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El Mercader (2 de 4)

en Sadomaso

El Mercader

Ricardo Erecto

Capítulo 2 de 4

Al día siguiente fue el mismo Sergio en despertarla.

-Te quitaré el collar y las esposas y te llevaré el “salón de belleza”. Te voy a depilar personalmente el pubis para después cogerte.-

Julieta calló. Le quitó el collar y así esposada la condujo a una sala en la cual había una camilla y un sillón para maquillaje y muchos espejos.

-Ahora es para depilarte, pero cuando las vamos a vender, las maquillamos para que hagan buena impresión a los compradores. Debemos sacar el máximo provecho de nuestra mercadería. Acuéstate en la camilla y separa las piernas.-

Julieta, a pesar de la vergüenza que sentía, separó las piernas dejando una clara visión de su concha. Sergio comenzó a depilar en vello hasta dejar la piel complemente lisa. Le pasó una crema para bajar la irritación.

-Quédate así, con las piernas separadas, pero levantadas que quiero inspeccionar tu conchita.-

-¿No le alcanzó con todo lo que me hizo?-

-Es una inspección de la concha, el clítoris y la entrada ala vagina. Te imaginas que aquí vendemos mercadería con garantía.-

A Julieta se le nublaron los ojos nuevamente. Tenía ganas de llorar. Era una humillación tras otra. Hasta había olvidado que estaba desnuda frente a ese hombre que prometía violarla en poco tiempo.

Comenzóla inspección. Primerole separó los labios exteriores observando cuidadosamente la entrada ala vagina. Luegotomó los labios interiores y los apretó ligeramente y finalmente introdujo el dedo índice profundamente enla vagina. Estabaapenas húmeda.

-¿Cuándo ha sido la última vez que has menstruado?-

-Me terminó hace tres días.-

-En ese caso te tendré que coger con forro. Levanta más las piernas que quiero verte el año.-

Julieta se esforzó para que mostrar también el agujero. No se entendía a sí misma cómo obedecía semejantes órdenes.

-Está todo bien, pereces muy sana. Quiero ver mejor tus tetas y tus pezones. Baja las piernas.-

Ahora comenzó una exhaustiva revisión de tus tetas. Las magreó, apretó y palpó. Luego tomó los pezones entre el dedo pulgar y el índice. Finalmente dio su veredicto.

-Lo ratifico. Tienes un cuerpo hermoso y sano. Ahora solamente hace falta domarte, que recibas algunos castigos, sodomizarte y que aprendas a hacer sexo oral satisfactoriamente para poder venderte. Baja de la camilla y pontela bata. Nopuedes estar desnuda frente a todo el mundo.-, ironizó.

La condujo a la celda nuevamente.

-Ya te traerán algo de comer. Esta tarde te penetraré.-

-Señor, me estoy meando. No puedo más.-

-Ahí tienes dos baldes. Uno con agua para que te laves y meas en el otro.-

-¡Eso es un asco!-

-Te tendrás que acostumbrar a ese y otros “ascos” Si no quieres, no mees.-

No había alternativa. Se colocó sobre el balde vacío y descargó su vejiga. Luego se enjaguó las manos con agua y se secó enla bata. Pocodespués le acercaban la comida, con platos y cubiertos (por ahora) aunque tuvo que comer en el suelo. No podía sustraerse al pensamiento que no mucho después Sergio iría a buscarla para violarla.

Eran la seis de la tarde cuando escuchó que alguien se acercaba. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Su temor se hizo realidad. Era Sergio que venía a buscarla.

-Me vas a acompañar sin problemas o debo encadenarte y arrastrarte.-

-Señor, no me viole. Yo no hice nada malo.-

-Yo no he pensado nunca que has hecho algo malo. Simplemente debo domarte y eso incluye violarte, nada más. ¿Me vas a acompañar o debo castigarte?-

-No señor, lo acompaño. No quiero más castigos.-

Sergio tenía pensado no solamente cogerla (lo haría solamente por la vagina), sino humillarla e ir venciendo cualquier barrera que se antepusiera a su objetivo, disponer de una esclava sumisa para vender.

Llegaron a una habitación que tenía una enorme cama en el centro con cuatro columnas en las esquinas. Allí se ataban las extremidades de las rebeldes a ser violadas.

-¿Tendré que atarte o dócilmente separarás las piernas para que te penetre?-

La sola vista de esa cama, con esposas, cadenas y cuerdas la hacían estremecer. Decidió que era mejor ceder a ser encadenada a esa cama y sufrir quién sabe qué humillaciones o castigos.-

-No es necesario que me ate. Me acostaré y abriré las piernas.-

-Quítate la bata y acuéstate. Luego me pedirás que te penetre enla concha. Vamos, quiero escucharte.-

-Señor, puede cogerme.-

-Así no me gusta. Repite.”Señor, penetre esta concha de puta. Cójame hasta que quede satisfecho.-

-¡No voy a decir eso!-

Sergio, con la mano abierta golpeó un a teta de Julieta, que se llevó las manos a la misma para calmar el dolor.

-¡Repite lo que te ordenado!-

-Señor, penetre esta… concha de… puta. Cójame… hasta que quede satisfecho.-

-Repítelo de corrido y más fuerte. Quiero escucharte pedirme que coja esa concha de puta.-

Julieta no pudo contener las lágrimas. El cinturón del pantalón de Sergio dio de lleno en el vientre de Julieta.

-¿Eres sorda o qué? Repítelo.-

Julieta repitió la frase de corrido y en voz más alta. Sergio se trepó a la cama, mientras Julieta seguía gimiendo. Se ubicó sobre ella y luego de ponerse el forro apuntó su pija a la entrada de la vagina y comenzó a empujar. Julieta dejaba hacer mientras gemía y las lágrimas le corrían por las mejillas. Sergio no se conmovió. Lo había hecho tantas veces con jóvenes “experimentadas”, vírgenes a las cuales les rompía el himen, maduras y cuanta mujer se pasara por su negocio y le interesaba coger.

Una vez completamente adentro comenzó el movimiento, mientras la muchacha estaba quieta y con su cuerpo tenso. Sergio no demoró mucho en correrse. Realmente se había calentado y la cogía con verdaderas ganas, no como otras veces lo había hecho como parte de su trabajo. Pensó que mientras no fuera vendida, la cogería con frecuencia.

La piel suave, las tetas turgentes, ese culito algo respingón y firme, esas piernas largas y bien formadas eran una invitación a poseerla. Cuando su pija estaba completamente flácida, la retiró.

-Ha sido muy buen polvo. Tienes una conchita apretada, como me gusta. Seguramente la usaré otras veces.-

Mientras tanto Julieta estaba tendida enla cama. Permanecíacon las piernas separadas y su cara todavía mojada por las lágrimas. Veía que sería difícil de escapar de allí. ¿La estarían buscando? No era la primera vez que ella salía un fin de semana sin comunicárselo a familiares o amigos. También sabía que no era la única que estaba en ese lugar. Había escuchado gritos de mujeres que seguidamente eran violadas o torturadas. Se atrevió a preguntar:

-He escuchado voces de mujeres. ¿Están encerradas aquí?-

-Están aquí para ser entrenadas. Algunas como putas, otras como esclavas, como en tu caso. No olvides que este negocio lo fundó mi padre hace ya más de cuarenta años. Cuando tenía quince años comencé a venir aquí y aprendí el oficio. A esa edad comencé a cogerme a las mujeres que mi padre estaba entrenando. A mis 23 años me hice cargo del negocio y mi padre se retiró. Hace doce años que manejo esto.-

-Por aquí han pasado cientos de mujeres y soy probablemente el mayor proveedor de casas de putas. A muchas de ellas las he cogido, humillado y torturado. Tengo bastante experiencia en eso y cuándo quiero que sientan el rigor del castigo, sé muy bien dónde y cómo aplicarlo.-

-Pero ¿por qué debemos ser castigadas y torturadas? ¡Me escaparé!-

-Porque casi ninguna viene por propia voluntad y es necesario entrenarlas para que obedezcan y se comporten como putas, esclavas o lo que sea. O son engañadas o son secuestradas. Ha habido casos en que los engaños han provenido de familiares que querían deshacerse de sus primas, sobrinas u otros familiares, pero son contados los casos. La mayoría las engañan los hombres y mujeres que trabajan para mí.-

-Todo el material que yo vendo es con garantía. Por eso tú serás castigada y violada reiteradamente para que seas una esclava complaciente. Si es por convicción, tanto mejor y si no que seas complaciente por temor. Ese es el secreto de este negocio.-

-Pero ¿por qué me secuestraron a mí?-

-Porque adiviné debajo de tus ropas un buen cuerpo, joven y con cara de sumisa. No podrás escaparte.-

-¡No soy sumisa! Ya buscaré la forma de escaparme.-

-Estás completamente equivocada por dos razones. La primera es que poco a poco desistirás de escapar porque tu voluntad estará quebrada y no serás capaz de hacerlo y la segunda razón es que no te dejaremos oportunidad. Por eso estás encerrada en la celda, encadenada y la mayor parte del tiempo desnuda. Julieta, convéncete, no tienes alternativa.

Pronto serás una esclava para ser ofrecida en el mercado. Si te doy todas estas explicaciones es porque eres la primera estudiante universitaria que voy a esclavizar y será interesante seguir el proceso. Convertirte en un a esclava sexual es tu destino. Ahora ponte la bata que te llevaré ala celda. Dentrode dos horas te azotaré, pero esta vez en la  sala de castigos.-

Una vez en la celda y con el collar metálico en su cuello, Julieta se recostó a meditar lo ocurrido, las explicaciones de Sergio y lo que iba a ocurrir. ¿Debía  resignarse a ser tratada como una puta, que la cogieran cuando ellos quisieran sin importarle sus gustos o necesidades? ¿Permanecer desnuda a la vista de todos? ¿Ser azotada en todo su cuerpo, incluso en sus partes íntimas? ¿Ser vendida a quién sabe quién, como si fuera un animal o un mueble? ¿Ese era su destino?

Se pasó la mano por su concha depilada. Ciertamente no era virgen cuando la secuestraron pero había cogido con ganas con quién ella había querido. Hacía poco tiempo la había clavado sin pedirle permiso, se había corrido y ni siquiera ella había participado. Simplemente había tenido que poner su cuerpo para que Sergio lo usara. Era posible que el futuro ocurriera lo mismo con otros hombres.

Por otra parte a poco de llegar a su oficina, se presentó uno de sus ayudantes.

-Buenas tardes señor Sergio. ¿Ya está asignado quién azotará a la nueva residente?-

-Supongo que te refieres a Julieta. Me encargaré yo mismo de azotarla.-

-Quería pedirle permiso para cogerla. Está buena, es jovencita y tiene un cuerpito delicioso.-

-No lo autorizo. El único que puede cogerla y castigarla soy yo. Me encargaré personalmente de su entrenamiento. Puedes decírselo a todos para que lo sepan. Soy el único que dispondré de ella hasta su venta.-

-Muy bien señor, usaré alguna de las otras residentes. ¿Hay alguna que no se pueda coger?-

-No, pueden cogerse a cualquiera de las residentes pero recuerden no abusar de sus cuerpos, ya que deben conservarse bien para su venta.-

-Sí señor, siempre cuidamos la mercadería.-

Era la primera vez que alguien recordaba que Sergio no permitía no coger ni azotar o torturar a alguna de las residentes. También era cierto que esa muchacha era la mejor de todas las que habían pasado por el “hotel”

-Dile a la gente encargada de la comida, que siempre le administre un té de brasilla.-

-Si señor, se lo diré.-

El té de brasilla producía una disminución en los sentimientos volitivos de quién lo tomaba. Se administraba especialmente a aquellas mujeres que no aceptaban fácilmente su condición de esclavas. Había sido probado en centenares de veces con resultados positivos.

Mientras tanto Julieta se angustiaba pensando en que pronto Sergio la vendría a buscar para castigarla. Había visto pasar a una mujer que seguramente había sido recientemente castigada con marcas de látigo en las tetas. ¿Serían tan crueles los castigos que le aplicaría? Se acarició sus pechos y algunas lágrimas resbalaron por las mejillas.

Poco después se acercó Sergio a la celda.

-Julieta, llegó la hora de tu castigo para entrenamiento. Serán solamente azotes con distintos látigos o varas pero no usaré otros instrumentos.-

-Te llevaré desnuda y encadenada a la sala de castigos. Te recomiendo que vacíes tu vejiga antes de salir de la celda.-

Julieta, luego que le quitara el collar, se bajó la bata y, a pesar de la vergüenza que esto le implicaba. Se colocó sobre el balde para mear, mientras Sergiola observaba. Luegose lavó las manos. Sergio se dispuso a encadenarla.

Una cadena primero rodeó su cintura mientras que una de las puntas, que partía de su ombligo, pasando entre los labios de la concha terminaba en la parte trasera, unida con un candado a la cadena dela cintura. Luegole esposó las manos en la espalda fijando las esposas a la cadena dela cintura. Finalmenteunos grilletes con una corta cadena fueron colocados en sus tobillos. Recordando lo dicho por Julieta, Sergio le recordó:

-¿Crees que podrás escapar?-

-Apenas puedo caminar. La cadena en la concha me duele mucho, en especial al moverme.-

-Esto es para que te vayas acostumbrando a sufrir. Ahora vamos a la Sala.-

Con dificultad Julieta caminó hastala sala. Quedóimpresionada de la cantidad de cadenas, grilletes, cruces y otros instrumentos que allí había. Le horrorizó distinguir a una mujer colgada de sus muñecas y desnuda, que era azotada por un verdugo. Su cuerpo estaba cubierto de marcas dejadas por el látigo.

-No te asustes, así solamente tratamos a las muy rebeldes que no aceptan su condición. Es particular ésta estaba destinada a trabajar en una mina de carbón y se rebeló. No tenemos más remedio que torturarla. Luego de los latigazos pasará la noche en el potro. Creo que no le quedarán ganas de desobedecer.-

Julieta, con lágrimas en los ojos, se arrodilló ante Sergio pidiendo clemencia.

-Debes ir aprendiendo que aunque una esclava pida clemencia, su amo no se conmoverá. De todas maneras si bien te azotaré, no será como lo ha hecho el verdugo con esa esclava.-

La iba a atar a una cruz de San Andrés, pero antes decidió amordazarla. Tomó una pequeña bola de goma y cinta adhesiva.

-Te voy a amordazar. Esta pequeña bola de goma te la pondrás en la boca y te sellaré conla cinta. Terecomiendo que no te niegues o serás castigada más fuerte.-

Luego de colocarle la bola en la boca sellar su boca, la acercó a la cruz y procedió a fijar sus muñecas y tobillos con sendas correas. Luego una correa mantuvo su cintura contrala cruz. Estabacompletamente inmovilizada. Sollozaba mientras se preparaba para lo que iba a sobrevenir.

Sergio puso su mano sobre la concha y comenzó a hurguetear en el interior de la vagina, apretaba los labios y pellizcaba el clítoris. Julieta se sentía humillada como nunca lo había hecho antes, ni siquiera cuando debió pronunciar esas palabras pidiendo ser violada. Se sentía impotente ante el abuso de su captor. Luego fue en busca de un látigo de cola corta, no más de cincuenta centímetros y se acercó a su víctima.

-Ahora recibirás veinte azotes, desde arriba de las tetas hasta la parte alta de los muslos. Serán más fuertes que los que has recibido.-

Julieta movía su cabeza para negar que la azotara, mientras sus lágrimas se hacían más abundantes. Sin importar los gestos y los sollozos, Sergio levantó el látigo y descargó el primer azote apenas por encima del ombligo. El cuerpo de la muchacha tembló de dolor aun que no había un azote muy fuerte. El segundo fue entre el tronco y las piernas, casi conde comienza la concha. Éste fue bastante más fuerte. El siguiente fue directo a las tetas. En una golpeó por encima de la areola y en la otra rozando el pezón.

Ahora todo el cuerpo de la muchacha se movía con desesperación. Su cara mojada por las lágrimas, pero estas circunstancias no detuvieron el castigo que continuó hasta completar los veinte prometidos. En el cuerpo de Julieta, de piel muy blanca, resaltaban las veinte marcas de color rojo cereza. Su cabeza permanecía gacha mientras sollozaba. Sergio fue en busca de su cámara fotográfica para registrar ese momento. Tomó unas diez fotos desde distintos ángulos, algunas con la cabeza en alto y mostrando su cara desencajada y amordazada.

La dejó en la cruz por media hora hasta que se calmara y antes de desatarla tocó reiteradamente sus pezones. Ambos estaban cruzados por marcas de los azotes. Luego de quitarle las correas que la fijaban y manteniendo la mordaza la condujo a su despacho y la hizo sentar en el sillón frente a su escritorio. Le esposó las muñecas por detrás trabándolas en un gancho colocado en el respaldo del mueble. Recién entonces le quitó la mordaza.

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