Llevo tiempo escuchando en mi cabeza tus palabras, aunque no he oído nunca tu voz. Me he dejado llevar por ellas a otros mundos de fuerza y humanidad, mundos que --tengo que decírtelo--son mucho más alegres y vitales que los míos. Yo hablo sobre redes negras y tú por el contrario sueles guiñar un ojo a la luz, a pesar y por encima de las pequeñas miserias cotidianas. Pero bajo esa cáscara de rutina, por debajo del disfraz que muy pocos tenemos ya roto y ajado--gracias a dios--, creo que tenemos varias cosas en común.
Y eso me parecía bien...
Pero dejó de darme igual cuando esta tarde, por fin, he visto tu sonrisa. Nada más que tu sonrisa, oculta por la luz de la luna en una noche tenebrosa cada vez que me acercaba a tocarte. Tu sonrisa cambió mis planes y me llenó de deseo y de luz.
Un deseo tonto, pues no te conozco. El deseo más ardiente, por esta misma razón, igual que el de saborear un cuerpo ajeno que tan sólo has imaginado.
No te conozco, en efecto, ni creo que nunca lo haga.
Y casi siempre es mejor que en este mundo todo permanezca tal cual está, rutinario y sórdido, a veces incluso bello, sin hacer caso a los ciclones internos que todo lo trastocan. Es mejor no tocar nada
Sin embargo, una sonrisa es un destello de belleza en el lugar más anodino. Es el antídoto único contra la amargura, y por eso no podía pasar sin decirte que hoy, sin tú saberlo, me has tocado el alma.
Y por eso, aunque quizá no sepas que me refiero a ti, gracias.
Desde mi rincón oscuro te mando una caricia escondida y un beso tenue en esa hermosa sonrisa.