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Negro y Blanco III

en Dominación

Observó sin aire la amplia sonrisa de piel morena enmarcada de un cabello rubio a media melena. Sus ojos fijos en ella no la permitieron mover un solo músculo.

- Yo sé lo que ha pasado, pero ahora mismo tus opciones son pocas tal y como lo has afrontado. - No era capaz de racionalizar las palabras, sólo permaneció aferrada a esa silla de la inmensa sala de juntas con la boca aun abierta del pasmo. ¡Era él!- En mi opinión necesitas atención urgente, pero lo haremos pasar por un castigo para tenerles contentos.- Flipaba, estaba con la boca abierta mirándole y no era capaz de cerrarla.-Ahora te voy a decir lo que va a pasar.- Se levantaba, se estaba acercando. Trágame tierra.- Dedicarás tiempo individual con cada uno de los adjuntos de cada departamento durante estos meses y para entonces elegirás la rama que mejor te parezca. Un mes conmigo te calmará.- ¿Qué? Ni hablar. No.- Está todo planeado, nena, si te niegas colgaré tus bragas de mi tablón.- Lo miró anonadada por la amenaza. Acercó su mano sin dejar de sonreír, levantándole la cara por la barbilla para que le mirase.- Serás una alumna modelo en cuanto termine el verano cariño, te lo aseguro.- Notó cómo la sangre se le agolpaba en la cara, y la palpitación fue tremenda cuando le acarició el cuello.- ¿Algo más que decir?- No entendía lo que estaba pasando, ni absolutamente nada. ¿Se suponía que era un castigo? ¿Pasar el verano con un pervertido, un tocapelotas energúmeno y cleopatra?- Sh… Ya estás temblando, nena, vamos. Aún no hemos ni empezado.- Se echó hacia atrás en el asiento en el momento que él se inclinaba hacia delante.- Me has sorprendido mucho estando tan mojada, cielo. Apuesto que ahora estás igual.- Le acarició la cara en cuanto la apartó a un lado. Le ardía por donde sus dedos pasaban. ¡Por Dios, no podía respirar!- Sabía que serías buena elección, pero no esperaba que tuvieras tanto puto problema amor.- ¿Amor? Una imagen se coló en su mente. Ese hombre que mientras llamaba amor a su madre le cruzaba la cara dejándola tirada en el suelo.

- ¡Déjame, no me toques!- Se encogió en el asiento cerrando los ojos, abrazándose las piernas. Sollozó frenando su llanto intentando que la imagen se fuese de una vez de su mente como tantas otras.- Vete, vete, vete…- Murmuró para sí misma.

- Ya nena, calma.-Sintió cómo la cogía en vilo y no se atrevió a moverse.- Shh…- Avanzó con ella fuera de la sala de juntas por el chirrido de la puerta. No quería abrir los ojos, abrirlos era volver a la realidad. Y no la entendía. Sólo escuchaba sus pasos, olía su colonia y escuchaba sus latidos a mil por hora. ¿O eran los suyos propios? Ni idea, pero en cuanto escuchó otra voz se encogió contra él.

- ¿Le ocurre algo?- Sabía que era el director. Su acento le delataba.

- Sí Bill. Necesita descansar de toda esta mierda un poco.- Abrió los ojos con pasmo mirando la cara desencajada del director hasta que Eric volvió a andar.- ¡Y llama a su padrastro, estará bajo mi tutela este mes!

Espera. Espera, espera, espera… Se intentó mover pero no se lo permitió y miró la sonrisa que tenía en el rostro con esa barba rubia de dos días. La misma que le había raspado la mejilla al besarla. Fijó su vista en el camino que llevaba a paso rápido hasta ver que se dirigían a las habitaciones de los profesores.

- ¡Qué haces!- Consiguió decir al fin cuando entraban por una de las puertas.- ¡Bájame!

- Shh…- La soltó en el suelo cerrando tras él. Escuchó el click y su mente se paró. La penumbra de la habitación la transportó de nuevo a ese momento no tan lejano. Otra vez.- Cálmate nena, esto es parte de tu adiestramiento.- Adi… ¿qué?- Primera lección. Debes aprender a ver la diferencia, los detalles. El blanco y el negro tienen entre sí una infinidad de grises.- Se acababa de perder por completo, pero no podía dejar de mirar esa sombra que se acercaba a ella paso a paso mientras reculaba. Hasta que tropezó perdiendo el equilibrio cayendo sobre algo blanco. La cama. ¡Mierda!

- ¡No, déjame salir!- Intentó esquivarle levantándose aprisa pero no pudo.

- Quieres salir del negro. Lo entiendo, nena, pero no sabes cómo.- Sus manos la empujaron de nuevo hacia el colchón.- Calma, yo te puedo enseñar algo con lo que tu negrura podrá desaparecer.

Vio en silencio y sin moverse cómo encendía la lámpara de la mesilla de noche. Su sonrisa la paralizó, así como su mirada. No sabía qué hacer, ni qué decir. Apenas encontraba la clave para respirar con normalidad. Se acercó a ella como en la sala de juntas, agachándose a su altura, poniendo una rodilla sobre el colchón entre sus piernas y se echó hacia atrás hasta que su espalda no pudo atravesar el colchón por razones evidentes. Y aun así lo intentó.

- Temes, odias, insultas, desprecias, callas tu dolor, agredes…- A cada palabra se acercaba un centímetro más.- Todo oscuridad, todo negro.- Le apartó un mechón rojizo de la cara y su gesto se tornó serio, incluso triste.- Pero no entiendes aún que si sigues así, desaparecerás entre sombras.- Acarició su rostro sin permitir que lo girase, y cerró los ojos en el momento que unió los labios con los suyos. El corazón le iba a estallar al sentir su lengua rozar suavemente la suya, y la sensación le palpitó en todo el cuerpo como una avalancha. ¿¡Por Dios, qué era eso!? Se retiró apenas unos centímetros pero no se atrevió a mirar.- Abre los ojos, Lilian.- Lo hizo encontrando los suyos y su amplia sonrisa.- ¿Tan negro lo ves que no quieres salir de ahí?- Le besó la frente con delicadeza y algo invisible en su mirada le devolvió la voz.

- Por favor Eric, para.- Murmuró sin entender nada. Decir su nombre le cambió el gesto por completo de nuevo. La observó de arriba abajo un instante con una sonrisa.

- Sólo si posas para mí.- ¿Qué? ¿posar? Frunció el ceño de forma automática.- Ya sé que por ahora no lo entiendes, pero lo harás créeme. Y te encantará dejar de vivir en la sombra, nena.- En el momento que se cernió sobre ella apretando la rodilla en su entrepierna y abrazándola contra sí con fuerza perdió los nervios.

- ¡No! ¡Déjame!- Cerró los ojos y se revolvió intentando separarle. Sin embargo lo único que consiguió fue que se dejase caer sobre ella, medio aplastándola contra el colchón.

- Shhh… Vamos, déjate abrazar Lilian. Es gratis.- Se quedó paralizada entre sus brazos sin opción a moverse ni a dejar de sentir la palpitación que esa presión sobre su cuerpo provocaba. Y el calor, su olor y toda la habitación empezó a emborronarse por sus lágrimas mientras se revolvía hasta que no pudo más.

No pudo sostenerlo más tiempo. Lloró, sollozó entre sus brazos como no se había permitido en mucho tiempo escondiendo el rostro en su pecho con olor a colonia cara. La rabia por lo sucedido ya no sólo en ese día si no en todo el año y los motivos de su situación actual estallaron como una presa mal construida. Y hasta que la última gota de ese empantanado y fangoso dolor no se hubo derramado no se calmó. Silencio, un silencio tan calmante que apenas podía abrir los ojos irritados por el llanto. Entonces él se movió, la observó llevándose las lágrimas con sus manos. Acababa de derrumbarse entre los brazos de un desconocido, un profesor. Un hombre que…

- Ya nena, lo sé, calma.- Hasta ella se dio cuenta de que temblaba.- Verás cómo todo desaparece en un instante.- Empezó a acariciar su rostro, su cuello, mirándola fijamente mientras la besaba con profundidad succionando sus labios, rozando y explorando su boca con la lengua. En un movimiento brusco que no se esperó se encaramó encima suya sujetando sus manos por encima de su cabeza.- Estás terriblemente sexy con estos short vaqueros, nena.- Casi estuvo a punto de gritar pero sólo consiguió abrir la boca con pasmo. Y él no perdió ocasión. La besó de nuevo y no supo de qué manera consiguió desabrochar su pantalón, y para cuando quiso reaccionar su mano estaba de nuevo acariciando su sexo. Pero esta vez no sólo gimió.

- Ah…espera…- Se retorció un instante intentando liberar sus brazos. Imposible. En un rápido movimiento sacó de su pantalón la mano que acababa de encontrar su secreto y sin darle tiempo a reaccionar los metió en su boca. Tragó por inercia notando su propio sabor. Su propia excitación.

- Estás mojada cielo, el algodón no engaña.- La aclaración de esa ronca voz jadeando en su oído tuvo un efecto de rotura de cristales en su mente.- Te voy a enseñar tantas cosas...- Comenzó a mover sus dedos por debajo de su ropa interior de nuevo haciendo círculos en la cúspide de su placer con lentitud.

- Mmh…- Jadeó entre sus labios, pues no los separaba de ella, y los sabores se mezclaron así como su lenguas. La sensación empezó a ser tan abrumadora como la situación. Una que mandaba sobre cualquier pensamiento que pudiera interponerse ahora, haciéndola respirar profundamente con rapidez a cada movimiento de su mano, cada vez más apremiante. Su cadera se movió arqueando su espalda sobre el colchón en el momento que sintió  la más absoluta y cegadora expresión de placer acorralar sus sentidos.- ¡Aha!- Tapó su boca con la mano, liberándola, pero no frenó un instante el rudo ritmo al que sometía a su sexo con la otra. Y la miraba fijamente, concentrado en su tarea. Cerró los ojos con fuerza notando venir el mundo a su vientre, pues todo se concentró ahí como un big bang hecho punto y luego estallido de nuevo.- ¡Mmmmh!- El gemido agudo que su garganta liberó en el momento culmen la dejó sin aire, y sus músculos fueron perdiendo fuerza a cada espasmo que su sexo hacía como pequeñas réplicas al terremoto que su cuerpo acababa de sufrir.

- Dios…- Apenas si pudo mirarle.- Precioso, nena. Ha sido un verdadero placer mostrarte el blanco.- Le besó la mejilla, tumbándose a su lado y abrazándola estrechamente contra é.- Shhh… Ahora sí, cierra los ojos.- Y lo hizo.

Estaba fuera de sí, medio ida, medio dormida. No había nada en su mente, todo se deshacía como un tronco avasallado por las llamas que desprendía una luz tan inmensa que la cegaba mientras su calor hecho carne la envolvía. Lo único que sentía era un palpitar en todo su ser cuyo epicentro se encontraba en su entrepierna. Blanco, se repitió hasta dormirse. Blanco.

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