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Casia (5: Mi hermano es muy puto…)

en Amor filial

Mi hermano es muy puto… (Casia 5)

"Por favor… te deseo… llevo meses haciéndome pajas pensando en este momento", confesó. Mara lo miró con una expresión demencial. "¿No te das cuenta? Soy tu hermana…", dijo, con voz temblorosa. "Eres una puta…", afirmó Paolo, y en la cara de ella se dibujó una expresión de sorpresa...

Perseguida por aquel inevitable destino de puta, Mara comenzó a escalar en la empresa. Tenía claro lo que deseaba y cómo conseguirlo. Después de varias sesiones con su jefe inmediato, a quien por supuesto exprimió todo lo que pudo, sexual y financieramente, Mara puso sus ojos en un jefe de sección. Sabía que era fundamental que escogiera bien a sus presas. Debían ser hombres con poder real y con alguna "debilidad". Mejor si era del tipo inconfesable.

Determinar cuál era esa debilidad era lo difícil, pero Mara desarrolló un ojo infalible para detectarlas. La de su jefe inmediato eran, obviamente, las mujeres. Pero además, tenía a la esposa, una chica de buena familia, preñada. Y no podían, ni él ni su familia, afrontar un escándalo. En los seis meses que duró el asunto, Mara se las arregló para hacerse indispensable: en la cama y en la oficina. Coleccionó un buen dossier con una serie de documentos que incriminaban a su jefe en flagrante adulterio: facturas, fotos…

Cuando le echó el ojo al jefe de sección, Mara supo que había llegado el momento de cambiar de campo y se las arregló para que el suegro de su jefe inmediato se enterase de las andanzas del yerno. El suegro era amigo de uno de los directivos y estuvo a un tris de lograr que la echasen a la calle, pero el jefe de sección, a quien en la cúpula le debían más de un favor, intervino entonces. Iban a abrir una sucursal en una capital de importancia estratégica. Consiguió que lo nombrasen director. Para calmar los ánimos, Mara renunció, pero el flamante nuevo director la contrató como su "asistente" en la nueva sede.

Zanjado el problema, de momento Mara puso a Paolo interno en un colegio de pago en esa localidad y se aprestó a cumplir sus nuevas obligaciones. El jefe de sección no tardó en insinuarse, y Mara aceptó, después de hacerse la estrecha durante unos días. Pronto había coleccionado una nueva serie de documentos que probaban los pequeños hurtos y las tropelías del individuo. Estuvo dos años en esa sucursal. Los fines de semana, el jefe los pasaba con su familia y Mara con Paolo. El resto del tiempo debía poner su empeño en satisfacer a aquel hombre.

Pero entretanto, Paolo, que a la muerte de la madre contaba apenas trece años y medio, se había convertido en un guapo chico de casi dieciséis. Un día en que Mara entraba al baño, se encontró con que Paolo se había olvidado correr el pestillo y se lo topó en la ducha. No pudo dejar de notar el arma generosa con que el chico estaba dotado. También Paolo se turbó, ya que Mara, como siempre había hecho cuando él era pequeño, andaba como su madre la echó al mundo, y el jovencito notó las apabullantes curvas de su hermana.

De ahí en adelante, Mara lo sorprendió espiándola en numerosas ocasiones, hasta que en una fiesta que montaron entre ellos, y en la que ambos bebieron más de la cuenta, Paolo terminó besuqueándola y aprisionándola contra la pared. "Te deseo…", murmuró él, y Mara cerró los ojos. "¿No te gusta mi garrote?", preguntó, al tiempo que sobaba su entrepierna contra la de ella, con el paquete muy abultado. Ella quiso liberarse de aquel abrazo que la atenazaba, pero Paolo era más fuerte.

"Por favor… te deseo… llevo meses haciéndome pajas pensando en este momento", confesó. Mara lo miró con una expresión demencial. "¿No te das cuenta? Soy tu hermana…", dijo, con voz temblorosa. "Eres una puta…", afirmó Paolo, y en la cara de ella se dibujó una expresión de sorpresa.

"Lo sé desde hace tiempo… desde que era niño… tú no te dabas cuenta, pero sé que follabas con aquel profesor que te llevaba a casa muy tarde… y luego con tu primer jefe en la empresa… notaba tu forma de vestirte y oía los comentarios de las personas que nos rodeaban. Al principio me enfurecía y corría a defenderte. No sabes la cantidad de veces que le partí la cara a mis compañeros de colegio, cuando osaban difamarte… pero luego fui comprobando que era verdad… sé que hace más de dos años que te acuestas con el jefe de la sucursal, y sé por qué lo haces…"

Mara lo miró con los ojos extraviados. Lo último que habría querido era que Paolo, su adorado Paolo, se enterara de su doble vida. Pero él continuaba hablando, indiferente a su desolación: "…para mantenernos a los dos y para pagar mis estudios… ¿verdad?". Ella asintió y acertó a preguntar: "¿Cómo lo supiste?".

"¿Qué te prostituías? Te seguí varias veces… salías con tu jefe de la oficina y te llevaba a un hotel de paso… regresabas a casa tarde… y una vez encontré unas fotos que guardabas en un dossier. No sé cómo te las arreglaste para tomarlas, pero ahí estaba el tipo, follándote… no me quedó duda… de tu relación con el profesor supe por los comentarios que circulaban en el colegio, pero nunca lo comprobé…"

Rehaciéndose con dificultad, Mara lo enfrentó: "Paolo, no puedo hacerlo contigo… soy tu hermana…". El rostro de Paolo se endureció: "Eres una puta… ¿me vas a negar a mí lo que les das a ellos… ya soy un hombre… además, tan pronto pueda, te pagaré… como a la puta que eres…", y diciendo esto, le subió la falda y comenzó a meterle mano a su entrepierna. Rasgó y destrozó el tanga que Mara vestía y para su sorpresa, notó que con todo aquel magreo estaba húmeda.

"¿Lo ves? Te excita todo esto… Tú también me deseas, ¿no es cierto? Admítelo… estás deseando que te meta mi garrote desde aquel día que lo viste en la ducha…". A su pesar, Mara tuvo que admitir que era cierto… lo deseaba, aunque fuera algo que rechazaba profundamente. Paolo encarnaba para ella lo único puro que aún quedaba, y no quería que su hermano entrara a ese ámbito de sordidez en el que tenía que moverse.

Cuando se lo dijo, Paolo la miró con ternura y afirmó: "Es inevitable, Mara… se te olvida que yo también soy un hijo de puta… y además, tarde o temprano vas a enterarte: en ese colegio de pago en el que me pusiste, me violaron…". Al oír esto, Mara palideció. "Sí… esos niños bien, de largos apellidos y honorables familias, me violaron… desde entonces he aprendido a sobrevivir a sus ataques y a los de algunos maestros con las mismas aficiones… pero estoy harto… me he aguantado por no darte un disgusto y porque el fin del año escolar está a la vuelta de la esquina… pero es preciso que lo sepas: soy tan puto como tú… "

Miró a Paolo incrédula, pero se rindió a la evidencia. "¿Qué piensas hacer?", preguntó, en un hilo de voz. "¿Quieres que te saque de ahí?". "¿Para qué? Ya me he habituado a que me den por culo, si es lo que te preocupa… y en todo caso, he descubierto un modo lucrativo de sobrevivir… porque, como haces tú, colecciono información sobre mis atacantes… y ahora soy yo quien literalmente los tengo cogidos… me graduaré con los mejores promedios, pierde cuidado, y me ganaré una beca excelente… ya después pienso aprovechar las dotes que esos desalmados descubrieron en mí para vivir lo mejor posible… y para quitarte a ti de la prostitución… a menos que te guste follar y que te den por culo… ¿te gusta, hermanita?", preguntó con intención aviesa.

Por toda respuesta, Mara se apoderó de su boca y lo besó a fondo. A Paolo aquello lo sorprendió, aunque no del todo, y correspondió a su beso con mayor pasión. Se quitaron la ropa apresuradamente y ahí mismo, de pie, Paolo la empaló a tope. Mara se abrió y con una de sus piernas abrazó el talle de su hermano, quien la montó como si quisiera perforarla. Después de darle por el coño durante largo rato, la puso a cuatro patas, con el culo en pompa.

Lubricó el agujero con un beso negro profundo, que a Mara la estremeció como nunca. Después de empaparla bien con su saliva, y con el líquido preseminal que brotaba de su polla, Paolo puso la punta de su garrote contra el culo de su hermana y presionó. "Quiero que seas tú quien se sodomice con mi verga… muévete, puta…" dijo, al tiempo que asestaba una nalgada en la suave piel de melocotón. Mara gimió, pero aguantó a pie firme y comenzó a abrirse para recibirlo entero.

Cuando la polla toda estuvo dentro, se quedó quieta. La sensación era indescriptible. Paolo sentía unas enormes ganas de embestirla, de meterse en su interior completo, pero se contuvo. "Muévete", repitió, y fue ella quien inició un lento movimiento, primero hacia delante, y luego hacia atrás. Las oscilaciones, al principio lentas, se aceleraron pronto. A poco, Paolo estaba lanzado a galope y martillaba el culo de Mara con verdadera furia.

La sodomizó a fondo durante largo rato, hasta que decidió soltarla. "No quiero correrme aún", dijo. Y ella asintió. La tendió boca arriba, sobre la alfombra, la abrió de piernas y le chupó el coño. Mara se estremeció al sentir la lengua lasciva que se abrió por su raja empapada de jugos. Metió la lengua a fondo en su vagina y la saboreó con deleite. Luego, buscó el botón y ella lo fue guiando, de modo que el placer fuera más intenso. Estuvo así, atormentando la pequeña punta, hasta que la escuchó jadear.

"¿Por dónde quieres que te la meta, perra?", preguntó, con el garrote en la mano. Mara lo miró. "Por el culo", dijo, pero Paolo la ensartó por el coño y se estuvo dándole caña durante un rato, hasta que se cansó. La ayudó a levantarse y ella lo miró con una expresión interrogante en la cara. "No… no quiero correrme pronto… estoy seguro de que tú deseas tanto como yo prolongar al máximo el placer…". Ella asintió al oír esto.

"¿Qué propones?", preguntó entonces. "Vamos a la cama…" respondió, al tiempo que la alzaba en brazos. Mara rodeó el cuello de Paolo con sus brazos y lo dejó hacer. No sospechaba que follar con su hermano resultaría tan grato, ni tan perturbador. "No eres aún lo suficientemente puta…", dijo él, y la miró de modo raro. Ante lo que siguió, ella tuvo que darle la razón.

Reposaron en la cama durante un rato, y Mara aprovechó para preguntarle muchas cosas: cómo había sido su iniciación, por ejemplo. Paolo le contó cómo uno de sus maestros lo había violado. Pronto a ese siguieron otros maestros. Aunque Paolo siempre fue buen estudiante, el favoritismo de sus violadores despertó la ira de los demás estudiantes. Un día, a la salida de clases, un grupo de estudiantes lo siguió. Lo acorralaron en un callejón y lo violaron en masa.

Furioso, Paolo los denunció al grupo de maestros, quienes se encargaron de que, uno a uno, fueran expulsados, bien por bajo rendimiento o por mala conducta. Aquello le descubrió a Paolo la realidad del poder. Y decidió aprovecharse de ello. En adelante, se prestó a todo lo que los maestros quisieron con tal de escalar cada vez mayores ventajas. Por otro lado, era inteligente y jamás pudieron comprobarle el haber hecho alguna cosa indebida. Él, en cambio, se aseguró de conseguir pruebas contra los sodomitas que lo usaban.

Cuando entró al internado, pensó que la situación ahí sería distinta, pero se equivocó. Fue a encontrarse con una estructura de poder muy semejante a la que existía en el otro colegio. Sólo que para entonces Paolo conocía mucho mejor el suelo que pisaba y pudo sortear las amenazas latentes antes de que le ocasionaran ningún daño. Ahí, además de convertirse en objeto sexual de varios maestros, probó las delicias del sexo con la Directora, una profesora madura y muy caliente, a quien no le disgustaban tampoco los maestros.

Paolo se convirtió no sólo en su favorito, sino que ella lo llevó a ingresar en un círculo selecto de mujeres maduras de la más alta sociedad. Abandonadas por sus maridos, las ilustres damas se consolaban lo mejor que podían ya fuera en relaciones lésbicas o con efebos de la edad de sus hijos. Pronto Paolo, que se había convertido en un apuesto joven, de una belleza tan perturbadora como la de su hermana, fue objeto de las atenciones de varias señoras de alcurnia, las cuales pagaban generosamente sus servicios.

"Cubrí muchos de los gastos que tú no podías absorber, hermanita, a pesar de todos tus esfuerzos…", afirmó Paolo, con sorna, y Mara enrojeció violentamente. "Pero no te enojes… ahora tengo una selecta clientela y el futuro asegurado… una de esas ricachas, Pura se llama, para más INRI, está dispuesta a ayudarme… y a ti también… verás, a Pura le encantan las chicas tanto como los chicos, y estoy seguro que tú le encantarás… estamos citados mañana a las nueve con ella, en el club de tenis… tendremos que ir antes de tiendas para que estés presentable…"

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