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Sodomiza y viola a madre e hija (Crónicas proh. 8)

en Amor filial

Sodomiza y viola a madre e hija (Crónicas prohibidas 8)

"Mira lo guarra que es tu madre", dijo el duque. "Se ha corrido mientras la sodomizo, igual que vos. Voy a ganar una fortuna con vosotras... sí, mi querida zorra: voy a entregaros a otros y pagarán bastante por usaros. Cada una puede satisfacer a dos hombres al mismo tiempo, tal vez tres... " y mientras Leonore, horrorizada, terminaba de comprender el sentido de estas palabras, el duque lanzó una espantosa carcajada...

A una señal del duque, Josette abrió las piernas de su hija y comenzó a lamer el pequeño botón. A pesar de esto, era evidente que la chica estaba muy tensa y que de ese modo las cosas iban a ser más dolorosas. El duque se acercó a ella y le puso el capullo a la altura de la boca. Leonore dominó sus ganas de llorar y abrió los labios, admitió aquella carne ajena y comenzó a mamar en forma mecánica. El duque asió su trenza y la fue guiando, masturbándose dentro de la boca de su hija. Ella dominó con dificultad varias arcadas cuando él la metió hasta el fondo de su garganta. Entre tanto, Alphonse comenzó a acariciar las tetas de la joven. Las tenía generosas y morenas, con los pezones muy oscuros: un par de bellezas sensibles cuyas puntas se irguieron al roce de la mano masculina. Miró a Josette y la vio tratando de excitar a su hija. Se le antojó de pronto que era muy hermosa. Soltó a la chica y se acercó a la madre. La asió por la cabellera y asaltó su boca como un hambriento.

Sorprendida, la dueña lo dejó hacer y pronto correspondió al beso. Luego, la empujó y ella se puso a felarlo con entusiasmo. El duque se arrodilló tras Josette y la empaló a fondo al primer envite. "Sigue mamándola", le ordenó, y ella hundió su lengua en la raja de Leonore. Esta no podía creerlo: su amo follaba a su madre delante de ella, sin ningún recato, mientras Josette intentaba excitarla con aquellos lengüetazos. Sintió repulsión, ira, celos y, a su pesar, un calor que subía desde su entrepierna y sus senos inundándola con una desazón nueva. "Decidle lo que os estoy haciendo", ordenó Alphonse, y Josette, con voz entrecortada, describió a su hija la forma en que el duque violaba su coño. "¿Os duele?", preguntó la joven. "No… no…", balbuceó Josette, y era cierto. Los jugos se deslizaban por sus muslos, inconteniblemente.

"Después os seguiré empalando", dijo el duque, y la soltó. "Ahora quiero veros gozar, guarras", dijo, y empujó a la madre contra la hija. Ésta la miró interrogante, pero Josette se limitó a abrazarla y a buscar sus labios. El beso apasionado desconcertó a la joven. Josette estaba desconocida. En un momento dado, murmuró a su oído: "Cierra los ojos y piensa que soy un hombre", Leonore obedeció. Pero era imposible: la suavidad de la piel de su madre contrastaba con el recuerdo de la áspera barbilla del joven que la había desflorado brutalmente la noche anterior y con la piel relativamente más gruesa del duque. Al recordar aquello, los jugos comenzaron a fluir de su coño y Josette, que había llevado su mano hacia el estrecho canal, se dio cuenta de que la excitación de la muchacha crecía. Sonrió satisfecha, y miró significativamente a Alphonse. "Ahora es vuestro turno, señora", dijo él, dirigiéndose a Leonore. Ella cerró los ojos, se tendió boca arriba en el lecho y abrió las piernas, preparándose a recibirlo. Separó los delicados labios y advirtió con placer que estaba muy húmeda. "Voy a convertiros en una verdadera puta…", susurró, al tiempo que se abría paso con su verga por la vagina de la joven. Sintió como aquella gruesa tranca la colmaba y jadeó, excitada y temerosa.

"Miradme mientras os violo", ordenó, y a su pesar, Leonore abrió los ojos. En ese momento lo odió. Y odió la intensa excitación que sentía. Se avergonzaba de desearlo tanto y de estar completamente a su merced, abierta, para que la gozara de aquel modo total y rendido. Había lágrimas en sus ojos cuando sintió que su madre se tendía a su lado y le acariciaba las tetas. El duque le ordenó aumentar la excitación de su hija y Josette buscó su entrepierna. "Mira cómo violo a la puta de tu hija", le dijo, y la dueña sonrió con picardía, mientras Leonore sentía que la rabia se acumulaba en su interior. Sin saberlo, Josette continuó estimulándola y eso la lubricó aún más, aumentando, paradójicamente, su irritación. "Está deliciosa", comentó. La joven se sintió humillada, pero el vejamen no había hecho más que empezar. Después de largo rato violándola, el duque le ordenó colocarse boca abajo, y ella obedeció. La madre la lubricó, introduciéndole la lengua en el culo y llenándola de abundante saliva.

Le aconsejó en voz baja que se relajara y luego, el duque puso la punta de su verga contra el esfínter. Presionó despacio pero con firmeza. A pesar de las indicaciones, Leonore se tensó y la penetración fue difícil y dolorosa. Sus sollozos y gemidos fueron intensos. Poco a poco, sin embargo, logró relajarse y la gruesa polla entró más fácilmente. Josette logró meter su mano debajo y continuó estimulando el clítoris de su hija, mientras el duque profería insultos y frases procaces. Por fin, Leonore comenzó a sentir una especie de comezón, a la vez terrible y deliciosa, que se extendió desde su entrepierna por toda su espina hasta la base del cráneo. Explotó de pronto en una marea de intensas sensaciones que la sacudió como un choque eléctrico. El duque lo sintió también y comprendió lo que ocurría. El intenso orgasmo de la joven precipitó el de su padre, que eyaculó de inmediato dentro del culo de su hija. Cuando sacó la verga flácida, la obligó a lamerla hasta dejarla limpia. Él la premió con una palmadita. "Buena chica. Pero la próxima vez no se os ocurra correros sin mi permiso…", dijo, y la joven bajó la vista, abochornada. "Venid", dijo entonces a Josette, "quiero follaros", y diciendo esto, obligó a Leonore a mamarle la polla hasta levantársela de nuevo, mientras Josette se abría de piernas y le permitía observar cómo se masturbaba. Fascinado, Alphonse tiró de la trenza de la joven y acercó su boca a la raja de la madre. Leonore se inclinó y su lengua penetró en el coño húmedo.

Saboreó los jugos y recorrió toda la longitud del canal, desde el monte de Venus hasta el culo, gozando al sentir cómo su madre se retorcía presa de una terrible excitación. El espectáculo encantó a su padre, quien la dejó continuar hasta que fue evidente que la bella Josette iba a correrse. El duque la llevó hacia la pared y la hizo apoyar sus manos en ella. Calzaba altos tacones de aguja, así que el culo le quedó levantado de tal modo que la penetración fue más fácil. Leonore los observó follar de pie y luego tuvo una idea. Se colocó entre las piernas de su madre y le mamó el botón, mientras el duque continuaba empalándola por el coño.

También a Josette la insultaba y le hablaba en forma soez, pero a ella eso parecía excitarla. "No sois más que una puta, una sucia zorra… guarra… os voy a dar por culo hasta reventaros…", y cosas por el estilo. Josette no tardó en correrse, y entonces el duque dejó de penetrarla por la vagina y buscó el agujero más estrecho. Al sentirlo, ella se tensó, pero rápidamente comprendió que le convenía relajarse y se abrió. Leonore vio cómo la gruesa polla fue entrando por el culo de su madre hasta llenarla por completo. "Así, guarra... ábrete. Trágatela toda, puta", decía el duque, y su madre comenzó a moverse, deslizando su culo a todo lo largo de su verga. Aquella visión puso a la joven muy caliente y disimuló su turbación mamando a su madre con entusiasmo, con lo que consiguió que Josette se corriera casi de inmediato. "Mira lo guarra que es tu madre", dijo el duque. "Se ha corrido mientras la sodomizo, igual que vos. Voy a ganar una fortuna con vosotras... sí, mi querida zorra: voy a entregaros a otros y pagarán bastante por usaros. Cada una puede satisfacer a dos hombres al mismo tiempo, tal vez tres... " y mientras Leonore, horrorizada, terminaba de comprender el sentido de estas palabras, el duque lanzó una espantosa carcajada.

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