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El Gran juego III: Quiero tu culo.

en Grandes Relatos

La pequeña habitación había quedado inmersa en la más absoluta oscuridad. Aún resonaba en los oídos de Eva la carcajada de Nayat, escalofriante e impúdica, casi tan potente como el latido de su propio corazón; latido que se agolpaba en sus sienes y se anudaba en su garganta hasta el punto de cortarle la respiración…

Con la voz congelada por el espanto, intentó decir algo pero no pudo articular palabra.

--No te muevas, preciosa—le llegó de nuevo la dulce voz del cazador, perdida en algún lugar entre las sombras—no tengo nada que ver con este apagón, te lo aseguro…voy a buscar algo para alumbrarnos. No te levantes, podrías caerte…

Tanteando en la oscuridad, Eva buscó algo a lo que agarrarse. Escuchó las resueltas pisadas de Nayat moverse blandas por el piso, como si para él fuera fácil sortear cada obstáculo entre la negrura. Y de hecho lo era…no porque Nayat conociera su vivienda a la perfección, que también, sino por su aguzada vista nocturna que le permitía distinguir los contornos con tanta claridad como lo haría un humano a plena luz del día…

Nayat disfrutó secretamente al escuchar, con total nitidez, la respiración acelerada de Eva tanto como al sentir el súbito miedo que había colonizado su cuerpo de repente. Cómo les desorientaba a los mortales la oscuridad…algunos incluso la temían.

Era cierto que él mismo nada había tenido que ver con el apagón—probablemente este había sido provocado por la tormenta de viento; el tendido eléctrico estaba muy expuesto en aquella zona y los fallos como ese eran frecuentes cuando había condiciones climatológicas adversas—pero sentía que, de alguna manera, ese fallo era una especie de "señal" de la suerte…una señal que significaba que de pronto la noche le sonreía, le concedía unos cuantos minutos de paz para moverse a sus anchas en su entorno. La oscuridad era su elemento, era su hogar, era su madre.

Sin embargo no quería excederse con Eva. No era cuestión de dilatar su malestar…la sentía terriblemente próxima; aunque ya había abandonado el saloncito continuaba escuchando su respiración rápida y superficial, sus dudas, su desconfianza…la sentía muy cerca, su alma empapada de negrura, cegada por el terror que provoca lo desconocido. Se sonrió. Los hombres no pueden soportar aquello que no ven, ni las ausencias… La oscuridad no la entienden, por eso siempre colocan en ella fantasmas o… "demonios"…

Tomó en sus manos el objeto que buscaba y regresó a paso rápido junto a ella, que le esperaba encogida como un pajarito en una esquina del sofá.

--Hola, princesa—saludó, colocando sobre la mesa del salón un candelabro plateado de tres brazos manchado de cera--¿me dejas tu mechero?

Eva entornó los ojos ante el resplandor de la plata en la oscuridad.

--Esta en el abrigo, en el bolsillo…--asintió.

--Vale…te lo traigo.

Nayat se dirigió con soltura a la entrada de la casa, excitado, rápidamente. Cogió el abriguito blanco de Eva del banco que había junto a la puerta, y se lo llevó a su lugar seguro en el sofá.

Eva tanteó nerviosa la suave y acolchada tela. Qué complicado era encontrar un bolsillo en la oscuridad…

Finalmente palpó la abertura, e introdujo la mano. Mierda, era el otro bolsillo…qué nerviosa se estaba poniendo.

Después de lo que le parecieron siglos, sus dedos dieron por fin con el pequeño objeto.

--Toma…--murmuró, tendiéndoselo a Nayat, tratando de disimular el temblor de su mano.

--Gracias, corazón.

Nayat aplicó la pequeña llama naranja y azul a cada mecha de las tres velas que había en el candelabro. Una suave luz pulsante nació sobre la mesa y derramó sombras danzarinas por las paredes, aislando un pequeño rincón de colores cálidos en medio de la reinante oscuridad.

--¿No te habrás asustado?—sonrió el joven con gesto tranquilizador, enfocando con su mirada verde directamente los ojos de ella.

--Un poco…--admitió esta, algo avergonzada.

--¿Te da miedo la oscuridad?—era una pregunta directa y blanca, sin sorna, pero Eva se sintió ridícula al escucharla.

--No…--se excusó como una niña pillada en falta—normalmente no…pero ahora sí, no sé por qué…

Confesó su temor con un aleteo de vergüenza en sus párpados, sin querer despegar la mirada del suelo, eludiendo la sonrisa amable de Nayat.

--Tu carcajada me asustó…--musitó.

--¿En serio?—inquirió él, inclinándose hacia la temblorosa silueta de ella para abrazarla. Fue un abrazo breve, estrechando los tensos hombros contra su cuerpo durante un instante—Lo siento…es que me hace gracia este lugar, siempre los apagones llegan en los momentos más inoportunos…no es la primera vez que me pasa…

Eva pareció relajarse ligeramente.

--Por ejemplo—continuó Nayat—ahora que estoy aquí, con una chica preciosa, a punto de pasar una noche espectacular…y ¡zas! La luz se va… ¿no te parece que el destino tiene mala leche?

--Puede ser…--la mujer rió con cierto nerviosismo.

Nayat se acomodó a su lado en el sofá. Qué guapa estaba Eva con ese rubor que el temor ponía en sus carnosas mejillas, haciéndolas parecer tiernas manzanas rojas…Jesús, ¡cómo la deseaba!

--Bueno… ¿dónde nos habíamos quedado?—murmuró entornando los ojos, ansioso por avanzar un paso más.

Eva miró en de rededor fingiendo buscar un recuerdo perdido en algún lugar de la habitación.

--Creo que…íbamos a empezar ya…--dijo tímidamente.

Nayat sonrió encantado. Qué mujer tan sensible, qué linda por dentro y por fuera…tan sencilla, tan sincera…

--¿Han quedado claras todas tus dudas?—preguntó, no queriendo precipitarse.

Ella asintió con vehemencia.

--¿Te apetece empezar ya?—sonrió de nuevo él, adivinando una chispa de deseo en los ojos de la frágil mujer.

--Sí…--murmuró esta, llenándose los ojos de la belleza de aquel hombre tan encantador y tan extraño—Pero… sólo una cosa…

--Dime—concedió Nayat, solícito.

--¿Podré dejarlo si no me gusta?...

La pregunta quedó latiendo en el aire como un último coletazo de cordura, haciendo estremecer al corazón de Nayat. Cuánta ternura había en aquel reclamo, cuánta bruma contenida…qué dulce niña era Eva cuando tenía miedo…

--Te gustará, princesa. No lo dudes—afirmó, tratando de desterrar los temores de ella con una sonrisa, sin poder evitar acariciar aquel rostro temblón. Se detuvo un instante en aquella dulce mejilla, llenándose de la suave piel la palma de la mano. Dios… ¿en qué se estaba metiendo?...nunca podría perdonarse llegar a hacer daño a un ser así…

--Pero…--insistió ella, turbada—si no me gusta…podré dejarlo, ¿verdad?

Nayat la miró largamente y carraspeó. ¿Qué responder?

--Bueno…--comenzó despacio—se supone que tendrías que terminar la partida…cuatro tiradas mínimo, para dar opción a las cuatro figuras…--explicó, tratando de ser cuidadoso—pero no te preocupes…si en algún momento pasa algo, te sientes mal, o lo que sea…dímelo y lo dejaremos…

Por supuesto, esto sólo lo dijo para tranquilizar a Eva. Una vez comenzada la partida, él mismo no iba a permitir bajo ningún concepto que ésta se interrumpiera…no lo iba a permitir por nada del mundo. Pero en su fuero interno sabía que no habría necesidad de imponer su criterio…sabía que Eva disfrutaría, se había propuesto hacerla gozar hasta el infinito, hacerla superar todos los límites…sería ella la que no podría evitar continuar jugando, la que le pediría continuamente más. A ese respecto estaba tan seguro que no le importó lanzar aquella mentira piadosa, aún más si esta servía para calmar la ansiedad previa de su dulce compañera de juego…

…porque ya estaban jugando. Uno y otro habían hecho el juramento previo, y había que seguir. No había lugar para el arrepentimiento ni para más miedo del necesario…ahora sólo quedaba un camino. El camino de lo nuevo, de lo desconocido, de lo oscuro…como la parte en sombras de la habitación a donde no llegaba la vacilante luz de las velas. El camino del placer.

--Bien…--Nayat alargó la mano hacia la baraja, y esbozó una sonrisa sin dejar de mirar a Eva--¿te parece que reparta entonces?

Ésta asintió con un gesto imperceptible.

"Tranquila, cariño… dentro de poco me voy a encargar de que te olvides de esa tensión" pensó Nayat, mientras separaba las ocho cartas correspondientes a las figuras—cuatro reyes y cuatro reinas—y los apilaba en dos respectivos montoncitos.

--Vale…--musitó, al tiempo que cogía el montón más cercano. Él también se notaba tenso… ¡Jesús!, cuánto tiempo hacía que no sentía esa sensación…--primero la tuya, tu reina—murmuró, mezclando las cartas y desplegándolas, mostrándoselas a Eva por el lado del reverso. Dos serpientes entrelazadas, una blanca y la otra negra, ambas mordiéndose las respectivas colas formando un óvalo, decoraban la parte que era igual para todas aquellas cartas—elige una y no le des la vuelta…

Lentamente, con mano temblorosa, Eva alargó los dedos hacia el abanico de cartas que le ofrecía Nayat, y tras un breve instante de vacilación tomó una carta—la segunda empezando por abajo—y la apretó entre sus manos como si la vida le fuera en ella.

--Déjala en la mesa, por favor—indicó Nayat con un gesto de cabeza—y no le des la vuelta…

Eva colocó la carta ante sí, obediente, y aguardó tensa el próximo e irremediable movimiento.

--Muy bien…--sonrió Nayat, dejando las tres cartas restantes sobre la mesa, más alejadas del resto, y tomando el segundo montón de cuatro—esa es tu reina. Ahora escogeré yo mi carta…un rey para mí.

El corazón de Eva dio un vuelco y se atascó de nuevo en su garganta. Tenía miedo, casi pánico, al posible poder que las cartas pudieran otorgarle a aquel hombre para hacer de ella lo que quisiera…

Nayat deslizó sus largos dedos, pálidos como el mármol, sobre las cartas boca abajo. Se detuvo unos segundos en cada una de ellas, casi acariciándolas, como si a través del tacto pudiera leer lo que mostraban, como si sólo tocándolas pudiera sentir su esencia. Finalmente sonrió, y extrajo una de ellas, dejándola con cuidado frente a sí.

--Bien…escojo esta—murmuró—Ahora, la tercera carta…la que nos dirá qué debemos hacer…

Se inclinó para alcanzar el resto de la baraja, la mezcló durante unos segundos y la mantuvo entre sus manos como para imbuirle su energía. Cuando hubo terminado de barajar se la tendió a Eva.

--Tócalas un poquito—indicó—y escoge tú la que te plazca. Yo elegiré en la siguiente mano…

Eva tomó las cartas, y deseando no dilatar aquella tensión que estaba comenzando a resultarle insoportable, escogió rápidamente una de ellas.

--Esta—murmuró—ya está.

--Qué rápida…--sonrió Nayat—colócala junto a las otras, por favor. Así…muy bien.

Ya tenían ante sí las cartas encubiertas que conformarían la primera tirada del juego. Ambos las contemplaron durante unos segundos, sin hablar, siguiendo con la mirada la danza de las sombras que proyectaban las llamitas de las velas sobre las serpientes del reverso. A Eva le pareció que las escamas de la serpiente blanca—escamas de tamaño microscópico—lanzaban leves destellos como guiños plateados bajo la luz anaranjada. "Levántame"…parecía dar a entender aquel brillo danzarín "Levántame de una vez y no te arrepentirás"…

--Bueno…--sonrió Nayat—creo que ha llegado el momento de darle la vuelta a las cartas…

--Sí…--asintió Eva, tratando de sonreír a su vez.

Nayat se adelantó unos centímetros, estirando el pálido brazo hacia la mesa. Su carne parecía de cera blanca en aquella penumbra, las venas azulíneas esculpidas a tensión bajo la suave piel de alabastro.

--Bien…voy a hacerlo.

Y una por una fue girando despacio las tres cartas.

COCÓM, COCÓM, COCÓM, COCÓM…

El corazón de Eva latía tan rápido que amenazaba con salírsele del pecho. Ambos lo sintieron; la propia Eva, que se mareó durante unos instantes como si abandonara la realidad, a causa de la acelerada respiración, y también Nayat, que casi sintió la sangre de su compañera agolpándose en sus propias sienes, desbocada por el pánico.

Casi sin atreverse a mirar, Eva bajó poco a poco los ojos hacia las cartas que se les ofrecían, panza arriba, sobre la mesa.

"Eva, por favor, son sólo cartas…" se regañó a sí misma "qué demonios te ocurre…"

Pero al mirarlas, un violento golpe de fuego presionó su pecho, anudándole de nuevo el habla.

--Reina de bastos, Rey de copas—enumeró Nayat—ocho de copas.

Levantó los ojos hacia Eva con una incipiente sonrisa.

--"La zorra", "El ángel"…vaya…y la cloaca…--rió divertido—qué curioso…

Eva retrocedió en el sofá de manera inconsciente.

--Vaya…--fue lo único capaz de articular.

--No tengas miedo…--sonrió Nayat—es una buena combinación…

--No sé si la entiendo muy bien…--dijo Eva, dudosa.

Nayat se acercó a ella y la tomó de las manos.

--Tranquila—le dijo, mirándola a los ojos con fijeza—desde ahora soy tu ángel…puedes pedirme lo que quieras. Sólo te haré disfrutar a tu ritmo, despacito…sólo cosas buenas…--esbozó una media sonrisa maliciosa—Soy tu ángel, y tú eres mi puta. Eso te convierte desde ahora en esclava de tu propio placer…sólo tienes que relajarte y disfrutar…el resto déjamelo a mí. ¿Te gusta la idea?

Eva sonrió, el rostro arrebolado.

--Visto así…--murmuró—pero… ¿y el ocho?

Nayat sonrió con dulzura.

--No te preocupes por el ocho, mi putita—musitó mientras besaba imperceptiblemente el cuello de Eva, apresando durante unos instantes la suave piel entre sus dientes. ¡Qué bien sabía!...—es un ocho de copas…será sexo anal pero será cuidadoso, bueno; será placentero…será tranquilo. Te gustará mucho…

Eva suspiró, derritiéndose de placer contra el torso de Nayat, restregando por impulso la mejilla contra la frente del joven, ofreciéndole por entero su blanco cuello.

--Soy tu ángel…--murmuró él, sin dejar de acariciarla, con la nariz sepultada en la curva de su hombro—deja que te ame…

--Hmmm…

Nayat recorrió con los dedos la espalda de Eva, como si tocara el arpa sobre los músculos tensos.

--Tranquila, mi amor…siéntete como en tu casa.

"Siéntete como en tu casa"… ¿a qué se refería exactamente con esa frase?... ¿a aquel salón? ¿Al Gran Juego?... ¿a la porción de espacio delimitada entre sus brazos?...

Palabras de consuelo fueron estas últimas, que resbalaron por el alma de la joven produciéndole un efecto calmante, relajándola…el ritmo de su corazón se fue normalizando y su respiración se tornó intensa y profunda, más excitada a medida que el olor de la ropa y la piel de Nayat le embotaba el cerebro a través de sus fosas nasales…se preguntó cuándo se rompería de una santa vez el fino muro que les separaba…cuándo podrían, por fin, comenzar a gozar sin ataduras.

Ella era "La Zorra"…era la puta, era el animal, el paradigma del instinto. Tenía excusa para gritar, para gemir, para llorar, para gozar…para hacer lo que quisiera…

--Mi pequeña, no hemos contado el tiempo aún…

¿Mi pequeña? Eva casi rió. Ella era mucho mayor que Nayat…al menos bastante mayor…o eso creía. Se dio cuenta de que no sabía en realidad la edad de su ángel…qué extraño haberlo pasado por alto; la edad de las personas era de las primeras cosas que ella solía preguntar…

Nayat se desasió del abrazo suavemente, y sin llegar a soltar a Eva, cogió el pequeño dado y lo agitó levemente en su puño cerrado.

Abrió la mano, y el dado rodó con un tamborileo sobre la mesa hasta quedarse quieto mostrando el número "4".

--Bien…--murmuró Nayat, comiéndose la piel de Eva a la altura de la barbilla, acercándose peligrosamente a su boca jadeante—cuarenta minutos…comencemos ya para no perder ni uno solo…sígueme…

Y se levantó con delicadeza, tomando a Eva de la mano.

--¿A dónde vamos?—preguntó esta con cierta aprensión. Había dado por hecho, sin saber bien por qué, que ambos se quedarían en el salón…

Nayat la contempló con una sonrisa enigmática.

--A la habitación de las putas…--respondió, inclinándose para besarla de nuevo en la mejilla con aire tranquilizador—ven conmigo…

Echó a andar por el pasillo con el reloj de arena bajo el brazo, el candelabro plateado centelleando en la mano derecha, y aún sin querer soltar los dedos de Eva que mantenía suavemente entrelazados con los suyos de la mano izquierda.

--Ven…--murmuró, al llegar frente a una puerta de madera que daba a una pequeña habitación, justo al lado del cuarto de baño, en aquel reino de sombras—entra…

Eva se quedó parada en el umbral unos segundos, contemplando la nueva estancia. Por "habitación de las putas" hubiera esperado ver otra cosa…inevitablemente su imaginación se había puesto en marcha al momento y había diseñado en su cabeza la alcoba de un prostíbulo, o incluso una mazmorra medieval destinada al disfrute sádico-sexual con un potro e innumerables artilugios de placer y tortura…

Pero en lugar de eso, la habitación que tenía ante sus ojos era algo así como un pequeño cuarto de estudio, las paredes llenas de libros apilados en estanterías que llegaban hasta el techo, donde como único mobiliario tan sólo había un pequeño escritorio de madera (de esos cuya parte frontal está compuesta de pequeñas láminas que pueden cerrarse o abrirse, como una persiana curva, llamados "secreter") y una silla del mismo material con asiento tapizado en color magenta. Junto a una de las estanterías, en un lado de la pared, distinguió a la luz del candelabro los pomos dorados de un armario empotrado.

--Esta es mi pequeña biblioteca…--Explicó Nayat, depositando el reloj de arena y el candelabro en la superficie del escritorio, cuya tapa estaba levantada.

--¿Por qué es la habitación de las putas?—inquirió Eva con curiosidad.

--Bueno…--sonrió Nayat—el goce por el goce en realidad es lo más inteligente, al menos ahora…regresando a lo primario, encontraremos la verdadera clave de la sabiduría. Esta habitación es el lugar donde hay más…"sabiduría" en esta casa…--explicó, señalando con un ademán la cantidad de libros de todas clases que les rodeaban, incólumes a la luz de las velas.

--No sabía que leyeras tanto, mi ángel…--aventuró Eva, sonriendo a su vez.

--Así me gusta, mi putita—respondió Nayat, ampliando su sonrisa—que me llames por mi nombre…y sí, me encanta leer. Es lo que más me gusta en el mundo, después de ti…

Se volvió a Eva y le guiñó un ojo, para después volver a girarse hacia el escritorio y voltear, despacio, el reloj de arena.

--Cuatro vueltas…--murmuró para sí—espero que sean suficientes…tengo que preparar una última cosa.

Avanzó los pocos pasos que le separaban del armario empotrado y abrió la puerta de dicho mueble. Buscó unos minutos en la oscuridad, y extrajo lo que a Eva le pareció a simple vista una esterilla enrollada.

Nayat se acuclilló en el suelo y desplegó el objeto…

Mirándola más de cerca, Eva comprobó que se trataba de una fina lámina acolchada de unos cincuenta centímetros de largo, que brillaba con un resplandor levemente satinado, como si estuviera barnizada su superficie.

--Ven…--musitó Nayat con los ojos húmedos, embebidos de súbito deseo—siéntate aquí conmigo, mi puta…

Eva se movió despacio y se agachó junto a la colchoneta, acomodándose torpemente al lado de Nayat.

El cazador se inclinó sobre los tobillos de Eva y la descalzó con sumo cuidado.

--Échate…--le dijo suavemente, acompañando sus palabras con un gesto de la mano.

Presionó suavemente las clavículas de Eva y la tumbó boca arriba sobre la colchoneta.

--¿Estás cómoda?—preguntó con voz queda.

Eva asintió, sin poder apartar la vista de los carnosos labios del cazador, tan apetecibles, que ejercían sobre ella una atracción casi magnética…Allí tumbada, tan cerca del suelo, le pareció estar en una habitación distinta, de mayores dimensiones, cuyo techo en el que antes no había reparado se le echaba encima…

--¿Qué deseas, mi puta?—preguntó Nayat en un susurro, muy cerca de sus labios, con la voz levemente enfebrecida. Su respiración había comenzado a acelerarse…--no te reprimas…quiero que en todo momento me digas lo que deseas…

--A ti…--respondió Eva de inmediato, con un hilo de voz—te deseo a ti…

Nayat clavó una rodilla en la colchoneta, justo entre las piernas separadas de Eva, y se inclinó sobre ella. Un suave mechón de pelo oscuro se le escapó de la coleta que llevaba y acarició la mejilla de la joven con un tenue cosquilleo.

--Me tienes…--murmuró, mientras acercaba su rostro a los labios de la mujer, que le esperaban jadeantes, con una sonrisa tensa, nerviosa.

Acto seguido la besó, sin poder contenerse por más tiempo. Con la mano derecha apuntalada en el suelo, para no descargar todo su peso sobre el cuerpo de Eva, y la izquierda moviéndose por el suave rostro, acariciando cada dulce rincón, comenzó a saborear de nuevo sus labios de cereza madura, introduciendo poco a poco la punta de la lengua, libando la esencia de aquella boca excitada.

Eva se movió debajo de él, abrazando desesperadamente con las piernas el endurecido muslo que quedaba entre ellas como un bastión en medio del mar embravecido. Con cada lengüetazo de él, ella insinuaba movimientos de cadera hacia arriba y hacia abajo frotando su pobre coñito contra los músculos de la pierna de Nayat, gimiendo dentro de la boca de éste.

El deseo brusco que percibió Nayat en ella, el aroma a sexo empapado ya desde el primer beso, comenzó a volverle loco. Se desvaneció por un momento y le zumbaron los oídos, haciéndole esto perder la noción de sí mismo por un instante. Sintió cómo su propio cuerpo respondía por su cuenta…cómo su polla se engrosaba rápidamente dentro de los calzoncillos y se endurecía contra la ruda tela de los pantalones.

Sin dejar de besarla, deslizó su mano derecha hasta los botones de los vaqueros de Eva.

--Creo que te voy a quitar esto, puta—murmuró, mientras aferraba el labio inferior de ella entre los dientes.

Y de un brusco tirón, le desabrochó los pantalones.

Eva gimoteó, aún abrazada a su pierna, buscando de nuevo la boca de él…cuánta hambre tenía de su lengua…

--Levanta el culito—jadeó Nayat—vamos…deprisa…quiero quitártelos ya…

--Sí…

Jadeando como una perra, Eva levantó el trasero y Nayat le bajó los pantalones de golpe, con una sola mano. Extasiado por la visión de las blancas piernas y del triangulito de encaje que había entre ellas, pasó suavemente las puntas de los dedos por encima de aquellas braguitas empapadas.

--Ohmmgg…--gimió Eva con voz ronca, tratando de abrir las piernas más allá del tope de la cinturilla de los vaqueros, que le quedaba a la altura de las rodillas. Arqueó la espalda y se contorsionó para guiar los diestros dedos de él hacia abajo y hacia dentro…

Pero Nayat se detuvo perezoso en el turgente pubis, sin querer ir más allá, trazando remolones círculos sobre el vello que se adivinaba debajo de la fina tela. Se llevó a la boca las puntas de los dedos, humedecidas por la excitación de Eva, y cerró los ojos embriagado por el placer.

--Putita mía…--murmuró—apenas hemos empezado y ya tienes el coñito caliente…

Volvió a colocar la mano sobre aquel tierno triángulo de encaje. Podía sentir los latidos desaforados del hambriento sexo que bullía debajo de la ropa, el calor que irradiaba directamente penetrando la sensible piel de las yemas de sus dedos.

--¿Tener mi lengua en tu boca te pone tan caliente?...—rezongó, lamiendo de nuevo el agitado cuello.

Eva abrió los ojos. Tenía las pupilas dilatadas y la mirada febril, brillante. Contempló la feroz dulzura que había en los ojos verde esmeralda de Nayat, y por un momento sintió ganas de echarse a llorar, como si ese resplandor la golpeara en pleno pecho dejándola sin aliento…No recordaba que nadie la hubiera mirado así en años…

--¿Qué pasa, mi amor?—preguntó el cazador, restregando suavemente el bulto duro que crecía entre sus piernas contra los muslos desnudos de Eva, tratando de aliviar un poco la tensión que sentía en las ingles--¿estás bien?...

Eva tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimir una lágrima. ¿Por qué demonios le daba por llorar en ese preciso momento? Era algo incomprensible, estando además como estaba, tan sumamente excitada, notando la prominencia ruda de aquel rabo excitado contra su piel.

--Nayat…--gimió, sorprendida por escucharse a sí misma llamarle.

--Dime, mi putita…

--¿Puedo soltarte el pelo?

Aquella petición le sonó ridícula y rápidamente desvió los ojos, llena de vergüenza.

--Claro, mi amor—respondió Nayat, conmovido. Tomó con suavidad la mano de Eva y la dirigió hacia la parte posterior de su cabeza—suéltalo…

Eva tanteó el liso cabello de su ángel y encontró la goma que lo sujetaba. Tiró de ella y con un limpio movimiento la melena oscura de Nayat se liberó, y cayó como una suave cascada sobre sus agitados hombros, enmarcando su rostro.

--Tenía ganas de verte así—sonrió Eva, aún azorada—no sé por qué…

"te imaginado muchas veces así en las soledades de mi cuarto"…

Nayat sonrió con dulzura.

--Pues ya me tienes como querías…

--Gracias…—la voz de Eva tembló como si en su alma se hubiera producido un temblor de tierra.

--No me las des—resopló Nayat, hundiendo de nuevo la cabeza en el cuello de Eva, dirigiendo cálidas y hambrientas lamidas hacia la piel de su escote—puedes pedirme lo que quieras, ya te lo he dicho…

Eva gimió cuando sintió la mano de Nayat afanada en su camiseta, levantando la tela con decisión por encima del ombligo. Acto seguido sintió su aliento de fuego y las húmedas caricias de su lengua recorriendo la erizada piel de su abdomen, trepando hacia la parte inferior de sus pechos.

--Putita, cómo me pones…--murmuró Nayat con voz ronca, refregando su erección contra el tierno muslo desnudo de Eva—quiero comerte los pezones… ¿me vas a dejar?

Eva gimió retorciéndose contra el cuerpo de él, como si quisiera grabar en su piel cada movimiento; apresar cada músculo, cada célula. Fue ella misma quien se levantó su propia camiseta hasta las axilas, y quien extrajo con ansia del sujetador uno de sus blancos y redondos pechos ofreciéndoselo directamente a Nayat.

Este no se hizo esperar, tomando entre sus labios el hinchado pezón y sintiendo con glotonería cómo se ponía duro dentro de su boca. Succionó con ganas aquel garbanzo carnoso y engarfió la mano en el otro pecho, aún embutido en la rígida blonda del sostén.

--Qué ricos pezones, puta—rezongó, restregándose aún más contra la trémula carne, refregando la nariz en las globosas formas que desbordaban el encaje—cómo me gusta lamerlos…

Jugó unos segundos con la punta de la lengua, golpeando suavemente el rosado pezón duro como una piedra, para a continuación sujetarlo entre los dientes con fiereza. Tuvo que luchar por no morderlo demasiado fuerte…

Eva sofocó un grito y agarró con fuerza un mechón del cabello de Nayat, arqueando violentamente la espalda hacia atrás.

--¿Te he hecho daño, puta?—jadeo él, distanciándose unos centímetros del delicado manjar.

--¡No!...—exclamó ella, ofreciendo de nuevo sus erectos pezones a aquella boca abierta, insaciable y caliente—no…

La marca de la mordida latía con un tono rojizo circundando la areola de su pecho izquierdo.

--Bien…

El cazador se insalivó los dedos y pellizcó con fuerza el otro pezón, retorciéndolo entre sus garras, y volvió a la carga con la boca sobre el primero, mordisqueándolo suavemente, deleitándose con el sabor de la piel.

--Ahmmm…--Eva dejó escapar un violento gemido gutural, mientras una ola de electricidad recorría su cuerpo al sentir la húmeda tenaza de los dedos de Nayat en el otro pecho que hasta entonces había permanecido relativamente tranquilo.

--¿Te gusta, puta?

--¡Mucho!—casi gritó esta, implorándole con su cuerpo que siguiera, que no se detuviera.

--¿Te gusta mi lengua?—Jadeó Nayat, con una sonrisa distorsionada entre el triunfo y la excitación.

Eva culebreó debajo de él tratando de abrir más las piernas. Nayat pensó que rompería los pantalones…

--Contéstame, puta…--la increpó con dulzura, irguiéndose para llegar con las manos al bajo vientre que temblaba sacudido por el deseo--¿Te gusta mi lengua?

--¡Sí!—gimió Eva, levantando violentamente las caderas hacia él, en busca de su mano.

--¿La quieres en otro sitio?—masculló él, mientras pellizcaba de nuevo con firmeza el empapado pezón. Sin soltar la suave piel, se irguió hasta quedar sentado y deslizó la otra mano de nuevo sobre las empapadas braguitas de encaje, restregando por un instante el canto de su mano fuertemente contra el abultado monte de Venus. Estiró su dedo medio y frotó con arrojo la húmeda raja del coño de Eva, que se recortaba ya en la maltratada tela como una hendidura empapada entre dos trémulas montañas.

--¿La quieres en otro sitio?—repitió con voz dulce y apremiante, frotando con más fuerza, buscando la pequeña dureza abultada entre los blandos labios mayores.

Eva no podía abrirse más.

--Ohhh…--gimió, elevando las caderas hasta el cielo—sííí…

--¿Dónde la quieres?—gruñó Nayat, restregando su dedo con fuerza—dímelo, puta…

--Aquí…--gimió Eva con un tono de voz casi inaudible, asiendo la mano de Nayat para que la masturbara más adentro.

--¿La quieres aquí?... ¿Dentro del coño?

Nayat paró bruscamente de frotar para llevarse a la nariz el húmedo dedo. Eva protestó inmediatamente, agitando su culo hacia arriba y hacia abajo, terriblemente cachonda.

--Por favor, sigue—imploró--…la quiero aquí…la quiero…

--Tranquila, perra… la tendrás…

De un tirón, Nayat le bajó las bragas hasta las rodillas, y asió con furia ambas prendas—bragas y pantalón—para liberar por fin las tensas piernas de aquella hembra iracunda. Eva quedó totalmente desnuda de cintura para abajo, salvo por las finas mediecitas color carne que cubrían sus pies hasta debajo de las rodillas.

--Ábrete bien, mi amor…

Se mareó instantáneamente cuando por fin acercó la nariz a aquel coño salado y caliente. Se detuvo unos segundos, tratando de controlarse, y deslizó de nuevo los largos dedos entre los pliegues empapados como turgentes pétalos de rosa. Mientras luchaba por mantenerse sereno, aprovechó para lubricarle el culo con los jugos que emanaban continuamente al encuentro de su mano…

Sintió como ella se retorcía con cierta sorpresa, y se aventuró un poco más con su dedo entre las redondas nalgas, que Eva despegaba de la empapada colchoneta una y otra vez con sonoros rebotes provocados por el deseo.

--Vaya…--murmuró, levantando la vista del codiciado arnés para contemplar las convulsiones de Eva, ahondando unos centímetros más con su dedo todo lo que aquella postura le permitía—También tienes el culo caliente…

Eva no podía más. Rebotaba contra la superficie de la estera cada vez más neumática mientras su culo se comía, engullía, el dedo de Nayat. Se sentía tremendamente abierta hasta límites imposibles, y hubiera jurado que hasta el ano comenzaba a chorrearle…"No" pensó vagamente, sofocando una risotada histérica "eso no puede ser…". Pero en algo tenía razón: su culo estaba húmedo, empapado, gracias a los flujos procedentes de su excitadísimo coño con los que Nayat la estaba lubricando, frenético, una y otra vez.

Casi se deshizo al notar la suave y firme presión del dedo duro de Nayat abriéndose paso cada vez más adentro de su culo, mientras la lengua de éste acariciaba tímidamente sus temblorosas ingles.

El cazador apartó con delicadeza el vello oscuro que guardaba la congestionada hendidura de su coño, y por fin penetró en ella suavemente con su cálida lengua. Creyó morir al saborear por fin las delicias untuosas allí dormidas…

Eva brincó, trazando de pronto amplios círculos con las caderas en torno a su boca, clavándose en lo más profundo el dedo que Nayat mantenía erguido dentro de su culo…

"¡Quiero más!" parecía reclamar su cuerpo con exigencia, casi con furia "Dame más"… se encontraba tremendamente sudorosa, abierta, cachonda…se retorcía y gemía, gozando con los dedos de Nayat que entraban y salían, duros y rectos, de sus inflamadas profundidades; y también con la lengua caliente que se agitaba entre los pliegues de su tierno sexo cada vez más rápido…

"Dame más"…

De pronto, Nayat se detuvo.

Echó un rápido vistazo al reloj de arena que continuaba su recorrido inexorable por el tiempo, sobre el escritorio, y comprobó que en pocos segundos sería necesario darle la vuelta de nuevo…

Se levantó haciendo caso omiso de las protestas de Eva, pensando que una vez transcurridos aquellos primeros diez minutos de rigor había llegado la hora de prepararla de verdad.

--Tranquila, cariño, sólo será un momento…

Sin querer apartar la vista de aquella mujer que se retorcía sobre la colchoneta con los ojos casi en blanco y la boca abierta chorreante de saliva, gimiendo entrecortadamente su nombre, el cazador se dirigió con paso rápido al escritorio y volteó el reloj de arena, para después volver a colocarlo en su lugar.

--Ya está…--murmuró.

Pero en lugar de volver a sentarse de nuevo junto a Eva, pasó de largo el pequeño colchón y, contra todo pronóstico, se dirigió de nuevo al estrecho armario empotrado.

--Espera un momento, Putita…--sonrió a su desbocada compañera de juego—tengo aquí algo para ti…

Mientras agarraba de entre las sombras el característico objeto que buscaba, sintió a Eva incorporarse ligeramente a sus espaldas, escrutando la oscuridad como queriendo observar qué hacía él allí exactamente. Alarmado, tapó el contenido visible del armario con su vigorosa espalda y entornó rápidamente la puerta. Por fortuna, los ojos de Eva—terriblemente lentos y no adaptados a la oscuridad—nada vieron de aquel arsenal que Nayat guardaba dentro del inocente mueble…

--Vuelve a tumbarte…--la conminó con dulzura, girándose hacia ella—y dame un segundo…

Volvió a centrarse en el armario y rebuscó de nuevo, esta vez un poco más a fondo, deteniéndose unos instantes con súbita indecisión, como si dudara a la hora de escoger algo entre varios objetos similares del mismo tipo.

--Bien…--masculló, en un tono de voz suficientemente elevado para que Eva pudiera escucharle—estos me servirán…

Satisfecho con aquella última elección, cerró definitivamente la puerta del armario y se dirigió, con las manos a la espalda escondiendo aquellas nuevas adquisiciones, al encuentro de una Eva cuyo cuerpo casi ardía consumido por el ansia.

--Ya estoy aquí, mi amor…--murmuró, acuclillándose a su lado sobre la colchoneta. Y añadió—No te importa que me ponga un poco más cómodo, ¿verdad?

Sin esperar respuesta, se quitó de un tirón la fina camiseta que vestía su lampiño torso y se desabrochó los botones de los vaqueros, dejando que el blanco algodón de sus bóxers se insinuara enmascarando su brutal erección contra la pequeña abertura más abajo de la cintura.

Eva le observaba con los ojos como platos. Deseó instantáneamente aquel cuerpo batiéndose contra el suyo; deseó aquellos pectorales que se ensanchaban con cada jadeo contra sus pechos desnudos, aquel estómago plano sobre su suave vientre, aquellas caderas de acero empujando ese miembro duro contra su sexo tan hambriento, tan vacío. Inconscientemente se incorporó un poco e hizo un gesto de llamada con la mano, invitándole…

Nayat sonrió y se agarró la polla por encima de los pantalones. No pudo evitar estremecerse cuando la apretó en su mano y sintió su calor, su latido…sin poder contenerse la frotó un par de veces con vigor, sintiendo su respuesta inmediata: un nuevo trallazo de placer que le hizo gemir, revolviéndose sobre sí mismo mientras se endurecía aún más contra la palma de su mano, y un nuevo estremecimiento. Las brutales oleadas comenzaban en la boca del estómago, como un nudo, y en los cargados testículos… ascendiendo por el rígido cuerpo del pene hasta la golosa punta que ya comenzaba a humedecerse. Su ano y su periné se contraían, cargados también de energía contenida, deseando bombear dentro de Eva el hinchado miembro hasta hacerlo derramarse en chorros ardientes…

Contemplar a aquella mujer tumbada a su lado, semidesnuda, botando levemente sobre la colchoneta pidiendo a gritos una buena ración de rabo era demasiado para él…

--Tengo ganas de follar…--rezongó en un susurro, sin querer soltar su verga a estallar.

--Yo también…--gimió Eva, dejando escapar un jadeo a través de sus labios entre abiertos, carnosos y enrojecidos como la flor de su sexo.

Nayat apretó los dientes.

--Ven aquí, putita—gruñó mientras se arrodillaba trabajosamente frente a ella, bajándose los pantalones para liberar aquella erección imposible—levanta las piernas…

De nuevo el olor a coño le golpeo las fosas nasales cuando Eva posicionó las rodillas en torno a su cintura, los talones clavándose en su espalda. Tensó involuntariamente los músculos de su cuello y se mordió los labios con fuerza. Qué ganas tenía de follarla el coño hasta el infinito, de romperla el culo, por dios santo…

Pero tenía que esperar un poco, antes debía prepararla adecuadamente. Tenía que reprimirse…

Eva casi sollozó cuando por fin logró restregar su congestionado sexo contra los calzoncillos de Nayat, empapándolos al instante con sus ardientes humedades. El cazador la dejó retorcerse contra él unos segundos, gozando su polla del increíble y chorreante calor que traspasaba la tela…

Fue a su encuentro insinuando pequeños empujones, frotando su rabo duro contra el turgente clítoris, penetrando en la blanda hendidura con los calzoncillos puestos. Eva le abrazó las caderas con las piernas para sentirle más, y comenzó a moverse contra su polla, cada vez más rápido…a Nayat le pareció que iba a correrse…

--Oh…Ohhhhh…--se perdían sus gemidos en la oscuridad—sigue, mi amor…sigue dándome…

Tiró con las manos de la espalda de Nayat y le atrajo hacia sí, buscando su lengua de nuevo con la boca abierta, jadeante, mientras levantaba el trasero para ser cabalgada aún más profundamente.

Nayat tuvo que luchar por no desbocarse, perdido en sus entrañas de fuego, cuando sintió aquella lengua enloquecida que le desbordaba los labios; aquella serpiente salada que insistía dentro de él y rápidamente le lamía los besos una y otra vez, mordiéndole, pidiéndole…

--Ahhmm…espera…--gruñó separándose unos centímetros, siguiendo a su boca un hilillo transparente de saliva—espera, puta…

Detuvo por un segundo sus embates y se cargó a los hombros los talones de la desdichada Eva.

--Deja que te lama un poquito…--murmuró con voz ronca.

Con un rápido movimiento levantó en vilo el trasero de Eva e hizo un grueso doblez con la rígida colchoneta para colocárselo debajo. Después volvió a depositar las nalgas temblonas sobre dicha elevación, para acceder fácilmente con los dedos y la lengua al coño tanto como al apretado culito…

Aún de rodillas, la masturbó con ahínco frotando velozmente su clítoris al tiempo que la penetraba dulcemente con los dedos, hincando uno de sus muslos entre las sudorosas nalgas. El coño de Eva se contrajo y ella dejó escapar un aullido animalesco que resbaló por las paredes de la habitación.

--¿Te gusta, puta?—resolló Nayat pajeándola con toda su energía--¿Disfrutas?

La pierna que tenía sepultada entre las dos montañas de carne ardía mojadísima.

--Sí…--musitó Eva, la voz como un gorgoteo—sí… ¿Te gusta a ti?

--¡En absoluto!—respondió Nayat con una carcajada, inclinando los musculosos hombros agitados por la respiración, para llegar con las fauces abiertas a la codiciada entrepierna de su víctima—No me está gustando nada, nada…

Eva rió. Sintió la risa cálida de él rompiendo en las inmediaciones de su sexo. Volvió a reír, acalambrada…

Pero se extinguió su risa de pronto cuando sintió el profundo y lento lametazo que Nayat le propinó sin avisar en la raja abierta de su coño.

--¡¡¡Hmmmmmmm!!!—Tuvo que apretar los dientes para no gritar…cerró fuerte los ojos y buscó con los dedos engarfiados la cabeza de su ángel.

--Me gusta mucho—Sonrió Nayat, paladeando las delicias de aquel lugar oscuro--…me encanta tu coño de zorra…

Dicho esto pasó de nuevo su lengua a traición, endurecida y mojada, fuerte, entre los enrojecidos y pulsantes labios menores.

--Qué bien sabes, putita…

--Nayat, me quiero correr—rogó Eva súbitamente, con la voz entrecortada—chúpame hasta que me corra, por favor…

El cazador chasqueo la lengua, con fingido fastidio. Cómo gozaba poniendo al límite a aquella pobre mujer…

--Por favor…--gimió ella.

--No sé…

Ella sollozó y agitó en el aire las temblorosas rodillas.

--Está bien—concedió Nayat arrastrando las palabras, acomodándose entre las piernas abiertas de la mujer—está bien, putita…te follaré con la lengua hasta que te corras en mi boca, ¿te parece bien?...

Eva gritó sin despegar los labios y culebreó como una lombriz al escuchar aquellas palabras.

--Ven aquí…

Nayat se reclinó sobre el cuerpo de su víctima y comenzó a mover la lengua en lentas y húmedas pasadas, de arriba abajo, desde su enrojecido ano maltratado por las frecuentes penetraciones de dedos, hasta su sexo enfebrecido que pedía constantemente más. Alojó de nuevo el dedo medio de la mano derecha dentro del culito prieto, para continuar dilatándolo a golpe de lamida, y continuó comiéndose su coño sin pausa, aumentando el ritmo paulatinamente. Alternaba torbellinos incesantes en pleno clítoris --que a Eva le hacían gemir a voz en cuello y retorcerse como una cerda—con suaves y decididas penetraciones anales, sacando el dedo por unos segundos para empapar bien el ano llenándolo de lengua.

Al sentir de nuevo la presión intermitente de aquel dedo intruso en el angosto túnel, el cuerpo de Eva se arqueó y sus caderas fueron al encuentro del rostro de Nayat. El cazador hocicó en el empapado coño sintiéndose desfallecer, dejando que Eva se frotara violentamente contra su nariz, su frente, sus cejas…bañándole de jugos calientes y salados. Comenzó a acariciarse la polla y las pelotas a tensión mientras sentía las sacudidas del cuerpo de ella, previas al inminente orgasmo…

--Aaarrrffff…--resolló, mientras succionaba con fuerza el vacilante clítoris entre sus dientes, provocando en ella un espasmo gigantesco--¿Tienes ganas de correrte, zorra?—rugió entre sus insalivados muslos.

Las manos de Eva se habían encrespado en los hombros de Nayat, como si a través de la piel pretendieran arrancarle el alma.

--Síííí…--respondió, exhalando un gemido prolongado.

--Aguanta, puta—masculló él, retorciéndose con fuerza contra el suelo, bombeando sus caderas contra un coño imaginario…

Y de pronto Eva sintió una doble penetración brusca: uno de los dedos de Nayat se había introducido violentamente en su abierta vagina, y otros dos dedos más se movían a presión dentro de su culo…

Se tensó por aquella nueva mezcla entre placer y dolor…

--¿Te duele?—preguntó Nayat, agitando la mano, sin dejar de moverse dentro de ella.

--Un poco, pero no importa…--musitó Eva, adaptándose a las rudas penetraciones.

--Espera…--rezongó Nayat, sacando los dedos del cuerpo de la mujer.

Se giró levemente hacia el lugar donde había colocado las cosas que sacó del armario, a escasos centímetros de donde estaban.

--Espera, cariño…--la voz le temblaba; él también estaba preso de la excitación.

Un rápido vistazo le bastó para encontrar en la oscuridad el bote de lubricante—uno de los objetos que había elegido—y lo aferró con un tenso movimiento. El tubo protestó cuando Nayat lo apretó sin miramientos y vació una buena parte de su contenido en la palma de su mano abierta…

--Con esto será diferente, putita…

Extendió el denso gel transparente por toda la superficie de sus manos, desde el dorso hasta la punta de los dedos, terminando en las generosas palmas que frotó con ansia una contra otra.

--Bien…

Se inclinó de nuevo y sin esperar respuesta de su jadeante compañera, le introdujo dos dedos de golpe de nuevo dentro del culo, esta vez sin encontrar resistencia. Eva gritó, ya abiertamente, al sentir los duros y delgados dedos empapados de frío lubricante abrirse camino dentro de ella, deslizándose entre sus nalgas sin ningún obstáculo ni impedimento. Se sintió "llena" de pronto, y su recto fue invadido por un placer totalmente desconocido hasta entonces…

Su culo sintió algo parecido al hambre. Deseaba de pronto aquellos dedos más y más dentro, fagocitarlos, devorarlos…

Pero Nayat había vuelto a la carga con su lengua, arrancándola gemidos inconscientes con una voz que ella no reconocía como suya.

--Vamos, vamos…--la espoleaba, jadeante—goza, mi puta, que después de esto te voy a follar…

--¿Me la vas a meter?—preguntó Eva, convulsionando en torno a aquella lengua intermitente y clavándose en aquellos dedos firmes.

Nayat se bajó los calzoncillos hasta las rodillas y comenzó a pajearse violentamente sin poder evitarlo

--Sí, puta—silbó entre dientes, sintiéndose morir de placer abrazando en su puño el miembro pulsante y duro como un garrote—te la voy a meter bien…bien por el culo…

Instantáneamente, al oír aquella frase, algo se desató en el interior de Eva y ésta comenzó a correrse. Una violenta oleada de placer sacudió su cuerpo desde el epicentro donde sentía las húmedas caricias hasta las puntas de los dedos de manos y pies, surcándola una y otra vez, haciendo que su coño y su ano se contrajeran abrazando los lubricados dedos, aleteando su ser en cada espasmo…

--Córrete…--gruñó Nayat, casi fuera de sí al contemplar el brutal orgasmo—córrete bien, zorra…

CONTINUARÁ…

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