantó un paso más y súbitamente me cogió la mano. Sentí su pulso lleno en cada centímetro de mi piel.

--¿Que qué quiero?—dijo en voz baja, más sereno—joder, Lidia. Pues que hablemos. En lugar de escapar corriendo, en lugar de querer desaparecer, ¡habla conmigo!

Verdaderamente era un muchacho maravilloso. Si uno lo piensa bien, en aquel momento había hecho gala de una madurez sobrada, más consolidada desde luego que la mía.

--Pero, ¿qué quieres que te diga?—pregunté, delegando una vez más en sus manos el grueso de la responsabilidad. No lo hice a mala idea, sólo que…yo no quería tomar decisiones, deseaba saber por dónde me iba a salir, y…no quería que se fuera. No quería perderle. El miedo a perderle era algo casi irracional que embotaba mi cabeza.

--Pues—carraspeó, acercándose todavía más hasta casi tocar mi mejilla con su nariz—que me digas lo que te apetece hacer. Que me des la oportunidad.

--¿La oportunidad de qué?

Yo temblaba como una hoja. El aliento de Varu rebotaba contra la piel de mi cara con cada palabra que él decía. Sentía que si levantaba los ojos hacia él me quedaría prendida de su mirada, y tendría que seguirlos…sentía que si le miraba a la boca (dios mío, esa boca suave, carnosa, calma) no podría evitar precipitarme hacia ella como un animal sediento.

--De hacer realidad lo que sea que desees—murmuró él en mi oído, y se inclinó levemente para besarme la mejilla.

Fue un roce de labios más que un beso, un inocente tacto reseco por el nerviosismo, sin humedad. Pero bastó para que todo estuviera perdido. Bastó para detener el mundo.

--Varu, no puedo…

--Tranquila…--susurró él, y atrajo hacia sí mi cuerpo para abrazarme.

Torpemente, rodeé su cintura con mis brazos para responderle, mientras él presionaba mi pecho contra su torso. Mi cabeza quedó enterrada en la curva de su cuello y sentí en mi barbilla inmediatamente el latido acelerado, fuerte, así como el movimiento de su garganta que acompasaba el estallido de su respiración. Su olor volvió a inundar mis fosas nasales y, para retenerlo, comencé a hiperventilar inconscientemente. Sentía que mi alma me abandonaba, que mi mente salía de mí, que mis pies se despegaban del suelo…

--Varu, por favor…

Se detuvo con sus labios en mi cuello, e imprimió en él una nueva huella seca y caliente, su boca suave contra la piel como la arena del desierto.

--Lidia, cariño… ¿qué pasa?—murmuró detrás de mi oreja--¿A qué tienes miedo?

--No lo sé—respondí con un hilo de voz, sin atreverme a moverme—no quiero aprovecharme de ti…no debo…soy una vieja…

Al oír aquello se apartó de mí, y sujetándome con ambas manos en mis hombros me miró de una forma que no supe interpretar. Movió la cabeza negativamente un par de veces con hastío, como si no me creyera.

--Lidia, Lidia…--masticó las palabras con un deje de fastidio—no me vengas con historias, no eres ninguna vieja. Estás más que bien…igual soy yo el que se aprovecha de ti, ¿no?

Por primera vez desde que había llegado me lanzó una sonrisa de las suyas, juguetona y llena de amabilidad.

--No lo creo…--suspiré, rota mi alma por verle sonreír.

--¿Y por qué ibas a ser tú la que te aprovecharas? ¿Por qué no yo?

--Pues…--vacilé—porque…te haría cosas…

Madre de dios, no sabía ni lo que decía.

Él se echó a reír abiertamente.

--Eso es lo que quiero—masculló, alargando una mano resuelta hacia mi cabeza y comenzando a peinarme con los dedos, firmemente, despacio—Pero no te estarías aprovechando…

--¿No?

--No—sonrió de nuevo—Porque…

Se inclinó más para rozar de nuevo mi mejilla con sus labios.

--Porque…--continuó en un susurro—sería yo el que te pidiera que me hicieras esas "cosas", Lidia…

Acto seguido levantó la cabeza, y, muy despacio, rozó mis labios con la punta de su lengua.

Les aseguro que me sentí morir. Y él lo supo…

Cerré los ojos, embebida en un paraíso de endorfinas multicolores, mareada por el deseo, y entreabrí la boca sin poder evitarlo. Cómo le deseaba, dios mío, cómo deseaba que su lengua se batiera en duelo con la mía…

Le recibí encantada. Gocé con ese beso como si me estuviera follando a pequeña escala. Su lengua húmeda acarició por fin, tímidamente, mis labios y las comisuras de mi boca, deteniéndose en cada curva con glotonería.

Le sentí excitarse, respirar rápidamente, mientras separaba con suavidad mis labios con su lengua para penetrarme con ella y jugar al fin dentro de mí, saboreándome.

Me acariciaba la mejilla con la palma de su mano, alcanzando mi sien con la punta de sus dedos trémulos. Estaba terriblemente cerca, fundiendo su aliento con el mío, pero se obcecaba en mantener su cuerpo separado de mí…

Su beso fue tierno y lascivo a la vez. El más inocente y el más sucio que me han dado, cargado de luz y de deseo. Un beso amable, transparente, loco. Su lengua parecía follarme la boca dulcemente, conteniéndose y haciendo acopio de voluntad para no destrozarme.

Deseé que me diera más lengua, que me diera más duro.

Abracé con fuerza su espalda y sentí los músculos tensos contra las palmas de mis manos, por debajo de su camiseta. Por fin le tenía para mí…

Sus lengüetazos en mi boca, cada vez más calientes aunque todavía sutiles, me estaban poniendo muy cachonda, y recorrí ávidamente con las manos su columna vertebral, dibujando el contorno de sus escápulas, trepando por su espalda como si quisiera apropiarme de su piel, arrancársela a jirones y llevármela para mí. Mis dedos eran arañas hambrientas clavándose en su carne, rabiando por alcanzar sus nalgas prietas y firmes aunque sin atreverse aún a descender hacia aquel territorio prohibido.

Respiró dentro de mi boca y siguió comiéndome, saboreando cada recoveco sin prisa. Comenzó a mover las caderas levemente, casi de manera imperceptible, adelante y atrás, manteniendo aún una dolorosa distancia entre su pelvis y la mía.

--¿Qué me das permiso para hacer?—murmuró con voz ronca, volviendo a la carga con su lengua sin dejarme responder.

--Lo que quieras…--jadeé como pude—puedes hacerme lo que quieras…

--¿Seguro?—ronroneó, sonriendo contra mis labios húmedos—estoy muy cachondo…

--Oh, sí…por favor…pero no sé si…

Mi voz se perdió en un hilo cuando sentí las palmas de sus manos sobre mis pechos casi desnudos. Comenzó a masajearme las tetas, con cierta torpeza pero con muchas ganas, por encima de la fina tela del biquini. Encontró mis pezones erectos a la primera pasada, y endureció el movimiento de sus manos para que le sintiera con más firmeza, para frotármelos hasta que casi saltaron chispas. Eché el cuello hacia atrás y gemí como una cerda, deseando que me arrancara la ropa con los dientes, que posara sus labios sobre mi piel y que los cerrara en torno a uno de mis pezones…me puse tan caliente sólo de pensarlo que las rodillas me temblaron y abrí las piernas inconscientemente. Tenía la braguita de mi biquini empapada y el coño me ardía…

--Varu…

Pronunciar su nombre me puso todavía más cachonda.

--¿Qué?—preguntó con la voz entrecortada, acartonada por la excitación.

--Quiero sentirte…

Me mordió los labios con fiereza, jugueteó brevemente con su lengua una vez más y tiró de mi brazo para colocar mi mano sobre su palpitante entrepierna. Sentí una polla enorme, dura como una piedra, caliente, recortándose desafiante contra la tela del bañador. Froté aquel miembro grueso con la palma de mi mano y lo agarré por encima de la tela, arrancándole a mi chico un profundo gemido de placer. Al instante colocó su mano sobre la mía y presionó contra su verga enhiesta, casi haciéndome daño.

--Siénteme…--jadeó—mira cómo me tienes…

--Oh, Varu…qué vamos a hacer…

--Dímelo tú…—sonrió nervioso, sin dejar de restregar mi mano contra su polla dura.

Continuó acariciándome, apartó la cortinilla de mi biquini y de un agarrón sacó mi teta izquierda de su precario encierro. Mi pecho resplandeció en su mano como una ubre, desbordando el fruncido de la tela, el ingurgitado pezón duro como una canica, oscuro contra el blanco pastel del resto de la carne, pidiendo a gritos ser frotado, acariciado, lamido, mordido…

--Espero que me perdones…no quiero hacer nada que te moleste…—gruñó, humedeciéndose los dedos en la boca. Acto seguido atrapó mi pezón y lo pellizcó con suavidad, como si su mano fuera una tenaza reticente, empapada y dura.

Yo continuaba pajeándole por encima del bañador y fui a su encuentro por toda respuesta, buscándole la boca una vez más.

--Perdóname…--repitió, tratando de controlar su respiración, apartándose por un momento de mis besos sedientos.

No le hice caso y traté de seguir besándole.

--Perdóname por haberme enfadado tanto…--insistió, con los ojos brillantes, mirándome con tanta intensidad que me llegó al corazón—tenía mucha rabia dentro de mí, no quería perderte…

Acaricié su rostro preocupado y enredé un mechón de su cabello castaño entre mis dedos.

--No pasa nada—murmuré con la mayor dulzura que fui capaz—te entiendo…

--Tú también me gustas mucho—continuó—tengo muchas ganas de…--tragó saliva sin desconectar la mirada de mis ojos—…de estar contigo ahora…

Le estreché con fuerza contra mí.

--¿De qué tienes ganas exactamente?—mis palabras se deslizaron fuera de mis labios con insolencia, burdas, teñidas de cachondez. Cuánto le necesitaba…cómo me estaba poniendo su inocencia turbia, su tímida ternura, su excitación.

Gimió y correspondió a mi abrazo, hundiendo esta vez sus caderas en mi vientre, imprimiéndome su deseo, clavándome la polla con todas sus ganas. Me revolví contra aquel mango duro para sentirlo en toda su plenitud. Dios, qué maravilla.

--Tengo ganas de follar—murmuró con voz ronca, mientras seguía culeándome. Su frase sonó desgarrada, casi como una súplica.

Le besé con todas mis ganas y le pregunté si era virgen.

--No—sacudió la cabeza levemente—a decir verdad no lo soy…

Su respuesta me sorprendió muchísimo.

--¿Debería serlo?—preguntó con una sonrisa inquieta, mientras se lamía los labios resecos para humedecerlos.

--No, no…sólo que daba por hecho que lo eras…

--Dabas muchas cosas por hecho, me parece…

Asió de nuevo mi pecho izquierdo con delicadeza, como si fuera un regalo muy preciado, y se inclinó hacia él. Acto seguido sentí la caricia húmeda de toda su lengua recorriéndolo, haciendo palanca contra mi pezón duro como un garbanzo.

--Oh, Lidia, qué tetas tienes…

Comenzó a comerme las tetas despacio, deleitándose en cada lamida, en cada beso, en cada mordisco. Apresó mi pezón entre sus labios y succionó con fuerza; pude notar la huella de sus dientes presionándolo, atrayéndolo hacia la humedad caliente de su boca, hacia dentro…

Con su mano izquierda reptó hasta mi otro pezón y se entretuvo en pellizcarlo, amasarlo, en masajear la teta entera. La excitación acalambraba sus manos que me recorrían con ansia.

--Varu…

--… dime, ¿qué…?

--No sé…--reí, hecha un manojo de nervios y cachonda perdida—que me gusta mucho…

--Hmmm…--gimió con mi pezón dentro de la boca. Lo soltó y pasó la lengua sobre él un par de veces, con voracidad—A mí también…

--Yo también tengo ganas…--aventuré, a punto de perder la cabeza.

--¿Ganas de qué?

Volvió a succionar mi pezón, esta vez con fuerza, clavando sus dientes en la carne circundante. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no gritar…

--De que me folles…

--Hmmmmmgg…

Emitió un sonido semejante a un rugido contenido y me asió de las caderas. Comenzó a moverse contra mí, clavándome su polla a reventar con el bañador todavía puesto.

--¿Sí?—preguntó, apretándome contra sí, fijando mis caderas frente a las suyas para sentir mi cuerpo en cada acometida.

--Sí…

--Joder…--jadeó—vamos a la cama…

Empujé sus caderas con las mías y froté mi monte de Venus contra su erección. Aquello era demasiado para mí, el cabrón me tenía chorreando.

--Vamos a tu cama, Lidia…--me rogó—por favor…

Toda la resistencia que hubiera podido ejercer se desvaneció en aquel momento. Mi cuerpo quería sentir a Varu, quería su boca, sus manos, sus dedos, su polla en todas partes. Estaba tan cachonda y tenía tanto vicio que me sentía bloqueada, incapaz de hablar.

--Ven…--conseguí decir al fin.

Prácticamente le arrastré hasta mi dormitorio solitario, y caímos en la cama como dos bestias ciegas que solo tuvieran manos para acariciarse y bocas para comerse. Apartó a mordiscos la parte de arriba del biquini dejando mis tetas temblonas al descubierto, y metió la mano por debajo de la braga presionando directamente con su dedo mi humedad.

--Oh, joder, cómo tienes el coño…

Arqueé la espalda como una contorsionista y separé las piernas para sentirle. Se incorporó a mi lado y comenzó a masturbarme, frotándome el clítoris con firmeza y rapidez.

--Qué ganas tenía de hacer esto…--murmuró, penetrándome con la punta de su dedo medio súbitamente, para luego volver a la carga con la rápida fricción.

Encorvándome logré estirar el brazo y agarré la cinturilla de su bañador, estrujando la tela en mi puño, sin atreverme a tirar hacia abajo.

--Quítamelo, joder…--se revolvió él, y con una sola mano se despojó de la prenda antes de que yo pudiera hacer nada.

El bañador quedó a medio quitar por debajo de sus rodillas flexionadas, y su polla gorda, brutal, emergió de entre la tela con una sacudida elástica, libre por fin de su prisión.

Aquel miembro duro que palpitaba loco de deseo, relumbrante de pequeñas gotitas de humedad que se insinuaban en su glande a explotar, se me antojó un manjar demasiado apetitoso para que mi boca de loba se resistiera. No pude evitar apartar su mano de mi sexo para lanzarme a probarlo…

Me coloqué a cuatro patas junto a él, con las piernas separadas, y agarré ese rabo enorme desde su base para lamerle con glotonería la punta y metérmelo entero en la boca.

--Oh, sí…--gimió Varu, cerrando los ojos con fuerza—cómemela, por favor…

Engarfió su mano izquierda en las sábanas y su abdomen se contrajo al sentir la violenta succión de mis labios en su glande. Abrí la boca babeante de ganas y me comí su polla metiéndomela hasta la garganta, mordisqueando el palpitante tronco, rozándolo con mis dientes.

--Hmmmmmmmmmmmmmmmmmm…

La mano derecha de Varu se deslizó entre mis piernas, tensa, y me bajó las bragas hasta la mitad de los muslos para acceder a mi coño desde atrás. Estaba tan mojada que sus dedos chapotearon en mí, a pesar de que el pobre ni sabía dónde tocaba. Sin soltar su polla de entre mis labios, moví el culito hacia su mano y le ofrecí mi sexo, para que sus dedos llegaran mejor a mi clítoris que estaba tan inflamado que me dolía.

--Ven aquí—rugió entre dientes.

Abrí las piernas flanqueando su dedo que pugnaba por frotarme, por introducirse en mí, enhiesto y empapado de mis propios fluidos. Me acomodé sobre los codos, levantando el culo para poder moverme a placer mientras me follaba con los dedos sin dejar de lamerle, de saborear esa tranca a punto de reventar de deseo.

--Oh, dios…--gimió y junto las rodillas mientras le masajeaba la polla y lamía su congestionado glande, como había hecho tantas veces en mis sueños húmedos de alcoba solitaria.

--¿Te gusta, Varu?—pregunté con la voz repleta de sexo y de cariño, moviendo con gloria mi culo para clavarme en él.

--Sí…joder—se retorció y movió a su vez las caderas frenéticamente un par de veces—me gusta mucho…

El verle disfrutar mientras yo gozaba de su rabo y de su dedo casi acelera el orgasmo que ya sentía fraguarse en el fondo de mi vagina. Mi coño devoraba su dedo tragándoselo hasta el infinito, impaciente por sentirle dentro. Imaginé esa tranca gruesa rompiendo mis entrañas, follándome sin control, hasta dentro, hasta notar cómo sus pelotas rebotaban en mi periné…

--A mí también—jadeé con su verga apretada en mi puño, pajeándole con fuerza, metiendo la nariz en la alfombra negra de vello púbico—me gusta mucho tu polla…

Me posicioné mejor para volver a chuparle, esmerándome especialmente en darle gusto. Le lamí de abajo a arriba, tracé sutiles círculos con la lengua en su enrojecido capullo mientras masajeaba sus pelotas calientes, cargadas. Bajé hasta ellas con besos y pequeños mordiscos y continué allí mi masaje con la lengua. Chupé detrás de ellas, aventurándome a su periné. Él levantó las caderas para dejarme paso con un bronco gemido. Mi lengua trataba de calmar su fuego justo al final de su escroto, llegando a la sudorosa raja de su culo y volviendo hacia delante mientras con la mano seguía masturbándole con furia.

--Oohhh, joder…--gimió con los dientes apretados, moviendo ya las caderas sin pausa en un ritmo mecánico de disfrute—si sigues así me voy a correr, Lidia…

Un hilillo de saliva quedó prendido entre mis labios y su glande cuando me separé de su polla para hablarle.

--¿Te quieres correr Varu?... ¿Aquí, en la boca?

Contrajo su abdomen y culeó tres virulentas sacudidas sobre el colchón, haciendo crujir los muelles de la cama. Me moría por sentir su torrente de semen caliente y saborearlo con la lengua, que me salpicara el paladar, que corriera en pequeños ríos entre mis labios…

--¿Tú quieres?—preguntó, acariciando mi cabeza y oprimiéndola suavemente contra sus caderas.

--Yo quiero lo que quieras tú…

Otorgué un par de profundas lamidas al tronco de su engrosado miembro. Su polla se estremeció contra mi lengua.

--¿No te importa?...—jadeó, moviendo sus caderas en vigorosos círculos buscando de nuevo m boca abierta.

--No…--gemí, pasando de nuevo la lengua por aquella dureza, deteniéndome en las inmediaciones de su capullo, en cada vena gorda y palpitante—me encantaría…

--Sólo si luego me dejas follarte…

--Claro…

Casi grité con la boca cerrada, nuevamente cachonda ante la perspectiva de que me llenara con su corrida y de su pronta recuperación. Los jóvenes son incansables.

Estiré mi espalda para pajearle justo en la piel de mi escote, frotando su pollón contra mi canalillo, haciendo que la punta golpeara suavemente entre mis tetas y que humedeciera bien esa zona hasta que su fuego dulce se mezclara con mi sudor.

--Oh, Lidia, dios…

Varu se retorcía y gemía, echando la cabeza hacia atrás, sepultando la mejilla contra la almohada, los ojos cerrados con fuerza.

--Joder…qué gusto…

Me lancé a comerle de nuevo, loca de ganas por sentir cómo se derramaba en mi boca.

Abrí los labios y me distancié unos centímetros para sacar la lengua y masturbarle fuerte contra ella. Le sentía durísimo dentro de mi mano, y comencé a acariciarme yo misma porque los leves golpes de su glande esponjoso contra mi lengua me estaban poniendo a cien.

--Varu, cariño, córrete…

--Estoy a punto—resolló, bombeando sus caderas con una fuerza terrible, conteniendo su impulso.

--Oh, cielo, no sabes cómo estoy disfrutando—le dije, la voz distorsionada por el placer—quiero tu leche, dámela toda…

No puedo evitarlo, cuando estoy excitada me comporto como una auténtica puta.

Alcancé a ver como su abdomen se contraría y abracé su polla con mis labios, preparada para succionarle hasta la última gota de su inminente corrida…

Varu gimió, elevando sus caderas en un ángulo imposible, y al momento sentí su leche caliente que me inundaba a borbotones, en un torrente que parecía interminable. Hice toda la fuerza que pude con los labios para prolongar su orgasmo, para tragármela toda…

Me entraron unas ganas horribles de correrme como un animal y redoble la intensidad de la mamada, al tiempo que me acariciaba fuerte mientras Varu se descargaba en violentas y despiadadas sacudidas contra mí.

Alcancé el orgasmo poco después, con su polla latiendo aún dentro de mi boca, emitiendo mi garganta un aullido sordo que a mi chico le hizo culear más fuerte, clavarse en mí disfrutando de los últimos espasmos de su orgasmo. Me asió la cabeza con ambas manos y me folló la boca hasta que terminó de derramarse, enloquecido, potente, febril.

Fue uno de esos orgasmos que luego te llevan al paraíso con una relajación total, casi haciéndote perder la conciencia.

Me incorporé levemente y lamí algunas gotas de semen que habían quedado prendidas de su vello púbico antes de derrumbarme a su lado y sonreírle feliz…

CONTINUARÁ…

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