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¿De Estudiante a Sumisa?

en Sadomaso

¿De Estudiante a Sumisa? (17)

Autor: Ricardo Erecto

Capítulo 17.  Sofía se Somete.

Al día siguiente Mariano se dirigió a la celda en la cual estaba Sofía. Apenas escuchó que alguien entraba al recinto, se incorporó asumiendo una actitud un tanto sumisa.

-¿Te han pasado los dolores de las perforaciones y los azotes?

-Me ha calmado un poco. Señor Mariano quiero hablar con usted.

-Bueno, ya lo estás haciendo. ¿Qué quieres decirme?

-Señor, quiero decirle que me someto a su voluntad y acepto totalmente mi condición de esclava y que le pertenezco de por vida. No voy a rebelarme más y aceptaré gustosa todas las cosas que me demande, poniendo mi cuerpo a su disposición para que lo satisfaga plenamente. No puedo soportar más los castigos a que soy sometida por no aceptar mi condición. Soy su esclava, su puta y su sumisa, pero no me someta a los tormentos que he sufrido ayer.

-¿Me quieres decir que se sometes y asumes que eres una esclava que me perteneces?

-Sí Señor. Me someto totalmente a su voluntad. Como le he dicho no puedo soportar más los castigos a los que me somete. Por favor dígame cómo debo dirigirme a usted.

-Como Mi Señor o Amo. No tienes las prerrogativas de mi sobrina Débora para llamarme por mi nombre.

-Entendido Mi Señor. Cumpliré todas sus órdenes con rapidez y haré todo lo que me indique. Mi cuerpo le pertenece.

-¿Hubieras pensado hace dos meses que te encontrarías en esta situación, convirtiéndote en esclava?

-No Mi Señor, no lo hubiera pensado porque no conocía un amo riguroso que me sometiera de la menara que Mi Señor tan sabiamente lo ha hecho. Finalmente he comprendido que ésta será mi vida de ahora en más.

-Me sorprendes esclava, cómo has cambiado en tan pocas horas. ¿Verdaderamente piensas que no eres más que un pedazo de carne que me pertenece y que puedo hacer contigo lo que quiera?

-Sí Mi Señor. Soy un pedazo de carne que le pertenezco para que haga conmigo lo que crea conveniente.

-Debemos celebrar este acontecimiento. En una semana haremos una pequeña fiesta con amigos para presentarte oficialmente como mi nueva esclava.

-Será un honor para mí que me presente como su esclava.

-Ahora te quitaré las cadenas. Puedes tomar un baño, desayunar y ponerte a las órdenes de Débora para hacer las cosas de la casa. Por supuesto permanecerás desnuda a menos que yo te indique lo contrario.

-Gracias Mi Señor.

Mariano sonrió satisfecho. Finalmente había doblegado totalmente a Sofía. No necesitaba otra esclava, con su sobrina tenía suficiente. Su alegría era haber sometido a esta universitaria (en rigor, ex universitaria) y haber convencido a sus padres que ella había elegido convertirse en esclava. La falsificación de la firma, la carta enviada desde un país lejano, los distintos castigos a los que sometió a Sofía, ¿Sofía? NO, la puta Sofía, la esclava Sofía, el pedazo de carne Sofía.

No se confiaba plenamente que la muchacha no quisiera rebelarse,  escaparse o no obedecer adecuadamente. El entrenamiento, como el de Débora, era un asunto que seguía permanentemente. No debía olvidar en algún momento su condición de esclava. Comenzó a sentir una erección. ¿Cual de las dos sería la mejor para cogerla? Sofía no podía ser penetrada por le concha, así lo había indicado el médico. Su boca estaba libre de todo impedimento. Podía así evaluar el empeño que pondría su esclava en mamársela y tragar el semen. No dudó y la llamó a su despacho. Al llegar se arrodilló ante él.

-La esclava Sofía se presenta a sus pies. ¿En qué puedo servirlo?

-Estoy excitado y quiero que hagas una buena mamada y te tragues el líquido seminal que expulsaré.

De inmediato Sofía se acercó a Mariano, le bajó el cierre y delicadamente tomó la pija entre sus manos y se la llevó a la boca. Primero pasó la lengua por el glande y luego se fue introduciendo el falo en la boca mientras cerraba sus labios alrededor del mismo. Luego mientras continuaba con algún movimiento de lengua comenzó a entrarla y sacarla lentamente apenas ayudada por sus manos. Momento a momento notaba como la pija se ponía más y más dura.

Era la primera vez que hacía una mamada convencida que era su deber pero al mismo tiempo comenzaba a disfrutar de darle placer a su amo, y ella misma sentirse gozosa de tener una pija en la boca, acariciarla con la lengua y notar que por su accionar se ponía dura y alguna gota de semen ya comenzaba a sentir en la boca. Siguió entrando y sacando la pija de su boca cuando en un momento sintió el chorro de semen que a borbotones salía de la pija de Mariano. Se apuró a tragar todo lo posible evitando que se escapara por la comisura de sus labios. Luego pasó la lengua por el falo y la punta para dejarlos sin restos de esperma.

-Lo has hecho muy bien puta Sofía. Parece que tienes experiencia en chupar pijas.

-Es la primera vez que lo hago con verdadero placer y agradezco su elogio. Espero siempre servirlo satisfactoriamente.

Así finalizaba esa primera oportunidad en que Sofía había hecho algo sin renegar de su condición, desde que llegó a la casa de Mariano. La había llamado “puta Sofía” pero no le sonó mal. Sabía que así o de manera similar será llamada de ahora en adelante y debía aceptarlo como algo natural. Después de todo ahora era una esclava, o puta o sumisa o lo que fuera. Ya no era solamente Sofía.

Luego de una semana de este episodio se preparó una  fiesta en la cual Sofía sería presentada a los amigos de Mariano como su esclava. Estaban invitadas alrededor de diez personas, todos hombres para el evento. El día anterior, uno de sus amigos (e invitado) llamó a Mariano.

-Dime Mariano. Hay un conocido mío que tiene interés en conocerte y en conocer a tus dos esclavas. ¿Puedo ir con él a tu fiesta?

-Por supuesto que sí. Siendo conocido tuyo, no hay ningún inconveniente.

Así el día de la fiesta se había dispuesto todo de manera que Débora, por supuesto totalmente desnuda y con su collar de esclava con el nombre grabado, recibiría a los invitados y serviría la copa de bienvenida.

Una vez que estuvieran todos, Mariano buscaría a Sofía para presentarla oficialmente como su nueva esclava. La presentaría desnuda pero con sus manos esposadas en la espalda hasta que todos la hubiesen visto y tocado su cuerpo sin restricciones, para luego continuar con la tarea de servir la mesa y prestarse a los caprichos de los invitados.

Así ocurrió y llegado el momento Mariano fue en busca de Sofía, presentándola a los invitados. Todos magrearon reiteradamente las tetas y el culo de Sofía como así también le introdujeron un dedo en la vagina. La muchacha dejaba hacer haciendo solamente algún movimiento cuando le tocaban la concha o le tiraban de los labios vaginales. Una vez que todos y cada uno de los invitados pudieron apreciar el cuerpo de la esclava, se dispusieron a disfrutar de la fiesta. Tal como lo había previsto Mariano, ambas debieron poner sus cuerpos a disposición de los hombres presentes que introdujeron sus pijas en la boca o en las conchas de las muchachas y solamente uno la sodomizó.

Varios en privado le comentaban a Mariano lo afortunado que era de disponer de esos dos ejemplares, destacando cómo en tan poco tiempo había logrado dominar a Sofía. Alrededor de las cuatro de la madrugada, comenzaron a retirarse los invitados. La mayoría se había corrido por lo menos dos veces en los cuerpos de las jóvenes y algunos hasta cuatro veces.

Uno des últimos en retirarse fue el invitado que había sido traído por uno de los amigos de Mariano, quién le dijo al retirarse que tenía sumo interés en hablar con él y que lo haría al día siguiente. Mariano aceptó gustoso y quedaron que a las cuatro de la tarde lo esperaba.

A la hora convenida se apersonó el señor Benjamín Recalde, en representación de un personaje cuyo nombre prefirió resguardar. El objetivo de la visita era comprarle las dos esclavas.

-Señor Mariano, en la fiesta de ayer quedé gratamente impresionado de las dos esclavas que nos atendieron y mi visita obedece que en representación de un importante personaje del exterior quiero expresarle mi interés en comprarle ambas esclavas.

-Ninguna de las dos esclavas están en venta. Por el momento las quiero usar yo.

-Puede poner el precio que desee. Por el dinero no hay problema.

-Insisto, no las vendo

-Cuando digo una cifra alta, estoy hablando de doscientos mil euros por ambas.

-Señor Benjamín, a Débora no la venderé ni ahora ni en el futuro. Me une a ella algo especial que me impida venderla y en cuanto a Sofía, recién la he presentado a mis amigos y quiero gozar de su cuerpo por lo menos por un tiempo. Resiste muy bien los castigos, en especial el látigo y no quiero privarme de semejante satisfacción. Las marcas sobre su piel tan blanca y delicada se resaltan de una manera notable.

-¿Entonces no quiere vender a Débora en ninguna circunstancia? ¿Y si le ofrezco por Sofía los doscientos mil?

-No es una cuestión de dinero. Es una esclava que traje engañada, la secuestré y la esclavicé a costa de castigos y humillaciones. Hace muy poco tiempo que definitivamente aceptó su condición. Habrá visto lo sumisa que se comportó anoche.

-Efectivamente, ambas se comportaron de manera sumisa, resignadas a ser esclavas, por eso mi especial interés. Le doblo la oferta, cuatrocientos mil por Sofía. Es una enorme cantidad de dinero por una esclava. Con ese dinero puede lograr secuestrar media docena de jóvenes y convertirlas en sus esclavas.

-No es sencillo secuestrar jóvenes y esclavizarlas así como así. Con dinero solamente no se logra esclavizar una joven, pero en fin. Cuatrocientos es una cifra importante.

-Pongo una sola condición. La alquilo por una semana para verificar su comportamiento con pago adelantado de cuarenta mil. Si no me satisface, la devuelvo y queda para usted ese dinero, pero si finalmente me la quedo, esos cuarenta serán a cuenta del pago total.

-Déjemelo pensar. Le propongo que venga en dos días y tendrá la respuesta. Quiero arreglar todos los detalles en presencia de la esclava mientras negociamos la venta para que no haya malos entendidos si llegamos a un acuerdo.

-Muy bien, en dos días regreso.

Una vez que se retiró Benjamín, Mariano llamó a ambas esclavas a su despacho

-Ha venido uno de los invitados de anoche y me ha ofrecido una buena suma de dinero para comprar a ambas. Necesita dos esclavas para llevar al extranjero y piensa que ustedes dos son buenos ejemplares para sus planes.

Ambas abrieron los ojos como platos. Era un temor de Débora que fuera a ser vendida como esclava y temió que su tío hubiera ya aceptado la oferta. Sofía comenzó a llorar en silencio, pensando en el futuro que podía esperarle. Fue Débora la primera en hablar.

-Mi señor, ese fue un temor que siempre tuve, que recibiera una oferta por comprarme. Mi Señor tiene la potestad por venderme de acuerdo con la resolución del juez y si bien lamento dejar de servirlo, sé que mi obligación es aceptar todo lo que mi Señor decida, por lo cual con profunda tristeza me pongo en sus manos para que proceda a mi venta.

-Le he dicho a Benjamín que por lo menos por ahora no te venderé- Mintió en cuanto al “por ahora” Había sido claro: “Señor Benjamín, a Débora no la venderé ni ahora ni en el futuro”, pero no quería cerrar ninguna puerta.

-En cuanto a ti Sofía, ha subido tanto el precio que me hace dudar si te vendo o no. Realmente es mucho dinero. Pensaba continuar usándote y aplicándote algunos castigos ya que me satisface la forma en que las marcas del látigo se visualizan sobre tu piel, pero debo pensar qué hacer contigo. También puedes ser una fuente de ingresos alquilándote como puta a tiempo completo y obtener así una renta.

Sofía tomó la palabra y entre sollozos dijo:

-Mi Señor, haré todo lo que me pida, me expondré desnuda en la calle, me dejaré coger en cualquier circunstancia o lugar, haré todo lo que me pida, pero no me venda. ¡Quién sabe lo que me hará el que me compre! ¡Además me llevará al exterior! ¡Por favor Mi Señor! ¡No me venda! Si quiere alquíleme como puta, haré todo lo que me pidan, pero no me venda como esclava al extranjero.

-Sofía, los negocios son negocios y si decido finalmente venderte, esa decisión será inapelable. Sabes no tienes ningún derecho a negarte, el juez, igual que a Débora, te ha declarado esclava de mi propiedad por el pedido que has firmado y que puedo disponer de ti como quiera.

-Mi Señor, usted sabe que yo no firmé mi propia esclavitud.

-No la has firmado pero es como si lo hubieras hecho. No podrás desmentir al juez que te declaró esclava de por vida y de mi propiedad con posibilidad de disponer, como te he dicho, de ti como me plazca.

-Lo sé Mi Señor. Apelo a su caridad. No me venda.

-Ya lo decidiré. Ahora Sofía irás a tu celda. Voy a encadenarte allí y tú Débora espérame aquí.

Se encaminaron a la Sala en que estaba ubicada la celda. Primero Mariano fijó su collar a la argolla de la pared, luego unos grilletes en sus muñecas fueron unidos a las anillas de la concha y sus tobillos también, luego de colocarles unas esposas, los fijó con una cadena a la pared. Sofía estaba casi imposibilitada de moverse, en especial sus manos ya que cualquier movimiento tiraba de sus labios vaginales. Mariano regresó a su despacho dónde esperaba su otra esclava.

-Como he dicho antes me han ofrecido una buena suma de dinero para que le vendiera a ambas. Creo que sí lo haré con Sofía.

-Mariano, sabes que me puedes vender o hacer lo que quieras conmigo ya que así lo dice mi declaración de esclava. Si crees que te conviene venderme, pues véndeme, aunque yo no quiera. Sabes muy bien que mi opinión no cuenta. Eres mi dueño.

-Lo sé y sé perfectamente que puedo hacer contigo lo que quiera, pero por el momento no quiero venderte. No quiero quedarme sin una esclava que me obedezca, a la cual pueda coger y castigar hasta los límites que yo decida. Por ese motivo por el momento no te venderé. Lo que sí es probable que te castigue con más frecuencia ya que no dispondré de Sofía.

-Por supuesto mi cuerpo está a tu disposición para que me hagas lo que decidas. Sabes que los castigos humedecen mi concha.

-Quizás los castigos que tengo pensado no humedezcan tu concha porque van a ser bastante crueles.

-Con solo pensar en que me vas a castigar fuerte se me moja la concha. No creo que sea tan cruel que no me caliente.

-Eso ya lo veremos. Por Sofía me ha ofrecido cuatrocientos mil euros. Es una enorme cantidad de dinero por una esclava, pero está tan interesado en ella que le pediré quinientos mil.

-Es cierto, cuatrocientos ya es mucho y si logras quinientos sería fabuloso. ¿Crees que te convendría alquilarla como puta?

-No, de ninguna manera conviene. Simplemente lo que quiero es dejarle la incertidumbre, la humillación de ser tratada como una cosa, como un animal. Seguro que la venderé pero debo manejar esto con habilidad. Ahora quiero azotarte ese culito tan lindo que tienes.

-¿Me encadenas para llevarme a la Sala de Degradación?

-Solamente una correa en tu collar. Vamos.

Ambos se dirigieron a la sala. Una vez allí Débora fue atada a un caballete apoyando su cintura en la parte superior mientras sus extremidades eran atadas a las patas del caballete. Su culo, redondo, blanco y sin marcas producto del tiempo que no recibía azotes fuertes en los glúteos, quedaba expuesto para el látigo.

Casi como un rito Mariano tomó un látigo de cuero, de cola corta y comenzó a descargar azotes sobre el trasero de su sobrina. Débora apretaba los dientes para no gritar. No era la primera vez, ni mucho menos, que era azotada en el culo pero esta vez su tío lo hacía con fuerza inusitada. Cada azote era realmente doloroso. Con cada visita del látigo, una gruesa marca quedaba sobre la piel que en pocos minutos se convertía en un cordón de color morado. Fueron unos veinte azotes en total que Débora soportó casi sin gemir. Finalizado el castigo regresaron al despacho de Mariano.

-Seguro que no puedes sentarte. El culo te quedó bien marcado

-¿Es así como te gusta que me haya quedado el culo?

-Sí, hacía tiempo que no te azotaba fuerte. Es hermoso mirarte ese trasero así.

-¿No quieres tomarme unas fotos para subir a Internet? ¿Me permites mirarme en un espejo? Lo que sí puedo asegurarte que me dolió mucho y todavía me duele, pero lo más importante es que a ti te guste.

-Es una buena idea tomarte algunas fotos. Hace mucho que no subo nada tuyo luego de castigarte.

Fue en busca de la cámara fotográfica y comenzó a tomarle varias fotos en las cuales especialmente aparecían las marcas de los azotes.

-Viéndote así, me dan ganas que me la mames. Ven póntela en la boca.

Débora de inmediato se puso la pija en la boca. Estaba bastante flácida, pero su boca era muy hábil pare levantar pijas. Lo masturbó hasta que un pequeño chorro de líquido seminal llegó a su garganta.

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