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Negro y Blanco II

en Erotismo y Amor

Olvidar, tenía que pasar del tema y posiblemente en cuanto bajase a comer su problema más importante se vengaría. Aún tenía su diario, ¿o no? No siquiera lo sabía. Salió de la ducha y se vistió con ropa de calle cómoda para el viaje. Unos vaqueros y una camiseta eran lo mejor, aparte de una chaqueta pues sabía por experiencia la tendencia de los aviones a poner el aire acondicionado a tope. Bajó la maleta ya cerrada y las dejó en el hall de la residencia junto a las demás, no sin antes asegurarse de que los candados estaban bien cerrados.

No bien hubo entrado en el comedor se produjo un silencio incómodo de miradas fijas en ella. Quinientos pares de ojos la observaban avanzar decididamente a la cola de bandejas del bufet, y los murmullos empezaron a ser más que audibles a cada paso. Los ignoró haciéndose con lo primero que vio mientras las que iban por delante suya en la cola se apartaban a su paso. Si lo hubiera pensado mejor no habría caído en su puta trampa. Ahora era el centro de atención de quinientas chicas que no tenían nada mejor que hacer. Después de todo un año pasando desapercibida lo acababa de joder en tres minutos de ira. Colocó la ensalada cesar a un lado cogiendo el primer refresco que vio en su bandeja y se dirigió directamente fuera de esa atestada sala de cuchicheos a los jardines exteriores. Su segundo rincón de paz.

- El director te está buscando.- Alzó la vista de su ensalada a medio terminar para ver unos ojos verdes. Megan la observó un segundo antes de hacerle un gesto para que fuese con ella.

- ¿No te cansas de ir detrás de mí como un perrito?- Vio su sonrisa, una que aparecía en los momentos más insospechados. Como ahora.- En serio, llevas meses haciéndome la pelota. ¿Qué coño quieres?- Dijo levantándose y siguiéndola al interior de la residencia, dejando la bandeja a la entrada del comedor junto a un montón más.

- Me encantan tus borderías, qué le vamos a hacer.- La miró con el ceño fruncido. En todos esos meses apenas si había conseguido apartarla de ella más de un día entero, y no porque no le hubiera dado cortes suficientes.- Además, encargarme de ti es mi segunda actividad curricular favorita.

- Ya… ¿Y la primera cuál es, cómo buscar marido?- Se lo soltó sin más como tantas otras veces mientras ascendían a la segunda planta, al área de dirección.

- No tardarás en saberlo.- Le guiñó un ojo dejándola completamente confundida. Pero le daban muy igual sus gustos, sólo tenía interés por saber cómo la mentira de su hermanastra iba a afectarle. Ahora ya no era nadie. Era la que había pegado a la señorita Wheels. Perfecto.

En cuanto se asomó al area de dirección vio a dónde se tenía que dirigir con el corazón latiéndole en la orejas. En la sala de juntas, una enorme pecera de cristal, se encontraba el claustro de profesores al completo. Y frente a su mesa y de espaldas a la puerta la melena perfectamente peinada de Meredit se giró en el momento que entró en la sala. Tenía el labio partido, increíble. Megan se había pirado ya, sólo estaba ella. Ella contra ese claustro de pijos enchufados y la puta mentirosa de Meredit.

- Tome asiento, por favor.- Dijo en tono serio el director en su propio idioma. Francés, evidentemente, pero con ese acento que le crispaba los nervios. Lo hizo sin fijar su vista en nadie, menos en ella. - ¿Es consciente de que el comportamiento que ha demostrado deja mucho que desear con la imagen que se espera de usted?- A punto estuvo de reírse al pensarlo dos veces. La imagen que querían de ellas como personas individuales era un chiste. Tragó despacio y asintió sin más.- Dios santo, son hermanas.

- Hermanastras.- Corrigió taladrando al director con la mirada sin poder remediarlo. Y su aire de prepotencia pareció crecer como la espuma.

- Señorita Wheel. – Se dirigía a Meredit, evidentemente.- ¿Podemos hablar con su hermanastra…- Recalcó la palabra haciendo que se tensara.-…un instante a solas?

- Claro señor. Pero no dejen que se acerque más a mí, por favor.- Tomó aire intentando no darle de verdad su merecido delante de toda la junta directiva. Escuchó el chirrido de la cristalera centrando su vista en algún punto de la amplia mesa. Ocho profesores la observaban en silencio, y los segundos entre murmullos fueron eternos.

- Señorita Wheel.- Repitió el director empleando un tono muy diferente. Ahora sí se dirigía a ella.- En Le Rosey nos gusta pensar en nuestras alumnas como una piedra preciosa sin pulir. Joyas en potencia.- Dios, ya iba a empezar a divagar.- Pero de ninguna manera vamos a tolerar la violencia. ¿Tiene algo que decir en su defensa?- Lo pensó un instante. ¿Se callaba? ¿Lo dejaba estar sin más? ¿Qué otra opción tenía?

- Yo no la he tocado.- Susurró a la nada en español, pues sabía que no la iban a creer dijese en el idioma que lo dijese.- Pero si señalarme les es más fácil que ver que sus joyas son zorras mentirosas y arpías sin escrúpulos, señálenme.- Se levantó sin…

- ¡Siéntese!- El ronco grito le paró el corazón y se dio media vuelta para ver al nuevo profesor de letras taladrarla con la mirada.- Bill, ¿puedo hablar con ella? Es obvio que necesita una buena charla, aparte de modales.- Sus ojos rasgados de pestañas oscuras e iris azules no se apartaron de ella un solo instante.

- Sí, es evidente.- El director se estaba levantando, al igual que muchos de los otros profesores excepto dos. El guaperas de arte y la nueva fichaje de letras.- Que elija ya.

¿Elegir? ¿Elegir qué? Se quedó mirando cómo salían de la sala de juntas y la dejaban allí frente a las tres ramas posibles. Sí, eso tenía que elegir. Incluso ya había pasado el plazo de inscripción, lo sabía perfectamente.

- Haga el favor de sentarse.- Bajó la mirada a los pies con un suspiro y se dirigió a su asiento mirándose las manos, esperando lo siguiente.

- Por su historial no parece usted una joven agresiva, Lilian, qué ha pasado.- La mujer hablaba español y la miraba a través de sus gruesas gafas.

- Cogió algo que me pertenece.- Murmuró sin entrar en detalles.

- ¿Y la pegó por ello?- Levantó la mirada hacia ese otro nuevo enchufe trajeado y de pelo perfecto que le había gritado con la ceja levantada.

- No.- Aseguró rotundamente.- Intenté quitárselo, pero yo no la he tocado.- ¿Y dónde estaba ahora su diario? A saber, seguro que la muy zorra lo tenía guardado para una venganza próxima. Por no hablar de cómo la habían separado, ni quién. Se removió inquieta en la silla escuchando de nuevo esa voz en su cabeza.

- Ella asegura que se abalanzó sobre ella sin darle tiempo a devolvérselo, que era lo que pretendía al saber que una de sus compañeras de habitación lo había cogido.- Miró a la mujer con pasmo. Increíble. Incluso la pobre idiota de Susan iba a salir mal parada.

- Pues miente como una bellaca.- Apretó los dientes y los puños mirando a ese prepotente que tenía enfrente.

- Controle sus modales, señorita, no vuelvo a repetirlo.- Apartó la vista en seguida. Tenía las de perder, lo sabía y aun así había ido contra Meredit. Ya daba muy igual todo.

- Esto no nos lleva a ninguna parte.- Comentó la mujer al aire.- Veamos sus opciones, señorita Wheel.- Empezó a remover los papeles sobre la mesa, seguramente de sus calificaciones, comentarios de los profesores de cursos anteriores, etc.- Veo que sus notas se mantienen en la media, no sobresale usted en ningún ámbito, y en las actividades curriculares…- Levantó ambas cejas sonriendo levemente al suelo sabiendo la respuesta.

- ¿Le hace gracia su situación?- Volvió la vista al moreno de pelo perfecto. Tocapelotas.

- No, para nada.- Espetó secamente volviendo a mirar al suelo. Su situación era una maldita pesadilla. No tenía a nadie, estaba sola. Sola contra todo.

- Bien, ya está, se me acabó la paciencia. Lo que has propuesto antes me parece cojonudo como orientador, Eric. Toda tuya.- Ambos se levantaron sin más dejándola sola con el silencioso tercer profesor. ¿Qué propuesta era esa? Vio al prepotente salir hecho una furia con cleopatra detrás antes de que la puerta…

- Calma nena.- Escuchó a su espalda y su corazón se paró. Él.

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