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¿De Estudiante a Esclava? (7)

en Sadomaso

¿De Estudiante a Esclava? (7)

Autor: Riocardo Erecto

Capítulo 7. El Contrato de esclavitud.

Pasó alrededor de un mes desde el estreno de la picana eléctrica en el cuerpo de Débora cuando en una de sus clases en la Universidad (Derechos Individuales de las Mujeres) el instructor de comentó que más allá de lo que indicaban las leyes, había mujeres que preferían perder esos derechos y someterse a otra persona. El corazón de Débora comenzó a latir con fuerza. Ese era un tema que le interesaba espacialmente. Aguardó a finalizar la clase y antes que el doctor Rivera se retirara del aula, Débora se acercó preguntándole.

-Doctor, me ha interesado el tema de las mujeres que prefieren perder sus derechos. ¿Es lo que se llama esclavizarse?

-Efectivamente. Hay mujeres que prefieren esclavizarse, generalmente a hombres y firman contratos de sumisión con distinto alcance y con distintos tiempos de duración.

-¿Cómo hacen esas mujeres para esclavizarse?

-Hay un juez en una isla del pacífico sur que aprueba esos contratos. Concretamente hay un estudio de abogados que prepara los contratos, la aspirante a esclava lo firma y el juez aprueba y legaliza el sometimiento. Luego se puede apostillar (Convención adoptada en la Haya el 5/10/1961 por la Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado).en la cancillería y tiene validez en todos los países del mundo.

-Podré tener una copia de uno de esos contratos

-Hay contratos de sumisión de distintos grados de esclavitud. El más riguroso es uno de por vida en el cual la esclava pierde todos sus derechos a manos de su dueño. Pueden pasar de un dueño a otro sin restricciones.

-¿La aspirante debe viajar a la isla del Pacífico a firmar?

-No necesariamente. Hay abogados aquí que legalizan las firmas y luego el juez dicta sentencia declarando a la mujer, que así lo ha expresado, esclava.

-Doctor… quisiera… quisiera que hable con mi tío al respecto. Quiero ser su esclava con documentos que así lo avalen.

-¿Quieres ser esclava de tu tío?

-En la práctica son aprendiz de esclava. Todavía me falta aprender mucho, resistir castigos duros. Voy avanzando de la mano de mi tío. Yo quiero formalizar mi esclavitud.

-He de confesarte que no eres la primera alumna que quiere esclavizarse. Adivino un hermoso cuerpo y creo que tu tío es muy afortunado.

-Si mi tío me autoriza, puedo desnudarme para que pueda apreciar mi cuerpo. Tengo varias marcas de los castigos.

-No quiero comprometer a tu tío. No tengo inconveniente hablar con él. ¿Es para convencerlo de firmar el contrato aceptándote como esclava?

-No creo que se niegue. Al principio no quería pero ahora goza castigándome, enseñándome a ser una esclava sumisa y, por supuesto, usándome  como mujer.

-De acuerdo, dile que me llame y concertamos una entrevista. ¿Tú quieres participar?

-Me parece que la esclava no debe estar presente cuando se discute cómo se la va a esclavizar, las condiciones del contrato, etc. Lo que sí le pido, profesor, es que el contrato sea muy estricto, sin concesiones para mi persona.

-Lo discutiremos con tu tío. Tus deseos son esclavizarte de por vida y que pierdas todos tus derechos ¿Es así?

-Sí doctor, es así.

Esa misma noche Débora habló con su tío.

-Hoy hemos tenido una clase sobre Derechos Individuales de las mujeres. El doctor Rivera me ha dicho que hay un lugar en el cual el juez declara a la mujer que así lo desea esclava de por vida, firmando un  contrato de sumisión.

-No tenía noticias de semejante cosa. Qué locura ¿no?

-No es ninguna locura. Quiero firmar ese contrato y declararme tu esclava de por vida, cediéndote todos mis derechos, sin posibilidad de nada. Que puedas disponer de mí como quieras.

-Me parece un poco arriesgado de tu parte.

-Tío, te lo pido encarecidamente. Quiero que firmes que me aceptas como esclava en esas condiciones. Habla con el doctor Rivera que él puede aclararte las dudas, pero no me prives de someterme a tu voluntad. Podrás castigarme, cogerme, humillarme. Estarás en tu pleno derecho.

-Debo decirte que no me disgusta la idea, pero debemos pensar qué hacer con   tus padres. Mi hermana no aceptará fácilmente que te sometas así como así. Ya si se enteras lo que estamos haciendo, torturándote y cogiéndote casi todos los días, creo que se muere d angustia.

-Primero esclavízame. Luego con los papeles firmados no podrá negarse a aceptarlo. Por favor tío, háblale al doctor Rivera y arregla todo para que firme un contrato de esclavitud.

-Está bien, lo llamaré. ¿Quieres estar presente?

-Lo mismo me preguntó el doctor. Yo no puedo estar presente mientras arreglas cómo me vas a esclavizar.

Al día siguiente Mariano y el doctor Rivera se encontraron en el bufete de éste.

-Mucho gusto señor Mariano Larreta. ¿Su sobrina quiere esclavizarse?

-Efectivamente. En realidad ya es casi mi esclava y dispongo de ella a mi antojo, pero quiere que se formalice con un documento.

-Es usted afortunado. No conozco el cuerpo de su sobrina, pero imagino que debe ser apetecible.

-Sí, tiene muy buen cuerpo y responde muy bien al látigo. Las marcas que quedan sobre su piel, son hermosas, pero vamos al grano.

-Como le habrá comentado Débora hay un juez que con la declaración firmada de la aspirante la declara esclava y según me ha dicho su sobrina, quiere que el contrato especifique que es de por vida y que su dueño no tendrá límite alguno en hacer con ella lo que quiera, incluso venderla, alquilarla o cederla. Es decir, ella estará a merced de usted.

-¿Tendremos que viajar a ese lugar?

-No es necesario. Debemos primero redactar el contrato y que ella lo firme aquí, delante de mí. Yo lo envío por correo y seguirá el trámite y en dos semanas tendrá el contrato aquí y Débora no podrá ser nunca más libre. Será su incondicional esclava hasta que decida venderla.

-No la venderé. Es un bien demasiado preciado, con un hermoso cuerpo para cambiarla por dinero.

-Sin duda debe tener un hermoso cuerpo. Me ha comentado que tiene varias marcas de los castigos que recibe.

-¿Le gustaría verla desnuda?

-Ella me dijo que si usted lo permitía, ella se desnudaría para mostrarme su cuerpo.

-Tiene mi autorización.

-Luego de la próxima clase la llevaré a mi cuarto de estudio de la Universidad y le pediré que se quite la ropa.

-Creo doctor, que verá un hermoso cuerpo. La azotaré la noche anterior para que luzca las marcas del látigo. Queda hermosa. No imagina lo que es con las marcas debajo del ombligo.

-Le agradezco mucho Larreta.

Así se despidieron. La suerte de Débora comenzaba a estar sellada. Luego de firmar el contrato avalado por el juez, no había vuelta atrás. Mariano llegó a su casa y su sobrina lo esperaba, como de costumbre, desnuda y esposada, pero en esta oportunidad especialmente ansiosa. Mariano le contó las alternativas y que en unos días estaría listo el contrato para firmar.

-Profesor, seré su más fiel esclava y cumpliré todos sus deseos.

-El doctor Rivera quiere verte desnuda. ¿Cuándo tienes la próxima clase?

-El miércoles que viene.

-Entonces el martes a la noche voy a castigarte muy duro para dejar tu cuerpo muy bien marcado. Podrá tocarte las partes azotadas pero no podrá ni cogerte, ni masturbarte y tú nada de mamadas o tocar su cuerpo. Estarás para ser mirada y solamente te pase la yema de los dedos por las marcas que deje el látigo.

-Muchas gracias por todo, tío. El doctor Riviera seguramente te va a envidiar.

-Algo de eso ya me ha dicho y me insistió que era afortunado de esclavizarte a ti.

-La afortunada soy yo de ser esclavizada por ti.

Llegó el martes por la noche y Mariano condujo a su sobrina a la Sala de Degradación. Le faltaba quitarse las bragas para quedar en pelotas. Le ató las muñecas y las fijó por encima de su cabeza. Tomó el látigo más doloroso que disponía, de cuero trenzado. Observó el cuerpo de su esclava que aun tenía algunas marcas de castigos anteriores, Volvió a admirar el culo redondo y firme de su sobrina y ese vientre plano que muy pronto recibiría los azotes.

Primero cinco azotes en el pubis. A pesar del esfuerzo de Débora no pudo evitar que las lágrimas humedecieran sus ojos. Un minuto de descanso y ahora otros cinco azotes en el culo. Los descargó con toda su fuerza. Las rayas rojo cereza resaltaban sobre la piel extremadamente blanca. Otro minuto de descanso. Ahora los azotes iban dirigidos a la espalda. Allí el látigo golpeó hasta que toda la superficie estaba cubierta de marcas. Débora lloraba desconsoladamente. Los azotes dolían. ¡Y cómo dolían! Pero no se quejaba.

El siguiente fue el turno de las piernas, especialmente los muslos en su parte interna. Débora mantenía las piernas separadas para que el látigo llegara a esa sensible parte. Mariano cambió de instrumento. Tomó una fusta y se dispuso a marcar las tetas, esas hermosas tetas que tantas veces había acariciado y azotado y esos pezones que tantas veces había mordido con suavidad.

No se amilanó al momento de descargar el golpe, que dio de lleno sobre los pezones. Los siguientes fueron por arriba y por debajo de las areolas y los dos finales nuevamente sobre los pezones. Las tetas estaban casi cubiertas de marcas y húmedas por las lágrimas que se deslizaban justamente sobre los senos castigados.

Para Mariano era una  visión extraordinaria. Era la primera vez que el cuerpo de la muchacha presentaba ese relieve en las marcas. Decidió tomarle unas fotos. A pesar de no haber sido castigada directamente en la concha, algunos de los azotes habían estado muy cerca, por lo cual los labios vaginales se presentaban hinchados y cerrados. No dudó que luego que terminara con las fotos, la penetraría, cosa que poco después hizo. Débora sufría esa penetración pero una de las cosas que había aprendido que una esclava no se niega a nada.

Al día siguiente por la mañana el doctor Rivera dio una clase muy corta y luego de hablar unas palabras con Débora, se dirigió a su gabinete. Su alumna lo siguió. Una vez allí la muchacha comenzó a desnudarse. Se quitaba las prendas lentamente hasta que finalmente quedó totalmente desnuda. El doctor Rivera quedó sorprendido.

-Sabía que eras castigada pero nunca imaginé de esa manera. ¿Qué has hecho para merecer semejante azotaína?

-Mi tío me azotó anoche porque quería que le mostrara mi cuerpo con estas marcas. Por ese motivo he sido castigada así.

-¡Es impresionante! No cabe duda que tu tío es un hombre afortunado de tenerte a ti como esclava.

-Y yo soy afortunada de tener un amo como mi tío, que me educa y me trata como esclava.

-Mira Débora, justamente aquí tengo un borrador de contrato de sumisión. Te doy una copia para que lo leas y lo analice tu tío. Pueden agregarse o sacarse las cláusulas que consideren conveniente. Te anticipo que no tienes casi ningún derecho, y tu tío puede disponer de ti como mejor le parezca.

-¿Es de por vida?

-Sí, una vez que el juez te declare esclava te será muy difícil renunciar. Es un trámite que debe hacer el propio juez y demora no menos de quince años.

-Bien, eso es lo que quería. Ser siempre una esclava y que mi dueño disponga como mejor le parezca.

Débora continuó mostrando su cuerpo, aun los rincones más escondidos e íntimos. La erección del doctor Rivera era evidente.

-Disculpe doctor pero no podré calmar su ansiedad. Veo que el bulto es importante pero mi tío me prohibió hacer que se corra.

-Ya lo sé, porque me lo había advertido, pero no puedo evitar excitarme mirando tu cuerpo cubierto de marcas. Estás hermosa. Puedes vestirte. Lean el contrato, y luego me hacen sus comentarios.

Débora regresó a su casa y cuando llegó Mariano se dispusieron a analizar el contrato de sumisión que próximamente firmaría para que luego el juez refrendara su decisión y fuera oficialmente la esclava de Mariano.

Revisaron todas las cláusulas. Efectivamente Débora no tendría derecho alguno. Podía ser vendida, alquilada, cedida, etc., sin posibilidad de negarse. Además se especificaba que su dueño podía torturarla todas las veces que lo deseara y por el tiempo que creyera conveniente. No había limitaciones en el instrumento que se usara para torturarla y quedaba solamente a criterio de su dueño, quién, además, podría marcarla de la manera y en la parte que creyera conveniente, a fuego, con tatuajes o de la manera que considerara conveniente.

Podría permanecer encerrada en celdas, jaulas o cubículos o permanecer expuesta a las inclemencias del tiempo todo por el tiempo que su dueño considera conveniente. Podría ser exhibida vestida, desnuda, atada o ser torturada en público sin ninguna restricción y todo el material fotográfico o fílmico que se tomara en cualquier ocasión, podía ser comercializado sin limitación alguna. O publicado en Internet.

Se describían formas de sometimiento, castigos y obligaciones indelegables de la esclava para mejor servir a su amo. Todas eran obligaciones y ningún derecho. No había plazo de finalización del contrato.

Cuando finalizó la lectura, Mariano comentó que le parecían un poco excesivas las atribuciones que le delegaba, pero Débora insistió que esa era la manera en que ella se sentiría protegida y que firmaría ese contrato. Así su tío se sentiría libre de usarla como mejor le pareciera sin tener que limitarse. Mariano también aceptó hacerse cargo de su sobrina en esas condiciones y llamaron al doctor Rivera para proceder a su firma en su presencia. Quedaron para el día siguiente por la mañana.

Ya en el bufete del doctor Rivera, firmaron los ejemplares que serían remitidos para que el juez declarara su validez.

-En menos de dos semanas el contrato con la resolución y los sellos correspondientes estarás aquí. Recuerda Débora que esto no tiene retorno.

-Eso es lo que más quiero. Ser la esclava incondicional de mi tío y estar siempre a disposición de lo que él decida, que será lo mejor para mí. Creo que hoy es el día más feliz de mi vida.

Quizás sea insistente señor Larreta, pero usted es un hombre privilegiado por disponer de esta muchacha en esas condiciones. He visto su cuerpo, que tan gentilmente usted había azotado la noche anterior y puedo afirmarle que siento por usted una sana envidia. No se encuentran todos los días esclavas así.

Ni bien subieron al auto para regresar a la casa de Mariano, éste le ordenó que se desnudara completamente y ocupara el asiento del acompañante, luego de colocar un almohadón en el asiento para que el cuerpo de la muchacha quedara más expuesto a la vista de los curiosos. Por supuesto Débora obedeció sin hesitar.

Legaron a la casa y una vez dentro de la misma Débora aguardó las órdenes de Mariano.

-Amo, estoy a su entera disposición para lo que quiera hacerme. Ya hay un documento que me somete.

-Será completo cuando el juez dicte sentencia y te declare mi esclava. Por el momento sigues con el mismo estatus como hasta ahora y todavía no soy tu amo. Quiero penetrar ese culito que tienes y luego azotarte en la espalda.

-¿Quiere cogerme aquí o me llevará a la Sala?

-Será mejor en la sala, te ataré inclinada sobre un caballete.

Se dirigieron al lugar que tantas veces había sometido a su sobrina. La ató doblada sobre un caballete y separándole los cachetes lubricó la entrada. Luego se dispuso a penetrarla.

Débora ya estaba acostumbrada a ser sodomizada y a pesar que siempre le dolía al comienzo había logrado relajar el esfínter para facilitar la entrada. Ahora era conciente que debía entregar su cuerpo y cuando fuera definitivamente esclavizada ya no podría siquiera quejarse por dolor alguno.

Mariano comenzó a moverse metiéndola y sacándola. Ya lo había hecho muchas veces pero ésta era un poco especial. Débora había firmado fu esclavitud y sumisión definitiva. No demoró en llenarle le recto con esperma. La muchacha cerró todo lo que pudo el culo para evitar que el líquido escapara de sus entrañas

Finalizada la sodomización, la condujo junto a la pared, de cara a ésta y fijó sus muñecas y tobillos a sendas argollas fijas en la pared. Tomó unas disciplinas de siete colas y se acercó a la muchacha. Levantó el instrumento y lo dejó caer sobre la espalda de su esclava, que demostró el dolor solamente con un gesto reflejado en su rostro, pero evitó gemir. Luego vino otro, quizás más fuerte que el primero y luego otro. No pudo evitar que se aflojara su esfínter y escapara algo de semen hasta ese momento guardado. La espalda ya estaba cubierta de numerosas rayas. Mariano quería que se notaran más aun. Así descargó media docena más de azotes, cada vez más fuertes. Las lágrimas corrían por las mejillas, mojando las tetas. Solamente tenues gemidos se dejaban escuchar.

Cuando consideró que la espalda estaba suficientemente adornada por los azotes, dejó el látigo y tomando una picana de dos puntas comenzó a aplicarle descargas en el culo. A pesar del dolor Débora estaba cada vez más excitada y ahora el flujo vaginal escapaba de su concha que se mezclaba con el semen proveniente del culo cerca de las rodillas. Mariano miraba la escena y tuvo una erección que decidió que debía calmar. Desató de inmediato a su sobrina.

-Puta, chupa esta pija hasta dejarla seca. Quizás ese sea el único alimento que tomes hoy.

Rápidamente Débora se arrodilló y comenzó a hacerle una mamada mientras sus manos ayudaban a acariciar las bolas y mover el prepucio hacia delante y atrás. Mariano no demoró en correrse nuevamente mientra Débora tragaba los fluidos que llenaban su boca.

Pasaron dos semanas cuando un sobre llegó a la casa de Mariano. Era de un correo internacional. Al abrirlo se encontró con el contrato de sumisión y esclavitud firmado por Débora, más la resolución del Juez que la declaraba esclava de por vida, más los visados consulares y el apostillado de la cancillería. A partir de ese momento Débora quedaba legal y definitivamente sometía a su tío, Mariano Larreta, quien llamó a Débora a su presencia pera comunicarle la novedad.

-Amo, esta esclava está a su disposición de por vida para servirlo. Haga conmigo lo que desee.

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