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N&B;: Diario, Verona G.(20)

en Confesiones

Capullo

25 de Junio de 2010, Aveyron (Francia)

 

Ahí estaba otra vez como cada mañana, delante del maldito diario. Delante del cuestionario de su vida que no pensaba responder ni por asomo, sentada a la misma mesa, en la misma silla en ese salón de la planta baja. Se cruzó de brazos viendo el desayuno frente a ella, el mismo que no podía tocar si no hacía lo que Krum le pedía. Dejaría pasar la hora otra vez, no iba a hacerlo. Después de pasarse encerrada arriba el resto de días con las mujeres sin que él apareciera por ningún sitio, sólo cada noche a la hora de dormir yéndose a su propia habitación y cuando ella ya estaba sobando en la de invitados de la tele gigante con la cría, tenía más que claro que no sólo era un hombre ocupado. Como sabía que ese Amo que estaba ahora sentado a su lado esperando que se decidiera a contestar sus preguntas no iba a darse por vencido. Oussam se lo había dejado claro cuando la despertaba cada mañana antes de irse, que no le diera motivos a ese hombre para enfadarse, para que la tomara con ella. Esquivó mirar el desayuno, más ahora que él se comía sus tostadas mientras leía el periódico. ¡Pues que no la provocara, joder!

- Veinte minutos, Verona.- Capullo…- Si en veinte minutos no has hecho nada olvídate del almuerzo.- Le miró con odio y su estómago rugió agónico. Eso era nuevo.

- ¡No me interesa una…!

- Silencio.- Levantó la vista del periódico y ella miró a otra parte de brazos cruzados.- No podré tocarte, reina, pero te aseguro que si no empiezas hoy mismo la próxima hora seguiremos aquí, y la siguiente también.- Bufó a la nada apretando los dientes a la punzada escuchando su móvil sonar.- Ni te muevas de ahí.- Sin verle sabía que se alejaba. Le hizo un corte de mangas a su espalda trajeada.

Miró su desayuno, el cual ese hijo de perra se estaba zampando. Ya se lo había hecho antes, largarse dejando ahí la comida delante suya. No volvería a coger nada, en vez de una hora sentada en esa silla había estado dos. Y las mujeres de Oussam que le tocaba conocer hoy estaban a su espalda junto a esa cría plasta que no se callaba, Jamima, como todos los días. Noor, vestida de naranja claro y Sabba, de lila. Ella era la que se había metido en la habitación del sótano en su lugar. Ya había conocido a casi ellas, las seis que tenían hijas, y las otras. Al menos veinte, pero todas eran básicamente iguales. Calladas, sonrientes y obedientes, incluso la cría que de tanto en tanto se acercaba a ella y la miraba con una sonrisa o la llamaba para enseñarle algo. No se separaba de ella para nada, ni para ir al baño. Todos los putos días.

- Sí, tranquilo.- Volvía. Miró en dirección contraria a la escalera.- No, ya lo sé. Esta noche lo verás.- Frunció el ceño. Estaba hablando por teléfono aún.- Verona.- Lo puso delante suya, y al ver en la pantalla su nombre no lo dudó.

- No me importa lo que pone ese diario y no voy a responder.- Lo dejó claro desde ya otra vez más, harta de ese capullo arrogante que la miraba fijamente dándole un bocado a su tostada.- ¡Deja de zamparte mi desayuno, joder, no pienso hacerlo!

- Mi amor, ¿tanto te gusta pasar hambre?- Su estómago contestó a esa voz, a su pregunta.- Si no quieres leerlo aún de acuerdo, lo leeremos juntos. Pero no puedo prometerte inmunidad contra Krum si no respondes sus preguntas.- Miró de soslayo a ese hombre que ya tenía su batido en la mano, sonriente. Cabrón tocapelotas…

- ¿Y mis preguntas qué?- Decía que le había respondido a cada una de ellas y no había vuelto a ver su diario desde entonces.- Quiero salir de aquí.- Dijo cuando vio a la cría a su lado otra vez llamándola, parloteando algo.

- Propón tu manera, cariño, pero hazlo y te permitirán hacer lo que quieras.- Colgó pateando el suelo y dejó el móvil sobre la mesa, pero en el momento que lo hizo escuchó el puchero y miró a la cría con cara de pena.

- Y ahora qué te pasa, joder.- Señaló algo y empezó a hablar sin perder el puchero.

- Quería hablar con su padre.- ¿Y a mí qué? Krum cogió su teléfono marcando y hablando con él, con la cría, que se lo llevó pegado a la oreja con una sonrisa.- Tienes dos opciones. Contestas o no te mueves de esa silla.- No, de eso nada.

- Ha dicho a mi manera, no a la tuya.- Su gesto serio le dijo lo que esperaba oír. Se iba a quedar con las ganas de que le llamara señor, ni de broma.- Si contesto una pregunta salgo de aquí y te pierdo de vista.- Rió a carcajada limpia a su propuesta.

- Al menos vas a responder diez para eso, reina. Quince si quieres que te deje algo del desayuno.- Demasiadas.

- Cinco y me lo das ya.- Le miró fijamente a esos ojos cristalinos. ¡Mi manera, coño ya!

- Hecho.- Puso el vaso de batido delante suya junto al boli.- Y recuerda ser sincera, sino yo mismo te ataré a esa silla.- Le miró de reojo con odio bebiéndose el batido de fresa.

Cinco. En cuanto terminó lo que quedaba de su desayuno y con el boli en la mano supo perfectamente las preguntas que iba a responder. Las de Ally, por cabrona. No había querido ir esa semana siquiera o no había podido, le daba igual. Si no fuera por ella no estaría ahí, no habría pasado nada de esto. Se llevó a la boca el chicle que la cría le daba pasando de coger el teléfono. Quería perderle de vista ya, a él y a todos. Salir de ahí.

¿Preferencias alimenticias? Ganchitos de queso.

¿Aficiones culturales? Música

¿Aficiones deportivas? No

¿Futura profesión? Pianista

¿Otros datos de interés? No

Hizo el amago de levantarse hasta que él le indicó lo contrario. ¡Ya había respondido, joder, podía pirarse de ahí! Le cogió el formulario y lo observó, mirándola con el ceño fruncido y volviendo la vista al papel otra vez en silencio. ¡Venga ya! Bufó masticando el chicle ignorándole. ¡Si era una chorrada de preguntas!

-          ¿Estás segura?- Le miró con una ceja levantada.- Vaya… No has mentido.- Vio que echaba mano a ese maletín que llevaba consigo cada día sacando unos papeles.- A ver qué opinas de esto.- Puso ante ella el mismo formulario, solo que respondido con la letra de Ally. ¿¡Pero qué coño…!?- Y a ella ni siquiera tuve que amenazarla. Es un angelito.- ¡¡No la conoces de nada gilipollas!!

Pero era verdad. Ally había respondido, seguramente firmaría su propia sentencia sonriendo. Esta vez tuvo que encogerse al dolor y se centró en leer lo que había puesto.

- ¿¡Veterinaria!?- Una mierda. ¡Si le daban miedo los perros! Se quedó leyendo esas respuestas que en nada tenían que ver con las que había dado ella.

¿Preferencias alimenticias?

Me encantan los dulces de Samira. La tortilla de espárragos que hace Naquiya y el pastel de carne de Moona, están muy buenos.

¿Aficiones culturales?

Me gusta leer los cuentos de Dickens y la música clásica, sobre todo Chopin, Vivaldi y Mozart.

¿Aficiones deportivas?

Golf y gimnasia rítmica. Antes jugaba al voleibol, me gustaba mucho. El cricket es muy divertido también, pero no sé si se considera deporte.

¿Futura profesión?

Veterinaria.

¿Otros datos de interés?

Me gusta tocar el piano y la flauta travesera, además la música árabe es divertida y aprender a bailar como Vianne me está gustando mucho. Moona baila muy bien.

¿Algún deseo o petición?

Quiero ver a Vero o hablar con ella, la echo de menos pero creo que ahora me odia.

¡¡Ni lo dudes niñata!! Soltó el cuestionario sobre… Espera. Pasó la página y miró lo que decía de ella, de su madre, de su padre. ¡Lo había respondido todo la muy idiota! Volvió a la página que hablaba de ella y leyó cada respuesta que había escrito.

¿Preferencias alimenticias?

A Vero le encanta la lasaña, la pizza, el marisco y todo lo que lleve fresas. Le pirran las fresas.

¿Aficiones culturales?

Le gusta escuchar música electrónica, pero cuando está enfadada prefiere la música tranquila.

¿Aficiones deportivas?

Le gusta el futbol, el tenis, el baloncesto… Todo menos la natación. No le gusta nadar si el agua está fría, le duele.

¿Futura profesión?

Atleta, seguro. Es cuando mejor se siente, haciendo ejercicio.

¿Otros datos de interés?

Parece que siempre está enfadada pero no es así, es buena, solo que le cuesta confiar en la gente. Mamá decía que es porque sufre, sobre todo si está sola. No le gusta nada estar sola.

- ¡¡Maldita mocosa!!- Antes de que pudiera romper el formulario Krum se lo quitó de las manos.- ¡Dámelo, no tiene derecho a decir nada sobre mí! ¡A decidir por mí!

- Ahí está el problema, bien hecho.- Se aferró el estómago, punzándole de la rabia. Sacó un diario de ese maletín guardando el formulario de Ally.- Aquí tienes tus respuestas. Puedes irte, pero para esta noche habrás leído lo que León ha escrito para ti o no habrá cena.- Cogió el diario y se levantó de la mesa hecha una furia.- Verona.

- ¡Qué!- Su sonrisa le terminó de crispar los nervios.

- Sé buena con Jamima o yo mismo iré a enseñarte modales, cielo, tu hermana desearía poder verte y hasta que no te comportes no vendrá.- Se lo dijo sin mirarla guardando los papeles en el maletín. Dio media vuelta yendo hacia las mujeres que ya empezaban a bajar la escalera.- ¡Nos vemos luego en protocolo!- ¡¡UNA MIERDA GILIPOLLAS!! Abrazó su estómago a mitad de escalera parándose por el dolor, el nudo que pugnaba por salir, apretando el chicle con fuerza entre sus dientes, cerrando los ojos hasta ver a Jamima señalándola, abrazándose a su pierna.

- ¡Alam maeda!-Maldita cría… Todo el puto día igual. No sabía decir otra cosa.

La cogió y se la pasó a la que iba de lila, a Sabba. La única de las dos que no llevaba pañuelo, con el pelo rubio como ella, de ojos rasgados. Negó y empezó a hablar en francés. No tuvo que entenderlo con los gestos que le hizo. No pensaba coger a la cría, ahora era asunto suyo, como cada día. Bufó empezando a bajar escaleras con la niña a cuestas en la cintura como un fardo, riendo como una loca a cada escalón que bajaba por delante de esas mujeres con el diario negro en la otra mano. Dejó a la cría en el suelo al llegar a la tercera planta viendo a todas esas mujeres por los pasillos pararse a mirarla, cesando las conversaciones. Y como una manada fueron a recibirla entre aplausos, dándole a la cría otra vez, guiándola por ese pasillo entre todas cogiéndola por el brazo. No dejaban de cacarear a su alrededor. Ni siquiera sabía dónde la llevaban ahora bajando escaleras, muchísimas escaleras con Jamima aferrada a ella como una lapa, recorriendo pasillos, bajando más escaleras. Hasta un gimnasio. ¡Joder, es enorme! Había de todo. Cintas para correr, pesas, bicicletas estáticas… Pasaron de largo por otro pasillo a un vestuario y la pusieron delante de una puerta blanca.

- Premio.- Le dijo la mujer que la llevaba ahora del brazo, la tal Yasira que había estado con ella el día anterior.

- Cómo que premio, premio por qué.- No se fiaba de lo que hubiera tras esa puerta.

- Por decidirte a bajar de una maldita vez.- Masculló una a su espalda y vio a esa mujer que hablaba su idioma con cara de mala leche, vestida de azul claro. Ouajida.- Entra.

No tuvo tiempo de decirle nada más, el resto la empujó hacia esa puerta aumentando el cacareo, haciéndola entrar en el paraíso del deporte. Se quedó con la boca abierta ante la cantidad de vestuario deportivo por todas partes. Zapatillas de tacos, de atletismo, pantalones, camisetas, chaquetas, gorras, muñequeras, palas de tenis, balones de futbol… Un sinfín de material. Y por lo que ponía en todos y cada uno de los elementos, todo suyo. Verona, Verona, Verona por todas partes, incluso en las zapatillas que ya se estaba cambiando por las botas. No fue la única en cambiarse, muchas de ellas también lo hicieron con la ropa de sus taquillas, incluso la mocosa tenía ropa preparada para ella. La siguieron guiando y ella mirando cada espacio por el que la llevaban hacia el exterior.

No sólo habían hecho una pista de atletismo fuera de la casa como decía el diario de la franchute. También habían puesto una piscina climatizada dentro de un invernadero de cristal en el jardín, una cancha de tenis, otra de baloncesto. ¿¡Pero cuánto dinero tiene este hombre!? Era una locura de proporciones bestiales, sobre todo por el equipamiento que llevaba y que estaba al tanto de cada detalle. Incluso tenía gomillas para el pelo, marcapasos de muñeca o cinturón, sujetadores deportivos… Y todas ellas, todas las que se habían unido a su carrera por la pista o se habían sentado en el césped a observarla. Un séquito completo de cacatúas para ella sola pendientes a cada necesidad que tuviera. Si quería agua, en menos de dos segundos estaban con ella. Si quería una toalla, la traían. Lo que quisiera, lo hacían.

Incluso cuando se cansó de correr después de tanto tiempo sin entrenar le señalaron la piscina, pero ante el pensamiento que intentaba apartar a diestro y siniestro sobre lo que había leído se negó. Ally ya les había dicho que si estaba fría no se metería, que no jodieran.

- ¡Umla!- La que faltaba. Empezó a tirar de su pantalón, a señalar la casa parloteando algo a lo que las demás rieron. Era imposible entender a esa cría que ahora se cruzaba de brazos con cara de enfado.

- Y ahora qué mierda te pasa.- Sonrió otra vez y volvió a poner el mismo gesto.

- Como tú.- Las mujeres rieron la gracia de la criaja. ¡La estaba imitando la muy…!

- Paso.- Miró su muñeca y echó a andar hacia el vestuario. No había llegado ni a los dos kilómetros, estaba totalmente desentrenada, antes se hacía los seis de una sentada.

- ¡Paso! ¡Paso!- La niña la adelantó a la carrera riendo. Joder, qué mocosa más plata, ¿no se cansaba? ¡Había estado todo el tiempo corriendo tras ella sin parar! No, se dijo, hasta que no fuese de noche no se iba a rendir, como cada día.

Llegó a esa habitación cerrando la puerta, su propia taquilla gigante, y se cambió metiéndose a la ducha privada que tenía para ella sola directamente, en silencio ahora, bajo el agua caliente. Al menos se quedó tranquila diez minutos hasta escuchar las primeras voces. Ya habían entrado, la esperaban con una toalla, con ropa limpia. Y el maldito diario que le pusieron en las manos cuando se hubo cambiado guiándola otra vez por los pasillos con la cría en su cadera, sin dejar de parlotear como una cotorra. A cada cosa que veía señalaba. La alfombra, la gente, la lámpara, el cuadro. Todo en francés, todo el puto día igual, pero entonces se le ocurrió. Había dicho algo en inglés, si querían usar a la cría para enseñarle el idioma la llevaban clara.

- Mocosa.- La señaló a ella. Y su dedico la señaló con una amplia sonrisa.

- Umla.- Pues vale, que me llame como le dé la gana.- Livre.- Dijo señalando el diario que llevaba en la otra mano.

- No, livre no.- De eso nada, conmigo vas a hablar inglés.- Libro.- El grupo frenó cuando ella lo hizo, viendo las escaleras que daban al sótano.- No, ni de coña.- Empezaron a hablar entre ellas a su espalda, y en cuanto notó que la cría se revolvía la soltó.- No voy a bajar, me voy arriba.- Lo intentó, pasar a través de ese grupo que no le permitió el paso. La, decían algunas mientras otras seguían hablando. Sobre todo esa mujer con cara de mala leche que de tanto en tanto le dirigía alguna bordería.

- ¡Jamima!- Pero esta vez no le decía a ella, sino a la mocosa que iba escaleras abajo sin esperar a nadie.- ¡Tú, cógela!- Ahora sí.

- No es mi problema lo que…

- ¡¡Tú problema!!- Al grito de una todas empezaron a decirle cosas, y por el tono le estaban echando una bronca descomunal.

- Krum.- Dijo esa Ouajida señalándola amenazante, marchándose.

- ¡Eh!- ¡Ni de broma!- ¡Vale, vale, ya voy joder!- Se dio media vuelta y comenzó a bajar escaleras mascullando. Maldita cría de las…- ¡Mocosa!

Ni siquiera se la veía, ¿y ahora dónde se había metido? Siguió caminando por ese pasillo central escuchando música a lo lejos sin querer centrarse en nada más que en cogerla y salir de ahí, yendo a parar a esa sala principal con el fuego apagado que le punzó el estómago, viendo la tarima, la jaula de la leona vacía. Andando aprisa hacia la música sin verla.

- ¡¡JAMIMA!!- Esa casa no tenía fin, todo pasillos, salas vacías…

- ¡Umla!- Se dio la vuelta viéndola a su espalda, echando a correr otra vez.

- ¡Eh!- La perdió de vista cuando giró el recodo del pasillo a su derecha. No iba hacia la música sino hacia otro sonido que reconoció de inmediato. El rugido de la leona.- ¡EH!

La vio ya llegando a la salida a una especie de bosque. ¡Un bosque en el sótano! Loco, completamente. Cogió a la cría dando media vuelta, pero volvió a escucharla rugir bastante más cerca que antes y miró atrás. Estaba ahí, en alguna parte de ese invernadero. Dio el primer paso mientras la niña señalaba y hablaba, ignorándola, viendo los pavos reales sueltos, mariposas enormes cruzar delante de sus narices, fuentes, plantas, palmeras... Otro rugido la guió y después de seguir ese sendero fueron a dar con su jaula. Pero esta era enorme, muchísimo mayor que ninguna otra que hubiera visto antes. Y no estaba sola, había un león con ella en una jaula contigua igual de inmensa.

- Lionne.- Dijo la cría señalando a esa fiera que las observaba tras los barrotes, tumbada tranquilamente entre las plantas. Negó.

- Verona.- Se quedó mirando sus ojos hasta escuchar ruido a su espalda. Las mujeres las habían encontrado, y con ellas estaba ese… Se lo murmuró a la cría. Que aprendiera.

- ¡Capullo!- Dijo sonriente a Krum cuando pasaron a su lado, señalándole con su dedito.

Sonrió satisfecha de camino a la zona donde se escuchaba la música sin que dijese nada a su ataque indirecto, sin que las siguiera, pues había desaparecido cuando se sentó a ver bailar a ese grupo negándose a participar. Una mierda iba a aprender a moverse así, para nada. Ally lo estaba haciendo, se recordó con rabia, y abrió ese diario que aún tenía en las manos. Las respuestas a sus preguntas, que no eran precisamente cortas. Ni en su idioma. ¡Será cabrón! Se cruzó de brazos viendo a Jamima imitar a las demás durante más de una hora hasta el almuerzo, que se terminó entero sin mirar a nadie, ni siquiera a la cría que habían sentado a su lado. De tanto en tanto decía algo en francés señalando y ella la corregía. Si quería imitarla que lo hiciera bien, y que no le tocaran las narices con el puñetero idioma. No iba a cenar, lo sabía perfectamente.

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