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Informe del Sicólogo (6)

en Sadomaso

El Informe del Sicólogo VI

Dedicado a Sifaxnumida

 

Detectadas las necesidades de Cintia como se vio en el capítulo anterior, el sicólogo llamó a Plinio y lo puso al tanto de los acontecimientos.

-Mira, Cinta es una chica fundamentalmente para cogerla. También puedes castigarla pero no debes ser muy dura con ella. Te llamará para ir a tu residencia.-

Justamente estoy devolviendo a María sus familiares que la trajeron aquí. No quería irse pero finalmente la convencimos que fuera vendida a un prostíbulo. Trabajará como puta pero en condiciones de esclavitud. Una muy buena opción.-

Poco después llamó Cintia. Plinio le dio las indicaciones para llegar a su residencia. La joven se preparó y salió de inmediato a la dirección que le había dado.

-¿El señor Plinio? Soy Cintia. Creo que usted me esperaba.-

-¿Estás dispuesta a hacer todo lo que indique? ¿A ponerte a mi entera disposición obedeciendo todo lo que se ordene? ¿Recibir castigos si tu comportamiento no es el adecuado?-

-Sí, haré todo lo que me pida.-

-Bien, Desnúdate que quiero conocer tu cuerpo.-

Cintia se sorprendió que le pidiera semejante cosa, pero la mirada penetrante de Plinio no le permitió dudar y comenzó a desnudarse. Se quedó con las bragas puestas.-

-¿Eres sorda o qué?¿No sabes lo que es estar desnuda?-

Sin perder tiempo Cintia se quitó las bragas. Había tomado la precaución de depilarse nuevamente para dejar su vulva libre de vello.

Plinio se acercó y le palpó las tetas. Más que palpar era manosearlas, de la manera más lasciva. Cintia permanecía inmóvil como una estatua. Luego le pasó las manos por el culo y le metió un dedo tanto en la vagina como en el culo. Mientras tanto Cintia continuaba sin moverse y dejando hacer.

-¿Cuántas veces te cogieron por el culo?-

-Nooo. Nunca me la metieron por atrás.-

-¿Tragaste mucha leches de tus amiguitos?-

-Bueno… alguna vez me la puse en la boca, le di una chupadita, pero nunca se corrieron en la boca.-

-Veo que necesitas mucho. Vamos que te llevaré al lugar donde dormirás. Voy a cogerte para conocer mejor tu vagina.-

Estas palabras inquietaron a Cintia. La manera era muy ruda. "Voy a cogerte para conocer tu vagina", era una orden difícil de asimilar, pero así desnuda como estaba se dirigieron a la celda que María había desocupado esa mañana. Cintia no pudo menos que estremecerse cuando pasó delante de otras dos celdas ocupadas por sendas mujeres desnudas, encadenadas y con claros signos de haber sido torturadas.

Sin dar explicaciones Plinio le ordenó acostarse en el suelo y separar las piernas.

-Espero que estés mojada para que entre más fácil. Aquí no usamos cremas y otros lubricantes.-

De espaldas en el suelo y con las piersas separadas vio como Plinio se bajaba los pantalones. Una verga de buen tamaño y bien erecta estaba lista para introducirse en sus intimidades. Trató de relajarse todo lo posible cuando sintió la punta en la entrada de su concha. Si mucha demora Plinio se la metió hasta el fondo y comenzó a bombearla.

La jpoven tenía sentimientos encontrados. Por un lado era claramente una violación, ya que ella no había decidido coger ni con Plinio ni en ese momento, pero por otro lado sentir una verga en su interior le sentaba muy bien.

Acompañaba los movimientos del hombre que la estaba cogiendo y comenzó a disfrutar. Tanto era así que se corrió antes que el propio Plinio que poco después descargaba su leche dentro de ella.

Plinio se levantó y le ordenó que se pusiera de pie dándole la espalda. Sacó de su bolsillo unas esposas (que no se abrían fácilmente como las que había comprado Cintia) y se las colocó con los brazos en la espalda. Luego le colocó un collar metálico con una cadena unida a la pared.

-Te quedarás aquí. Callada y sin molestar hasta que yo vuelva por ti.-

-¿Por qué deb…? –

No pudo terminar la frase. Un fuerte puñetazo en su teta izquierda le cortó la respiración, mientras Plinio le reiteraba.

-Te he dicho que te quedaras callada. ¿Me oíste?-

Cintia asintió con la cabeza. Plinio cerró la puerta de la celda y se retiró. Las otras dos esclavas que ocupaban las celdas vecinas permanecieron calladas. Era evidente que habría un nuevo ocupante de esa celda pero no se atrevieron a preguntar nada.

Plinio dejó la zona de las celdas y llamó por teléfono al sicólogo.

-Bueno, ya tengo aquí a la chavala. La he cogido y he notado que está más caliente que un perro en celo. Cuando quieras venir, podemos castigarla juntos.-

-Iré mañana, pero antes de castigarla quiero cogerla. No la he visto desnuda pero creo que tiiene buen cuerpo.-

-¡Joder! Claro que sí. Además es muy joven y sus carnes están firmes. Según me ha dicho no ha hecho una mamada con ordeñe ni se la han metido por el culo, así es que hay varias cosas para hacerle. Creo que habrá que comenzar con el látigo. No creo que haya que castigarla con otras cosas. Quizás algunos puñetazos. Hoy justamente le ordené que permaneciera callada y se puso a hablar. Un buen golpe en una teta la hizo entrar en razones.-

-¿A las 9 sería buena hora?-

-Sí a las 9. Si quieres la coges y luego la azotamos. Justamente he conseguido un látigo nuevo que parece muy efectivo.-

-Bien, nos vemos mañana.-

Poco más tarde Plinio entró en la celda y luego de atarle los tobillos con una cuerda, le cubrió los ojos con una cinta negra.

-Así estarás hasta mañana. Espero que no te mees y puedas aguantar hasta que venga a buscarte.-

Cintia se sentía humillada. Estar encadenada como un animal, desnuda luego de haber sido cogida de manera un tanto salvaje y con los ojos cubiertos era mucho para ella. Sin embargo, a pasar que no podía tocarse la concha, se sentía húmeda, caliente. ¿Qué extraña cosa le pasaba? ¿Tendría razón su sicólogo de indicarle internarse en la casa de Plinio? Todavía le dolía la teta en la cual había recibido el golpe. ¿Era posible que a pesar de todo eso estuviera caliente? Y... si, era posible. Sentía un cosquilleo en la concha que siempre calmaba con sus dedos, pero ahora no podía. Luego quedó dormida.

Se despertó con gritos de mujer. Oía restallar el látigo seguido de un gemido. Estuvo alerta y no le quedaron dudas que una de las mujeres que había visto el día anterior estaba siendo azotada. Así explicaba las marcas que tenían en sus cuerpos.

Los quejidos se acompañaban con llantos. Cintia sintió un escalofrío y como un nudo en el culo. Tuvo miedo.

Poco después cesaros los azotes y los lamentos. Escucho las voces de dos hombres que se acercaban. Uno de ellos la tomó y le quitó la venda de los ojos.

-Han venido a visitarte. Tu sicólogo quiere saber algunas cosas de ti.-

-¿Qué quiere saber de mí?-

-Quiero saber cómo coges. Plinio me ha dicho que lo haces bastante bien pero quiero probarlo yo mismo.-

Le quitó las ligaduras de los tobillos, desenganchó la cadena de la pared y la condujo fuera de la mazmorra. Entraron en una habitación que solamente tenía una cama. Le quitó las esposas y el collar.

-Ahora me harás una mamada y cuando la tenga bien dura, te la meteré en la concha.-

Cintia no contestó. Se arrodilló y abrió la boca para recibir la verga de su otrora consejero y sicólogo. Una vez que estaba bien dura, se recostó y separó sus piernas. Su concha se abrió como una flor, húmeda y rozagante. El sicólogo no demoró en clavarla hasta el fondo.

Apenas un par de bombazos y Cintia se corrió con un temblor que abarcó todo su cuerpo. Pocas veces se había corrida así, gozando tanto. Los movimientos apuraron el orgasmo del hombre que también se corrió muy pronto.

Entró Plinio tomándola cada uno de un brazo condujeron a Cintia nuevamente a la zona de castigos. Ataron sus muñecas por encima de su cabeza.

-Te demos a elegir. Azotes en las tetas o en el vientre. En las tetas con una vara, en el vientre con un látigo.-

-Noooo. Azotes nooo. ¡Ya me han cogido!¡Qué más quieren!

-Pues ya lo he dicho, azotarte. ¿Te decides?-

-No, azotes no.-

-Bien como no elijes será vara en las tetas y látigo en el vientre. Puedes gritar todo lo que quieras. También insultar, que eso me excita y pego más fuerte.-

Cintia permaneció callada. Entendió que no podría hacer nada para evitar el castigo, que llegó muy pronto, primero de la mano de Plinio y luego de su sicólogo.

Al final su cuerpo estaba dolorido, su cara mojada por el llanto. También estaban mojadas las tetas por las lágrimas que se deslizaban desde su cara. Miró a los dos hombres y vio sus pantalones abultados. No se equivocó. Se disponían a cogerla de nuevo.

Primero su sicólogo la penetró en la vagina y luego, con mucho esfuerzo y dolor, Plinio la penetró por el culo. El ingreso de la verga por atrás le resultó muy dolorosa pero luego, mientras Plinio la metía y la sacaba, junto con la manipulación de su clítoris comenzó a olvidar el dolor y gozar también de la cogida. Luego sintió cómo su culo se llenaba de semen.

Una vez que ambos hombres concluyeron comentaron cómo seguir con Cintia.

-Yo creo que es más puta que esclava, tal como le había adelantado. Habrá que castigarla para que obedezca, pero hay que tratarla como a una puta. No es otra cosa.-

-En ese caso podríamos alquilarla además de gozarla nosotros. Creo que podríamos sacar algún dinerillo.-

-¿Usted piensa en llevarla a algún prostíbulo?-

-No. Que vengan aquí y se la cojan en esta casa. Tengo alguna sala más en la cual pueden gozar de ella.-

-Usted Plinio es un hombre de imaginación. ¡Alquilar a Cintia como puta! En mis años de atender pacientes nunca se me ocurrió semejante cosa para algunas de las mujeres que vinieron a verme y tampoco para Cintia.-

-De todas maneras siempre un poco de látigo le vendrá bien. Todavía tiene la espalda y el culo intactos. Habrá que marcarlos a latigazos.-

Desataron a Cintia y la condujeron a la celda. El semen le chorreaba de la concha y el culo. Allí quedó la joven encadenada. Meditaba sobre lo que le acababa de ocurrir. Su propio sicólogo la había cogido y azotado.¿Era eso posible o estaba soñando? ¿Habría sido engañada para luego abusar de ella? Quizás, pero el haber sido desvirgada en su culo le causaba una sensación de bienestar. Suponía, que también se la meterían en la boca pero no como lo había hecho antes, chupando apenas la punta.

A pesar de ciertos temores y dolores que sufría no solamente en sus pechos sino también en el vientre por los azotes recibidos, se sentía complacida que se ocuparan de ella, aunque fuera para castigarla y cogerla.

¿Pensarían seriamente en alquilarla como puta? ¿La expondrían a ser usada por otras personas? La idea no le disgustaba del todo. Quizás lo que más quisieran hacerle era clavarla por todos sus agujeros y eso le gustaba. Su primera experiencia anal no estaba mal. Le dolía todavía el agujero pero estimaba que ya pasaría.

Mientras tanto el sicólogo luego de retirarse de la casa de Plinio se dirigía al consultorio de su propio sicólogo.

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