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La Religiosa (2)

en Sadomaso

La Religiosa, Segunda Parte

Nota: Aclaro, para aquellos que pueden confundirse, que éstas, como otras historias que he escrito, son pura fantasía y no pretenden contar una historia real.

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La joven abrió los ojos y aquella celda no difería mucho de la que ocupaba normalmente en el convento, aunque notó algo extraño. Cuando se quiso incorporar para observar mejor, el collar y la cadena se lo impidieron. Entonces tomó conciencia que estaba encadenada.

Martín se acercó a la puerta de reja de la celda.

-Julieta, no te asustes. Estás en buenas manos. Ya te sacaré de allí.

-¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? ¿Por qué estoy encadenada?-

-¡Ohh, mi querida novicia! Muchas preguntas, pero si prometes quedarte callada y escucharme podré responder todo.-

-Prometo que lo escucharé atentamente.-

-¿No me interrumpirás?-

-No, lo escucho.-

-Estás en la mazmorra de una gran casona de las afueras de la ciudad. Yo soy el Marqués Martín y será como me llames en lo sucesivo. Estás encadenada porque de ahora en más serás mi esclava y sierva y deberás obedecerme en todo lo que te diga. Caso contrario serás castigada como lo son las esclavas desobedientes.-

-¿Qué quiere decirme con que soy su esclava? La Madre Superiora no me adelantó nada de esto.-

-La Madre Superiora no sabe nada de esto ni sabe dónde estás ni nunca lo sabrá. Ya te dije que estabas en una mazmorra y como te dije antes eres mi esclava, que quiere decir de harás todo lo que ordene. ¿Has entendido? TODO LO QUE TE ORDENE.-

-¿Pero quién decidió que yo deba ser su esclava?-

-El Marqués Martín, que soy yo mismo. Estás encadenada y no puedes escapar. Es mejor que te comportes como una sumisa que eso es lo que te han enseñado en el convento. ¿No es así?-

-Sí, me han enseñado a ser sumisa pero no de esta manera.-

-Bien, te sacaré de esa celda, porque quiero interrogarte.-

Martín abrió la puerta reja, le colocó unas esposas en las muñecas, le quitó el collar que quedó colgando de la pared y le indicó que saliera de la celda. La luz era muy tenue en el lugar.

La llevó hasta debajo de una cadena pendiente del techo, le fijó las esposas a la cadena y tensó la cadena hasta que Julieta quedó con sus brazos en alto.

-Estos vestidos tan largos no me gustan. Voy a cortarlo a la altura de las rodillas.-

-Nooo. No se debe cortar este vestido. Está prohibido.-

-Pues te equivocas, aquí está autorizado a hacerlo.-

Martín tomó unas tijeras y recortó el vestido a la altura indicada.

-Ahora estás mejor, pero veo que tienes una túnica debajo. Veré luego que hago. Pero dime ¿Consideras que tienes unas buenas tetas para manosear?-

-¡No me toque!-

-Mi querida esclava, quiero escucharte decir: "Señor Marqués, toque usted mismo mis tetas para comprobar su tamaño y firmeza"-

-¡Suélteme! ¡No puede hacer todo esto!-

Sin mediar palabra Martín le dio una bofetada que le dejó la cara roja.

-Esa no es manera de dirigirse hacia mí. Repite: "Señor Marqués, toque usted mismo mis tetas para comprobar su tamaño y firmeza"-

Julieta permanecía callada y se juraba así misma que nunca diría semejante cosa. Martín le propinó otras dos bofetadas más fuertes que la anterior.

-Pégueme lo que quiera. No repetiré esa sucia frase.-

Sin mediar palabra Martín acercó la tijera a la parte alta del vestido y comenzó a cortarlo desde el cuello hasta la cintura. Lo abrió quedando al descubierto la túnica blanca que llevaba debajo del vestido. También lo cortó y lo abrió, quedando a la vista el sostén. Apoyó sus manos por encima de la tela y luego de magrearlos unos segundos deslizó sus manos hacia la espalda y soltó el gancho.

Como era de suponer el sostén, aunque flojo, no dejó a la vista las tetas, Entonces con la tijera cortó los breteles y retirando totalmente la prenda que arrojó al suelo. Dos hermosas tetas aparecieron ante su vista. Mientras tanto Julieta hacía esfuerzos por soltarse las esposas y poder cubrir sus senos.

-¡Quédate quieta! Si no lo haces me veré obligado a castigarte.-

A Julieta todavía le dolían los pómulos de su cara por las bofetadas, por lo que se resignó a ser manoseada. Martín pasó sus manos por las tetas, rozó reiteradamente los pezones que comenzaron a ponerse duros. Tomó ambos con los dedos pulgar e índice y los retorció ligeramente.

-Tienes unas buenas tetas. Las cuidaré para poder gozarlas de otra manera. Ahora quiero que pidas que te ponga un par de pinzas en los pezones. Debes repetir: "Señor Marqués, por favor póngame pinzas en mis pezones para que recuerde que soy su esclava"-

Julieta comprendió que lo mejor era obedecer, por lo menos por ahora. Su situación no estaba para rebelarse y por negarse a decir si tenía unas buenas tetas para manosear, lo único que logró fue que la dejara medio desnuda. Con vos entrecortada dijo:

-Señor Marqués, por…por favor…póngame pinzas en mis ….pe….pezones para que recuerde que….soy… su…..esclava.-

-Sin titubear. Debes pedirme como una súplica, pero sin titubear.

-Señor Marqués, por favor póngame pinzas en mis pezones para que recuerde que soy su esclava.-

Julieta no pudo contener las lágrimas por la humillación a la que se veía sometida. Martín tomó dos pinzas de cocodrilo y las colocó en ambos pezones. Julieta gemía de dolor.

-Vamos a cortar y sacar este vestido. Creo que tienes calor porque veo que estás transpirando.-

-No haga eso. Estoy transpirando por el dolor que me causan esas pinzas.-

Julieta recibió otra bofetada.

-Esa no es manera de dirigirse hacia mí. Si quieres pedir algo debes hacerlo como corresponde.-

-Señor Marqués, no me quite el vestido. Estoy transpirando por el dolor que me causa las pinzas que el Señor Marqués me colocó en mis pechos.-

-Así está mejor. La respuesta: ¡Denegado! Te cortaré el vestido.-

Martín cortó totalmente el vestido que arrojó al suelo. Ahora la novicia vestía solamente un calzón de generosas dimensiones.

-Tienes un muy buen culo, sin ser demasiado grande. Las carnes parecen firmes.-

Martín apoyó sus manos sobre los glúteos y los masajeó, llevando luego sus manos hasta el pubis. Julieta se movía en un inútil intento de librarse de las manos de su captor.

-Veo que estás muy movediza. Será mejo continuar más tarde. ¿Tienes hambre? ¿Quieres comer?-

-Sí tengo hambre.-

Una palmada sonó contra el trasero de la joven.

-¡Así no se responde! ¿Cuándo vas a aprender?-

¿Y qué debo decir?-

-Señor Marqués, tengo hambre. Nunca debes olvidar lo de Señor Marqués.-

-Señor Marqués, tengo hambre. ¿Sería tan amable de permitirme comer algo?-

-Así está mucho mejor. Te desatare y te llevaré a la cocina. Tendrás que comer esposada y con grilletes en los tobillos. Por supuesto no intentes nada porque te costará muy caro.-

La desató y la condujo a la cocina. Allí le sirvió un plato de comida, que engulló, a pesar de estar esposada, con rapidez. Una vez finalizado miró a Martín esperando nuevos acontecimientos. La joven continuaba cubierta solamente por el calzón.

-Creo que debes descansar vamos a la mazmorra nuevamente. La condujo hasta allí y abrió una jaula de reducidas dimensiones y ordenó a Julieta que ingresara.

-Nooo. ¡No puede encerrarme en la jaula como a una fiera salvaje!-

Sonó un bofetón seguido de otro golpe con la mano abierta sobre una de sus tetas.

-Has de obedecer mis órdenes. Entra en la jaula ya.-

Julieta se arrodilló y penetró en la jaula. Tras sí se cerró la puerta y se aseguró con un candado. Por su parte Julieta se acomodó lo mejor que pudo en su encierro y comenzó a gemir de angustia por la situación que le tocaba vivir. Afortunadamente todavía conservaba sus calzones aunque sus tetas ya habían quedado a merced de Martín.

A pesar de lo incómoda que esta en la jaula, el sueño la venció y sólo despertó al escuchar la voz d Martín que le ordenaba salir de la jaula. Gateando salió y ante una orden se incorporó.

-Será mejor que descanses en una camilla.-

La condujo a una que Julieta desconocía su uso. Era una camilla ginecológica. Martín la ubico y le amarró las muñecas, el cuello y la cintura, para luego ubicarle las piernas en alto y separadas amarradas con gruesas correas. Fue entonces cuando la novicia comprendió que el próximo objetivo sería su coño pero estaba completamente inmovilizada. Sólo atinó a implorar que la dejara libre pero sin anteponer el Señor Marqués. Esto le valió un fuerte puñetazo en la teta izquierda.

-Te he dicho que debes dirigirte a mí como Señor Marqués. ¿Es que nunca aprenderás?-

-Señor Marqués, le pido perdón y le solicito que no me castigue más.-

-Denegado. Ahora quiero que me pidas que te quite ese horrible calzón que cubre tus partes pudendas. Quiero escuchar una imploración coherente y con respeto.-

-Señor Marqués, le pido humildemente que me quite el calzón para que pueda observarme mejor.-

-¿Qué quieres que te observe mejor?-

-Señor Marqués, quiero que observe mis partes prohibidas.-

-¿Partes prohibidas? Di mejor mi coño y mi culo. Vamos, repítelo.-

-Señor Marqués, quiero que observe mi …co…coño y mi cu…y mi cu… y mi culo.-

- Ya que lo pides, te cortaré el calzón para dejarte completamente desnuda.-

Tomó las tijeras y fue cortando lentamente la tela hasta que quedó completamente desgarrada. Luego, lentamente, la fue retirando dejando el pubis, la vulva y el ano al descubierto. Por su parte el pulso de Julieta había subido rápidamente. Era inminente la violación. Dadas las circunstancias prefería que ocurriera rápido y luego la liberara para poder volver al convento.

-Tienes mucho pelo por aquí y eso no es higiénico y oculta parcialmente tu conchita. Voy a afeitarte.-

Señor Marqués, le pido que no me afeite. ¿Cómo lo justificaré cuando vuelva al convento?-

-No te preocupes, no tienes por qué decirlo. Nadie te verá desnuda como te veo yo ahora. Nada más lindo que un coño afeitadito, con el clítoris asomando entre los húmedos labios.-

Se tomó el tiempo necesario para afeitarle el coño hasta que no quedara ni un pelo a la vista.

-Así está mucho mejor. ¿Tienes miedo que te viole?-

-Señor Marqués, soy virgen, con mi himen intacto. No lo haga y se lo agradeceré toda la vida.-

Martín comenzó a acariciarle la vulva. Notó que poco después no solamente se humedecía sino que el clítoris asomaba rozagante y turgente. Consideró que se acercaba el momento de desvirgarla. Era la primera vez que rompía el himen a una de sus esclavas. Todas, anteriormente, habían tenido relaciones con hombres, excepto una de escasos 18 años que se había roto el himen con un consolador muy poco antes que Martín la comprara, por lo que tampoco tenía el himen intacto.

Decidió vendarle los ojos y luego de quitarse el pantalón acercó la punta de su verga en la entrada de la vagina. Fue presionando lentamente hasta que estuvo totalmente enterrada. Apenas notó la rotura del himen. Con movimientos lentos, pero cada vez más profundo, fue cogiendo a Julieta, que a pesar de la sensación agradable que sentía en su vagina no podía evitar pensar que estaba siendo violada contra su propia voluntad. Se sobresaltó cuando sintió el chorro de leche caliente dentro de su vagina. Entonces no pudo contener las lágrimas.

Esta había sido su primera experiencia en desvirgar una esclava. Poco después su polla estaba otra vez en condiciones. Tomó un frasco con vaselina y untó el ano de la novicia. Desvirgaría también ese culo que se le presentaba a sus ojos tan apretado y rosado. Sin preparación previa apoyó la glande en la entrada y comenzó a empujar.

Julieta cuando advirtió que sería cogida por el culo comenzó a implorar que se detuviera y a quejarse del dolor de la dilatación que ya se insinuaba. Martín haciendo caso omiso de las súplicas continuó empujando hasta que logró que toda su polla se alojara dentro del culo de su esclava. Comenzó el movimiento con intenciones de correrse dentro de las tripas de Julieta, cosa que logró poco después entre el llanto y los gemidos de la novicia.

-Ya te he dicho que serías mi esclava y que deberías obedecerme en todo. Cogerte en el momento y circunstancia que desee es parte de mis derechos como dueño tuyo. Por lo tanto basta de gemidos y lloriqueos. Estás aquí también para esto.-

Dadas las circunstancias y su satisfacción, consideró que lo mejor era tomarse un descanso, dejando a Julieta una media hora en la camilla. Luego la desató y la condujo a la celda. Por el resto del día ella pudo descansar. Al llegar la noche volvió a la celda.

-Esclava, ya has sido desvirgada por el coño y el culo. Has descansado en tu camastro y espero que estés en condiciones de brindarme tu coño nuevamente. En esta oportunidad no te amarraré a la camilla. Solamente te ataré las manos en la espalda y tú me pedirás que te penetre por la vagina.-

-Señor Marqués ¿cómo voy a pedirle que me penetre nuevamente? Eso no es cosa que una novicia deba decir. Soy su prisionera y podrá vejarme todas las veces que quiera porque no puedo defenderme, pero pedirlo, nunca.-

Ya sabes que no quiero castigarte por desobedecerme. Debes pedirme que te folle.-

Ante la contundencia del argumento, decidió que lo mejor era obedecer.

-Señor Marqués, le pido que me folle.-

Martín le ató las manos en la espalda y le indicó que separara las piernas. Estar tendida de espaldas con las manos atadas atrás no le resultaba cómodo, pero prefirió soportarlo. Sería mucho peor ser cogida.

Julieta se acomodó y separó las piernas dejando su vagina abierta y lista para ser penetrada. Algunas lágrimas empañaron sus ojos. Martín acercó la glande a la estrecha entrada de la concha de la novicia y comenzó a empujar lentamente. Notó que estaba bastante bien lubricada por lo que la penetración fue sencilla no causando dolor o molestia tampoco a la joven.

Luego comenzó el lento movimiento mientras se apoderaba de la boca de la novicia y la besaba e introducía su lengua en la boca. No demoró mucho en volcar algo de semen dentro de la vagina y notó, no sin cierta sorpresa, las contracciones vaginales de Julieta, clara indicación que se había corrido.

Luego le desató las manos y la invitó a pasar al comedor para cenar. A estas alturas Julieta estaba hambrienta y no le sentaba mal tomar alimento. Una vez en el comedor, Martín ató las piernas a las patas de la silla y pasó una correa debajo de los pechos de la esclava para evitar que tuviese libertad de movimiento.

La cena transcurrió casi en silencio. Al finalizar, Martín le anunció que verían algunos films que él miraba con frecuencia.

La condujo al salón y le anunció que la ataría a una silla.

Una vez amarrada de pies, manos y con una correa alrededor de la cintura, puso el marcha el reproductor de DVD.

El primer film era "Castigos Continuos". Allí se mostraba cómo era secuestrada una joven y llevada a un país de oriente, comprada por un magnate para su hijo. Una vez alojada en la mazmorra de la residencia comienzan los padecimientos de la joven a manos de Idin, el hijo del magnate.

Desde azotes por todo el cuerpo, humillaciones diversas y tirar de un carro como una "pony" hasta ser marcada a fuego, torturada con electricidad y ser violada no solamente por Idin sino también por sus amigos. Luego de los 40 minutos del vídeo, Julieta lloraba en silencio. Martín le comentó.

-Esto es para que tengas una idea de lo que tengo pensado hacer, pero no te asustes. Antes de llegar a todas esas vejaciones deberás ir aceptando castigos cada día un poco más rigurosos de manera que luego los aceptarás con naturalidad.-

-¿Puedo aceptar con naturalidad ser tratada de esa forma, humillada y torturada?-

-Sí que podrás. No eres la primera muchacha a quien torturo en esta mazmorra. Ya han pasado varias y todas, absolutamente todas, terminaban aceptando ser castigadas de la manera que has visto o peores.-

-¿Y qué pasó con las muchachas que pasaron por esta casa?-

-La mayoría se han convertido en putas que además de coger se dejar castigar por los clientes. Han sido muy buen material para esos prostíbulos sadomasoquistas.-

Julieta no pudo contener las lágrimas.

-¿Ese es mi futuro?-

-Creo que no. Contigo podré hacer otras cosas, pero ahora veamos el otro vídeo que te propongo.-

Se llamaba "Látigos Sádicos". Casi es innecesario decir que se presentaban a lo largo del film varias mujeres que eran azotadas con distintos modelos de látigos en todas las partes de sus cuerpos, quedando profundas marcas. Julieta cerró los ojos cuando una muchacha era azotada entre sus piernas, que estaban bien separadas, con unas disciplinas de cuero que insidian directamente en el coño, mientras gemía con llantos desgarradores

-Creo que puedes tener un panorama de lo que te espera. Ya es tarde y será mejor que te lleve a tu celda.-

Se encaminaron al sótano. Le suministró alguna ropa, que incluía unas bragas y una túnica, para luego de encadenarla en la celda que ya había ocupado, Martín cerró la puerta y apagó las luces.

Julieta estuvo largo rato sin poder dormir. Las visiones de los videos eran demasiado fuertes como para pasarlas por alto, teniendo en cuenta que ella misma podría ser la protagonista, pero sin los trucos usados en los films. Además no solamente había sido violada perdiendo su virginidad sino que además había sido sodomizada.

Fin segunda parte. Continuará

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