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Una venganza... (Crónicas prohibidas 5)

en Orgías

Una venganza... (Crónicas prohibidas 5)

...Esto fue del agrado de Henri, que disfrutaba viendo cómo la madre le comía la polla al hijo. “Oh… es increíble, me corroooo….”, exclamó Henri, al tiempo que culminaba dentro de Aline. Poco después dejó de mamar la raja de la princesa para lamer la verga del rey hasta dejarla limpia...

Aline atravesó el palacio de los príncipes de Valcour hasta llegar a las habitaciones de Vivienne. Caminaba sobre los altos tacones de aguja, con las medias negras empapadas de sudor, jugos y semen, el cinturón de castidad aprisionando su pubis y el resto de su cuerpo desnudo, cruzado por los azotes. Su maquillaje, deliberadamente dramático, estaba corrido por las lágrimas y las salpicaduras. Lo único que permanecía en su lugar era la trenza que sujetaba su larga cabellera rubia, formando un moño encima de su cabeza.

A pesar del dolor y de la humillación, avanzaba con toda la dignidad y firmeza de que era capaz y cuando entró a la cámara de la princesa, Vivienne no dejó de sorprenderse de su actitud. Un hilo de sangre se escapaba de la comisura de su boca, ahí donde el príncipe la había abofeteado. Adrien tiró de la traílla y la hizo caer de hinojos ante la princesa. “Mámala”, ordenó. Viviente abrió las piernas. La lengua de la joven se abrió paso por la raja hasta encontrar el clítoris y Vivienne gimió. Era una mujer muy hermosa, morena, de grises ojos, cintura breve y tetas y nalgas firmes y generosas, que no representaba los veintinueve años que contaba. Aline se aplicó a su tarea y pronto sintió en su culo unos lengüetazos deliciosos.

Era Nox, que había recibido orden de su amo de seguirla excitando. Entre tanto, Adrien puso su polla a la altura de la boca de su madre y ella comenzó a chuparla. Sorprendida, Aline contempló cómo la verga del joven se ponía turgente entre sus labios. No le cabía duda de que lo estaba preparando para empalarla y eso la entristeció. Lo miró, buscando sus ojos, pero él se los hurtaba. Estaba enojado con ella, pero, ¿por qué?, ¿por no haber estado esperándolo o porque se dejó arrebatar la esquela? ¿Qué había ocurrido entre él y el duque? No se atrevió a preguntar. Al poco rato, Adrien sacó su verga enhiesta de la boca de la princesa, apartó a Nox y se colocó detrás. Le abrió las adoloridas nalgas y la duquesita gimió. Cuando el príncipe apoyó su garrote contra las delicadas y lastimadas paredes de su culo, Aline comenzó a sollozar de miedo.

A pesar de estar bien lubricada, la penetración, lenta y profunda, le dolió como si un hierro candente la atravesara de parte a parte. La joven ya sabía que era inútil suplicar y aguantó como pudo las embestidas de Adrien, que se desahogó follándola sin piedad. Vivienne la sujetó y empujó su pubis contra la cara de la chica. Ésta comprendió y comenzó a mamarla maquinalmente. Sólo deseaba en que aquella tortura llegara a su fin lo más pronto posible, pero cuando el príncipe llevaba ya un buen rato sodomizándola, se abrió la puerta de la cámara y una figura entró de improviso. Vivienne reprimió un grito de sorpresa: era el rey.

El inesperado espectáculo no desagradó al monarca, quien de inmediato hizo una señal a Nox y éste se apresuró a desnudarlo y a acercarse a la princesa, que conociendo sus gustos se aplicó a felarlo. Cuando tuvo la polla empalmada del todo, el rey se acercó a las nalgas de Aline y Adrien le cedió el sitio. Cuando entró en ella, exclamó: “Oh, qué delicia, qué estrecha está”, exclamó Henri. “Debe de ser virgen, o hace poco que la han desvirgado el culo… mmm… es irresistible…”. A su pesar, Adrien se tragó el enojo, los celos y las ganas y se limitó a observar. “Pero, vamos, muchacho, que tu madre está deseosa de atenderte”, sugirió el rey, y el príncipe brindó a Vivienne su verga para que la felara.

Esto fue del agrado de Henri, que disfrutaba viendo cómo la madre le comía la polla al hijo. “Oh… es increíble, me corroooo….”, exclamó Henri, al tiempo que culminaba dentro de Aline. Poco después dejó de mamar la raja de la princesa para lamer la verga del rey hasta dejarla limpia. “¿Y quién es esta belleza?”, preguntó, al tiempo que la examinaba por vez primera. “Es Aline de Argens, la prometida de vuestro hijo Alexis”, respondió la princesa. “¿Y cómo es que está aquí?”, preguntó, y la hizo ponerse de pie, mientras la joven bajaba la vista. No se le escaparon ni el cinturón de castidad ni las marcas del látigo.

“El duque de Argens la ha castigado. Fue azotada y sodomizada y mi hijo la ganó en subasta…”. “Muy buena adquisición”, ponderó el rey, “y muy buena decisión la del duque. A las chicas hay que enseñarlas a someterse y a dar placer, y para ello nada mejor que las personas experimentadas. Hacéis bien, señora, al instruirla tan altruistamente”. Al decirlo, miró con intención a la princesa y luego al príncipe. “Sólo echo de menos a vuestro marido, ¿está en casa?”. “No, mi señor. ¿Olvidáis que lo enviasteis en misión oficial?”. Fue el turno de la princesa, que lo miró con intención. En efecto, el rey lo había enviado a un reino vecino a traer un contingente de damas que forjaría alianzas políticas en los lechos de otros tantos cortesanos locales, y de paso, brindarían sus favores a muchos, incluyendo al rey. Éste se reservaba siempre el derecho de pernada. Aunque la princesa era legendaria por su imaginación y energía en la cama, también lo era por sus celos, de modo que el rey no insistió. En cambio, decidió que sería grato observar a la chica dentro de los juegos que acostumbraba con la princesa. “Veamos si vuestra alumna aprovecha. Ven acá y mama”, ordenó. Aline se arrodilló ante el rey, que se había sentado en un amplio sofá con las piernas abiertas. Se aplicó a la tarea hasta que él ordenó a la princesa enseñarle el modo correcto de felarlo.

Ella se arrodilló y obedeció. Y mientras Aline se ocupaba del glande y el tronco, Vivienne se concentró en los testículos. A pesar de los celos, Adrien se había calentado con la vista. El rey lo notó e indicó a la princesa que se ocupara de su hijo. Ella se arrodilló y lo feló, mientras Aline seguía atendiendo al monarca. Cuando la tuvo enhiesta, el rey se levantó y le ordenó al príncipe que enculara a la joven. Contempló cómo la gruesa verga morena de Adrien se abría paso entre las enrojecidas nalgas de Aline y disfrutó al escuchar sus quejidos y sollozos. Pero también notó cómo había aprendido a relajar el esfínter para que la penetración fuera más fácil. “Muy bien, así me gusta. Será de seguro una puta de lujo. Qué delicia”, emocionado, volvió a sentarse y ordenó a la princesa que se enculara con su verga. Al primer envite, ella se la metió hasta la empuñadura, con una facilidad hija de la práctica. “Moveos mientras la niña os lame la raja. Quiero que os corráis cuando vuestro hijo se derrame en ella”. Vivienne movió su culo a todo lo largo del garrote del rey. Aline soportaba con dificultad las embestidas de Adrien y se esforzaba en mamar a su madre.

El príncipe estaba tan excitado que no tardó en correrse, y entonces la princesa se abandonó al orgasmo que a duras penas reprimía. Su ruidosa explosión sorprendió a la joven, que nunca había visto aquello. El rey rió al ver su asombro. “Vamos, es preciso que le demos su primer orgasmo. Esta chica va a ser una redomada puta. Mirad cómo sus jugos fluyen a pesar de que la hemos sodomizado con verdadero frenesí. Venid, hija mía, voy a encularos, mientras los príncipes se ocupan de frotar el cinturón contra vuestra raja”. La orden se cumplió de inmediato, y mientras el rey acariciaba sus tetas y susurraba frases lujuriosas al oído de su futura nuera, madre e hijo la masturbaban. Los ojos de Aline se nublaron y de pronto sintió aquella explosión abriéndose paso dentro de sí. Fue lo último que recordó antes de perderse en el mar del placer más intenso de su vida.

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