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El Marqués, Andrea y Cristina (2)

en Dominación

El Marqués, Andrea y Cristina (II)

Anduvieron otra media hora y el auto se detuvo. Se abrió el baúl y dos fornidos hombres tomaron a las muchachas, las cargaron al hombro como bolsas y se dirigieron al fondo de la casa. Allí entraron y Cristina y Andrea vieron un largo pasillo con celdas sobre uno de los costados. En tres de ellas había otras tantas muchachas, desnudas, acostadas en el suelo y con una cadena que en un extremo estaba fija a la pared y el otro extremo les rodeaba el cuello, cerrado con un candado.

Llegaron a dos celdas vacías y allí fueron depositadas cada una en una celda y les enrollaron las cadenas a sus cuellos, que ajustaron con un candado.

Así quedaron ambas, con las piernas atadas juntas, igual que sus brazos en la espalda y la mordaza en la boca. Cristina no pudo contener las lágrimas.

Pasaron solamente unos minutos hasta que una mujer entró en la celda de Andrea.

-Si se portas bien y no hablas te quitaré las ligaduras y la mordaza de la boca. ¿Lo prometes?-

Andrea movió la cabeza afirmativamente. La mujer le quitó las cuerdas de las piernas y luego de los brazos. Finalmente retiró la cinta de los labios y la bola de goma que tenía en la boca.

-Primero me escucharás en silencio y luego, cuando termine, puedes hacerme preguntas.-

-Seguramente ha sido un día agitado. Conviene que tomes esta pastilla que te hará dormir y descansar. Cuando te despiertes, estarás como nueva. Te bañarás y yo te ayudaré a depilarte y dejarte la conchita bien rasurada. Te pondrás una bombachita transparente y te presentarás ante el señor Marqués ofreciendo tu cuerpo para que lo use como crea conveniente. Mañana te pondrán unas anillas en la concha, pero lo hace un experto y con anestesia. No te dolerá.-

-Si te portas bien y accedes a todo lo que se te pide y lo haces diligentemente, nada te pasará, pero su rehúsas a sus caprichos, entonces la puedes pasar muy mal. El señor Marqués suele castigar a sus chicas personalmente y lo hace con toda crueldad.-

-Por supuesto que serás cogida, usada, abusada y humillada de todas las formas imaginables, pero siempre debes obedecer. Tienes un cuerpo hermoso y estoy seguro que el señor Marqués gozará mucho cogiéndote.-

-Mañana te entregaré un consolador para que aprendas a chupar pijas. Debes practicar para cuanto te pida una mamada. Además te daré otro para que te lo pongas en el culo, para ir dilatándotelo. Si bien no es muy aficionado a coger por el culo, debes estar preparada para eso ya sea por deseo del señor Marqués o alguno de sus amigos.-

-La mayoría de las veces dormirás en esta celda, pero las prendas que usarás en cada momento será decidido por él, pero no te hagas ilusiones de estar vestida. Siempre elige que sus putas estén desnudas. ¿Alguna pregunta?-

-¿Estoy secuestrada y seré la puta del señor Marqués?-

-Sí, estás aquí porque el señor Marqués las ha comprado a las dos y serás una de las putas, no la única, pero además te podrá ceder a alguno de sus amigos.-

-¿Y deberé estar desnuda, delante de todos?-

-Seguramente estarás desnuda delante de todos y además deberás salir a pasear por el parque, para hacer una vida sana?-

-Y si me niego a obedecer ¿cómo me castiga?-

-Lo más suave serán veinte azotes en el culo con una fusta.-

-¿Eso es lo más suave?¿Y lo más duro?-

-Oh!, hay varias cosas. Una frecuente es que te amarre a una cruz de San Andrés y la ponga a girar con lo cual pasas de estar con la cabeza arriba a estar invertida. Así varias horas girando y girando mientras el señor Marqués te marca con un látigo desde los tobillos hasta arriba de las tetas.-

Andrea no pudo preguntar más, el sueño la vencía y quedó dormida. La mujer encargada de las esclavas la cubrió con una manta y se dirigió a la celda de Cristina. El trámite fue similar para luego aceptar las preguntas.

-¿Es que no me van a dejar salir de aquí? Mi familia me estará buscando y verán lo que pasa cuando les cuente lo que ocurre.-

-Aquí no te encontrará nadie. Este lugar no existe para nadie y no podrás escapar. Olvida de volver a tu vida anterior.-

-Pero ¿qué me harán?-

-Ya te lo he dicho. El señor Marqués te cogerá todas las veces que quiera y hará contigo también lo que quiera. Por eso es importante que obedezcas y lo complazcas en todo. Si no lo haces serás castigada.-

-Yo no pienso dejarme coger por el señor Marqués ni por otro. Ya me violó Pablo antes de entregarme.-

-No seas rebelde porque será peor. Por otra parte ¿a qué jovencita de tu edad no le gusta que se la metan bien adentro en la concha, chuparla o sentirla que le entra por el culo?-

-¿Quéeee? ¿Chuparla? ¡Ni loca me pongo una pija en la boca!-

-Me parece que tu cuerpo será marcado con frecuencia por el látigo. Al señor Marqués le excita las rebeldes y no escatima divertirse con sus cuerpos. Te recomiendo que accedas a ser cogida como el señor Marqués te indique. Recuerda que ahora eres su puta y que debes obedecer a quién te ha comprado. Aprovecha y goza de su pija.-

-No me voy a dejar violar otra vez.-

-Por lo que dices te has dejado violar. Entonces no te molestó tanto. A las chicas de tu edad les gusta que las cojan y si es por la fuerza, se liberan de toda culpa. Déjate coger. Que te penetren en la vagina, en el culo y que la chupes con ganas. Te aseguro que no te arrepentirás.-

-Estaba encadenada a un árbol cuando me cogieron. Me arrancaron la bombacha y no podía siquiera cerrar las piernas. Me lo hicieron por la fuerza. No me dejé violar, me violaron.-

-Bueno, ahora descansa. Luego te das un buen baño, te ayudo a afeitarte la concha y luego te ponen las anillas y estás lista para cuando el señor Marqués quiera usarte.-

Cristina fue vencida por el sueño. La cuidadora de las esclavas admiró el joven cuerpo de Cristina. Evidentemente el señor Marqués tenía buen ojo. La cubrió con una manta y se retiró.

-Al despertar ya estaba todo preparado para el baño. Parte del semen seco quedaba fuera de sus conchas. Tanto Andrea como Cristina se deleitaron con el agua caliente que acariciaba sus cuerpos. Una vez que se secaron, se procedió a la afeitada de sus conchas y pubis. Un experto les puso las anillas en los labios vaginales y les entregaron los consoladores, para chupar uno y para meterse en el culo el otro. Las encerraron nuevamente en las celdas.

Llegaba la noche cuando la cuidadora se acerca a la celda de Cristina para anunciarle que el señor Marqués la requería.

-Debes estar linda para hacer gozar al señor Marqués. Recuerda que debes ser dócil y complacerlo. Seguramente hoy no querrá metértela por el culo, pero sí explorará todo tu cuerpo. Me ha pedido que te vista con una bombacha bien transparente, una camisa también transparente y te ate los brazos en la espalda.-

-¡No quiero que me viole el señor Marqués! ¡No quiero que me cojan!-

-Recuerda que le debes respeto. Él te ha comprado para gozarte y ahora no eres más que una puta. Pórtate bien si no quieres recibir un castigo. Aprovecha la oportunidad para gozar de su miembro en tu interior. ¿Qué más da que sea que sea el señor Marqués o tu novio? Ahora te posee el señor Marqués y te debes a él.-

Resignada, Cristina vistió las ropas indicadas y dejó que le atara los brazos en la espalda y se encaminaron a la recámara del Marqués. Su corazón latía con fuerza por verse en esta situación. Por su cabeza se cruzaron mil pensamientos hasta que llegaron a la puerta de la recámara.

-Señor Marqués, le traigo su última adquisición. Espero que esté conforme con su preparación.-

De esta manera Cristina quedaba frente al señor Marqués. A través de su bombacha transparente se notaban la forma de la concha y su camisa dejaba traslucir las firmes tetas de la joven y los rojos y duros pezones.

-Acércate que quiero acariciar tu cuerpo.-

Lentamente Cristina se acercó a él, quien le desabrochó la camisa y comenzó a magrearle las tetas. A pesar del nerviosismo de la joven, los pezones comenzaron a ponerse duros. El Marqués pasó sus manos hacia la espalda. Cristina permitió que ahora las manos recorrieran su espalda y bajaran al culo, por debajo de la bombacha.

Las manos iban y venían por los glúteos y algunas veces el dedo índice se introducía en el culo con la consiguiente reacción de Cristina que permanecía callada. Imaginaba que en cualquier momento esas manos pasarían a su parte delantera para tocar su concha, cosa que ocurrió muy poco después.

Lentamente le bajó la bombacha hasta las rodillas y hora sin ninguna inhibición acariciaba ora el culo, ora la concha, ora metía un dedo en la vagina.

Le hizo voltear para desatarle las manos y luego le quitó la camisa e indicó a la joven que se sacara completamente la bombacha. Ahora Cristina estaba completamente desnuda frente al señor Marqués. Se sentía una puta. ¿Por qué no intentaba escapar? Ya le habían advertido que eso le podía costar un castigo muy duro. Prefirió obedecer.

-Quiero que me hagas una buena mamada. Supongo que tendrás buena experiencia. Tienes unos labios de puta chupapijas notables.-

Cristina no supo qué responder. Simplemente se arrodilló, tomó el miembro entre sus manos y lo llevó a la boca. Nunca había hecho semejante cosa, ni siquiera con alguno de los muchachos que más la calentaban y ahora debía hacerlo con este desconocido.

Se esmeró todo lo que pudo. Pasaba la lengua por la glande y se introducía el miembro todo lo posible dentro de su boca, apretando con los labios. Unas gotas saladas corrieron por su garganta y debió hacer un esfuerzo para tragarlas sin que se notara el asco que sentía. Ahora la pijao había adquirido un tamaño enorme.

El marqués le indicó que se acostara en la cama y levantara las piernas, separándolas, para ofrecer su concha. Así lo hizo Cristina.

-Quiero que repitas: Señor Marqués, esta humilde puta le ofrece su concha para que la goce.-

Cristina quedó callada. Nunca imaginó semejante humillación. No atinaba a decir ni hacer nada. Simplemente tenía las piernas levantas y su concha abierta.

-Vamos, repite: Señor Marqués, esta humilde puta le ofrece su concha para que la goce.-

Cristina comenzó a balbucear:

-Señor Marqués, esta humilde…pu.. pu… puta le ofrece su concha para que la use.-

-No solamente para usarla, es para gozarla. Vamos, repite de corrido.-

-Señor Marqués, esta humilde puta ofrece su concha para que la goce.-

-Así está mejor.-

El Marqués acercó la glande a la entrada de la vagina y comenzó a introducirla. Estaba bien lubricada, por lo que entró sin dificultad hasta el fondo. Cristina comenzó a llorar en silencio. Le dolían un poco las anillas recién puestas. Nuevamente era violada y recordó cuando, atada al árbol fue penetrada, ya ni sabía si había sido Pablo o Ramiro. No importaba, ahora estaba siendo cogida por el señor Marqués.

El pone y saca era lento. Parecía que quería disfrutar al máximo el polvo y no tenía apuro en correrse. La vagina apretada de la joven lo satisfacía mucho. Acercó su boca y comenzó a besarla. Por su parte Cristina dejaba hacer, resignada.

Poco después descargaba la leche en esa acogedora concha. La dejó adentro hasta que ya flácida la retiró.

-Te diré que la mamada fue regular, pero el polvo estuvo bien. Por la mamada mereces un castigo, pero será atenuado. Solamente un par de azotes en el culo. Voltéate y pon una almohada debajo de tu vientre para que se levante el culo.-

Cristina se puso boca abajo en la cama con una almohada como se le había indicado. Se dispuso a recibir los azotes. El marqués tomó una vara y descargó el primer azote en las redondas carnes de la joven. Cristina hizo un esfuerzo por no gritar. Casi de inmediato recibió el segundo.

-Por ahora está bien. Dos marcas en el culo te enseñarán a tener más cuidado con la mamada.-

-Prometo señor Marqués que la próxima mamada será de su agrado. Me esmeraré en complacerlo.-

-Bien, ahora quiero continuar acariciando tu cuerpo. Lávate el semen que te chorrea de la concha y acuéstate nuevamente.-

Cristina se dirigió al baño y se lavó bien la concha con abundante agua. Paralelamente el agua fresca le aliviaba los azotes en el culo. Terminado el lavado volvió a la cama. El marqués comenzó a jugar con sus tetas y los pezones, que nuevamente comenzaron a endurecerse. Así estuvo casi media hora, momento en que le indicó que se la mamara nuevamente para endurecerla.

Cristina temió no hacerlo lo suficientemente bien como para no ser castigada. Puso todo su empeño en lamerla y chuparla, olvidando aquello que había dicho: (¿Chuparla? ¡Ni loca me pongo una pija en la boca!). Ahora la mamaba con verdadera fruición.

No demoró mucho en lograr una buena erección. La consecuencia de eso era otra vez ser penetrada. Esperaba que no lo intentara por el culo. Ya estaba resignada a recibirla otra vez por la concha.

Efectivamente el señor marqués la acomodó de espaldas para penetrarla pero esta vez no con las piernas recogidas sino separadas. Como consecuencia de la lavada de concha, había perdido toda lubricación y no estaba en condiciones de calentarse. Temió una penetración más dolorosa. Sin embargo el señor Marqués no quería entrarla a fuerza de empujar.

Fue así que le acarició el clítoris primero y luego fue introduciendo un dedo en la vagina. La consecuencia fue un abundante flujo que humedeció el conducto, a pesar de la poca disposición de Cristina para coger.

Primeo se colocó un preservativo muy lubricado y lentamente la fue penetrando hasta que la tuvo completamente adentro, mientras le chupaba y mordisqueaba los pezones que cada vez estaban más duros. Hacía tiempo que el señor Marqués no gozaba de esa manera con una de las esclavas que había comprado. En parte era por la juventud de Cristina, que en unos días cumpliría 19 años.

El Marqués no tenía apuro en correrse. La metía y la sacaba muy lentamente y parecía que cada bombazo lo llevaba al cielo. Mientras tanto Cristina sentía nuevamente su cuerpo ultrajado sin poder defenderse. Simplemente dejaba hacer.

La chupada de sus tetas y los dientes que rozaban sus pezones le comenzaban a excitar. No entendía bien por qué ya que estaba cogiendo contra su voluntad pero los estímulos que recibía parecían superar su angustia. De pronto sintió el temblor del cuerpo del Marqués sobre el suyo, como inequívoca señal que se había corrido por segunda vez. Poco después la sacó y retiró el preservativo de su pija, arrojándolo a un costado.

-Ahora yo me pondré de espaldas y tú te acostarán encima de mí. Quiero tocarte el culo mientras siento tu concha muy cerca de mi pija y tus tetas apoyan en mi pecho.-

Nuevamente Cristina obedeció y se acomodó sobre el cuerpo del Marqués y de inmediato sintió sus manos sobre los glúteos y poco después un dedo que se introducía en su ano. No entendía por qué esa obsesión de penetrarla, por ahora con un dedo, en el culo.

Así quedó largo rato.

-Esta noche dormirás en mi cama. Quiero tenerte cerca para tocarte cuantas veces quiera, pero para asegurarme que te portarás bien debo atarte las muñecas en el respaldo de la cama y los tobillos en el otro extremo.-

Sin decir palabrea, Cristina estiró sus brazos para que el marqué le pusiera unas esposas que pasaban por detrás de una barra de la cama y unos grilletes, con cadena más larga en los tobillos también pasando por el otro extremos de la cama.

-Ahora te pondrás boca arriba y separarás ligeramente las piernas. Quiero quedarme dormido tocando tu cuerpo.-

Así comenzó por las tetas, luego el vientre, más tarde ñlas piernas y llegó a la concha que estuvo masajeándola larga rato para luego introducir su dedo pulgar en la vagina. En esa posición el Marqués se quedó dormido.

Cuando despertó todavía tenía el dedo metido en la concha de Cristina que apenas había podido dormir después de todas las emociones pasadas y ese dedo metido allí. El señor Marqués se incorporó en la cama y luego de quitarle las esposas y grilletes, se dispuso a cogerse nuevamente a la joven.

-Quiero que te ofrezcas como puta y esclava. Lee este texto.-

Cristina comenzó a leer:

-"Señor Marqués, su puta y esclava Cristina ofrece su cuerpo para su deleite. Concédale el honor de disponer de él como crea conveniente. La concha le agradecerá recibir su miembro en su interior".-

Cristina lo leyó entrecortado. La humillación que sufría no tenía límites. ¡Ella misma ofreciendo su cuerpo y que se la cogiera!

El Marqués comenzó masajeándoles las tetas y apretando los pezones entre sus dedos. Mientras tanto Cristina permanecía inmóvil, desconcertada de lo que le tocaba vivir. El Marqués fue bajando su mano hasta masajear los labios vaginales y jugar con las anillas que la joven tenía puestas en la concha. Finalmente se montó encima de ella y la penetró.

Fue un polvo largo, más lento que los anteriores pero que el Marqués gozó a pleno. Cuando concluyó, llamó a la cuidadora de las esclavas para que la llevara a su celda.

-Puede vestirse solamente con una bombacha. Quiero que le pongas la cadena en el cuello y que se coloque un dilatador en el culo. Sírvele un buen desayuno ya que hoy no bebió de mi leche.- ordenó.

Por su parte el Marqués se dedicó a sus asuntos, pensando que al caer la tarde y la noche gozaría de la otra esclava que había comprado.

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