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La violaron los dos...

en Sadomaso

La violaron los dos...

...Relajó los músculos del culo y poco a poco se la fui metiendo, hasta que tuvo toda mi polla dentro. Hmmm, era una delicia sentir su calor en torno a mi verga. Habría sido mejor si hubiera estado un poco más lubricada y relajada. No dejaba de doler cada vez que se la metía. Al fin y al cabo, en ese momento yo estaba desvirgando su culo.

Pero al sacarla, era delicioso sentir aquella caricia apretada en torno a mi garrote...

Este relato forma parte de la serie La Doma Cathy: No sé cuánto dormí. Pudieron haber sido horas, o días, o sólo minutos. En aquella habitación cerrada perdí la noción del tiempo.

Estaba a merced de mi amo, el profesor Shen, que me había chantajeado y secuestrado en la Universidad, y que me tenía sujeta a un proceso de doma para convertirme en un juguete sexual, en una esclava sumisa.

Mis recuerdos de esa época son cada vez más difusos e inconexos. Supongo que la experiencia fue tan traumática que muchas cosas las he olvidado.

Pero aún así recuerdo mucho más de lo que quisiera. A pesar de la confusión permanente en que me encontraba, producto de las drogas que mi amo ponía en mi comida o me inyectaba, y del temor constante a la tortura y a la mutilación, que él me recordaba a cada paso, me daba cuenta de que todo aquel proceso llevaba el objetivo de quebrar mi voluntad.

Shen regulaba estrictamente mis horas de vigilia y de sueño, la cantidad de comida y agua que ingería, así como actividades tan básicas como orinar y defecar. Controló todo eso para mantenerme en un estado de carencia permanente que hizo imposible para mí recobrar mis energías.

Vivía en constante estrés, agudizado por el abuso físico, especialmente sexual.

Aún así, a pesar de la indefensión completa en la que estaba y de los abusos de aquel hombre, intenté rebelarme en varias ocasiones. Pero siempre los resultados fueron desastrosos para mí. Aún recuerdo la primera vez que me sodomizó. Me había dejado encadenada a la pared, acostada sobre la plataforma de madera, y ahí desperté, como siempre, con aquel horrible consolador en el culo. Dolía mucho, sobre todo cuando tenía muchas ganas de cagar. Como en ese momento.

Yo seguía amordazada y vendada, pero lo escuché entrar, y sentí que encendía la luz. Dio un tirón a mi cabellera y me alzó de golpe. Yo gemí, lo cual tuvo la virtud de enardecerlo aún más y me propinó una bofetada. Para entonces, ya había comprendido que su carácter era extremadamente variable. A veces podía ser casi tierno. Pero otras era aterrador. Y llegado ese punto, yo había desarrollado un fuerte impulso por complacerlo, para evitar a toda costa el castigo.

Me alzó con violencia y me arrancó la venda. La luz me dio de lleno en la cara, pero sólo fue un momento. Me colocó sendos algodones sobre los ojos cerrados y me vendó con una larga tira de tela oscura, de tal modo que no podía ver por debajo, como sí podía con la venda normal. Luego me quitó la mordaza y me puso en la cabeza un pasamontañas, el cual volvió a asegurar a la altura de mis ojos con una nueva venda.

No dejó de sorprenderme aquella insistencia en impedirme la visión, pero me cuidé de preguntar nada. Sin embargo, no me amordazó. Había aprendido: eso significaba que tendría que mamarlo. Y me alegré, porque casi siempre, después me permitía comer. Tenía mucha hambre. Casi todo el tiempo tenía hambre. Es decir, el tiempo que pasaba despierta, que no sé cuánto era.

Por el espejo, las pocas veces en que no me vendaba los ojos, podía ver cómo mi cuerpo había adelgazado. Supongo que formaba parte del proceso de doma el mantenerme en una constante privación, no sólo de alimento y sueño, sino también sensorial. A eso contribuían la venda en los ojos y la mordaza. Y el hecho de que me mantuviera atada o encadenada la mayor parte del tiempo, en una inmovilidad completa. Me sentía totalmente indefensa y a su merced.

Durante todo el tiempo que permanecí en aquel lugar estuve desnuda. Casi siempre tenía frío porque el piso permanecía húmedo. Aunque él no abriera la llave del agua, las paredes exudaban humedad. Pero tampoco me quejé por eso. No me sujetó las manos al techo, sino a la espalda. Eso terminó de convencerme de que tendría que mamarlo y luego me daría de comer. Me quitó el consolador y el cinturón de castidad y me permitió cagar en el agujero que servía de retrete. Luego de permitir que me lavara con abundante agua, me preguntó:

?¿Quieres comer?

?Sí, amo ?respondí, como estaba entrenada a hacer.

?¿Y qué harás para ganarte la comida?

?Te daré una buena mamada, amo ?respondí, inclinando la cabeza. Aún me humillaba hacerlo, pero la sensación del hambre era terrible.

?No, no es suficiente, ?dijo con voz dura? quiero algo más... excitante ?y al decir esto, el muy maldito me acarició las nalgas. Yo me estremecí porque comprendí enseguida lo que deseaba.

?No, amo... por favor... no me la metas por el culo... ?comencé a suplicar. ?¿Qué quieres? ¿Qué te la meta por el coño? ¿Quieres que te preñe, putita? ¿Tanto me deseas?

Me estremecí. Aquello era aún peor. Negué con la cabeza, incapaz de hablar. ?Me darás placer con tu culo, ¿entiendes? Y lo harás todas las veces que yo te lo ordene. ¿Está claro? No eres más que una sucia perra...

Algo se rebeló en mi interior. A pesar de que sabía de la amenaza del castigo, y aún atada y vendada, exploté. Lo insulté, grité y lloré.

Traté de alcanzarlo y golpearlo, pero sólo conseguí caer y quedar tendida sobre el suelo húmedo. Él permaneció callado y quieto. Me dejó que me desahogara y luego siguió un silencio aún más terrible. Por fin, él dijo, con voz fría:

?Veo que no vamos adelantando nada. Habrá que empezar el proceso de nuevo. Yo sabía lo que eso significaba y me estremecí. Me revolví con furia cuando él soltó mis ataduras y mis manos quedaron libres. Lo golpeé, aprovechando aquel momento, pero él me sujetó fácilmente. Me aplicó una llave dolorosa, que por poco me rompe un brazo, y luego aprisionó de nuevo mis muñecas en los grilletes. Me colgó del techo y separó mis pies, encadenándolos al piso. Yo sabía lo que venía, y seguí luchando y revolviéndome, todo mi cuerpo convertido en una protesta inútil.

Entonces se abrazó a mí y pude sentir todo su cuerpo. Me estremecí.

Aunque no podía verlo, supe enseguida que estaba completamente desnudo.

Se sobó contra mi piel y sentí en el abdomen el húmedo contacto con su pene erecto. Aquello me hizo temblar de miedo.

?Quiero preñarte, putita. Hmm... sería delicioso dejar mi semilla en ese coñito tuyo, tan virgen, y ver cómo tu suave vientre crece... ¿Qué dices?

Le grité un nuevo insulto y lo escupí. Se enfureció y me abofeteó.

Terminó de perder el control y dijo, muy alterado:

?Pero antes de que seas digna de recibir mi leche, debo enseñarte a obedecer...

Sentí de inmediato los alfilerazos del agua helada cayendo sobre mi cuerpo desnudo desde el caño grande que estaba en el techo. Resoplé, intentando no ahogarme. El golpe del agua fría contra mi piel me hizo perder el aliento. La dejó correr un rato, gozando con el efecto que aquello me hacía, y luego cerró la llave. Para entonces, yo temblaba y la rabia había dado paso al miedo.

Cuando el primer trallazo dio en mi espalda, mi cuerpo tembló incontrolablemente. Sin embargo, callé obstinada.

?Cuenta ?ordenó, con esa voz fría y tensa que había aprendido a conocer y que no auguraba nada bueno. Un segundo trallazo cruzó mi espalda. Y luego un tercero, esta vez sobre mis pechos. Grité de miedo y dolor.

Cuando el cuarto cruzó nuevamente mis tetas, comencé a contar con voz débil e indecisa. Fueron diez azotes. Algunos cayeron sobre mis nalgas o mis piernas. Al final, mi cuerpo dolía espantosamente y mi cólera se había evaporado. En cambio, el terror ponía un sudor helado en toda mi piel.

Lo oí alejarse y supe lo que se avecinaba. Supliqué sin ningún pudor.

Lloré y gemí, implorando una compasión que sabía de antemano inexistente. El choque silenció mis palabras. La sensación primero fría de la picana metálica contra mis pezones, y luego la abrasadora de la corriente eléctrica recorriéndolos me hizo aullar. Mi llanto se hizo espasmódico y mi respiración jadeante tampoco tuvo la virtud de aplacarlo. Sin decir palabra, comenzó a masturbarme con la picana, como había hecho la vez anterior. La sensación fría me hizo temblar. Sus dedos, enfundados en un guante de caucho, abrieron mis labios y el tubo metálico tocó mi clítoris. Hice ademán de alejarme, pero su mano enguantada aprisionó mis nalgas, haciendo el contacto completo. Y entonces sentí aquel dolor indescriptible, espantoso, partiéndome en dos. Luego, todo se nubló, caí en un pozo oscuro, y no supe más de mí.

Lu: Shen es mi hermano y le tengo afecto, pero a veces pienso que es un blandengue. Lo que pasa es que estaba medio enamorado de la puta rubia, por eso le gustaba asumir el tipo buenazo, en plan de ?yo estoy de tu parte pero, ¿por qué no haces lo que se debe??. Yo no soy así. La rubia era una cerda y yo estaba ahí para follármela. Una niña tonta y malcriada, acostumbrada a hacer su voluntad. Había que ponerse drástico y enseñarle quién manda.

Eso sí: era evidente que la puta estaba muy buena. Ganas de violarla no me faltaban. Shen siguió filmando tras el cristal, y controlando las otras cámaras que teníamos ocultas en la habitación, en circuito cerrado, y que grababan todos los detalles, incluso con grandes acercamientos de los detalles más calientes. Yo estaba en mi papel de canalla, y lo estaba disfrutando.

Tuve que echarle un nuevo chorro de agua helada para que volviera en sí.

Pero cuando revivió estaba mucho más ablandada. Sollozaba y gemía, pidiéndome que no la lastimara más. Yo seguí dándole más cuerda y llegó un momento en que me Comenzó a pedir que la sodomizara. Eso me dio mucho gusto. Cualquier cosa, con tal de que no siguiera atormentándola.

Su bello cuerpo blanco estaba tenso y desnudo. Me acerqué a ella e hice contacto con su piel desnuda. Mi verga tocó su abdomen liso. Por primera vez, ella no rehuyó el contacto. Tenía los ojos vendados y la cara envuelta en aquella capucha, como un pasamontañas, pero percibió mi aliento. Me apoderé de su boca e introduje mi lengua a fondo. No sólo no se resistió, sino que correspondió , besándome. Me alegré. Al fin estaba cediendo. La doma avanzaba.

Me separé de ella y la descolgué, sin quitarle los grilletes ni las cadenas. Sus tobillos seguían sujetos al piso por otro par de grilletes y cadenas.

?Arrodíllate ?ordené, con voz dura. Obedeció de inmediato. Sabía lo que se esperaba de ella, porque tan pronto puse el capullo contra sus labios, lo reconoció y comenzó a mamar como una experta. Shen y yo nos habíamos turnado para disfrutar de sus mamadas, sin que reconociera la diferencia. Y poco a poco, la muy cerda había aprendido a complacer nuestros gustos.

Cuando tuve la polla bien erecta, le dije que dejara de mamar. Me coloqué detrás. Shen le habría mamado el culo para lubricarlo con su saliva, pero yo no soy Shen. Puse la punta de mi verga contra el pequeño agujero, que se había ido abriendo paulatinamente por efecto de las muchas horas que había tenido dentro el consolador, y empujé. Al principio la penetración fue difícil. Ella se tensó de inmediato y apretó el esfínter. Quiso resistirse, pero la amenacé con penetrarla con la picana.

De inmediato cedió. Relajó los músculos del culo y poco a poco se la fui metiendo, hasta que tuvo toda mi polla dentro. Hmmm, era una delicia sentir su calor en torno a mi verga. Habría sido mejor si hubiera estado un poco más lubricada y relajada. No dejaba de doler cada vez que se la metía. Al fin y al cabo, en ese momento yo estaba desvirgando su culo.

Pero al sacarla, era delicioso sentir aquella caricia apretada en torno a mi garrote. Al principio se la metí lentamente. Ella comprendió pronto que entre más relajara el esfínter, menos dolorosa resultaría la penetración. Pero a medida que mi excitación crecía, fui acelerando el ritmo. Las ganas de empalarla eran irresistibles. Llegó un momento en que sólo pensé en el intenso placer que sentía al violarla. Me fui a tope y aceleré mis acometidas. Ella gemía y gritaba, pero yo no podía ni quería parar.

Estaba en lo mejor de disfrutarla, sin embargo, cuando sentí a mi lado la presencia de Shen. Tenía la verga completamente de pie y era claro que deseaba compartir el gusto de atravesarla con su polla. Accedí a regañadientes. Ella respiró con alivio cuando saqué mi verga de su estrecho canal. Shen tuvo que hacer un esfuerzo para no irse a fondo a la primera. A pesar de que ella estaba considerablemente más abierta que al principio, el garrote entró con dificultad. Pero ella agradeció el cambio de ritmo a uno más pausado, y hasta empezó a moverse, con la esperanza de que él terminara antes y el dolor de sus acometidas cesara.

No fue así. Nos turnamos para sodomizarla durante largo rato. Supongo que en aquel momento ya nada le importaba. Había llegado al punto más bajo de la humillación y la vergüenza. Sólo escuchábamos sus sollozos espasmódicos. Al fin, le ordené que se tendiera boca arriba, sobre el piso húmedo. Obedeció sin replicar. Mi hermano y yo nos dimos una paja y eyaculamos al mismo tiempo sobre sus tetas. Luego, le ordené que bebiera todo el semen y ella lo hizo sin protestar, recogiéndolo con sus propias manos. Después, chupó mi verga y le hicimos creer que no estaba completamente limpia. Chupó la de Shen sin notar que era otra. Debió de ser una enorme humillación para ella sentir el sabor de su propio culo en nuestras pollas. Pero no dijo nada.


Hecho esto, puse el plato de comida directamente sobre el piso. Pero ella me suplicó que no la obligara a comer en ese momento. Sentía demasiado asco y dolor para comer. Shen me miró a los ojos con expresión de súplica y accedí. La dejé tendida sobre el suelo húmedo, todavía sollozante. Apagué la luz y salimos.

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