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Las Chicas del Internado

en Sadomaso

Las Chicas del Internado

Autor: Ricardo Erecto

 

El Barón Luciano Belcuore vivía en un pequeño castillo en las afueras de un pueblo de Italia. Era el dueño de la cadena de prostíbulos más grande de la región, pero él no se ocupaba de los negocios directamente. Solamente probaba las putas que luego trabajaban en sus prostíbulos.

En el castillo vivía también Leticia Norman, su ayudante, que también había trabajado de puta. Ahora organizaba el movimiento de la casa, las dos criadas que servían la mesa, las otras dos en la cocina y las putas que pasaban por el castillo para ser probadas por el Barón. Cuando no había putas en la casa, Leticia o las criadas ponían el culo para Luciano.

En la búsqueda de nuevas putas, Leticia pensó en hablar con la directora del Colegio Internado Conchita Lacogida, prestigiosa institución distante unos 300 km del lugar. Le expuso lo que estaban buscando y la directora quedó en seleccionar lo mejor del internado para que hicieran un curso de perfeccionamiento con el Barón. Así seleccionó a nueve de sus más agraciadas internas y las envió al castillo, previo pago de una suma de dinero para solventar gastos y sobornar a quién fuera necesario.

Cuando llegaron al castillo, Leticia fue la encargada de darles la bienvenida y luego de compartir un refresco para aliviar el calor del viaje, reunió a las nueve jóvenes en el saloncito que disponía de una camilla y les indicó que ella misma se quitaría toda la ropa e invitaba a las jóvenes a hacer lo mismo.

-Estamos entre mujeres y no debemos avergonzarnos de vernos desnudas. Quiero revisar sus cuerpos y preparar un pequeño informe para el Barón.-

Leticia ya desnuda, se acostó sobre la camilla y mostró cómo debían separar las piernas para una buena inspección de la vulva, darse vuelta y separarse las nalgas, luego tomando los pezones con los dedos los movía en distintas direcciones para poder apreciar la firmeza de las tetas.

-Laura, pasa tú primero y muéstrame todas tus cositas.-

La joven obedeció. Se acostó en la camilla para que Leticia la examinara, mientras tomaba algunas notas para el informe final que entregaría al Barón. Una especial revisión debía recibir el culo por la afición de sodomía del dueño de casa. Nunca cogía a las mujeres que se destinarían a sus casas de putas por la vagina sino por el culo.

Así pasaron todas las jóvenes por la camilla que fueron examinadas cuidadosamente por Leticia. Cuando llegó el turno de Liliana, Leticia le prestó una especial atención La joven tenía una vulva muy estrecha y así sería su vagina. Entonces acercándole la espuma y una máquina de afeitar le ordenó que se quitara todo el pelo del pubis y la concha. Sería más higiénico y más cómodo. Así lo hizo, ayudada por Marita.

Al final de la revisión y mientras se vestían les entregó a cada joven una copia del Reglamento del Castillo. En el rubro obligaciones decía, entre otras:

El día que les corresponda guardia, permanecerán desnudas y se asegurarán que el recto esté desocupado para ser penetrado por el Barón. Lo seguirán a todas partes y a menos que se le indique, no dejarán de estar a su lado.

Los días que no estén de guardia estarán vestidas pero deberán obedecer todas las órdenes del Barón, ya sea desnudarse, ser penetradas o poner su cuerpo para ser castigadas.

Solamente les está permitido dar y recibir caricias del Barón. Cualquier actitud sospechosa será castigada

Está terminantemente prohibido masturbarse.

Así seguían otras obligaciones. En la página correspondiente a Derechos decía NINGUNO.

Cuando terminaron de leer el reglamento comenzaron a temer por su integridad física y más precisamente por la integridad de sus conchas y sus culos.

-Esto es casi como ser unas putas al servicio del Barón!. Nosotras vinimos a un Curso de Perfeccionamiento- Dijo una de las jóvenes

-Te diría mi querida niña que no es casi como ser sino que serán unas verdaderas putas para lo que el Barón ordene. Justamente es un Curso de Perfeccionamiento de Putas Sumisas- acotó Leticia, y continuó:

-Aquí se entrenarán y perfeccionarán para trabajar como rameras en los establecimientos que tiene el Barón. Siempre es bueno incorporar carne fresca. Para eso están aquí.-

-Mañana a las seis de la mañana, Liliana tomará la Guardia. Esta primera vez yo te acompañaré para que todo salga como el Barón quiere. Te levantarás temprano, desocuparás tu intestino, te ducharás y a las seis en punto estarás lista para entrar a la habitación del Barón.-

-Señora Leticia, ¿Mañana el Barón me va a desvirgar?.-

-Eso le decide él. Tu debes obedecer sus órdenes, nada más. Ahora prepárense para la cena.-

Se dirigieron al Comedor. El asiento de la cabecera estaba reservado para Luciano. A los costados, Leticia y las jóvenes. Apenas entró el Barón y tomó asiento las criadas que servían la mesa (eran dos) aparecieron con la fuente de la comida. Las dos criadas, Marina y Zulema, aparecieron totalmente desnudas. Dejaron la fuente sobre la mesa y ubicándose a los costados del Barón se inclinaron para mostrar su trasero, quién les dio sendas palmadas como gesto de aprobación.

Mientras comían Leticia le explicó al Barón que las jóvenes habían sido traídas de un internado para hacer un curso de perfeccionamiento. Las jóvenes nunca imaginaron, cuando salieron del Internado, que se trataba de perfeccionarse como putas, pero ya habían sido informadas y convencidas de no rebelarse o sufrir las consecuencias. El Barón acotó:

-Realmente son muy jóvenes. Nunca he reclutado putas tan chicas para que trabajen en las casas. De todas maneras deberán obedecer mis órdenes porque no tendré inconveniente de castigarlas a pesar de su juventud. Pero saben que no quiero marcar sus cuerpos porque en ese caso valen menos. Espero, Leticia, que no te hayas equivocado en la elección de estas putitas.

-Barón, estoy segura que no. Mañana a las seis de la mañana la primera estará esperando en la puerta de su aposento para cubrir la guardia. Obedecerá sus órdenes y creo que podrá disfrutar de todas sus partes. Tiene un culito hermoso.-

-A propósito chicas, quisiera contarles mi primera experiencia cuando la recibí por el culo, comentó Leticia. No tenía la edad legar para trabajar en un prostíbulo pero me las arreglé para hacerlo. No hacía una semana que me había iniciado cuando un cliente me eligió. Nos dirigimos al dormitorio y mientras caminábamos, me acariciaba el culo debajo de la falda.-

-Luego de desnudarme comenzó a acariciarme todo el cuerpo, para luego indicarme que me inclinara y separara los glúteos. Por sumisión o por vergüenza no me atreví a decirle que no. Momentos después sentía como su picha me abría el agujero de manera que parecía me iba a desgarrar.-

-Una vez que la tuvo toda adentro comenzó a bombear y poco a poco se endurecía y se agrandaba más. Cuando finalmente acabó en mi interior, yo sentía un fuerte dolor en el agujero, aunque no fue algo pasajero. El dolor que sentía, aunque más suave, persistió por dos o tres días. Luego me acostumbré y ahora disfruto tanto recibiéndola por adelante o por atrás.-

El Barón, dirigiéndose a Zulema le dijo:

-Zulema, muéstrale a estas jovencitas cómo te pones un consolador en el culo y juegas con él.-

Zulema fue en busca del aparato, Se puso de espaldas a la mesa, se inclinó hacia adelante y comenzó a introducirse un grueso consolador profundamente en el culo. Algunas de las jóvenes miraban con horror el tamaño de lo que se estaba metiendo por el agujero. Cuando ya lo tenía totalmente metido, Luciano le indicó que besara y lamiera la concha de Leticia. De inmediato Zulema, manteniendo el consolador en el culo, se metió debajo de la mesa y comenzó con su tarea. Poco después Leticia se calmaba con un profundo suspiro.

-Ahora, dijo Luciano, que cada una de ustedes le ponga y le saque el consolador del culo de Zulema, para que vean cómo es.-

Terminada la cena cada uno se dirigió a su dormitorio. Las nueve pupilas estaban conmocionadas. Tenían la seguridad que nunca más volverían al Internado y que habían sido engañadas para finalmente ser unas putas en un prostíbulo. En realidad el futuro que les esperaba era un poco más riguroso que ese.

Al día siguiente, a las seis en punto Liliana estaba frente a la puerta del dormitorio del Barón, totalmente desnuda, esposada y con grilletes en los tobillos. Estaba acompañada por Leticia quién golpeó la puerta. Desde el interior el Barón indicó que pasaran.

-Esta es la puta Liliana que está ansiosa por complacerlo y mostrar lo obediente que es. Se me ha ocurrido que en esta oportunidad se presentara ante Ud. encadenada para mostrar su sumisión. También le he hecho depilar la concha porque a pesar de que conozco sus gustos por sodomizar a las jóvenes, esta vagina puede satisfacerlo, especialmente porque es virgen. Hace tiempo que no vienen por aquí putas vírgenes.-

-Sabes que me gusta penetrarlas por el culo pero probaré metérsela por adelante como sugieres. La vista de esta jovencita encadenada me ha excitado. Leticia, puedes retirarte que voy a gozar de la puta Liliana.-

Por su parte Liliana no pudo contener las lágrimas. La trataban como una puta sin la menor consideración. Sería muy pronto desvirgada y violada por el culo. Luciano le cambió la posición de las esposas fijándole ahora los brazos en la espalda. Le indicó que se acostara en el suelo. Le retiró los grilletes de los tobillos.

La vista de esa conchita, tan pequeña y depilada lo excitó. Luego de separarle las piernas le acarició el clítoris. Liliana, que en un principio estaba temerosa y no podía contener las lágrimas, ahora sus ojos brillaban pero de lujuria. Luciano continuó tocándola largo rato hasta observar que todo el conducto vaginal estaba bien lubricado. Luego la penetró y acabó dentro de ella. Por su parte la joven no gozó de la penetración. La rotura del himen le resultó más dolorosa de lo que pensaba.

Después de tanto tiempo de coger por el culo a las jóvenes que pasaban por sus aposentos, redescubrió las bondades de una buena vagina. De todas maneras hizo dar vuelta a Liliana para penetrarla también por el ano.

Liliana estaba tensa. Nunca se hubiera imaginado que un hombre se la metería por el culo. No tenía información pero suponía que sería doloroso.

Sintió cómo Luciano le lubricaba la entrada, le separaba las nalgas y la glande apoyaba contra el ano. Intentó cerrar el culo pero un pellizcón del Barón en las tetas le hizo comprender que era mejor relajarse. Poco después sentía el pene del Barón completamente adentro suyo.

El Barón más tarde comentaría con Leticia lo agradable que le había resultado el polvo por la vagina, pero también por el culo, tan apretadito, tan virgen, tan sumiso.

En la cena el Barón le indicó a Liliana que separándose las nalgas mostrara la entrada del culo a cada uno de los presentes. Comenzando por él mismo, siguiendo por Leticia, las criadas que servían la mesa y finalmente a las ocho putas presentes. Debía además indicarles cómo había sido desvirgada y que la había recibido por primera vez también, por el culo.

Con vergüenza y lágrimas en los ojos obedeció, narrando con detalles cómo fue desvirgada y luego su culo debió recibir también el pene del Barón. Fue obligada a narrar todos los detalles.

Como era previsible Liliana cometió algunos errores durante el día y el Barón prometió castigarla en la noche por las faltas cometidas. La joven ya había recibido algunos paletazos y golpes de fusta en el culo cuando estaba en el Internado, pero supuso, adecuadamente, que Luciano sería más riguroso con ella.

Luego de la cena Luciano condujo a la joven Liliana al ático del castillo. Allí sería azotada. Le ató las muñecas con una cuerda que fijó a una de las vigas del techo. Llamó a las demás pupilas que debieron sentarse en el suelo alrededor de Liliana. Leticia también participaría de la ceremonia, que fue quién leyó la sentencia.

-«La puta Liliana es condenada a los azotes en el culo y la espalda por los siguientes delitos cometidos en el día de hoy:

a)No haberse lavado el culo en horas de la tarde.

b)Haber sido reticente a succionar el pene del Barón luego del almuerzo

c)Haber sollozado cuando estaba próxima a ser desvirgada y su culo violado

d)No haber mostrado adecuadamente el culo durante la cena a las demás putas presentes.

Recibirá diez azotes en el culo y ocho en la espalda.»

Acto seguido Luciano comenzó con una fusta descargando los diez azotes en el culo. Cada uno de los mismos era acompañado por un gemido de Liliana. Las demás putitas tomaban conciencia que eso mismo les pasaría a ellas en los próximos días.

Luego tomando un látigo de cola de más de un metro aplicó los ocho azotes en la espalda, también acompañada de gemidos e imploraciones de perdón. Al finalizar eran nítidas las dieciocho marcas en el joven cuerpo.

La mañana siguiente estaba de guardia Laura, una joven tímida que temblaba como una hoja ante la sola idea de presentarse desnuda frente a un hombre. Para colmo sus muñecas esposadas y con la parte central de las esposas unidas a la parte posterior de un collar que rodeaba su cuello, la obligaba a tener sus tetas erguidas y sin posibilidad de cubrir parte alguna de su cuerpo. No había sido depilada en su pubis. Cuando se cerró la puerta tras ella se le aflojaron las piernas, tanto era su miedo.

-Puta Laura, veo que estás temblando. ¿No te gusta ser violada por quién es el dueño de la casa de putas dónde vas a trabajar?. No me obligues a castigarte desde tan temprano. Además espero que tengas el intestino desocupado para clavarte en el culo.-

Laura se puso de espaldas esperando la entrada del pene. Luciano le separó las nalgas y comenzó a empujar. El virgen agujero trasero de Laura comenzaba a dilatarse no sin un intenso dolor. Luego de algunos movimientos de vaivén, cuando ya tenía todo el pene introducido en el recto, lo retiró y le ordenó acostarse de espaldas en la cama, le separó las piernas y comenzó a penetrarla por vagina.

Las lágrimas brotaban de sus ojos sin cesar. El culo le había quedado dolorido y ahora la ruptura del himen también le causaba un intenso dolor, que quizás fuera más psíquico que físico. Luciano acabó en su interior. La joven había cuidado mucho su virginidad y acababa de perderla de la manera más ignominiosa.

Al finalizar la cena se le ordenó que mostrara con todo detalle su concha a los presentes. Laura, muy avergonzada se inclinó hacia atrás y separó los labios de la vulva para mostrarle sus intimidades primero al Barón, luego a Leticia, las criadas y las demás jóvenes. También había cometido algunas faltas y sería castigada. Leticia leyó los cargos y la sentencia.

a)Por temblar cuando iba a ser violada

b)Tener abundante pelo que ocultaba su vulva

c)No mostrar adecuadamente la concha durante la cena

d)Haber dudado en aflojar sus nalgas para ser penetrada por el culo

Recibirá diez azotes en el vientre mientras permanece colgada de sus muñecas durante una hora.

Laura fue izada por sus muñecas, quedando su cuerpo balanceándose mientras Luciano fue en busca de una disciplinas con las que comenzó a castigar el vientre de la joven. Ésta gimoteaba y lloraba al recibir cada azote, mientras sus compañeras se angustiaban por el sufrimiento de la joven. Luego de una hora la bajaron para dirigirse nuevamente al dormitorio de Luciano hasta terminar su guardia.

En vista que al Barón le había resultado satisfactoria la introducción por vagina, ordenó a Leticia que todas se depilaran ya que se las cogería por ese agujero.

-Debo confesarte Leticia que has tenido buen ojo en instarme a que se la metiera por adelante. Tanto tiempo sodomizando a las putas que ya casi me había olvidado de sus conchitas. ¿Quién será la puta que viene mañana?.-

-Barón Luciano, mañana Anabel será la encargada de darle placer. Estará depilada como lo ordenó. Le pido que dedique especial atención a sus tetas. Tiene unos pezones que sin duda le gustarán y serán requerida cuando la enviemos a trabajar a la casa de putas.-

-¿Algo para comentar de su culo?-

-Nada especial. Tiene su culito virgen por lo que la introducción de su miembro le resultará doloroso. Pero no olvide jugar con su cuerpo.-

-Bien Leticia, espero a Anabel. Prefiero que no sea tan llorosa como Laura y asuma que ahora no es más que una puta que debe complacer con alegría a sus dueños.-

-Creo que Anabel no es de las putitas llorosas. Luego que la viole en la mañana conviene que la lleve a pasear fuera del castillo encadenada. Le pondré un collar con una correa para que la pueda conducirla mejor. Allí podrá apreciar cuán resignada está de su destino. Yo la instruiré que si no obedece será muy duramente castigada.-

A la mañana siguiente se presentó Anabel como estaba previsto. Su conchita depilada llamó la atención de Luciano que, como dijimos antes, había redescubierto ese órgano femenino. También sus pezones, que se dedicó a acariciarlos, retorcerlos y masajearlos por lo que poco después estaban rozagantes y turgentes. Luego la acostó sobre las cama para violarla, pero la puta tuvo una primera reacción de rebeldía al cerrar sus piernas. Luciano las separó con fuerza y la violó, acabando en su vagina.

Continuó jugando con sus tetas para luego indicarle que se pusiera el pene en la boca hasta que adquiriera el tamaño necesario para penetrarla por el culo. Anabel recordó la historia de Leticia y el dolor que le provocó la primera penetración anal. Sabía que no tenía alternativa por lo que comenzó a pasar la lengua y chupar la pija hasta que se puso dura nuevamente.

Luciano le indicó que se pusiera en posición para la penetración anal. Anabel trató de relajar el agujero todo lo posible, se separó las nalgas y aguardó la entrada que comenzó casi de inmediato. Quizás por las prevenciones previas, por la relajación lograda o por el tamaño del miembro de Luciano, no le resultó tan doloroso como esperaba.

Poco después le ordenó que se pusiera un vestido, de tela muy fina, escotado y de falda corta, colocó la correa en su collar y le indicó que saldrían a caminar. Anabel comprendió que sería humillada en público. No tenía ropa interior, con un vestido que parcialmente transparentaba su cuerpo y de reducidas dimensiones y con un collar y correa. Esto superaba sus expectativas más negativas pero las advertencias de Leticia le hizo desistir de cualquier intento de resistencia. Salieron a la calle.

Obviamente Anabel era el centro de todas las miradas pero todavía sufriría alguna humillación adicional. Entraron a un comercio de artículos de seguridad y Luciano, dirigiéndose al vendedor, que ya conocía le dijo:

-Giancarlo, dame unas esposas para esta perra. Tengo miedo que se escape.-

El vendedor trajo un par que mostró a Luciano. Éste, conforme con el producto, le indicó a Anabel que se diera vuelta para colocárselas con los brazos en la espalda. Una vez cerrada sobre sus muñecas comentó:

-Ahora está mejor. No quería que se escapara. Es una puta nueva y joven. Muchas veces son un poco rebeldes. No sé si colocarle también cadenas en sus tobillos. Sería una buena manera de humillarla más.-

Giancarlo: -Parece que tiene un lindo cuerpo. Veo que sabe elegir bien don Luciano. Por otra parte me parece que no necesita grilletes en los tobillos. Sería demasiado para esta puta.-

Luciano: -Sí, mira que lindo culo.- dijo mientras levantaba la pollera mostrando el trasero desnudo de Anabel.

Giancarlo: Veo que no tiene bombacha. A ver, déjeme mirar de adelante. Ahhh! Está depilada. Don Luciano, ¿Cuándo la manda a la casa de putas?. Quiero ser uno de los primeros en cogerla.

-Ya te avisaré Giancarlo. Cuando la veas totalmente desnuda, lista para coger, verás que no serás defraudado. Es un placer metérsela tanto por adelante como por atrás. Pero ahora nos vamos. Quiero hacer otras compras. Adiós Giancarlo.-

Siguieron caminando. Ahora Anabel debía usar también las esposas. Su vergüenza era indescriptible. Llegaron a otro comercio, una joyería.

-Quiero comprar unas anillas de oro para ponerle en la concha a esta puta. ¿Qué me pude ofrecer?-

-Primero debemos saber cómo quiere las anillas. Que la puta se acueste aquí y abra las piernas para que Ud. me indique el tipo de anillo y la ubicación exacta.-

Anabel debió acostarse, subirse la pollera y separar las piernas. De su rajita asomaba un clítoris duro, firme, rosado, hermoso. El vendedor trajo una colección de anillas y separando los labios de la concha de Anabel comenzó probar el efecto de las distintas anillas. Finalmente Luciano eligió un par para colocar una en cada labio exterior.

-¿Quiere que se los coloquemos ahora o prefiere hacerlo Ud. Sr. Luciano?

-No, dejaré que lo haga Leticia. Es hábil y quiero que cuando se las ponga estén presentes las otras putas.-

Se retiraron del local y se encaminaron nuevamente con rumbo al castillo. Una vez allí y luego que se le retiraran las esposas, Anabel debió desnudarse nuevamente y no pudo contener el llanto por la amargura de lo que acababa de vivir.

-Sabías que si te ponías a llorar, por la noche serás castigada. Veo que te gusta recibir unos buenos paletazos en el culo.-

-Sr. Luciano. Me resulta difícil soportar tanta humillación. Habrá visto que me he comportado como Ud. esperaba durante el paseo, pero no puedo contener mi angustia. ¡Déjeme llorar!.-

Durante la tarde Luciano penetró dos veces a Anabel. Realmente esta jovencita había satisfecho muy bien todas sus fantasías. Por la noche sería anillada, cosa que comentó con Leticia quién sería la encargada de hacerlo.

La cena transcurrió sin novedades y al finalizar la misma Luciano anunció que todos debían dirigirse al ático

También debían hacerlo las criadas Marina y Zulema y las dos cocineras. Una vez en el lugar Anabel debió acostarse en una mesa de madera a la cual fueron fijadas por medio de correas sus muñecas, su cintura y sus tobillos, cuidando que las piernas quedaban bien separadas y las vulva expuesta.

Leticia primero leyó los cargos y la sentencia.

a)resistirse a ser violada

b)por ser reticente a pasear por la calle esposada y llevada con una correa de su cuello.

c)Llorar al regreso a la casa

Se le colocarán pinzas cocodrilo en los pezones y en los labios de la boca, que se dejarán durante una hora. Además recibiría 20 azotes en el vientre

Anabel se estremeció pensando en las puntas que se clavarían en estas sensibles partes, pero hizo un verdadero esfuerzo para no quejarse por temor a castigos más severos. Luciano procedió a colocarle dos pinzas en cada pezón, tres en el labio superior y tres en el inferior de su boca. Los ojos de Anabel se llenaron de lágrimas.

Luego tomando un látigo comenzó a descargar, lentamente, los azotes sobre el vientre. Con cada golpe el cuerpo de Anabel se estremecía pero no se quejaba. Sucesivas marcas iban apareciendo en la delicada piel de la joven.

-Ahora que he finalizado el castigo, Leticia procederá a colocarle una anilla en cada labio de la vulva. Esta anilla expresa la especial consideración que tendré con Anabel. Leticia perforará cada labio con una aguja especial y luego de pasar la anilla lo cerrará para siempre. Para sacarla será necesario una pinza especial para cortarlo. Mi querida puta, deberás soportar el dolor de la perforación ya que la haremos sin ningún tipo de anestesia.-

Si bien Anabel sabía que sería anillada esa noche, tuvo la ilusión de que le aplicarían algún calmante. Estaba claro que debería soportar no solamente los cocodrilos en su boca y tetas sino que sufriría en la concha también. Mientras estaba sumida en estos pensamientos sintió el primer pinchazo. No pudo contener un grito de dolor.

Leticia introdujo la anilla en la perforación y la cerró. De idéntica manera procedió con el otro labio de la vulva. Las criadas ya habían visto sólo una vez anillar a una joven. Las demás chicas no podían imaginar semejante cosa y el dolor que habría implicado para Anabel. Todas estaban temerosas de su futuro.

Pasada la hora desde que se le habían puesto los cocodrilos en su cuerpo, Luciano procedió a retirarlos. Cada uno que secaba era un dolor intenso que la puta experimentaba. Cuando retiró el último del pezón derecho sentía un intenso dolor en la boca, la concha y las tetas. Estaba desolada.

Luego le aflojó las correas y como broche final de la noche procedió a penetrarla por el culo, único agujero que no había sufrido ningún castigo. Por supuesto lo hizo en presencia de todas las mujeres de la casa. A Leticia le llamó la atención la naturalidad con que Anabel, cuando le fue anunciado que sería enculada, se inclinó hacia delante y tomando sus glúteos con las manos los separó para dejar el ano listo para ser usado.

Allí mismo Leticia anunció que la guardia del día siguiente sería cubierta por Anita.

-Ya conoces las normas por cual mañana te presentarás en el dormitorio del Barón para ponerte a su disposición.-

Lo acontecido con Anita no defería de lo sucedido con las otras putas que habían estado de guardia. Fue penetrada por sus tres agujeros pero el Barón disfrutó en descargar su leche en la boca de Anita, cosa que le producía una cierta repugnancia tener que tragarse el semen. Sin embargo no le disgustó ser desvirgada. Tanto la primera penetración por la vagina como la primera por el culo, auque algo dolorosa, habían cubierto su cuota de ansiedad de coger, estimulada, seguramente, de ver tantas penetraciones y tantas mujeres desnudas, sumado a algunas historias que había contado Leticia.

Comenzó a convencerse que estaría muy a gusto en el prostíbulo, cogiendo con cuanto cliente la eligiera. Tenía la esperanza que no le pidieran que chupara penes y que acabaran en su boca, pero si eventualmente tenía que hacerlo, esperaba estar compensada con una sucesión de penes penetrando en un coño.

No estaba, todavía, muy convencida de que la penetraran por el culo. Como se ha dicho, su reciente experiencia con el Barón había sido un poco dolorosa. Por la noche, como era casi inevitable, fue castigada delante de las otras ex pupilas del internado.

Luego pasaron por el dormitorio del Barón, las putas Jimena, (fue violada en la cama pero con las manos y pies atados a los extremos de la misma). Carlota, ( Violada por sus tres agujeros en presencia de Leticia). Graciela, (Violada mientras permanecía con sus manos atadas a la rama de un árbol en el parque del castillo). Marita (cogida luego de recibir seis paletazos en el culo como una colegiala rebelde) y Romina (violada mientras debía chupar la concha de Marina, la criada). Siempre a razón de una por día, todas vieron roto su himen, que tan cuidadosamente habían guardado. Al cabo de nueve días de permanencia en el castillo las nueve jóvenes habían sido penetradas por sus tres agujeros. La única que debió salir a la calle fue Anabel.

A partir del décimo día continuaría una de guardia, siguiendo la secuencia anterior y las otras ocho deberían dedicarse al cultivo de las flores y arreglo del gran jardín que rodeaba el castillo. Permanecerían desnudas bajo la atenta mirada de Leticia. Un poco de sol y aire les vendría bien además de un poco de distracción.

Siempre había por el parque algunos hombres que miraban con lujuria los cuerpos desnudos de las jóvenes. A pesar que era una experiencia por la cual habían pasado muchas veces, esos trabajadores siempre tenían una erección al verlas.

Justamente luego del almuerzo del décimo día (estaba de guardia Liliana), Leticia preguntó a Luciano qué le había parecido la experiencia de estos últimos días.

-Nunca pensé Leticia que lo iba a disfrutar tanto. Estas putitas me han dado muchas satisfacciones. No sólo esos culitos vírgenes, tan cerrados sino también esas conchitas vírgenes depiladas. Ha sido una excelente decisión la tuya de buscar jóvenes en el internado. Veré de cogerlas unas veces más y luego las empezaremos a enviar a las distintas casas que necesitan putas. A Anabel la dejaré última porque estoy pensando en algo que cuando lo tenga decidido te lo contaré.-

-Me gustó mucho eso de que fuera anillada. Es posible que la próxima vez que esté de guardia la saque a pasear nuevamente, pero esta vez sólo cubierta por un vestido algo más transparente que el anterior, esposada y con grilletes en los tobillos. Será una buena humillación para ella.-

-Barón, creo que podrá educarla bien de esa manera. ¿No le parece conveniente no enviarla de inmediato como puta a alguno de los prostíbulos para que se quede aquí un poco más de tiempo? Podría cogerla por el culo y la concha y realizar todas sus fantasías y continuar disfrutando de ese cuerpo joven.

-Es una posibilidad. Me has robado mi pensamiento. Te adelanto que estaba pensando en retenerla para castigarla un poco más. No solamente sacarla a la calle para humillarla sino también torturarla aunque quede marcada. Pero ahora quiero volver a mi dormitorio para divertirme con Liliana.-

Las nueve jóvenes se estaban resignando rápidamente a su nueva condición de putas. Sabían que pronto serían enviadas a los prostíbulos del Barón, aunque mientras tanto si bien debían coger una vez cada diez días casi a diario varias de ellas recibían algún castigo por faltas reales o imaginarias que habían cometido. En cualquier caso se evitaba que quedaran marcas permanentes.

Así era que debían soportar vibradores en el culo o la concha, permanecer atadas a postes, columnas o árboles, encadenadas, atadas o colgadas u otras técnicas de «bondage».

Si bien cuando llegaron al castillo no imaginaban lo que les aguardaba, ahora después del tiempo transcurrido estaban felices de convertirse en putas. Después de todo desde hacía tiempo tenía unos deseos enormes de coger y se aproximaba la posibilidad de tener sus conchas ocupadas muchas horas por día. ¿Qué más podían pedir?. Alguna de ellas, a pesar de su rechazo inicial, habían descubierto que les resultaba gratificante tener una picha en la boca y acariciarla con la lengua, para luego sentir la leche caliente llegar a sus gargantas

Había pasado algo más de un mes y medio desde la llegada de las jóvenes al castillo cuando el Barón decidió enviar a dos de ellas a una de las casas de putas. Las elegidas eran Anita y Graciela.

Reunió a las nueve jóvenes una mañana y solemnemente anunció:

-He decidido que las putas Anita y Graciela sean trasladadas a La Fiorella, uno de mis prostíbulos. Comenzarán a trabajar para ganarse el sustento. Son putas jóvenes y atraerán muchos clientes. Espero no tener la menor queja de los clientes, porque en caso contrario regresarán a este castillo donde se les aplicará el castigo que merecen. Ninguna de ustedes conoce todavía las celdas del castillo. Si debo alojarlas allí, no la pasarán bien. Ahora voy a interrogarlas. Imaginen que ya están en La Fiorella. Anita, tú responderás a mis preguntas.-

-Puta, ¿Qué tienes para darme?-

-Mis tres agujeros y todo mi cuerpo.-

-¿Te gusta que te la meta por el culo?.-

-Si el señor quiere metérmela por el culo, yo lo complaceré con gusto.

-¿Te gustaría que te azote?-

-Ya le he dicho que tiene todo mi cuerpo para hacerle lo que guste. Mientras Ud. pague al encargado del prostíbulo lo que corresponda, puede hacerme lo que quiera.

-¿Te gustaría que te torture en la concha?.-

-Seguro que sí. Es una de mis partes más sensibles y la más cara de mi cuerpo. Será un negocio extra para el dueño de esta casa.-

-¿Te han meado alguna vez en la cara?.-

-No señor, pero si es gustoso de mearme en la cara, hágalo.-

-¿Te has metido consoladores o vibradores en la raja o el culo?-

-Tenemos prohibido satisfacernos de alguna manera. Sólo debemos satisfacer a nuestros clientes y que descarguen su leche. Nosotras somos putas para complacerlos en todo. Nuestros deseos o gustos no cuentan.-

 

-Bien Anita. Graciela, ahora tú responderás mis preguntas. ¿Te gusta tragar la leche de los clientes?-

-Señor, siempre que me lo permiten trago el semen de mis clientes. Me gusta mucho.-

-¿Por qué tienes la concha depilada?-

-Es una norma de la casa por higiene y para ser penetrada más fácilmente.-

-¿Te gusta trabajar de puta?.-

-Por supuesto. Desde muy chica quise ser puta y este lugar me permite cumplir mis deseos.-

-¿Otros miembros de tu familia también son putas?.-

-No señor. La única puta soy yo. Es una lástima que mis hermanas y primas no sean putas. No saben lo que se pierden. Les he insistido pero aun no se han decidido.-

-¿Quieres que me queje de tu comportamiento al Barón?-

-El Barón me castigaría sin piedad, pero si Ud. goza pensando que seré torturada, quéjese al Barón. Quizás le permita, a un costo extra, asistir cuando reciba el duro castigo que me impondrá o participar Ud. mismo torturándome.-

-¿Te han torturado en concha alguna vez?.-

-No señor. Nunca fui torturada en la concha, pero si algún cliente lo desea, no me negaré. Estoy aquí para complacer todo lo que los hombres quieran hacerme.-

-¿Has trabajado de puta antes de hacerlo aquí?-

-No señor, Este mi primer trabajo. El dueño y amo de este lugar me ha enseñado los secretos de la profesión. He aprendido muchas cosas pero seguramente deberé aprender más. Aspiro a ser la mejor puta del prostíbulo.-

-Bien, se han comportado como verdaderas putas sumisas. Estaba seguro que ya estaban en condiciones de comenzar a trabajar. Ahora les colocaré un cadena en el cuello con el nombre grabado. Anita Mastángelo será de ahora en más Marilina, sin apellido. Has perdido tu nombre original y tu apellido Serás simplemente la puta Marilina. En cuanto a Graciela Leone, serás la puta Bettina, y nada más. Esos serán los nombres con los que se identificarán en el trabajo. Tienen terminantemente prohibido volver a usar los nombres originales.-

-Las llevarán un auto a la casa de putas. Por seguridad tendrán los tobillos atados y en los muslos dos medias lunas que se traban entre sí para que se ajusten a sus piernas. Estos grilletes de los muslos tienen fijo en la parte superior un juego de esposas que se ajustarán a sus muñecas. Así estarán sin posibilidades de moverse.-

-Espero no tener que volver a verlas en este castillo, porque eso implicaría que no se han portado bien y eso me pone furioso. Una sola vez me ocurrió y luego de aplicarle yo los castigos que consideré convenientes, la entregué a un torturador profesional para que se encargara de ella. Luego no pudo más ejercer la prostitución. Pueden imaginarse el estado en que quedó.-

-Antes de retirarse quiero que muestren sus conchas a todos los de la casa. Las demás chicas quiero que besen esas rajitas a modo de despedida.-

Luego de la despedida, se acercaron al auto y luego de ubicarse en los asientos se le colocaron las restricciones y partieron rumbo a su nuevo destino. De regreso en la casa, el Barón se reunió a las siete restantes.

-Ya hemos ubicado a dos de las putitas que tenemos. Continuaremos con Uds. enviándolas a otros prostíbulos de mi propiedad. Sus familiares no sabrán nunca más dónde están, de manera que la única opción será trabajar de putas para mí. Ha sido una buena idea la de Leticia de conseguir material en el Internado. Hacía tiempo que no lograba hacer trabajar a putas así jóvenes. Supongo que serán dóciles y seguirán las indicaciones de la encargada de las casas donde serán enviadas. Caso contrario ya saben lo que les esperan.-

Todas callaron. Carlota estaba de guardia y las demás se dirigieron a sus tareas. Mientras tanto además de continuar sufriendo algunos castigos, tomaban plena conciencia del futuro que les aguardaba. La semana siguiente fue el turno, para ser transferidas, de Laura y Marita, las que también fueron interrogadas y más tarde encadenadas para dirigirse a otro de los establecimientos del Barón.

-Laura será ahora la puta Yvette y Marita la puta Ingrid. Voy a interrogarlas, primero Yvette.-

-¿Qué has aprendido en el Castillo?.-

-A ser una puta complaciente y sumisa.-

-¿Le entregas también el culo a quién lo solicita?.-

-Por supuesto. Todos mis agujeros están dispuestos para el uso que quiera darle quién me elija.-

-¿Cómo aprendiste tu profesión?.-

-De muy pequeña fantaseaba con trabajar en una casa de putas. Por fortuna el Señor Barón me enseñó muchas cosas de esta profesión, pero quizás la más importante fue saber ser completamente complaciente con mis clientes.-

Ahora que conoces un poco más la vida de las putas,¿no te gustaría dedicarte a otra cosa?.-

-La vida de puta me atrae. Solamente dejaría esto para ser una esclava sumisa de algún amo muy riguroso.-

-Bien, ahora pasemos a la puta Ingrid. Cuando fuiste violada por primera vez por el culo, ¿te gustó?.-

-No señor, porque no tenía experiencia. Esa vez tuve miedo como una tonta. Ahora que estoy acostumbrada a recibirla por todos lados me gusta que me cojan, especialmente por el culo.-

-¿Te han azotado en el culo alguna vez?-

-Muy pocas veces. Por eso estaré gustosa si su cinturón impacta en mis nalgas.-

-¿Qué tal eres con la pija en la boca?.-

-Dicen que soy muy buena chupándola y acariciándola con la lengua. Me apasiona el sabor de las primeras gotas de semen.-

-Si te dan una propina por tu comportamiento, ¿Qué haces?.-

-Todo lo que gano no es para mí sino para el dueño de la casa. Por lo tanto entrego todo al administrador. Yo soy sólo una puta que debe servir a los clientes.-

-Bien, ambas están en condiciones de trabajar. Encadénenlas y súbalas al auto para llevarlas al lugar de trabajo, luego que las demás besen las conchitas de estas rameras.-

Una semana más debieron esperar Carlota y Liliana. El Barón tenía previsto enviarlas el miércoles, por lo que el día martes, más allá de la que estaba de guardia, castigó severamente a ambas, simplemente por gusto. Al día siguiente luego de ser encadenadas como las anteriores, las envió a otra de las casas de putas.

Jimena y Romina debieron soportar otras vejaciones, como permanecer desnudas en el parque mientras los jardineros arreglan el jardín u otros hombres hacían tareas de mantenimiento, preguntándoles a cada uno, luego de mostrarle sus intimidades, cuánto pagarían para disponer de sus cuerpos, etc., antes de ser remitidas a su destino final. Finalmente quedaba sólo Anabel, quién viéndose que no era enviada con la última remesa, se atrevió a preguntarle a Leticia qué harían con ella.

-El Barón quiere tenerte unos días para torturarte. Mañana entregarán nuevos muebles e instrumentos especialmente diseñados para el castigo de mujeres. Hasta ahora había sólo celdas para alojar a las putas para castigar, pero por suerte ahora tendremos más cosas.-

-Luciano tiene especial interés en oír tus súplicas, gemidos y sollozos mientras te tortura. Serás sometida a algunos experimentos que ha ideado. Espero que no arruinen tu cuerpo como para que nunca más puedas trabajar de puta, pero no aseguro que no queden con marcas que muestren las torturas inflingidas. Quizás más adelante te envíe a algún prostíbulo o te entregue como esclava.-

Anabel quedó desolada. Ya le había costado aceptar ser una puta pero ahora ser una esclava para ser torturada por el Barón, sobrepasaba todo lo que podía imaginar. Tuvo miedo pero no pudo meditarlo demasiado. Se acercaba el Barón con unas cuerdas y un látigo en la mano.

-Te llevaré al parque para atarte a un árbol y azotarte. Este látigo que he conseguido creo que te resultará doloroso. Por suerte mañana ya tendremos otros elementos para torturarte en la concha.-

Ambos se encaminaron hacia un añoso árbol a una de cuyas ramas fueron atadas las manos de Anabel, muy por encima de su cabeza. Ahora estaba desnuda, con los brazos en alto y todo su cuerpo a merced del Barón que blandía un temible instrumento. Levantó su brazo para descargar un sonoro golpe con el látigo en el culo de la muchacha. Siguieron muchos más mientras desesperada pedía que cesara el castigo.

Mientras tanto Leticia estaba en comunicación con otras instituciones que pudieran suministrarles jóvenes para el Barón. Se puso en contacto con la Directora de «Jóvenes Desorientadas», una entidad que ayudaba a las jóvenes huérfanas a encontrar su camino. Leticia le explicó detalladamente para qué el Barón quería las chicas y la directora quedó en seleccionarle algunas.

Aguardando que llegara la nueva carga de carne fresca, el Barón se entretenía con Anabel. Aparte de las torturas que aplicaba en todo su cuerpo, que hacían gemir a la muchacha con desesperación, una tarde salieron del castillo, caminando por el pueblo. En esta oportunidad Anabel vestía solamente un vestido de reducidas dimensiones, sin ropa interior, Un collar rodeaba su cuello, del cual pendía una pequeña campanita que tintineaba al caminar, esposas en sus muñecas, grilletes en sus tobillos y una cadena que luego de rodear la cintura, pasaba entre sus piernas, hundiéndose en la vulva.

Debido a lo corto del vestido, que dejaba parte de su culo a la vista, también podía observarse, tanto de frente como de atrás, la cadena que pasaba entre sus piernas, pero la mayor humillación la sintió cuando el Barón le indicó que entraran a un bar porque él quería tomar una gaseosa. S sentaron en una mesa, mientras Anabel continuaba esposada. Al sentarse se levantó parcialmente la falda, dejando al descubierto parte del culo desnudo con la cadena pasando entre los glúteos.

Como sus brazos estaban esposados en la espalda no podía arreglarse la falda en la parte delantera, por lo que el Barón pidió a quién les servía, que le levantara la pollera para que quedara a la vista la cadena que pasaba entre las piernas de la joven y, por supuesto, también su concha depilada. El mozo que los atendía no pudo menos que dejar escapar una exclamación cuando observó a la joven sin bragas y con la cadena en los labios de su coño.

-Don Luciano ¡cómo tiene dominada a esta puta! ¿La enviará a una de sus casas?-

-Posiblemente. Por lo que veo tienes ganas de cogértela, pero debes esperar a que trabaje en alguna de mis casas.-

El barón bebió lentamente su gaseosa mientras todas las miradas de los parroquianos se fijaban en Anabel, que trataba de ocultar su rostro, rojo de vergüenza. Luego de unos minutos, se levantaron para continuar la caminata de regreso al castillo. Había sido una experiencia más de las humillaciones a que debería acostumbrarse. Por otra parte el roce de la cadena en los labios irritaban cada vez más su concha.

Llegado al castillo y luego de quitarle el vestido acercó a Anabel a un poste que tenía una argolla fija a unos 70 centímetros del suelo, altura que coincidía con las anillas que tenía colocadas en la vulva. La acercó al poste y pasando en candado entre las anillas y la argolla, lo cerró. Ahora Anabel estaba imposibilitada de moverse porque si lo hacía, sentía el tirón de su concha.

Luciano le quitó las esposas para atarle los brazos cruzados en la espalda de manera tal que dejara su culo libre de todo obstáculo. En esta posición, tomando una fusta comenzó a descargar sucesivos azotes en las carnosas nalgas de la puta, que gemía y no podía evitar algunos movimientos que se hacían sentir en su concha.

En otra oportunidad debió desplazarse encadenada hasta un árbol del parque del castillo que su tronco y ramas formaban una Y. Sus brazos fueron atados a las ramas superiores mientras que su cuerpo era firmemente amarrado al tronco. Una vez inmovilizada el barón descargó, reiteradamente, una rama flexible cortada del mismo árbol, varios azotes sobre el cuerpo de la joven

Anabel imploraba y sollozaba por el castigo que recibía mientras, infructuosamente, trataba de soltarse de las ligaduras. Una vez que todo su cuerpo estuvo bien marcado, Luciano le separó las piernas penetrándola y acabando en su vagina. Rato después, nuevamente encadenada regresaba a la celda del sótano del castillo.

Pocos días después arribaba al castillo una camioneta con seis jovencitas, dos de ellas hermanas entre sí. Una vez que Leticia las revisó, completó la ficha y les permitió vestirse nuevamente, puso a todas las mujeres en fila y llamó al Barón. Éste pasó revista a las seis observando a las dos hermanas. Sin hesitar les dijo:

-Han venido aquí para que muy pronto puedan trabajar de putas en mis prostíbulos. Han sido enviadas aquí del Instituto Jóvenes Desorientadas para que les demos una profesión y aseguremos su futuro. Quiero ser franco desde el principio para que no haya malos entendidos. Personalmente las voy a violar a todas para conocer el comportamiento sexual de cada una, les aplicaré algunos castigos en los días sucesivos y luego tendrán que trabajar para mí. Ahora quiero que se desnuden completamente para inspeccionar esos cuerpos.-

Las seis jóvenes no pensaban que ese sería su destino. Estaban desorientadas cuando llegaron al Instituto pero no pensaban orientarse como putas, pero las cosas no podían detenerse. Tímidamente, entre la vergüenza y el temor, comenzaron a quitarse la ropa.

-Lo primero que harán cuando terminemos será depilarse esas conchas. No quiero ver ni un pelo en ellas. Una puta debe ser extremadamente higiénica y los pelos rodeando la concha dificulta la limpieza. Pero ahora voy a violar a las hermanas para que las demás entiendan que me deben obedecer. ¿Cuál es la menor?¿Las dos son vírgenes?-

-Yo soy la menor y soy virgen, igual que mi hermana, pero por favor si va a violarme, deshonrarme y castigarme, que no sea en público. Estoy avergonzada de tener que presentarme desnuda frente a un hombre.-

-No será en público, será delante de estas otras putas, incluyendo a tu hermana. Separa las piernas que voy a penetrarte. Debes poner tus manos en la nuca para dejar tu cuerpo libre y no te muevas.-

Comenzó a masajear la concha de la joven y dirigiéndose a la mayor le dijo: -¿Ves tú como la manoseo y le tiro de los pezones para luego metérsela bien adentro a tu hermanita?. Luego será tu turno.-

-Señor, por favor respete a mi hermanita. ¡No la viole!-

-No seas boluda y cállate la boca. Están aquí para ser violadas, castigadas y humilladas. Si vuelves a abrir la boca recibirás un buen castigo en esas tetas.-

Luego de romper el himen de la menor y antes de descargar su semen, fue en busca de su hermana mayor.

-Ahora te toca a ti. Vamos, prepara tu vagina.- Ante la inminencia de ser violada y la impotencia para poder defenderse, separó sus piernas dejando el camino libre para ser desvirgada. Sin cuidado alguna la penetró, con el consiguiente dolor para la joven. Tampoco aquí descargó su leche ya que volvió sobre la menor, la penetró nuevamente y allí sí acabó.

-Acabó en la concha de mi hermana, ¡va a quedar embarazada!.-

-No te preocupes que tenemos una solución para eso. Leticia, alcánzame la picana. Una buenas descargas en la concha evitarán el embarazo y así la mayor se quedará tranquila.-

La joven fue acostada en el piso y mientras Leticia se sentó en su vientre para evitar que se moviera, el Barón le separó las piernas y le introdujo un consolador metálico. Movió las perillas del aparato y comenzaron las descargas. Sus gemidos llenaron la habitación.

Dirigiéndose a la hermana mayor le dijo: -Descargué la leche en tu hermanita, y le apliqué un pequeño castigo en la conchita, así se va acostumbrando a comportarse como una verdadera putita. A todas ustedes les pasará algo parecido.- y dirigiéndose a la mayor le dijo: -Me gustó la conchita apretada de tu hermanita. Espero que atraiga muchos clientes. También tiene un culito firme que gustará a los clientes.-

No pensó en sodomizarlas, por lo menos por el momento. Esas vaginas apretadas lo satisfacían mucho. Ya habría tiempo para cogerlas por el culo. Luego dirigiéndose a Leticia le pidió que trajera el látigo que quería azotar algunas partes de esta carne fresca recién llegada. Leticia trajo lo pedido.

-Comenzaremos contigo.- dijo dirigiéndose a una de ellas. -Agáchate y deja el culo arriba para que te azote.-

La joven, temerosa obedeció. Descargó tres fuertes latigazos que dejaron sendas marcas en su trasero. -Ahora tú, pero los azotes van a las tetas.- Así siguió hasta haber castigado a las seis. -Ahora a bañarse y depilarse bien esas conchas, que las volveré a usar dentro de un rato.-

Terminado el baño y la depilación debieron presentarse desnudas ante el Barón que se dispuso a vejarlas nuevamente. Parecía que había redescubierto sus inclinaciones por el sadomasoquismo. Fueron humilladas de todas las formas posibles, además de recibir algunos castigos.

Las informaciones llegadas de los prostíbulos que habían recibido las últimas putas enviadas no podían ser más alentadoras. Las nuevas rameras atraían muchos clientes y habían resultado dóciles. Casi no tenían tiempo para dormir, siempre ocupadas con algún cliente.

El Barón ordenó la apertura de un nuevo establecimiento, que se llamaría «La Encadenada» en el cual además de las prácticas prostibularias normales, se iba a introducir la posibilidad que los clientes llevaran a cabo prácticas sadomasoquistas.

Las dos hermanas tenían la especial atención del Barón que las castigaba una y otra vez. ¿Por qué especialmente con ellas? No lo sabemos. Simplemente era así. La mayoría de las veces una era torturada en presencia de la otra. La que era castigada nunca estaba amordazada para que pudiera gemir mientras que la otra, que presenciaba las torturas, permanecía con su boca bien sellada.

Seis semanas más tarde salían las primeras tres putas de este contingente de Jóvenes Desorientadas para sus respectivos lugares de trabajo. Dos eran enviadas a La Fiorella y otra a El Coño Agraciado. La semana siguiente una era enviada a El Polvito Juguetón (otro de los prostíbulos del Barón) y luego dos a La Concha de Oro. Todas había saboreado el semen del Barón, la habían recibido por el culo y habían tenido que soportar algunos castigos. Específicamente las hermanas fueron destinadas a prostíbulos diferentes sin saber cada una dónde estaba la otra. La menor a La Fiorella y la mayor a El Polvito Juguetón. Por sus nombres cambiados y la distancia entre los destinos aseguraban que, probablemente, nunca se volvieran a encontrar.

Mientras tanto Anabel continuaba en el castillo dando satisfacción a las perversiones del Barón, luciendo cada día una nueva marca producto de las torturas que recibía, no solamente por parte del Barón sino también de Leticia. Habían traído gran cantidad de aparatos de tortura, que usaban una y otra vez sobre Anabel. Ahora el Barón estaba todo el tiempo ocupado, ya fuera con un nuevo contingente de putas que preparaba para «La Encadenada» o con esta esclava que tanto lo excitaba mientras la castigaba para luego echarse un polvazo.

Justamente el nuevo contingente estaba integrado por diez jóvenes entre 18 y 22 años provenientes una institución de bien público, llamada Ayuda a la Joven Solitaria. De las diez, solamente dos habían arribado vírgenes. Ahora estaban siendo entrenadas para integrar el plantel de La Encadenada, casa próxima a ser inaugurada. Nunca sus cuerpos habían recibido tanta atención de persona alguna como ocurría desde la llegada al castillo.

El barón cuidaba que las diez fueran castigadas a diario para lograr un rápido y efectivo entrenamiento. Sus cuerpos estaban cubiertos de las marcas que dejaban los látigos.

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