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No Quiero Más Putas (II)

en No Consentido

No Quiero Más Putas (II)

Mariana se Incorpora a la Vida Diaria

Autor: Ricardo Erecto

 

Si bien no era mi intención escribir una continuación del relato, he cambiado de opinión y aquí va la segunda parte (Capítulo 3) Éste es, definitivamente, la última de la serie.

Muchas gracias por los comentarios que los lectores efectuaron en la entrega anterior.

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Pasaron unos días en los cuales Mariana permanecía todo el día desnuda, haciendo las cosas de la casa y estando a disposición de Lucas, que la cogía a diario. Fue entonces que la muchacha le hizo un pedido a su dueño.

-Señor Lucas, debo hacerle un pedido para mejor conservar su propiedad. Usted ordenó que todos los proveedores trajeran las mercancías a la casa. Yo los debo atender así, desnuda como estoy y ellos tocas mi partes íntimas e incluso han intentado violarme. Me he resistido pero me han amenazado con venir dos o tres y doblegarme.

-Eso no lo había pensado. ¿Cuál es tu pedido?

-Que me coloque un cinturón de castidad que proteja mis agujeros todo el tiempo que usted no está en la casa. De esa manera no habrá forma que me penetren y su propiedad estará protegida y sin su consentimiento no podrán obtener placer de mi cuerpo.

-Es una buena idea. Yo tendría la llave para permitirte quitar semejante adminículo y que estés accesible para cuando quiera usarte. Quizás te resulte incómodo pero es un método seguro. Mañana mismo iremos a un comercio que vende estas cosas.

-Muchas gracias mi señor.

Lucas estaba realmente satisfecho con su compra. Mariana prestaba su cuerpo sin objeción alguna, hacía todas las tareas de la casa con rapidez y eficiencia y ahora incluso cuidaba no ser usada sin la aprobación de su dueño, aunque ello le implicara usar un cinturón de castidad.

Hasta el momento no había sido necesario aplicar ningún castigo a su esclava por mal comportamiento ni tampoco él mismo había sentido la voluntad de hacerlo.

Al día siguiente le anunció a su esclava que irían a comprar el cinturón de marras. La esposó con las manos en la espalda y se dirigieron al auto. Mariana pensó que sería transportada en el baúl pero Lucas le indicó que lo haría en el asiento del acompañante.

-Creo que mereces viajar el ese asiento, un poco más cómoda. Además si debemos detenernos, algún mirón podrá apreciar tu cuerpo desnudo.

-Como usted ordene, mi señor.

Luego de andar una media hora, el auto se detuvo frente a un comercio cuyo nombre era “El Sometimiento”. Ya en vidriera del mismo podían apreciarse esposas, látigos, máscaras, y diversos instrumentos para el sometimiento y castigo de esclavos y esclavas. Bajaron del auto y se dirigieron a su interior, dónde los atendió un dependiente.

-Bienvenido a nuestra casa señor. ¿En qué podemos ayudarlo?

-Quiero proteger a mi esclava de violaciones que yo no he permitido. Busco un cinturón de castidad que no le resulte muy incómodo a mi esclava y que al mismo tiempo sea completamente inviolable.

-Tenemos varios modelos. Uno completamente seguro es éste construido en acero inoxidable con pasadores y candados cementados. Solamente con la lleve puede abrirse y quitarse. Tiene la ventaja que por su terminación, deja las partes íntimas de la esclava en condiciones de ser usada de inmediato.

-¿No es siempre así? Cuando le quito el cinturón, quiero poder usarla.

-Justamente. Hay algunos que si bien son seguros, tanto la vulva como el ano quedan tan irritados que no es posible su penetración hasta después de una hora. E cambio, el que le ofrezco, no irrita en absoluto, es higiénico, fácil de colocar y retirar pero al mismo tiempo, una vez asegurados los cierres, es imposible quitarlos ni siquiera acceder con los dedos a las partes sensibles.

-En ese caso quisiera que m esclava se lo coloque.

El dependiente tomó algunas medidas de Mariana, hizo algunos ajustes en el tamaño apropiado y procedió a colocárselo.

-Seguramente son proveedores u otras personas auxiliares los que quieren violarla. Es muy frecuente eso y hemos vendido muchos con ese fin. Yo le recomiendo que lo complemente con un corpiño metálico para proteger los hermosos senos de su esclava.

-Las tetas no se la pueden coger.

-Es cierto, no las puedes penetrar, pero sí magrear o marcar, disminuyendo el valor de su propiedad. Y si me permite quiero decirle algo. Por ni trabajo he visto cientos de esclavas, pero muy pocas con un cuerpo como ésta. Verdaderamente lo felicito por la elección que ha hecho.

-Se la he comprado a Santos Valenzuela.

-Es el mejor comerciante de esclavas y meretrices. Siempre tiene el mejor material de la plaza. Bien, ya está calzado el cinturón ¿Qué le parece?

El cinturón cubría unos cinco centímetros por encima de la vulva por el frente y no más de dos centímetros por encima del agujero del culo. A pesar de sus reducidas dimensiones era totalmente imposible acceder a algunos de los agujeros aun con un dedo. El ajuste era perfecto y los tres candados que unían y cerraban las distintas partes del adminículo, estaban estratégicamente distribuidos.

-Veamos qué me pude ofrecer para proteger las tetas.

-Mi recomendación es éste, complemento del cinturón, también realizado en acero inoxidable, con una protuberancia en la punta para alojar los pezones. Permítame que le coloque uno.

-Sí, póngaselo y vemos cómo queda.

El dependiente procedió a colocarle el corpiño metálico, que ajustaba perfectamente sobre los pechos de Mariana sin dejar lugar para acceder a las mismas. Un candado especial mantenía la prenda sin posibilidades de deslizarse o quitarse.

-Creo que de esta manera su esclava está perfectamente protegida. ¿Qué opina?

-Quiero comprobar que es totalmente inviolable y que no es posible tampoco tocarle las tetas.

Mariana acercó su pecho a Lucas quién vanamente intentó acceder a la piel por debajo del “corpiño” metálico.

-Veo que es muy efectivo, lo mismo que el cinturón de castidad. ¿Usted cree que podrá llevarlo varias horas sin problema?

-Ya le he dicho que sus partes sensibles no se verán afectadas para su goce por el uso de estas dos prendas. ¿Alguna cosa más? ¿Algún adminículo para castigo de la esclava? Tenemos un corpiño similar pero con una serie de espinas en su interior que apenas se clavan en la piel pero les resulta muy doloroso.

Mariana abrió los ojos, horrorizada, pensando que su dueño pudiera comprar semejante “prenda” para que ella usara.

-No es mi intención aplicarle ese castigo a mi esclava. Por lo menos hasta ahora ha sido muy obediente -estas palabras tranquilizaron a la muchacha-. Dígame lo que le debemos por estas prendas.   

Pagaron y subieron al auto, en esta ocasión Mariana también ocupó el asiento del acompañante pero portaba las prendas recién compradas.

-Mi señor, muchas gracias por haberme comprado estos protectores. Ahora podré atender a los proveedores sin temor a ser atacada en las partes íntimas que le pertenecen.

-Será una nueva experiencia para ti usar ese cinturón.

-Mi señor, debo confesarle que el roce sobre mi concha por el movimiento del auto me excita mucho.

-Retiene la corrida hasta que lleguemos. Entonces aprovecharé para cogerte. Supongo  que estará bien húmeda.

Una vez que llegaron a la casa, Lucas le quitó rápidamente el corpiño y el cinturón y se dispuso a penetrarla. Una vez vaciado sus huevos, comenzó con unos trabajos pendientes.

Pasaron unas semanas cuando una mujer se presenta en la casa de Lucas. Como siempre, y estando su dueño en casa, Mariana atendió la puerta sin los protectores habituales.

-Quiero hablar con el señor Lucas Madariaga.

-Sí señora. ¿Quién lo busca?

-Dígale Madame Ivette.

Mariana fue en busca de Lucas.

-Mi señor, Madame Ivette lo busca.

-¿Madame Ivette? ¡Cuánto hace que no la veía! Que pase.

La dueña del burdel “Ensoñación” iba a visitar a un antiguo cliente.

-¡Ivette! ¿Cómo estás?

-Ya veo por qué no vienes más por el burdel. Tienes puta en casa.

-No seas tan dura. No es una puta, –ironizó- se trata de una amiga que me ayuda con las cosas de la casa.

-Lucas, no quieras engañarme a mí. Tiene un hermoso cuerpo y es muy joven. ¿De dónde la sacaste?

-Se la compré a Santos Valenzuela. Me ha dicho que tú también eres cliente de él.

-Sí, le compro periódicamente algunas putas. No sé de dónde las saca pero tiene unas mujeres envidiables. ¡Así las cobra!

-Es cierto no son baratas, pero es muy buen material.

-En definitiva, te has comprado una puta y no volverás por mi casa.

-Mira, por ahora no, pero si me canso de ella, podrás volver a verme por allí.

-Si te cansas de ella, avísame, soy una posible compradora de esa mujer.

-Es bueno saberlo, pero creo que la tendré mucho tiempo. No sabes lo sumisa que es, qué predispuesta está a ser usada y además se ocupa de todo en la casa.

-¿La tienes siempre desnuda? Ten cuidado cuando sales de la casa.

-Cuando no estoy, le coloco un cinturón de castidad y un corpiño metálico

-Me parece una medida muy adecuada. Estoy segura que quién venga a esta casa, querrá cogérsela.

-Hasta ahora he logrado que sea el único que la usa, por supuesto luego de comprada.

-Recuerde mi estimado Lucas, que una puta nunca deja de serlo y apenas se descuide, tendrá la concha ocupada por otro. Cuando verdaderamente se convierten en esclavas, aceptan cualquier propuesta. No saben decir que no.

-Descuide Ivette. Lo tengo en cuenta. Por el momento ni siquiera he tenido que aplicarle ningún castigo importante. Nunca pensé que se sometería de esta forma.

-Me alegro por usted. No es muy común que una esclava no tenga que ser castigada en sus comienzos con el primer amo. Si es así, lo felicito por la elección.

-Muchas gracias Ivette por su visita y sus conceptos.

-Por favor no olvide que, si decide venderla, son una compradora de putas.

Así se despidió la dueña del burdel al cual Lucas asistía con frecuencia antes de disponer de Mariana.

Pasaron los días y la actitud de la esclava era cada vez más de sumisión y devoción hacia Lucas. Cuidaba cada detalle y siempre estaba dispuesta a satisfacerlo. Debido a la necesidad de usar preservativo para evitar embarazos, Mariana le solicitó que la esterilizara de manera de poder recibir el semen en su vagina sin limitación.

-Amo, así le más fácil usarme, sin necesidad de pensar en protección alguna, podrá penetrarme en cualquier agujero de manera inmediata.

-Es una buena idea. Podemos aprovechar y hacerte anillar en la vulva y los pezones.

-Como usted me indique mi amo. Por supuesto mi cuerpo le pertenece.

Lucas no dejaba de sorprenderse cada día más. La manera en que Mariana había asumido su condición de esclava no era la que esperaba el día en que estaba en la casa de Santos, mientras examinaba a las dos esclavas.

Así Lucas fijó el día en que operaría a Mariana para esterilizarla y ponerle las anillas. Ya en el consultorio médico, el profesional procedió a realizar la tarea encomendada. Finalizada la primer parte (la esterilización) procedió a colocarle dos anillas en cada labio vaginal, uno en el clítoris y uno en cada uno de los pezones Quedaban así nuevos signos de la sumisión de la esclava.

Dos días más tarde un collar metálico con los nombres de la esclava y su dueño se cerraba alrededor del cuello, de forma permanente, de la muchacha. Un nuevo signo de sumisión y pertenencia a su amo.

Pasaron unos días y  Lucas decidió visitar a Santos Valenzuela, acompañado de su esclava. Así se lo comunicó a ella.

-Quiero que estés desnuda, con las muñecas esposadas en la espalda y con grilletes en los tobillos. Vamos a la casa de Santos Valenzuela.

Mariana se asustó, pensando en que sería dejada en esa casa para su venta posterior. Creía haber cumplido con todos lo que se le había solicitado, pero era consciente que para su amo era sólo una esclava

Fue en busca de las esposas y los grilletes que ella misma se colocó y se presentó ante Lucas.

-Ya estoy como usted me indicó, señor.

-Bien, sube al auto y partimos.

Mariana no pudo contener las lágrimas. No sabía qué futuro le esperaba.

-¿Por qué lloras Mariana?

-Porque me va a dejar en la casa de Santos para venderme.

-No es mi intención venderte por el momento. Me satisfaces muy bien y eres lo suficientemente sumisa como para no traerme problemas. ¿Por qué pensaría en venderte?

-Lo pensé porque íbamos a la casa de Santos.

-Vamos a hacerle una visita y quiero agradecerle que te haya seleccionado a ti. Eres una buena esclava.

-Muchas gracias, mi señor. No sabe lo contenta que me dejan sus palabras. Siempre seré su fiel esclava.

Llegaron al Hotel “Vidas Paralelas” Lucas abrió la puerta para que bajara Mariana, siempre con esposada y con grilletes en los tobillos y se dirigieron al despacho de Santos, quien reconoció de inmediato a ambos.

-¡Lucas! ¡Qué sorpresa verlo! ¿Qué pasa con Mariana? ¿Quiere venderla?

-De ninguna manera. Mariana es una buena y fiel esclava. Solamente quería agradecerle que la haya seleccionado y me la haya vendido.

-Es mi trabajo, vender mujeres y dejar conformes a los clientes. Lo que sí debo decirle que la vendí muy barato. ¿Sabe cuánto pagaros por Florencia, la otra esclava que usted evaluó?

-No, no tengo idea.

-La vendí en la subasta. El precio comenzó a subir y había primero tres interesados en comprarla, luego dos y finalmente se subastó en ochenta y cinco mil. Una verdadera fortuna, pero era una joya. Estoy seguro que si subastaba a Mariana podía sacar el mismo dinero o más.

-¿Me quiere decir que hice un gran negocio comprándola?

-¡Por supuesto! Mariana es una joya muy valiosa.

-Debo reconocer que es una excelente esclava y estoy muy conforme con ella. Ese es el motivo por el cual estoy aquí. Le reconozco su perspicacia para detectar buenas esclavas.

-Bien me alegro que esté conforme. Ese ha sido siempre el éxito de este negocio que lleva tantos años en el mercado.

-No me queda más que despedirme. Puedo asegurarle que recomendaré sus servicios.

Así finalizaba el encuentro. Ambos emprendieron el regreso a la casa. Durante el trayecto, Lucas quiso anunciarle a su esclava que la sometería a algunas vejaciones. Ya disponía de su cuerpo sexualmente en todo momento, pero quería avanzar en algo más. Mariana temió que podía recibir castigos muy duros. Sin embargo no ese el pensamiento de su dueño.

El día siguiente transcurrió sin novedad aparente. Cuando Lucas regresó a última hora de la tarde, lo hizo portando una voluminosa caja. La esclava estaba, como era costumbre, completamente desnuda y con el cinturón de castidad colocado, como cada vez que Lucas estaba fuera de la casa. También como era habitual, le quitó el molesto aparato

-Mariana, quiero que me acompañes al ático. He traído algunas cosas que quiero usar contigo.

Una vez en el ático, Lucas abrió la caja. En la misma podían verse correas, cuerdas, cadenas, esposas, mordazas  y varios artilugios más para inmovilizar a su esclava.

-Permanecerás atada a esa columna que soporta el techo de la casa. Primero te pondré esta mordaza, que me han asegurado que es muy efectiva. No quiero escuchar palabra alguna.

La muchacha, casi temblando de miedo, abrió la boca para que insertara una bola de goma que no solamente trababa su lengua no permitiéndole articular palabras, sino que además impedía emitir sonido alguno. Luego selló la boca con una cinta, fabricada para tal efecto. Una cuerda rodeó su cuello atando los extremos a la columna.  A continuación puso su espalda contra la columna ató sus muñecas detrás de la misma. Otra cuerda, luego de rodear su cintura y la columna, la anudó fuertemente impidiendo casi cualquier movimiento. Finalmente sus tobillos, fueron atados de manera tal que sus piernas quedaron algo separadas pero también amarradas a la columna también.

-Como primera prueba de sumisión y humillación es suficiente por ahora. Quiero asegurarme que no escucharé sonido alguno de tu garganta.

Tomando una larga aguja la acercó a la teta izquierda, muy cerca del pezón y comenzó a clavarla lentamente. Mariana quería gritar, moverse, evitar el dolor que sentía en su pecho pero le era imposible. Sus ojos parecían querer saliese de sus órbitas. No pudo emitir el más mínimo sonido. Entonces retiró la aguja.

-Tal como me habían dicho, la mordaza es muy efectiva. Te quedarás así hasta la hora en que debas preparar la cena.

Algunas lágrimas corrieron por las mejillas de Mariana. Faltaban unas tres horas antes que pudiera desatarla. Se sentía desolada. Comprendía una vez más que no era más que una esclava, que su cuerpo no era más que un juguete de su amo y temió que ese fuera solo el comienzo de un largo camino de degradación y humillación.

Pasado el tiempo estipulado, Lucas regresó al ático. Observó la cara de desazón y angustia de Mariana. Sintió que ese cuerpo que estaba allí, amarrado en el ático de su casa, le pertenecía por completo, que estaba a su merced. Acercó su mano a la concha y comenzó a masajearla. Quería que se humedeciera para penetrarla con facilidad.

Cuando notó el flujo vaginal entre sus dedos, se bajó los pantalones y acercando su pija a la entrada de la vagina, comenzó a clavarla lentamente, disfrutando de cada milímetro que su miembro se introducía en esa vagina que, una vez más, comprobaba que le pertenecía.

No demoró en correrse, pero la dejó adentro hasta que ya flácida se escurrió fuera de la concha.

Comenzó a quitarle las ligaduras lentamente hasta que quedó libre y finalmente le quitó la cinta y la bola de la boca. Esa boca que inconscientemente pronunció un “Gracias mi Señor”

-Prepara la cena y luego vendrás a mi cama. Quiero pasar la noche contigo.

-Sí señor. Enseguida preparo la comida y estaré a su disposición.

Haber tenido a Mariana atada e indefensa lo había calentado. Inmediatamente luego de la cena esperó unos minutos a su esclava en su dormitorio, que se presentó poco después.

-Señor Lucas, úseme como considere conveniente.

-Acuéstate de espalda. Usaré la posición de misionero. Separa las piernas.

Mariana obedeció de inmediato exponiendo su sexo que apenas unos instantes más tarde era ocupado por la pija de su dueño.

Finalizado el polvo y luego de haberse lavado, Lucas le comentó las instrucciones a seguir a partir de ese momento.

-El único castigo que te aplicaré será el “bondage”. Te ataré de manera similar a como lo hice hoy, o encadenada pero no sufrirás otros castigos como azotes, cera caliente o similar. Cuando no estoy en casa usarás el cinturón de castidad, pero he comprado otro que seguramente te resulte más incómodo pero te excitará más para cuando yo regrese.

Efectivamente los días prosiguieron  tal como había anunciado Lucas. El nuevo cinturón era mucho más incómodo y hacía más inaccesible aun a sus intimidades. El corpiño metálico estaba forrado interiormente con una tela rugosa y áspera que resultaba molesta pero endurecía no solamente más los pezones, sino también toda la teta. Mariana había bajado un escalón más en su degradación y sumisión.

Fin

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