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Piano, piano

en Autosatisfacción

Piano, piano…

--Tres y cuatro…--entonó Adela, golpeando el suelo con el pie para marcar los compases—y…

El muchacho inclinado sobre el piano se estremeció levemente y posó las manos sobre las teclas con suavidad, iniciando los acordes precipitados de una anodina sinfonía casi cacofónica.

Se detuvo y trastabilló ya en el segundo compás, y desesperado levantó la cabeza mirando a su maestra con gesto implorante.

--No, por favor, Adela…no puedo tocar esto…

La profesora abrió los ojos—estaba escuchando a su alumno con los párpados cerrados—y dejó de marcar el ritmo sobre la tarima.

--Pero, Chris…--murmuró--si no lo estabas haciendo tan mal…

El muchacho sacudió la cabeza y entornó los ojos frente a la partitura, como si estuviera retándola a un duelo silencioso lleno de odio candente.

--No, no puedo…--meneó la cabeza resuelto—no soporto a Bela Bartok.

Adela esbozó una sonrisa de comprensión.

--Es horroroso, Adela—continuó su alumno, imprimiendo a las palabras su habitual pasión contenida—tú misma dices que terminas con dolor de cabeza cuando lo tocamos demasiado…

La profesora bajó los ojos sin poder disimular una mueca casi de alivio. Chris tenía razón…Bartock era, por lo general, bastante insufrible. Por otra parte, le volvía loca el espíritu contestatario de su alumno—normal a sus diecinueve años—que contrastaba con el suyo propio, tan habituado en secreto a aceptar casi todas las cosas que le ocurrían…qué nostalgia sentía al recordar ese tiempo en el que la palabra "resignación" no tenía significado para ella…el tiempo en el que los silencios eran para mantenerse firme, y no para otorgar…

--Da igual que no te guste, querido—dijo guiñándole el ojo. No podía dejar que se le subiera a la chepa e hiciera lo que le diese la gana; era su alumno, después de todo—Es cierto que su obra no es muy agradable, pero es fantástico para practicar…

Colocó la palma de la mano entre los omóplatos de su alumno, y sintió un repentino escalofrío al notar sus músculos calientes debajo de la ropa. Retiró la mano con rapidez.

--Vamos Chris, solo una vez más…--animó, un poco extrañada por lo que acababa de sentir.

Su alumno, aparentemente pasando por alto el contacto anterior, la miró mordiéndose el labio inferior con gesto de hastío.

Qué caballo salvaje era Chris, dios mío, cómo le costaba pasar por el aro…

--¡Vamos!...—hostigó Adela, golpeando la partitura levemente con su dedo índice.

"Hermosas manos" pensó Chris, en su atormentada cabeza de adolescente tardío. Observó durante un instante aquellos nudillos de piel blanca donde la sensibilidad y la fuerza estaban contenidas en total equilibrio. Cuando Adela colocaba sus manos sobre las teclas hacía llorar al piano…y a Chris se le estrangulaba el corazón, apresada su garganta dentro de un puño helado. No sabía cómo Adela era capaz de trasmitirle aquello…ni tampoco sabía el origen de tanta tristeza evidente, que mientras ella tocaba salía a relucir y llenaba la habitación, como si las notas se agolparan en el techo en forma de vapor de lágrimas. Poco o nada sabía, en definitiva, pero estaba seguro de que Adela era una mujer inmensamente hermosa…por dentro y también por fuera, y el hecho de que fuera diez años mayor que él no le suponía ningún obstáculo para amarla en secreto.

--Está bien…

Casi a regañadientes comenzó a tocar de nuevo, sólo por no disgustarla. A diferencia del resto del mundo, ella sí le importaba. Era de las pocas personas con las que se sentía a gusto… sentía que Adela le entendía sin apenas él tener que hablar.

Ella se reclinó encantadora sobre el piano, torció levemente el rostro, y cerró los ojos para escucharle mejor. Sus rizos castaños rozaron la madera negra cuando bajó la cabeza levemente para acercarse más a Chris, guiada por el sonido procedente de sus manos recorriendo las teclas.

Poco después abrió los ojos, se irguió y le rectificó suavemente la postura.

--No te cargues los hombros—le dijo en voz baja—mantente derecho, pero relájate…

Chris seguía tocando a pesar de la oleada que le recorrió de la cabeza a los pies al sentir el contacto de aquellas manos sobre sus hombros.

Adela se colocó detrás de él y hundió las yemas de los dedos en la enjuta espalda del muchacho, para atraerla levemente hacia sí con el fin de corregirle la posición. Chris solía tocar un poco encogido…en realidad, caminaba encogido, se movía encogido, hablaba encogido. Era su postura habitual: cabeza baja y hombros ligeramente hundidos, casi siempre tenso.

Pero en esos momentos no era que estuviera nervioso…al menos, no por Bela Bartok…

Le tenía tanta rabia que su postura era indolente sin poder él evitarlo…y por otra parte se había tensado inmediatamente como un arco, al sentir a su profesora tan cerca detrás de él.

--Vamos, Chris, venga…--murmuró Adela a sus espaldas.

--Vale…--murmuró él, frunciendo la mirada para no distraerse de aquella partitura infecta y carente de sentido.

--Sólo quiero que te esfuerces un poco…

Y se esforzó.

Cuando por fin terminó aquella maldita obra salida del infierno, se giró hacia Adela con gesto anhelante.

--¿Puedo dejarlo ya, por favor?

La profesora echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

--Sí, Chris, puedes dejarlo…

El rostro del muchacho se relajó.

--Es una tortura…

Adela le contempló meneando la cabeza, con ojos chispeantes.

--Ay, Chris…--sonrió—tienes que acostumbrarte a él…tienes que tocar de todo…

El muchacho respiró hondo y contrajo la mandíbula en una mueca de rechazo.

--Ya, pero… ¿por qué no Haendel? ¿Mozart? ¿Cernzy?... ¿incluso Bach?

No le importaba tocar a Bach, aunque tenía estudios a patadas para ejercitarse en cada curso. Adoraba tocar casi cualquier cosa…pero lo de Bartok era superior a sus fuerzas.

Hacía tiempo que las clases de piano se habían convertido en la principal válvula de escape para Chris. No sólo por la música, que era su idioma privado, la voz de su alma—aunque él no lo hubiera descrito con estas palabras—sino por Adela misma, su encantadora maestra de ojos enormes que le ofrecía su comprensión y todo su cariño sin reservas. Por eso aborrecía perder el tiempo junto a ella tocando aquello…Porque sabía que en breves minutos la clase terminaría, y no volvería a ver a su adorada profesora hasta después de las vacaciones de navidad.

--Bueno, no te quejes tanto…--sonrió ampliamente Adela. Anhelaba ver una sonrisa pintada en los labios de Chris. A aquel muchacho de aspecto fantasmal, que la música había logrado rescatar del pozo de ausencia donde ella intuía que estaba sumergido, le cambiaba la cara cuando sonreía, aunque él no se diera cuenta.

Chris resopló largamente y, para alegría de su maestra, sonrió, aunque con un deje de tristeza.

--¿Qué vas a hacer estas vacaciones?—preguntó de súbito Adela, cerrando de un carpetazo la partitura sobre el atril. Que se fuera Bartok a la mierda.

El muchacho se encogió de hombros.

--Pues nada en realidad—manifestó—estar en casa, con la familia…esas cosas…

--No te gusta demasiado la navidad, ¿no, Chris?—sonrió la profesora con complicidad.

"No, la navidad sí…lo que no me gusta es mi familia…" pensó el chico. Sonrió a su vez y bajó los ojos.

--No—admitió—la verdad es que no me gusta mucho la navidad.

--Ya…--murmuró Adela—tampoco a mí…

Chris levantó la mirada al creer percibir una melancolía súbita que flotaba en el aire. Adela era así, liberaba de pronto emociones de golpe y porrazo sin querer, para quien pudiera percibirlas. Cuando aquella mujer tocaba bajo ese estado la música era un puñetazo en pleno pecho, hondo, violento… Qué transparente era aquella hermosa mujer, y ni siquiera lo sabía.

El muchacho sonrió sintiendo una ráfaga de amor por ella y le buscó la mirada con esa valentía que nace, contra todo pronóstico, de la identificación.

--Y usted, profesora… ¿qué va a hacer?

Adela enarcó las cejas. Lo de llamarla de "usted" era un juego que Chris empleaba de cuando en cuando, no sabía por qué. Le divertía eso de ironizar con los formalismos…y a ella también.

--Bueno…--respondió—pues lo mismo de siempre, supongo.

--¿Va a quedarse en casa?

La profesora tomó aire y miró a su alrededor, como si tratara de ver más allá de aquellas cuatro paredes.

--Sí—asintió—me quedaré en casa…

Un ruido sordo procedente del exterior les sobrecogió de pronto. A través de la ventana se amontonaban densos nubarrones grises sobre la ciudad, preñados de lluvia.

--Vaya, Chris…--dijo Adela con los ojos en el cielo—será mejor que te vayas a casa…si no, vas a calarte entero…

El muchacho se acercó a la ventana y contempló en silencio las primeras gotas de lluvia que se estrellaban contra el cristal, como una sombra de viento y limaduras de plata líquida que manchaba el pavimento. No quería volver a casa…

--Sí…--murmuró lacónico—supongo que debería irme…

--¿Has venido caminando?—le preguntó la profesora, dubitativa.

Chris asintió. Siempre lo hacía.

La lluvia ya repiqueteaba con furia sobre el asfalto empapado, mojando las fachadas de los edificios.

--Si quieres puedo acercarte en coche a tu casa…

--No, no…--rechazó Chris inmediatamente—me gusta andar, no hay problema.

--Pero…te vas a empapar…--insistió ella, con cierta preocupación. Le encantaba que su alumno estuviera algo loco, pero no quería que pescara una pulmonía—y hace frío…

Chris se acercó impulsivamente al recibidor y tomó su abrigo. No le gustaban las despedidas, le resultaban agónicas… más aún en una tarde fría y lluviosa tan gris como aquella. Comenzó a ponerse su cazadora negra rápidamente, evitando mirar a su amada profesora que le observaba en silencio desde el piano.

--No me importa mojarme, Adela, de verdad—respondió tratando de mantenerse firme—no tardaré mucho en llegar a casa…

Adela contempló conmovida cómo se abrochaba la cazadora con presteza, la mirada fija en los botones metálicos. Escrutó el bello rostro de su alumno, sus facciones limpias y rotundas, sus labios gruesos que resultaban apetecibles entre inocentes y lascivos, sus ojos oscuros y ligeramente alargados, siempre alerta. Esa cara de ángel, enmarcada por el cabello oscuro liso hasta los hombros, le ocultaba tantas cosas…

Chris tenía problemas, de eso estaba segura. Se le notaba que nunca quería regresar a casa.

Y Adela quería acercarse a él, quería que el chico confiara en ella; había deseado eso con toda su alma desde el primer momento en que le conoció.

Y, así mismo, aunque se horrorizaba de tan siquiera pensarlo, desde hacía algún tiempo deseaba también… seducirle…abrazarle, comunicarse con él de la manera más profunda…

¡Pero cómo era capaz de pensar en esas cosas! Su mente echaba a volar por lugares recónditos y calientes… No, no, no…ella no quería sentir su piel…ella sólo deseaba ayudar a aquel muchacho tímido de diecinueve años…

--Bueno, profe…--Chris esbozó una sonrisa de despedida. Algo se resquebrajó en su interior al pensar en todo el tiempo que pasaría sin ver a Adela—me voy…

"No te vayas, Chris…" fantaseó la mujer "quédate conmigo, tomemos café hasta las tantas, cuéntamelo todo…"

--¿Seguro que no quieres que te acerque?—inquirió sin embargo con voz ronca, armándose de valor para avanzar hacia aquel ángel pálido que estaba a punto de abandonarla.

--No, de verdad, muchas gracias—respondió éste educadamente—está bien así.

--Bueno…

Adela caminó los pocos pasos que le separaban de su alumno y le estrechó contra su cuerpo en un fuerte abrazo. Debería haber sido un abrazo amistoso, tan solo un "hasta luego"; sin embargo fue un apretón súbito y sediento, prolongado, en el que ambos se empaparon del olor del otro deseando que su íntima unión no terminara nunca…

Los brazos de Chris se cerraron, con torpeza, indecisos al principio, en torno a la sólida cintura de su maestra, mientras esta atraía hacia su pecho la rígida espalda del muchacho.

--Hasta pronto, niño…--murmuró Adela, rozando los trabados músculos con la punta de sus dedos.

Chris sintió el aliento cálido en la piel de su cuello, y se desasió con rapidez.

--Hasta…hasta pronto, Adela—vaciló avergonzado.

Cómo había vibrado su cuerpo, cada célula, en contacto con aquella camisa de seda escotada, con aquella falda entallada y suave…era como si los rudos vaqueros y la camisa que llevaba se hubieran fundido con su piel, quedando expuesto por entero a aquel abrazo, temblando frágil como lo haría una brizna de hierba.

Adela le acarició levemente el pelo, apartándole de sus ojos un rebelde mechón oscuro, y le besó en la mejilla con gesto casi maternal, antes de separarse por fin de él.

--Estudia un poco…

--Lo haré—prometió el muchacho.

--Y disfruta…

El chico frunció los labios en una sonrisa forzada.

--Claro…

Adela se adelantó para abrirle la puerta.

--Bueno, Chris…feliz navidad—se despidió con una sonrisa.

--Feliz navidad—contestó este, girándose levemente mientras asía el pasamanos de madera barnizada —…Adiós, Adela…

--Adiós…—murmuró la profesora en un susurro quebrado.

Salió al rellano y le contempló bajar precipitadamente las escaleras hasta el portal, prácticamente a saltos. Cuando Chris desapareció de su vista y escuchó el quejido de la pesada puerta metálica al cerrarse en el portal, volvió a meterse en casa, con una extraña sensación de desplome en la boca del estómago. ¿ Era vacío lo que sentía?…

Rápidamente se aproximó a la ventana y siguió con los ojos a Chris mientras este enfilaba el camino hacia su casa. Su alumno del alma, ese ángel negro tan desprotegido que ni siquiera se tapaba la cabeza para evitar el beso húmedo de la lluvia…

Adela abrió la ventana y basculó su cuerpo sobre el alfeizar, temerosa de que él la viera pero deseando sentir el frío del anochecer sobre su piel, mientras le contemplaba doblar la esquina definitiva que le separaría de su vista.

Chris. Terrible muchacho. Dulce y hermético como un baúl enterrado en una isla desierta, lleno de perlas y piedras preciosas, lleno de polvorientos manuscritos secretos.

Se acarició levemente el brazo, la piel erizada por el frío, para calmar una repentina ansia inconsciente…y se introdujo de nuevo en su cálido hogar amarillento, cerrando la ventana tras de sí.

Chris… ¿Por qué no te gusta la navidad?...

Le echó una mirada triste al mini-árbol que solía poner, no sabía por qué motivo, en una esquina oscura del saloncito. Adela no era católica, no creía en la concepción sin pecado; Cristo le era simpático pero igual que lo era Tobías el panadero. No tenía hijos que miraran las bolas de colores con ilusión, ni que esperasen regalos. A decir verdad no tenía a nadie…y no sentía pena de sí misma por ello, pero así era. Sólo se tenía a sí misma…y a su amigo fiel, el que siempre estaba para escucharla y para reventar la burbuja de la alegría y del dolor: su piano.

Suspirando, apagó las luces del saloncito y encendió una vela grande con aroma supuestamente a rosas, pero que olía a fuego indefinido, extraño.

Colocó el pequeño candelabro de cristal donde la vela se sustentaba sobre la tapa del piano, y se sentó—casi se recostó—sobre la banqueta rectangular tapizada en terciopelo verde.

--Te quiero…--murmuró sin pensar, acariciando las teclas con las puntas de los dedos sin que estas emitieran sonido alguno—Te quiero…

No sabía si se estaba refiriendo al piano, a Chris, a la soledad o a la muerte.

Se inclinó hasta casi besar el lecho de teclas, con los ojos cerrados y las manos aún acariciadoras.

Comenzó a tocar con la única compañía del silencio, sólo para sí, una melodía que en esos momentos le parecía que sólo ella podía comprender. Respirar. Contener.

Arqueó la espalda en un escalofrío y, mientras recorría las teclas con agilidad cristalina, recordó la espalda de Chris bajo su mano…tan cálida…tan crispada…

La llama de la vela se agitó y crepitó al encontrar un trozo de cera derretida en su camino. Una pequeña chispa anaranjada se elevó en el aire durante un segundo.

Adela sintió su cuerpo prendiéndose poco a poco, encendido. ¿Cómo era posible que ella deseara a Chris?

"No" se dijo "no le deseo…simplemente siento cariño por él, y eso me hace estar confusa…quiero volcarme con él, quiero echarle una mano…"

Su argumento se desvaneció lánguido a medida que aumentaba la cadencia de la música.

"No" contestó inmediatamente una salvaje voz interior, que se hizo oír rápidamente por encima de su conciencia "Claro que le deseas. Le deseas desnudo entre tus piernas; deseas el contacto sudoroso de su piel bajo tus sábanas…deseas que te caliente, que te trate como a una zorra…"

"¡¡No!!" luchó contra sí misma, comenzando a acalorarse "No soy una zorra, soy una mujer…y Chris es un niño…"

La otra voz endiablada soltó una carcajada estentórea dentro de su cabeza. "¿Un niño?" respondió con altivez, mientras el cuerpo de Adela se combaba como un junco sobre las teclas, para cargar bien fuerte (piano, piano…¡FORTE!) "Sabes perfectamente que Chris no es ningún niño…es lo suficientemente hombre para saber lo que quiere…" cloqueó la voz con regocijo "dices que te obnubilan sus ojos penetrantes, su gesto indestructible que en el fondo esconde su fragilidad…pero por debajo de esa mirada arde tu deseo de sentirle contra ti, de sentirle dentro de ti, cuerpo a cuerpo…Christian tiene polla, ¿lo sabías?...por supuesto que lo sabes"

--Oh, dios mío…--musitó Adela, sintiendo una oleada de excitación directamente en medio de su sexo.

Separó las piernas bruscamente, sin dejar de tocar la melodía dedicada a su deseado alumno.

"Resígnate" le hostigó la voz "La sangre bulle por tus venas…reconoce lo feliz que te haría desnudarle, arrancarle la ropa, comerte ese cuerpo por todas partes, morder su piel…"

Adela se resistía, pero cada vez la voz era más potente, cada vez más urgencia la de su mojada entrepierna al pensar en el cuerpo de Christian, en su torso desnudo, en sus caderas firmes, en su estandarte grueso que la desafiaba…

"Oh, Adela, pobre Adela" canturreó su lado oscuro "no te prives de sentirle ahora que estás sola…vamos, siéntele…le deseas…nadie puede verte…"

Emitiendo un gemido de angustia y de ansia profunda, Adela golpeó las teclas del piano y se levantó de la banqueta como impulsada por un resorte. El coño le ardía terriblemente desde hacía rato…imaginó que Chris volvía, que llamaba a la puerta y sin más se bajaba los pantalones y los calzoncillos para clavarle su verga enhiesta…

Le imaginó tan nítidamente que le vio. Tembloroso, caliente, separándole las piernas con apremio, montándola sobre la mesa, o en el suelo, o en cualquier otro lugar lejos de la cama destinada a las sesiones de amor habitual, de amor obligado.

Sin pensar en lo que hacía, poseída por el ardor, se despojó de la blusa por la cabeza, sin desabrocharla siquiera. Asió la cinturilla de su falda con ira y buscó a tientas la cremallera; una vez liberada de ella, dejó que la prenda se deslizara hasta sus tobillos, y la mandó lejos de una patada. La falda fue a caer desmadejada en el sofá justo cuando Adela se llevaba las encrespadas manos a la espalda para deshacerse del sujetador, que también arrojó al espacio de un manotazo. Con un último aliento, tratando de controlar su respiración, se quitó las bragas empapadas y se dobló sobre sí misma, ofreciéndole su redondo y blanco culo al ausente Chris, que en su mente la observaba con sus indecisos ojos repletos de lascivia.

--hmmmm…

Casi gruñendo y totalmente desnuda, como un animal mortificado, se sentó de nuevo sobre la banqueta. Sintió inmediatamente la caricia del terciopelo en su abierto coño que se replegaba como una flor, en busca de prominencias, en busca de contacto. Un estremecimiento recorrió rápidamente su columna vertebral, explotando la energía en las puntas de sus dedos.

Colocó de nuevo, casi mecánicamente, las manos sobre las teclas, y siguió tocando…piano, piano…mezzo piano…mezzo forte…FORTE…¡FORTE!...piano…

Inclinó su pecho hacia delante hasta sentir la madera fría sobre sus ya indurados pezones. Arqueó la espalda y masajeó brutalmente su clítoris, refregando las caderas adelante y atrás contra el asiento de terciopelo.

No estaba sentada en la banqueta del piano; la noche la había colonizado y en ese preciso instante se hallaba acomodada sobre las rodillas de Chris, moviendo el culo para sentir aquel miembro gordo y congestionado bien dentro de su coño caliente…hmm…cómo se movían las caderas del muchacho debajo de ella, cómo sentía el aliento febril contra su espalda…cómo estallaba por fin el deseo tanto tiempo enrarecido…

--Lléname, maldito seas, lléname…--murmuró como un zombi, retirando su mano derecha de las teclas para deslizarla con ansia entre sus pliegues húmedos y trémulos.

Soltó un gemido al sentir el contacto de su dedo, caliente por el movimiento, hurgando en sus profundidades. Inmediatamente encontró su abultado fruto y lo presionó con ardor…no, no era su dedo…eran los dedos de Chris los que la recorrían, esos dedos que resbalaban indolentes sobre el piano y odiaban a Bela Bartok…esos dedos que tenían tanto que aprender, y al mismo tiempo parecían desconocer todo lo que sabían…

Era la boca de Chris la que apresaba su pezón derecho, mientras lo retorcía en silencio con su mano izquierda cuyos dedos índice y medio había humedecido en la boca.

Se balanceó sobre la banqueta, casi a riesgo de caerse, abriendo las piernas hasta sentir que se rompía, cabalgando el taburete con fervor, clavándose sus dedos…

"Oh…Chris…"

"¡Córrete, Adela!" la voz grave del muchacho, como de campana de acero, resonó en su mente con toda claridad.

--¡¡Fóllame!!—se escuchó rogar a sí misma, en el ojo mismo del huracán--¡Fóllame más fuerte!

Bum, bum, bum. Las patas de la banqueta rechinaban sobre el parqué mientras Adela rebotaba sobre la empapada tapicería.

--¡¡Fóllame, voy a correrme!!...

"Córrete por favor…"

Se imaginó ese pollón lustroso y brillante, con el glande a reventar, a punto de derramarse en chorros de leche caliente dentro de su cuerpo. Oh, dios mío, dios mío…cómo le deseaba…por favor Chris, no pares, no pares…

--Hmmmmmmmmm…

Adela se corrió con un prolongado gemido, encharcando definitivamente todo aquello que había debajo de ella—la banqueta verde, la polla de Chris, los músculos duros de los muslos del muchacho, sus rodillas…

Sorprendida de su propio grito, se agitó en fervientes sacudidas, aferrada a la parte delantera del piano con la mano izquierda para no caer, la mano derecha prieta, dura contra su clítoris palpitante.

--Oh…dios mío…

Sin tener tiempo de sentirse culpable por aquella masturbación que tanto había luchado por evitar, de pronto escuchó un sonido que no esperaba.

"¡¡DENNNGGGG!!"

El impertinente sonido la sacó de aquel estado de ensoñación. Se trataba del molesto timbre del portero automático: alguien estaba llamando a su piso desde el portal…

Pero…

Adela miró a su alrededor, desnuda y confusa, súbitamente indefensa, sin lograr reaccionar. Le costaba pensar, recomponiéndose aún tras aquel brutal orgasmo.

¿Quién sería?...se habrían equivocado, seguro…ella no esperaba a nadie…

¡¡DENNNNNNNNGGGG!!

De nuevo el zumbido intermitente; esta vez más prolongado, como si la persona que llamaba hubiera detenido su dedo unos segundos deliberadamente pulsando el botón con impaciencia.

¡Joder!

Rápidamente se levantó del empapado asiento, y agachada para no ser vista a través de la ventana que daba al patio, se arrastró hasta el telefonillo. Extendió la mano y asió el aparato sin querer levantarse del suelo, apoyándose contra la pared.

--¿Sí?—contestó sin poder disimular los últimos coletazos de un jadeo, pegando los resecos labios al auricular.

Tras unos minutos de tenso silencio, se escuchó con claridad una voz al otro lado, indecisa pero fuerte, que anudó las entrañas de Adela acelerando su respiración.

--Adela…soy Chris…

--¡Chris!—no pudo reprimir una exclamación acuosa.

El muchacho vaciló unos instantes al otro lado.

--Adela…por favor… ¿puedo subir?...

--Pero…

--Adela, por favor…--imploró el muchacho, con una inflexión extraña en la voz—es muy importante…

La cabeza de Adela daba vueltas a la velocidad del rayo. ¿Qué hacer ahora? ¿Cómo abrirle la puerta después de lo que acababa de ocurrir? …¿cómo iba a disimular lo que había hecho?...

Sin embargo, movida por el apremio de la voz de su alumno, preocupada por su súbita llegada, pulsó con un dedo tembloroso el botón negro que abría el portal, y acto seguido se lanzó al pasillo en busca de algo, aunque solo fuera una bata, para cubrir su cuerpo desnudo…

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí, querido lector. Si quieres nos volveremos a ver pronto…

Este relato no forma parte de una serie larga, pero no dudes de que…

CONTINUARÁ…

Un abrazo!!

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