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N&B;: Diario, Rosalie W. (15)

en Confesiones

Reina en funciones

Pasó la noche en vela observando ese reloj, encendiendo la luz y mirando la hora de tanto en tanto cuando consiguió calmarse, entrar en calor. León había ido directamente a por ella a la sala principal donde se había quedado con algunas de las chicas sola, la había metido en la ducha fría sin decir absolutamente nada ni ella poder gritar o quejarse y de nuevo estaba ahí. Con la hija de Valeria. Ni siquiera podía creer lo que había escuchado a ese hombre con el que León le había obligado a estar, la conversación que habían tenido sobre esa chica y su problema. Cómo podría domar ese carácter que se negaba a ceder de todas las formas que había intentado hasta ahora. Miró de nuevo el reloj que estaba a punto de pitar para que fuese a por la pastilla anticonceptiva. No quería seguir ahí con ella. Fallaría, le seguiría odiando y por lo que había escuchado en esa sala la amenazaba con dañar a otra persona. Allegra.

León no podía ser así pero… ¡Ella no tenía culpa de que fuese imposible hacerla callar! ¿¡Que si le dolía!? Sólo podía pensar en Valeria, que le había hecho la misma pregunta, en lo que había escuchado decir a León sobre ella y su dolor, en lo que había escrito para ella, sus cartas. En… Lo recordó en el instante que el reloj pitó. Sabía que estaba despierta, la notaba moverse, temblar. Incluso le había dado un par de codazos dormida y se había despertado mascullando.

- Tu madre me dijo que si eres débil lo sabrá esté donde esté.- Murmuró antes de levantarse y lo escuchó claramente. Le rugía el estómago.

- ¿¡La conociste!?- Se quedó junto a la puerta esperando que abrieran sin contestarle, de brazos cruzados. Eso podía decirlo, era su deber decírselo, pero si no se callaba…

- Silencio. Vas a conseguir que me castiguen otra vez.- Dijo con rabia a la oscuridad. Una que rugió antes de que la puerta se abriera.

- Mejor tú que yo, pava.- ¡¡SERÁ ZORRA!! Dio un portazo y salió casi a la carrera hacia la habitación de la segunda planta. La casa a esa hora estaba desierta, no había nadie.

Recorrió los pasillos a toda prisa hasta encerrarse en la habitación y no pudo aguantarlo más. Se puso delante de la cámara y miró fijamente esa luz parpadeante. La vería, o la estaba viendo. Tenía que… Fue al escritorio y escribió lo más grande que pudo su mensaje.

‘He llorado toda la noche, no quiero seguir aquí. Te necesito.’ Fue al baño cuando lo hubo sostenido frente a la cámara un par de segundos y se tomó la pastilla. No quería volver ahí, a esa habitación con ella, con esa chica por la que acabaría castigada seguro. No lo entendía, no entendía cómo León había hecho algo así. Se metió en la cama y se tapó hasta la cabeza. Tardó al menos una hora en escuchar su voz a punto ya de quedarse dormida.

- Rosi, qué ocurre.- Lo empezó a escribir.-Dímelo.

- León me ha…- Sollozó nada más pensarlo.- Su reina es…- Aún no sabía ni cómo encajarlo, pero se tensó de pura rabia.- Es una maldita…- Le daba igual que la castigaran en su lugar. Y a este paso lo seguirían haciendo.- ¡Vuelve ya por favor, no quiero seguir aquí!- Si él estuviera nadie la tocaría, seguro. Ni la castigarían sin motivo.- ¡¡Quiero irme a casa!!- Sollozó y volvió a la cama. No le dijo nada a sus quejas a voces pero ella no podía más.

Se quedó dormida llorando, envuelta en las sábanas y mantas a pesar de no tener frío ya. Sin Seúl tenía tanto espacio en esa cama que se sentía perdida. Esa costumbre cada vez que dormían juntos de aferrarse a ella ahora era algo que necesitaba. Le necesitaba y no estaba.

Sintió el calor en la mejilla, la caricia en su pelo. El susurro que la llamó y en el que reconoció su voz. No quiso despertar, dio media vuelta y se hizo un ovillo entre las mantas.

- Déjala dormir, si quiere quedarse aquí tiene todo el derecho.- Escuchó decir a León a su lado en voz baja. No, no quiero. Me quiero marchar, no entiendo nada.- Si despierta antes de que anochezca llévala a las cuadras.- ¿¡Las cuadras!? Se incorporó en la cama y miró fijamente a León, que ahora le sonreía. Como Sarah.- Ya veo, te hacías la dormida.- Miró abajo, a sus manos. Seguía sin poder hablar aunque quisiera, no sabía qué decirle ahora. Sintió que se sentaba a su lado, que le acariciaba el hombro suavemente.- Pequeña, he sido cruel contigo sin motivo. Debo disculparme.- No sólo tú, tu reina loca también. Suspiró.- ¿Me perdonarás?- Sí, pero sigo sin entender cómo puedes haberte casado con ella, con la hija de Valeria, ni por qué me castigaste a mí. Asintió despacio.- Mírame cariño.- Lo hizo mientras le acariciaba el cuello, viendo el gesto de ternura que le dedicaba con media sonrisa.- Ayer te portaste de forma ejemplar, Rosi, y Seúl me ha llamado hecho una furia por tratar mal a su pequeña dama.- Miró a la cámara. Seguro que estaba vigilando.- No puede venir ahora, pero te puedo asegurar que no volverá a pasar.- Asintió otra vez mirándose las manos.- ¿Me dejarás recompensarte?- Volvió la vista a León. Si le dejaba montar un rato lo olvidaría, eso seguro. Asintió.- Bien. Muy bien.- Le giró la cara por la barbilla y la besó varias veces, llegando cada vez más profundo con su lengua, acelerándole el corazón por completo.- Serás mi reina en funciones estos días hasta que Seúl vuelva, ¿te parece justo?- Le miró impactada. ¿Su reina?- Le mostraremos a Verona lo que se pierde no queriendo ser mi reina, qué me dices Rosi.- Susurró en su oído acariciándole el cuello. Asintió sin pensarlo y él rió.- Bien, vamos.- Dijo levantándose.- Sarah, que se vista. El regalo de Prodochev aún está esperándola.- Salió de la habitación a paso ligero  y se quedó mirando a Sarah pasmada.

- Andando Rosi.- Dijo mirando aún a la puerta.- Cámbiate.- ¿Le pasaba algo? Se levantó de la cama y fue directa al armario. Pero ahí no había un solo pantalón, todos vestidos de gala, cortos o lencería. No iba a ponerse lencería para montar.

Sonrió entusiasmada cuando entre todo encontró unos pantalones de traje para ella. Hacía tanto que no hacía su actividad favorita… Le dio igual cómo ir, sólo con atravesar los jardines en los que Valeria pasaba antes cada mañana fue suficiente para despejarse de ese pensamiento. Ni el hambre le importó a pesar de ser muy pasado el mediodía yendo de camino directo tras Sarah a esas cuadras. Las acabarían de construir, antes no estaban en el terreno. Ni las pistas de arena tampoco.

- Baja la mirada Rosi, ya.- Lo hizo de inmediato pero no podía obviar el entusiasmo por lo que estaba a punto de hacer aun yendo en tacones. Sarah se frenó un instante.

- Hola Rosalie.- Reconoció la voz. El hombre de la noche anterior. Mark Roswell.- ¿Cómo te encuentras?- ¿Tenía que contestar? No podía, el castigo de Seúl aún duraría.- Habla chiquilla, si estás aquí es porque lo mereces.

- Bien señor.- Aun así no se atrevió a levantar la vista. Vio unas botas de montar aproximándose y escuchó los cascos de un caballo.

- Me han dicho que prepare esta preciosidad para ti, mira.- Lo hizo pero lentamente, tampoco era… Su corazón se paró al ver a Dominic ante ella y las lágrimas brotaron solas. Se tapó la boca sin creer que fuera él.

- Mi chico…- Ni lo dudó, avanzó y se abrazó a él, a su ancho cuello, acariciándolo,  notando su respiración en la oreja, sus latidos.- Mi Dominic.- Sonrió entre lágrimas sin creerlo aunque lo estuviera tocando.

- Creo que le gusta el detalle, Seúl.- Dijo ese hombre de ojos verdes y pelo cano a carcajadas a su lado. Tenía un móvil en la mano.- ¿Quieres decirle algo Rosi?- No pudo hablar durante unos segundos, pero asintió y lo susurró.

- Ich liebe dich, Seúl. Danke.- Sollozó sin poder dejar de sonreír.- Danke.- Le acarició el morro y le dio un beso en la quijada.

No tuvo que ir siquiera a por unas botas, ese hombre las traía, igual que un casco y la fusta. Una que conocía. No pudo dejar de sonreír mientras calentaba y ese hombre le preparaba la pista de saltos. Jamás lo había disfrutado tanto como ahora, ni siquiera le importó la concurrencia en la pequeña grada que la observaba y aplaudía aun sabiendo quienes eran. Se centró en él, en su chico, en el regalo de Seúl. Ni siquiera perdió la sonrisa cuando agotada y empapada en sudor el melenas se acercó a felicitarla mientras refrescaba a Dominic y le preparaba la cuadra como a él le gustaba con su comida favorita, dándole un premio tras otro.

- Tienes un talento excepcional para esto nenita, ¿te gustaría dedicarte a ello profesionalmente?- Miró a Ruth, que le estaba ayudando a ponerle la manta a Dom. Nunca lo había pensado de esa manera, antes era su manera de desfogarse.

- Me encantaría, señora.- Le dio otra chuchería a Dom antes de cerrar la cuadra.

- Se lo comentaré a Seúl, preciosidad. Vamos. Sarah dice que ni siquiera has comido nada hoy.- Le acogió por los hombros y fueron juntas hacia la casa otra vez.

- ¡Rosalie!- Miró atrás, a León que iba sonriente hacia ella.- Oh querida, ha sido espectacular.- Sonrió de oreja a oreja.- Creo que hoy levantaremos cualquier castigo que te haya impuesto Seúl cielo, me ha encantado, además nos has aportado una gran idea pequeña.- Le cogió la mano y se la besó.- Muchos de los invitados están deseosos de pasar un rato contigo esta noche y eso sólo significa una cosa.- Ruth rió con ganas pero ella no lo entendió.- Los pajaritos deberían tener talentos, ¿no crees?- Ruth asintió y ella siguió sin entender muy bien de lo que hablaban. Pajaritos… Valeria.

- ¿Porqué con su hija, señor?- La pregunta salió sola de su boca y frenó el paso de León.

- Valeria exigió como última voluntad que me casara con ella, Rosi. Que la cuidase como una reina. Mi reina.- Siguió avanzando.- Veamos cómo le va antes de ir a los baños y a comer.- Acababa de perder la sonrisa por completo, y fueron directamente al sótano, a esa habitación desde la que la observaban Eric y Krum, los profesores de Le Rosey que le cedieron un asiento a León y él la cogió sobre sus piernas.- ¿Avanza?- Miró a esa chica a la que le habían trenzado el pelo y vestido con un sencillo camisón corto de tirantas. En el suelo y rodeada de papeles, escribiendo en un diario como el que ella tenía, uno de tapas negras.

- Ni te lo imaginas.- Murmuró Krum cediéndole una hoja.- Tiene tantas dudas que aún sigue, pero ha pedido lo que quería y no ha dicho nada aún. Además el cambio de planes parece que le ha sentado bien, al menos entretenida controla el vómito.- Vio que se levantaba e iba directa hacia ellos. ¿Les veía?

Puso el diario contra el cristal y todos se acercaron a leer lo que ponía. ‘¿Por qué no viene la franchute?’ La miraron a ella y directamente negó sin pregunta. No volvería a entrar ahí con esa imbécil integral. Vio que escribía otra cosa. ‘¿La habéis matado o algo así por hablarme?’

- ¿Cuándo has hablado, Rosi?- Se encogió un poco a la pregunta de León. Maldita cabrona chivata...

- Esta mañana, le dije lo que Valeria me pidió que le dijera, señor. Que fuese fuerte.- Lo dijo de corrido con la vista baja y en un murmullo.

- Pues creo que le ha afectado, no ha vuelto a romper nada.- Dijo Krum en una carcajada.- Ni siquiera tu normativa, León. Y ya está traducida, ella misma lo ha hecho con los libros de Rosi.- Miró esos papeles que tenía esparcidos por la habitación.

- Esta noche veremos. Cuando decida si quiere seguir ahí o salir.- Se levantó con ella pero antes de salir volvió a frenarse.- Krum, entérate de qué deporte le gustaría hacer.

Caminó de su mano sin levantar la vista del suelo a pesar de las dudas. Sobre todo cuando León le dijo a las mujeres que había en los baños que salieran y trajesen comida allí. Más aún cuando empezó a desnudarla él mismo, metiéndose con ella en el agua, acariciándole el cuerpo lentamente y masajeando su espalda con las manos enjabonadas.

- Los cuidados para una reina, Rosi. Escribirás cada momento que pases conmigo en tu diario, cada detalle que te guste de tu nuevo puesto, ¿queda claro?- Asintió con los ojos cerrados del gusto hasta que escuchó los pasos y vio todas las bandejas que traían de comida.

Sentada en el regazo de León él fue dándole lo que pedía con una sonrisa sin dejar de acariciarla, de besarla y mimarla como había visto que hacía con Valeria, siempre pendiente a sus deseos. Pero a Valeria ni siquiera la había tocado, se recordó. Todas esas noches que habían dormido juntos los tres y si ella le reclamaba para que durmiesen juntos era para dormir. Sólo dormir. Respetaba cada uno de sus deseos, cumplía sus promesas, realizaba sin dudar cada una de sus exigencias y peticiones. No se olvidaría de ponerlo en el diario.

- Dime pequeña, qué deseas.- Sólo podía pensar en una cosa.

- ¿Puedo montar a Dominic cada día, señor?- Y él rió abrazándola en la toalla, secándola despacio.

- Sí querida, mientras te portes bien.- Le besó la mejilla.- Además creo que mis invitados disfrutarán del espectáculo tremendamente, les ha gustado tanto que algunos desean invertir en el proyecto de Valeria para tu futuro.- ¿Mi futuro?- ¿Hay algo más que te gustaría mostrarnos Rosi? ¿Algún talento más?- Sí, asintió.

- Antes hacía danza clásica y esgrima en Le Rosey, señor.- Y algo que le gustaba pero no sabía.- Valeria intentó enseñarme a bailar pero no se me da muy bien aún.- Su sonrisa se amplió.

- Lo intentaré añadir a mañana, hoy tienes una agenda muy apretada.- Frunció el ceño. ¿Agenda?- Pasarás el resto de la tarde estudiando, luego cenarás con nosotros y le darás tu diario completado a Verona. Cuando termine de traducirlo veremos qué opina.- Le sujetó el albornoz y lo anudó.- Después le dedicarás tu tiempo a nuestros invitados y podrás elegir acompañante.- ¿¡Elegir acompañante!?- Te vestirás de gala esta noche y serás toda una dama, ¿de acuerdo?

- Sí, señor.- Besó sus labios otra vez de esa manera que sólo él hacía, paralizando el pensamiento.

- ¿Piensas en Seúl cielo?- La pregunta la pilló desprevenida pero asintió con una sonrisa, no podía quitarse tampoco de la mente lo que acababa de devolverle, lo del día anterior en la habitación roja, su ‘Te quiero’ a distancia.- Bien, eso está muy bien, no debes olvidar gracias a quién estás aquí, ¿queda claro?- Asintió de inmediato viéndole salir.- No te muevas de ahí, tengo una sorpresa para mi reina en funciones.- Una que no tardó en llegar.

Tohfa con su pequeña y tantas otras entraron en los baños y la guiaron a la segunda planta, a una habitación que conocía. Donde Valeria se relajaba con ellas, y al igual que había visto durante ese mes que había pasado con ella le dieron un masaje completo, la cuidaron y peinaron, le pintaron una rosa con Henna en la mano. Todo lo que pidió, incluido a Teufel, se lo trajeron. Incluso lo que no pidió. Lakme y Rubi, las gemelas de León de diez años, pelo ondulado y oscuro como su padre entraron trayendo consigo una bandeja entre las dos.

- Para ti, Rosi.- Le dijo Lakme con una sonrisa mostrándole la cantidad de joyas y adornos que traía en un cofre. Y había tres más en esa bandeja, además de todo lo que encontró en su habitación cuando Sarah la acompañó para que estudiase y completara su diario.

- Regalos de los invitados.- Le dijo a su gesto de pasmo. Su cama estaba llena de peluches, ramos de flores, incluso equipos completos de equitación. Pero entre todo algo le llamó la atención. Una bolsa negra a la que fue directa. Eso era de Seúl.

El primer paquete era un collar rojo para Teufel con su nombre en una chapita de plata con forma de hueso. El segundo unos pendientes de perlas con un collar a juego. El tercero la dejó sin aliento. El huevo metálico con su mando y una nota. ‘Lo usarás cada noche para mí’. Rió a carcajadas mirando a la cámara. Loco pervertido…

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