El martes siguiente, tal como había sido acordado Julieta, luego de hacerse una enema para desocupar sus intestinos, se bañó, se perfumó, y se vistió con una ropa interior que había comprado especialmente para esa ocasión. Un corpiño escotado y que hacían resaltar sus tetas y una tanga de encaje que dejaba transparentar su pubis ahora depilado. Se completaba el atuendo con una falda bastante corta y una camisa blanca que traslucía el corpiño.

En los días que habían transcurrido desde su visita al consultorio de Juan, había tenido su menstruación y ya había dejado de sangrar. Durante esos días se había metido reiteradamente el dedo en el culo queriendo imaginar qué sentiría cuando Juan se la metiera por el culo.

Se miró al espejo y le pareció que estaba suficientemente atractiva como para calentar sin dificultad a Juan. Antes de salir de su casa metió la mano debajo de la bombacha tocándose la concha. Estaba más húmeda de lo que imaginaba.

Llegó al consultorio del Dr. Martínez y debió esperar que pasaran dos pacientes antes que ella. Una era una joven de no más de 25 años. Julieta se preguntaba si también se la cogía en la consulta. Supuso que no porque fue muy rápida y la joven salió con cara de disgusto. Era evidente que Juan no se la había cogido.

La otra paciente era una mujer de unos 40 años, con cara de pocos amigos. Parecía que hubiera desayunado con vinagre. Si bien estuvo largo rato en la consulta, no creía que hubiera cogido con Juan.

Por fin era su turno. Era, tal como se había planeado, la última paciente y amablemente el Dr. Martínez le indicó a su asistenta que podía retirarse. Ambos quedaron solos en el consultorio.

-¿Cómo te ido esta semana?-

-Bien aunque con ganas de venir. Tal como me indicaste, me depilé bien la conchita y me hice una enema para ofrecerte mi culito. Además te traje un regalito.-

-¿Un regalito? ¿Qué es?-

-La bombachita que usaba cuando me la pusiste por primera vez. Es un recuerdo mío que quiero que tengas. Ese día no me olvido más.-

-Desde ya muchas gracias por el regalo. Lo pondré en una cajita con un rótulo "La bombacha que usaba Julieta cuando la desvirgué" y lo dejaré sobre el escritorio del consultorio.-

-No seas Malo. No es para andar exhibiendo que te coges niñas vírgenes inocentes.-

-¿Inocentes? Pero dime, ¿ha terminado tu menstruación este mes?-

-Sí, he dejado de sangrar y me lavé bien la vagina esta mañana para que no quedaran restos de sangre. Está todo preparado para ti.-

-Eres muy obediente. Hoy sí deberé usar preservativo ya que estás en época de embarazarte. Quizás lo mejor sea que pronto te pongas un DIU así podemos coger sin intermediarios.-

-¡Uyyy! Me gusta coger a pija limpia y que me llenes de semen.-

Juan se acercó a Julieta y comenzó a desabrocharle la camisa y se la quitó. Admiraba las tetas que todavía estaban cubiertas por el sostén. La abrazó y se comenzó a besarla mientras sus manos se dirigieron al culo para acariciarla. Poco después le quitó la falda.

-¡Qué bombachita tan insinuante! ¿Siempre usas esas prendas? La otra vez, como te desnudaste detrás del biombo, no pude apreciar tu ropa interior.-

-Éste es un conjunto que compré para estrenarme hoy. Quería estar insinuante para que me acariciaras las tetas, el culo, la concha, que me acariciaras toda.-

Juan comenzó desabrochando el corpiño y dejando las tetas visibles. Una vez más admiró la forma y firmeza de las mismas, acariciándolas una y otra vez y besando y chupando los pezones. Julieta creía que se iba a desmayar de la calentura que tenía.

Luego comenzó a bajarle la bombacha lentamente para mostrar una concha depilada, liza y de piel suave y tersa. Se arrodilló y mientras le acariciaba nuevamente el culo comenzó a besar y chuparle los labios vaginales. Julieta no demoró en pedirle un 69. Ella también quería chupar y besar.

Pasaron a una habitación contigua. Grande fue la sorpresa de Julieta cuando vio una cama dispuesta a cobijarlos.

-Tienes una cama aquí para cogerte a las pacientes.-

-No, mintió, es que a veces estoy muy cansado y me recuesto un momento. Será la primera vez que esta cama recibe un cuerpo femenino, volvió a mentir.-

Juan se quitó la ropa. Su pija ya tenía buen tamaño y tal como lo había solicitado Julieta comenzaron con un 69. Era la segunda vez que una pija penetraba en la boca de Julieta pero parecía ser una experta en chupadas. Lo hizo muy bien. Fue entonces cuando Juan se dispuso a penetrarla por la vagina.

-¿No me ibas a meter por el culo?-

-Después, primero una cogida por la concha y después por el culo. No tenemos apuro.-

La joven separó sus piernas y la concha se abrió como una flor apetitosa. Juan, luego de colocarse el preservativo, observó que estaba húmeda y bien lubricada, pero comenzó a penetrarla lentamente.

-Metémela, metémela que la siento calentita.-

Julieta estaba muy excitada y pedía ser penetrada más rápido pero Juan quería gozar la penetración lenta pero continua. Siguió empujando hasta que la tuvo toda adentro. Comenzó entonces el movimiento de meta y saca pero lentamente. Él también estaba muy excitado y no quería acabar tan pronto.

La primera en correrse fue Julieta. De pronto cerró sus piernas produciendo una agradable presión sobre la pija. Siguieron algunos espasmos hasta que comenzó nuevamente a moverse. Poco después Juan se corría también. Permaneció unos minutos sobre la joven mientras la besaba con pasión. Cuando ya había bajado la erección, la retiró de la concha.

Ambos fueron al baño. Juan para sacarse el preservativo y limpiarse la pija y Julieta para lavarse la concha chorreante de semen y su propio flujo.

-¿Y ahora me la vas a poder poner por el culo? Está chiquita.-

-Con tu boquita te encargarás que se agrande y con un poquito de manteca, a modo de "El Último Tango en París" te la meteré por el culo.-

De inmediato Julieta puso manos a la obra, poniéndose el pene en la boca y acariciándolo con la lengua, mientras Juan, con manteca en el dedo índice lubricaba y relajaba el ano próximo a ser penetrado.

Cuando el instrumento del varón estaba en condiciones, Julieta se puso en cuatro, separó los glúteos con las manos y relajó el agujero de su lubricado culo. Por su parte Juan apoyó la glande y comenzó a empujar lentamente.

-¿Te duele?-

-Sí, un poquito, pero empuja más. Si me duele mucho, te aviso.-

-No quiero lastimarte. Sería un crimen lastimar tan lindo culito.-

Metiendo apenas la cabecita y sacándola, el ano se fue relajando hasta que finalmente penetró la parte más difícil. Julieta apenas emitió un quejido.

-¿Te dolió, Julieta?-

-Un poquito, pero ¿ya está toda adentro?-

-Sí, los huevos están chocando contra la concha.-

Comenzó nuevamente el movimiento, pero Juan, conocedor de las necesidades femeninas, comenzó a acariciarle el clítoris con una mano y las tetas y los pezones con la otra. Quería que ella también gozara y alcanzara el climax.

Lugo de algunos minutos primero Julieta y luego Juan, llegaron al orgasmos. La joven se dejó caer en la cama, exhausta.

-Que te ha parecido la sesión de terapia de hoy.-

-¿Qué puedo decirte? ¡Que he gozado como no creía poder hacerlo!-

-¿Qué opinas de la enculada?-

-Me gusta mucho más por la concha, pero no desprecio tampoco la penetrada por el culo. Me dolió un poquito pero es una experiencia que no se debe desaprovechar. Ya me has desvirgado toda, pero quiero seguir el tratamiento.-

-Todavía falta una buena mamada y descarga de semen en tu boca y que tragues la leche. Es otra experiencia importante.-

-¿Tragarme el semen? ¡Eso es un asco!-

-¿Cómo te atreves a decir que es un asco si no lo has probado? Por otra parte es una prueba de amistad que te tragues mi lecho. Así como te chupé tu concha y bebí tus jugos, bien puedes tragarme mi leche. En la próxima consulta deberás hacer una mamada hasta las últimas consecuencias.-

-Bueno, si para ti es tan importante, pues me tragaré la leche de la mamada.-

Luego de vestirse, Julieta salió del consultorio rumbo a su casa. Le dolía un poco el culo por la penetración, pero no podía negar que había sido una experiencia importante. Al llegar a su casa, su madre comenzó a hacerle preguntas. Finalmente ella dijo que había ido al médico por algunas molestias que tenía en la vulva.

-¿Qué te ha dicho el médico? ¿Por qué no me lo dijiste, que yo te acompañaba?-

-Me da un poco de vergüenza comentar estas cosas contigo. Un médico está acostumbrado a estas cosas. Es el Dr. Martínez, recomendado por el Dr. Suárez Guillén.-

-Que lo haya recomendado el Dr. Suárez Guillén me deja más tranquila, pero de todas maneras la próxima vez que vayas a la consulta, yo te acompañaré.-

-No, no quiero que me acompañes. Mejor voy sola.-

-En ese caso pediré una consulta e iré sola para preguntarle exactamente qué te pasa.-

Así finalizaba el diálogo entre madre e hija. Julieta quedó preocupada.

Efectivamente dos días más tarde la madre de Julieta estaba en el consultorio del Dr. Martínez.

-Dr. Quiero que me cuente todo de mi hija. Por qué vino, qué tiene, etc.-

-Su hija no tiene nada grave. Simplemente las hormonas le producen una alteración en la vulva y nada más que eso. De todas maneras quiero seguirla de cerca y por eso la estoy citando por lo menos por las cuatro semanas siguientes para hacer un buen control.-

-Dígame Dr. ¿Mi hija es virgen?-

-Señora, eso cae dentro del secreto profesional. Yo puedo darle información sobre el estado de salud de su hija pero cuestiones íntimas como si ha tenido relaciones o no, no lo voy a revelar nunca. Sería traicionar la confianza que un médico debe ganarse con un paciente.-

-Tiene razón doctor. Pero quería saber si había podido revisarle la vagina. Discúlpeme por la indiscreción. Lo importante es que mi hija esté bien.-

-Julieta es muy tímida y creo que lo mejor es que no le pregunte detalles de sus molestias. Si observo algo anormal, entonces me pondré en contacto de inmediato con usted. ¡Quédese tranquila!-

-Ya lo creo que me quedo tranquila. Veo que usted es un profesional muy serio y puedo confiar plenamente. ¡Muchas Gracias, doctor!-

Así finalizaba la entrevista. La madre de Julieta evitó hacer comentario alguno ni con su marido ni con su hija. No quería interferir en sus intimidades. Por su parte el Dr. Martínez, también se quedó tranquilo. La joven Julieta podría concurrir a su consultorio sin que su familia quisiera saber qué tipo de tratamiento estaba recibiendo.

El martes siguiente sería otro encuentro con Julieta. Esta vez le haría tragar su leche luego de una buena mamada. No sabía si disfrutaba más de cogerse a la joven, de haberla desvirgado o de haber engañado a la madre y que no le molestara en sus planes.

Había cogido a muchas de sus pacientes, especialmente las muy jóvenes. Era casi como un desafío. Otras ya le habían traído algunos "recuerdos". En ese aspecto Julieta no había sido muy original. Tenía más de una docena de bombachas…

Continuará