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N&B;: Diario, Verona G.(7)

en No Consentido

Noche de Bodas (I)

 08 de Junio de 2010 (Casa Blanca-Rabat)

Otro apretón le hizo mirarle a través de esa tela que le habían puesto sobre la cabeza, viendo el gesto serio que le hacía de silencio. Se soltó de su mano como pudo y él se puso en pie hablando con la concurrencia a voz en grito para cesar la música. Salió de su sopor a marchas forzadas mirando alrededor. Todos esos rostros sonreían, aplaudían, les miraban. Vio llegar un trono doble esta vez a través de la sala, y en cuanto estuvo frente a ellos la cogió de la mano y tiró de ella, bajando la escalera y obligándola a sentarse de nuevo con rapidez. Y les elevaron, les llevaron rodeados de aplausos, de gritos y música por los interminables pasillos, escaleras arriba. No pudo soportarlo más cuando vio la inmensa felicidad de su rostro, cuando miró sus ojos fijos en ella con una sonrisa y el trono volador frenó el paso. ¡¡Espabila ya!! Saltó sin pensárselo dos veces y empezó a correr quitándose esa tela de la cabeza a la carrera, las joyas en su pecho que no la dejaban respirar, escuchando sus gritos roncos tras ella.

- ¡¡Me llamo Verona, no Hafsa, y no pienso seguir con esto!!- Se asomó a la ventana, al arco que daba al exterior, a un frío amanecer que la hizo temblar aferrándose a una de las columnas y viéndole llegar a la carrera con su ira fija en ella hasta que vio dónde estaba.-¡¡No te acerques a mí!!- Le gritó con odio, a él y a todos los que le habían seguido y la observaban en silencio. Todos hombres, ni una mujer.

- Baja de ahí, ahora.- Negó, pero se acercaba. No dejaba de acercarse.- Como des un solo paso más la pequeña irá detrás de ti, Verona.- Ally, ni siquiera sabía donde estaba. ¡¡MIERDA!! Se encogió viéndole llegar paso a paso, lentamente.

- No…- Apretó los dientes, aferrándose a esa columna, cerrando los ojos. Escuchando su voz cada vez más cerca.- Bastardo…- Susurró para sí misma cuando se sentó a su lado, cuando la obligó a recular aferrando su cintura. Sollozó sin remedio, sabiendo que no podía hacer nada más, que no tenía fuerzas y las pocas que le había dado el miedo y la rabia acababan de desaparecer. Que le iba a hacer pagar por eso. Tembló.

- Shhh… Tranquila mi reina.- La abrazaba contra él, acariciándole el cuello a pesar de que estuviera encogida completamente.- Vamos, has sido buena toda la noche hasta ahora.- ¿Buena? ¡He sido una idiota! ¡¡Estaba medio ida!! Se secó las lágrimas de rabia con la mano y él la aferró por los brazos observándola atentamente.- Esperaba que lo hicieras en algún momento, pero nunca más se te ocurra volver a plantearte algo como esto o no habrá piedad para la pequeña. ¿Queda claro?- Le esquivó la mirada viendo que ya no había nadie en ese pasillo más que ellos. Estaba al límite, pero algo de todo lo que no podía encajar salió a flote. Algo que sentía desde lo más profundo.

- Te odio.- Murmuró quedamente con los dientes apretados, mirándole fijamente.

- Lo sé.- Le sonreía, el muy cabrón sonreía de oreja a oreja acercándola a él, besándole la mejilla.- Es lo que más me excita de ti, pajarito, que me odias con toda tu alma.

Ese susurro ronco en su oído le paró el corazón, que sólo volvió a reaccionar cuando le cogió la muñeca con fuerza y tiró de ella de vuelta al pasillo por el que había echado a correr, a esa inmensa cantidad de hombres que esperaban junto al trono del que había saltado. Y allí estaba Ally, con Samira y Tohfa, con la mujer de pelo rizado llamada Moona vestida también como todas las demás. Como ella. Volvió la vista a Allegra mirándola como nunca la había mirado, con un odio que la abrasaba desde dentro mientras ese hombre tiraba de ella dándoles órdenes al resto, haciéndola entrar en una habitación inmensa y cerrando las puertas tras él.

Empezó a quitarse lo que llevaba mirándola fijamente, avanzando a la vez que ella reculaba. Miró alrededor algo que le pudiera servir, viendo las pieles y cojines de colores, los adornos de metal encima de la chimenea encendida. Fue hacia ella hasta escuchar un grito con el que se paralizó. Y otro le llegó a los oídos mirando la puerta tras él, ya a medio desnudar y observándola, sentándose en el suelo junto a una mesilla baja y echándose una copa de vino.

- Te advertí que tu esclava lo pagaría.- Se paralizó escuchando otro más, mirando a la enorme puerta que daba al pasillo desde el que se escuchó otro alarido.- La próxima vez te lo pensarás dos veces, ¿verdad cariño?- Dio media vuelta mirando ese fuego que la invadía desde dentro y se reflejaba en cada llama, acelerando su respiración.

- ¡¡Monstruo!!- Se quitó los anillo, cada joya que pudo tirándolo a ese fuego con rabia. Y esa… Le tiró el enorme anillo con ese pedrusco a él, que a pesar de los continuos gritos no movía un dedo. Sólo bebía y la miraba.- ¡¡Páralo ya!!- Sonrió dando otro sorbo.

- Desnúdate.- Y otro grito resonó en el pasillo. Apretó los dientes.- Hazlo y Moona dejará de azotarla.- Pateó el suelo escuchando otro más sin mirarle, dándose la vuelta hacia el fuego otra vez.- Sino empezará con la pequeña, elige.- Chilló de pura rabia.

Escuchó un grito más, dos, tres sin querer reaccionar. Pero en cuanto vio que se levantaba cogió uno de los adornos de la chimenea y lo estrelló contra la pared, llamando su atención. No iba a hablar, no iba a decir nada. Sólo se dio la vuelta y miró ese cinturón de pedrería que no sabía ni cómo quitarse. Tironeó de él, pero en cuanto escuchó los pasos que se dirigían hacia ella se quedó quieta, con la respiración agitada por la rabia y la vista fija en la chimenea.

- ¡¡Moona!!- Su grito la tensó, pero ni aun así se giró. Sólo dejó de escuchar los gritos de Tohfa en el pasillo.- Déjame que te ayude, mi reina.- Se centró en el fuego, sólo en las llamas mientras sentía los ligeros tirones a su espalda que fueron aflojando el cinturón. El roce en su cintura cuando ya estuvo suelto y el brusco tirón de la tela que crujió y se deslizó hasta el suelo.- Ahora te vas a estar quieta, Hafsa.- Le estaba apartando el pelo de la espalda, y se centró en sus puños cerrados con las joyas que no se había conseguido quitar. Se encogió en cuanto sintió su aliento en el cuello.- Eres preciosa.

- Y tú un maldito bastardo.- Masculló escuchando su risa, recordando lo que le acababa de decir. Eso le excitaba. ¡Y qué hacía entonces!, ¿¡dejarse!? Cruzó los brazos sobre el pecho y en cuanto lo hizo sus brazos la rodearon, pegándola a su pecho desnudo con fuerza.- ¡Suelta!- Pataleó al aire, retorciéndose de todas las formas que pudo hasta que se sintió caer hacia atrás y dio un chillido. Rodó con ella y en un segundo estaba con las manos por encima de la cabeza bocabajo sobre el montón de pieles, con un peso en la parte trasera de los muslos que le impedía cualquier movimiento.- ¡No!- El pánico al sentir su mano acariciarle una nalga le recordó el momento en el coche.

- Vamos, te gustará.- Esa mano siguió masajeando su nalga, pellizcándola cuando intentaba liberarse o moverse.- Iré despacio si te portas como debes, preciosa mía.

- ¡Yo no soy tuya!- No tardó en escuchar de nuevo su risa, y miró el fuego a su lado a través de sus mechones dorados, apretando los dientes a las caricias que le daba. Pero cuando sintió su aliento en la nuca su cuerpo entero reaccionó, más cuando le pasó la lengua por el hombro entre besos.- ¡No, no quiero, suéltame!

- Shhh, quieta Hafsa, tranquila.- Y volvió a acariciarle la nalga, haciendo que se tensara apretando los dientes de nuevo. De pronto le soltó las manos y dejó de sentir la presión en los muslos. No lo dudó, intentó levantarse. Algo que él seguro esperaba, pues riendo la cogió de nuevo inmovilizándola en su regazo.- Quieta he dicho.- Le pellizcó el pezón izquierdo con un movimiento rápido y seco que le hizo chillar, sintiendo el intenso calambre paralizar su mente.- Eso es, así.- Besó su cuello.

Se quedó un rato con ella así, atrapándole los brazos con uno de los suyos, recorriéndole desde el hombro a la oreja entre besos y mordiscos que la encogieron. No dejaba de susurrarle palabras que no entendía, y cada vez que intentaba liberarse le pellizcaba los pezones de la misma manera, con un toque seco como una claqueta que le hacía apretar los dientes y sellar los labios para no chillar. El fuego, miró el fuego cuando su mano empezó a acariciarla por todas partes hasta llegar a su vientre, dándole vueltas a su ombligo, suspirando en su oreja.

- Haz lo que te diga o no sentirás más que dolor.- Se mordió el labio, apretó los puños y se centró en las llamas. Ya lo sentía, el de su orgullo quebrándose por momentos, a cada caricia que le hacía.- Dame tu mano, mi reina.- La soltaba, pero no movió un músculo esta vez hasta que él mismo se hizo con su mano izquierda, la levantó a la altura de sus ojos y volvió a colocar el enorme anillo engarzado en él.- Mía.-Miró esa mano pintada hasta el codo sujetada por la suya, grande y oscura con un anillo muy parecido en el mismo dedo anular.

Suyo, por esa misma regla. ¿Lo quería? No, pero la sensación seguía ahí. Esa sensación de peligro que le aceleraba el pulso, la ira que la quemaba desde dentro. Lo único que no estaba era el nudo. Había desaparecido, había huido. Algo que ella no podía hacer por una sola razón. Ally… La odiaba por lo que había hecho aun sin saber cómo acabarían las cosas, pero no podía dejar de pensar que estaba en algún punto de esa enorme mansión, que no volverían a casa. Que no tenían otra opción. Y su última imagen de ella, de su carita siempre sonriente, era la viva voz del pánico. De la pena. Pero ahora ella estaba ahí, apoyada en su espalda, sintiendo sus caricias en el vientre, esos besos al otro lado de su cuello que no cesaban de ponerla en situación, de impedirle pensar con claridad y en otra cosa que no fuese en su tacto, los roces sobre su piel.

- Déjame ya, no quiero hacerlo.-Susurró.

- Shh…- La abrazó por la cintura, levantándola lentamente, envuelta en ese calor y cogiendo su tobillo. La puso de rodillas de espaldas a él en pocos movimientos- Seré el mejor amante si me lo permites, mi reina, si me obedeces.- Sus manos la recorrían, la apresaban sin fuerza contra su cuerpo. Dirigió la derecha a su garganta lentamente, igual que la izquierda de internó por debajo de su vientre. Negó, intentó frenarla con las suyas pero ya era tarde, además de imposible.- Oh cariño, me mientes. Sí quieres, me deseas.- Murmuró a su oído moviendo la mano que recorría su cuello. Lo estiró lentamente hacia arriba, y escuchó su propia respiración jadeando cuando empezó a mover la izquierda por la hendidura entre sus piernas, rozando el punto que la tensó.

 - Ah…- Y en ese segundo las manos cambiaron de lugar y un dedo húmedo y salado se introdujo en su boca a la vez que jadeaba por el contacto de la otra de nuevo en su clítoris, pero esta vez no se movió despacio.- Mmm…- Arqueó la espalda hacia delante de forma instintiva cerrando los ojos.

Un ligero mordisco en el cuello que volvió a encogerla contra él mientras esa mano entre sus piernas no cesaba de moverse, ni ese dedo al que su lengua se había solapado salía de su boca. Y todo paró con un brusco movimiento que la tumbó de espaldas sobre las pieles. Con la respiración agitada y la agonía entre sus piernas vio su sonrisa, su pelo oscuro, largo y ondulado rodearla. Sus ojos intensamente negros con el brillo del fuego fijos en ella, en la excitación que notaba palpitar clamando por más en todo su cuerpo. Miró las llamas a su lado.

- Mírame a mí.- Cerró los ojos apretando los dientes y negó. Dejó caer su cuerpo sobre ella y a pesar de intento de forcejeo acabó rendida. Estaba exhausta, y cuando le giró la cara volviendo a esos pozos negros rodeados de piel oscura se centró en ellos.- Bien, eso es. Ahora no te muevas un palmo, te lo advierto. Sé buena y yo también lo seré.

La miraba con fijación mientras acariciaba su cuello en tensión, bajando la mano con lentitud hacia su pecho, notando sus manos y observando esos ojos de pestañas largas seguir el ritmo de su agitada respiración. Apretó los dientes un instante cuando él le abarcó los pechos, cercando lentamente sus pezones entre sus dedos sin dejar de observar su rostro con una sonrisa. Los sentía erguidos, excitados, y aferró la piel bajo ella con ambas manos cuando su pelo ondulado se acercó a ellos, cuando su boca los probó haciendo que se mordiera el labio. Y aun así no fue suficiente cuando sintió que succionaba y pellizcaba el otro.

- ¡Mhh!- Se tapó la boca con la mano cerrando los ojos con fuerza, notando que no dejaba de lamer y succionar, de pellizcar con dedos y dientes aumentando de nuevo esa sensación en su entrepierna a base de calambres.

Intentaba hacer caso omiso al placer pero era imposible. No era capaz de pensar nada, sino no se habría dejado de defender un solo segundo. Y estaba exhausta después de todo, no movía un solo músculo a pesar de que siguiera acariciando su cuerpo, volviendo a dejarla al límite de su placer. La tenía a su merced, ese hombre que ahora era su marido, ese bastardo que la inmovilizaba con sólo mirarla. Encogió el estómago en cuanto su mano siguió ese camino sin dejar de mirar al fuego, centrándose en él a pesar de que ya sentía sus dedos haciendo círculos sobre su ombligo. Pero no pudo evitar cubrirse cuando su otra mano asió uno de sus pechos e intentó apartarse con rapidez. Su risa se hizo eco en su mente pero no se permitió llorar, sólo intentó deshacerse de esas manos que la asían con fuerza hasta que el dolor la paralizó y le hizo apretar los dientes. No soltaba su pezón, lo tenía firmemente sujeto, y en un rápido movimiento introdujo la otra mano en su entrepierna, notando la presión con fuerza y un latigazo de puro dolor.

- ¡NO!- Se quedó quieta como le había advertido y aun así no sacó la mano.-Para, me duele.- No pudo retener el sollozo esta vez, refrenando las lágrimas aun así.

 - Bien, ahora ya sabes que no vas a desobedecer, ¿verdad?- Negó intentando no moverse, pero él no retiraba ese dedo de su ano.- Te va a doler, sólo de ti depende si más o menos mi reina.- Sacó la manoal fin de su entrepierna pero se cernió sobre ella, acercándole el rostro a escasa distancia del suyo.- Ahora vamos a ver si has aprendido la lección de quién soy yo, preciosa.- Le susurró cogiendo su mentón, haciendo que le mirase otra vez. Recordó ese nombre pero no iba a darle la satisfacción de decirlo, de...- Bésame.- Miró al fuego de reojo. No, no quería. ¿Quién era? ¡¡Un maldito hijo de puta!!- Vaya, que terco pajarito.- Se rió y volvió a sentir su mano ahí, rondando la entrada a su ano.

Cerró los ojos y le besó con rapidez la mejilla, volviendo sin poder evitarlo la vista al fuego y cruzando los brazos alrededor de sus pechos desnudos, intentando cerrar las piernas. Pero las suyas lo impedían, no tenía escapatoria.

- Mírame.- Le costó un instante hacerlo, y esos ojos de demonio con un gesto de pura satisfacción le encogieron el estómago. Pero no apartó la vista.- Ahora bésame como debes, y más te vale que me guste pajarito o me hundo en ti sin pensarlo dos veces, sin contemplaciones.- Volvió a tomarse un momento tragando despacio.

Se acercó con lentitud a él y apenas si le rozó los labios que giró la cara. No podía ni planteárselo, estaba totalmente en contra por más que su cuerpo quisiera. Pero si no lo hacía seguro habría consecuencias. No quería saberlas. Volvió hacia sus labios sin pensarlo con los ojos cerrados y le besó con pasión, introduciendo con levedad y lentitud su lengua entre ellos. Y él respondió. Aferró su cuello y saboreó sin miramientos cada rincón de su boca, rozando su lengua contra la suya, mordisqueando sus labios y volviendo a invadirla, a explorar su cavidad. No dejó de hacerlo mientras apartaba sus manos de nuevo, acariciando y amasando sus pechos, sintiendo la calidez de sus manos que iban pellizcando levemente los pezones con algo más de suavidad que antes. Y estos reaccionaron de nuevo, al igual que su respiración se entrecortó en el momento que sus manos empezaron a recorrerla siempre en camino descendente hasta llegar a esa calidez en su entrepierna. Intentó resistirse pero la inmovilizó con su cuerpo sin permitir que alejara de él sus labios, acallando cualquier queja ante el movimiento que inició sobre su punto de placer. Aun así no tardó en escuchar su propio gemido, el jadeo constante que le provocaba, viéndole apartarse. Se tapó la boca pero él apartó sus manos y la obligó a mantenerlas por encima de la cabeza un instante mientras recorría con la lengua su cuello, que no dudó en morder, acariciando su cadera, continuando por uno de sus pezones, el cual succionó entre sus dientes sin miramientos, con fuerza. La suficiente para arrancarle un ligero grito que intentó tapar con sus manos de nuevo, sacándole la sonrisa.

- No, mi reina.- Le atrapó las muñecas de nuevo, poniéndolas a su espalda.- Quiero oírlo, quiero escuchar cómo te excita lo que te hago.- Continuó bajando hasta hundir el rostro de piel oscura en su más que ardiente entrepierna del mismo color dorado que su cabello, y el primer contacto con su centro de placer femenino le tensó los muslos que tenía sujetos un instante.- Quiero que chilles de placer, mi amor.- El rápido movimiento de su lengua saboreando su intimidad con rudeza despertó todos sus sentidos, retomando cada uno de los insatisfechos momentos anteriores que había intentado obviar.- Hazlo.- Y como si su ronca orden fuese un mandato divino la siguiente caricia en su clítoris la catapultó al clímax. Su orgullo se quebró por completo con el gemido que salió de su garganta.

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