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Nuestra perra-I

en Dominación

Una nota de agradecimiento para el curioso lector que haya continuado hasta aquí. La historia prosigue.

                                                                                NUESTRA PERRA: I

A las diez de la noche se hallaban los tres sentados en torno  a la mesa redonda del comedor, con una botella de cerveza delante cada uno, después de la cena.

--Tenías un asunto que comentar, ¿no?—preguntó Jen, levantando una ceja divertido; él ya sabía de lo acontecido aquella mañana pues Inti le había llamado por teléfono para ponerle en antecedentes.

--Sí—respondió el interpelado mirando a sus dos compañeros—es referente a aquella chica que llamó ayer interesándose por la habitación…

Alex bebió un largo trago de cerveza y eructó sonoramente.

--Ah, cierto—dijo con una gran sonrisa de satisfacción--¿qué tal ha ido?

Inti pasó a relatarles detenidamente el encuentro.

--A ver si te he entendido…--masculló Alex tras oír la historia—no tiene dinero pero está dispuesta a limpiarnos la casa…--soltó una carcajada—qué fuerte me parece.

--¿Y qué le dijiste al final?—preguntó Jen, aunque él ya lo sabía.

--Que no, evidentemente—respondió Inti—no podemos aceptar eso, y menos tal como estamos ahora.

--Pero está buena—Alex guiñó un ojo—tal vez…

--No—Inti le miró con fijeza, pero aquella mirada no fue suficiente para hacer callar a su compañero. Llevaba toda la tarde barruntando aquello que casi con toda seguridad su amigo iba a sugerir,  y finalmente lo había desechado por improcedente y absurdo.

--Tal vez esté dispuesta a… más cosas aparte de limpiar—concluyó Alex. Se giró hacia Jen y le miró con ojos afilados--¿tú que piensas?

Jen acarició con las puntas de los dedos el cuello de su botellín, lentamente, cavilando.

--No lo sé—se encogió de hombros, reflexivo--¿a qué otras cosas te refieres exactamente?

Inti chasqueó la lengua con desagrado. Se negaba a admitir que él había pensado lo mismo que Alex, o por lo menos algo similar, y que la sola idea había bastado para ponérsela dura al instante aquella mañana.

--Puedes imaginártelo—soltó Alex, dándole un empujón de camaradería a Jen—no creo que tenga que explicarlo…

--Hablemos con propiedad—le dijo éste—Llamemos a  las cosas por su nombre. Te refieres a follar, ¿no?

Alex rompió a reír. Inti bebió de su botella tragándose una réplica, nervioso.

--Entre otras cosas—replicó Alex—aunque yo exigiría bastante más, de hecho, por estar viviendo en una habitación de gratis…

Jen frunció los labios hasta formar con ellos una delgada línea recta.

--Bueno, Alex, si está dispuesta a hacer de puta para nosotros ya no estaría viviendo de gratis…

--Eso es—razonó el aludido—es un pago más que aceptable… aunque “puta” es una palabra que le viene pequeña al concepto…

Y volvió a reír.

--Deberíamos ahorrarnos este tipo de gilipolleces—farfulló Inti, removiéndose en su silla.

--Venga ya, no me digas que no lo has pensado…

Lamentablemente, después de tantos años conviviendo juntos, los tres se conocían bien.

Inti desvió la mirada, incómodo.

--Sí—admitió tras unos segundos de silencio—sí que lo he pensado… ¡pero es absurdo!—exclamó—además necesitamos dinero…

--Podríamos prostituirla—aventuró Alex con tono de cachondeo.

--Sí, claro, lo que faltaba… y terminar los tres convertidos en proxenetas…

--Bueno—terció Jen—no se trata de prostituir a nadie, sino de echarle una mano a esa chica…

Una tímida sonrisa, no exenta de malicia, se dibujó en sus labios mientras decía esto.

--Claro, echarle una mano mientras le percutes el culo…--Alex no podía dejar de reír. A Inti le resultaba un poco molesto que aquello le pareciera tan simple, tan divertido.

--A ver, la cosa no es tan difícil—continuó Jen, sopesando despacio la situación—yo veo tres opciones: una, aceptamos a esa chica… y le proponemos el “pago” hasta que encuentre un trabajo.  Tarde o temprano lo encontrará, y entonces no tendrá que hacer sino pagar su parte… o marcharse a otro sitio. Dos, dejamos que venga sin más. Y tres, nos olvidamos de esto.

--Muy fácil lo estás planteando para lo que en realidad significa la primera opción, me parece a mí--dijo Inti.

--Oh, joder—barbotó Alex con gesto de hastío—no me digas que no te han entrado ganas de follártela… tal como la describes hasta yo mismo estoy deseándolo.

Inti agachó la mirada, desistiendo, y negó con la cabeza.

--Haced lo que queráis. No me parece una buena idea, pero aceptaré la opinión de la mayoría.

--Sí, claro, ahora hazte el estoico…

Continuaron hablando sobre el tema, profundizando sobre ciertos aspectos aún por desarrollar, pero a partir de aquel momento Inti supo que la decisión de proponer aquello-- por parte de sus compañeros al menos--estaba tomada. Un pequeño reducto dentro de él bailó alborozado, en llamas, a pesar de su inquietud y de la certeza de que lo que iban a hacer era una jodida locura. Se enfadó consigo mismo por sentir aquella excitación, y por permitirse dar rienda suelta a las mil fantasías que tomaban forma en su cabeza.  Además, para más inri, le tocaría a él el paso de llamar a la chica por teléfono y citarla para dentro de dos días, momento en el que los tres coincidirían para negociar con ella aquella idea sin pies ni cabeza.

-0-

Dos días después, de nuevo a las diez de la noche, Esther pulsaba vacilante el botón correspondiente al piso de los chicos en el portero automático. Le había sorprendido muchísimo la llamada de Inti el día anterior, ya que tras la entrevista la última vez que se vieron había dado por perdida toda posibilidad.

Lo cierto era que no estaba acostumbrada a encontrarse con personas “inmunes” a su manipulación; por eso le había puesto, mentalmente, una serie de apelativos a aquel chico que había tenido el “no” tan claro desde el principio: frío, prepotente, inhumano… era aquella una manera de tranquilizarse y convencerse de que alguien merecía ser enviado a la mierda, y ese alguien no era ella, sino él.

No obstante, tras el desconcierto inicial, inquieta como pocas veces, había resuelto que no podía desaprovechar aquella oportunidad. Inti le había insinuado que el resto de los habitantes del piso y él mismo querían plantearle “algo”… aunque no le había explicado qué.  Y, por otra parte, probando en otros pisos de alquiler compartido no había tenido suerte. No soportaba la idea de regresar a casa de sus padres; se agarraría a lo que fuera: limpiaría, fregaría, lavaría ropa… haría lo que fuese necesario para quedarse.

Le latía el corazón deprisa, amenazándole con salírsele del pecho, cuando escuchó una voz masculina al otro lado del aparato, una voz que no conocía.

--¿Sí?

--Soy Esther…--dijo ella en voz baja.

--Entra—respondió sucinta la voz, con un crepitar hueco a través de la rejilla metálica.

A continuación se escuchó el zumbido del mecanismo de apertura del portal, accionado desde arriba. Esther respiró hondo y empujó la puerta, con la sensación de estar colándose en aquel vestíbulo en sombras.

Recorrió con apremio la distancia que la separaba del ascensor, dando pasitos cortos que resonaron sobre el suelo de mármol, y una vez dentro pulsó el botón del sexto piso. Cuando la cabina terminó de beberse los pisos inferiores, se detuvo con un chasquido brusco y ella pudo ver una delgada línea de luz justo en frente, a través de la ranura de cristal esmerilado. Salió por fin del ascensor y avanzó hacia la puerta del piso, que la estaba esperando entre abierta. Llamó con los nudillos sin atreverse a traspasarla. No se veía a nadie.

--Pasa y cierra la puerta--le llegó una voz potente, procedente de algún lugar dentro de la casa.

Obediente, ella caminó unos pasos y cerró la puerta tras de sí. Observó una franja de luz más intensa, anaranjada,  a la derecha en el pasillo, donde recordaba que se encontraba la cocina.

--En la cocina—la voz le llegó de nuevo  desde aquel lugar iluminado. Algo contrariada porque nadie hubiera salido a recibirla, Esther caminó despacio hacia allí. Le temblaban las piernas a causa del nerviosismo cuando por fin se atrevió a cruzar la puerta y a mirar quién le había hablado.

--¡Hola!

Un chico alto, de pelo oscuro, la saludó con energía. Pudo comprobar que era el dueño de aquella voz fuerte y cortante. El chico se levantó de la silla donde estaba sentado y se inclinó hacia ella tendiéndole una mano larga de palma ancha, interminable. Esther se la estrechó con inseguridad, sintiendo la presión fuerte de aquellos dedos cerrándose contra su piel. No le gustó un pelo aquel contacto; a decir verdad, le produjo una descarga de miedo repentino, una inmediata respuesta irracional. Deseó instantáneamente  que aquel chico la soltara, y también que apartara sus ojos—fijos, verdes, separados  y ligeramente entornados como los de una serpiente—de su persona.

--Qué manos más frías—comentó él, divertido—Soy Alex, encantado.

Esther  murmuró un saludo, se armó de valor y miró alrededor. En torno a la mesa redonda de la cocina, junto al chico de nombre Alex, se encontraban sentados otros dos chicos. Uno de ellos era Inti, quien la saludó con una inclinación de cabeza apenas hicieron contacto visual; el otro era un chico de constitución estrecha y apariencia frágil, muy delgado, con el pelo castaño liso hasta los hombros. Esther dedujo que Alex y éste último eran los dos compañeros de piso que Inti le había mencionado.

--Hola, Esther—dijo rápidamente el chico delgado—Soy Jen. Encantado de conocerte.

Se levantó y le plantó un beso en cada mejilla, al tiempo que la apretaba el brazo suavemente a modo de saludo.

--Hola…--musitó ella, cohibida.

--¿Por qué no te sientas?—preguntó Alex--¿Quieres tomar algo? ¿Una cerveza tal vez?

--Bueno…yo…

Sin esperar respuesta, Alex se irguió y caminó un par de pasos hasta la nevera; la abrió y sacó un botellín que colocó en la mesa frente  a una silla vacía.

--Siéntate, por favor—insistió. Más que una sugerencia, en realidad aquello parecía una orden formulada con cierta amabilidad.

Esther se aproximó hacia la silla y se dejó caer lentamente sobre el asiento. La sensación de que algo oscuro se fraguaba en el ambiente comenzó a invadirla, como si se le hubiera encendido un sexto sentido.

Insegura, dirigió sus ojos tímidamente hacia Inti, quien parecía querer mantenerse en un discreto segundo plano sin mirarla directamente. Le buscó durante unos segundos, en espera de que rompiera por fin el silencio y le contara el motivo de su llamada, pero sin embargo fue Alex el que habló.

Continuará...

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