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Garantía del Préstamos

en Sadomaso

Garantía del Préstamo.

Autor: Ricardo Erecto

Una mañana se presentó Damián Patiño en el estudio del escribano Juan del Río.

-Escribano del Río, Necesito dinero y quiero tomar un préstamo. Me enteré que usted está relacionado con personas que tienen dinero y podrían estar dispuestos a una operación.-

-Sí es posible. ¿Qué garantía puede presentar para avalar en préstamos?-

-Tengo dos esclavas, de 22 y 23 años respectivamente. Podría ponerlas como garantía.-

-Las garantías son sobre bienes.-

-Justamente, estoy pensando en una prenda agraria tal como se hace sobre ganado en algunas granjas.-

-Pero quién pide el préstamo es el dueño del ganado.-

-Yo soy el dueño de las dos esclavas.-

-¿Cómo es eso? La esclavitud se abolió en este país hace casi doscientos años.-

-Pues se equivoca escribano. Actualmente se pueden comprar esclavas sexuales. Justamente aquí traje los documentos que indican que soy propietario de las dos.-

Don Juan del Río leyó:

Por la presente yo… nombre el vendedor, transfiero en este acto la propiedad de la esclava …nombre de la esclava, nacida en ….datos de la esclava, al señor Damián Patiño manteniéndose vigente los términos por lo cuales la esclava se ha sometido a mi voluntad.

Como propietario de la esclava puedo vender, alquilar, ceder y disponer de ella de la manera que crea conveniente sustentado en el contrato por la esclava suscripto y protocolizado ante este Escribano, matrícula….

Don Juan del Río no podía creer lo que estaba leyendo. Era la primera vez que debía realizar una "hipoteca" sobre dos mujeres.

-No creo que los prestamistas tomen como garantía dos esclavas. ¿Cuánto cree que vale cada una?-

Creo que entre ochenta y noventa mil. Yo necesito solamente cien mil y estoy avalando con, por lo menos, con ciento sesenta mil.-

-Veré si consigo algún interesado.-

El escribano comenzó a consultar entre los prestamistas que habitualmente disponían de dinero para esos fines pero uno a uno rechazaba la oferta. Finalmente, apareció un interesado en el negocio.

-Y o presto dinero a interés pero no sé cómo valorar esclavas, pero seguro se puede consultar a algún especialista. Por mi parte quiero saber que todos los papeles estén en orden.-

-He revisado todo y no hay inconveniente en que si paga al vencimiento del préstamo, las dos esclavas pasan a su propiedad de manera total y absoluta.-

Luego de unos días se acordó que un especialista en esclavas iría a la casa de Damián Patiño para valorizar a las esclavas. Una vez en el domicilio, las dos mujeres se presentaron ante el especialista.

-Comenzaremos con la rubia. Desnúdate completamente.-

La joven rápidamente se quitó las ropas presentando su cuerpo desnudo. El especialista comenzó a revisarla.

Primero le palpó las tetas y los pezones. Los apretó y retorció observando que, a pesar del dolor que seguramente sentía la esclava, permanecía callada, soportando la inspección.

-Veo una marca en la teta derecha. ¿Fue hecha con un látigo?-

-Ayer, ante una desobediencia, me quité el cinturón y le apliqué un fuerte lonjazo en la teta.-

Luego comenzó a revisar la espalda, que presentaba algunas marcas de látigo, algo muy normal en el cuerpo de una esclava. Luego fue el turno del culo. Allí era donde se presentaban las más notables, producto de azotes con una vara. También se hacía evidente que hacían ejercicios físicos con frecuencia. Los glúteos estaban muy firmes y bien formados.

A continuación la hizo ponerse en cuatro para exponer el ano. Para su sorpresa no parecía haber sufrido dilataciones importantes no tampoco presentaba marcas de castigos, excepto una quemaduras seguramente hechas con picana eléctrica y otras con colillas de cigarrillos. Si anuncio previo le introdujo un dedo por el agujero para observar la reacción de la joven. Si bien dio un respingo, fue más por la sorpresa que por negarse a ser observada de esa manera.

Era el tiempo de revisar la concha, lugar al cual dedicó más tiempo. Primero la hizo acostar en el suelo, levantar y separar las piernas para dejar la vulva bien expuesta. Aquí también la revisó con minuciosidad. Presentaba algunas perforaciones en los labios externos, producidos por agujas o anillos. Ante una pregunta Damián respondió que en una oportunidad había cosido los labios dejándolos así por tres días. La orina se filtraba a través de la costura, por lo cual consideraba que no habría problema en dejarla cosida un mes si era necesario.

A continuación introdujo el dedo mayor dentro de la vagina, palpando las paredes es búsqueda de alguna cicatriz interna que no encontró. Luego apretando con el pulgar tiró y retorció de las partes carnosas así agarradas, observando la reacción de la esclava.

A continuación pidió suspenderla de los tobillos con las piernas bien separadas para continuar con la inspección. Damián de inmediato trajo los elementos necesarios y poco después la esclava se balanceaba con los brazos casi rozando el piso. Otra vez le introdujo simultáneamente un dedo en la vagina y otro por el culo, siempre observando el comportamiento de la muchacha. Revisó las piernas y plantas de los pies, dando por finalizada la inspección del cuerpo de la rubia. A continuación repitió el procedimiento con la otra esclava, de cabello castaño.

Finalizada la tarea, se retiró e informó que las esclavas podían ser vendidas a buen precio, rondando los noventa mil si eran dejadas en el mercado local o alrededor de ciento veinte si se lo hacía en el exterior.

Con ese informe se concretó el préstamo de cien mil con vencimiento a los seis meses.

Cerca del vencimiento del plazo Damián se comunicó con el escribano para comentarle que no podría cancelar la deuda y si el prestamista no estaba dispuesto a refinanciarla, entregaría las dos esclavas como estaba pactado.

Luego de las consultas se acordó que entregaría las esclavas en garantía en la misma escribanía en la cual se firmarían los papeles correspondientes.

Así se encontraron el 26 de noviembre de 2010 en la escribanía.

Ambas esclavas estaban vestidas con una sencilla túnica, no llevando ropa interior. Estaban esposadas con sus brazos en la espalda y con grilletes en los tobillos.

-Lamentablemente me debo desprender de estas magníficas dos esclavas. Le puedo asegurar que se lleva un tesoro que vale muchísimo más que el dinero que me adelantó.-

-Es posible pero normalmente presto dinero a interés. No hago negocio con esclavas.-

-Verá que le resultan muy rentables, sobre todo si las exporta. Tanto la morocha como la rubia se cotizarán muy bien en el exterior.-

-Vamos a firmar los papeles que no tengo todo el día,- comentó el escribano.

Luego de leer las actas en las cuales ambas esclavas pasaban a propiedad absoluta del prestamista, pudiendo darles el destino que creyera conveniente, con especial aceptación de ambas, se firmaron los documentos y el prestamista se retiró llevándose a ambas.

Para evitar que durante el trayecto pudieran hablar entre ellas, amordazó fuertemente a la rubia mientras que a la morocha pensaba interrogarla.

Una vez ubicas ambas en el auto comenzando la marcha el prestamista preguntó:

-¿Cuál es el nombre de ustedes?-

-Nosotras no tenemos nombre propio. Es el nombre que nuestro amo quiera ponernos.-

-¿Cuál fue el primer nombre que has tenido como esclava?-

-Puta.-

-¿Puta tu nombre? ¿Así te llamaba tu dueño?-

-Sí. Cuando debía nombrarme, lo hacía con el nombre de Puta.-

-¿Y a la rubia cómo la llamaba?-

-Tetas.-

-Así es que tenía a Puta y a Tetas.-

-Efectivamente.-

-¿Ustedes se ofrecieron voluntariamente como esclava o fueron forzadas a esclavizarse?-

-Tanto la rubia como yo fuimos forzadas a esclavizarnos. Ambas trabajábamos de meseras en un bar y una noche a la salida nos atacaron cuatro hombres y nos introdujeron en una camioneta. Rápidamente nos amordazaron y comenzaron a atarnos. Pocos minutos después estábamos inmovilizadas y muertas de miedo. Ella tenía 20 años y yo 19. Nos llevaron a un lugar desconocido y nos entregaron a otros hombres y a ellos les pagaron por nuestro secuestro.-

-¿Conocían a los que las secuestraron o a los que las compraron?-

-No, no conocíamos a ninguno de ellos. Apenas llegamos, nos desataron, nos desnudaron e inmediatamente nos violaron. Pensamos que allí terminaría la cosa, pero en lugar de terminar recién comenzaba. Durante una semana fuimos duramente castigadas, violadas humilladas, vejadas y torturadas. Al cabo de ese tiempo nos preguntaron si queríamos seguir siendo torturadas o resignábamos todos nuestros derechos y aceptábamos convertirnos en esclavas. No teníamos alternativa y por supuesto aceptamos y firmamos nuestra propia esclavitud, sin condicionamientos. Podían hacer con nosotras absolutamente lo que quisieran.-

-¿Los castigos que recibieron en esa oportunidad fueron más fuertes que los posteriormente recibieron como esclavas?-

-No. Aquellos nos parecieron muy fuertes porque no estábamos acostumbradas, pero si los comparamos con algunos que luego nuestros amos nos aplicaron, aquellos no fueron tan duros.-

-¿Qué ocurrió después?-

-Nos vendieron como esclavas sexuales y de trabajo. Seis horas de trabajo en el monte, cortando leña y seis horas cogiendo con los hombres del pueblo. Terminábamos exhaustas para comenzar nuevamente al día siguiente, sin descanso alguno. Eso duró seis meses y nos volvieron a vender a un amo.-

-¿Qué me puedes decir respecto de las violaciones?-

-Por supuesto que no éramos vírgenes pero siempre habíamos cogido por la concha y nunca me había puesto una pija en la boca y mucho menos me la habían metido por el culo. No solamente tuvimos que chuparla y tragarnos la leche, sino que también debimos tragar la orina, pues a veces nos mearon en la boca. En cuanto al culo, las primeras veces fueron verdaderamente dolorosas. Fue una semana de entrenamiento acelerado.-

-¿Ustedes continúan aceptando ser esclavas? Firmaron aceptando su pase a mi propiedad.-

-Sí ¿Qué otra alternativa nos queda? Hace tres años que nos esclavizaron y ya nos acostumbramos a esta situación y no sabríamos que hacer si no somos esclavas. Ya es natural para nosotras obedecer, recibir castigos y ser humilladas.-

-En el último tiempo, ¿has recibido castigos fuertes?-

-Ayer el amo Damián, a modo de despedida, nos tuvo suspendidas de los tobillos algo más de una hora y nos aplicó azotes en la espalda, las tetas, el culo, el vientre y hasta en la concha. Cuando nos desnude verá las marcas que tenemos, pero la concha podrá usarla sin dificultad.-

-Yo no pienso quedarme con ustedes. Las pondré en venta y cuanto antes pueda recuperar mi dinero, mejor. Posiblemente las venda en el exterior, que parece que se consiguen mejores precios. Con los documentos que ustedes firmaron, puedo hacerlo sin dificultades.-

-Lo que usted ordene amo. Me han dicho que las esclavas que son vendidas al exterior son muy mal tratadas, humilladas y castigadas, pero si esa es su decisión, agradecemos que se ocupe de nosotras.-

-Ahora que estás esposada y con grilletes en los tobillos, ¿qué sientes?-

-Nada en especial. He pasado muchas horas encadenada, en jaulas, atada y hasta encerrada toneles. Ya me acostumbré a estar así. Siempre debo complacer al amo y estar agradecida que se ocupe de mí.-

-¿Recuerdas el castigo más cruento que hayas tenido?-

-Es difícil recordar cuál fue más cruento. ¡He tenido tantos! Cuando soy torturada creo que eso es lo más cruento, pero luego pasa y quizás me espere otro peor. Las esclavas no pensamos en eso. Solo pensamos en complacer al amo y lo hemos aprendido a fuerza de castigos. Es preferible complacer al amo aunque sea humillante antes que ser castigada por algún motivo. No hay nada peor para una verdadera esclava ser castigada con motivo, por alguna falta cometida. Si nos castigan por puro placer del amo, entonces solamente debemos soportar el dolor físico, pero no moral de haber incumplido con el deber.-

-¿Te gustaría que te azote cuando lleguemos a mi casa?-

-Si eso le causa placer, recibiré los azotes con alegría, sabiendo que mi amo está gozando viéndome sufrir y marcando mi piel con el látigo.-

-¿Dónde consideras que más te duelen los azotes?-

-Sin duda en la concha, pero a veces son tan fuertes que luego no pueden cogerme por dos o tres días. En esos casos suelen azotar a las esclavas en las tetas, en especial en los pezones.-

-¿Piensas que voy a cogerte cuando lleguemos?-

-Si mi amo quiere cogerme, será un honor poner mi cuerpo a su disposición.-

¿Te han torturado con picana?-

El amo Damián no, pero el amo anterior lo hacía con frecuencia.-

-¿En que parte te torturaba?-

- En las tetas, siempre en las tetas.-

Aunque no lo comprendía bien, el prestamista se había calentado y sentía una insipiente erección entre sus piernas. Llevó a ambas esclavas al desván. Allí habías vigas y sogas por lo que consideró que sería el lugar ideal para hacerle el interrogatorio, ahora a la rubia. Les quitó las esposas a ambas y luego que se quitaran las túnicas y de atarle las muñecas las fijó a una de las vigas del techo. Le quitó la mordaza a la rubia.

Ambos cuerpos, ahora desnudos, presentaban innumerables marcas recientes de látigo. El prestamista se admiró de los hermosos cuerpos jóvenes que tenía a su disposición. Le quitó los grilletes de los tobillos de la morocha y luego de liberar su pija del pantalón se acercó a la joven. Ésta separó las piernas dejando libre acceso a su concha.

De inmediato sintió como el glande del prestamista se abría paso en su vagina. Era una de las pocas veces en que era violada sin un severo castigo previo. Ella misma sintió que se iba a correr, por lo cual, fiel a su amo, pidió permiso.

-Amo, ¿me permite correrme?-

-Pues córrete, a mí me falta poco.-

-Gracias, a...-

No pudo concluir la frase. El orgasmo convulsionó todo su cuerpo. Unos instantes más tarde, el prestamista dejaba su carga de semen en la vagina de la muchacha.

-Quiero imponerles un nombre a cada una. La morocha se llamará Julieta y la rubia Silvina. Mi nombre, para estos menesteres, será el Joaquín Orozco.-

Amordazó a Julieta y comenzó el interrogatorio de Silvina.

-Ya tu amiga me ha respondido varias preguntas, pero quiero saber más acerca de tu sumisión. ¿Estás arrepentida de haber sido secuestrada y vendida como esclava?-

-Yo tenía sueños que se han visto frustrados. Yo no decidí convertirme en esclava, simplemente fueron las circunstancias. Hoy me da lo mismo ser esclava, puta o trabajar de mesera en el bar. Han quebrado mi voluntad.-

-Es decir que para ti es lo mismo ser torturada como una esclava, ser cogida como una puta o trabajar en el bar. Parece extraño.-

-Ya le he dicho amo, han quebrado mi voluntad.-

-¿Tú también prefieres ser castigada sin motivo alguno que con motivo de no haberte comportado como una esclava?-

-¡Por supuesto! No hay nada más degradante que ser castigada con motivo de una falta.-

-¿Te gustaría que me quite el cinturón y comience a azotar tu cuerpo?-

-Si mi amo disfruta del castigo, mi cuerpo está a su disposición y será un honor recibir atenciones de mi amo.-

Don Joaquín Orozco estaba sorprendido. Nunca hubiera imaginado escuchar eso una esclava, como antes también lo había expresado Julieta. Evidentemente ambas estaban absolutamente doblegadas y degradadas. Estaba tentado de quitarse el cinturón y azotar el culo de Silvina, pero ya estaba bastante magullado de castigos recientes y se contuvo.

-¿Has estado con frecuencia suspendida de los tobillos?-

-En el último año, por lo menos una vez por semana pasaba largo rato suspendida de los tobillos con la cabeza muy cerca del suelo. Tengo gran resistencia y no me desmayo con facilidad.-

¿Has pensado que puedes ser vendida en comunidades que solamente quieren torturar a las esclavas?-

-No lo había pensado ni sabía que existían esas comunidades, pero si mi amo decide que ese debe ser mi futuro, seguro que será lo mejor para mí o lo que merezco.-

-Tanto a Julieta como a Silvina. Las voy a desatar y las encerraré en un cuarto del cual no podrán escapar. Mientras tanto me pondré en contacto para venderlas. Espero lograr un buen precio por ustedes.-

Así Joaquín comenzó a buscar traficantes de esclavas. Recibió algunas ofertas que le parecieron demasiado bajas, teniendo en cuenta el material del cual se trataba.

Finalmente un intermediario, especializado en enviar esclavas al centro de África ofreció por ambas doscientos mil. Joaquín aceptó de inmediato y ambas mujeres fueron embarcadas al exterior. Les esperaba un destino no muy distinto del que habían tenido hasta el presente. Serían las esclavas de un joven hacendado que por primera vez tendría mujeres para todo uso a su servicio.

Este relato llega así a su fin y no habrá continuación.

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