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¿De Estudiante a Sumisa? (4)

en Sadomaso

¿De Estudiante a Sumisa? (4)

Autor: Riocardo Erecto

Capítulo 4. Débora Ofrece su Cuerpo a su Tío

El lunes siguiente fue a la Universidad normalmente pero regresó de inmediato. Se conectó a Internet y comenzó a buscar instrumentos de bondage y tortura. Encontró una importante casa que hacía envíos a domicilio. Hizo una compra para ser entregada en viernes siguiente.

Cuando regresó Mariano le ocultó la compra realizada pero se puso a su disposición.

-Mariano, ¿quieres que permanezca vestida o desnuda? No sabía cómo deseabas encontrarme.

-Siempre es agradable tenerte desnuda. Quítate la ropa delante de mí.

Débora comenzó a balancearse mientras se quitaba la ropa. Las bragas fue la última prenda en abandonar su cuerpo.

-¿Qué me puedes ofrecer?

-Mi señor, mi cuerpo todo le pertenece. Haga con él lo que le apetezca. Úseme de la manera que crea conveniente para mi buen entrenamiento como esclava.

-Me apetece follarte por el culo. Inclínate sobre la mesa y separa los cachetes. Me agrada que te dirijas a mí como “mi señor” .cuando estás en el rol de esclava.

Débora de inmediato de  apoyó su cuerpo sobre la mesa mientras separaba las piernas y los glúteos, ofreciendo el ano para ser penetrado. Mariano se bajó los pantalones y la dura polla que portaba en ese momento se acercó al estrecho agujero que le ofrecía su sobrina.

Con el dedo pulgar Mariano tomó flujo vaginal y lubricó la entrada del culo. Éste sería el único lubricante. Apoyó el glande en la entrada y comenzó a empujar. Con alguna dificultad y bastante dolor para la muchacha la pija fue adentrándose en el estrecho agujero.

Había decidido convertir definitivamente a su sobrina en su esclava personal. El prurito de no hacerlo había quedado atrás y no se detendría hasta que su sobrina se convirtiera no solamente en su puta personal sino en una esclava complaciente y sumisa.

Comenzó a bombear, manteniendo sus manos en los hombros de la muchacha evitando acariciarle los pezones o el clítoris. No quería que ella llegara al orgasmo. Poco después el esperma mojaba las paredes del recto de Débora. Luego de un momento, retiró la pija del culo mientras ella cerraba el agujero para evitar que el líquido seminal escapara de su interior.

-¿Mi señor ha quedado conforme o considera que debe castigar a la esclava por su comportamiento?

-No, te has portado como esperaba. Puedes lavarte y luego me dirás si has leído algo más sobre esclavitud.

No he leído nada al respecto pero si mi señor me indica qué leer o qué  videos debo ver, se lo agradeceré.

-Justamente hoy compré un libro para ti, “Que se Espera de una Esclava” cuyo autor, Domingo Larrosa es un experto en bondage, castigos y torturas cuando las desobediencias trastorna a las esclavas.

-¿Describe las cosas que me harás si me porto mal?

-Creo que sí. No lo he leído completo, solo algunas partes y me ha sugerido algunas cosas para ir educándote como sumisa.

-Muchas gracias tío.

Así finalizaba ese primer lunes. Mariano había definitivamente aceptado hacer de su sobrina Débora su esclava personal.

Los sucesivos días la muchacha recibía a su tío desnuda y aguardaba las órdenes de qué parte de su cuerpo debía ofrecerle. Martes y miércoles fue cogida en la vagina y el jueves luego de una mamada fue penetrada nuevamente por el culo.

-Mañana viernes tengo una sorpresa para ti, tío. Quiero que no demores en tu regreso.

-No tengo pensado demorarme, a las seis de la tarde estaré aquí. ¿Qué sorpresa quieres darme? Creo que todos los días me aguarda una agradable sorpresa. ¡Nada menos que mi sobrina en bolas esperando a ser cogida!

-No te impacientes. Mañana te espero aquí.

Efectivamente el día viernes por la tarde entregaron los implementos que Débora había comprado: Otro juego de esposas, grilletes para los tobillos, dos tipos de mordazas, muñequeras y tobilleras, dos tipos de látigos y una fusta, un collar metálico con argollas y uno de cuero. Tozos de cadenas y diez candados. Se completaba con muchos metros de cuerda de distinto diámetro.

Antes que regresara su tío acomodó lo recibido en las cajas, se desnudó y se depiló nuevamente el pubis, se colocó los grilletes en los tobillos (la cadena que los unía tenía 40 centímetros) y fijó sus muñecas con esposas en la espalda pasando sus brazos por detrás de la baranda de la escalera. Las cajas las acomodó delante de sí misma y aguardó la llegada de su tío.

Por supuesto grande fue la sorpresa al encontrarla amarrada a la baranda y con varias cajas delante suyo.

-¿Por qué te has encadenado así?

-Para que uses mi cuerpo. Abre las cajas que allí encontrarás lo necesario.

Mariano abrió las cajas y fueron apareciendo los distintos elementos. Finalmente tomó la fusta en sus manos.

-Veo que estás deseosa que te castigue. ¿Has hecho algo mal?

-Creo que no te di suficiente placer estos días. Eso merece que me castigues.

-Me has dado placer pero teniendo esta fusta en la mano, creo que la usaré y será para marcar esas tetas. Debes permanecer inmóvil mientras te castigo

-Sí tío, castígame en la parte que creas conveniente.

Mariano levantó la fusta y descargó un azote, no muy fuerte, sobre los pezones de Débora. Las tetas parecían que le ardían, pero se mantuvo callada, evitando quejido alguno. Había propuesto un juego y ahora no podía echarse atrás. La única esperanza era que su tío no fuera muy severo. Otro azote cayó sobre sus pechos, ahora en la parte de arriba de los mismos a unos cinco centímetros por encima de las areolas. El siguiente fue directo otra vez a los pezones. Algunas lágrimas escaparon de sus ojos corriendo por sus mejillas

Mariano no estaba dispuesto a conmoverse fácilmente. Otros dos azotes con la fusta fueron dirigidos entre el pubis y el ombligo. Débora no pudo contener los gemidos y las lágrimas, ahora abundantes, corrían por sus mejillas y caían sobre las tetas.

-¿Estás conforme ahora? ¿Te ha gustado que te castigara así?

Entre sollozos respondió. –Me gusta ser tu esclava aunque me duelan tus azotes. Si me tocas la concha verás que mojada de flujo. No puedo evitar a calentarme.-

Mariano pasó sus dedos entre los labios vaginales. Efectivamente estaban casi chorreando de flujo. Le quitó los grilletes de los tobillos, le separó las piernas y en la posición en que estaba Débora, se acercó para penetrarla. Se introdujo sin dificultad. Poco después ambos llegaban al orgasmo. Pasado un momento fue la muchacha la que rompió el silencio.

-Habrás visto que también hay dos tipos de látigo. Puedes continuar azotándome. Apenas me has dejado algunas marcas aunque me ha dolido mucho.

-No, no continuaré con el látigo. Quiero que te acuestes en el piso y separes bien las piernas para exponer tu concha. Quiero azotarte con la fusta allí.

-Si me azotas muy fuerte en la concha, no podrás penetrarme de inmediato.

-Tienes un agujero más atrás que podré usar aun siendo castigado. Sabes que no me disgusta cogerte por el culo.

Procedió a quitarle las esposas. La joven de inmediato se acostó en el piso y flexionado ligeramente las piernas, las separó, exponiendo su vulva.

-Estoy lista para que me castigues.

Mariano le propinó cinco azotes con la fusta directamente sobre los labios interiores y el clítoris que estaba perfectamente expuesto. Con cada golpe, Débora emitía un gemido prolongado. Al finalizar el último, le ordenó ponerse en cuatro para clavársela por el culo. Luego de unos minutos de correrse en el ano de la muchacha se incorporó.

-Ha sido un buen recibimiento. No me habías dicho nada de las compras que has hecho.

-No, quería darte una sorpresa. Así puedes ir entrenándome para ser una verdadera esclava sumisa, que soporta todos los castigos.

-Sabes que lo principal para mí es usarte sexualmente, pero debo reconocer que castigarte, verte sometida y ofreciendo tu cuerpo de la manera que lo haces, realmente me calienta.

-Tío, no crees que deberíamos tener un lugar destinado a torturarme.

-No hablemos de torturas, será una sala de correctivos, no de torturas.

-Tío, quiero que sea una sala de torturas, que haya todo lo necesario para entrenarme hasta el límite y eso se logra torturándome, no con correctivos.

-Bien, entonces haremos algo intermedio. Ni torturas ni correctivos, la llamaremos Sala de Castigos

-Deberás sentirte que en ella eres poderoso, que puedes disponer de mí a tu antojo, que puedes hacerme lo que quieras, sin límite alguno, tiene que llamarse Sala de Torturas.

-Te propongo que se llame Sala de Degradación. Allí la estudiante de Derecho, será degradada a una simple puta sumisa y esclava.

-Ese nombre me parece bien. “Sala de Degradación”, me sentiré humillada por el solo hecho de entrar allí. Además recibiré los correctivos necesarios para ser una puta y esclava de mi amo Mariano.

-No me gusta que me llames amo. En todo caso sería tu “profesor”. Quedemos así, me llamas tío, Mariano o profesor.

-De acuerdo profesor, pero volvamos a los látigos. ¿No quieres azotarme con uno de los látigos?

-Creo que por hoy tienes suficiente. Quiero que te quedes desnuda el resto de la tarde. Deseo admirar las marcas sobre tu cuerpo. ¿Todavía te duele la concha?

-Sí, me duele bastante.

Así transcurrió el resto del día. En el momento de irse a dormir fue Débora la que preguntó.

-Profesor, ¿deberé dormir desnuda? ¿Me va a atar o encadenar?

-Dormirás en tu habitación con bragas y pijama, pero estarás encadenada. Mañana comenzaremos las obras para dividir el garaje y que una parte sea la Sala de Degradación y tu dormitorio lo convertiremos en una celda

-Muchas gracias profesor. Sabía que me iba a convertir en una esclava sumisa.

Una vez que Débora estaba lista para acostarse, Mariano le esposó las muñecas a la cama y le colocó los grilletes en los tobillos. Pasó su mano debajo de las bragas y comenzó a masturbarla. Si bien los azotes en la concha aun le dolían, disfrutó de la manipulación y poco después se corría.

 

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