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N&B;: Diario, Rosalie W. (3)

en Dominación

12 de Febrero de 2010, Francia (Le Rosey)

Y aún no llegaba la muy imbécil. ¡Esta vez se la iba a cargar! Volvió a mirar el reloj. Las doce de la noche, estaba a punto de irse ya,  estaba agotada de toda la semana. Se paseó por la oscuridad de ese almacén de deporte donde quedaban cada noche. Y cuando escuchó la puerta a su espalda fue directa a por ella. La empujó contra la pared. Venía corriendo, se le notaba en la respiración, pero en vez de cabrearse como siempre empezó a reírse.

- Se ha...- No podía ni hablar de la risa, de la carrera. ¿Qué mierda le pasa ahora?

- ¡¡Llegas tarde!!- Puso los brazos en jarras y esperó a que acabara de reírse.

- ¡La muy puta se ha muerto!- Pero no paraba. ¡Joder!

- ¿La de tu padre?- Y asintió sin dejar de sonreír.

- Esta noche. Se ha ahogado en la piscina la muy idiota. Estaba enferma y se cayó al agua.- ¿Y ahora qué pasaba con la rata? Bueno, le daba muy igual. Llegaba tarde.

- Pues hoy lo vamos a celebrar como se merece.- Tiró de su mano y la llevó hasta las colchonetas que había preparado con lo que solían usar. Y una cosa nueva con la que dejó de reírse. Se soltó de su mano y se la quedó mirando en la penumbra con esos ojos rasgados de demonio. Se rió de su cara de acojone, porque era eso. Estaba asustada.

- Ni en sueños Rosi, no pienso perder la virginidad con un cacharro de mierda, hazlo tú.- Tensó cada músculo dejando de reír.

- ¡No te estoy pidiendo permiso, inútil!- La tiró sobre la colchoneta y se hizo con la fusta de inmediato.- Empieza por calentarte y ya veremos.- Ya no reía para nada, la miraba con odio.

- ¿No prefieres que te caliente a ti?- Había cogido el consolador, ese aparato enorme que acababa de pedir por correo con la cuenta de su padre. Tragó despacio ante el planteamiento. Lo había pensado pero no se atrevía. Ella antes, mejor. Y al recordar lo que había visto por internet en la cuenta de su padre se tensó por completo.- ¿Aún no ha vuelto de su viajecito con esa puta? ¿Por eso estás tan cabreada?- Le dio dos veces en el brazo con la fusta con fuerza. ¡¡Por gilipollas!!

- ¡¡Ni me hables, zorra!!- Se tiró a por ella, y como siempre empezaron a luchar hasta que una de las dos ganara. Pero hoy estaba agotada, había dedicado todo el día a estudiar y a danza por la mañana, esgrima toda la tarde, además de las clases de la semana, el latín, el griego...

- ¿Dónde está Dominic, Rosi?- Hija de perra…¡¡Como se atreve!! Le ganó la furia y consiguió sujetarla bajo ella el tiempo suficiente para atarle las muñecas con las cuerdas de gimnasia rítmica que había preparado.

Se levantó viendo cómo se debatía con todas sus fuerzas sin conseguir soltarse, sonriendo de brazos cruzados y volviendo a coger la fusta. Hoy ganaba ella, como casi siempre. Sólo la había ganado dos veces en todo un mes. Tenía un año menos y eso se notaba.

- Te pasa por provocar, vas a ver lo que es bueno.- Pero antes la cabrearía un poco más.- ¿Ya has elegido rama?- No la miró, estaba cabreada por haber perdido, como siempre.- El rubio no te hace ni caso, ¿eh?- Le dio un toquecito en la pierna con la fusta, riendo.

- No seas hipócrita. A ti también te gusta ese alemán, Rosi, que siempre le estás mirando.- ¿Estaba celosa? Qué mona.- ¿Has conseguido que le echen?- Malditas gemelas de mierda… ¡Y ella se la estaba jugando ya!- ¿Te hace caso a ti ese tío o es como tu padre?- ¡¡Será cabrona!!

- Te vas a enterar de quién manda aquí. – Se subió a la colchoneta y se acuclilló encima de su cara.- ¡Empieza!- No lo hizo. Le dio una bofetada suave.- ¡AHORA!

Y sintió su furia, su ira en la entrepierna. La cogió del pelo y la hundió aún más sin poder evitar el suspiro. Se lo había cortado, no igual que ella aunque le quedaba bien así, a media espalda. Pero no conseguía excitarla como le gustaría, lo hacía mal, perdía fuerza por momentos. Si por lo menos tuviera lo que había que tener…

- Que mal lo haces joder, te voy a enseñar.- Y como siempre luchó incluso cuando la tenía entre las piernas.

- ¡Para!- Una mierda. La sujetó con fuerza por las rodillas.- ¡Que no quiero Rosi!- Pues deja de jadear como una cerda. Aumentó el ritmo a lo bruto y chilló.- ¡¡AH!!- Se corrió.

- Ya veo que no quieres.- Dijo a carcajadas limpiándose la barbilla, mirando directamente el nuevo juguete y encendiéndolo.- ¿Celebramos ya tu cagada por nombrarme a Dominic?

- ¡¡¡NO!!!- Luchó con más fuerza aún levantando la cadera, pero en cuanto empezó a empujar el aparato contra ella ni se movió.- ¡¡Me va a doler, ya vale!!- De eso constaba cada día, de verla sufrir. De desquitarse por lo que había llegado a sus oídos. Dominic era el comienzo. Estaba sin blanca. Empujó más con mucha fuerza y el consolador entró.- ¡AAAAAAAAAAHG!- Levantó todo el cuerpo en el aire. ¡¡¡JODER!!! Pues sí que dolía. ¿¡¡Estaba llorando!!? Sacó el aparato con el corazón en un puño.- ¡Ahh! Bruta…- Sollozaba. - Te voy a matar… esta me la vas a pagar…con tu vida…hija de puta.- Apagó el aparato viendo cómo la miraba, con un gesto de dolor y sin dejar de llorar.

- Mer…- Le soltó las manos y se quedó encogida ahí un rato, y ella sin saber qué coño decirle, helada por su dolor.- Meredit, eh...-  La intentó tocar pero se apartó de ella.

- ¡No te me acerques!- Se levantó y le dio una bofetada tremenda que le giró la cara, dejándola paralizada.- ¡¡NUNCA MÁS!!- La escuchó correr, salir. Pero no se pudo mover con la mano en la palpitante mejilla hasta que su mente reaccionó.

La había perdido, y empezó a acelerársele la respiración por momentos. Se levantó y comenzó a tirar cosas medio a oscuras en ese cuarto, todo lo que vio que podía destrozar acabó roto por el suelo, y la liberación de esa rabia la dejó tan cansada que sólo entonces la barrera bajó y le sacó las lágrimas. Se quedó encogida en una esquina de la habitación en silencio muchísimo tiempo hasta oír la puerta. ¿Mer?

En cuanto se encendió la luz y vio a esa mujer de ojos rasgados se quedó paralizada en el sitio, sin aire. Ella observó cada detalle del desastre a su alrededor, incluso lo que había dejado encima de las colchonetas. Se quedó fija en esa imagen con los ojos como platos. Había sangre en el consolador. Y en la colchoneta.

- Has cometido un error muy grande, Rosalie.- La miró a ella, que había vuelto. Como le había prometido con su amenaza.- Te has metido con quien no debías.

- No quería…- ¿Hacerle daño? Sí, querías. Porque sabes que los rumores son ciertos. Estás sin blanca, ellos dirigen ahora Le Rosey y él ni aparece. Como Dominic.

- Mientes.- Se encogió a su avance y enterró la cara entre los brazos para no verla ir hacia ella, escuchando cada paso entre los cristales.- ¿Te duele?- Levantó la cara a la pregunta sin entender nada. ¿Dolerle?- Ya veo que no. Arriba.- La levantó de un tirón del brazo con una fuerza que no se esperó.

La sacó a tirones del almacén de deporte llevándola por los pasillos de Le Rosey desiertos completamente. No fue capaz de articular palabra, nunca la habían tratado de esa manera, menos una mujer mayor. Pero en cuanto vio a ese árabe en el pasillo de la segunda planta esperándolas luchó. Y recibió tal empujón hacia él que sólo pudo agarrarse con un chillido a su chaqueta.

- ¿Cómo estás, querida?- Se rió al ver que no era capaz de contestarle.- Vamos a tener una charlita, ven.- Le cogió la mano y la metió en una de las habitaciones de profesores. En cuanto vio al de letras y al alemán en el escritorio tecleando a la vez en los ordenadores y sus miradas fijas en ella dio un paso atrás.- Shhh…Tranquila.

- Nos acabas de alegrar el día, princesa, ven.- No entendía nada, pero no movió un solo músculo cuando vio que la mujer la observaba desde la puerta. Asintió, pero no a ella.

- Bien. Se acabó.- El de alemán se acercaba.- Llámale, y que venga lo antes posible si la policía ha terminado de interrogarle.- Le entregó una tablet al hombre que aún la sujetaba y la cogió por el hombro.- Avisad a Eric en una hora.- Tiró de ella, y en cuanto se negó a avanzar la cogió por la cintura.- Te voy a enseñar a pedir lo que debes, criatura.- Estuvo a punto de chillar, pero esa mujer les frenó el paso y le cogió la cara para que la mirase.

- Cuando la veas le dirás que si es débil lo sabré dondequiera que esté. Recuérdalo.- Sus ojos rasgados se anclaron un segundo en ella antes de permitirles pasar. Y sólo cuando entraron en la habitación contigua y la soltó encendiendo la luz recuperó el aire.

- Arrodíllate.- ¿¡Qué!? No.- Si fallas una sola vez te haré lo mismo que has hecho hace una hora con Meredit Wheel.- ¡¡Lo sabía!! ¿¡¡Cómo lo sabía!!?- ¡¡¡Arrodíllate!!!

Clavó las rodillas en el suelo ante esa voz intentando esquivar por todos los medios el llanto, pero no pudo. Jamás la habían tratado así, ni siquiera Mer con sus juegos, pero lo de esa noche ya no había sido un juego. Le había hecho daño, mucho daño.

- Ha sido una noche movidita, pero todo tiene su recompensa.- Se acercaba paso a paso y se limpió la cara de lágrimas.- Aunque tú no, tu hoy vas a aprender que los errores se pagan caros.- Le levantó la barbilla hasta que vio sus ojos grises con una amplia sonrisa.- Desnúdate.- Se alejó de él, y en cuanto la cogió por la nuca y se arrodilló frente a ella con una mirada que llevaba persiguiéndola meses pero a dos centímetros se encogió.- Obedecerás, porque si no lo haces te violaré. Y no esperaré a que te prepares antes de hacerlo.- La levantó del suelo y la llevó en vilo hasta la cama, donde la soltó de un empujón que le sacó un chillido del susto.- ¡Desnúdate!

- No por…

- ¡¡SILENCIO!!- En cuanto vio la fusta que se sacaba de la parte de atrás de los pantalones sollozó. Y empezó a desnudarse con rabia sin mirarle.- Lo único que vas a decir esta noche será lo siguiente.- Le tocó la barbilla con la punta de la fusta, una que conocía. ¡¡Era suya!!- Mírame.- Sus ojos grises y su amplia sonrisa la observaron atentamente.- A mi primera pregunta, dirás ‘Quiero entrar en el PRE’. Dilo.- Lo repitió sin entender nada.- A la segunda pregunta, dirás ‘Hago daño a la gente’.- Sollozó un instante.-¡¡Calla!!- Le dio un picotazo en el hombro con fuerza haciéndole cerrar los ojos y apretar los dientes por el dolor. Volvió a cogerle la barbilla con la mano.- Dilo.

- Hago daño a la gente.- Susurró mirando esos ojos grises rodeados de pelo negro.

- Bien.- La soltó pero no dejó de mirarle.- La tercera es mi favorita. Di, ‘Me merezco un castigo’.- En cuanto lo hizo volvió a golpearle el hombro sacándole las lágrimas, pero ni un sonido.- Oh, muy bien, ¿ves? No será tan difícil después de todo si obedeces.- Sintió un roce en la entrepierna y abrió los ojos con pasmo a esa sonrisa.- ¿Sigues queriendo hacer daño ahora?- Negó en rotundo. Ahora sólo quería que no le hiciese daño a ella, que no siguiera rozándola con esa fusta ahí como lo estaba haciendo, dándole pequeños toquecitos directos.- Maravilloso.- Dejó de hacerlo y sus ojos grises se centraron en la punta de la fusta. Estaba húmeda, y ella sumamente excitada.- Lo suponía, no sólo te gustan los juegos duros con chicas indefensas, ¿eh?- Mer… - Ahora contéstame, y sé sincera o no me paras.- Le puso la fusta en el hombro y ya se estremeció.- ¿Te gusta esto verdad?- Levantó su barbilla con la fusta cuando intentó no mirarle.

- Sí.- Y su sonrisa se amplió mientras se alejaba y se sentaba a observarla desde una butaca. Pasó al menos un rato mirándola fijamente con esa fusta en la boca hasta que sonó un pitido.

- Bien. Repite las frases mientras te vistes.- Cogió la camisa de inmediato limpiándose las lágrimas que no dejaban de salir, diciendo una y otra vez esas frases.

‘Quiero entrar en el PRE’, ‘Hago daño a la gente’ y ‘Me merezco un castigo’. Cada vez que decía la última le daba un ligero picotazo en el hombro, mucho más suave que los anteriores. ‘Quiero entrar en el PRE’, ‘Hago daño a la gente’ y ‘Me merezco un castigo’. Incluso cuando ya estuvo vestida le hizo un gesto para que continuara. ‘Quiero entrar en el PRE’, ‘Hago daño a la gente’ y ‘Me merezco un castigo’. Y lloró en silencio mientras la besaba de una forma que le hizo daño, mordiéndole el labio y tirando de él un instante. Estaba agotada, no podía pensar. Sólo obedecer cada orden que le daba, fijamente anclada en esa mirada de ojos grises que ahora la observaba desde su entrepierna. Si se corría, gemía o se movía fallaría y lo pagaría, le había dicho. Pero en cuanto empezó tuvo muy claro que su objetivo era ese. Hacerla fallar, y lo hizo por los tres motivos sin creer que al fin alguien supiera hacerlo mejor que ella. Mucho mejor que ella.

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