06 de Junio de 2010, Brighton (UK)

Las pruebas médicas que Moona le había hecho examinando su sangre eran concluyentes. Sólo estaba algo deshidratada, y cambió el gotero aumentando la dosis de suero antes de marcharse con León y Tohfa al hotel. Observó su rostro ahora a la luz, sin ropa alguna tapada por una manta después del exhaustivo examen de Moona. Ni una sola cicatriz tenía, absolutamente nada. Valeria no había sido capaz de educarla como hizo con ellos incluso siendo su mismo problema. Había sido incapaz de dañar a su hija de esa manera. Aun en la más profunda inconsciencia la notaba estremecerse de tanto en tanto. Seguía sufriendo, ese sudor frío…  Volvió a quitar la aguja de su brazo, destapándola y cogiéndola hasta llevarla al baño. Abrió el agua caliente de inmediato escuchando los pasos.

- Eric, no deberías…- Miró a Krum fijamente, que observaba a la chiquilla desnuda. No, ahora no era momento de que él perdiese la palabra mirando lo que no debía. Ni él.

- Sufre. – Además León ni siquiera estaba, pero tenía espías. Sabía que ese baño estaba siendo grabado pero le daba igual. Miró a la cámara directamente sujetándola contra sí con fuerza, notando los temblores que la estremecían.- Y aún no es suya por más papeles que haya firmado la pequeña.- Un trastoque a sus planes, pues ahora no podía hacer más que cumplir su palabra. Dos días. Sólo dos días para que se recuperase y  conociendo a León, eso era un lujo. Les habían dejado al cuidado de ambas junto a esa mujer, Samira, la cual se encargaba de la pequeña que ahora dormía. Aún era temprano, pero ella… La observó cerrando el grifo, metiéndola lentamente en el agua.

- Sigo pensando que no deberías.- Murmuró Krum desde la puerta.- No sabes qué problemas tiene exactamente, ni cómo la educaba Valeria.- Le atravesó con la mirada.

- No está, ya no está. Estamos nosotros y si a nosotros nos trató así ella no merece menos. Ha afrontado el problema sola durante más de un año y mira cómo ha acabado.- Estaba muy delgada, anémica y ni siquiera despertaba cuando se estremecía entre sueños. Agotada, completamente vencida. Sin luz ni agua caliente en la casa, sin apenas comida. Le acarició la cara llevándose las lágrimas que brotaban solas.

Hasta que escucharon que llamaban a la puerta y se tensó por completo. Krum fue directo a la habitación de la pequeña, y escuchó unos murmullos de esa chiquilla antes de verla entrando en el baño junto a Krum y Samira.

- Es Cora.- Susurró sin mirarle.- ¿Puedo hablar con ella Eric?- Miró a Krum que negaba, y a Samira que asentía.- Le dije que iríamos juntas al hospital hoy a pasar el día.- Su gesto triste casi le terminó de convencer pero...- ¿Está soñando otra vez con los castigos?- La observó atentamente. Entonces sí que la castigaba, por lo tanto también la calmaba de alguna manera. A pesar de que esa funcionara…

- Dime qué hacía tu madre cuando pasaba esto y te dejaré hablar con tu amiga.- La muchacha le miró ilusionada.

- Dormía con ella, le cantaba.- ¿Cantar Valeria?- Y la bañaba, como haces tú.- Sonrió.

- Ve a hablar con tu amiga, nena.- La chiquilla sonrió, y esa sonrisa tan perdida en el recuerdo que tenía de Valeria le calmó.- Que Krum vaya contigo. Es tu tío, queda claro, ¿no?- Asintió aprisa y cogió a Krum de la mano, tirando de él hacia fuera.- Es un ángel.

- Nacida del mismísimo demonio.- Le aclaró Samira con contundencia.- Y ella es igual.

Observó su rostro, tan parecido pero tan diferente a esa niña que no temía a ninguno de los que había entrado en su casa. Que les agradecía los cuidados hacia su hermana, que les cantaba y tocaba en ese destartalado piano a cada momento del día. Pero Samira se refería a la que sostenía encima del agua, a la que miraba con desconfianza. No, no era como Valeria.

- Ella aún tiene salvación, vieja. No seas huraña.- Samira rió quedamente y le ayudó a sacar a Verona del agua, a envolverla y secarla mientras escuchaban otra vez la melodía de ese piano resonando en la casa. La chiquilla no se daba un descanso. Pero cuando fueron a salir del baño se encontraron de frente con Krum, haciéndole gestos de silencio, señalándoles la habitación de matrimonio en la que se metieron, cerrando.

- Esa cría es imposible.- ¿Allegra?- Se ha empeñado en que si su amiga no va con ella al menos las deje estar un rato juntas.- Miró a la puerta atónito. ¿Estaba ahí esa tal Kora?

- ¿Desde cuándo las niñas de doce años te dan órdenes?- Krum parecía perplejo.

- Es que tiene una carita que… joder.- Frunció el ceño. Cuando Krum perdía la capacidad de hablar no era buena señal para nada.- Es un rato, sólo van a…- Escuchó una voz, una que no tenía nada que ver con la de Allegra. La voz de un verdadero ángel cantando mientras tocaban.- Wow.- Arropó a Verona con la manta de nuevo.- Es…

Se quedaron escuchando la melodía, y la sonrisa de Krum fue en aumento a la vez que el gesto de Samira fijo en él se ensombreció. Hasta que Krum hizo el amago de salir y la mujer perdió la paciencia. Era la única con autoridad para hacer eso con Krum.

- Quieto demonio.- Le advirtió Samira cogiéndole de la oreja y tirando de él.- Las niñas son de sus padres hasta que sangren como mujeres, y ella es un regalo de Alá.- Se sentó junto a él en la cama mirando con rencor a esa vieja avara. A la madre de León.

Pero él miró a Verona. Ella ya sangraba como una mujer, desde que León lo supo no quiso esperar un segundo más para intervenir. Seguramente gracias a Samira había tardado dos semanas, pero él sólo había conseguido dos míseros días para que se recuperase de una noticia como esa, para que… Lo pensó, y en cuanto lo hizo se dio cuenta de su error con esa música de fondo, con esa voz que le dijo lo que Valeria había hecho catorce años en ese lugar.

- Llama a León.- El amor es la luz espantando a la oscuridad, escuchó.- Dile que venga ahora mismo.- Te protegeré de la garra siniestra, cantó esa chiquilla.- No nos necesita a nosotros.- El poder del amor, enciende la llama, arde el deseo.- Sino a su futuro marido para ayudarla.- Haz del amor tu objetivo. Sonrió.- Para quererla y calmar su dolor.- Krum hizo lo que le pidió mientras él la vestía un poco y Samira vaciaba su armario.

Si no tenía otra opción, le aceptaría. Si era por el bien de su hermana, aceptaría. Si esa muchacha no dejaba de cantar barbaridades para hacer reír a su amiga al final sería él quien fuese a esa habitación. Pero al cabo de un rato la muchacha se marchó y ellos pudieron salir de la habitación.

- Cora se ha dejado su anillo.- Le dijo Allegra mostrándole un aro pequeño con un delfín de plata. Fue hacia la puerta, pero lo pensó mejor.

Y observó desde la ventana del segundo piso a esa chiquilla alejarse subida en una bicicleta a toda velocidad con una guitarra a la espalda. Samira tenía razón, era una niña pequeña. Como el anillo que no le cabía ni en el meñique de su mano. Y aun así esa voz permaneció con él el resto del día, incluso cuando León llegó sonriente junto a Tohfa y Moona, pudiendo ellos volver ya a donde les correspondía. A le Rosey.