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Negro y Blanco IV

en Dominación

La observó dormir tan profundamente que ni siquiera tuvo que tener mucho cuidado a la hora de levantarse. Las 3 y poco, marcaba el reloj de la cómoda. Había pasado una hora observándola desde ese maravilloso momento. Y el sonido de su placer desatado aún le retumbaba en la mente mientras observaba ese rostro de niña divina rodeado de unos bucles rojizos tan vivos como su pasión. Incontrolable y adictiva desde el primer momento que la había visto hasta ahora. Tres años completos viendo cómo iba sucumbiendo poco a poco a la red de sombra. No la dejaría caer, no a ella. Se sentó en la butaca frente a la cama cogiendo el pequeño diario que le había conseguido arrebatar a su pesadilla y que guardaba con recelo en la parte de atrás de los pantalones. Lo había leído por encima, y aunque tenía suficiente información de ella recopilada a gracias a sus pequeñas, sobretodo la última, no dudó en abrir el cuaderno en sus primeras páginas. Estaban fechadas a finales de Septiembre.

Sigue aquí, lo sé. Está conmigo. Es la única que me mantiene viva y me obliga a despertar cada mañana sin importar qué haya sucedido. La veo en esa sonrisa que aparece en sus ojos ambarinos a pesar de todo, la siento a mi lado cuando no hay nadie. Nunca hay alguien realmente, ¿a quién quiero engañar? Está vacío, y aun así escucho su voz en mi cabeza diciéndome que siga, me acompaña siempre que la necesito.

Echó un vistazo a su rostro angelical dormido y apacible, aparte de al reloj. Un poco más. Pasó páginas hasta situarse a finales de Junio. Ahora.

No quiero seguir con la farsa de que me importa lo que me va a pasar en un futuro. Me da igual, no quiero elegir, no lo quiero saber. ¿Desaparezco sin más? ¿Quién iba a notarlo? La fiesta de M sería tremenda y seguramente supondría un problema menos. No estás, definitivamente no estás. Te fuiste. Me dejaste sola en este vacío, maldita seas. Pudiste elegir, y decidiste traerme a esta mierda de la que no se salir llena de gente vacía por dentro.

¿Quién soy yo? Nadie, absolutamente nadie. Y nadie no necesita elegir un futuro.

Tomó aire volviendo a mirarla. Necesitaba muchas cosas, y el cambio que la había hecho caer completamente… Lo buscó. Pasó las páginas sabiendo por la información que recibía que era por Febrero. Pero ahí sólo había un gran vacío de páginas blancas. Nada. No lo había escrito. Guardó el cuaderno con rapidez en la parte trasera de su pantalón de nuevo y salió de la estancia a la carrera. Tenía que encontrarle antes de que se fuese y planear lo siguiente. Mejor que nadie podría entender su situación, ambos habían estado en las mismas. Cómo salir.

Escuchó sonar una alarma y se sintió tan desorientada por un momento que apenas fue consciente de dónde se encontraba. No hasta ver la lámpara de la mesilla, el reloj. A él sentado en una butaca frente a ella mirándola con una sonrisa.

- Ya esta despierta mi pequeña musa.- Su corazón brincó y la despertó de golpe viéndole ir hacia ella. Reculó como un cangrejo en la cama hasta dar con la espalda en la pared.

- Aléjate de mí, cerdo.- Masculló sin aire y su paso se frenó. La observó seriamente, anclando sus ojos azules en un brillo frío y carente de la ternura que había visto en la sala de juntas.

- No quieras empezar tan pronto la parte difícil, Lilian. Vas a tener que controlar esa boquita si no quieres un castigo de verdad.- Se sentó al borde de la cama y dio dos palmadas a su lado sobre la colcha.- Ven.- No. Negó en rotundo con la cabeza mirándole con odio.- No me hagas repetirlo, nena, ven o iré yo. Y si voy yo no te va a gustar nada.- Lo pensó un instante recordando lo que acababa de pasar no hacía ni dos horas. Había llorado delante de él y se había aprovechado de su debilidad. Sí, la creía débil, seguro. Prepotente hijo de puta…

- Y a mí qué, como si me importara.- Usó su miedo y su ira para darse impulso levantándose, caminando hacia su derecha a los pies de la cama.- Me largo.- Saltó al suelo en el momento que él se levantaba riendo a carcajadas.

- ¿Crees eso de verdad?- Se pegó a la pared del armario empotrado  junto a la tele. Iba a por ella a zancadas y la empujó con su cuerpo atrapándola como un sello.- Bien, calladita por ahora estás mejor.- Le levantó la cara, y sabía que volvía a estar roja así que apartó la mirada sin habla. Aunque quisiera acababa de perder toda la fuerza que el miedo le había dado para salir de allí.-Escúchame bien. Si no te importara, no tendrías miedo. Y lo tienes. Uno tan tremendo que te ciega y te hace temblar como una hoja delante de cualquier hombre.- Pero… ¿Qué mierda sabía de ella? No la conocía, ni siquiera había dado una sola clase con él. ¿Lo había leído en un papel, o era su amplia experiencia con seguramente media escuela?- Sí nena, cabréate, pero abre la boca sin pedir la cosas con educación y sabrás demasiado pronto tus lecciones.

Se hizo el silencio más absoluto entre ambos, roto únicamente por el retumbe que sentía en la cabeza fruto de su propio palpitar. Uno que le hizo cerrar los ojos cuando sintió su mano acariciarle la cara con lentitud.

- Qué quiere de mí, señor Freixas.- Fue capaz de decir, y a pesar de no mirarle vio la sonrisa que le dedicaba.

- Todo, nena.- Inclinándose poco a poco le recorrió la sien con la nariz, acariciando su oreja.- Tu cuerpo…- Rozó sus labios un instante y a pesar de quedarse muy quieta no puedo evitar cerrar los ojos.- Tus sensaciones….- Pasó la mano por encima de su pecho, el cual envió un calambre a su entrepierna en el momento que pellizcó levemente su pezón. Jadeó un instante de la impresión.- Vaya, por querer quiero hasta tu alma. Y me vas a dar todo lo que te pida que me des, ya que tú no lo aprecias como debes.- Volvió a levantarle la cara y no tuvo más reacción que abrir los ojos encontrándose con ese gesto afable de sonrisa perfecta enmarcado de dorado.- ¿Lo entiendes ahora?- Negó, volvió a negar.- Vas a ser mía, Lilian, mi pequeña musa. Y sabrás lo que significa paso a paso, no quiera correr tanto preciosa. Cada parte tiene sus ventajas e inconvenientes, los veremos sobre la marcha.- Se apartó de ella.- Ahora abróchate el pantalón, cielo, me desconcentra y no queremos que pierda el control. Ya sabemos qué ocurre en principio, ¿verdad? Lo has sentido como nunca.- Ay Dios, el pálpito volvió a ella con su propio pensamiento.

Llevó las manos aprisa al cierre y vio cómo se sentaba sonriente en la butaca sin dejar de observarla. Y entonces se fijó. Su maleta estaba ahí, a su lado, y junto a ella su chaqueta con los papeles del vuelo dentro. Miró por inercia el reloj que había sonado en la mesilla. ¿Las 5 menos dos minutos? ¡Mierda!

- Sí, te tienes que ir. Corre.- Como si hubiera dado el pistoletazo de salida su cuerpo se movió hacia la maleta, y en el momento que asió la chaqueta y el asa aferró su muñeca cortándole la respiración.- Calladita, ¿entendido nena?- Asintió sin más. Quería irse.

Casi corría por el pasillo con la maleta rodando tras ella, incluso escaleras abajo le dio muy igual que esta fuese rebotando de escalón en escalón con tal de salir aprisa de ese lugar de una vez por todas. ¿Para ir a donde? Se frenó en seco en la puerta. ¿Dónde iba? Lo había pensado pero no sabía si hacerlo. No tenía nada, absolutamente nada. Se encaminó a la zona donde sus compañeras esperaban que las redirigieran mientras el director pasaba lista. Llegaba a tiempo por ser de las últimas, iban por la T.

- Coche 16; Thomas Jules, Troth Vesta, Trumble Rigan…-Se mantuvo en pie algo alejada de las demás observando a Meredit de reojo en la otra punta del grupo.

- Ya te han nombrado, coche 1.- Miró a Megan a su derecha aún con el uniforme puesto.- Vamos, te estaba esperando. ¿Qué hacías?- Ignoró sus escrutadores ojos verdes sintiendo que se le agolpaba la sangre en la cara y la siguió. ¿Coche 1? Pero…

Avanzó tras Megan pasando uno a uno los lujosos coches donde sus compañeras se iban metiendo hasta llegar al inicio de la cola, encabezada por una limusina blanca de cinco ventanas tintadas. La observó sin creerlo, paralizada.

- Es lo que pasa cuando entras en la élite, Lil. Venga.- Megan aferró su brazo como siempre y la obligó a avanzar. Miró atrás, muy atrás, a donde ella estaba. Y la observaba con recelo como todas las que se habían percatado del cambio. ¿La élite de qué? Fue incapaz de preguntar apenas sin voz. ¿Ese día era real? No, no parecía serlo. El chófer cogió su maleta con una sonrisa y la observó de arriba abajo.

- Adelante, señoritas.- Les indicó cuando cerró el maletero, abriéndoles la puerta con una reverencia de protocolo.

Entró seguida de Megan, y no estaban solas. En el coche reconoció algunos rostros o al menos la mayoría pues todas eran de los últimos cursos excepto tres. Megan, una muchacha del curso de Meredit de cabello rubio y ojos grises que le sonrió ampliamente y ella. Se sentó en los asientos que daban al frente, los últimos vacíos pues los demás a lo largo de la limusina estaban ocupados. Y no sólo por alumnas, todas ellas con sus uniformes aún.

- Bienvenida, señorita Wheel.- Era el nuevo fichaje de Le Rosey, el energúmeno prepotente.- La veo más calmada. ¿Sus lecciones bien?- Tragó por un instante. ¿¡Lo sabía!? Su risa le contestó y apartó la mirada buscando una escapatoria. ¡Dios! ¿¡Pero donde se acababa de meter!?

- Tranqui, vamos, te presentaré.- Megan le sonrió ampliamente.- Chicas, ella es Lilian Wheel. Lil, empezando por tu izquierda Rose Armer.- Una joven de piel oscura y ojos aceitunados le hizo una inclinación de cabeza.- Susan Lou.- Castaña de cabello ondulado y pestañas largas, como la siguiente.- Y su gemela Vivian Lou.- Ambas la saludaron.- Jo Anne.- Una muchacha evidentemente japonesa le dedicó una sonrisa tímida.- Y a tu derecha las veteranas, Rosalie Withmore.- With… la hija del director. A ella la conocía todo el mundo. Una joven muy parecida a su padre, de pelo oscuro y mirada penetrante, seria y calmada. Le dedicó una mirada de arriba abajo, cómo no.

- Y mis pequeñas.- Añadió el moreno de pelo perfecto y sonrisa radiante achuchando contra él a dos jóvenes, una en cada brazo.- Lorena Seel, una muchacha con un talento excepcional para la música.- La chica de cabello largo y rubio de ojos grises un año mayor que ella a su derecha con cara de no haber roto un plato en su vida sonrió de oreja a oreja.- Verona Green, la reina de la colmena.- Otra rubia, pero esta tenía una mirada felina y penetrante que le produjo escalofríos. El profesor de letras se dio una palmada en la pierna y Megan fue sonriente medio agachada hasta él hasta sentarse sobre sus piernas.- Y mi favorita, mi niña dulce. Megan Bloom.- Dejó de rodear con sus brazos a las rubias para rodear a Megan, que sonreía como una idiota. ¿Se conocían de algo?- La más pequeña, pero tiene un ojo para los nuevos fichajes increíble.- Se dio por aludida, más con la mirada que le dirigió que pareció pararle el pulso y trasvasar su pensamiento.- Preséntame princesa, vamos.

- Krum Steller, mi señor.- Su… La puerta del coche se abrió y en cuanto lo vio ir hacia ella todo sonrisa de piel morena y ojos azules se echó lo más posible hacia el fondo del asiento, junto a la puerta.

- Ah, mi musa asustadiza… ¿Y bien?- Preguntó mientras el chófer cerraba la puerta, sin dejar de mirarla sentándose a su lado a casi un metro.- ¿Ha sido buena?

- Muda, todo un angelito Eric.- Krum se rió a carcajadas seguramente de su gesto de pánico al verle tan cerca. El coche se puso en marcha.

- Vamos nena, ven.- Le hizo un gesto para que se acercara y negó en rotundo automáticamente.- Vaya, parece que no te acuerdas de lo que te dije. ¿Quieres que vaya yo, aquí y ahora?- Se encogió un poco más. ¿¡Ahí, delante de todas!? Bajó la mirada con el corazón a mil, al igual que se movió despacio hasta sentarse mirando al frente pero con la vista fija en el suelo.- Bueno, es un paso.- Sintió que apartaba los rizos para mirarla, poniéndolos tras su oreja.- Ahora otro, nena. Ven.- Palmeó el asiento cerca suya y se deslizó lentamente hasta ahí. Todas la observaban, lo sabía.

- Maravilloso, la fierecilla domada.- Se carcajeó Krum, pero en cuanto sintió el brazo de Eric rodeándola se debatió.- O no.

- ¡Suelta, quiero bajar!-  Le tapó la boca, y de un movimiento la sentó entre sus piernas a pesar de que aún luchara.

- Shhh… Dije callada, no me enfades pequeña. Estate quieta.- Su mano se deslizó desde su boca hasta su pecho, paralizándola por completo.- Bien, eso es.- Besó su mejilla raspándola con la incipiente barba.- Lori mi amor, canta algo, cálmala.- La muchacha rubia de ojos grises se sentó a su lado mientras Eric la obligaba sin fuerza a reclinarse sobre él, acariciando su pelo.

Su colonia cara y sus brazos la rodeaban, y en un momento la voz de la joven también. Era un sueño irreal coreado por la canción La Mer. Su melodía la arrulló entre los brazos de Eric, y en un momento dado la joven que cantaba con una voz angelical a su lado se apoyó cerca de su rostro mirándola con unos ojos grises brillantes y esperanzadores de sonrisa perpetua. Era preciosa, y su voz le retumbaba en la mente sin dejarla pensar en nada más que el calor que la envolvía entre sus brazos.

- Segunda lección nena.- Susurró Freixas a su oído.- Observación.- Giró lentamente su rostro con la mano, y al ver la escena su corazón dio un vuelco.

Arrodillada entre las piernas de Krum, el moreno de pelo perfecto y ojos claros que la miraba a ella sonriente, Megan le lamía y engullía su miembro una y otra vez con los ojos cerrados. 

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