IV.-Una oportunidad y un gran error
--Nimbo...
Dejé a un lado las copas de plata que estaba puliendo y me volví. Samiq sonreía
contemplándome desde el quicio de la puerta; los rayos del temprano sol
estrellándose en la cascada de pelo rubio que le caía por encima de los hombros.
--Samiq, me has asustadosonreí, pues tan absorta estaba que ni le había oído
llegar.
--No es culpa mía que sea tan feome guiñó un ojo--¿qué tal estás?
Deseché su afirmación con un movimiento de la mano. ¿Feo? Mi hermano en pruebas
era un maldito ángel en la tierra. Volví a mis copas suspirando con una sonrisa.
--Bien, muchas gracias... cada día mejor, en realidad.
Era cierto. Habían pasado tres días desde mi convalecencia en cama a causa de la
paliza que recibí; había empezado para mi alivio a moverme de forma
relativamente independiente por los territorios del Amo G, comprobando que era
capaz de hacer pequeñas cosas. Aunque notaba mi tono muscular un poco disminuido
por las horas que había pasado en cama, era una bendición poder ver del todo
bien por un ojopor el otro veía sólo a medias, ya que el hematoma había
empezado a reabsorberse y había ido bajando sobre mi párpadorespirar sin miedo,
y sentir tan solo una sombra de aquel horrible dolor de espalda cuando me
doblaba poco a poco.
--Me alegro muchoasintió con una amplia sonrisa--¿Necesitas ayuda?
Se adelantó un paso con intención de tocar las copas que yo estaba limpiando con
tanto esmero.
--No, nome apresuré a decirSamiq, te lo agradezco pero... creo que necesito ir
haciendo cosas por mí misma...
--Entiendo--Se acercó más y examinó mi trabajo con gesto de aprobaciónLa verdad
es que las copas parecen otras...--frunció el entrecejono recordaba que fueran
tan bonitas...aunque más lindas son las manos que las limpian.
Sonreí notando de pronto calor en mis mejillas. Nunca he llevado bien recibir
halagos, por pequeños que sean... lo cierto es que desde siempre me ha
desconcertado escucharlos, es como si no supiera qué hacer con ellos. Y, por
supuesto, tiendo a pensar que o la persona que los dice se está riendo de mí, o
simplemente lo dice por cumplir.
Me concentré en cada arabesco, en cada curva de la plata sobre la que frotaba el
paño, y limpié a conciencia fijando los ojos en la copa que tenía en la mano
como si la vida me fuera en ello.
--Nimbo... yo en realidad había venido a buscarteme dijo Samiqllevas tres días
fuera de la cama y todavía no has venido a desayunar con nosotros...
Suspiré, sintiéndome un poco acorralada. Era verdad que había seguido un poco mi
vida de por libre... porque en realidad tampoco sabía si era propio que me
juntara con mis hermanos en pruebas o no. Al fin y al cabo, ellos eran dos
Platas y un Dorado... y yo una mota de polvo a su lado, alguien que a pesar de
compartir techo con ellos ni siquiera llevaba un distintivo de pertenencia.
--Samiq... no sé si el Señor G lo aprobaría...
El Señor G se encontraba de viaje; no lo había vuelto a ver desde la noche en
que acusé a mi verdugo. Había recibido la orden Suya a través de Simut de
intentar levantarme a los tres días, pero no había vuelto a ver a aquel hombre
impredecible y protector. Tampoco sabía muy bien lo que había pasado en el
mundo... entre los muros de la fortaleza, quiero decir. Había permanecido
calentita y aislada todo ese tiempo, en las dependencias del Amo G, asistida por
sus esclavos personales a quienes apenas conocía. Y también había permanecido
encerrada en mí misma, reflexionando, intentando asimilar poco a poco todo lo
que me estaba ocurriendo.
--Oh, claro que lo aprobaríareplicó Samiq con despreocupaciónal Amo le gustan
las buenas relaciones entre sus esclavos, eso le quita el trabajo de mediar
entre nosotros... Sus propiedades son personas que interaccionan, no un lote de
muebles.
Sonrió y me tendió una mano.
--Anda, ven...
--Pero...--a pesar de la ilusión que mostraba mi hermano en pruebas, mi propio
autoconcepto me obligaba a resistirmeSamiq, es que yo... no soy aún propiedad
del Señor G... no creo que sea digna de estar entre vosotros, soy distinta, me
siento como una paria a vuestro lado...
Me sorprendí a mi misma con la explosión de sinceridad que destilaron mis
palabras.
Samiq se echó a reír y antes de que me pudiera defender me agarró de la muñeca.
--Esa es la mayor tontería que he oído en añosse mordió el labio y meneó la
cabeza lo que me faltaba... una paria...
Sin hacer caso a mis titubeos cogió con suavidad la copa que yo aferraba entre
mis manos, la puso junto a la pila y tiró de mi brazo para sacarme de la cocina.
--Pero yo sólo trato de ser realista...--me defendía, horrorizada, mientras me
obligaba a seguir su paso rápido por el pasillo iluminado de sol.
--¿Realista? Anda ya...
Tirando de mí me llevó por el corredor, giró hacia la izquierda y se detuvo ante
una pequeña puerta enrejada. Imaginé que esa puerta daba a la habitación donde
los esclavos del Amo G pasaban el tiempo cuando no se les había encomendado
ninguna tarea. No me equivocaba.
Samiq empujó la puerta y ésta se abrió con un chirrido metálico. Al otro lado,
el sol apenas recién salido lanzaba destellos por dos delgados ventanucos,
estrellándose sus rayos contra una ruda mesa de madera frente a la que se
sentaban el resto de mis hermanos en pruebas: la Plata y el Dorado.
Sobre la mesa, unos cuencos humeantes de contenido incierto, aunque aromático,
se hallaban colocados. Observé que dos de aquellos platos de barro se hallaban
frente a respectivas sillas vacías.
--¡Nimbo!--el esclavo con el collar dorado levantó la vista y sonrióBuenos
días, hermana. Veo que el Gato fue a buscarte...--añadió sonriendo, con un
destello amable en los ojos azul acero.
--No es nuestra hermana aúnmurmuró sarcástica la joven que portaba la Plata,
lanzándome una mirada reprobatoriani siquiera lleva collar...
--Da igual que no lleve collar, Níobemurmuró el Dorado sin mirarla, y se
levantó para saludarmeSoy Simutsonrió, estrechándome la mano.
--Gracias por... recibirmealcancé a articular. Me sentí de pronto muy
avergonzada, y en mi fuero interno sentía que la llamada Níobe tenía razón: yo
no tenía que estar ahí.
--¿Por recibirte?--Simut enarcó las cejas.
Samiq rió a mis espaldas y cerro la puerta de metal.
--Sí, por lo visto cree que somos mejores que ella, o algo así me ha
dichoreplicó divertido, dándome un leve empujoncito para que me sentara a la
mesa junto a ellos.
--No entiendo...--Simut meneó la cabeza--¿mejores?
--Yo tampoco lo entiendorespondió Samiq sentándose con resignación exageradale
he dicho que somos simples propiedades pero no me hace caso...
--Habla por timasculló Niobe, cortanteyo no me considero una simple propiedad.
--Entonces tienes un problema, y gordorió Samiq, alargando la mano para coger
un mendrugo de pan tierno de un cesto en el centro de la mesaNimbo, aquí es
donde aprovechamos para estar de relax cuando el Amo no anda cerca...
--No todos tenemos un pasado callejero, Samiq. Y aunque fuéramos simples
propiedadesreplicó éstaella ni siquiera llega a eso...
Simut se sentó junto a Níobe visiblemente molesto.
--Níobe, ya vale. No sigas por ahíle espetóNimbo está en pruebas con el Amo, y
si te cuesta respetarlo piensa que Sus órdenes fueron claras al respecto: es
nuestra hermana, aunque esté a prueba, y como tal será tratada.
Níobe bufó y se giró hacia Simut como si la hubieran pinchado con un estilete.
--¿Y tú quién te crees que eres para recordarme lo que El Amo ha dispuesto?--le
increpó con sequedadSé perfectamente cuáles son Sus órdenes, pero no estoy
diciendo ninguna mentira. Ella de momento NO es nada... No es mi hermana, y no
la consideraré como tal.
--Como quierasSimut se encogió de hombrospero me extraña esa reacción en ti,
tratando de salvaguardar algo que es tuyo...
Dejó implícito un mensaje muy claro y directo que hasta yo entendí: era absurdo
que un esclavo marcara territorio con un Amo, como si éste fuera suyo y no a la
inversa.
--Discúlpala, Nimboañadió para colmo Samiq, con la boca llena de panNíobe está
nerviosa porque se siente amenazada...
La Plata se levantó airadamente y de un empujón violento lanzó la silla hacia
atrás.
--No trato de salvaguardar más que mi posiciónpude comprobar que había captado
el mensaje velado de Simuty el valor que para mí representa. Si queréis tratar
a esta... perra callejera... --escupió aquellas dos últimas palabras con
rabia--como igual, os dejo el camino libre.
Acto seguido se precipitó hacia la puerta, asió el picaporte con fuerza y salió
dando un sonoro portazo. Los cuencos de barro titilaron unos segundos sobre la
mesa, y gotas del aromático contenido salpicaron el tablero de madera.
Simut resopló y alargó el brazo para tocarme el hombro.
--No te preocupes, Nimbo, no le hagas ningún caso...
--Simut, ¿puedes azotarla verdad?--inquirió Samiq con tono de guasaahora que no
está el Amo, quiero decir... porque dan ganas de hacerlo cuando se pone así, yo
lo haría si pudiera, pero no soy un Dorado...
El aludido dejó escapar una risita.
--Desde luego, entre ella que parece una niña malcriada y tú que estás loco, la
pobre Nimbo va a pensar que dónde se ha metido...
Sonreí sin poder evitarlo, aún trabada por los nervios.
--No te preocupes, en seriome tranquilizó Samiq, ofreciéndome un trozo de pan
recién hechoconmigo hizo exactamente lo mismo; yo también he sido callejero
como tú, como bien ha dicho...
--¿Tiene algo en contra de los callejeros?--inquirí, tomando por cortesía el
panecillo de su mano.
--Eso parece, debe pensar que ella pertenece a la aristocracia o algo así...
Reflexioné durante unos segundos y, sin pensar lo que hacía, sumergí la miga del
pan en el cuenco humeante.
--Qué guarrada estás haciendo, por amor de diosexclamó Samiqvas a arruinar el
brebaje envenenado que te preparé...
--Por favor Samiq, la vas a asustar, deja que lo tome como quiera...
El reposado Simut se mordió los labios, aguantando una carcajada de vergüenza
ajena.
--Si ella no ha sido callejera...--murmuré--perdonad mi ignorancia pero, ¿cómo
ha llegado hasta aquí?
--Perdonad mi ignorancia--me parafraseó Samiq irguiéndose para besarme la
mejillaSimut, dime que no es adorable, por favor...
--Ella llegó a Zugaar conmigo hace diez años, cuando tenía 17 y yo 18respondió
Simut, sin prestar atención a su hermanolos dos vinimos con el Amo G, entramos
aquí directamente como Sus propiedades... Samiq ya estaba aquí cuando llegamos,
había entrado como perro callejero hacía unos tres años; pasó por la mano de
otro Amo, que le devolvió a los sótanos, y luego conoció al AmoG.
--Oh, vaya... debe ser duro que a uno le tomen y luego le devuelvan...--no pude
evitar comentar.
--Bueno--replicó Samiq después de apurar su bebidalo que no debe y no puede
ser, es mejor que no sea...
Sentí una oleada súbita de afecto y admiración por aquel ángel rubio tan extraño
y positivo.
--Llevo ya cuatro años estando donde quiero estar...
Simut sonrió y apretó la mano de su hermano.
--Y nosotros encantados de haber compartido ese tiempo contigo...--le dijo. Ante
mi estupor, Samiq agachó la cabeza.
--No empecemos con sensibilidades, por favor...respondió con sorna, fijando los
ojos en la mesa.
--¿Qué edad tienes, Samiq?--le pregunté, pues llevaba ya tiempo haciendo
cálculos en mi cabeza.
--Veinticinco--me respondióentré a ser propiedad del AmoG cuando tenía
dieciocho, y Simut veinte.
--Así que estáis escalonados...--reflexioné, usando la lógica en base a lo que
me contabanSimut tiene ahora veintisiete, y Niobe veintiséis...
--Así escorroboró Simutaunque dentro de poco yo cumpliré veintiocho...
--Anciano--le espetó Samiq entre dientes.
--Enano--contestó el aludido, propinándole un codazo.
Me eché a reír y fui consciente de que estaba a gusto. Mis nervios me iban
abandonando poco a poco desde que Níobe había salido de la habitación.
--Y... ¿la edad del Amo?--me atreví a aventurar.
Ambos sonrieron y se miraron con complicidad.
--Eso es secreto intransferiblesonrió Simut.
--Ahora vamos a reírnos de verdadañadió Samiq--¿cuántos años crees que
tiene?--me lanzó la pregunta al vuelo.
--No lo sé...
--Vamos, di un número.--me espoleó.
--No sé...--titubeé--es joven...
--Lo esla sonrisa de Simut se hizo más amplia, disimulando una carcajada
inminente.
--¿Treinta?--murmuré por decir algo.
Ambos explotaron en carcajadas y el eco de sus risas rebotó en las paredes de
piedra.
--¿Treinta?--dijo Samiq con gesto de incredulidadProcura que no te oiga o no
volverás a sentarte en la vida...
Simut no paraba de reír,lo que en él resultaba extraño dado su temperamento
serio.
--Venga vamos, di otroSamiq se aguanto la risa y esperó mi siguiente respuesta.
--No sé... veinti...
--Bah, Samiq, digámoslo...--dijo Simut secándose las lágrimas derivadas del
ataque de risa.
--No... deja... a ver si adivina...
--Vosotros jugáis con ventajasonreí. Empezaba a contagiárseme la risa de mis
hermanos en pruebas.
--Esta bienSimut meneó la cabezatiene veintiocho.
--¿Sólo te saca un año?--repliqué, incrédula, mirando a Simut.
--Medio...--replicó Samiq, y se echó a reír de nuevo.
--¿Cómo es eso posible?
Simut se rió y se encogió de hombros
--¿Y por qué no?... Esto se trata de roles, no de edades... seguramente, Nimbo,
aquí habrá muchos Dominantes de tu edad o menores...¿Qué edad tienes tú?
Quedé unos segundos en silencio, procesando lo que eso significaba. No era que
el tema edad tuviera mucha importancia, pero realmente nunca lo había pensado.
Supongo que, para mí, la edad estaba íntimamente relacionada con el respeto y la
experiencia... mi mente no respetaba de la misma manera a un anciano que a un
igual, o a una persona más joven.
--Tengo casi 26...--murmuré--creo...
--¿Crees?
--Sí...--respondí. Mi fecha de nacimiento era un misterio para mí, de manera que
un día decidí escoger una para marcar que cumplía años... pero eso es, como ya
imaginarán, otra historia... que si quieren, algún día puedo contarles.
Se lo conté a mis hermanos en pruebas y me di cuenta que era la primera vez,
desde que yo estaba en Zugaar, que contaba eso a alguien.
--Vaya...--dijo Samiq¿y qué día elegiste?
--El dieciséis de Octubrerespondí en voz baja.
--¿Por algo en especial?
Noté cómo Simut le daba a Samiq un leve puntapié por debajo de la mesa.
--Sí--asentí, sin querer dar más detalles.
--Simut, ¿tienes que hacer algo hoy?--dijo Samiq como si de pronto hubiera
recordado algo.
El aludido reflexionó unos instantes.
--Voy un poco atrasado con las piezas...--respondió--pensaba pasarme la mañana
trabajándolas, ¿por qué?¿querías algo?...
Samiq sonrió y se limpió la boca, apartando después el cuenco vacío que tenía
ante sí.
--Pues te iba a pedir, de cara a que pronto llegará El Amo, que me ayudes un
poco con... ya sabessu sonrisa se amplióy de paso, si tienes tiempo, que me
eches un ojo a la última perforación... me está molestando, la estoy curando
como las anteriores pero no se por qué, me está costando más...
--¿Las de los pezones?--inquirió Simut.
--Sí, una de ellas.
--Hazte a un lado y déjame ver...--sugirió mi hermano mayor en pruebas,
separando un poco su silla para que Samiq avanzara hasta colocarse delante de
él.
Mi otro hermano se irguió, caminó los pocos pasos que le separaban de Simut y se
levantó la parte de arriba de su túnicaobservé que hoy llevaba dos piezas, una
a modo de camiseta que ahora estaba arrugada en sus clavículas, y la otra hasta
la aproximadamente la mitad del muslo, sujeta por un trozo de soga a su cadera,
unos centímetros por debajo del ombligo. Desde mi posición, intentando atisbar
algo sin parecer indiscreta, vi por el rabillo del ojo los abdominales marcados
y firmes, y la curva ligeramente cóncava que daba inicio a sus pectorales.
Samiq reprimió una exclamación de dolor mientras Simut se inclinaba sobre él, le
examinaba y le tocaba.
--¿Cuándo te ha empezado a molestar?--preguntó, observándole con ojo crítico
--Hará unos días-- repuso Samiq, expandiendo su torso para que Simut tuviera más
maniobrabilidad.
--¿Qué es?--inquirí curiosa, levantando los ojos por encima de los hombros de
Samiq. Pude ver la piel tensa de su pecho y, atravesando su pezón izquierdo, una
pequeña barra en curva, plateada y rematada por dos bolas del mismo material.
Rodeando el adorno se apreciaba un enrojecimiento de la piel, más tenue conforme
se alejaba de la areola, acompañada de una incipiente inflamación y un punto de
sangrado donde se insertaba la barra. Comprobé que el otro pezón también estaba
perforado, aunque la piel estaba tranquila, sin signos de irritación.
--Vaya...--no pude por menos de exclamar--¿Te duele?
Samiq alzó la mirada hacia mis ojos.
--Un pocoadmitiósobre todo cuando me roza con la ropa o me tocan...
--¿Te lo has curado cada día?--inquirió Simut--¿tal como te enseñé?
Samiq asintió.
--Sí, todos los días...
--Bueno--murmuró mi hermano mayor en pruebas, levantando un poco la bola
plateada haciéndole al otro apretar los dientesparece que ha hecho una pequeña
adherencia... y una herida que hay que desinfectar, vas a necesitar unos días
más para que cicatrice...
--Ya me imaginaba...--murmuró Samiqpero no quisiera tener que quitármelo...¿me
ayudarás, Simut?
--Claro--respondió éste inmediatamente--¿te los ha puesto El Amo?
--Sí, Él lo hizo... por eso no quisiera perderlo...
--Vale--sonrió SimutNo te preocupes, tiene arreglo... y a lo otro, también te
puedo ayudar, cuando quieras.
--Gracias--sonrió Samiq soltando la parte de arriba de su túnica, que resbaló y
volvió a crubirle torso y abdomen.
Me quedé unos segundos reflexionando. Tal vez hubiera algo, alguna cosa que se
me pasaba por alto, que yo pudiera hacer con vistas a la vuelta del Amo... para
satisfacerle, otirando ya muy altopara sorprenderle. Decidí preguntarles a mis
hermanos en pruebas; pensé que igual que se ayudaban entre ellos, podrían
aconsejarme a mí.
Ambos se quedaron pensativos un momento. Se miraron.
--No lo sé...--caviló Samiq, dirigiéndose a Simutquizá... empezar a dilatarla
sería buena idea... para ella, sobre todo...
Simut carraspeó.
--Bueno-- repuso despacioconociendo al Amo, no me resultaría extraño que
quisiera hacer uso de ella de esa forma sin avisar... tienes razón, podría ser
buena idea.
--¿Dilatarme?--pregunté, aunque podía hacerme una idea de a qué se referían.
Ambos se volvieron hacia mí.
--Nimbo--me explicó Simut con su habitual diplomaciaSamiq se refiere a ir
ensanchándote para cuando El Amo quiera sodomizarte... una práctica que le
encanta, y para la que conviene estar preparado...
--Entiendo--Asentí con la cabeza.
--Si quieres, podemos decirte cómo hacerlo... proporcionarte algún dilatador
para que vayas empezando...¿lo has hecho alguna vez?
--¿Dilatarme?--pregunté a fin de asegurarme de que comprendía.
--Eso esrespondió Simut con cuidado, viendo la mirada nerviosa que asomaba a
mis ojos.
--No...---contesté con un poco de vergüenza. Me daba no sé qué admitir ciertas
cosas delante de hermanos tan veteranos... me hacía sentir una palurda.
--Vale--sonrió mi hermano mayor, tomando del brazo a Samiq y alargando una mano
blanca y huesuda hacia mípues vamos a la sala de preparación y, si os parece,
nos dedicamos a ello un ratito...
Recogimos entre los tres los restos del desayuno, y después les seguí a ambos
por el corredor rumbo a donde quisieran llevarme. Me guiaron a través del
pasillo y, tras doblar un recodo, varios tramos de escalera que descendía. Había
oído hablar a algún callejero de las míticas salas de preparación, que sólo
ciertos Amos tenían en sus dependencias; de ellas se contaban maravillas pero
también estaban imbuidas para mí de un oscuro misterio. Nunca había estado en
una estancia como esas que contaban, y no me imaginaba cómo podía ser... se
habían dicho tantas cosas...
Simut accionó un pesado picaporte, perteneciente a una gran puerta de madera
frente a la que nos habíamos detenido. Abrió la puerta con cierto esfuerzo, y
ante mis ojos contemplé un escenario verdoso y extraño.
Mis hermanos debieron pensar que aquella reacción de sorpresa era normal, así
que se situaron junto a mí y simplemente sonrieron sin decir nada. El recuerdo
de aquella primera vez que vi la sala perdura en mi mente, como una fotografía
luminosa y nítida.
Ante mí se hallaba la más formidable de las construcciones que había contemplado
desde que entré a Zugaar. Un estanque natural había excavado la roca viva en el
centro de la estancia, y la luz del sol se filtraba sobre él a través de unos
pequeñísimos agujeros en el techo, provocando un halo mágico, casi fantasmal,
por encima de la ondulada superficie. Delgados hilos de luz dorada y esmeralda
jugaban con las olas, que lamían un suave talud erosionado a la orilla de ese
lago interior. Recorriendo con los ojos las paredes de roca, veteadas de cuando
en cuando por alguna vena de plata, o tal vez de pirita de hierrorecordé mis
colecciones de minerales de la infanciavi una enorme cama revestida de seda
gris, cuyo cabecero de forja se apoyaba contra la piedra. Del dosel de la cama
pendían unas cortinas del mismo aspecto que las sábanas, cayendo lánguidas hasta
el suelo a ambos lados del colchón, supuse que para preservar la intimidad de lo
que se hiciera en aquel lecho.
Junto a la cama había una vitrina no muy alta, de madera negra con pan de oro e
incrustaciones de nácar; las hojas de cristal, cargadas de gravados, tan sólo
permitían ver las formas difusas de aquello que contenía. Pude comprobar que
había más vitrinas como esa repartidas por la habitación, todas iguales, con la
llave puesta en la cerradura como si todos los que allí vivieran pudieran tener
acceso libre a ellas.
A la otra orilla del lago, frente a la cama, había varios muebles juntos,
algunos de ellos plegados. Distinguí entre ellos una mesa parecida a un potro
ginecológico, articulada y con estribos para los tobillos, de superficie
almohadillada color negro...parecía cómoda pero su sola visión me dio
escalofríos.
--Esta es la sala de preparaciónescuché a Simut a mis espaldas, y le sentí al
instante dándome un leve empujoncitopasa, Nimbo.
--Qué duda cabe que no estás obligada a hacer nada...--añadió Samiq, avanzando
detrás de mí al interior de la salasimplemente te contaremos y nos veras, si te
animas nos lo dices...
Me guiñó un ojo y alargó la mano para cerrar la gruesa puerta de madera.
--Venga, Samiqle reclamó Simutéchate o siéntate... deja que te cure eso
primero, no tardaré nada...
--Bien...
El aludido avanzó, bordeando el lago, y se tumbó en la cama de forja. Sin decir
una palabra, le seguí hasta ella, posicionándome en una esquina del colchón,
cerca de su cabeza.
Simut abrió una de las vitrinas y se acercó al lecho con algo en la mano. Vi que
se trataba de útiles médicosunas pinzas, guantes de látex y un par de frascos
de cristal ahumado, todo sobre una batea de acero quirúrgicoque desplegó sobre
la cama.
--Bien...
Simut se calzó los guantes, tomó las pinzas y se inclinó sobre Samiq,
manipulando la bolita plateada enganchada a su pezón. La levantó unos
centímetros por encima de la piel y lavó la herida con un chorro de líquido
transparente que extrajo de uno de los frascos.
--Bien, ahora no te muevasmurmuró, concentradono quisiera manchar las
sábanas...
Samiq asintió levemente, acomodándose sobre el colchón.
Simut secó con suaves toques la zona, usando un lienzo de gasa, y a continuación
aplicó sobre ella una solución de color óxido. Samiq se removió un poco debajo
de sus manos.
--Molesta un poco... pero sólo al principio...--murmuró mi hermano mayor,
despojándose de los guantes con cuidado.
--Joder, Simut... esto quema...--Samiq sonreía apretando los dientes,
culebreando mientras intentaba controlarse para no desparramar aquel líquido
sobre la cama.
--Qué quejica-- le espetó Simut, meneando la cabeza con gesto irónico, y empezó
a recoger las cosas que había utilizado.
Casi por instinto, apreté la mano de Samiq entre las mías, para animarle a
descargarse conmigo del escozor que sentía. Mi hermano abrió los ojos y
correspondió al apretón.
--Sí, me quejoadmitió--pero no te imaginas como pica...
--Sí que me lo imagino, sínos llegó la risa de Simut mientras colocaba los
frascos de nuevo en la vitrinatranquilo, pasará pronto...
--¿Cuántas perforaciones más te ha hecho El Amo?--pregunté en un hilo de voz a
Samiq, en parte por curiosidad y en parte por distraerle.
Sonrió sin abrir los ojos.
--Tengo muchasmurmuró--las más recientes son estasdijo señalándose los
erizados pezonespero tengo algunas más...
¿Cuales?--inquirí.
Mi hermano se incorporó y me mostró su oreja izquierda. Pude ver que tenía
perforados tanto el lóbulo como el trago y diferentes áreas del cartílago; a
este último se enganchaba un pequeño aro plateado.
--Aquí tengo tres...
Se giró para que pudiera ver un pequeño brillantito que anidaba en la concha de
su otra oreja
--Aquí uno...
A continuación sacó la lengua, con una chispa juguetona en los ojos.
--Y en da dengua otdo...--jugó unos segundos con la bolita que le atravesaba
dicha parte, plateada y con un reborde de piedrecitas azul oscuro.
--Qué ganso eresSimut se había sentado también sobre la cama y observaba la
exhibicióny parecía listo cuando lo trajeron...
--Vaya...--sonreí con sorpresa. Aunque me había fijado en su boca, ya que me
gustaba mucho, nunca me había dado cuenta de la presencia de aquella bolita
azulada--¿Te los ha hecho todos El Amo?
--El de la lengua sísonrió divertido-- y los últimos, pero los de las orejas
no. El lóbulo me lo hice yo mismo, los cartílagos me los hizo Simut.
--Vaya...--no sabía si alegrarme por ello o temerveo que hacéis de todo aquí...
Simut sabe hacer muchas cosas.
--Sabe, doy fecorroboro el Plata.
Sólo entonces me di cuenta de lo que mi hermano Simut traía entre las manos, y
mi mente lo catalogó de inmediato como un objeto muy peligroso. Supongo que los
ojos se me salieron de las órbitas al verlo, y no sé si cambié de color pero mi
expresión sin duda tradujo lo que pensaba. Mis dos hermanos explotaron en
carcajadas ante mi gesto de horror.
--Por dios, tranquilaSimut me dio unas palmaditas entre carcajadasesto no es
para ti...
Di gracias al cielo porque no lo fuera. El objeto era sencillo pero letal: una
barra macizase intuía que pesadade acero quirúrgico, con forma claramente
fálica. Comenzaba en una punta engrosada que simulaba el glande, se estrechaba
para dar paso a un tronco rígido y pulido, y se engrosaba de nuevo en una base
del mismo material: todo de una pieza. Surcos y vetas sobre elevadas de metal,
evocando los entramados orgánicos, recubrían la brillante superficie dándole un
aspecto demasiado real para ser ficticio: era como un gran pene procedente del
espacio.
Por un momento mis ojos se quedaron atrapados, fijos sin parpadear en aquel
coloso... pensé que no podría despegar la mirada de él.
...¿y para quién es entonces?--musité.
Mis hermanos no paraban de reírse. Al parecer, les parecía muy graciosa mi
reacción...
--Es para Samiqdijo al fin Simut, con los ojos brillantes después de las
carcajadas.
--Pero...
--Como preguntes que para qué lo voy a usar te aseguro que me da algo...--rió
Samiq, agarrando el objeto de las manos de Simut.
No podía creerlo...¿se iba a... meter todo aquello?
--Hazme el favor, Simutmurmuró, tumbándose sobre el colchón, escorándose
ligeramente hacia un ladopásame el lubricante, que milagros no puedo hacer...
Simut fue víctima de otro ataque de risa.
--¡Samiq!--exclamó, pasándole un frasco de contenido cristalino--¡así no se
puede!
--Jajajaja...--mi hermano me miraba y se retorcía de risa sobre la cama--¡ay!
Que ataque más tonto me está dando...Nimbo... esa cara...
Cuando ya decidieron que era suficiente, o consiguieron las fuerzas necesarias
para dejar de reírse, Simut se adelantó hacia Samiq.
--Bueno--le dijo, aún con una sombra de risa en la voz--¿quieres que te ayude o
vas a intentarlo tú?
--Primero voy a intentarlo yo...--respondió él, sin tenerlas todas consigo.
Asió el miembro macizo, lo observó detenidamente cambiándolo de posición ante
los ojos durante unos segundos, como estudiándolo, y luego lubricó el tronco
abundantemente. Las gotas de gel se le escurrían gruesas entre los dedos cuando
respiró hondo, se tumbó boca a arriba sin ningún pudormucho menos sin echar las
cortinas del dosely el falo de metal desapareció bajo los pliegues de su
túnica.
Le miré cómo escarbaba con los ojos cerrados, tratando de acomodarse sobre el
objeto... creo que me quedé abobada, con los ojos fijos en él, sin pensar que
estaba cayendo en algo poco cortés al mirarle tan directamente. Pero no podía
evitarlo, estaba estupefacta.
Simut se sentó de nuevo al otro lado de la cama.
--En esa posición te va a costar más...--murmuró--es grande, Samiq.
Desde luego que el trasto era grande...
La boca de mi hermano mediano se contrajo en una mueca de dolor.
--No puedo...--murmuró con el ceño fruncidoconsigo meter el principio pero...
más allá no puedo.
--Para, te vas a hacer dañole dijo Simut, apretándole el brazo con
amabilidadcambia de posición, inténtalo desde atrás.
Yo observaba sin salir de mi asombro; supongo que me encontraba ante una
situación que para ellos debería de ser normal, pero para mí era... de lo más
extraña que podía imaginarme. Las pocas veces que me había cruzado con los
esclavos del Amo G, jamás me los hubiera imaginado en aquella tesitura... pero
claro, también podía comprender perfectamente por qué lo hacían. Si Samiq
lograba meterse toda aquella morcilla dentro, a buen seguro cuando el Amo le
follara tendría anchura de sobra... y por violentamente que le tomara, le
parecería un juego de niños.
--Creo que vas a tener que ayudarmedijo Samiq a Simut mientras se arrodillaba
sobre la cama. A continuación puso las palmas de las manos en el colchón y elevó
las caderas.
--Claro--respondió éstepero así no. Ponte de rodillas en el suelo, frente a la
camaindicó--así tendrás un punto de apoyo.
Samiq asintió y saltó del lecho, posicionándose rápidamente ofreciendo sus
caderas a Simut, entregándole el falo metálico. Pegó el estómago al colchón y
apoyó los codos sobre él, sepultando la cabeza entre las manos. Desde esa
posición dirigió los ojos hacia arriba y me contempló; yo aún seguía paralizada
sobre la cama, mirándole. Adiviné que sus labios sonreían, aunque no pude verlos
pues estaban tapados por sus nudillos, pero sus ojos se entornaron con una
chispa viva que ya empezaba a ver como característica de él.
--Dame ánimos, Nimbooí que murmuraba contra sus puños.
--A ver, compañerodijo Simut despacio, situándose detrás, frente a sus
nalgasestás muy tenso, relájate...
Observé cómo, sin ninguna emoción apreciable, con calma y tranquilidad casi
profesional, separaba las nalgas de Samiq, extendía los dedos y le lubricaba
bien por dentro.
--Está frío...--sonrió un poco, en respuesta al leve temblor de mi hermano
medianotranquilo, ya está.
--Simut, por tus muertosmurmuró Samiq con el gesto contraídono me lo metas de
golpe...
--Claro que no, no digas tonterías, Samiq... intenta relajarte, anda.
Nimboañadió levantando la mirada hacia míenséñale las tetas o algo, ponle
cachondo... o distráelo...
Vi que se reía por lo bajo, así que deduje que lo decía de broma...
Traté de relajarme yo, y acaricié los cabellos de Samiq. Eran hebras suaves algo
alborotadas; las enrosqué torpemente entre mis dedos y las solté; resultaba muy
agradable tocarlas. Él colocó la palma de una de sus manos sobre la mía.
--Venga, lo intentaré...
Samiq resopló y respiró hondo. Cerró de nuevo los ojos, como si contara hasta
tres, y objetivamente su rostro se relajó. Observé cómo también sus músculos de
gato se destensaban, su espalda se arqueaba como si le pesase y sus nalgas se
levantaban.
--Bien...
Simut metió un dedo entre las nalgas de Samiq y comenzó a moverlo de lado a
lado, masajeándole a la par que extendía el lubricante. Introdujo el dedo más
profundamente y la columna de Samiq se curvó aún más, al tiempo que movía las
nalgas para acomodarse.
--Eso es, relájate...
Cuidadosamente, mi hermano mayor deslizó otro dedo lubricado dentro del culo de
Samiq, y continuó con aquellos movimientos circulares. Observé el juego de
músculos de su enjuto brazo, ondeando despacio.
--¿Qué tal?--murmuró, metiendo y sacando los dedos chorreantes.
--Bien...--suspiró Samiq
--Veo que te adaptas rápido...--sonrió Simutno duele, ¿verdad?
--No, que vael otro negó con la cabezaes agradable...
--Bien...
Simut abrió bien las nalgas de Samiq, dejando desprotegido el orificio de su ano
que se amoldaba al contorno que le penetraba. Sacó despacio los dedos y apoyó la
punta del dilatador a las puertas de su culo. Comenzó a moverlo allí sin
penetrarle, restregando el abultado glande por las inmediaciones de la estrecha
entrada. Pajeándole la raja del culo con la otra mano, vi que poco a poco fue
empujando hasta introducir la punta del artefacto. El ano de mi hermano mediano
protestó con un chapoteo de apertura cuando la piel cedía.
--¿Va todo bien?--preguntó Simut, manteniendo asido el dilatador en aquella
posición.
--Sí...--resopló Samiqtodo bien, sí...
Simut empujó un poco más la estructura, y el culo de Samiq se tragó unos
centímetros más, justo hasta donde finalizaba el pequeño estrechamiento que
enlazaba con el tronco.
--Simut...--le dijo con voz temblorosa.
--¿Qué pasa?
--Que... --se echó a reír nerviosamente--...me estoy poniendo cachondo...
Simut rió sin maldad.
--Es normalrespondió,aprovechando para introducir unos centímetros más. Samiq
se revolvió un poco: comenzaba a sentir dentro la parte más gruesa de aquella
cosa.
--Uff...
Desde donde me hallaba no veía más que el rostro de Samiq sobre el colchón,
debatiéndose en una especie de lucha interior, y sus caderasestaban al mismo
nivel aproximadamente-- agitándose al ritmo de las penetraciones.
--Sois como animalesescuché de pronto una voz familiar justo detrás de mí.
Algo asustada, me giré instintivamente para ver a Níobe, quien se encontraba en
la entrada de la sala contemplando la escena con gesto reprobatorio.
Probablemente la puerta no había quedado bien cerrada, porque si no no se
explicaba cómo no habíamos podido oírla entrar.
Samiq despegó la cara del colchón y sus labios se curvaron en una extraña
sonrisa.
--¡Niobe! Qué sorpresa verte por aquí en un momento como este...
--No quiero distraerosmurmuró ésta con desdénseguid a lo vuestro. Ya veo que
tenéis quien os mire y os aplauda...
Fijé la vista en la colcha de seda gris. ¿Por qué demonios esa mujer lograba
perturbarme tanto?
--¿Cuánto hace que tú no te dilatas, Niobe?--preguntó Simut sin un ápice de
inocencia.
--El hecho de que no tenga que llamar a todo el pueblo para hacerlo y de que no
necesite ayuda, no quiere decir que no lo haga...
--Ya claroreplicó Samiq, aceptando estoicamente más centímetros de polla dentro
de síteniendo en cuenta lo a menudo que te usa El Amo, es comprensible que no
lo necesites.
El rostro de Niobe enrojeció de ira, y Simut dió una embestida rápida que hizo
que Samiq se tragara aquel tronco robusto casi entero.
--¡Joder, Simut!--bramó éste, tratando de esquivar la acometida, frunciendo las
cejas¡Dios, joder, así no!
--Ese comentario que le has hecho a Niobe sobraba, Samiqmurmuró Simut,
sujetando el dilatador con firmezatranquilo, ya está entero... sólo muévete
cuando puedas y acostúmbrate...
--Bufff...
Los intentos de mi hermano por acomodarse a la dureza que le partía en dos eran
notables.
--Pálpale, seguro que está cachondo como un burrose carcajeó Niobe.
--¿No nos ibas a dejar a lo nuestro?--le espetó Simut, iniciando levísimos
movimientos circulares, concentrado en lo que hacía sin girarse para mirarla.
--Bueno... veo que esto está interesante...--Niobe se sentó con las piernas
cruzadas sobre el colchón, exhibiendo una sonrisa sibilinasi no os importa, me
quedaré viéndolo... total, ya tenéis público, ¿qué más os da una más?
Samiq sonrió y gruñó al mismo tiempo, agitándose de manera cada vez más potente,
con cierta rabia.
--No te preocupes, Simut... que disfrute del espectáculodijo moviéndose cada
vez con más soltura, sonriendo triunfantey sí, el caso es que sigo
cachondo...¿Te gustaría verlo?
Qué duda cabe que empecé a sentirme realmente incómoda con aquella situación.
Pero no sabía qué hacer para salir de allí, y tampoco me parecía correcto
marcharme...
--No, por dios, muchas gracias, ahórratelorió Níobe.
Sentí que tenía que hacer algo para romper aquel fuego cruzado... y sin apenas
pensar en lo que decía, con voz alta y clara pronuncié:
--Por favor... ¿podríais ayudarme a mí?
Los tres guardaron silencio. Samiq me miró con una sonrisa, Niobe se mordió el
labio sacudiendo la cabeza y Simut asintió imperceptiblemente.
--Sí... claro...¿A dilatarte, quieres decir?
--Sí...--respondí con un hilo de voz, mi ánimo desinflándose por momentos al
intuir lo que me esperaba: me estaba sentenciando como una perfecta idiota.
De todas formas mi lado racional me decía que era una tontería arrepentirme.
Tarde o temprano tendría que hacer aquello; mejor en ese momento que más tarde,
¿por qué demorarlo más? Porque está Níobe aquí me contestó automáticamente
otra voz, mucho más visceral aprovechará para mirarte y reírse de lo mal que lo
haces...
--Intenta mantenerlo dentro un poco másdijo Simut a Samiq, poniéndose de
cuclillas para levantarsevoy a buscar algo para Nimbo.
Completamente relajado, Samiq se irguió para mi sorpresa con aquella cosa
llenándole el culo, sujetó la base con la mano y se puso más cómodo, aunque
siguió junto a la cama.
--Está todo en su sitiorezongó, algo fatigado, aunque sin perder la sonrisa.
Niobe observaba desde su atalaya en la cama, impasible, como una diosao
diablesade formas perfectas y larga cabellera rubia. Una sonrisa luchaba por
abrirse paso en sus labios carnosos, pero sus ojos parecían puñales de hielo.
Comprobé que mirarla me producía, a la par, aversión y admiración. La aborrecía,
sí, porque en el fondo me había dolido recibir por su parte el rechazo que tanto
había temido desde el principio, y porque me recordaba a cada minuto mis
flaquezas, mi inexperiencia, mi torpeza... ella era un compendio de cosas que yo
nunca sería: elegante, altiva, perfecta incluso cuando no se daba cuenta. Por
esa misma razón no podía por menos de admirarla... a mi pesar.
--Nimbo, ven...--me llamó Samiq
Me acerqué a él y se empinó sobre las rodillas para besarme la mejilla.
--Cielo, deberías colocarte en una posición más... accesible...
Tiesa como una vara, asentí a duras penas y me arrodillé frente a la cama,
apoyando los brazos en colchón como había visto a Samiq hacer momentos antes...
Pero no me atreví a agachar la cabeza. Lejos de sentir orgullo, no podía evitar
mantenerme vigilante.
Simut tardó unos minutos en regresar y cuando lo hizo, sencillamente no quise
mirar el objeto que traía en las manos. Prefería no saber el tamaño del
dilatador que había elegido... y, aunque a penas conocía a mi hermano Dorado,
decidí esperar y confiar en él. Al fin y al cabo tenía muchísima experiencia,
sabía lo que hacía.
Cerré los ojos presintiendo lo inminente y sentí la respiración de Simut contra
mi espalda. Me dije que, quizá, algún día lejano esa respiración podría ser la
del Amo G... ese pensamiento me enervó y me dio fuerzas para soportar aquello.
Pensé que por escuchar esa respiración excitada y anhelante detrás de mí,
procedente del ser que encarnaba mis deseos, sería capaz de padecer cualquier
cosa.
--Nimbo, ¿quieres intentarlo tú sola o prefieres que te ayudemos?
La voz de Simut fue un zumbido apagado en mis oídos. Sentía mi corazón
acelerado, inflamado de una corriente súbita de fantasías. Comencé, sin poder
evitarlo, a imaginarme al Amo G follándome el culo... follándome la boca y el
coño, desnudo, abrazándome, deseándome, usándome...
--Ayúdame tú...--musité--por favor...
--Vaya, ¡mira qué claro lo tiene!
La maliciosa observación de Niobe no me importó. Estaba focalizada y concentrada
en dar lo mejor de mí misma... al precio que fuera. Hacerme daño me daba igual.
Yo quería... yo quería ser del AmoG, hacer lo posible por ser Suya, y el de
aquella mañana, sin comerlo ni beberlo, era un paso más que me acercaba a él...
tenía ante mí una oportunidad que me daría ventaja, no podía dejarla pasar. Con
la de callejeras listas y guapas que poblaban los sótanos, yo tenía que
esforzarme para cuando Él se fijara en alguien mejor... tenía que hacer todo lo
que pudiera, tenía que superarme.
--Vale, NimboSimut se inclinó sobre mí y al momento sentí correr un líquido
denso y frío entre mis nalgas.--tranquila, voy a lubricarte...
Me sorprendí a mí misma dejando escapar un gemido de placer al notar los dedos
de Simut (del Amo G, en mi imaginación) extendiendo generosamente el gel por la
raja de mi culo, penetrando para tapizar mis paredes internas. No pude evitar
hacer fuerza contra su dedo, como queriendo clavarme en él, y mover el trasero
en círculos... pensar que era el Amo G el que me tocaba de aquella forma me
lanzó al vacío, me incendió por dentro.
--Je, je...--Simut lanzó una risita y continuó extendiendo el lubricante, cada
vez más profundamente.
Se acercó a mi oído y en un susurro me dijo:
--Tienes el culo caliente... me ha respondido al momento, ¿Te duele?
Sentí que me metía el dedo hasta el fondo y comenzaba a jugar con la punta de
otro dedo cerca de mi entrada.
--No...--jadeé, culeando, describiendo círculos más amplios y cerrados en torno
a sus caricias.
--¿Te gusta?--musitó. Creí advertir en su voz un aleteo de nervio, de
excitación.
--Sí...
Babeé cuando noté sus dos dedos al completo dentro de mí, y un grito se me
congeló en la garganta, transformándose en un gañido gutural.
--Que sea tan cerda me lo puedo creerdijo de pronto Níobe, con ascopero que
encima lo demuestre... ¿dónde ha quedado la educación, dios santo?
--Déjalo ya, Níobedijo Samiq sin mirarlalo está haciendo estupendamente...
--Ya lo veola Plata chasqueó la lengua con incomodidadno sé que es más
lamentable, si esta cerda gimiendo o Simut como un toro por el olor a coño que
hay aquí... qué espectáculo...
--Yo lo encuentro muy estimulante...--sonrió Samiq, encogiéndose levemente de
hombros.
--Está bien, Nimbomurmuró Simut en mi oídotranquila... voy a ponerte el
dilatador, ¿vale?
Asentí y esperé. Sentí como mi hermano mayor abrió mis nalgas; una ola de
vergüenza me sacudió. Estaban sudadas, olerían mal... quien sabe si hasta yo...
estaría sucia...
Algo que había en mí, algo muy interno y animal, se agitó con este último
pensamiento.
--Vale, Nimbo, relájate...
Acto seguido sentí, tras escuchar aquellas palabras, la punta maciza de algo
duro penetrando en mi culo.
--Oh, dios...--las palabras salieron incontroladas de mi boca, sin pasar por mi
cerebro.
Lejos de hacerme daño, aquel objeto que poco a poco me iba llenando me estaba
haciendo gozar... sentía mis muslos empapados de los jugos de mi coño, mi culo
cada vez más abierto, más cachondo... recibiendo aquel objeto que en mi mente
era la polla del Amo G.
Simut empujó suavemente el dilatador y este penetró en mí como si mi culo fuera
mantequilla. Mi hermano no tuvo que hacer ningún esfuerzo.
--Joder, Nimboescuché vagamente la voz de Samiqeres una esclava ardiente, ¿eh?
Sonreí de los puros nervios y cabalgué el aire, con aquella cosa completamente
dentro de mi culo. Sentía su envergadura y su grosor, pero sobre todo sentía su
consistencia y su peso. Ese maldito objeto me estaba ensanchando a medida que me
movía, ganando espacio para sus movimientos en el estrecho conducto. Era una
sensación... como de sentir que me iba a defecar y a la vez a mearme de gusto;
me dí cuenta con horror de que deseaba correrme.
--Lo... lo siento...--alcancé a articular, consciente de que mi conducta podía
ofender a mis hermanos... o en cualquier caso podía no ser correcta.
--¿Por qué, cariño?--inquirió Simut detrás de mí, sujetando el dilatador como si
temiera que se perdiera dentro.
--Por... no controlar mi cuerporesollé--no sé qué me pasa... me gusta mucho...
--Cielo, lo que te está pasando es normal...--me tranquilizó Simutno pasa nada,
no te preocupes.
--Simut... --traté de poner en orden mi respiraciónno quiero molestaros...
--¿Molestarnos?--escuché que sonreía a mis espaldasque va, nena... todo lo
contrario. ¿tienes ganas de correrte?--preguntó, con el mismo tono de voz con el
que hubiera usado para decir ¿quieres tomar un helado?
Se me cortó la respiración al oír aquello. Dudé unos instantes sobre qué era lo
mejor que podía decir... pero mi cuerpo habló antes que yo, orbitando mis
caderas cada vez más violentamente. Deseaba con desesperación tocarme,
necesitaba algo... en mi coño, lo que fuera...
De pronto sentí los dedos de mi hermano, empapados en lubricante, masajeando mi
clítoris directamente con decisión. Trazaba círculos sobre él, lo apretaba, lo
soltaba...lo buscaba de nuevo... Todo mi cuerpo ardía y busqué con las manos
como garras algo a lo que aferrarme.
Simut me penetraba el culo con el dilatador; sentía el violento sonido de
entrada y de salida pero mi tunel estaba ancho, lo último que sentía era
dolor... y a la vez, me acariciaba el clítoris con la otra mano, velozmente,
como un verdadero experto.
Una certeza terrible cruzó mi cerebro como un relámpago.
--Simut...--reclamé a mi hermanono sé si tengo permiso para correrme...
Níobe me escuchó y lanzó una carcajada de cuervo.
--Esta sí que es buena... buen estreno, perra callejera.
--No te preocupes, Nimbo, envidia es lo que tieneSamiq pegó la mejilla a la mía
y acompasé mis jadeos a los suyos--¿que es eso de que no tienes permiso?
--¿Has pactado con El Amo algo sobre tus orgasmos?--preguntó Simut, deteniendo
por un segundo sus caricias.
Intenté recordar.
--No...--musité--pero no sé si será algo que debo dar por hecho...
Sentí que Simut volvía a moverse dentro de mí, agitando el objeto y jugando con
sus dedos.
--No hay ninguna norma escritamurmuró--si no tienes órdenes específicas de lo
contrario, córrete cielo...
--Dios...--me mordí los labios, tratando de reprimir las contracciones de mi
pelvis: estaba realmente próxima al orgasmo--¿seguro?
--Seguro--Simut me frotó más fuertey para tu tranquilidad, hermana, nadie tiene
por qué saber que esto ha sucedido así... no te preocupes, déjate ir...
El acuerdo básico de confianza y la lealtad entre hermanos fue el impulso que
necesitaba. Al fin y al cabo no dar a conocer toda la verdad no era lo mismo que
mentir...y por otra parte tenía que dar salida a toda aquella energía como
fuera; no sabía qué demonios me estaba excitando tanto: si era la propia
vergüenza por aquella situación, sacudiéndome como una cerda delante de mis
hermanos, o si era la imagen del Amo G, presente en todo momento en mi cabeza...
pero sentía que, si no estallaba, me moriría.
De manera que decidí-- si es que la voluntad mediaba en aquellodar rienda
suelta a mi placer...
Me agarré al colchón y me moví frenética, tragándome aquella polla con el culo,
y me corrí con un prolongado aullido contra los dedos de mi hermano.
Analmente yo no era virgen... pero jamás había sentido placer derivado de este
tipo de sexo. Jamás pensé que motivada por ello podría llegar a correrme así...
Y por otra parte he de confesarles que, en menos tiempo del que pensaba, pagué
con sangre ese orgasmo y cada minuto de placer. Lamentablemente eso es parte de
esta historia... y si quieren saber detalles, se los contaré más adelante.