Qué guarra sois (Crónicas prohibidas 15)
...Alexis le abrió los labios y buscó el delicado botón. A pesar del dolor, estaba húmeda. "Qué guarra sois", afirmó, y ella bajó los ojos, avergonzada, pero él continuó mamándole la raja...
"Cuando vosotros dispongáis, caballeros", dijo Alexis, y Adrien ordenó: "Sujetadla". De inmediato Aline sintió cómo unas fuertes manos la inmovilizaron. Un dolor espantoso la alcanzó bajo el seno derecho. Se quedó sin aliento ni siquiera para gritar cuando el mismo dolor cayó sobre el monte de Venus. Su cuerpo se dobló, completamente aniquilado, sin poder defenderse. De inmediato aquellas manos fuertes le dieron vuelta y por tercera vez la quemadura la alcanzó en el glúteo izquierdo. Todo había sido muy rápido y no había tenido ni siquiera tiempo de revolverse, presa de aquel sufrimiento espantoso: la princesa Vivienne la había marcado con un hierro candente, como una res, y no había podido ni siquiera protestar. Pero de pronto la agonía del dolor la alcanzó de lleno, como una ola que arrasara con todo. Se derrumbó, histérica, y sus gritos sacudieron la sala. "Vaya", comentó Adrien, con acento maligno, "creí que aguantaría más está visto que ya las putas no son lo que eran cuélguenla yo sabré enseñarle a comportarse", ordenó. Pero ninguno de los hombres se movió. Aline seguía sollozando sobre la alfombra, con el cuerpo adolorido hecho un ovillo. Alexis se puso de pie y dijo, con una voz que congelaría hasta el infierno: "Al que la toque, lo mataré con mis propias manos, ¿está claro?". Al oírlo, cada uno de los invitados del príncipe Valcour alcanzó la salida y se marchó. "Tenéis un pulso admirable, señora", dijo Alexis, dirigiéndose a Vivienne. "Yo personalmente os condecoraré la próxima vez", dijo, con voz ominosa. Y la princesa supo que en la próxima subasta recibiría el mismo tratamiento que había aplicado a Aline: anillas en los pezones y en la raja y tres tatuajes a fuego. Cerró los ojos y agradeció al príncipe. "Nox, encárgate de ella", ordenó Alexis, y éste obedeció. Cargó a Aline en sus brazos y la llevó al cuarto de baño donde le puso un anestésico enseguida. "A partir de hoy, vuestro lacayo pasará a mi servicio", dijo el príncipe, en un tono que no admitía réplica. "Y durante el resto de la semana, hasta que la boda se lleve a cabo, estaréis autorizado a montarla dos veces al día, pero no a azotarla, marcarla o atormentarla en ninguna otra forma. Supervisaré personalmente que esta orden se cumpla", afirmó, dirigiéndose al príncipe Adrien. Éste bajó los ojos, amedrentado, y asintió. Cuando alcanzaba la salida, Alexis dijo: "Por cierto, príncipe de Valcour estaré encantado de condecoraros también a vos, así como a vuestra madre a ver si sois capaz y me demostráis que los príncipes aguantan más que las putas ", y a continuación, lo despidió con un gesto.
Al quedarse solo, Alexis fue hasta donde Nox curaba a Aline. La joven duquesa sollozaba aún, pero estaba más calmada. El potente analgésico empezaba a hacer su efecto y Nox se concentró en las marcas. "¿Cómo está?", preguntó Alexis. "Es muy fuerte", afirmó el esclavo. "Pensé que iba a desmayarse, pero no lo hizo ". "¿Por qué?", preguntó el príncipe. "No quería darles ese gusto ", dijo Aline. "Y además quería ser fuerte para vos, mi señor ", al oír esto, Alexis tomó su mano y la besó. "No era preciso ", repuso, conmovido. "¿Hay algo que podamos hacer?", preguntó entonces dirigiéndose a Nox. "Hay algo pero es difícil", respondió. "¿Qué cosa?". "Si alcanzara el orgasmo lograríamos distraer su conciencia del dolor que siente y el analgésico tendría mejor efecto, por no hablar del bien que obraría en su sistema inmunológico ". Alexis miró a Nox incrédulo. "¿Todo eso lo conseguiría el orgasmo?", preguntó. "No el orgasmo solo sino el hecho de sentirse querida, el saber que os importa ". El príncipe comprendió y asintió. La cargó en sus brazos y la llevó al lecho. "Acaríciala", le ordenó a Nox. Los tres se tendieron de lado, cuidando de no lastimarla, y mientras el mulato acariciaba con cuidado el área cercana a su culo, Alexis le abrió los labios y buscó el delicado botón. A pesar del dolor, estaba húmeda. "Qué guarra sois", afirmó, y ella bajó los ojos, avergonzada, pero él continuó mamándole la raja. Estuvieron así durante largo rato acariciándola y musitando frases lascivas, hasta que de pronto aquella oleada de placer cruzó el cuerpo de Aline y la agitó como una hoja arrastrada por el viento. Tembló y gimió, ganada por completo por aquel placer intenso, y ninguno la soltó hasta que ella poco a poco se fue serenando.
Mucho después, cuando estaban ya casi abandonados al sueño. Aline musitó: "¿De verdad me deseáis, señor? ¿He hallado gracia ante tus ojos?". "Sí", repuso el príncipe. "¿Por qué lo dudáis?". "¿Y aún deseáis casaros conmigo?", preguntó, ignorando su pregunta. "¿Cómo sabeis quién soy?", dijo Alexis. "Es lógico ¿a qué otro hombre le importaría el que me usaran en una forma tan descuidada? Debéis cuidar vuestras propiedades ", repuso con tristeza. Alexis sonrió y respondió: "No os cuido sólo por eso me doy cuenta que Adrien ha llegado a odiaros y eso no es bueno ¿lo odiáis vos también?". Aline reflexionó un momento. "No", dijo. "Al menos, ya no. Sólo siento pena por él. Y lástima". "¿Lástima? ¿Por qué?", preguntó el príncipe. "Porque es muy infeliz", repuso ella. "¿Y vos? ¿Sois feliz?". "No sé", dijo sinceramente. "Al menos, no me siento desdichada sé que os importo, y confío en haceros feliz ". Al príncipe Alexis le agradó aquella sinceridad, tan distinta de los falsos halagos de la corte. "No cambiéis, mi señora, por nada del mundo. Decidme siempre la verdad y no creo que tengamos problemas ". Aline bajó la vista y repuso: "Mi señor, ¿era preciso todo esto? ¿Necesitabais someterme a estas pruebas?". "Sabeis que sí me traicionasteis al aceptar las pretensiones de Adrien de Valcour y también traicionasteis a vuestros padres quienes actuaron con mucha inteligencia, debo reconocerlo, al idear ese tinglado... ahora que conocéis mejor a vuestro seductor, ¿lo amáis aún?". Aline negó con la cabeza. "¿Aún deseáis vengaros de él?", inquirió. Ella negó de nuevo. "Estoy segura que tendrá suficiente con verme casada con vos esa es una mejor venganza", dijo. "¿Sólo eso? ¿Saberos casada conmigo?". "Casada con vos y feliz de estarlo ", repuso. Alexis la besó entonces, y Aline se arrebujó en sus brazos.
En los días que faltaban para la boda, el príncipe Adrien montó a Aline dos veces diarias. Siempre se aseguró de que su leche cayera lo más cerca posible del cerrado coño de la duquesa. La gozó con la desesperación de saber que en los próximos meses Aline le pertenecería a toda la corte y sería preñada por alguno de aquellos machos con los que se vería obligada a copular compulsivamente. Así fue, en efecto. La joven conquistó el favor de muchos y su desempeño en la cama atrajo la atención no sólo hacia ella, sino también hacia su madre, la duquesa Jacqueline, y hacia Josette y Leonore. Esta última, sobre todo, llegó a ser una de las putas más estimadas de la corte. Eso hizo que el duque tuviera con frecuencia que ceder a las mujeres de su casa, lo que le dio poder, pero también soledad. Fue eso lo que hizo que se concentrara en gozar más de Jade, la hermosa preñada, que también alcanzó alta estima.