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Captura y venta de Esclavas (5: La Humillación)

en Dominación

Captura y Venta de Esclavas (V) La Humillación en Público

Pasaron varios días en los que Rogelio la usaba solamente para cogerla, más frecuentemente por la concha y algunas veces en la boca, haciéndole tragar la leche. Una tarde, luego que Mario había capturado por lo menos media docena de mujeres, Rogelio le comunicó que saldrían a dar un paseo. Julieta deseaba salir a la calle después de tanto tiempo. Esperó que le trajeran ropa para vestirse, pero esperó en vano.

-Salgamos ya que nos está esperando el automóvil.-

-¿Tendré que salir desnuda?-

-¡Por supuesto! ¡Con el día soleado que hace no pensarás en vestirte!-

-Pero no podré bajar del auto.-

¿Por qué no? Estás hermosa con tu coño depilado y tus tetas erguidas.-

-¿Deberé bajar del auto desnuda?-

-Sí. Caminaremos unas pocas cuadras.-

Hacía tiempo que Julieta no se ruborizaba. Se había acostumbrado a estar denuda delante de todos los habitantes de la casa, haber tenido que hacer mamadas y ser cogida delante de otros visitantes de la casa, pero ahora mostrarse desnuda en la calle, sobrepasaba lo que podía imaginar.

-¿No me permitirá siquiera usar una bombacha, por diminuta que sea?-

-No, estarás mejor desnuda. Tenemos que ir a un comercio de artículos de seguridad. Quiero comprar unas esposas, grilletes, látigos y unas mordazas nuevas que me han recomendado. Las mujeres que estamos secuestrando son muy gritonas y me están molestando.-

Rogelio tomó unas esposas y la esposó con los brazos en la espalda. Luego colocó una cadena en su cintura y así subieron al auto. Luego de estacionar en una calle regularmente transitada, Rogelio bajó del auto y tirando de la cadena que rodeaba la cintura de Julieta, la obligó bajar.

-El comercio al cual vamos está a tres cuadras de aquí. Vamos por la vereda soleada así puedo apreciar mejor tu cuerpo.-

Julieta enrojeció de vergüenza. Algunos transeúntes, especialmente varones, la miraban con lasciva, pero ninguno se atrevía a decir palabra. Rogelio iba unos pasos adelante portando un extremo de la ccadena en cuyo otro extremo estaba enlazada Julieta. Quizás fueron las tres cuadras más largas de su vida o por lo menos así le parecieron a ella. Eran interminables.

Finalmente llegaros al local al cual entraron. El vendedor conocía a Rogelio ya que lo saludó amigablemente.

-He venido porque necesito algunas de las cosas que tú vendes, y preferí venir acompañado para probarlos sobre esta esclava.-

-Realmente me extraña que haya venido con mercadería. Nunca ha traído esclavas para probar los artículos.-

-Es cierto, pero ésta es una esclava especial. La tengo desde hace un tiempo y no la he querido vender. La uso sexualmente.-

-Lo envidio, porque es una jovencita de muy buena figura. Estoy seguro que disfrutará mucho cogiéndola.-

-Sí, y no sabes cómo ha aprendido a hacerlo con la boca. Hace un as mamadas inolvidables.-

-Disculpe usted Rogelio, pero yo usaría casi exclusivamente su concha. Se la ve bien buena. ¿Ha usado su culito? Lo veo tan cerradito…-

-Sí también la he sodomizado pero prefiero su boca o su concha. Por el culo se la doy solamente cuando quiero que recuerde que es mi esclava y que yo decido qué hacer con ella. No es un agujero que me interese especialmente. Lo único que me interesa cuando se la meto por el culo es ver su expresión de dolor y humillación. Recibirla por atrás es lo que menos desea que le haga..-

-En ese caso, pues a usar lo que a uno le gusta. Pero vayamos al grano. ¿Qué necesita?-

Media docena de esposas. El modelo que sea el de siempre ¿o hay algo nuevo?-

-No, todos los modelos usted los conoce. Seis artículo 1822. ¿Qué más?-

Quiero ponerle otro juego de esposa arriba de los codos, para que se quede quieta. La veo intranquila.-

El vendedor procedió a cerrar un juego de esposas en los brazos de Julieta que vio restringida su movilidad.

-También quiero unos grilletes para los tobillos. Que sean de cadena corta para que deban dar pasos también cortos.-

Miró varios modelos y finalmente eligió unos muy parecidos a esposas pero con una cadena que los unía de 25 centímetros.

-Estos están buenos. Déme también media docena.-

-¿Le coloco un juego de grilletes en los tobillos?-

-No, por ahora no. Más tarde veremos.-

-También estoy buscando algunos modelos de látigos que se hagan sentir, pero que no dejen marcas. Tengo que castigar algunas de mujeres secuestradas y también a Julieta, pero no deben quedar marcas.-

-Para eso son especiales estos dos látigos. Son muy dolorosos cuando se castiga con ellos pero no dejan marcas.-

Rogelio los examinó, dio algunos azotes a su esclava en el culo, la espalda y las tetas y decidió comprar ambos. Mientras era azotada Julieta no se movía ni se quejaba aunque sentía el rigor del látigo. Le dolía más la humillación que los azotes. Ella misma se sorprendía de lo sumisa que era. Soportaba ser castigada delante de un perfecto desconocido, desnuda y escuchar los comentarios que hacían sobre lo cueles que eran esos azotes, dejando apenas marcada la piel.

Por momentos creía que no podría soportar más humillaciones. ¿Qué había hecho ella para merecer todo esto? No tenía respuesta. Simplemente debía obedecer, porque en caso contrario esos látigos golpearían una y otra vez su cuerpo.

-Ahora quiero ver las mordazas que han llegado. Quisiera que sean de las que se pueden dejar mucho tiempo sin lastimar las mandíbulas. Así se las dejamos puestas mucho tiempo. Afortunadamente Julieta es callada y no creo que deba usarlas con ella. Ha resultado una esclava obediente.-

El vendedor volvió con el nuevo modelo de mordazas. Al verlas Julieta se estremeció. Pensar que su amo podía colocarle semejante adminículo y dejarla quizás toda una noche le producía una sensación de temor pocas veces sufrida hasta entonces. Si bien había dicho que no era necesario usarlas con ella, quizás cambiara de opinión.

-Este es un nuevo modelo. No es sencillo colocarlo, pero una vez ubicado en la boca, es imposible emitir sonido alguno, ni siquiera un quejido. Traba perfectamente la lengua y hace presión sobre un nervio bucal que impide hacer vibrar las cuerdas vocales. Hay dos tamaños. El más chico impide hablar pero el más grande además produce un dolor intenso en el velo del paladar.-

-Vamos a colocarle la mordaza grande a Julieta para probarlo. Parece muy interesante, ya que siempre algunas de las mujeres que secuestramos se ponen a chillar como marranas.-

El vendedor procedió a colocárselas a Julieta que, dócilmente, prestó su boca para la prueba. Una vez bien colocada Rogelio observó la expresión de la joven y disimuladamente se colocó detrás de ella. Extrajo un largo alfiler de la solapa de su chaqueta y se la clavó profundamente en el culo de un golpe.

Por la sorpresa y el dolor, Julieta quiso gritar pero, efectivamente, ni el más mínimo sonido salió de su boca. Rogelio comprobó la efectividad del instrumento. Julieta sorprendida por la efectividad de la mordaza asintió con la cabeza para indicarle a Rogelio que era verdaderamente efectiva. Luego nuevamente meditó que se sometía dócilmente a todos los caprichos de su captor.

-Bien, llevaré cuatro de estas mordazas grandes y cuatro chicas. Veo que son realmente muy efectivas. ¿Sabe lo que ocurre? Las mujeres que estamos tomando para venderlas como esclavas o putas, está cada vez más rebeldes. Hace unos años tomábamos jovencitas y se sometían fácilmente. ¡Ahora se revelan! Debemos castigarlas para que se comporten como se espera de las esclavas y si se las quiere como putas, deben ser dóciles sin necesidad de castigos y prestar sus conchas sin remilgos.-

El vendedor preparó todos los artículos que Rogelio había comprado en un gran paquete. Mientras tanto Julieta pensaba en su propio destino y el de las demás mujeres. ¡Esclavas o putas!

-¿Se lo enviamos a su casa?-

-No es necesario. Julieta se encargará de llevar el paquete hasta el auto.-

Julieta cargó con el pesado paquete y se encaminó al auto, conducida por la cadena que rodeaba su cintura. Una vez dentro del auto se dirigieron a la casa de Rogelio.

Al llegar, se acercó Luciana para comunicarle a Rogelio que una de las nuevas habitantes, Noralí, se había rebelado e intentó agredirla a ella y a Mario.

-Llévenla a la sala de castigos y la suspendes de los tobillos, desnuda y con las muñecas fijas al collar. Yo iré enseguida.-

Y dirigiéndose a Julieta:

-Tú lleva el paquete y déjalo en la oficina de Luciana y luego te diriges a tu celda y le pides a Luciana que te encadene.-

Rogelio llegó a la sala de castigos. Allí Mario tenía unas notas.

Continuará

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