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Sexcitator (3: Fuerzas de flaqueza)

en Amor filial

Sexcitator3

Si recordáis, el relato anterior finalizaba con una broma del destino: Katia (la que tiene más caradura y más potra con diferencia) acaba de leer la "carta de la suerte", gracias a la cual su ficha podría moverse diez espacios sin precisar tirada alguna, cosa que le viene de perlas…Por supuesto, Jan por su parte se indigna ante tal injusticia, como era de esperar.

--No protestes tanto, Jan, alégrate por mi buena suerte…--sonrió Katia sintiéndose poderosa, aún tremendamente excitada tras la follada de su hermano, observando cómo su yegua se movía sola diez espacios sobre el tablero.

Acto seguido tomó una carta del primer mazo con gesto triunfal. La frustración de Jan era palpable, ¡cómo deseaba haber podido acabar corriéndose a gusto dentro de la cabrona de su hermana, que tanto se sonreía! ¡Cómo le hubiera gustado poder correrse rompiéndola el culo y oírla gritar "¡piedad, piedad, por favor…!"! Si lograba aguantar hasta la meta, si lograba salir de aquel dichoso limbo, ya iba a ver su hermana lo que era bueno…se iba a enterar, la muy zorra, la perseguiría por todas las habitaciones de la casa con la polla en ristre…

"EL SEXO QUE NUNCA HAS HECHO, A TU PAREJA DEBES CONFESAR…Y SI ES CONSIDERADO, ÉL O ELLA LO REALIZARÁ"

Leyó Katia en voz alta, sin borrar la tenue sonrisa de sus labios.

--Ah, vaya, ya hemos perdido—soltó Jan

--¿Por qué?

--"El sexo que nunca has hecho"—citó él—eso no tiene cabida, tú ya has hecho de todo, eres una guarra…

Katia bufó con hastío y tomó una carta del mazo sobre cuyo anverso se leía "EL OTRO".

--Vaya, el niño cabreado lloriquea…--murmuró mientras con una sonrisa de deleite leía lo que estaba escrito en la tarjeta—en fin, creo que no te mereces esto, pero si el juego lo dice…

--¿Qué pone?—replicó Jan, maldiciendo su polla tiesa que se erguía expectante.

"CHUPA, LAME, MUERDE…AQUELLO QUE TU PAREJA TE INDIQUE. NO DEJES QUE LLEGUE AL FINAL, POR MUCHO QUE ÉL-ELLA SE EXCITE"

--Bueno, Jan, ¿qué quieres que te chupe?—murmuró Katia después de leer, con un brillo de malicia en los ojos gatunos.

Jan retrocedió alarmado.

--¡Esto es una incoherencia!—exclamó--¡un tormento! …por dios…

--Anda, no exageres, que te va a gustar…

¡Qué injusta era la vida, dios santo! No contaba ya los orgasmos que llevaba la puta de su hermana, y él no había tenido ni una sola oportunidad. Cada prueba era más dura. Cada reto de placer, un sufrimiento descarnado, un dolor.

--Bueno, tú deberías pensar antes en la primera carta—le espetó a Katia mirándola con rencor—a ver, lista, ¿qué es eso que nunca has hecho? ¿Correrte haciendo el pino?

Katia rió con regodeo.

--Ah, pues mira, eso no lo he hecho nunca. Pero estaba pensando en otra cosa que siempre he soñado con hacer…

--Oh, vaya, ¿y de que se trata?—silbó Jan entre dientes-¿de tirarte a Chewbacca? Veremos a ver si sale del armario…

En lugar de enfadarse, Katia rió con desenfado.

--No, Chewbacca no, demasiado pelo. Te prefiero a ti, hermano querido…te diré lo que vamos a hacer. Primero activaremos esta cosa—explicó pausadamente mientras señalaba la rueda del tiempo—y luego nos tumbaremos tranquilamente en la cama. Yo te chupo esa polla gorda que tienes pidiendo guerra (que seguro que es lo que tú quieres que te mame, aunque si prefieres te chupo un pie) y tú me comes el coño; así haremos un sesenta y nueve, que es "eso" que yo nunca he hecho.

Jan contempló a su hermana con ojos desorbitados. Desde luego Katia era un genio, había resuelto el problema en un momento.

--¿Qué me dices?—preguntó Katia—te has quedado sin habla…

Jan le enfrento la mirada, rabioso y cachondísimo por aquella propuesta infernal.

--Veo que eres práctica…--murmuró, protegiéndose la polla con gesto de indefensión—así solucionas las dos cartas de golpe, ¿no?

--Así es—respondió Katia, orgullosa de su sapiencia—No había que ser teleco para pensarlo…

--Ya, claro.

--¡Bueno, venga!—apremió Katia, saltando sobre las sábanas de seda negra—dale al cacharro, que me quiero divertir.

Se refería, evidentemente, al cacharro llamado "rueda del tiempo"—evitemos ambigüedades-- que les delimitaría los minutos de todo aquel sufrido placer que les esperaba.

Jan se agarró su propio cacharro que tenía entre las piernas, y con gesto casi de angustia, pulsó el botón dorado del ya familiar cronómetro. Le asaltó el pensamiento de que el tiempo se les echaba encima, ¿cuánto llevarían jugando allí metidos?...consultó su reloj. Una hora y quince minutos. Jesús. Les quedaba poco, realmente poco para que el endiablado juego se autodestruyera. Rezó para que la rueda del tiempo marcara el número cinco, o tal vez como mucho el diez, y pudieran seguir avanzando cuanto antes hacia la meta. Aquello era una jodida guerra a contramano…

Pero a pensar de sus mudas súplicas, las agujas se detuvieron con un chasquido metálico en el número quince. Joder. Quince minutos, nada menos, dándole a saco al tema con su hermana…era imposible, no lo iba a conseguir…

--¿Qué marca el relojito?—preguntó Katia con voz risueña desde la cama.

--Ya te enterarás—bufó Jan. Y con odio se abalanzó sobre ella.

Sin dar opción a Katia, se acomodó a horcajadas sobre su linda cara, rozando contra su frente la húmeda punta de su hinchado miembro. Cabalgándola de esta manera, separó las piernas de su hermana con brusquedad y lamió casi con desesperación la raja húmeda de su coño, arrancándole a Katia inmediatamente un gemido de intenso placer.

--Te voy a chupar a conciencia—murmuró entre sus piernas abiertas—y como se te ocurra correrte te vas a acordar de mí…

Frotó con dos de sus dedos el coño de Katia, que crepitó con furia, chapoteando, abriéndose para recibirle como una boca sedienta.

--Te lo digo en serio, Katia, como te corras te mato…

--Sí…vale…--gimió ésta, arqueando la espalda—lo intentaré…

Jan se inclinó más y succionó suavemente los labios mayores del coño de Katia, apresándolos entre sus dientes.

--Lo intentarás no, lo harás—exigió, soltando por un momento su presa, al tiempo que le propinaba a su hermana un fuerte cachete en el muslo.

Estaba muy cabreado, y muy, muy cachondo…

Katia se removió debajo de él retorciéndose sobre el colchón, dando pequeños botes de gusto sobre la cama, golpeando la cara de Jan con su coño repleto de excitación, buscando la boca de su hermano con el arnés de sus caderas.

--Vale, vale…lo haré…--gimoteó, luchando por volver a sentir aquella lengua deslizándose entre sus húmedos pliegues.

--Muy bien—gruñó Jan, levantando un poco el culo para rozar con su inflamado glande los labios de su hermana—ahora cómemela bien…

Katia abrió obediente la boca y se tragó la totalidad del miembro de Jan con voracidad. Su hermano dio un respingo, como sacudido por una ráfaga de electricidad, y comenzó a moverse contra su garganta cada vez con más intensidad, cada vez más adentro, frotando su alfombra de vello púbico contra la barbilla de Katia.

--Joder…--musitó agitándose, lamiendo con frenesí ese suculento coño, llenándose la boca, tragándose los jugos salinos con fuerte sabor a hembra que manaban de aquel manjar.

Se aferró con las manos a los muslos de su hermana y clavó las rodillas en el colchón, para bombear a gusto y follarle la boca con total libertad, al tiempo que resollaba y se le escapaban quejidos con una voz que no reconocía como suya.

Katia reprimía su orgasmo que amenazaba con dejarla fuera de juego una y otra vez—no sería posible describirlo de una manera más literal—a pesar de las arcadas que le producía en ocasiones el rabo duro de su hermano cuando llegaba hasta su campanilla. El sentir a Jan tan cachondo, tan ardiente encima de ella llenándola con su verga a explotar, le hizo sentirse tan deliciosamente zorra que se abandonó al disfrute como una diosa del placer, profiriendo gemidos y gritos roncos, ahogados por tener la boca llena.

--Ammmfffhhhhmmm, Ani, po diof! MMMMmmmfff….Mmmmmm…

Abrazaba tan fuerte con sus labios la verga de su hermano, que este tuvo que salir apresuradamente de ella para no lamentar el retroceso hasta la casilla número uno por correrse allí mismo con todas sus ganas. Estaba muy lejos de mantener el control de la situación.

--AYYYY…--Exclamó, desesperado por aguantar como fuera tras ese tirón final al salir de la boca de Katia—Kati, por dios, me duele, me duele la polla…

--Jajaja…—rió su hermana, al borde del orgasmo, loca por correrse—déjame seguir, necesito tu polla en mi boca para cuando me corra…

Entonces Jan hizo algo malo, muy malo.

--¡¡¡AHHHHHHHRRGGG!!!—un grito de protesta salió de los labios de Katia cuando sintió los dedos de su hermano retorciéndole con fiereza el pezón izquierdo--¡pero qué coño haces, gilipollas, que me lo arrancas!

--Cállate o te lo muerdo—respondió Jan como una bala, en tono amenazante—ya ibas a correrte otra vez, ¿no?

Su hermana le miraba jadeando, tocándose el dolorido pezón, mirándose en busca de señales o hematomas.

--Pues lo siento, Kat, esta vez no va a poder ser—resopló Jan—no te voy a dejar…

--Hijo de puta…--farfulló Katia—estás loco…

--Deja de lloriquear y sigue chupando, joder.

Por increíble que parezca, la tensión del momento y el dolor agudo habían aplacado la situación pre-orgásmica de Katia, quien sin embargo continuaba excitada, y sin más dilación obedeció la orden de su hermano. Comenzaba a acariciar en su mente que le producía un poso de oscuro morbo sentirse sometida por él, a quien ella menospreciaba diariamente hasta el punto del abuso como buena hermana mayor. El sabor de la derrota y la sumisión tenía un regusto amargo, pero algo en aquella vuelta de tuerca la ponía a cien, por mucho que eso le diera a la vez una rabia tremenda.

Katia se metió a pelo la polla de su hermano en la boca y la mantuvo entre sus labios prietos, succionando suavemente el glande como si quisiera aspirar hasta la última gota de líquido preseminal que había comenzado a gotear del capullo del pobre Jan. Éste permanecía quieto, casi con miedo a moverse, temblando, inclinado de nuevo sobre el coño de su hermana y moviendo allí dentro la lengua con empeño.

Katia volvía a sentir que el ardor crecía dentro de ella y comenzó a convulsionar cuando notó un humedecido dedo de su hermano introduciéndose de pronto dentro del canal estrecho de su culito. Emitió un ronco gemido de gozo al sentir como el túnel de su ano se dilataba poco a poco, adaptándose al dedo de Jan que se abría paso en sus profundidades con calma y firmeza, mientras continuaba lamiendo su clítoris. Aquello era demasiado…

--Katia, Katia…--jadeó Jan sacándole la polla de la boca, apartándose estoicamente de aquel reducto prohibido—para, aguanta…

--Ahh…--su hermana se retorcía sobre el colchón, con las piernas desmesuradamente abiertas y el coño enrojecido, brillante de saliva y jugos.

--Venga, Kat…aguanta, ya queda poco…

--Jan…—suplicó ella--¿Por qué no nos olvidamos de todo esto y nos corremos los dos?

Jan se apartó el rubio cabello que le caía sobre la frente perlada de sudor, y emitió una carcajada grotesca.

--¡Pero qué dices, Kat! –respondió--¿y tirar por la borda todo lo que nos ha costado llegar hasta aquí? Bueno, lo que me ha costado, porque lo que es tú…has hecho bien poco…

Katia miró a su hermano. Estaba congestionado, tenía las mejillas ardientes y los ojos brillantes. Respiraba rápido, su pecho subiendo y bajando como si fuera un corredor de fondo que acabara de correr una maratón. Qué guapo estaba. Parecía un ángel rubio pillado infraganti en un acto terrible y deshonesto. Sintió dentro de su alma un calor, una ráfaga de cariño, de profundo sentimiento hacia su hermano que nada tenía que ver con el amor fraternal…algo que iba mucho más allá. Eso la sobrecogió.

--Jani…--murmuró, acariciándole el abdomen tenso y agitado—no te preocupes, terminaremos con esto…pero es que estaba disfrutando mucho. Pondré todo de mi parte si tú me prometes una cosa…

Jan sonrió entre jadeos, hipnotizado por la boquita de fresa de su hermana.

--Depende…--respondió en voz baja--¿Qué cosa?

Katia sonrió, le pareció a su hermano que algo avergonzada.

--Pues…--titubeó enrojeciendo ligeramente—prométeme que si salimos de aquí…cuando lleguemos a casa…

--Cuando lleguemos a casa…--la ayudó Jan, metiendo inconscientemente los dedos de nuevo en aquella flor mojada y trepidante.

--Ahmmm…--gimió Katia notando el calor de los dedos de su hermano agitándose dentro de ella—pues…que seguiremos…teniendo sexo…--terminó la frase en un tono de voz casi inaudible.

Jan la miró sonriendo, sin dejar de acariciarla, fatigado y excitado como nunca.

--¿Eso quieres?—murmuró él—…Bueno, me debes unos cuantos orgasmos… ¿querrás devolvérmelos?

--Oh, ¡sí!—exclamó Katia, hendiendo los talones en el colchón, arqueando su bonita espalda para sentir los dedos de su hermano más adentro.

--Vale…--musitó Jan, volviendo a posicionarse frente al coño de Katia, dispuesto a seguir trabajándoselo con la lengua—pues espero que esa proposición no quede en agua de borrajas…

Y volvió a sellar con sus labios la vulva de su hermana, golpeando su clítoris levemente con la punta de la lengua, deseando en lo más profundo de su ser dejar allí dentro una huella permanente de placer que ella nunca olvidara…

Katia se revolvió con furia contra el rostro de Jan.

--Dame tu polla—exigió, buscando con la boca el poderoso miembro de su hermano—quiero sentirla…

Con un movimiento seco de caderas, Jan colocó de nuevo su glande en los jadeantes labios entreabiertos de su hermana, que extendió la lengua para acariciarlo con deseo.

--Uuuffff…--gimió, retrocediendo—no me la comas, Katia, que me voy a correr…

--Tenemos que hacer el sesenta y nueve…--jadeó ésta.

--Bueno…tenla en la boca—concedió su hermano con intensa agonía—pero no hagas nada, sólo mantenla dentro…no muevas la lengua ni hagas fuerza con los labios, por favor…sólo tenla en la boca.

"¡Aguanta!" se espoleó el chico, cuando sintió de nuevo su miembro penetrando aquella dulce humedad que le recibía ansiosa. Podía sentir en el tronco de su polla la fuerte respiración de su hermana en pos del placer, podía sentir el golpear de su aliento cálido contra su propia palpitación, asfixiando con sus vapores la dureza a explotar…

Se obligó a sí mismo a pensar en la escena más cruenta de" La Matanza de Texas"…Aquel engendro llamado Junior enarbolando la sierra mecánica, el ruido ensordecedor, cabezas humanas rodando por el suelo, rostros escupiendo sangre, cadáveres macerados en el lecho del río…

Madre mía, pobre Jan… las estaba pasando putas.

"Aguanta, aguanta, aguanta"…"Por todos los dioses y titanes, por Jesu-Cristo Superstar y sus secuaces, ¡¡Aguanta!! ¡¡Resistencia!! ¡Sobrecarga del sistema!, oh no…orgasmo inminente, no, no… no… ¡dios! , ¡Apártalo de mí! ¡Vade retro, Satán!(…¿Has visto lo que hace la zorra de tu hermana?...) ¿Cómo voy a lamerle el coño ahora? ¡¡Sería mi perdición!!

Para no apartarse de las reglas del juego, a la par que mantener su entereza, posó sus labios en el coño de Katia, cuyos pliegues parecían latir como las alas de una excitada mariposa. Se mantuvo allí, ahogándose con su olor a puro sexo, olor a ella y a él. Sintió el deseo irrefrenable de penetrarla el culo de nuevo con uno de sus dedos… ¡no! Ella se correría al instante si lo hacía… Katia estaba al borde, lo sentía, a punto de dejarse llevar, de caer en el precipicio sin retorno… ¡Jesús, cómo le ponía de burro eso!

Cachondo como un burro estaba, en efecto; cualquier cosa que yo pueda decir al respecto se queda corta. Esos gemiditos sofocados de Katia, unido al bamboleo desenfrenado de su culo y su coño contra la nariz de Jan, ese olor…Esa terrible erección…su hermana retorciéndose con la boca llena de polla…

¡¡Dios!!

Le salvó la campana, y lo digo de verdad, porque si en ese preciso instante no hubiera sonado la alarma de la Rueda del Tiempo, nuestro protagonista se hubiera corrido irremediablemente entre alaridos, y no es una forma de hablar.

Es más, durante unos segundos pensó que estaba todo perdido, que se correría igual con la sola presencia de Katia sin necesidad de que nada salvo el aire tocara su miembro.

Por fortuna, el horrible pensamiento de quedar ahí encerrados de por vida fue, en el último momento, más fuerte que el imperioso orgasmo que le sobrevenía, y Jan se dejó caer desde la cama hasta el suelo lanzando un suspiro de alivio.

--Joder…--murmuró, con los ojos cerrados, tratando de volver a la realidad—Katia tía, tenemos que terminar…es que se me va a caer la polla…tengo miedo, en serio…

La carcajada de su hermana no se hizo esperar.

--Jan, yo creo…--dijo sin poder contener la risa, retorciéndose—creo que si me muevo me voy a correr…

--¡Entonces quédate quieta, por dios!—exclamó Jan—quédate quieta y tranquilízate…lo has hecho muy bien, Kati…no te muevas, yo tiraré los dados…

Obsesionado con no perder ni un minuto más, alargó la mano temblorosa hacia el tablero. Tanto sexo sin terminar le estaba poniendo enfermo…pero enfermo de verdad. Estaba mareado y veía lucecitas brillantes en una especie de neblina que le embotaba los sentidos.

"Por favor, que salga un número alto…" imploró al cielo antes de tirar, cerrando los ojos con fuerza. Lo estaba pasando fatal.

Escuchó el redoble de los dados al aterrizar sobre el tablero de cristal y sólo entonces abrió los ojos.

--¡Vaya! Un seis y un cinco…ay, qué bien Kati, ¡mira! Me he quedado a una casilla de la meta…--exclamó con una alegría que rozaba la locura, como si acabaran de tocarle cien millones en la "Bonoloto".

Se giró para mirar a su hermana, y lo que vio le asustó. Su hermana respiraba rápida y fuertemente, con los ojos cerrados, se había quedado pálida y gotas de sudor frío corrían por su frente y su cuello, resbalando por entre sus agitados pechos.

--Kati, Kati…--exclamó Jan, lanzándose sobre su hermana que temblaba con fuerza sobre la cama--¿Qué te pasa? ¿Estás bien?...

Katia emitió un gorgoteo directamente desde su garganta, y sus párpados aletearon durante unos instantes.

--¡Katia!—insistió Jan, zarandeándola con miedo--¿Qué te pasa? ¡Por dios, dime algo!

Su hermana se movió ligeramente y trató de abrir los ojos, que se adivinaron empañados tras sus largas y tupidas pestañas.

--¡Katia, por favor, me estás asustando!

--Jani…--murmuró su hermana por fin—estoy mareada…

--Vale, vale…tranquila—murmuró Jan—respira despacio, no te aceleres…

Recordó que en el colegio, una vez, una compañera llamada Nanuska se había mareado por hiperventilar durante la clase de gimnasia. Había respirado demasiado rápido y profundamente, a consecuencia del esfuerzo realizado, y por una bajada de dióxido de carbono en sangre—o algo así—le había dado un cortocircuito en el cerebro. ¿Le habría ocurrido lo mismo a Katia? El sexo a fin de cuentas era una increíble actividad física…quizás el esfuerzo de contener el placer, quizá tantos jadeos…

--Vale, Kat, no te preocupes—dijo a su hermana, que estaba pálida como el papel.

Se arrodilló frente a ella y trató de recordar cómo se había solucionado el problema de Nanuska.

--Escúchame, Kat…tienes que respirar muy despacio…--susurró, colocando una mano sobre su frente con torpeza—despacio…así…tranquila…

Poco a poco su hermana fue volviendo en sí, para alivio de Jan.

--Tranquila…

Katia abrió los ojos poco a poco y sonrió débilmente.

--¿Qué tal?—preguntó Jan en un hilo de voz.

--Mejor…--murmuró Katia—no sé que me ha pasado…se me ha ido la cabeza de pronto…

Su hermano sonrió y extendió la mano para secarle el sudor de la frente.

--Me has asustado…--musitó.

Katia sonrió levemente y cerró los ojos.

--No te preocupes—respondió—me he mareado un poco, eso es todo…

--Bueno, no hables mucho, no sea que te vuelva a dar el jamacuco…

--Ya estoy mejor—suspiró Katia—ahora por lo menos puedo verte…

Volvió a sonreír, mirando a Jan con un afecto profundo que éste nunca había visto antes en sus ojos de despótica hermana mayor. Aún ensimismado por aquella mirada, contempló con asombro cómo de pronto Katia se incorporaba y le echaba los brazos al cuello, atrayendo el enjuto cuerpo de él hacia sí.

Jan respondió al gesto torpemente, cogido por sorpresa. Estrechó a su hermana contra su pecho, recostó la cabeza de ella en su hombro, y entonces pudo sentir el fuerte latir del corazón de Katia contra su piel (PUPÚM, PUPÚM, PUPÚM), así como el suave y dulce calor de su cuerpo…

La abrazó con más fuerza y hundió la nariz en su hombro, sintiendo que algo dentro de él flaqueaba.

--Katia—murmuró, besando la curva de su cuello—tenemos que salir de aquí…tenemos que lograrlo…

Su hermana asintió en su espalda.

--Sí…--respondió—Jani, ¿crees que podremos hacerlo?

--Claro que podremos—sonrió Jan—mira, has conseguido con tu mareo que se me bajara todo por completo…

Se separó de su hermana para mostrarle su miembro fláccido oscilando con escasa vitalidad.

--Ya veo, ya…--repuso Katia—una pena…--sonrió con malicia.

--¡Eh!—rió Jan--¡Se supone que tienes que alegrarte!

Se miraron durante un segundo, conscientes de lo que se jugaban, conscientes de desde ese día no iban a volver a verse jamás el uno al otro de la misma forma. Pocas ocasiones habían tenido de ayudarse mutuamente en serio, ninguna en realidad—desde luego, nada como aquello en lo que se hallaban metidos en ese momento--, y tampoco habían tenido que trabajar nunca juntos por un fin común, codo con codo. La mayoría de las veces discutían y peleaban cada uno por sus propios intereses, compitiendo incluso, defendiéndose del otro. Pero en ese momento, ese día, todo era completamente diferente.

--Joder, Jan, me debo de estar quedando ciega…

--¿Por qué dices eso?—preguntó el aludido

--Porque te veo hasta guapo…

Se echaron a reír.

--Es que lo soy—respondió Jan con soltura—pero tú no te habías dado cuenta hasta ahora…

Katia arqueó las cejas y asintió.

--Gracias por cuidarme y por estar pendiente de mí…ahora, con lo del mareo, quiero decir…--le dijo a su hermano, con un extraño brillo en los ojos.

Y GRACIAS por darme más placer que nadie hasta ahora, aunque no pueda disfrutarlo como quisiera… Pensó, pero no tuvo coraje para decirlo en voz alta.

--Qué menos, Katia, soy tu hermano—respondió Jan—Tú habrías hecho lo mismo por mí

"…No estoy segura de eso, lamentablemente" pensó Katia.

--Sí, claro…--asintió sin embargo, mirando al suelo—Eres muy buena persona, Jani.

--¿Sí?

--Sí—afirmó Katia, y se armó de valor para decir lo siguiente—Te quiero mucho.

Jan sonrió casi con cara de susto.

--Vaya—resopló—nunca me habías dicho esto antes…quiero decir, en el acto sexual no cuenta…

Katia rió.

--Pues ya ves. ¿Tú me quieres a mí?—preguntó en tono súbitamente implorante.

--Sí—afirmó Jan, mientras le acomodaba los oscuros rizos apartándoselos de los ojos—sí que te quiero. Claro. Qué remedio me queda…

Le guiñó un ojo a su hermana y sonrió.

--Anda, coge una carta, que te toca…--murmuró Katia con la mirada baja—estamos a punto de conseguirlo, ¿no?

--Cierto—respondió Jan, sintiendo algo que se renovaba dentro de sí.

Bajó de la cama y tomó una tarjeta de la primera baraja, con mano firme. No obstante, le cambió el color de la cara y sus manos comenzaron a temblar cuando leyó la primera frase:

"LA CARTA DE LA PEQUEÑA MUERTE"

Musitó, y miró a Katia, que se acercó a él con interés, sin decir nada.

"LA CARTA DE LA PEQUEÑA MUERTE"—Continuó Jan—"HAGAS LO QUE HAGAS, TIENES PERMISO PARA CORRERTE"

Jan echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada con profundo alivio.

--Joder…--dijo meneando la cabeza—"La pequeña muerte"…no imaginaba que sería esto…

Katia le miró, mordiéndose el labio inferior con cierta envidia.

--¿De verdad te puedes correr?

--Eso es lo que pone—respondió él, mostrándole a su hermana la tarjeta.

--Joder, qué suerte…

--Bueno, hermana, es que ya estaba bien de "unos tanto y otros tan poco", ¿no crees?...

"Además" se dijo Jan para sus adentros "Conociendo al juego…esto me escama…"

Tomó una carta del segundo mazo, temiendo la confirmación de que una nueva putada le aguardase…

"ENTRA EN EL ARMARIO, CIERRA LOS OJOS, CUENTA HASTA DIEZ, DESPEJA LA MENTE. CUANDO SALGAS, SERÁ DIFÍCIL QUE TU PAREJA NO SE CALIENTE…"

Jan miró a su hermana con gesto interrogante. Le producía cierta inquietud pensar lo que le tocaba hacer a continuación.

--"Entra en el armario…cierra los ojos, despeja la mente…"—repitió para sí.

--"Y cuenta hasta diez"—le recordó Katia.

--Sí…--murmuró Jan.

Miraron al armario fijamente, que les aguardaba en silencio, expectante ante su próximo movimiento. La puerta de madera negra batía levemente como si tuviera vida, invitadora. Ese cofre era la mismísima caja de Pandora; sólo dios sabía lo que podía haber dentro, lo que podía entrar y salir de allí…

--Bueno…--dijo Jan—parece que me toca…meterme en el armario, ¿no?

Su hermana asintió nerviosa. Le daba miedo separarse de su hermano, aunque sólo fuera por diez segundos. ¿Y si aquel armario maldito formaba parte de una confabulación con el mismo demonio? Teniendo en cuenta que el "Sexictator" existía y lo que era capaz de hacer, podía existir todo… ¿Y si Jan entraba ahí y no volvía nunca?...

--En fin…--murmuró el chico armándose de valor—pues tendré que hacerlo…

Se levantó despacio y se encaminó con paso inseguro hacia el armario. Una vez frente a sus puertas de madera lacada en negro se giró para mirar a su hermana, que le observaba a escasa distancia, junto al tablero, con las manos apretadas sobre el pecho.

--Hasta luego, Katia—trató de esbozar una sonrisa, pero una ráfaga turbia en sus ojos verdosos delató su nerviosismo.

--Hasta pronto, Jan…--respondió esta—nos vemos dentro de diez segundos…

Y rezando para que aquello fuera verdad, extendió la mano y activó con un dedo tembloroso la rueda del tiempo.

CONTINUARÁ…

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