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A ver cómo te lo montas (o consejos para...)

en Textos educativos

A ver cómo te lo montas (o como sea: consejos para una puesta en escena)

Con una amiga con la que participamos recientemente en un trío MHM comentábamos una cosa bastante común por desgracia: los hombres por lo general saben muy poco de erotismo. Hay honrosas excepciones. De que las hay, háilas, pero son raras, desgraciadamente.

¿Pues cómo ha de estar templada la que nuestro amor pretende...?, que ya decía sor Juana... Esa fue la pregunta que nos hicimos. Por eso, a manera de texto educativo, decidí redactar esto, a ver si así a los hombres se les ocurren algunas cosas que podrían mejorar la situación:

La puesta en escena: esta parte siempre nos hace pensar a las mujeres que el galán de marras se ha tomado la molestia de preparar algo y no sólo quiere "anotar" y ya... aunque en verdad así sea. Los lugares comunes ayudan: música a tono, luces bajas, o mejor aún, velas. Aromáticas, de ser posible. A veces basta un pañuelo grande sobre una lámpara para mejorar la atmósfera. Todo es poco si ayuda a crear un clima propicio para lo que ya se sabe que va a pasar.

Similares y conexos: la comida y la bebida contribuyen a la consabida mise-en-scène. No cuesta mucho contar con algo de comer: aceitunas, algunos quesos, fruta cortada en trocitos o lo que se os ocurra... que además puede ser usado en los juegos y escarceos previos. O a a. Indispensable al menos un trago. Vino, puede ser, o un cóctel que resulte grato. Evitar los altos contenidos alcohólicos. Ya se sabe lo que dijo Shakespeare sobre el licor: "provoca el deseo pero frustra la ejecución". Y la idea es llevar a la cama a la damisela en un estado que no sea de coma profundo. A la larga, lo que se invierta en comida y bebida reditúa. Me consta.

La higiene. Ya... ya sé, que los hombres, sobre todo cuando vivís solos soléis ser unos cerdos. Pero, vamos, ¿qué os cuesta pasar la escoba por todo el piso o daros un baño antes de que llegue la invitada? O cuando menos, cepillaos los dientes. Nada hay más antilujurioso que el mal aliento.

La cortesía es la más alta forma de hipocresía pero es lo que nos ayuda a vivir sin matarnos unos a otros. Si no puedes decir nada grato, calla. La lengua en un encuentro de este tipo debe servir sólo para acariciar: con palabras o literalmente. Nada más.

Usar la imaginación. Para ello, hay que tomar ideas. De las películas o de las novelas eróticas. No basta llegar, arrancarse la ropa uno al otro y follar como si estuviéramos todos practicando aeróbicos. No hay que dejar fuera lo lúdico, sino convertirlo en el protagonista de la puesta en escena. Para ello, fuera inhibiciones. Si los dos (o todos los participantes que sean) gustan de los juegos sadomasoquistas, ¿por qué no inventar un ritual de ese tipo?

De lo que se trata es de construir un recuerdo. Una experiencia inolvidable. Ya suficientemente gris, áspera, monótona y rutinaria es la vida cotidiana para que dejemos que en nuestra atesorada burbuja entre a reinar el tedio, el agobio y la tensión. El estrés que se quede en la oficina. Por un momento mágico y único hay que dejar al mundo fuera. Ese espacio es vuestro: montáoslo de lo mejor.

Experimentar: hay que atreverse a probar cosas nuevas, aunque al principio no nos resulten demasiado gratas. La posición del misionero no es lo máximo, aunque a vosotros, machos, os lo parezca. En esto hay que ser todo lo flexibles que esperáis que las mujeres seamos... en especial con ciertas partes de nuestra anatomía. ¿A que no?

Estar atentos a las necesidades y gustos ajenos: un poquito de generosidad no cae nada mal en la cama. Tampoco lo hace cumplir con la sentencia latina quid pro quo, o como dice el refrán castizo: "hoy por mí...", vamos, que la ley del karma se cumple a tope en la cama. Si sois mezquinos, cicateros, perezosos, desatentos, egoístas no esperéis que las mujeres os busquen una segunda y mucho menos una tercera vez.

Así que, hala, a ver si espabiláis.

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