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El Juego es un Vicio

en Dominación

El Juego es un Vicio.

Que el juego es un vicio, quizás no quedan dudas. Cuando alcanza ciertos límites, entonces se torna inquietante. La siguiente historia es similar a muchas otras que se han escrito al respecto. Ésta me fue contada por un personaje que conocí accidentalmente en un viaje Londres-Roma hace unos años.

Desconozco si él era el protagonista de la historia, un familiar amigo suyo o simplemente se le ocurrió para hacer más corto el viaje.

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Don Manuel (Manolo) tenía mucha mala suerte. Había perdido a su hijo y su yerno en un accidente automovilístico hacía varios años y su nieta Malena había quedado a cargo de sus abuelos. Para colmo de las desgracias la esposa de Manolo había muerto hacía seis meses. Malena ahora tenía 21 años.

A partir de ese momento comenzó a jugar compulsivamente y si bien era bastante hábil había ido perdiendo su capital. Una noche llevaba perdido todo el dinero que disponía y quería recuperarlo. Pidió prestado y siguió perdiendo hasta que su contrincante no quería continuar en esa situación.

-Debes darme una última oportunidad.-

-Y si pierdes, ¿con qué vas a pagar?-

-No lo sé, pero debo recuperar aunque sea parte de la deuda.-

-Hagamos un trato. Jugamos una partida. Si ganas tú no me debes nada pero si gano yo, me cedes a tu nieta.-

Manolo luego de pensarlo aceptó. Su mala suerte no podía durar tanto y así recuperaría la deuda.

Como todo vicio, a veces juega una mala pasada y así ocurrió. Manolo perdió la apuesta y debía ceder a su nieta.

-Pero ¿cómo harás para que te ceda a Malena?-

Mañana vienes con ella y le dices que debe ayudarme en unos trabajos en el campo. Una vez que salgamos de aquí yo me encargo de ella. Tú debes firmarme un documento en el que declares que me la cedes para que haga con ella lo que mejor me parezca.-

-¿Y no la volveré a ver?-

-Cuando me canse de ella y si no tengo mejor opción, te la puedo vender.-

Al día siguiente Manolo se presentó con Malena.

-Debes ayudarle al señor Ochandiano, Juan Ochandiano.-

-Señor Juan, usted dirá en qué debo ayudarlo.-

Es en ordenar unos papeles de mi casa de campo. Sube a la camioneta que te llevaré hasta allá.-

Malena subió contenta. Por lo menos saldría a recorrer la campiña. El día estaba luminoso y agradable. Anduvieron un a media hora y se detuvieron frente a un galpón.

-Bajaremos aquí- indicó Juan.

Ambos descendieron de la camioneta y se dirigieron a la entrada una vez adentro, los esperaban dos hombres de aspecto fornido.

-Ya saben lo que deben hacer.- fueron las únicas palabras de Juan.

De inmediato ambos hombres tomaron a Malena de los brazos y prestamente comenzaros a unir sus muñecas en la espalda con cinta de embalar. Malena quiso gritar pero al abrir la boca una mordaza de goma impidió todo reclamo. Otras vueltas de cinta de embalar uniendo ambos codos inmovilizaban sus brazos.

De inmediato los hombres tomaros sus tobillos y también los unieron con cinta. Igual suerte sufrieron sus rodillas amarradas por encima del pantalón. A continuación la obligaron a agacharse y sus piernas quedaron plegadas sobre su cuerpo, quedando sus rodillas sobre las tetas y los talones de los pies tocando el culo. Otras vueltas de cinta rodearon el cuerpo de Malena que había quedado semejante a un paquete.

Uno de los hombres acercó un esqueleto de madera, la colocaron adentro y comenzaron a clavar la tapa. Ahora Malena estaba inmovilizada y encerrada cual animal en una jaula. Quería gritar, pedir auxilio pero era imposible. Por otra parte era imposible que alguien la escuchara. Aparte de los tres hombres no había nadie en las cercanías.

Don Juan, ya está la niña envasada para su transporte. ¿Cargamos la mercadería en la camioneta?-

-Sí, por favor. Póngala atrás y cúbranla con una lona para que no se vea el contenido.-

Los dos hombres procedieron a cargarla y taparla. No se podía adivinar el contenido de la carga. Juan partió del galpón, rumbo a la casa de campo que poseía unos kilómetros más adelante.

Una vez en su garaje, descargó el bulto y retiró la tapa. Alzó el cuerpo de la joven y lo llevó en andas hasta el "taller" de Juan ubicado detrás de la casa. Cortó la cinta de embalar y fijó las muñecas de Malena en unas esposas que colgaban del techo.

Entumecida por la posición que debió soportar apenas se movía y todavía tenía la mordaza en su boca.

-Aquí estamos solos y luego que te quite la mordaza podrás gritar todo lo que quieras que nadie te escuchará, pero antes de eso quiero leerte algo que explicará por qué estás aquí. Dice así:

"Yo Manuel Larrañaga cedo la tenencia de mi nieta Malena Gutiérrez al señor Juan Ochandiano para cancelar de forma total y definitiva la deuda que mantengo con él."

"Queda entendido que el señor Juan Ochandiano dispondrá a su gusto de la señorita Malena, debiendo ésta obedecer todas y cada una de las órdenes que se imparta."

"A fin de aceptar de manera natural la nueva situación en que se encuentra, se le podrán aplicar castigos de cualquier tipo, con la intensidad y por el tiempo que el señor Juan Ochandiano determine."

"En prueba de conformidad firmo este ejemplar para entregar plenos poderes a quién tan generosamente ha aceptado la cancelación de la deuda."

"Firmado: Manuel Larrañaga"

-Como verás ahora deberás obedecerme. Te quitaré la mordaza.-

Malena no podía articular palabra. La lectura del texto la había alterado y lloraba de manera espasmódica. Para colmo sus manos estaban esposadas arriba de su cabeza.

Juan comenzó a desabrochar la camisa de la joven. Lo hacía lentamente para prolongar el placer de desnudarla. Ya comenzaba a sentir la erección entre sus piernas. Un sostén color piel cubría lo senos de la muchacha, que parecían estar muy firmes. Se transparentaban las areolas y se marcaban los pezones. Juan se calentó más aun.

Malena comprendió qué le esperaba No pudiéndose defender, lejos de toda ayuda, estaba a merced de Juan que ahora le esta palpando las tetas por encima de su corpiño pero que no tendría dificultad en quitárselo si así lo decidiera.

Efectivamente sintió sus manos deslizarse por su espalda hasta encontrar el broche de su sostén que aflojó. Ahora sus tetas estaban a disposición de Juan que comenzó a acariciar y apretar los pezones. Soltó una de sus muñecas de las esposas para permitir sacar un brazo de la camisa y parte del corpiño. Luego volvió a cerrar la esposa en esa muñeca y procedió de igual manera con la otra.

Ahora Malena estaba desnuda de la cintura para arriba. Alguna lágrima se deslizaba por su mejilla. Juan continuó magreándole los pechos y la espalda y comenzó a bajar sus manos hasta la cintura. Aflojó la cintura del pantalón para permitirle meter la mano y alcanzar sus bragas.

Luego de acariciarle el culo, pasó sus manos hacia a delante hasta alcanzar el coño, pero siempre encima de las bragas. Malena se sentía impotente y repicaba en su cabeza eso que su abuelo había escrito:

"Queda entendido que el señor Juan Ochandiano dispondrá a su gusto de la señorita Malena, debiendo ésta obedecer todas y cada una de las órdenes que se imparta."

Luego de tocar a su gusto la entrepierna de la joven por encima de la bombacha, movió su mano hacia arriba alcanzando el elástico de la prenda y deslizó nuevamente sus mano hacia abajo, pero esta vez debajo de las bragas hasta alcanzar la vulva.

Malena cerraba con fuerza sus piernas, pero el dedo inquisidor de Juan jugaba en la entrada de la vagina. Así estuvo un rato mientras con una mano exploraba su parte delantera con las otra lo hacía en el culo. Poco después bajó la cremallera del pantalón y lo bajó hasta los tobillos.

Las bragas de Malena eran blancas y bastante transparentes, de manera que se traslucía el vello púbico.

-Tienes muchos pelitos allí abajo. Creo que deberías afeitártelos. Luego te ayudaré.-

A continuación tomó las bragas por el elástico de la cintura y comenzó a bajarlas lentamente. Se detuvo un momento cuando apenas cubría la vulva para luego continuar bajándolas hasta las rodillas.

Ya sin impedimento alguno se dedicó a explorar todo su cuerpo, incluso introduciendo un dedo en la vagina.

-Supongo que no eres virgen. Con la edad que tienes, ya alguna o algunas vergas habrán visitado esa conchita. Responde.-

-Sí señor. Ya me han desflorado.-

-¿Cuántos pasaron por allí?-

-Me acosté con dos jóvenes. Con uno cuando tenía 19 y con otro el año pasado.-

-¿Has mamado alguna verga?-

-No señor.-

-Supongo que tu culito es virgen, que no te han cogido por atrás.-

-Nooooo.-

-Te quitaré el pantalón y las bragas, así estarás más cómoda.-

-¡No me desnude completamente! ¡Cúbrame, por favor!-

-¿Qué dices? ¿Me vas a desobedecer o contrariar algo que yo quiera? ¿No recuerdas eso de …dispondrá a su gusto de la señorita Malena?-

-Sí señor, lo recuerdo.-

Malena queda totalmente desnuda y con muñecas esposada por encima de su cabeza. Juan se alejó un metro para observar el cuerpo de la joven.

-Estás preciosa. Lo único que no me gusta es el vello que oculta tu coño. A ver, voltéate que quiero verte de atrás-

Malena giró para ponerse de espalda a Juan. El bulto entre sus piernas pugnaba por salir. Era ya tiempo de clavarse a la muchacha. Fue en busca de una crema lubricante. Había observado en sus exploraciones que la vagina estaba seca y no era cuestión de hacerla sufrir con una penetración dificultosa sin motivo alguno.

-Separa las piernas que te pasaré crema en la entrada.-

-No, no me haga nada. No me viole.-

-No es violación. Voy a cogerte y puedo hacerlo porque te he comprado. Dispondré de ti a mi gusto, eso es lo que abuelo quería.-

Malena intentó juntar sus piernas pero la fuerza de Juan era mayor. Se bajó los pantalones y apoyó la glande a la entrada de la vagina. Luego tomó sus muslos y caderas, levantándolas ligeramente. La vulva se abrió como una flor y la verga comenzó a invadir la vagina.

Malena no podía resistir la penetración. Por más fuerza que hiciera para cerrar su concha, sentía como el miembro de Juan se introducía. Una vez que la tuvo toda adentro, comenzó el lento movimiento de vaivén. Poco después un abundante chorro de semen llenaba la vagina de Malena. Juan la dejó adentro hasta que estaba completamente flácida.

-Tienes una conchita apretada, me ha gustado cogerte,-

Malena tenía los ojos inundados de lágrimas. Casi no podía creer lo que estaba viviendo. Juan se retiró para regresar poco después portando una cámara fotográfica.

El semen depositado en el interior de la joven se deslizaba por el muslo, dando la sensación de sumisión y humillación al mismo tiempo.

-Te tomaré unas fotos. Tienes un muy buen cuerpo y quiero registrar tal como has llegado aquí, después del primer polvo.-

Malena, resignada, dejaba que el flash resplandeciera una y otra vez sin quejarse. Una vez que Juan finalizó con las tomas se retiró dejando en el "taller" a la muchacha en la posición en que estaba Así quedó por más de una hora, momento en que regresó Juan.

-Ya he puesto alguna de tus fotos en Internet. Ahora te bañarás con agua caliente y te sacarás los restos de semen secos que tienes en las piernas. Luego te ayudaré a afeitarte el pubis y los labios vaginales.-

La soltó de las esposas que pendían del techo y le colocó otras con los brazos en la espalda. La condujo a una habitación que sería en la cual descansaría por la noche. La habitación tenía incorporado un baño, pero sin puerta. Una vez allí le quitó las esposas y le ordenó que se higienizara. Luego la ayudó en la depilación. Observó nuevamente el cuerpo de Malena. Era casi perfecto.

-¿Me da mi ropa para vestirme?-

-Por ahora usarás solamente bragas, pero estas que tengo para ti. Son pequeñas para que deje gran parte de tu cuerpo descubierto. Las tetas quedarán sin cubrir.-

Resignada se colocó las bragas y un calzado.

-Ahora vamos a comer algo. Seguramente estás hambrienta.-

Luego de la comida y ya anocheciendo, la condujo a su habitación.

Pasarás aquí la noche y posiblemente los días. Recuerda que eres mi prisionera, mi esclava o como quieras llamarte, pero estarás siempre bien dispuesta a ser cogida cuando yo lo requiera. De ahora en más no tienes derecho a nada, ni siquiera a vestirte si yo no te lo autorizo. Tienes un buen cuerpo como para ocultarlo con ropas. Hay que disfrutar de tu desnudez.

Malena quedó tan sorprendida que ni siquiera atinó a pronunciar palabra. Sólo reaccionó cuando oyó cerrar la puerta con llave. Abrió la ventana para comprobar que estaba enrejada. No podría escapar de ninguna manera.

Apenas pudo dormir durante la noche. No podía creer que lo que estaba viviendo fuese realidad. Ya comenzaban a verse las primeras luces del día cuando quedó dormida. Se despertó con el ruido de la puerta al abrirse. Era Juan que entraba.

-Espero que hayas descansado bien. Nos espera un día de mucha actividad. Quítate las bragas que quiero verte desnuda.-

Malena dudó en cumplir la orden.

-¿Estás sorda o qué? ¿No has escuchado que quiero que te quites las bragas y me presentes tu concha para usarla?-

La joven, temerosa comenzó a quitarse las bragas. Estaba de espaldas en la cama y tímidamente comenzó a separar las piernas dejando a la vista de Juan su apretada concha. Juan pasó los dedos por los labios vaginales, notando que estaban secos.

-No quiero forzarte mucho. Primero me la mamarás y luego te la clavaré en esa concha. Ya llegará el momento de cogerte por el culo. Espero que me hagas gozar. Caso contrario recibirás un castigo. ¿Recuerdas que lo que escribió tu abuelo? ¡Repítelo!-

-"Queda entendido que el señor Juan Ochandiano dispondrá a su gusto de la señorita Malena, debiendo ésta obedecer todas y cada una de las órdenes que se imparta."-

Juan acercó su verga a la boca de Malena quién la abrió para recibir el miembro de Juan. Comenzó a lamer y chupar, mientras se agrandaba y endurecía la verga. Cuando estuvo en condiciones se ubicó encima y comenzó a penetrarla, mientras le apretaba los pezones.

La falta de lubricación y la tensión propia de los que estaba viviendo Malena dificultó la penetración, pero no impidió que poco después la tuviera toda a dentro. Comenzó el movimiento de entrada y salida. Malena dejaba hacer, resignada a lo que le ocurría. Poco después sentía el líquido caliente que se deslizaba por las paredes de su vagina.

-Buen polvo. Lávate rápido que me debes preparar el desayuno. ¡Ahh!, quiero que permanezcas desnuda, ni siquiera las bragas.-

Poco después Malena estaba sirviendo el desayuno. Juan aprovechó la ocasión para tomarle algunas fotos más mientras hacía el trabajo. Una vez finalizado ubicó la cámara fotográfica, se bajó los pantalones mientras Malena arrodillada le mamaba nuevamente la verga.

-Quiero tener algunas fotos chupando. Será un lindo recuerdo.-

Nuevamente Malena obedeció. No tenía muchas alternativas.

Tres días más tarde Juan le ordenó a Malena que pusiera su culo a disposición.

-¡Nooo! ¡Por el culo nooooo!-

Un sonoro bofetón sonó en la habitación.

-Te he ordenado que me presentes el agujero del culo para penetrarte por allí. ¿Quién crees que eres para contradecirme? ¡Ponte de rodillas y con las manos te separas los acachetes!-

Malena de inmediato obedeció.

-Ahora quiero que me pidas que te haga el culo. Quiero que pidas que te rompa el culo, que siempre lo tenga a mi disposición.-

Malena comenzó a llorar en silencio mientras trataba de repetir.

-Señor, por favor hágame el culo, rómpamelo si así lo desea. Mi culo estará siempre a su disposición.-

-Así está mejor. Un poco de vaselina facilitará la entrada.-

Lentamente el pene de Juan fue invadiendo las entrañas de la muchacha, que mordía la almohada para no gritar. La polla de Juan era muy gruesa para su culito apretado. A pesar de sus ruegos, gemidos y lágrimas no pudo evitar que Juan se la fuera clavando.

Sin embargo poco después estaba toda adentro. Su último agujero virgen había sido penetrado.

-Recuerda que será mi opción qué parte de tu cuerpo uso. Estás a mi disposición.-

Ya estaba resignada a obedecer, que fundamentalmente se reducía a permanecer desnuda todo el tiempo, ofrecer su cuerpo como objeto sexual para calmar el apetito de Juan y realizar algunas tareas de la casa.

Alrededor de diez días de su llegada a la casa, Juan entró en la habitación-celda de Malena portando unas cadenas.

-Quiero que te coloques estos grilletes en los tobillos.-

Esos grilletes eran unas esposas con una cadena en el medio de unos 40 centímetros de largo. Malena se colocó los grilletes ajustando el cierre a los tobillos. Entonces Juan se acercó y comenzó a colocarle un collar metálico en el cuello, que tenía unida una cadena de cinco metros de largo.

-Ahora quiero que arregles el jardín de la casa, los canteros, las flores, etc.-

-¿Me dejará así desnuda y encadenada en el frente de la casa?-

-Esta es una calle apartada. Pasa muy poca gente pero si te vieran, ¿de qué pueden sorprenderse? Simplemente verán una joven desnuda y encadenada haciendo la tarea.-

Ante la simplicidad de la respuesta, no supo qué contestar. Juan la condujo fuera de la casa y fijó un extremo de la cadena en una reja de la ventana.

-Es bastante larga como para que te muevas sin problemas y no puedas escaparte. Tomaré algunas fotos mientras trabajas.-

Los días se sucedían. Continuaba desnuda y era usada en alguno de sus agujeros todos los días. Cuando Juan debía ausentarse de la casa, la encerraba en la habitación, colocándole grilletes en los tobillos, esposas en las muñecas y un collar metálico unido a una cadena que le permitía alcanzar el baño ubicado dentro de la habitación.

Otras veces decidía dejarla atada e inmovilizada a una columna de madera que había en el desván. Allí debió pasar algunas horas y también era fotografiada.

Una de las cosas que le intrigaba a Malena era qué hacía con las fotos. Recordaba que había varias en las cuales se registraba cuando era penetrada en su concha, su culo o introducía la verga en la boca.

Pasó algo más de tres meses cuando una tarde Juan se encontró con Manolo, el abuelo de Malena.

-Manolo, que gusto de verte. Hace mucho que no te veo en el club jugando a los naipes.-

-Luego que perdí a mi nieta no volví a jugar. A propósito, ¿cómo está ella?-

-Pues muy bien. Creo que disfruta estar viviendo en mi casa. Está bien atendida.-

-¿Puedo verla?-

-Visitas no, pero si quieres verla puedes hacerlo en Internet en www.Malenalanieta.com Allí encontrarás muchas fotos de ella. Está muy linda y estoy seguro que te gustarán.-

Se despidieron y Manolo corrió a casa de un amigo que tenía un ordenador, pidiéndole que entrara en la página para ver a su nieta. Grande fue su sorpresa al verla no solamente desnuda en cuánta posición pudiese imaginarse sino también cuando era penetrada o mamando una verga o encadenada o atada de la manera más humillante. Entonces comprendió hasta dónde había llegado por ese vicio que era el juego. Debía hacer algo por recuperar a Malena de las manos de Juan. Quizás probar suerte en el juego y reunir el dinero suficiente para comprarla…

FIN

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