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N&B;: Freixas, el Amo.(9)

en Sexo Anal

09 de Junio de 2010, Francia (Le Rosey)

- ¿Seguro que quieres hacer eso?- Miró a Krum directamente a los ojos, sentado frente a él al otro lado de la mesa de su despacho.- Bueno, tú  sabrás lo que haces con tu dinero.- Ya se habían vendido todos los cuadros en cuestión de días. Ahora no había deuda, sino todo lo contrario. Podía permitírselo.

- Es Amanda, se lo debo.- Firmó el consentimiento para el inicio de su puja como Veterana. Y en un apartado que Krum consideró necesario desde ese momento, añadió la cifra que podía permitirse pagar por ese momento. Su primera vez.

- León llegará mañana, ¿irás a la cena?- Negó. Antes tenía que ponerse al día. Llevaba fuera demasiado tiempo, y esa sustituta que Bill había puesto para sus clases había sido desorganizada en extremo. Vaga. No sabía ni por dónde empezar.- Si faltas…

- Llegaré a la presentación, no te preocupes. Avísame cuando acabe la cena, estaré ocupado hasta entonces.- Le cedió los papeles que acababa de rellenar y se levantó directo al estudio, a terminar de corregir los trabajos finales de sus alumnas de 2º.

- Ehhh…- No llegó a salir por la puerta del despacho. Mierda.- Eric, con esto podrías pagar su deuda.- No le miró. No hacía falta.- Una cosa es su paso a Veterana, otra…

- Lo sé.- Si pagaba su deuda sería suya. Para el resto de su vida si así lo quería.- Es mi decisión.- Cerró la puerta y entonces se permitió coger aire con esa palpitante duda en mente. ¿Y si ella no quería? Aún tenía que firmar, pero esta vez Krum se encargaría.

Caminó por los pasillos y bajó las escaleras hasta la primera planta, pasando por delante del Salón de Actos donde las más pequeñas de Le Rosey escenificaban para sus padres como cierre del curso de teatro ‘Mujercitas’. Pero no tenía tiempo, y ese deber le ausentaría del mundo y de su mente durante horas. Por lo menos tenía que quitarse la mitad antes de ir a la presentación de Verona al grupo de Amos de Valeria, sus antiguos sumisos y sumisas. Ahí León decidiría quién se haría cargo de ella en el PRE ese verano. Empezaban el proyecto de La Élite.

Atravesó los pasillos hasta la enorme sala que había dejado abierta con el escritorio iluminado y completamente inundado de trabajos finales. Los últimos bocetos acabados de cada una de sus alumnas que mostraban, como les había pedido, tres posiciones de manos y tres de pies.

Algunas se habían arriesgado, no lo dudaba. Esas las valoraba más, sobre todo las que habían introducido elementos detallados de las articulaciones. Ese no estaba limpio, y además tenía deformaciones y líneas inconclusas. Fuera. Pasó unos veinte sacando fallos y virtudes, valorando y apuntando resultados en su cuaderno de calificaciones sin darse cuenta de su presencia. Hasta que se subió a la mesa y pisó algunos de los trabajos. Maldito gato… Lo cogió del pescuezo y lo llevó directo al ventanal que daba a los jardines. Ya anochecía, y el gato…

- Señor.- Dio media vuelta y ahí estaba ella, con su pelo rubio y rizado suelto, enmarcando su carita. Con la mirada baja.- Me… me dijiste que viniera.- Sí, lo había hecho. Pero entre tanto jaleo entre los papeles de Krum, que al menos le había hecho leer una treintena de reglas de la nueva Élite, los suyos, la presentación de Verona…

- Sí nena, quería hablar contigo antes de que vayas a hablar con Krum. Ven.- Estaba radiante después de ese tiempo sin verse, de haberse disculpado con ella. De haber pasado juntos los últimos días como solían hacer antes, poniendo fin a sus pesadillas. No tenía nada que ver con esa chiquilla asustadiza que se negaba a aceptar la realidad. La belleza que poseía y el futuro que le iban a proporcionar como modelo le habían dado un enfoque incluso mejor a su pequeña, más con ese uniforme que aún tenía que llevar. Se quedó ante él y le levantó el rostro para que le mirase. No tembló al contacto, lo que le hizo sonreír.- Pequeña, sabes por qué quiere verte Krum, ¿verdad?

- Sí señor.- Le acarició el labio inferior. Ya no podía llamarle Amo, no hasta que firmara y la puja terminase.- Para dar el paso.- No pudo resistirse más a besarla. Su pequeña.

- Cierra la puerta Amanda, esto va a ser muy privado.- La necesitaba ahora, y de sólo pensar en que en pocas horas podía ser suya… Hizo lo que le había pedido sin dudarlo y volvió a él, de nuevo con la vista baja.- Mírame nena.- Le acarició la cara apartando los rizos, siguiendo por su cuello.- ¿Quieres volver a tener un Amo?-  Asintió. Ahora sin un Amo se sentía desprotegida. Eso había puesto en los cuadernos que Krum les hacía escribir desde hacía un mes.- Desabróchate la camisa.- Sus manos se movieron de inmediato hacia los botones superiores. Y ahora no llevaba sujetador nunca.- Bien.

Deslizó la mano desde su cuello hasta el pecho derecho, con un pezón excitado que rodeó antes de seguir hacia su cintura. Y ella misma separó las piernas cuando con la otra mano empezó a subir por su muslo. Se fijó en su expresión, en su respiración algo acelerada sonriendo. Su pequeña había mejorado mucho, pero faltaba un detalle. Uno importante.

- ¿Confías en mí plenamente, Amanda?- Negó ligeramente sin mirarle.- ¿Por qué no?

- Porque sé lo que eres, señor.- Frunció el ceño a su mirada. Le esquivaba.

- Y qué soy.- La acercó a él lentamente, rozando sus labios, su barbilla. Tocando el inicio de sus nalgas por debajo de la falda roja. Su pecho excitado, que tenía el tamaño perfecto para su mano.

- Un demonio disfrazado de ángel, señor.- Se separó de ella observándola fijamente.

- Quién te ha dicho eso.- Jamás habría salido de su boca algo así.

- Valeria, señor.- Su respiración se aceleró y cerró los ojos un instante. Estaba prohibido nombrársela. Lo sabía. La cogió de la mano y la llevó directamente a su escritorio.

- Entra ahí.- Le señaló el hueco y ella se arrodilló bajo la mesa. Se sentó.- Ahora recompénsame por lo que me acabas de decir, nena, o no te volveré a tocar.- Sintió el primer contacto en la cremallera de los pantalones en cuanto se sentó. Y empezó a corregir de nuevo esos trabajos centrándose en ellos, en su lengua. En el calor de su boca y el ligero roce de sus dientes.- Muy despacio nena, estaremos aquí un buen rato para hacerme olvidar tu error.- Su ligero beso le sacó la sonrisa.- Bien preciosa, eso es.

Apartó los bocetos de esas crías sin talento que se habían apuntado a sus clases por él y cogió un A3, observando y sintiendo las caricias de sus labios. Los ligeros lametones que le daba a la punta de tanto en tanto, bocetando lo que veía. La perfección de su rostro, sus ojos que cada varios segundos le miraban antes de volver a su tarea, verificando por su sonrisa que lo estaba haciendo como él quería. Oh… Era perfecta. Plasmó cada detalle de su boca, sus rizos. Sus pestañas. Esa naricita que cogía aire ahora para introducirse lentamente todo su miembro hasta el máximo de capacidad de su boca. Dios…

- Quieta.- Lo plasmó a lápiz. La expresión tensa de su mandíbula, de sus labios cubriendo sus dientes. Hasta que sintió que tragaba y volvía a tomar aire. Ese movimiento de su garganta…- Otra vez.- Volvió a hacerlo. Mmm…- Más.- La rozó levemente con la lengua, introduciéndola un poco más antes de volver a tragar.- Oh nena… Sigue, no te detengas ahora.

Y lo hizo una y otra vez mientras él ponía textura y volumen a su boceto usando los dedos. Era preciosa, era… Oh Dios… Gimió levemente cuando empezó a darle ligeros mordiscos y a mover la lengua aprisa rodeando su glande, masajeando la base con sus manos. Si continuaba así… Escuchó un maullido, le vio entrar de nuevo de un salto. Pero algo le seguía.

- ¡Coco!- ¡Mierda, joder!- Se deslizó por el asiento y se quedó de rodillas junto a ella con la respiración acelerada, tapándole la boca.- ¡Coco! ¡Ven tonto, que te traigo comida, vamos!- ¿Española?

Escuchó unos pasos por el suelo de madera. ¡Estaba ahí, la propietaria de esa voz se acababa de colar por su ventana! Amanda le hizo gestos, quitándose su mano de la boca. Lily, dijo sin emitir sonido. Frunció el ceño, pues no conocía a ninguna española que se llamara así entre sus alumnas, y se intentó guardar su erección en los pantalones mientras ella se abrochaba la camisa. Escuchó los pasos más cerca y se le aceleró el corazón. ¡El dibujo! ¡Mierda! Se asomó por un lateral de la mesa con cuidado y la vio de espaldas a él, acuclillada. Pelirroja, descalza. Oh Dios… Ella. Vio el movimiento de Amanda de reojo y le hizo un gesto de silencio sin mirarla.

- ¿Lo ves? ¿a que no está tan mal?- Se tumbó en el suelo de madera del estudio bocabajo, al lado de ese gato que comía lo que le había traído en una servilleta.

- Hola, ¿qué hacéis?- Miró al hueco vacío que Amanda debería estar ocupando. ¡Joder!

- No es asunto tuyo.- Frunció el ceño mirando el cambio de actitud de la chiquilla, que se levantaba y volvía hacia el ventanal.

- Lil, espera.- Se volvió a ocultar bajo la mesa.- ¿Podrías cuidar tú de coco? Yo ya me voy, he acabado en Le Rosey.- Un silencio.

- Pero le cambio el nombre, coco es cursi, se te ocurrió a ti, ¿no?- Vaya carácter… Se notaba de quién era hija. Sin embargo Amanda rió.

- Claro, ¿cómo le vas a llamar?- Otro silencio.

- ¡Aníbal!- Fue la primera risa a carcajadas que escuchaba en Amanda. Incluso él se tapó la boca. Ese gato fofo y blanco tenía de Aníbal lo que él de santo.- ¿Y no vuelves?

- No nena, pero él cuidará de ti, ¿verdad Aníbal?- Escuchó el ronroneo ronco de ese gato callejero.- Vamos, llévatelo a tu edificio. Si le pones cojines en tu armario se quedará contigo toda la noche.- Pasos, se alejaban.- Cuídale bien, ¿vale?

- Que siiii.-  Suspiró silenciosamente un instante.- Oye.- Se quedó expectante al sonido de la puerta.- Si te vas…

- Tranquila, ignórala. Tú eres fuerte, Lilian, nunca discutas con una imbécil. Te hará descender a su nivel y ahí te ganará por experiencia.- Escuchó una risita. Y la puerta.

Salió de su escondite viendo la ligera sonrisa que Amanda aún mostraba. Nunca la había visto tan suelta como ahora, tan… Tan hermosa. Pero en cuanto volvió a su posición bajo la mesa y la sonrisa desapareció de sus labios frunció el ceño. Fue a la ventana y la cerró, bajando la persiana esta vez antes de volver a su asiento.

- Nena ven.- Se palmeó la pierna y de inmediato se sentó en ella mirando ese dibujo. Le dio la vuelta y lo apartó del espacio en el que sentó a Amanda, aupándola por la cintura.- Cuando vayas a ver a Krum después…- Empezó a deslizar las manos por sus muslos, inclinándose a besarlos.- Verás algo que quizá no te esperas pero…- Separó sus rodillas y ella misma se levantó la falda, dejándole ver la excitación que tenía y a la que sonrió ampliamente.- Estoy seguro de que te gustará tanto como a mí lo que acabo de ver, nena.- La atrajo hacia su boca de un tirón que la hizo jadear.- Y escuchar.

- Eric, para, por favor.- La observó fijamente. ¿¡Qué parara!?

- No me des órdenes, Amanda. Lo sabes.- ¿Lo estaba haciendo adrede? No era la primera vez que Krum le ponía a prueba ordenándole provocarle. Se levantó de su asiento y le introdujo los dedos entre los labios del sexo.- ¿Acaso no estás excitada ahora?- Asintió. Y tanto.- ¿Qué pasa entonces?- Los acercó a su ano para lubricarlo y su respiración se aceleró aún más.- Vuélvete.

- Es…- Murmuró dándose la vuelva, quedándose a su merced. Levantó la falda y se acuclilló masajeando sus muslos.- Quería hablarte de esa niña, señor.- Frunció el ceño pero continuó.

- Wheel, sí.- Mordió ligeramente el depilado monte de su entrepierna.- Qué pasa con ella.- Fue directo a por él, a por ese nódulo de placer que le robó el aliento. Mmmm…

- Es un ángel.- Como tú nena. Tensó las nalgas un instante cuando empezó a mover la lengua saboreando toda su excitación, tanteando su virginal entrada en cada pasada que la hacía gemir levemente. Pronto.- Disfrazado de demonio.- Se detuvo mirando a la puerta, pero volvió a ella recordando su error, su falta sin terminar de pagar. Ya había empezado con los preliminares en esa zona y ya no aguantaba más.- Señor.-Amo nena, me llamarás Amo si gano la puja. Siempre.

- Y qué.- Dijo como respuesta a lo que había dicho sobre él volviendo a sacar su palpitante miembro falto de liberación.- Es asunto de su padre.- Lubricó la punta, pero en cuanto Amanda sintió el roce que iba hacia la entrada a su ano se tensó.- Quieta nena, no falles más.- Dio una ligera cachetada en esa nalga de piel clara y le separó más las piernas, acercándose a ella.

- Sufre.- Susurró en el momento que hizo fuerza, empujando con su cadera y sacándole un pequeño quejido cuando la punta entró. Sí nena, como tú. Por nombrar a Val.- Y no llora.- Dijo en un quedo sollozo cuando empezó a moverse lentamente.- Le duele…

- Ya lo veo, nena. Shhh… Calma. El placer viene después.- Continuó poco a poco, llevando su mano derecha hacia su clítoris y la izquierda la adentró por su camisa hasta hacerse con su pecho.- Shhh… Relájate y no te dañará.- Obedeció lentamente mientras él volvía a lubricarla un poco más con su propia saliva, y cuando empezó a ser evidente que no pasaría de cierto punto a pesar de los gemidos que le sacaba acariciando su clítoris y girando un pezón ligeramente empezó a moverse algo más adentro. Hasta ahí, hasta la mitad de su miembro. La base era demasiado ancha para esa estrecha cavidad que le atrapaba, que se cernía y rozaba contra él ofreciéndole su calor.- Bien nena, muy bien, eso es…- Dijo cuando curvó la espalda sobre el escritorio, empezando a adaptarse.- Pequeña, eres maravillosa.

- Gracias…señor.- Sonrió a su falta de aliento y esa costumbre adquirida con el tiempo a sus piropos y aumentó el ritmo de todo.

Ya no le necesitaba, ahora él la necesitaba a ella. Levantó su cuerpo acercándola a él, queriendo escuchar más de cerca su aliento, sus gemidos acompasados a sus movimientos. La bombeó lentamente en un principio, pero cuando empezó a ser evidente que disfrutaba cogió sus nalgas con ambas manos, apretando la carne, manejándola a su antojo y llegando cada vez un poco más profundo. Se adaptaba mejor de lo que pensaba en un principio, y aunque intentaba no moverse curvaba la espalda para recibirle aún más incluso a ese ritmo.

- Oh nena…- Jadeó en su oído. Ya llegaba la liberación de toda su tensión, de toda su oscuridad. Inició un ritmo aún mayor con su mano, con sus embestidas, y entró un poco más sacándole un ligero chillido antes de salir de ella y correrse en sus nalgas desnudas.- Mmm… Preciosa. Ahora quieta.- Tomó la hoja donde había estado dibujando antes y plasmó el resultado final sintiendo la calma, la relajación de todo su cuerpo que le permitió sacar el mejor partido a su don hasta el último detalle bosquejado de lo que veía ante él. A Krum le encantaría este, sobre todo la marca de sus manos aún inscrita en su piel.- Te has portado muy bien, nena. Muy bien.- Le acarició el muslo antes de bajar su falda.- Ya puedes ir a hablar con Krum y darle esto, nena, pero dime. ¿Qué te gustaría a cambio de tu buen comportamiento, cariño?- Bajó la falda cubriendo el semen y le dio una palmadita para que se levantara, dándole el papel.

Y sentado desde su asiento lápiz en mano se quedó observando la pasividad de sus movimientos, su mirada baja. Una que le miró de reojo antes de volver a donde debía y tomar aire para pedir lo que seguramente esperaba. No la había dejado correrse por su error, así que seguramente y como más de una vez rogaría por...

- Ayúdala, Eric. Por favor.- Paralizado se quedó observando cómo se iba. No sólo era una orden, sino un recordatorio de su deber, de Valeria. Otra vez. Suspiró profundamente centrándose en su calma actual.

No, ella no tenía idea de las últimas palabras de Valeria, y era una petición que le había permitido. ¿Ayudar a la chica de Wheel? Era una cría, no tenía ningún problema más que mal humor heredado, y evidentemente sufría. Había perdido a su madre. Volvió a cerrar los ojos un instante, pues ya se había ido. Completamente. Amanda no le necesitaba en absoluto, había superado sus problemas. Ahora aceptaba lo que le gustaba, podía decidir lo que quería y sin duda lo haría ahora en el despacho de Krum. Se centró en lo que debía. En los malditos trabajos de esas crías sin talento pensando si castigar su error recordando esos dibujos que le había hecho llevarle a Krum, como cada vez que hacían algo. Eran las normas ahora. Su expresión sin ápice de inocencia, no como había visto con la intrusión de esa chiquilla Wheel en su estudio, en esa sonrisa de Amanda. Su risa. Se calmó recordando esa canción, esa voz que le había dado la clave de lo que debía hacer. Lo conseguiría, la haría reír cuando conociese a la pequeña pianista que León había mandado a su residencia de Montpellier hasta que Verona mejorase. Ella seguramente sería su siguiente primeriza, sin duda, León se lo había dejado caer antes de irse de Brighton. Sacó de su bolsillo el pequeño talismán que llevaba ahora consigo en forma de delfín en el llavero. Un ángel era lo que necesitaba y esa chiquilla, la viva imagen de Val, lo era.

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