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El Historiador (3)

en Hetero: General

Capítulo III.

Estaba viajando por Senegal cuando imprevistamente el vehículo en que viajábamos tuvo un desperfecto mecánico. El conductor no pudo repararlo y nos anunció que estaríamos tres o cuatro días en pequeño pueblo, en el cual no había hoteles. Nos alojaríamos en casas de familia. Nos advirtió que, curiosamente, la mayoría de la población era de raza amarilla.

Don Javier se alojó en una casa cuya familia estaba compuesta por padre, madre y seis hijos, tres varones y tres mujeres. Dos de los varones estaban casados, lo mismo que una de las mujeres, viviendo todos en la misma casa. Resumiendo, eso era un jaleo espectacular (en Argentina dirían "un quilombo de la gran puta").

La primera noche nuestro personaje durmió sin dificultad, aunque con un calor espantoso, cosa que comentó al día siguiente al dueño de casa, Moluto, quién le respondió:

Señor Javier, eso debemos solucionarlo y le pido mis disculpas por no haber aliviado ese inconveniente anoche. Esta noche descansará mejor.

Javier estuvo conversando con distintos personajes del pueblo, en particular con una de las personas más viejas, que le informó de los orígenes del pueblo, el por qué de la raza amarilla y otras curiosidades de la mezcla étnica.

Llegó la noche y Javier había olvidado de la promesa de Moluto, pero cuando se disponía a acostarse, las tres hijas del anfitrión, incluyendo a la casada, y el mismo Moluto, se presentaron en su habitación.

Moluto: Señor Javier, sumisamente puedo ofrecer el cuerpo de alguna de mis hijas solteras para que pase mejor noche. El marido de la casada también quiere ofrecerle a su esposa. La casada, de nombre Salutra tiene 24 años , Xanta 23 Elotra de 22. Usted sabrá cuál elegir.

Javier no podía salir de su asombro. Las tres, casi simultáneamente comenzaron a quitarse las pocas ropas que las cubrían.

Moluto: Ud. podrá elegir una de las tres. Observe bien sus cuerpos para efectuar la elección. Nuestra familia es muy pobre y esto es todo lo que podemos ofrecerle. Espero que sus cuerpos le resulten lo suficientemente agradables como para mitigar las incomodidades de la noche pasada.

Javier era educado pero no boludo, por lo cual, luego de examinar a cada una de ellas, eligió una de las solteras para pasar la noche.

Luego de vestirse, Moluto y sus dos hijas, al retirarse del dormitorio le desearon que disfrutara la noche.

Como hemos dicho antes, Javier tenía larga experiencia en costumbres locales por sus viajes, pero nunca se había imaginado algo así. No iba a desperdiciar la oportunidad. Xanta, no parecía nada santa, pero su cuerpo era una fiesta para los ojos (y las manos y el pene) Sus tetas eran de reducidas dimensiones pero firmes, paradas. Sus pezones sobresalían de los globos como si quisieran escapar.

Su culito, muy firme y terso, era una invitación a las caricias. Ni hablar de su conchita, cerrada, con muy poco uso pero húmeda y ansiosa de ser penetrada. Javier también se quitó la ropa y comenzó a acariciar tan hermoso cuerpo. Pasaba una y otra vez sus manos por la tersa piel del culo y acariciaba las tetas y pezones con delicadeza. También el coño se vio favorecido por las caricias de Javier.

Luego Xanta se arrodilló y acarició con su lengua la punta del pene, mientras Javier sobaba dulcemente las tetitas de la joven. Poco a poco la joven fue introduciendo la verga en su boca hasta tenerla casi por completo dentro de ella. Sus labios, apretados alrededor del pene, causaban una agradable sensación en Javier.

Pasaron a la cama en la cual estuvieron largamente acariciándose antes de la penetración. Si la noche anterior Javier había sufrido el calor, ni que decir de esta noche con la excitación y el contacto con otro cuerpo, La diferencia estaba en que ahora ni se acordaba del calor ni las posibles incomodidades. Se dedicaba a gozar del polvo.

Eran casi las dos de la madrugada cuando ambos, agotados por el intenso ejercicio sexual conciliaron el sueño. La joven durmió completamente desnuda, con sus piernas envolviendo las de Javier, estando, por lo tanto, su conchita jugosa en contacto con su compañero de noche.

A la mañana siguiente Moluto preguntó, solícitamente, si Javier ha descansado bien y si el comportamiento de su hija había sido satisfactorio, a lo que Javier respondió afirmativamente.

Moluto: Para esta noche ¿UD desea la misma acompañante o prefiere probar otra?. Quizás pueda conseguir alguna sobrina o vecina.

Javier: No quisiera molestarlo, pero quisiera evaluar a alguna sobrina suya. Veo que las muchacas de aquí son fogosas, tienen unos cuerpos deliciosos y están bien dispuestas a atender a los viajeros.

Moluto: Es lo menos que podemos hacer por los que nos visitan. Tengo en total 23 sobrinas. No estoy seguro que todas puedan venir pero sí unas cuántas de ellas.

Así quedaron. Javier estaba un poco ansioso por esta experiencia y llegó a la conclusión que había sido una suerte que el vehículo tuviera desperfectos mecánicos. Antes había deseado que se solucionaran lo más pronto posible. Ahora no tenía ningún apuro. Sentía cierta curiosidad por ver a las sobrinas. ¿Se desnudarían todas para que eligiera? ¿Qué edades tendrían?. Por la noche se develaría la incógnita.

Cerca de las 7 de la tarde se acercó Moluto para comunicarle que de las veintitrés sobrinas pudieron venir solamente diecisiete y que para compensar había logrado que cinco vecinas del lugar se ofrecieran para participar de la selección. Las veintidós jóvenes aguardaban a ser examinadas.

Era fácil imaginar el asombro de Javier. ¡Veintidós mujeres para elegir con quién pasar la noche!

Lo primero que hizo Javier fue hacer una preselección. Entre las veintidós había por lo menos cinco que eran casi unas niñas. Javier no estaba dispuesto a cogerse ninguna menor de diecisiete años. Así quedó con doce sobrinas y 5 vecinas. Luego descartó siete más por diversos motivos, (embarazo, o cuerpos que no eran del gusto de Javier). Quedaban diez mujeres para examinar. Seis eran de rasgos orientales y cuatro hermosas negras.

Las diez jóvenes comenzaron a quitarse la ropa que las cubría de la cintura para abajo. Alguna de ellas tenía su busto descubierto como era frecuente en el lugar. A instancia de Moluto las jóvenes se acercaban una a una hasta Javier para mostrarle sus intimidades o que palpara sus carnes. No era fácil la decisión, todas estaban muy apetecibles pero finalmente Javier se decidió por una de las vecinas, una negra hermosa padre ofrecía para hacer más agradable la visita de un extranjero. Sería una nueva experiencia para él.

La joven Saruta, ese era su nombre, tenía 22 años. Era viuda desde hacía dos años. Tres días luego de su casamiento su esposo había muerto víctima de una enfermedad repentina. Desde esa fecha no había tenido relaciones, por lo cual estaba bastante calentita, aunque le confesó a Javier que la disculpara por su poca experiencia sexual y le solicitaba que él le indicara cómo proceder. También le indicó que se había higienizado el culo por indicación de su madre, por si quería penetrarla por allí.

Javier: No soy aficionado a coger por el culo. Seguramente tienes una conchita adorable como para use tiempo en clavártela por el culo. Podrías comenzar con una mamada.

Saruta sin dudar tomó el pene de Javier con sus manos y comenzó a lamerlo y chuparlo. Luego se lo fue introduciendo cada vez más en su boca. Ya había adquirido buen tamaño cuando se deslizó sobre el cuerpo acostado de Javier. Saruta era una mezcla de felino con reptil hasta que ubicó su concha muy cerda de la masculinidad de Javier.

Todos los movimientos de la mujer eran sensuales y excitantes. Si bien había dicho que no tenía experiencia, la sensualidad la llevaba adentro. Continuaron el juego sexual sin penetración por un rato.

La piel tersa, sus tetas bien formadas que apoyaba una y otra vez sobre su pecho y su cuerpo vibrante hacía que Javier llegara a un estado de excitación que pocas veces había conocido antes. Cuando la penetró se encontró con una vagina pequeña y jugosa. Como dije antes, Saruta se movía como un felino en celo. Poco después ambos se corrían con un orgasmo casi espasmódico.

Saruta aguardaba las indicaciones de Javier, poniendo todo su cuerpo a disposición del hombre. Las caricias, las chupadas, las penetradas y todos los juegos que se pueden imaginar se repetían de continuo. Ya comenzaba a amanecer cuando quedaron ambos exhaustos y dormidos, Saruta abrazando a Javier.

Despertaron cerca de las once de la mañana. El calor era casi insoportable pero ninguno de los dos reparó en eso. Saruta nuevamente le preguntó qué más debía hacer para complacerlo. Ella también había disfrutado mucho después de tanto tiempo de conformarse con el pulgar para satisfacerse. Había tenido un pene de verdad en su interior y había sentido el líquido caliente volcándose en la vagina.

Jugaron un rato finalizando con un nuevo polvito pasado el mediodía después de una prolongada mamada en la cual el miembro de Javier entraba y salía de una boca sensual y una lengua que recorría una y otra vez la glande. Muy poco después el conductor del vehículo anunció, lamentablemente, que había sido reparado y que continuarían viaje. Una verdadera lástima no probar a alguna de las sobrinas del dueño de casa.

 

Moluto por su parte agradeció la visita de Javier esperando haber podido brindar un trato como merecía. Le reiteró que si en alguna oportunidad volvía a pasar por el lugar, las puertas de su casa estarían abiertas para recibirlo. (Javier pensó que también estarían las piernas abiertas de sus sobrinas). Como compensación por los favores recibidos Javier dejó quinientas piastras de regalo. Todos muy contentos y deseando que regresara.

Ya me disponía a continuar con el tema de la entrevista que me había llevado a visitar a Javier, cuando me comentó:

-Otra experiencia curiosa la tuve en Centro América.-

En ese momento pensé que don Javier Gutiérrez Basurto había leído y adoptado la forma narrativa de Las Mil y Una Noche. Cada cuento era interesante pero el siguiente lo era más.

-Usted disculpe, Don Javier, pero yo intentaba tener esta charla con usted, con vistas a escribir mi libro.-

-Déjeme que le cuente que me sucedió, que creo es muy interesante.-

-Bueno, adelante. Lo escucho.-

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