miprimita.com

Menudo lío (4: Quiero que me poseas...)

en Orgías

Quiero que me poseas... (Menudo lío 4)

...Mientras un individuo había ocupado su coño, otro la sodomizaba y un tercero la follaba por la boca. Ella parecía satisfecha de ser usada de aquel modo y se movía al ritmo de las envestidas de los tres hombres, que se habían acompasado para gozarla despacio y que aquel placer intenso se prolongara todo lo posible. Pero el morbo era mucho, y el que le daba por el culo comenzó a correrse con jadeos y gemidos inequívocos. Al notarlo, el que ocupaba su coño no tardó en hacer lo mismo, y otro tanto ocurrió con el que recibía sus mamadas. La dejaron al poco tiempo, con todos los agujeros repletos de leche...

El resto de la mañana estuve acariciándome ante él, como me pidió, aunque sin llegar al orgasmo, mientras se limitaba a captar en sus dibujos las expresiones de mi rostro y las actitudes de mi cuerpo crispado por el deseo. Lamenté cuando el reloj dio la hora de hacer el almuerzo. De mala gana me vestí y fui a cocinar. Comimos en silencio. No era preciso decir nada. Yo sabía lo que estaba deseando, pero no me atrevía a pedírselo yo.

Tomé el auto y me fui a clases, pero antes pasé por una farmacia y compré un anticonceptivo inyectable. En uno de los baños preparé la hipodérmica y me lo puse. No, yo tampoco quería resultar preñada. Alguna ventaja tenemos ahora las mujeres, pensé, recordando a África. Recibí mis clases como en trance y volví a casa. Serví la cena y con frustración comprendí que por su parte no habría avances. Admiré su control. Sabía que me estaba derritiendo de deseo y sin embargo no me estaba haciendo más fáciles las cosas. ¿Qué? ¿Tenía que ser yo la que lo pidiera? Frustrada, me fui a la cama y esa noche volví a soñar con África y Alfonso.

Estaban en el palco de la ópera y los ojos de los presentes estaban fijos en la mulata, que en realidad era una cuarterona, como era evidente por el color de su piel, y sobre la que ya corrían muchas historias. Menuda puta. Le gustaba que la sodomizaran… y se contaban historias sobre el número de veces que recibía la leche en cada uno de sus agujeros. A África aquello la tenía sin cuidado. Al contrario: sabía que su amo la había llevado aquella noche para exhibirla, por eso el escote de su vestido no dejaba nada a la imaginación. Sabía que las mujeres de la alta sociedad también la miraban, haciéndose lenguas de su descaro, lo cual le proporcionaba la satisfacción de saberse la más hermosa y el objeto de envidia de las damas "decentes" que la examinaban con fingido desprecio desde los palcos vecinos.

Con sorna, apoyó sus hermosos brazos en el borde del palco e inclinó el cuerpo hacia delante, con lo cual las tetas prácticamente se le salieron del escote a la vista de todo el mundo, y la muy impúdica no sólo no se tapaba, sino que parecía satisfecha del festín que los caballeros se estaban dando. Alfonso, lejos de reprochárselo, sonrió divertido. Le gustaba su descaro y la forma jovial con que gozaba cuando era follada, no sólo por él, sino por todos los machos en celo a quienes la entregaba. África había comprendido, a diferencia de Dulce, que en su sexo residía la fuente de un poder enorme sobre aquellos amos que la usaban noche tras noche, y que estaban dispuestos a pagar por ello. Porque con ella Alfonso se resarcía de sus numerosas deudas adquiridas sobre el tapete verde. Para una mala noche de naipes, nada mejor que África para desplumar al afortunado.

Por fin, se apagaron las luces, dio inicio la música y se alzó el telón. En escena transcurría la historia de una cortesana que se enamora de uno de sus clientes. El espectáculo impresionó vivamente a África. No, ella no aspiraba al amor de Alfonso. El amor era un concepto por completo ajeno a su mentalidad. Para ella existía el deseo, esa atracción irresistible entre un hombre y una mujer… o entre seres del mismo sexo, como sucedía entre ella y su hermana Dulce. Los berrinches de ésta, Alfonso no había logrado comprenderlo, no eran más que celos. Dulce habría querido a su hermana sólo para ella, sin tener que compartirla con aquel bruto que la había preñado. Pero eso África no podía decírselo a Alfonso.

La representación continuó y finalmente concluyó. En el intermedio, Alfonso aprovechó para exhibirla. Indiferente al desdén de las mujeres, que lejos de ofenderla acrecentaba su sensación de triunfo, África se concentró en despertar la lascivia de los hombres. Los miraba a los ojos, con total descaro, y ellos no podían despegar la mirada de las tetas rotundas que asomaban por encima del apretado corpiño que ceñía su talle. Finalmente, abordaron el carruaje y se dirigieron a casa.

Alfonso la condujo a aquella especie de garçonnière donde recibía a sus amigos. Las doncellas la despojaron del traje de noche y la dejaron apenas cubierta por el corsé que aprisionaba su talle y levantaba las tetas, sin ocultarlas en lo más mínimo. Tenía el vello púbico cuidadosamente recortado y las axilas afeitadas. De su cuerpo emanaba un olor a animal sano y montuno imposible de olvidar. Ella y Dulce fueron conducidas a la habitación y mientras esperaban la llegada de los invitados, Alfonso les permitió que se gozaran una a la otra.

Siempre le había resultado excitante el espectáculo de dos mujeres acariciándose, y en especial Dulce y África tenían una disposición permanente a disfrutarse. El contraste con los melindres de las mujeres blancas le resultaba a Alfonso particularmente atractivo y reafirmaba su prejuicio de que las negras eran más cachondas. Ninguna mujer blanca lo había hecho gozar lo que sus esclavas mulatas.

Poco a poco fueron llegando los caballeros. Aquella noche Alfonso quería subastar los servicios de las dos hermanas y por eso había llevado a África al palco. A Dulce, que aún tenía frescos los trallazos que le había tenido que propinar en la mañana, la había dejado en casa, castigada, pero sabía que las marcas de los azotes elevaría el morbo de algunos de los presentes. Además, el espíritu indómito de Dulce era un acicate para los que deseaban ejercer un dominio brutal sobre una mujer insumisa. Varios le habían comentado que follar o sodomizar a Dulce les gustaba más porque sentían que la estaban forzando.

Cuando hubieron llegado todos, dio comienzo la puja. Ambas mujeres continuaron gozándose, sin importarles la presencia de nadie, mientras los hombres se enardecían a ojos vistas con el espectáculo de aquellas hembras en celo que no se recataban para chuparse y acariciarse del modo más lascivo. Cuando tanto Dulce como África, que estaban trenzadas en un intenso sesenta y nueve, estaban a punto de llegar al orgasmo, un oportuno trallazo cayó sobre sus cuerpos y a regañadientes se separaron.

Alfonso las obligó a ponerse de pie y a mostrar sus atributos. Las dos vestían sólo aquellos apretados corsés y sus hermosas tetas y nalgas quedaban a la vista. Como si fueran yeguas o reses, su amo encareció las dotes de cada una y se acrecentó el ritmo de las ofertas. Las dos alcanzaron altos precios en aquella subasta y fueron entregadas a sendos caballeros que comenzaron a usarlas de inmediato. La subasta continuó con piezas menos codiciadas. Esa noche Alfonso alquiló a todas sus mujeres, pero era claro que las muchachitas blancas no tenían la demanda de las dos cuarteronas. Pronto se montó una orgía y todos terminaron follando con quien estuviera más a mano.

En mi sueño mi atención se concentró en África. Vi cómo la miraba Alfonso. Era una real hembra, capaz de satisfacer a tres hombres al mismo tiempo, con sus pollas en cada uno de sus agujeros. Mientras un individuo había ocupado su coño, otro la sodomizaba y un tercero la follaba por la boca. Ella parecía satisfecha de ser usada de aquel modo y se movía al ritmo de las envestidas de los tres hombres, que se habían acompasado para gozarla despacio y que aquel placer intenso se prolongara todo lo posible. Pero el morbo era mucho, y el que le daba por el culo comenzó a correrse con jadeos y gemidos inequívocos. Al notarlo, el que ocupaba su coño no tardó en hacer lo mismo, y otro tanto ocurrió con el que recibía sus mamadas. La dejaron al poco tiempo, con todos los agujeros repletos de leche.

Pero África no pudo descansar. Otros tres caballeros, con las vergas listas, aguardaban turno y se repartieron su cuerpo con el mismo entusiasmo que los primeros. El paquete de Alfonso abultaba debajo de sus calzones de seda, pero el marqués no participaba de aquellos escarceos. Prefería observar cómo sus invitados disfrutaban de las atenciones de sus pupilas. Por supuesto, su comportamiento había sido censurado numerosas veces por los miembros más honorables de la sociedad, pero Alfonso siempre se las arreglaba para sobornar a sus detractores "en especie" y una vez que recibían las sabias caricias de su séquito de putas, hasta los más recalcitrantes terminaban moderando sus críticas.

En aquel momento, tres de sus más enconados detractores follaban con muchas ganas a África, de modo que Alfonso sabía que no tenía nada qué temer. Hasta el propio heredero disfrutaba, en sus habitaciones privadas, de la visita de África o de algunas de las más experimentadas cortesanas de la cohorte de Alfonso, encantadas de prodigar sus sensuales cuidados a la principesca polla. Con eso sabía que tenía el futuro resuelto.

Con la imagen de África invadida por los tres garrotes mientras se corrían en cada uno de sus agujeros desperté, bañada en sudor y más cachonda que nunca. Sorprendida, miré el reloj y noté que era tarde. Ese día, me dije, era el decisivo. Me bañé y arreglé con esmero. Perfumé cada rincón de mi cuerpo y una vez lista, bajé a preparar el desayuno. Comimos en silencio. Hurté la mirada deliberadamente. Por fin, nos dirigimos al estudio y me desnudé ante Alfonso, mirándolo a los ojos. Él notó la decisión en mi mirada y no apartó los ojos de mi cuerpo desnudo.

Me senté en un banco, me abrí de piernas y le brindé una vista de mi raja. Comencé a acariciarme el botón con un dedo, mientras mi otra mano asía una de mis tetas y atormentaba el pezón, ya erecto. "Quiero que me poseas", dije. Aquello lo estremeció. Se me quedó mirando, como en trance, y luego se acercó a mí. A medida que avanzaba, abría el cierre de su bragueta. Cuando estuvo ante mí, sacó la polla y sin mediar palabra, me la metió en la boca. Era mucho más grande y larga de lo que pensé. Sin dejar de acariciarme con una mano, la abarqué con la boca y la sujeté con la otra. Volví la vista a él, y me di cuenta que me observaba, con los ojos entornados, mientras yo aprendía a mamarlo. Me tenía sujeta por la nuca y a duras penas contenía el deseo de clavármela hasta el fondo de la garganta.

Mientras yo continuaba trazando círculos con la lengua sobre la corona del glande, mi mano se introdujo entre sus piernas y acarició la suave piel que recubría sus huevos. Lo sentí tensarse y gemir. "Qué delicia…", musitó. En forma automática, se quitó la bata, la camisa y desabrochó el cinto. Sus pantalones cayeron como un trozo de piel muerta. Me arrodillé sobre la alfombra y lo descalcé. Terminó de desnudarse y nos trenzamos en un caliente sesenta y nueve. Su lengua experta buceó por las profundidades de mi raja y me estremecí cuando comenzó a presionar levemente contra la entrada del coño.

Mi excitación era intensa y los jugos escapaban incontenibles de mi interior. Los lamió con deleite y la sensación de su lengua invadiéndome fue una tortura deliciosa.

Mas de hierobula

El principio del mundo

La primera sumisa (4)

Cunnilingus 2: O cómo comerle... bueno, ya se sabe

Qué guarra sois (Crónicas prohibidas 15)

Tres agujeros (Crónicas prohibidas 16)

Voy a poseeros (Crónicas prohibidas 14)

Tres (Trío MHM 1)

Un trío HMH muy especial... (Crónicas proh. 13)

Le encanta que le den por el culo (Crónicas 12)

Trío de mujeres (Crónicas prohibidas 10)

Cunilingus (Cómo comerle el coño a una mujer)

Quiero que te corras en mi culo (Crónicas proh. 9)

Sodomiza y viola a madre e hija (Crónicas proh. 8)

Una venganza... (Crónicas prohibidas 5)

El castigo (Crónicas Prohibidas 4)

Sodomízame (Crónicas prohibidas 6)

Soy tu puta... (Fóllame 3)

Me conviertes en la puta de tu padre y otras cosas

A ver cómo te lo montas (o consejos para...)

Menudo lío (6: Ménage à trois)

Menudo lío (7: Mi amo me anilla y me azota)

Desvirgada

Menudo lío (3: Poseída por todos)

Desvirgada de nuevo...

La violaron los dos...

Menudo lío

Casia (5: Mi hermano es muy puto…)

Aventuras y desventuras de un albañil

Xochitl

Fóllame (2: Es una puta deliciosa...)

Cómo me emputeciste 4: La puta que no sabía que...

Cómo me emputeciste 5: Voy a convertirte en una...

Cómo me emputeciste 2: Agujeros llenos de leche

Cómo me emputeciste 3: Es una verdadera puta...

Cómo me emputeciste...

La Bibliotecaria (7: Me follaron por todos los...)

El alumno (2: Préñame)

La Bibliotecaria (6: Carta de la sumisa... II)

La Bibliotecaria (5: Carta de la sumisa Cristina)

La Bibliotecaria (4)

La Doma (3: El director y la alumna)

Vergas

Fóllame (1)

Crónicas prohibidas (3: La subasta)

La Doma (2: El director y la alumna)

La bibliotecaria (3)

La bibliotecaria (2)

Crónicas prohibidas (2)

El alumno

La Doma (1: El director y la alumna)

La bibliotecaria

Crónicas prohibidas (1)

Sodomizada y violada

El más oscuro nombre del olvido (8)

El más oscuro nombre del olvido (7)

El más oscuro nombre del olvido (6)

El más oscuro nombre del olvido (5)

El más oscuro nombre del olvido (4)

El más oscuro nombre del olvido (3)

El más oscuro nombre del olvido (2)

El más oscuro nombre del olvido

Casia (2)

Casia (3)

La vendedora de lencería (1)

Casia (4)

El escritor de relatos (1)

Carta a mi nuevo amo

Casia (1)