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N&B;: Freixas, el Amo.(7)

en Dominación

05 de Junio de 2010, Brighton (UK)

No estaba de acuerdo, para nada. Usarle a él no era la forma por más que se pareciera a su padre, cosa que aún le tenía algo impactado. Y haberle dado la noticia de esa manera tampoco había sido… Negó en rotundo a Krum sentado a su lado en esa grada a la pregunta de si quería ser el siguiente en intervenir, como León había sugerido antes de que ir directo a por la pequeña ahora que estaba en casa sola. La observó atentamente correr de un lado a otro de ese césped con el balón en los pies como llevaban haciendo días siempre que no lloviera. Y en ese maldito pueblo no dejaba de llover, casi nunca. Tomó aire nervioso mirando el cielo completamente encapotado, como desde que había llegado. Mierda de clima…

- Es increíble que se mudara aquí.- Murmuró para sí mismo, pero Krum llevaba tan atento a él las últimas semanas que no se le escapó el comentario.

- Increíble es que aún no entiendas por qué.- Claro que lo entendía, perfectamente lo entendía. Volvió a mirar al cielo desconfiado, cogiendo ya el paraguas por si acaso.

De los tres sumisos que Valeria había tenido a lo largo de su vida él era el único que aún no había superado esa parte de la terapia. Olvidar y no asociar el frío con sus miedos y pesadillas, con el dolor y sobre todo, el castigo. Se fue antes de enseñarle a afrontar eso, y aun después de catorce años era incapaz de salir bajo la lluvia sin quedarse paralizado. Lo había intentado, con ayuda de Krum había conseguido convertirlo en una efectiva forma de sacarle de su peor estado de pérdida de control. Cuando sus pesadillas le atrapaban en la oscuridad cada noche desde que Amanda... No quiso ni pensarlo, se centró en esa chiquilla que descargaba toda su furia de una forma que conocía perfectamente. El agotamiento físico, la desconexión de la mente y los problemas que ésta crea al cuerpo, las… ¡Pero qué…!

Vio la jugarreta de esa mole vestida de futbolista a una de las niñas más jóvenes del equipo de Verona, y su reacción inmediata dejando el balón a un lado yendo directa a por ella. La patada en el pecho con la que la tumbó aun doblándole el tamaño. Los puñetazos, la gente tirando de ella… Corrió escaleras abajo sacando el móvil del bolsillo.

- León, ha estallado.- La levantaba, se la llevaban. ¡Esto era por su culpa, por hacerlo de esa manera! Se soltó de todas ellas caminando directa a los vestuarios, seguro.

- Pues vigílala, Freixas. Estoy ocupado.- Apretó los puños de la rabia.- O mejor tráela, la pequeña no quiere firmar si ella no está presente.- ¡La pequeña no!- Y no lo está entendiendo por las buenas.- ¡¡La chiquilla era inocente!!

- ¡Hazlo tú! ¡Su última voluntad es que cuides a sus hijas, no que…! ¡¡Dios!!- Y colgó bajando ya las escaleras de tres en tres hasta que escuchó un golpe al final del pasillo. Pudo ver la puerta de ese vestuario cerrarse con un tremendo chirrido.

- ¿Acabas de gritarle a León?- Observó la incredulidad de Krum a su espalda pero ahora ese no era el problema.

Se metió en el vestuario contrario al de las chicas y fue directo a meter la cabeza bajo la ducha fría, paralizando esa ira. El barullo mental que de otra manera le costaría caro sabiendo quién estaba en ese otro vestuario. Su rostro, el mismo, su mirada… Y el dolor que ahora mismo estaba experimentado con total seguridad. Como él. Escuchó la puerta del vestuario abrirse.

- León está de camino, Moona se encargará de ella.- Sacó la cabeza de la ducha y la sacudió como un perro.- Y él de ti.- Le miró fijamente con el móvil en la mano.

- No necesito que se encargue de mí, lo único que necesito es que deje de cagarla de esta manera.- Se sentó en el banquillo que tenía al lado.- ¡Son las hijas de Valeria y este su proyecto! ¡Si acepta las condiciones que las acepte todas, empezando por no mentirles, por no dañarlas sin merecerlo!- Volvió a la ducha levantándose de un impulso y esta vez se metió entero.- Son sus hijas…- Inmóvil bajo el frío recordó sus ojos llenos de ira, de odio. El castigo a esos pensamientos que de otra manera le descontrolarían.

- ¿Ves León? Ya tienes al Amo que querías para la Élite, caladito hasta los huesos.- Cerró el grifo y los ojos. Le había escuchado, era la primera vez que se lo decía tan a las claras después de casi dos semanas de intentar frenar los preparativos de una boda para la que esa chiquilla no estaba preparada. Una que se celebraría esa misma noche.- Eh, que te pongas.- Le tendió el teléfono y le dio al altavoz directamente poniéndolo ante su cara.- Adelante.

- Les daré el tiempo que tú estimes, Freixas.- Frunció el ceño.- Vigílala.- Le colgó volviendo a abrir el grifo. No me puedo acercar a ella, no puedo. No ahora. Si lo hago, si la veo sufrir…

Se quedó en silencio y hasta que ese pensamiento no frenó no abrió el grifo del agua caliente para terminar de calmarse. El tiempo que él estimara. Hijo de… Hasta para eso iba a ponerle a prueba. El móvil de Krum volvió a sonar.

- Steller.- Salió de esa ducha, mirando en las taquillas si algún chaval había dejado algo de ropa ahí. Encontró una toalla y una camiseta, una que le quedaba pequeña pero no había nada más.- De acuerdo, adelante.- Le hizo gestos a él y salieron al pasillo en el momento que Moona llegaba, seguida de León y su madre. Con Tohfa. No era la primera vez que volvía a verla pero siempre era un momento tenso.

Se quedó mirando a la muchacha, tanto a ella como a su hermana. Habían crecido mucho ambas, y a pesar de que Tohfa no le mirara directamente Moona no dejó de hacerlo. Ni León tampoco, sonriendo ligeramente. No había nada que León hiciera sin que tuviera un sentido determinado, y la presencia de esas hermanas seguramente era otra prueba más. Maldito…

- Te has castigado sólo.- Rió mientras se metían en los vestuarios masculinos.- Toda una sorpresa Eric, por más que Krum me dijese que estabas progresando no lo he creído. No hasta hace un par de horas.- Chasqueó los dedos y Moona se acercó a él con un maletín del cual sacó varios papeles.- Tus beneficios por los cuadros que has hecho el último mes han dejado a tu deuda temblando Eric, bien hecho.- Cogió el papel sin creer la noticia, no hasta que vio las cifras. Apenas era un tercio de lo que debía antes de la muerte de Valeria.- Moona, ve con la futura reina. Mira lo que está haciendo y recuérdale lo que debe hacer.- La muchacha salió por la puerta.- Adelante, ve con ella. Si quieres ser un auténtico Amo esta es tu prueba.- Apretó los dientes, sabiendo lo que esa chiquilla estaría haciendo ahora mismo. La habían visto robar en el supermercado.

- Si fallo no habrá Élite.- León asintió. Y salió por la puerta escuchando a Moona hablar con ella, una ducha. Se internó sin hacer ruido en esos vestuarios, descalzándose.

- El Señor Guennouni espera su respuesta a final de semana, no lo olvide.- Moona cerró la puerta cogiendo sus zapatos del suelo. ¿Se estaba castigando? Si era así quizá no estaba tan mal adiestrada después de todo. Escuchó el grifo cerrarse y de dos zancadas se metió en uno de los servicios cerrando la puerta silenciosamente.

Escuchó como trasteaba seguramente en su taquilla y sus pasos acercarse. Se acababa de meter en el cubículo contiguo al suyo. Oyó la cremallera, se subió al retrete y observó su reacción ante tanta presión, ante tanto dolor, como ya había visto varias veces esas semanas a través de las cámaras de Seúl. Y lo hizo hasta que las compañeras de su equipo de futbol llegaron a ese vestuario, sentándose entre corderos que se desnudaban, con una leona al lado como León la llamaba ahora. Una famélica que necesitaba ayuda, que estaba tan cegada por el dolor que no le importaba hacerse daño hasta caer inconsciente como la última vez. Cerró los ojos escuchando las voces, las charlas de esas crías que la insultaban creyendo que no estaba. Miró de nuevo cuando escuchó que se duchaban después de un rato con los oídos tapados, repitiéndose para sí sus palabras. Ámala, no la requieras. Hazla reír, no llorar. Ayúdala. Ya la deuda era lo de menos, tenía razón. Lo importante es lo que seguía a ese momento que pronto superaría. La siguiente meta como Amo del PRE, de la Élite en la que debía participar. Por ella.

No podía ayudarla, no como quisiera. Ahora su dolor sólo desaparecería de una manera y debía controlarse, incluso en ese vestuario en el que podría descargar su frustración con cualquiera de esas muchachas. Ayúdala. Ámala. Era una orden de Valeria, era su voluntad. Estaba muerta, muerta, muerta. Se aferró la cabeza metiéndose la mano… ¡No! Se quitó los pantalones intentando hacer el menor ruido. Debía pararlo, debía pararlo como fuese sin recurrir a eso o entonces ya no tendría freno. Como con Tohfa. Empezaba a notar el dolor acudir a su mente, el dolor ante el planteamiento de que esa solución les convendría a ambos, que estaba ahí a su lado. Sufriendo. Como él. A su alcance. Fuera, fuera… ¡FUERA! Se aupó hasta llegar a la cisterna, metiendo despacio los pantalones en ella. Y en cuanto escuchó que salían de las duchas empezando a hacer ruido en sus taquillas lo aprovechó. Se enrolló ese pantalón completamente chorreando en la cabeza hasta casi ahogarse entre la tela empapada y fría. Eso lo aisló, lo concentró en un solo pensamiento y sensación. Su voluntad era que luchase, que fuese un Amo del nuevo PRE, y entonces, sólo entonces, podría ayudarla. Amarla. Cuidarla y calmar su dolor. Pero Valeria no había previsto lo que León se proponía, ¿o sí? Si no había fijado fechas para era unión en sus últimas voluntades estaba claro. A Val nunca se le habría escapado un solo detalle, menos de ese calibre. Les daría el tiempo que él estimase, pero era evidente de que sufrían, que ninguna de las dos estaría bien si se iban. Menos Verona. Necesitaba ayuda, pero no la suya, no ahora. Y amor. Pero no el suyo, el de León. Empezó a desesperarse cuando, a través de la tela y seguramente cuando el resto de chiquillas se hubo ido, la escuchó vomitar. Sufría. Le producía tal dolor la pérdida de su madre que se reflejaba en él mismo. Se aferró la cabeza envuelta en esa fría tela, sentándose directamente sobre el suelo para maximizar el efecto del frío. Del castigo ante sus pensamientos de salir de ahí, cogerla, hacerla suya y tornar su dolor. Ayudarla. Amarla. ¡NO! Fuera, fuera, fuera… Tohfa, ella estaba ahí… podría… ¡¡¡NO, DIOS!!! ¡¡¡¡BASTA!!!!

- Eh.- Se quitó la tela de la cabeza mirando a Krum sonreír de oreja a oreja en la puerta de su cubículo.- Tu metodología me impresiona.- Dijo en un susurro riendo. Se levantó subiéndose a la taza del váter, mirando a la chiquilla que había caído rendida con la botella de Martini en la mano. A León al otro lado de ese cubículo observándola con una sonrisa.

- ¿Y bien?- Maldito hijo de puta.- ¿Hay boda?

- Aún no.- Bajó de la taza y pasó a Krum de largo directo a la ducha. Y esta vez abrió el grifo poniéndola caliente, calmando su ansiedad, relajando su tensión. Su premio por haber soportado tal situación sin estallar, una que aún estaba inconsciente en el suelo.

- Bien, volvemos al hotel. Krum, vigiladla.- Golpeó la pared. La iba a dejar ahí, chorreando, inconsciente. Sufriendo. Salió de la ducha directo hacia él.

- Dos días.- León le miró tan fijamente como lo hacía él.- Pero la pequeña no, bastante ha sufrido ya.- Y sonrió de oreja a oreja.

- Está dentro del trato, Eric. Ella también será del PRE si firman.- Cerró los ojos tomando aire sin querer volver a tensarse.

- Si firman y le haces daño a la chiquilla, olvídate de la Élite. No participaré.- Se fue directo a por Krum y el par de pantalones que le tendía.

- Bien.- Escuchó la puerta abrirse mientras se ponía los pantalones. Pero cuando se hubo puesto la camiseta que le había conseguido y vio que le pasaba una sudadera no lo dudó. Cubrió a Verona con ella, quitándole de la mano la botella, viendo las lágrimas que en sueños recorrían su rostro.

- No tiene edad para esto.- Murmuró acariciándole la cara.- Para tanto dolor.

- Tú tenías sólo un año más, Eric.- Se levantó de su posición acuclillada y fue a uno de los bancos al otro lado de las taquillas. Donde no les viese si se despertaba.- ¿Estás bien?

Le miró atentamente. No, negó. Que le recordara su inicio no ayudaba en nada. Incluso con esa edad en la que había descubierto la debilidad de todas esas chicas, la fortaleza de su oscuridad. La cantidad de chiquillas que con dos palabras y algunos trucos acababan haciendo lo que él quisiera. En ese momento había tenido tantas a sus pies que no era consciente siquiera de lo que esas chicas querían o necesitaban. Sólo era consciente de sí mismo, de su necesidad de no estar solo buscando compañías y favores de quien pudiera sustentar su vida. De tener a todas las que quisiera hasta que Valeria le encontró. Le ayudó. Y ahora su hija sufría. Ambas, sobre todo la que estaba con ellos en ese baño inconsciente, alcoholizada y completamente chorreando.

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