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Sexcitator

en Amor filial

"Sexcitator activado" dijo desde el rombo de diamante una sugerente voz de mujer cuando

Jan pulsó el temido botón rosa.

"No lo hagas, no lo toques…" le había advertido como por instinto una voz interior, cuando vio la llamativa caja plateada entre todo aquel desorden, pero él no había sido capaz de refrenar su impulso…y era ya tarde para rectificar. Aquel prisma en forma de rombo comenzó a girar sobre sí mismo y a emitir un suave haz de luz que se deshacía en mil colores.

Había encontrado la misteriosa caja en el sótano de casa, por culpa de una consola Atary del año tres mil antes de Cristo—regalo de su primo Juanfran "el viejo"--, mientras se afanaba en buscar el maldito bote de cola para completar su trabajo de tecnología. Había tropezado con la dichosa consola y con un montón de revistas desahuciadas, y la gran estantería polvorienta se había desmoronado a escasos centímetros de su nariz cuando él intentó agarrarse a una de sus baldas para no caer…

Se había levantado una enorme nube de polvo y, detrás de los escombros resultantes de aquel desastre, descubrió la extraña caja.

Parecía un juego de mesa, pero no era parecido a ninguno de los que Jan había visto en su vida. No tenía nada que ver con el "Quimi-cefa" o con "Mis labores"; quizá era más parecido a un tablero "oui-ja", había pensado Jan muerto de curiosidad cuando hubo levantado la tapa de color metalizado sobre la que se leía una extraña palabra:

"SEXCITATOR".

¿Qué demonios sería aquello? Ese nombre molaba…

Se había sonreído para sus adentros y había extraído de la caja con dedos curiosos un gran tablero transparente, con un recorrido de casillas en forma de ocho tumbado rodeado de extraños símbolos. Parecía increíblemente antiguo y moderno a la vez…

Tanto las casillas como los dibujos y símbolos que las rodeaban estaban entintados en negro, marcados sobre el cristal transparente. En el centro del tablero, un amplio rombo de cristal con aspecto de diamante hialino sobresalía de la estructura como un iceberg en mitad del mar, junto a un pequeño y abultado botoncito color rosa. Dentro de la caja plateada quedaba tan sólo una bolsita de plástico en la cual había pequeñas figuras de animales, también hechas de suave cristal tallado. Jan examinó en sus manos un búho de ojos asombrados, un elefante, un ratón, una serpiente…

No había rastro de instrucciones ni de reglas por ninguna parte, ni una sola frase que le orientara en cuanto al funcionamiento de aquella cosa…Sólo había intuido que era un juego por la organización del tablero—el recorrido terminaba en una casilla ligeramente más grande que las demás sobre la que se leía simplemente "META"—y por las figuritas de la bolsa, que parecían las fichas.

Había sido entonces cuando, sin saber por qué, se le había ocurrido apretar el botón…

En realidad no lo pulsó del todo, solamente pasó despacio la yema de su dedo índice por encima de aquella suave superficie rosada que parecía rogarle "tócame", y acto seguido el diamante se había puesto en movimiento, emitiendo aquella luz y girando cada vez más rápido, como si el tablero fuera a explotar…

--¿Qué demonios es eso?

¡Oh, no! Katia, la insoportable hermana mayor de Jan, había bajado al sótano alertada por el estruendo de la estantería, y contemplaba el gran tablero transparente con los ojos como platos.

Y allí estaba Jan, sin saber exactamente lo que estaba ocurriendo, mirando alternativamente a su hermana que estaba bloqueada en la puerta, como sin atreverse a acercarse, y al intermitente chorro de luz que brotaba del oscilante rombo…

Rápidamente, ante la atónita mirada de los dos hermanos, el haz de luz fue ganando intensidad y aumentando de tamaño, extendiéndose por la habitación hasta envolverles a ambos en una nube de ceguera blanca…

Transcurrieron interminables segundos en los que los dos hermanos ni siquiera pudieron gritar, presos de la incertidumbre, con la sensación de que todo giraba a su alrededor…hasta que por fin la luz se extinguió tan rápidamente como había venido.

--Joder, Jan, ¿qué coño ha pasado?—gruñó Katia, frotándose los heridos ojos con el dorso de la mano.

Su hermano no respondió. Con el corazón desbocado, miraba a su alrededor sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo. Ya no estaban en el sótano de su casa…habían ido a parar, sin saber cómo, a una amplia estancia vacía de paredes blancas interminables y techo altísimo. A su alrededor no había absolutamente nada, ni muebles ni ninguna otra cosa, a excepción del misterioso tablero con el diamante que continuaba girando y pulsando en su interior…y la bolsa de las fichas. Cerró los ojos y meneo la cabeza, pellizcándose con fuerza el antebrazo, tratando de convencerse de que aquello tenía que ser un sueño…

Pero no lo era.

--Jan, me cago en la puta…--susurró la deslenguada de su hermana— ¡explícame ahora mismo que cojones es esto!

--No lo sé…--musitó Jan.

--¿Cómo que no?—gritó su hermana, comenzando a ponerse histérica—Tú pusiste en marcha esa cosa, oí como alguien decía "sexcitator activado"… ¿Qué mierda es eso del sexcitator, tío?

Como si el maléfico objeto hubiera escuchado las palabras de Katia, un único rayo de luz emitido por el diamante se proyectó en la pared de color blanco sucio, formando algo parecido a una pantalla rectangular. Comenzaron a dibujarse con lento trazado unas letras negras en la pantalla, como escritas amorosamente por una mano invisible.

"SEXCITATOR, EL JUEGO DE LOS JUEGOS"

Decía la primera línea.

Los dos hermanos observaron aquello, estupefactos. Sin darles tiempo a cruzar más reproches, las letras continuaban dibujándose en el improvisado lienzo con un inusitado resplandor perlado.

"Reglas del juego:

Primera: Para salir del Limbo hay que llegar a la meta.

La casilla marcada como "META" al final del tablero emitió entonces un leve parpadeo.

--¿Qué cojones es eso del Limbo?—disparó Katia.

--No lo sé, quizás se trata del lugar donde estamos ahora…--musitó su hermano—pero lee y calla, esto parece importante…

Segunda: Es imprescindible llegar a la meta en un tiempo no superior a dos horas, límite tras el cual el juego se autodestruirá.

--Pero, ¿Qué es todo esto?

--Calla…

Tercera: Para avanzar limítese a cumplir las órdenes de las cartas, tomando una carta de cada mazo en cada tirada. A continuación, accione la rueda del tiempo.

Como por arte de magia, dos pequeñas barajas de cartas se materializaron a ambos lados del prisma. En el reverso de la que había a la izquierda de Jan se leía: "TÚ", y en el de la derecha "EL OTRO". Junto a este último mazo de tarjetas, había aparecido una especie de brújula con un pequeño botón que accionaba una flecha oscilante. En la esfera dorada de aquel último aparato, cuatro muescas distribuidas en el ápice de cada cuarto marcaban los números: 5-10-15-20, cifras susceptibles de ser apuntadas por la flecha.

Los chicos observaban aquel despliegue, mudos de asombro.

Cuarta y última regla:--continuaban plasmándose las palabras con destreza—El que se corre, regresa al principio.

--Esto tiene que ser una pesadilla—sentenció Katia, mirando la pantalla de luz con los ojos como platos.--¿Pero cómo que el que se corra? ¿A qué se refiere?

--Hombre, hermanita, no quiero pecar de listo pero…el juego se llama "sexcitator", no sé si te has dado cuenta…

Las letras comenzaron a difuminarse en la pantalla para dar paso a un nuevo texto impreso, escrito a su vez con gran cuidado y pulcritud. Encabezaba el párrafo la palabra "OPCIONES", y bajo aquel título se podía leer lo siguiente:

INTRODUZCA NÚMERO DE JUGADORES (ilimitado)

Un pequeño panel con los números del uno al diez que había surgido en la esquina inferior de la pantalla comenzó a parpadear.

Tímidamente, Jan se adelantó—"No hay otra forma de salir de aquí que jugar a esto" se dijo—y marcó indeciso el número "2". En ese momento, apareció una segunda línea:

INTRODUZCA EDADES DE LOS JUGADORES (ilimitada)

*Si alguno de los participantes padece de corazón o de cadera, marque la casilla inferior.

Jan pulsó nuevamente en el panel para rellenar las dos casillas que se le ofrecían con la edad de su hermana—diecinueve años—y la suya propia: dieciséis. En la casilla destinada a las dolencias no puso nada, porque ante todo era un chico sincero…

Una tercera línea se materializó en la pantalla.

INTRODUZCA NIVEL:

Principiante, medio, hardcore.

--Vaya, todo un detalle que te den a elegir…—comentó Jan, pulsando distraídamente la opción "nivel medio"

--¡¡Pero qué haces, cómo que medio!!—exclamó espantada su hermana, saliendo de su aparente trance—¡Tenías que haber cogido el primero, gilipollas!

Jan se volvió hacia ella con gesto interrogante. Estaba mucho más versado en marcar opciones de videojuegos que su hermana, y pensó simplemente que había señalado el nivel acorde con la situación, en un arranque de ego desmedido.

--¿Por qué?—preguntó con inocencia.

--¡Pues porque el primero será más fácil, imbécil!

Katia se adelantó y trató de cambiar la opción elegida, incrustando desesperadamente el dedo en la casilla dibujada en la pared rotulada como "principiante". Pero sus esfuerzos fueron en vano, la marca de su hermano permanecía indeleble, y otra frase apareció seguidamente en la pantalla:

ELIJA COLOR:

Negro, Blanco, Rojo.

--¿Color?—inquirió Katia, desorientada.

--Blanco…--murmuró Jan apuntando con el dedo a la opción central, pensando de pronto en las braguitas de Susi, la chica que le gustaba y que estaba un curso por debajo de él en el colegio.

--¡No!—gritó su hermana, apartándole la mano de la pantalla--¡esto lo elijo yo! ¡Negro!

--¿Por qué negro?

--Blanco no.—sentenció ella sacudiendo la cabeza—Blanco seguro que es malo…

--¿Malo?—se extrañó Jan—qué dices, en todo caso "negro" será malo…

--No, no—insistió su hermana con vehemencia—blanco seguro que es el peor, es el color de los hospitales, me da mal rollo…

Y sin darle opción a Jan, pulsó rápidamente la opción "negro" sobre la pantalla de la pared. Acto seguido, la pantalla quedó suspendida en blanco unos instantes, dubitativa, como organizando los datos introducidos, y finalmente emergió en ella una última frase en brillantes letras plateadas:

ENHORABUENA Y GRACIAS POR JUGAR. ¡COMIENZA EL JUEGO!

La pantalla desapareció, y les envolvió de nuevo la luz cegadora procedente del diamante. Cuando los chicos pudieron abrir los ojos de nuevo, comprobaron que seguían en la misma estancia, pero con la diferencia de que había aparecido junto a ellos una cama enorme con sábanas de seda negra—la cama más grande que el pobre Jan había visto en su vida, de hecho—y al lado de la cama se erguía un misterioso armario de madera pintado del mismo color.

Katia sudaba, asustada, mirando a su alrededor con desesperación en busca de una salida, pero no había puertas ni ventanas allí donde se hallaban, en ese extraño" limbo". Tan sólo estaban ellos dos, el juego y los oscuros muebles. Comenzó a acariciar la posibilidad de que, si no jugaban a aquella máquina diabólica, podrían quedarse en aquel lugar eternamente…conclusión a la que su hermano había llegado mucho antes que ella, haciendo gala de una fenomenal capacidad de abstracción y de supervivencia.

De la bolsita de plástico que había junto al tablero salieron disparadas dos fichas de cristal, sacando a los dos hermanos de su ensimismamiento: una con forma de caballo, y la otra representando la inconfundible planta de un león adulto. Ambas aterrizaron en seco en la casilla de salida y quedaron quietas, como esperando instrucciones. Fueron ellas y sólo ellas las que eligieron a sus dueños, y no a la inversa.

Así mismo, una pareja de dados también cristalinos saltaron de la bolsa, yendo a caer con un ruido sordo junto al rombo de diamante.

--Bueno, si el juego ha comenzado…--murmuró Jan tras unos segundos de tenso silencio—lo mejor será no perder tiempo y tirar los dados, ¿no?...en dos horas, esto se irá a la mierda y no podremos volver…

Su hermana se encogió de hombros, con un gesto de incredulidad aún pintado en sus bonitas facciones.

--Empieza tú…--dijo Jan tendiéndole los dados—que para algo eres la mayor…

Sorprendentemente Katia cogió los dados sin protestar, y con mano temblorosa los arrojó encima del tablero. En aquella primera tirada sacó un tres.

--Joder—murmuró mordiéndose el labio inferior, maldiciendo por el bajo resultado. Nunca había tenido suerte en los juegos de mesa. No le gustaban nada porque tenía la sensación de perder siempre, y a Katia lo que más le gustaba en el mundo era ganar.

Antes de que la chica pudiera alargar la mano hacia las fichas, la figura del caballo comenzó a moverse arrastrándose con suavidad por el tablero, como si estuviera sujeto a la superficie por imanes invisibles. Adelantó con parsimonia hasta la casilla número tres, donde se detuvo.

--Vaya, así que tú eres el caballo…--dijo Jan con una sonrisa maliciosa—bueno, mejor dicho la yegua…

--Calla, imbécil.

--Venga, vamos, ahora tienes que coger una tarjeta y hacer lo que te manda…

Katia puso cara de disgusto, y tomó una carta del mazo donde ponía "TÚ", casi con asco. Leyó en silencio lo que ponía, y se puso blanca.

--Venga hermanita, no puede ser tan terrible…--dijo Jan al ver el rostro de su hermana—después de todo es sólo un juego… ¿qué pone?

Jan estaba un poco asustado por todo aquello, pero comenzaba a superarle el morbo que le producía ver a su hermana tan desvalida ante aquella situación, con la carta en la mano. Se dio cuenta que ésta era la primera vez que veía a Katia cumpliendo órdenes de un extraño delante de él, aunque lo hiciera en este caso por motivos de necesidad.

--Venga, lee, ¿qué pone?— jaleó.

--"SIN COGER OTRA CARTA Y SIN LÍMITE DE TIEMPO, DESNUDA AHORA MISMO TODO TU CUERPO. Y ASÍ TE MANTENDRÁS, SI ES QUE EN EL PRÓXIMO TURNO QUIERES AVANZAR"—leyó la chica en un hilo de voz.

Jan tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír.

--No puede ser…--murmuró Katia

--Vamos, Kat, has tenido suerte…podía haberte tocado algo peor…

--¿Peor?—exclamó ella— ¡acaba de tocarme una puta carta que dice que tengo que desnudarme, y que tengo que permanecer así durante toda la partida!…no, ni de coña, no lo haré…

Jan consultó su reloj.

--Sí, sí que lo harás—le espetó a su hermana—porque el tiempo transcurre y hemos de terminar esta mierda cuanto antes…así que venga, ya estás tardando.

--¡Cállate!—le cortó ella, con la cara roja de vergüenza. Hasta ahí podía la cosa llegar, que el moco de su hermano le diera órdenes…

--Venga mujer…no me puedo creer que te parezca tan terrible desnudarte delante de tu hermano…

Katia miró hacia todos lados, muy nerviosa, como tratando de buscar al culpable de toda aquella absurda situación.

--Venga, Kati, joder, que estamos perdiendo tiempo…

--Mierda…--murmuró ella con labios temblorosos, asumiendo a su pesar que, por increíble que fuera la situación en la que se hallaban, Jan tenía razón.

Comenzó a quitarse lentamente el jersey y a desabrochar los botones de su blusa, mientras su hermano la miraba fijamente con el corazón palpitando a velocidad ultra.

Katia dejó a un lado su jersey, y se quitó la camisa.

Jan comenzó a ponerse nervioso ante la visión de los espectaculares pechos de su hermana, que se bambolearon ante sus narices como dos globos carnosos y tiernos cuando ésta se quitó por fin el sostén. La última vez que había visto a su hermana desnuda fue hacía ya muchísimo tiempo, cuando el pecho de ella todavía era plano…de manera que él no había visto nunca aquellas golosas protuberancias.

Katia se quitó los pantalones, y cuando sus manos llegaron al elástico de sus braguitas rosas se le llenaron los ojos de lágrimas.

--¿De verdad es necesario que haga esto?—preguntó, con la voz quebrada.

Jan la miró con gesto anhelante.

--Tú verás…pero en la tarjeta ponía que tenías que desnudar "todo tu cuerpo" para poder continuar jugando…

Sorbiendo por la nariz, con la cara roja y congestionada por la vergüenza, Katia levantó su generoso trasero del suelo y se bajó las bragas, dejándolas en sus tobillos como si temiera quitárselas del todo.

--Venga, Katy, no seas tonta, que a mí me da igual…quítatelas ya, no quiero quedarme en esta sala encerrado para siempre.

Su hermana alargó de nuevo los brazos hasta la prenda íntima sin dejar de mirar al suelo, y la retiró por fin de sus tobillos desnudos. Al hacerlo, separó las piernas lo suficiente para dejar insinuar una rosada hendidura de carne discretamente babosa que contrastaba con su oscuro vello púbico, cosa que a Jan no le pasó desapercibido. El coño de Katia olía a miedo y lo tenía frente a sí, jugoso e indefenso, expectante. Jan comenzó a sentir una curiosa sensación de hormigueo en las nalgas y por debajo del ombligo.

Katia se encogió sobre sí misma, esforzándose por tapar con sus manos su hermoso felpudito, y le arrojó los dados a Jan sin querer mirarle a la cara.

--Venga—dijo con odio—ahora te toca a ti…

El chico tomó los dados obediente, aún hipnotizado por la rotunda desnudez de su hermana. Agitó los pequeños cubos cristalinos en el hueco de su mano, apelando a la magia de un ser superior para tener suerte, y los arrojó sobre el tablero. Obtuvo un doble de cincos, puntuación que no le pareció mal del todo…

No cogió su ficha porque a aquellas alturas ya sabía que el león se movería solo. En efecto, la figura se volvió levemente hacia él, el cristal tallado centelleó durante un segundo como haciéndole un guiño, y avanzó resuelta hacia la casilla correspondiente, ligeramente más rápido de lo que se había movido la ficha de su hermana.

Dubitativo, Jan tomó una tarjeta del mazo "TÚ", para seguir con la partida. La leyó en alto directamente, para descargar la ansiedad que sentía:

PARA EL JUEGO COMENZAR, TUS MANOS Y TU LENGUA TENDRÁS QUE MANEJAR.

Viendo que por sí sola la inscripción no tenía demasiado sentido, rápidamente extrajo con mano temblorosa una carta del otro mazo, en la que se leía "EL OTRO".

TRABAJA LOS PEZONES DE TU PAREJA, SI LA PARTIDA QUIERES GANAR.

Leyó con voz pastosa.

--¿Con mis… y mi…?—analizó, temblando como un flan, mirándose las manos.

--No, ¡de ninguna manera!—exclamó Katia, fuera de sus casillas.

Ya era suficiente con haberse desnudado, con haberle mostrado sus partes a su hermano y haber quedado tan humillada de aquella forma.

Jan, por su parte, comenzó a sudar. Nunca, nunca en la vida se había comido unas tetas…

Mil y una veces había soñado con ello, pajeándose en la oscuridad de su cuarto, pero jamás se le había ocurrido pensar en los turgentes pezones de su hermana…que, por cierto, no estaban nada mal. Sí, su hermana estaba bien buena. ¡Pero qué diablos…! Sacudió la cabeza para negar aquella idea supuestamente contranatural, intentando desaforadamente sacarla de su cerebro.

--Katy, tenemos que hacerlo…

--¡Ni lo sueñes!—gruñó ésta--¡esto es una mierda!

--Ya, pero…

De pronto, Jan cayó en la cuenta de que había pasado por alto un detalle. Se acercó a la "rueda del tiempo", recordando las instrucciones que les habían sido relatadas, y accionó el pequeño resorte dorado que había en la parte superior de aquel trasto. Las agujas oscilaron indecisas durante unos segundos, y dieron un par de vueltas a la esfera de cristal para detenerse en lo que en un reloj normal serían las doce, marcada esta muesca por el número cinco.

--¿Cinco?...—Jan arrugó el entrecejo--¿cinco qué?

--"Rueda del tiempo", "cinco", está claro, creo yo…--masculló su hermana.

--¡Ah, claro!—exclamó el chico—entonces…se supone que debo lamerte las tetas durante cinco minutos…y acariciarlas…

Comenzó a sentir un extraño calor húmedo en las palmas de las manos, y en su entrepierna, que reaccionó ante aquella idea de forma independiente, sin contar con su cerebro.

Jan era un chico muy activo sexualmente…pero lo era nada más cuando estaba solo. Podía llegar a pajearse infinitas veces en un solo día, pensando en mil brutalidades, pero en la realidad, pocas veces había tenido contacto físico con una chica, porque aunque era bastante atractivo—pelo rubio medio largo, ojos azules, sonrisa amplia y dientes impecables—era terriblemente tímido fuera de casa.

Observó que los pezones de su hermana se erguían ligeramente, como si tuviera allí la carne de gallina. Seguramente sería porque la pobre estaba pasando un poco de frío allí, desnuda en medio de la sala.

--¡Ni de broma me vas a chupar tú las tetas!—bufó ella, tapándose los erectos pezones con su antebrazo. Sentía una enorme ira, y también un regusto amargo en la boca, como si se le hubiera quedado seca. Una sensación extraña, como un remusguillo de nervios, se abría paso dentro de su mismo coño, sin embargo… Se rebeló furiosa contra esta reacción.

--Katy, sólo serán cinco minutos…y podremos terminar con esto…

--Te he dicho que no…--insistió su hermana—hasta ahí podíamos llegar…

Sin hacer caso de la resistencia de Katia, Jan accionó el cronómetro pulsando de nuevo el botón dorado.

--Vamos, niñata, ya ha empezado a contar este trasto…

Se inclinó rápidamente sobre su hermana, como lo hubiera hecho el león de su ficha, y la agarró de las muñecas a fin de separar los antebrazos de ella de sus pechos desnudos. Katia pataleó y se resistió con furia pero, a pesar de que Jan era más joven que ella, éste tenía unos músculos mejor desarrollados, más altura y más fuerza, con lo que por más que ella forcejeó no logró liberarse.

En un momento de aquella lucha, entre gritos e insultos, Katia cayó hacia atrás, quedando tumbada en el suelo, presa de Jan que la sujetaba con la fuerza de su propio peso. Acto seguido, la chica notó con horror como la lengua de su hermano humedecía sus pezones, con terrible rapidez y con cierta ansia—casi con deleite--, lamiéndolos con un punto reseco gracias a la excitación, escupiendo sobre ellos para insalivarlos más, mordisqueándolos suave pero furiosamente como si hubiera perdido el control.

--¡Quita, joder!—manoteó, tratando de desembarazarse de él.

--¡Quieres hacer el favor de estarte quieta y relajarte!—le espetó Jan, separando por un momento los humedecidos labios del pezón derecho de su hermana.

Sin estar muy seguro de que fuera él quien hacía todo aquello, se acomodó aún más entre las piernas de ella, consiguiendo a la par inmovilizarla del todo, y tomó entre sus dedos el otro pezón, que se endureció inmediatamente al contacto de su tenaza tomando la consistencia de un garbanzo de piedra.

"joder, lo está disfrutando" pensó Jan con sorpresa y regocijo, y hundió la cabeza de nuevo entre las tetas de Katia, saboreándolas, cubriéndolas torpemente de saliva, retorciendo con fuerza el pezón que tenía agarrado entre los dedos. Notó la necesidad de restregar algo contra su polla repentinamente dura, y se refregó en el mismo suelo, imposibilitado de hacerlo en otro lugar ya que tenía ambas manos ocupadas inmovilizando y pellizcando a Katy mientras se comía sus pezones de leche.

--Basta, por favor, Jan…

Notaba como se retorcía y jadeaba debajo de él, aunque quizá sin resistirse ya con toda su alma, como había hecho al principio.

Un súbito pitido proveniente de "la rueda del tiempo" le sacó de su tarea, como si el aparato actuara como un cronómetro señalando el final de los cinco minutos.

Respirando rápidamente, algo sudoroso, Jan dio una última lamida fuera de tiempo al pezón de su hermana y se levantó despacio, volviendo a su posición inicial frente al tablero, mirándola a los ojos con inusitada fiereza. No acababa de creerse lo que estaba pasando, pero un orgullo desconocido crecía poco a poco dentro de él, en su pecho.

Katia se irguió despacio, sollozando, limpiándose la saliva de los enrojecidos pechos.

--¡Cerdo!—exclamó--¡eres mi hermano, joder!...

Un pedazo de hielo centelleó en los ojos de él.

--Mira, Katy—dijo en tono algo cortante, intentando controlar la situación—hemos tenido la mala suerte de aparecer aquí…y ahora hay que terminar este puto juego, y no hay más cojones—sentenció.

--Cabrón…--murmuró ella—seguro que se te ha puesto dura…

--Pues claro que se me ha puesto dura—exclamó Jan--¡no soy de piedra!

Katia le miró con los ojos desorbitados.

--¿No has pensado que podemos tomarnos esto de otra forma?...—preguntó Jan, en voz baja.

--Joder, ya veo por dónde vas… ¡serás cerdo!

--No, mira, escucha—murmuró él—ya que estamos metidos en esto, vamos a intentar pasar este trago de la mejor manera posible…es lo más inteligente, ¿no te parece?

--Qué fuerte, no puedo creer lo que oigo…

--Vamos, Katy, reconoce que has disfrutado cuando te he comido las tetas—sonrió levemente, apartando de un soplido un mechón rubio que le había caído delante de los ojos—aunque sea tu hermano pequeño…

Katy miró al suelo, roja de nuevo por la vergüenza.

--Hombre, no lo has hecho mal…

El coño le ardió cuando recordó la sensación de aquellas caricias de fuego húmedo que le había propinado su hermano escasos segundos antes.

--Bueno, pues entonces, haz el favor de relajarte…--propuso él, aún con la brutal erección destrozándole la polla contra los pantalones—Ahora te toca tirar a ti…

Encogida de nuevo para ocultar las curvas de su cuerpo, Katia cogió los dados despacio, no muy convencida, y los arrojó sobre el tablero.

Su yegua de cristal tembló un poco y se desplazó siete espacios por la lisa superficie, los correspondientes al número de la tirada de su propietaria.

CON TU BOCA Y TU SALIVA DE NUEVO, CONTINUAREMOS EL JUEGO

Leyó ante Jan, con la respiración acelerada.

--Vamos, coge la otra carta—apremió él, señalándole la baraja de la izquierda—El tiempo pasa…

Katia leyó varias veces la otra inscripción con los ojos desorbitados.

--¡Oh, no! ¡Esto no, dios mío!

--¿Qué?—inquirió Jan sin poderse contener--¿Qué es lo que pone?

--No, no, no…--se revolvió Katy, desnuda en el suelo.

Jan le arrancó a su hermana la tarjeta de entre los dedos y leyó en voz baja el mandato impuesto en ella.

DENTRO DEL CULO DE TU PAREJA TENDRÁS QUE GOZAR, Y ASÍ PRONTO A LA META PODRÁS LLEGAR.

--Joder…--murmuró Jan, mientras un estremecimiento de vicio recorría su columna vertebral—"dentro del culo"…"con la lengua y la saliva"…

--¡Eso es una aberración!—exclamó Katia--¡no pienso hacerlo!

--Joder, te entiendo, pero no podemos estar así, siempre con esa historia…--dijo su hermano con voz cansada—sabes que tendrás que hacerlo, para continuar jugando…

Sin más dilación, volvió a accionar el botón de la rueda del tiempo, marcando las agujas de ésta la muesca rotulada con el número 15.

--¡Joder!—lloró Katia, sabiéndose atrapada, sin poder creer que tendría que pasarse quince minutos enteros hurgando con la lengua en el culo de su hermano.

--Venga, tranquila—la animó este—ya está contando el tiempo…

Jan se aproximó despacio hacia la cama, preguntándose qué sentiría cuando su hermana le penetrara el culo con la lengua. Nunca nadie le había hecho una cosa así…

Inquieto por aquella nueva sensación inminente, con un poco de miedo, se arrodilló lentamente al borde de la cama, se bajó los pantalones y los calzoncillos, y apoyó el torso sobre el colchón, ofreciéndole a Katy la delicia de sus musculosas nalgas.

--No puedo, Jan…--murmuró ella, visiblemente alterada—de verdad…

--Venga, joder…--murmuró él, tenso por la expectación, con el rabo duro luchando contra el lateral de la cama—terminemos con esto…

Cerró los ojos, y sintió por fin que su hermana se aproximaba y se arrodillaba a escasos metros de su trasero, sollozando.

--Jan, esto no se lo cuentes a nadie…

--Pero cómo lo voy a contar—exclamó—venga, dale…

Y tanto que le dio.

Jan sintió como su tierna hermanita le separaba las nalgas con ambas manos, y la escuchó tomar aire antes de introducir la naricita fría en la raja de su culo. Qué sensación tan deliciosa cuando por fin la lengua de ella se abrió camino en sus secretas profundidades, tímidamente. Sintió un tremendo escalofrío que desde el centro de su ano le recorrió el periné y terminó en su polla, haciéndola crecer en tamaño y en grosor hasta casi reventar.

--Joder…--jadeó, moviendo las nalgas de lado a lado, intentando sentir la dulce lengua de Katia más profundamente—esto es maravilloso…

Por su parte, Katia respiraba aceleradamente, el olor a culo invadiendo sus fosas nasales. Nunca pensó que se excitaría tanto al hacer aquello—y menos aún con el idiota de su hermano—pero el caso era que el coño se le inundaba, repleto, los labios mayores inflamados y colgones en aquella postura que la hacía estremecerse de vergüenza y placer, mientras tapizaba con su saliva el recto de Jan.

Separó aún más las nalgas de su hermano, y siguió chupándole la tirante piel cubierta de unos cuantos pelos castaños…sintió como el culo de Jan se agitaba, elevándose tratando de clavarse más en su boca, las pelotas tensas casi al borde de su barbilla, y metió poco a poco la lengua en el agujerito negro que latía imperceptiblemente. Jan se estremeció.

Hmmmmmm…

En realidad era rico el sabor del culo de su hermano, o eso le pareció a Katia…

Sea como fuere, aquel extraño regusto a establo, a caballo entre lo repugnante y lo delicioso, la estaba poniendo cachonda como una burra en celo, y lamió aún con más ahínco aquel ano apestoso, empapado ya de su propia saliva, hasta el límite que pudo alcanzar.

--Lámeme los huevos…--le rogó su hermano imperiosamente, separando más las piernas y retorciéndose contra el colchón—por favor…

Estimulada por la petición de Jan, los jugos su coño chorreando en pequeñas gotas por la parte interna de sus muslos, Katia se arrodilló más y se llenó la boca del escroto de su hermano, moviendo la lengua con presteza, rozándolo suavemente con los dientes…

Jan ahuecó su cintura para deslizar la mano derecha hasta su latente capullo, y comenzó a masajearlo con la mirada perdida en el techo…joder, nadie le había dado tanto placer en toda su vida…

--Recuerda…—murmuró su hermana sin sacar la boca de entre sus nalgas—el que se corra vuelve al principio…

Jan soltó despacio su polla, y se aferró con las manos al borde del colchón, clavando los dedos hasta que se le pusieron blancos, mientras continuaba retorciéndose de gusto, resoplando contra la negra colcha.

Su hermana le lamía el culo cada vez con más dedicación y con más ansia; se estaba esmerando, la cabrona…qué gustazo, qué delicia…la única putada era no poder correrse a gusto con aquella mamada trasera…

Osciló con sus caderas, clavando su miembro enrojecido y húmedo de líquido pre seminal sobre el lateral del colchón, gimiendo como un animal, acojonado por la cercanía del espasmo final…

Pero por fortuna, antes de que aquello pudiera ir a más, sonó el cronómetro.

--Arf, arf, arf…--Jan abandonó su posición para sentarse en el suelo, jadeando con la lengua fuera como un perro, sin querer subirse los calzoncillos por miedo a que se le descargaran los huevos con el sólo roce de la tela.

Katia respiró hondo y sacó los dedos de su coño chorreante para secarse la boca con el dorso de la mano.

--¿Te has estado masturbando mientras me comías el culo?—inquirió su hermano entre jadeos.

Ella bajó los ojos.

--¿Y qué quieres, si no…?—preguntó.

--¿Te ha gustado?—Jan esbozó una tímida sonrisa mientras trataba de controlar su respiración.

--¡No!—mintió Katia—No, pero…pero es que te has puesto tan cachondo que… me he puesto cachonda yo también…

--Ah, vaya…

Jan se adelantó hacia el tablero y cogió de nuevo los dados con las manos sudorosas; el reloj le decía que no disponían demasiado tiempo para llegar a la meta, y, al ritmo que iban las cosas, no estaba seguro de poder aguantar las casillas que le faltaban sin correrse…

Haciendo un terrible esfuerzo por reprimirse y no agarrarse la polla, que le dolía ya de frustración ante la sola visión de su hermana desnuda, tiró los dados sobre la lámina de cristal.

--Vaya, que suerte…--murmuró Katia, pues Jan había sacado dos seises.

Contempló con impaciencia cómo el león se movía casi hasta la mitad del tablero, y tomó una de las cartas de la baraja "TÚ".

USA TODAS TUS HABILIDADES SALVO TU VIRILIDAD; LA CAJA NEGRA QUE HAY EN EL ARMARIO TE AYUDARÁ

Antes de dirigirse al armario que había junto a la cama, leyó con voz temblorosa lo que ponía en la segunda carta

FUEGO ENCENDIDO EN TU PAREJA TENDRÁS, SI ENTRE LAS PIERNAS LA LOGRAS ESTIMULAR…MÁS RECUERDA QUE SI TE PASAS HACIÉNDOLA GOZAR, A LA CASILLA PRIMERA LA HARÁS REGRESAR.

--Joder…--murmuró Katia—ojalá tuviera en mis manos un porro de cinco metros para digerir esto…

Pero lo que medía no tanto como cinco metros, aunque sí tenía buen tamaño, era lo que Jan extrajo de la temida caja negra que había dentro del armario.

--Madre mía…--murmuró examinando el terrible objeto--¿pero esto para qué es?

--Pues para qué va a ser—soltó su hermana—es un consolador, Jani.

--¿Qué? No, ya, ya… pero…

--Se supone que tienes que metérmelo en el coño, si quieres te hago un croquis…

--Joder…ya…--balbuceó Jan—pero… ¿tú quieres?

--¿Y qué más da si quiero o no quiero?—replicó Katia, aunque no era precisamente la polla de plástico la que quería sentir dentro de ella, sino la de su propio hermano—dale al trasto ese, que quiero ver cuánto tiempo de martirio me queda…--añadió, señalando el cronómetro con un ademán.

"Cómo finge, será puta…" pensó Jan "pero a mí no me engaña, ésta se lo está pasando mejor que yo…"

Sin hacer esperar más a Katia, pulsó el botón dorado del cronómetro. Veinte largos minutos de dulce suplicio les esperaban…a partir de ese mismo momento.

--Ven, usemos la cama—dijo Jan, tomando impulsivamente la mano de Katia—échate mientras yo trabajo…

Katia se tendió sin rechistar sobre las suaves sábanas negras, con un destello de deseo en sus ojos oscuros.

--Dobla las rodillas y separa las piernas…--le indicó su hermano, armándose de valor ante aquel jugoso coño desnudo. Continuaba todavía empalmado desde la incursión de ella en su trasero, con baba de su hermana aún rezumándole del ojo del culo, pero ver aquello, así como la perspectiva de lo que tenía que hacer, le hizo ponerse de nuevo a punto de estallar.

Katia casi sonrió al ver de nuevo la lustrosa erección de su hermano.

--Venga tonto—rezongó—ya que te pones, hazlo bien.

--Ábrete más…--murmuró Jan entre dientes. El aroma a sexo que flotaba en la habitación le estaba mareando— quiero probar ese coñito…

Los gemidos de gozo de Katia se elevaron y resonaron por toda la habitación cuando su hermano comenzó a comerle el coño, al principio con inseguridad y cierta torpeza—lo que no dejaba de darle morbo al asunto—y después ganando en aplomo y habilidad, ayudándose con los dedos para separar los abultados labios mayores. Hundió la cabeza en el sexo abierto de su hermana, metiendo la nariz entre el abundante vello negro, empapándose de aquel olor a hembra salada y caliente…

Besando de esa manera el chochito de Katia, Jan no podía más, con la boca saturada de los líquidos que chorreaba la vagina de su hermana, chapoteando con los dedos y la lengua en aquella ciénaga prohibida de pétalos de rosa…qué caliente estaba la zorra de ella, cómo le ardía el coño…

Ella movía sus caderas arriba y abajo para sentir con plenitud como su hermano hacía palanca con la lengua en su clítoris, golpeándolo con suavidad una y otra vez con ese decidido y viscoso mazo que se movía dentro de ella como un revoltoso reptil.

--Ahhhimm…..Ahhhhh………..Oooohhhh…—gemía.

Jan siguió dando lengüetazos un poco más, hasta que sintió que iba a ahogarse en aquel mar de flujo. Emergió del coño de Katia como un buceador que sale a la superficie del océano, y comenzó a frotarle el inflamado clítoris con dos de sus dedos, sin pudor alguno.

--Ay, Jan, ¡AY!! Ahhh…para tío, que me voy a correr…

Obediente se detuvo y aprovechó para darle unas lentas pasadas a su polla con mano firme, que temblaba dentro de su puño deseando penetrar aquel chochito caliente.

--Jan, métemela…

--¿Qué?—resolló el muchacho, sorprendido.

--Ya me has oído—le exhortó ella—méteme la polla, cabronazo…

--Ya quisiera…--murmuró--¡pero no puedo! "Usa todas tus habilidades, salvo tu virilidad"…eso quiere decir que no puedo metértela, ¿no?

--Ayyyy…--gimió Katia, retorciéndose sobre la cama, terriblemente cachonda—pero solo un poquito…venga…

Jan soltó una carcajada de puros nervios. Era increíble lo que estaba presenciando: su hermana ante él, desnuda en una cama con las piernas abiertas, exigiéndole que la follara…desde luego, ese "sexcitator" volvía loca a la gente…En su alocada cabeza, no supo si aquello era una maldición o un maravilloso sueño…

Entonces enarboló la polla de plástico y penetró con saña el coño de Katia, una y otra vez. La espalda de su hermana se arqueó, y su vagina se tragó aquella morcilla sin oponer resistencia, y cada vez Jan sacaba aquel artilugio de dentro de ella más viscoso y más mojado.

--Ay…ufffff… ¡Dios mío!...—gritaba Katia, acariciándose ella misma mientras Jan la penetraba con aquel rabo de plástico.

"¡Oh, no! se va a correr…" pensó, mirando a su hermana loco de deseo.

--No te corras, Kati, cariño…

--Ah…Ahhhhhhh….

Ella levantaba el culo y se revolcaba sobre las húmedas sábanas.

--Déjalo, déjalooo…—consiguió articular con voz acuosa.

Pero de pronto, algo más fuerte que la coherencia se apoderó de Jan. Sacó violentamente la polla de plástico y se precipitó de nuevo sobre el ingurgitado clítoris de su hermana, lamiéndolo con furia, resollando dentro de su coño, incrustando su polla dura y caliente contra el tierno muslo de ella.

--¡¡Hijo de puta!!—exclamó Katia entre jadeos, sin ser consciente de que acababa de insultar a su propia madre--¡¿Por qué lo haces tan jodidamente bien?!

--Dios, porque me encanta tu coño de zorra…--respondió Jan, tragándose hasta la última gota de todo el salobre líquido que pillaba allí dentro.

No pudieron evitar lo inevitable.

Antes de que se cumplieran los veinte minutos, justo al escuchar aquellas palabras que habían brotado con lascivia de la boca de su hermano, Katia se corrió brutalmente con un largo gemido, culeando contra el colchón, derramando una cantidad de flujos tremenda como si hubiera meado.

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