miprimita.com

Cómo me emputeciste 4: La puta que no sabía que...

en Orgías

La puta que no sabía que lo era… (Cómo me emputeciste 4)

"Sí", respondiste: "es una verdadera puta…".

Entre tanto, el rubio continuaba sodomizándome. "Muévete", ordenó, al tiempo que me agarraba por las caderas y profundizaba la penetración a cada envite. Gemí. Aquello dolía mucho, a pesar de que el moreno continuaba acariciando con sus dedos mi coño. "Eres deliciosa", susurró a mi oído. Buqué tus ojos y vi cómo observabas todo sin dejar de acariciarte la polla con tu mano, en forma automática...

El moreno entonces me hizo inclinarme hacia delante y metió su verga en mi boca. No podía creerlo. Estaba arrodillada con mis piernas apoyadas a cada lado de la pelvis del rubio, quien se había incorporado para continuar dándome por culo, y le comía la polla al moreno, mientras tú mirabas todo, como en un cine porno. Me habías alquilado a aquellos dos sujetos que me gozaban a tope, y yo me había prestado a todo. Eso era para mí lo más desconcertante: me gustaba que me montaran, que me usaran de aquel modo. Estaba entregada por completo a darles placer.

En ese momento, de la garganta del rubio se escapó un sonido gutural y aquella sensación desconcertante atravesó mi culo. Comprendí que se estaba corriendo y que por segunda vez en la noche una verga repletaba de leche mi conducto trasero. Para entonces, el moreno tenía completamente empalmada su arma y tenía muchas ganas de acción. Me ayudó a incorporarme y la polla flácida del rubio salió de mi agujero. Me pusieron en cuatro patas, con el culo en pompa, y el moreno penetró en el mismo sitio donde había estado su compañero.

La abundancia de fluidos hizo que esa tercera verga entrara con mayor facilidad que las anteriores. Aún así, yo tenía miedo: la del moreno era la más gruesa y larga de las tres. Estaba muy excitado y me sodomizó con fuerza desde el principio. Mientras esto hacía, el rubio me presentó la polla goteante y tuve que chuparla hasta dejársela limpia. Después, me guió y tuve que abarcar con mi boca una de sus bolas. Como el moreno, también él tenía el pubis depilado. Aquello seguramente les había dolido lo suyo. Me impresionó porque mi labor en sus huevos no tardó en empalmársela nuevamente.

Entre tanto, el moreno me estaba sodomizando con verdadera furia. Sentía que iba a partirme en dos en cualquier momento. Menos mal que poco después se corrió con un grito que resonó en toda la casa. Fue un rugido animal, un alarido de triunfo brutal y yo me estremecí cuando su leche me inundó por completo.

Con el culo en carne viva, me incorporé. No podía creerlo: en menos de dos horas tres hombres me habían sodomizado. Tú seguías mirándome cuando el moreno me hizo lamerle la herramienta. Estaba inclinada haciendo esto cuando el rubio aprovechó que la tenía bien empalmada y me la metió a fondo por el coño. Gemí. El moreno hizo que yo no sólo le chupara los huevos y el tronco, sino que me pidió que le metiera un dedo en el culo. Jamás había hecho eso, pero obedecí. Me fue guiando hasta que encontré su próstata. Aquello debía ponerlo a mil, porque jadeaba como un cerdo y en poco tiempo volvió a empalmársele.

"Quiero montarte de pie", susurró el rubio a mi oído. Me levanté y me llevaron hacia una de las grandes columnas que sostenían el techo. Apoyé mis palmas en ella y el moreno se colocó frente a mí, con su espalda apoyada contra la columna. Mientras me besaba en la boca y magreaba mis tetas, el rubio se colocó a mi espalda y penetró en mi coño desde atrás. Fue increíble. Durante aquel rato, a veces el rubio sacaba su verga y entonces el moreno ocupaba su lugar. Se turnaron para penetrarme de pie, hasta que uno de ellos te preguntó si nunca habías intentado una doble penetración conmigo. Pero tú te negaste.

"Aún no… es muy joven y no tiene el culo listo", dijiste. Yo no sabía qué era una doble penetración, pero iba a saberlo uno de esos días. Por fin, los dos me llevaron a la cama, donde tú me esperabas. Me coloqué de espaldas a ti, que permanecías boca arriba, con la verga enhiesta, y me empalé con ella hasta el fondo del coño. Mientras me movía a todo lo largo, me turné para recibir en mi boca las vergas de mis "clientes". Las chupé con un deleite que no era fingido. Mi ego estaba inflado por la idea de satisfacer a la vez tres machos en celo.

Mientras te cabalgaba con entusiasmo, los chupé y masturbé, hasta que no pudieron más, y con pocos segundos de diferencia se corrieron. No pude abarcar las dos pollas, así que la mayor parte de la leche no cayó en mi boca, sino en mi cara y sobre mis tetas. Las lamí hasta dejarlas limpias, pero yo estaba completamente embarrada con el semen. Me volví hacia ti. Te incorporaste y besaste mi boca llena de leche ajena. Aquello te excitó al máximo y te corriste en mi interior con un rugido animal salido del fondo de tus entrañas.

Había cumplido con lo pactado, y cuando recobraron el aliento, los dos clientes te pagaron lo dicho. Cuando ya nos íbamos, fuiste hacia un rincón y apagaste la cámara. La desmontaste y doblaste el trípode. No podía creerlo: estaba convertida en una verdadera puta, y tú, mi novio, eras mi chulo, me follabas y encima grababas todo. No me permitiste asearme, ni ponerme el vestido. Así como estaba, hicimos el camino de regreso en silencio, alumbrados por el mismo candelabro. Llegamos al lugar por donde entramos. Sobre tu cuerpo desnudo te pusiste el abrigo y me ofreciste la gabardina. Introduje los brazos en las mangas, pero no me dejaste cerrarla sobre mi cuerpo.

Con dificultad, y con las tetas y el pubis al aire, llegué hasta el auto. Me dolía todo el cuerpo y sentía descerrajada la mandíbula. Me acomodé en el asiento y debí de quedarme dormida, porque apenas sí recuerdo el viaje de regreso. Pero en lugar de dejarme en la esquina donde me habías recogido o en mi casa, me llevaste al piso donde vivías.

Estacionaste en el sótano y subimos por el ascensor. Entramos. Te quitaste el abrigo, serviste un par de tragos y me ordenaste quitarme la gabardina y la capucha. Obedecí. Me acercaste el vaso, pero no me ofreciste asiento, así que permanecí de pie, tal como estaba: vestida sólo con el corsé, las medias y los tacones de aguja. Hablaste en un tono imperioso que no te había oído nunca. Al menos, hasta aquella semana.

"Siempre supe que eras una guarra y que serías tan ardiente como has resultado… me alegra no haber estado en un error, aunque en plan de noviecita eras de lo más aburrida… no, no digas nada. No te he dado permiso… tienes alma de zorra y creo que siempre lo has sabido, ¿no es cierto?". A mi pesar, asentí.

"Bien… pues aquí está lo que has ganado esta noche, menos el diez por cien, por supuesto. No esperarás que sea tu chulo de gratis, ¿verdad?", y diciendo esto, sacaste el dinero y lo pusiste sobre la mesa sin contarlo. Te hurté los ojos y miré el fajo, avergonzada.

"Sabes que no podemos seguir como antes, Lívida… creo que eso lo comprendes bien: no sirvo para el papel de noviecito. No aspiro a casarme, ni contigo ni con nadie, ni creo que sea eso lo que tú quieres… nunca fuiste de las que se casan, aunque eso hayas creído hasta ahora… tienes, en cambio, pasta de zorra… te veo como gerente de una empresa, o directiva de un ministerio, y como puta de altos vuelos, que una cosa no obsta la otra, claro, pero como mujer de alguno… difícilmente. Y como mi esposa, menos". Bajé la vista y tuve que admitir que tenías razón. Que siempre la habías tenido. A mí también me costaba mucho imaginarme llevando una vida de casada típica.

"La cuestión es: ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Quieres continuar emputeciéndote o vas a arrepentirte de todo y volverte a tu concha de estudiante sobresaliente?". Alcé la vista. No. Después de lo vivido, aquella vida no sería soportable para mí. El tedio me haría pedazos. Y tú lo sabías. "¿Qué quieres? ¿Qué siga siendo tu chulo, como esta noche?". Te miré, aprensiva, y asentí, muda, con un movimiento de cabeza.

"¿Serás capaz de soportarlo? Mira que has acabado con el culo en carne viva y repleto de leche… y no todos los clientes serán tan considerados como este par de hoy. Que, por cierto, creen que eres una de las secretarias del despacho de mi padre, que son unas verdaderas guarras... A mí eso me resulta menos comprometido que decirles que eres tú, mi noviecita del alma. Y me imagino que a ti también. En cuanto a ellos… ¿te interesa saber a quién te entrego o te da igual que te folle un hombre u otro?". Tuve que admitir que no, que en realidad no me importaba. Aunque me daba curiosidad.

Lo adivinaste porque tomaste un dossier que había en una mesa y me lo tendiste. Lo abrí y vi las fotos. Guapos chicos. Compañeros tuyos de la Universidad. Había coincidido con cada uno en diferentes cursos, y comprendí que ni a ti, ni a ellos ni a mí nos convenía que supieran que la puta de esa noche era yo. Estaban ahí todos sus datos, además de sendos exámenes médicos. Me sorprendió y halagó que me cuidaras al punto de haberlos hecho tomarse aquellos exámenes. Por toda respuesta, admitiste:

"No quiero que termines con sida o con cualquier otra peste…", y yo asentí. Cuando comenzamos a acostarnos, los dos habíamos ido a hacernos exámenes. Siempre me gustó que fueras así de cuidadoso. Pero nunca sospeché aquella vena tan intensamente morbosa en ti. "Me gusta el sexo… mucho. No puedo pasar un día sin follar. Y creo que a ti te pasa otro tanto…". Así era, en efecto. Muchas veces tenía que refugiarme en los baños, entre clase y clase, y masturbarme para aliviar aquella intensa tensión sexual que me impedía concentrarme en nada.

Pero yo sospechaba que aún no me habías dicho todo, y por eso aguardé, expectante, que continuaras. "Quiero que seas mi puta, y tú quieres serlo… pero no será fácil. Antes que nada, quiero que sepas que puedes salirte de esto cuando quieras. No me gustan las cosas a la fuerza, ¿de acuerdo?". Asentí. "Pero también quiero que sepas que espero obediencia total. Si me desobedeces, te castigaré, y creo que ya te empezaste a dar cuenta que tengo una mano muy pesada… aún no la he usado contigo como puedo aplicarla porque no me has dado motivos para hacerlo, pero si me los das, ten por seguro que vas a acordarte de mí…"

Al oír aquello, me estremecí. Abrí mucho los ojos y te miré genuinamente sorprendida. Tu carácter afable jamás me hizo imaginar que pudieras ser violento. Pero estaba visto que ahí la engañada había sido yo. Tú siempre habías sabido de lo que era capaz, y yo misma ignoraba. Seguiste adelante: "Voy a usarte como puta cuantas veces me venga en gana y tú estarás disponible a cualquier hora del día o de la noche… descuida, ya sé que estudias y llevas un promedio impecable. Me interesa que sigas así… atenderás a tus clientes de viernes a domingo en la mayoría de los casos. Pero si se presenta algo extraordinario, quiero contar contigo". Asentí.

"Dispondré de tu cuerpo como me venga en gana. Seguirás mis instrucciones al pie de la letra, sin replicar, y me darás el diez por ciento de todos tus ingresos como puta. Para empezar: te pondrás a dieta y asistirás a diario a un gimnasio…", al decirlo, tu mano palpó mi cintura, donde un casi invisible rollito de grasa comenzaba a dibujarse. "Luego, afinaremos algunos detalles… tus tetas están bien", afirmaste, magreándolas, "pero a los clientes les gustan un poquito más abundantes… nada que algunas inyecciones de hormonas no puedan solucionar… y si es preciso, recurriremos al bisturí. De diario utilizarás tu misma ropa de siempre, pero durante el fin de semana te vestirás como lo que eres…"

"Una puta…", completé mentalmente. Mis ojos se encontraron con los tuyos y supiste que comprendía la idea. Tomaste una de mis tetas y apretaste entre dos dedos uno de mis pezones, pero no dijiste nada. Sin embargo, adiviné lo que estabas pensando, y ante la perspectiva de que me anillaras los pezones, palidecí. "¿Te fijaste que Hugo quería anillártelos? Pues le daremos ese gusto…". Bajé la vista y asentí. Me sentía humillada, pero al mismo tiempo comprendía que no podía negarme a lo que me impusieras.

"Te permitiré conservar tu vida. Podrás estudiar y hacer todo lo que sueles, pero tus fines de semana son míos, así que si necesitas descansar, adecua tu horario, niña, porque te daré un uso intensivo. Otra cosa: como tendrás problemas para explicar la fuente de esos ingresos, así como para que tus amigas te dejen en paz los fines de semana, dirás que has tomado un empleo en otra ciudad como guía turística… mientras pagues impuestos, no tendrás problemas. No lo declares todo o no te lo van a creer. Igual, no deposites todo el dinero en el banco. Guárdalo en un lugar seguro y paga todas tus cuentas en efectivo".

"Dormirás con el consolador bien inserto en tu culo. Iré cambiando de tamaño hasta que admitas los más grandes. De otro modo, te dolerá mucho cuando te sodomicen… ahora voy a curarte…", dijiste, y me arrodillé sobre la alfombra, con el culo en pompa. Me aplicaste una pomada cicatrizante y revisaste que mis agujeros estuvieran bien. Luego abriste mi raja e inspeccionaste mi botón. Me sentí tratada como una yegua. "¿No quieres también examinarme los dientes?", pensé, atormentada por tu falta de consideración; pero me cuidé de decir nada. "Mmm… se te vería bellísima la raja con unas cuantas anillas…".

No me esperaba aquello y me supo como un balde de agua fría. Pero callé. Comenzaba a darme cuenta de lo que significaba ser tu puta. Yo me lo había buscado y no me quedaba más que apechugar con ello. A mi pesar, tus tocamientos me excitaron y lo notaste. Sonreíste malévolo. "Qué guarra eres", dijiste, y yo me maldije por ser así, tan caliente. Era evidente que te sentiste orgulloso de que el simple roce de tus dedos me calentara tanto. Sin que pudiera anticiparlo, tu boca se hundió en mi entrepierna y tu lengua comenzó a atormentar mi botón. Te miré asombrada y entristecida. Mi raja estaba llena de semen y tú lo sabías. Pero no te importó. Me chupaste hasta que te detuve.

"Para. No quiero correrme…", dije. "¿Por qué?", preguntaste, en un hilo de voz. "No quiero correrme sin ti", respondí. "Chúpamela", ordenaste, por toda respuesta, y yo obedecí. A pesar de lo movida que había sido la noche, la tenías a media asta. Supongo que todo aquello te ponía a mil. Yo continué mamando como la puta que ya era. La puta que no sabía que era y en la que tú me habías convertido con tu inconmensurable morbo.

Mas de hierobula

El principio del mundo

La primera sumisa (4)

Cunnilingus 2: O cómo comerle... bueno, ya se sabe

Qué guarra sois (Crónicas prohibidas 15)

Tres agujeros (Crónicas prohibidas 16)

Voy a poseeros (Crónicas prohibidas 14)

Tres (Trío MHM 1)

Un trío HMH muy especial... (Crónicas proh. 13)

Le encanta que le den por el culo (Crónicas 12)

Trío de mujeres (Crónicas prohibidas 10)

Cunilingus (Cómo comerle el coño a una mujer)

Quiero que te corras en mi culo (Crónicas proh. 9)

Sodomiza y viola a madre e hija (Crónicas proh. 8)

Una venganza... (Crónicas prohibidas 5)

El castigo (Crónicas Prohibidas 4)

Sodomízame (Crónicas prohibidas 6)

Soy tu puta... (Fóllame 3)

Me conviertes en la puta de tu padre y otras cosas

A ver cómo te lo montas (o consejos para...)

Menudo lío (6: Ménage à trois)

Menudo lío (7: Mi amo me anilla y me azota)

Desvirgada

Menudo lío (4: Quiero que me poseas...)

Menudo lío (3: Poseída por todos)

Desvirgada de nuevo...

La violaron los dos...

Menudo lío

Casia (5: Mi hermano es muy puto…)

Aventuras y desventuras de un albañil

Xochitl

Fóllame (2: Es una puta deliciosa...)

Cómo me emputeciste 2: Agujeros llenos de leche

Cómo me emputeciste 5: Voy a convertirte en una...

Cómo me emputeciste 3: Es una verdadera puta...

Cómo me emputeciste...

La Bibliotecaria (7: Me follaron por todos los...)

El alumno (2: Préñame)

La Bibliotecaria (6: Carta de la sumisa... II)

La Bibliotecaria (5: Carta de la sumisa Cristina)

La Bibliotecaria (4)

La Doma (3: El director y la alumna)

Vergas

Fóllame (1)

Crónicas prohibidas (3: La subasta)

La Doma (2: El director y la alumna)

La bibliotecaria (3)

La bibliotecaria (2)

Crónicas prohibidas (2)

El alumno

La Doma (1: El director y la alumna)

La bibliotecaria

Crónicas prohibidas (1)

Sodomizada y violada

El más oscuro nombre del olvido (8)

El más oscuro nombre del olvido (7)

El más oscuro nombre del olvido (6)

El más oscuro nombre del olvido (5)

El más oscuro nombre del olvido (4)

El más oscuro nombre del olvido (3)

El más oscuro nombre del olvido (2)

El más oscuro nombre del olvido

Casia (2)

Casia (3)

La vendedora de lencería (1)

Casia (4)

El escritor de relatos (1)

Carta a mi nuevo amo

Casia (1)