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N&B;: Diario, Verona G.(13)

en Confesiones

Casa

10 de Junio de 2010

Despertó con lentitud entre las voces susurradas, y el rostro que vio dormido a su lado la sorprendió. No era Tohfa, sino una niña que le cogía la mano. Una niña pequeña, mucho, de pelo rizado y oscuro como su piel, con un vestidito blanco. No tendría ni tres años. ¿¡Qué coño hacía esa cría ahí!? No se movió, escuchando esos susurros a su espalda de las mujeres, no hasta que sintió la caricia en su pelo y vio dónde tenía apoyada la cabeza. Estaba sobre las piernas de Samira, que le dedicó una amplia sonrisa de dientes torcidos sin dejar de parlotear y acariciarle la cabeza.

-  ¿Hafsa?- Tardó, pero asintió despacio. Dolía demasiado plantearse ser Verona ahora. Verona no tenía nada, lo había perdido todo. Y tenía hambre, pero si comía no iría al baño. Se intentó levantar y en seguida estaban a su lado, ayudándola a avanzar.

No dijo nada más que lo necesario durante el desayuno después de que la vistieran, cogiendo las tarjetas, tomándose ese mejunje amargo como cada mañana. Hasta que unos enormes ojos oscuros en una carita demasiado pequeña para ellos se pusieron a su lado. La niña se había despertado. Samira habló con ella mientras la miraba sonriente y sin previo aviso se tiró a por ella. Levantó los brazos con la niña abrazada a ella, haciendo reír a las mujeres.

- Jamima.- Le dijo Samira, y empezó a hablar con Tohfa.

- La hija más pequeña del Amo, mi señora, vuestra hija.- Negó impactada.- No habléis vuestra lengua mi señora, sino no comeréis más en todo el día.- Cogió a la niña por los brazos y se la pasó a Samira.

- Je ne veux pas.- No sabía decir nada más, pero con eso quedó claro.

Tanto que la niña empezó a llorar mirándola con esos ojos como los suyos mientras Samira la consolaba. Pero era una mirada muy diferente, era una cría. Miró el gesto serio de todas esas mujeres que cuchicheaban a su alrededor intentando ignorar el llanto y la mirada de la pequeña, que no dejaba de llorar por lo que había dicho. Sabía perfectamente lo que querían conseguir y no estaba dispuesta a aceptarlo. Eso no. Se levantó con esfuerzo intentando contener a comida, callar al nudo, y esta vez ninguna la ayudó a llegar hasta la cama donde se tumbó hasta que volvieron a acercarse. La niña se había ido, se la habían llevado, pero aún tenía que hacer un esfuerzo con su estómago para no vomitar teniendo el dolor de su entrepierna cada vez más presente. Poco después la enjoyaron en silencio, la prepararon y guiaron escaleras abajo hasta un coche de los muchos que esperaban fuera. Oussam estaba dentro, y con él la pequeña en sus piernas, riendo hasta que ella se sentó en frente a esos asientos en silencio y aún molesta, mirando por la ventana con Samira y Tohfa a su lado. Esa vocecita no la entendió, pero sí el tono.

- ¿No quieres conocer a mi palomita, Hafsa?- Negó sin mirarles.- Es una niña muy buena, feliz y risueña. ¿Porqué la has hecho llorar?- No sabía decirlo en francés, así que se encogió de hombros. No le importaba esa niña, en absoluto.- Bueno, te ocuparás de ella durante este mes, y si la haces llorar otra vez yo te haré lo mismo.

Apretó los dientes, y cuando pusieron a la niña sobre sus piernas ni la miró. No hasta que ella se puso en pie y le cogió la cara con las manitas, diciendo algo que no entendió, sonriéndole. La cogió, la sentó sobre ella y siguió mirando el paisaje por el que pasaban. Carreteras, puebluchos, desiertos... La niña se había dormido sobre sus piernas y a ella le faltó nada para caer cuando el coche se detuvo cerca de una pista de aterrizaje done les esperaba un avión. Tuvo que cargar ella con la niña dormida, pues Tohfa se negó a sujetarla. Y cuando estuvo en el avión fue directa al baño sin que la dejaran de seguir de cerca, con la niña a cuestas. Sólo cuando el avión encendió motores la niña despertó, y por su puchero con cara de sueño se temió lo peor.

- ¡Yo no sé cuidar niñas!- Dijo ya desesperada cuando la cría no se callaba, asustada por el ruido del despegue y el movimiento, aferrada a su cuello con un llanto a chillidos que le perforaba el tímpano. Y su risa ronca la crispó aún más.- ¡¡Me da igual no comer pero haz que se calle, no lo soporto!!- Intentó separar a la cría de ella pero no había manera, se había enganchado bien y ahora lloraba más fuerte aún por sus gritos.

- Mi reina, lo sé.- Le giró la cara, acariciando la cabeza de la niña.- Pero así aprenderás a respetar a cada miembro de mi familia como si de ti misma se tratara. Dices que sabes cuidarte, ¿no es así?- Le esquivó la mirada y asintió.-Entonces no te será difícil.- Le dijo algo a la mocosa, que asintió igualmente callándose y se volvió a sentar apoyándose en su pecho aún penosa.- Ahora silencio, las dos. Si vuelve a llorar haz lo que sea, pero más te vale cuidar bien a nuestra niña, Hafsa, es tu deber.- Y ninguna de las dos dijo nada hasta el aterrizaje en algún sitio. Ni siquiera sabía dónde.

Volvieron al exterior con esa bofetada de calor a última hora de la tarde, y la cría fue cogida de su falda hasta el coche, se sentó a su lado. Parloteó diciéndole algo, y en el momento que lo hizo él la miró a ella seriamente.

- Shhh…- Le hizo un gesto de silencio a esos enormes ojos oscuros pero sin pizca de maldad. Y ella asintió, trepó a sus piernas y se sentó.

- Bien, muy bien Hafsa.- Bien ella, no yo. ¿Desde cuándo tan pequeñas son tan obedientes?-Ahora vamos a casa. Tohfa se encargará de Jamima mientras tú estés conmigo.- Dejó de sentir la punzada. ¡Maldita sea el nudo!-Cuando no lo estés irás con el resto de mujeres y cuidarás de nuestra pequeña mientras aprendes lo que se te ordene. ¿Queda claro?- Asintió sin más mirando por la ventana ese paisaje tan distinto ahora.

Árboles, bosques, muchos y de un espesor que apenas podía distinguir las lejanas casas. ¿Seguirían en Marruecos? Quizá era una zona diferente, pero en definitiva lo mismo. Estuviera donde estuviera estaba sola ahora. Pero en nada tenían que ver con lo que había visto hasta ahora, no podían seguir en el mismo país. Eso estaba claro. Sobre todo por la forma de esas casas, más parecidas a las de Inglaterra. Había dicho a casa, ¿estarían en Francia? Dos horas de vuelo más o menos, no podían haber ido a Inglaterra. Un cartel de la carretera se lo dejó claro.

Montpellier, ponía. Eso era Francia. Pero pasaron mucho rato en ese coche y la niña no se dormía, cada vez estaba más revoltosa. Como su nudo, como la molestia en su entrepierna. Tuvo que llamarle la atención varias veces hasta que en una de ellas le hizo un gesto. Tenía hambre, y su estómago contestó por ella haciéndola reír con su rugido leve. ¡¡Ella también y por su puta culpa no comería!! Volvió a callarla, a ella y a su estómago. Ya era de noche, podía aguantar un poco más. Tenía que hacerlo.

- Ya llegamos mi reina, Aveyron.- Le señaló una lejana luz en la oscuridad por el camino que iba ascendiendo a base de curvas por la ladera.- El complejo es grande, y habrá muchos invitados cada día deseosos de conocer a mi nueva reina. Mis socios, amigos…- Sabía lo que quería decir con ello. No hacía falta que lo ordenase. Callada y quieta, como en las ceremonias.- Serás buena, ¿verdad?- Asintió. Le dijo algo a la mocosa que volvía a moverse en sus piernas. Y se quedó quieta, contestó algo que le hizo reír a los tres y se levantó cogiéndole la cara otra vez.

- Je veux manger, Umi.- ¡Ah no! ¡¡De eso nada!! La había entendido perfectamente esta vez. Acababa de llamarla mamá.

- Shhh.- La sentó otra vez, callando también a su nudo que rugía, haciéndoles reír ahora a los cuatro por su agonía. Apretó los dientes tomando aire, con los ojos cerrados.

- Mi hermosa reina, te duele.- No era una pregunta pero igualmente asintió.- ¿Me llamarás entonces para que te calme esta noche?- Y esta vez lo tuvo que pensar. La cría o él. Negó a pesar del rugido de su estómago. Podía aguantarlo, sólo tenía que pasar de media noche y podría comer. Calmarlo por sí misma.- Bueno, lo veremos mi amor. Ya lo veremos.- Y se reía mientras la niña volvía a moverse inquieta, jugando con las cadenas de sus manos. Eso la entretenía, al menos no hablaba.

Y como la otra vez, pero con el añadido de esa cría afincada a su falda siguiéndola por todas partes, la llevaron por esa casa con los suelos de madera pulida llenos de alfombras con una decoración muy distinta a la mansión de Rabat. Había varias casa pero esa era la principal, y cuando vio al resto de mujeres que la esperaba en lo que sabía sería la entrada a los baños las observó extrañada. No había pañuelos, ni togas con cinturón. Todas vestían de una forma normal y un solo color. De blanco como la pequeña que la seguía. Casi todas de pelo negro, castaño a lo sumo. Rizado, liso, largo, corto, de piel oscura. Y todas ellas se metieron en las distintas bañeras desnudas, charlando sin hacerle caso. Ni a ella ni a la niña. Se empezó a quitar el vestido por sí misma empezando por ese cinturón, viendo que la niña la imitaba. Le costó entrar en la bañera que había excavada en el suelo, escalón a escalón, sobre todo al sentir el escozor de su ano cuando llegó a esa altura. Pero a los gritos de la niña se dio la vuelta. Se había metido tras ella, y estiró el brazo alcanzándola con el corazón en un puño. ¡¡Pero imbécil, si no haces pie!! Bufó nerviosa viendo que se aferraba a ella con fuerza, tosiendo. Aún llevaba los zapatos puesto, y se los quitó dejándolos en el borde, sentándola a ella y haciéndole gestos. Quieta ahí, mocosa. Y la niña asintió. Consiguió lavarse con rapidez sin que se moviera del sitio, entretenida en chapotear con los pies, canturreando y sonriéndole cuando la miraba con esos ojos enormes y oscuros como su padre. Pero no tardó en llamarla otra vez mamá, echándole los brazos para que la cogiera.

- La.- Su seca contestación le produjo un puchero. ¡¡MIERDA YA!!- Shhh… Umi la. Verona.- La miró con un gesto de asentimiento, volviendo a echarle los brazos.

- Umla.- Joder… La cogió sin más antes de que amenazase con llorar otra vez. La enjabonó y enjuagó como mejor supo mientras jugaba con sus manos llenas de espuma y chapoteaba sonriente.

No era buena, era un bicho inquieto. Y aún tenía algo de jabón entre los rizos cuando salió del agua y tuvo que salir tras ella y secarla sin que dejase de moverse. Se enrolló en la toalla y la vistió con lo que le trajeron, otro vestidito blanco y sandalias, pero en cuanto se despistó viendo lo que le traían para vestirse ella la niña estaba alejándose por el pasillo sin esperar a nadie.

- ¡Eh!- Se frenó a su grito. Le hizo un gesto para que fuese con ella y la niña le hizo otro volviendo a hablar, a llamarla Umla. Tenía hambre.

Su estómago rugió y se dio cuenta. Había estado tan colapsada con esa cría que no le había hecho caso al nudo. Fue hacia ella y la cogió en brazos. Tenía la solución perfecta. La que su padre había usado con ella cuando era pequeña para que no se perdiera. Cogió el traje que había llevado y sin tapujo alguno partió la tela celeste en una tira larga que ató a la cintura de la niña ante la atenta mirada de esas mujeres. Si tenía que cuidar de la mocosa lo haría a su manera. Pisó el otro borde de la tela y empezó a ponerse todo lo que le habían traído, incluida esa crema que se untó en el ano por sí misma, notando el calor y la hinchazón que aún tenía. Se peinó, se vistió con el sencillo vestido blanco corto que le habían traído y volvió a ponerse ese maldito anillo que habían dejado encima de toda la ropa. Cuando vio esos tacones de aguja blancos suspiró. Ropa interior no, pero tacones sí. ¡¡Quién mierda se creían!! No le gustaba, nada, pero no le quedaba otra. Con eso sí que no podría correr, ni con esa mocosa que llevaba atada por la cinta azul por ese pasillo por el que iban todas oliendo ya algo con lo que su estómago rugió. Estaba casi segura de que no era media noche, no la dejaría comer. Si la cría no comía pronto lloraría, ya estaba tirando de la cuerda y parloteando sin parar.  

Pero en cuanto llegaron a la amplia sala con toda esa gente esperando hasta el nudo se calló. Al menos veinte personas ocupaban los asientos de una mesa larga donde él la encabezaba vestido de traje, con una coleta sujetando su pelo. Le hizo un gesto para que se acercara y tiró de la tela hasta coger a la mocosa en brazos, avanzando hacia él con esos tacones que no le permitían andar muy deprisa ni muy recto. Todas las miradas de la mesa estaban fijas en ella, observándola en silencio hasta que tomó asiento con la cría en sus rodillas. ¡¡Iba a comer!!

- Mi reina, estás preciosa.- Ignoró su voz y los murmullos de toda esa gente mirando las bandejas de comida tapadas que había por todas partes.- Pero esto…- Le quitó la cinta de la mano.- ¿Ha sido traviesa?- Asintió, por no contestar que de buena nada. Y él rió, charlando con el resto de asistentes, que también rieron. ¡¡Venga ya, me muero de hambre joder!!- ¿Qué deseas comer, mi amor?- Le sirvió agua a la pequeña y otro vaso a ella. Pero miró sus ojos oscuros sin saber las palabras.- Ya veo… Entonces lo que yo elija tendrá que ser.- ¡¡Lo que fuese pero ya!!

Comió lo que le puso en el plato, igual que la pequeña a la que tuvo que callar varias veces, metiéndole comida en la boca. Era la mejor manera de que estuviera en silencio mientras el resto de gente hablaba en un francés tan fluido que no entendió nada. A veces decían sus nombres, brindaban. Y lo que le sorprendió es que la llamaban Verona, no Hafsa. No lo entendía por ahora pero no iba a preguntar. Simplemente comió, bebió y esperó luchando contra el nudo para que no fuese un espectáculo

- Umla…- Miró a la niña en sus piernas y dijo algo que no entendió. Pero por su cara y gestos se estaba cayendo de sueño. ¿Y ahora qué?

- Tohfa.- Llamó él. Ni siquiera la había reconocido vestida así, con ese delantal. Sólo con un delantal. Se quedó paralizada mirándola y a sus órdenes cogió a la niña y se la llevó. Pero la cría empezó a llorar llamándola.- ¿Umla?- Se carcajeó a su lado cogiéndole la mano del anillo, besándola y volviendo su atención a la mesa.

- Umi, la.- Murmuró y él volvió a reír, besando su mano.

- Eres…- Le rozó la mejilla y se mantuvo quieta.- Vamos, siéntate conmigo mi reina.- Se palmeó la pierna y le miró extrañada.- Hazlo.- Se levantó y sentó en sus piernas.- Bien, lo estás haciendo muy bien mi amor.- La besó sin tapujo alguno delante de toda esa gente. ¡¡Que no estamos solos tarado!! Pero en cuanto le puso la mano en el muslo acariciándola se dio cuenta de su error, tensándose.

- Je veux dormir.- Por no decir que no me toques, hijo de perra.- S’il vous plait.

- No mi reina, hoy no.- Le besó la mejilla.- Tenemos invitados importantes.- Miró a toda esa gente de reojo.- Te presentaré como es debido cuando terminemos la cena, están deseando conocerte mejor, Verona.- Se centró de nuevo en esa gente, en esa veintena de personas que la observaba y a la que miró desconfiada.

Había chicas, chicas de su edad y más mayores, todas de blanco. Algunas pocas eran las mujeres de Oussam, pero ninguna de ellas alejaba la mirada del plato. Sin embargo esos hombres la miraban, algunos sonriendo, otros no. Incluso un par de mujeres cruzaron la vista con ella mientras continuaban charlando. Mientras Oussam le acariciaba el muslo, y cada vez que subía la mano un poco más se tensaba, sabiendo que no llevaba bragas, que no quería que la calmase pero lo estaba haciendo con sólo eso. El decidía cómo, cuándo y si le daba la gana. ¿Para qué mierda le preguntaba nada? Hacía lo que quería con ella, y lo de la cría ya… Siempre lo conseguía, ya se lo había advertido. Y el pensamiento le hizo apretar los dientes, sabiendo que no podía luchar contra él. Menos después del castigo de la noche anterior con el que la había follado y sodomizado con la mano hasta rendirla, provocándole un dolor que aún permanecía en su ano y en su orgullo sobre todo. Después de ver a esa sombra de Allegra y…

- Ve mi amor, obedécela.- Le besó la mejilla sacándola de su mente, viendo a una de sus esposas tenderle la mano con una sonrisa.

Se levantó pero ignoró la mano, viendo que no era la única que se había levantado de la mesa. Todas esas chicas de blanco caminaban en silencio por los pasillos, bajando escaleras hasta un sótano donde la decoración volvía a ser la misma que había visto esos días en Rabat, pero más acogedora. Telas semitransparentes colgaban por todas partes, y había salas y salas llenas de esos enormes cojines, de mesas bajas, lámparas encendidas en todas partes. Continuó observando mientras se metían en un ambiente más cálido. ¿Otros baños? Miró a esa mujer más bajita que ella a pesar de tener los mismos tacones puestos, y todas en la sala comenzaron a desnudarse, a peinarse unas a otras en silencio mientras esa mujer le señalaba un asiento bajo donde se sentó. Las escuchó murmurar palabras ininteligibles entre el sonido de la música que empezó a sonar sin que ella moviese un solo dedo, hasta que sintió unas manos sobre la cabeza. A ella también empezaron a desvestirla con movimientos lentos entre varias, y en cuanto se negó a que la tocaran esa mujer la miró y dijo una sola palabra. Oussam.

Apenas si tardaron unos segundos en desnudarla, pero en el momento que la instaron a avanzar hacia otra sala contigua a esa miró atrás a esa mujer, que asentía y le hacía gestos de que siguiera andando. Se dejó guiar hacia una sala mucho más pequeña que la primera con un profundo olor dulzón, viendo la cálida humedad que una de las cavidades en el suelo desprendía. La hicieron adentrarse en ese fluido oscuro y humeante hasta cubrir su cuerpo desde el cuello a los pies con ese dulce olor y de forma inmediata la hicieron salir de nuevo. Su piel parecía haber tomado un ligero matiz dorado y brillante a la luz del fuego que caldeaba la sala contigua con el mismo olor dulzón que no supo atribuir a nada que conociera. Hicieron que levantara los brazos y con simples gestos supo que debía mantenerlos en esa posición. Se alejaron de ella un instante dejándola desnuda ante la chimenea y sintió poco a poco como esa capa dorada se iba secando sobre su piel, tirando levemente de ella mientras lo hacía. Volvieron poco tiempo después con varias bandejas en las que portaban toda clase de joyas, telas, frutas…

Empezaron por sus manos en el momento que estuvieron secas, colocando grandes anillos de colores dispares junto al que ya tenía, pesados adornos con ligeras cadenas de oro que iban hacia los brazales que instalaron en sus muñecas. No pusieron zapatos en sus pies, pero sí más joyas en sus dedos, en su obligo incluso con un engrudo que le erizó la piel. Era desagradable estar tan rodeada de mujeres por más que ahora llevaran ropa. Bueno, si a eso se le podía llamar ropa. Cada una iba de un color pero todas con el mismo modelo de algo semejante a un taparrabos transparente. Los pechos al aire, todas ellas. Lo hacían todo en sumo silencio con la más absoluta destreza, retirando los restos de esa película dorada que ahora cubría su cuerpo en brazos y piernas por encima de las pinturas que aún permanecían, frotándole con lentitud el pelo también, secándolo. A la vez sintió unas manos en los tobillos y unos brazales muy parecidos a los que ya había llevado, ligeros y de oro.

Otra mujer se acercó a ella de frente con un enrevesado collar dorado que ató a su cuello, y su fino entretejido dorado le cubrió los pechos, con lo que dio un ligero respingo al sentir el frío metal rozarle los pezones desnudos. Otra de esas finas mayas doradas se cernió a su cintura y le cubrió hasta la mitad del muslo. La estaban preparando para algo importante, y no lo dudó en el momento que comenzaron a decorar su pelo con algunos hilos dorados con los que trenzaron, pero en cuanto vio la corona y sintió que le quitaban los aretes de las orejas ya no estuvo tan tranquila. A pesar de ello continuaban, sonreían. Sobre todo esa mujer. Instalaron en su lóbulo derecho una pesada joya como la de su mano unida con una fina cadena a un aro que ajustaron en el lateral de su nariz con fuerza sin llegar a perforarla. Se quedaron observándola un instante antes de poner en sus manos una de las bandejas llenas de frutos. Esa mujer que ahora llevaba un taparrabos verdoso se acercó y tomó una de las cerezas del plato, ofreciéndosela. No se atrevió a rechazarla, pero en el momento que se la comió vio su gesto de negación. La cereza no era para ella, y con ello se hizo una ligera idea de lo que suponía. ¿Iban a hacerla desfilar así delante de toda esa gente?

- Oussam.- Dijo la mujer colocando otra cereza en su boca, y sin dudarlo la escupió a un lado junto al hueso de la primera y negó rotundamente.

Ya tenía suficiente con lo que acababan de hacerle, pero la mujer no se dio por vencida. Cogió otra cereza del plato, y al ver que se la comía sin más, hueso incluido, cogió otra con toda la paciencia del mundo mientras el resto observaba con una ligera sonrisa. Al menos le dio seis más antes de ver lo que se proponía. El plato realmente pesaba, y cuando fue a soltarlo en el suelo se lo impidieron. Hasta que no aceptara llevar la maldita cereza en la boca no la dejarían en paz. Aguantó tres más sintiendo el dolor en sus músculos, y a la cuarta la sostuvo entre sus dientes y la miró con odio a todas ellas cuando aplaudieron sonrientes. La mujer menuda ‘vestida’ de verde, con unos ojos oscuros y brillantes como su rizada melena le dio un ligero pellizco en la mejilla como con cariño y la instó a dar media vuelta y caminar de vuelta por donde habían venido, recorriendo un pasillo desde el cual se podía ver una sala enorme a través de los enrevesados mosaicos de la pared. Se quedó paralizada escuchando el rugido.

Su leona estaba ahí, igual que el león, en una sala enorme presidida por una tarima llena de cojines. Cuando la mujer se detuvo dando órdenes al resto para que salieran, escuchando los aplausos y viendo que le tocaba a ella reculó un instante. No…Estaba empezando a enfadarse de verdad, y en el momento que la mujer le hizo un gesto sin mirarla para que avanzara le escupió la cereza en el cogote. Cuando la miró pasmada le negó rotundamente dando un paso atrás. No, no quería ir. La mujer simplemente sonrió con ternura y observó sus gestos quitándole el plato de las manos. ¿No tenía que hacerlo si no quería? Borró esa absurda mota de esperanza de su mente cuando vio cómo se ponía a su lado mostrándole la forma en que debía llevar el plato con las palmas juntas hacia arriba en la base del plato, no cogido por los laterales. También le hizo una simple demostración del paso que debía llevar y con un gesto terminado en su nombre supo que tenía que ir directamente hacia él, arrodillarse y ofrecerle lo que llevaba. ¡No! La impotencia le pudo y una lágrima se escurrió por su rostro, pero la mujer se acercó a ella negando con seriedad.

- Te creerá débil.-Le susurró con un fuerte acento y haciéndole gestos de silencio.- No le des esa satisfacción.- Escuchó la música y las voces con más insistencia que antes, con lo que la mujer se apresuró a secar su rostro con sus manos y colocar de nuevo una cereza entre sus labios ayudándola a avanzar.

En el momento que dio el primer paso ya no pudo frenarse, y ni siquiera miró atrás en el silencio que se hizo a su alrededor mientras veía a Oussam observarla atentamente desde una elevada tarima, sin camisa y rodeado de gente. Esquivó el enorme fuego central de la sala sintiendo el inmenso calor y el rugido de las bestias en sus jaulas fueron como un eco de sus propios pensamientos. Unos que silenció de inmediato sin detener su paso, subiendo los escalones hacia él, fijamente anclada en el plato que llevaba. Se arrodilló frente a él depositándose la bandeja de frutos en el regazo. En el momento que se acercó y tomó con sus dientes una mitad de la cereza de su propia boca escuchó los vítores y risas viendo su gesto de pura felicidad sin dejar de mirarla, igual que todos los hombres a su lado que le palmeaban la espalda. Sintió ese nudo de pura ira mientras se comía su parte de la cereza, y al topar con el hueso no lo dudó. Se volvió a hacer el silencio en el momento que su venganza arrojadiza le dio de pleno en el pecho, dejándole completamente atónito. Le devolvió la mirada con odio y escuchó las tremendas carcajadas de esos hombres a su lado, que fueron seguidas y coreadas por el resto que antes le había palmeado la espalda. ¡¡Por capullo!!

- Una leona de oro sigue siendo una leona.- Murmuró un hombre de pelo oscuro al lado de Oussam, cogiendo uno de los dátiles de su plato sin dejar de reír.

Pero él la miraba aún con fijación. Acercó la mano y casi rozó su ombligo antes de tomar otra fruta, lo que le hizo encogerlo y agitó su respiración. Su sonrisa volvió a aparecer como un acto reflejo a su reacción.

- No lo sabes bien, ya la conocerás después.- Miró a ese hombre que no le quitaba los ojos de encima, unos ojos claros de pestañas negras.- Pero ahora no, ahora disfrutaremos de la ceremonia de bienvenida, ven mi reina.- Le hizo un simple gesto indicándole que se sentara entre sus piernas, y lo hizo dándole la espalda completamente en el momento que la música comenzó a sonar de nuevo y algunas de las mujeres que la habían vestido danzaban alrededor del fuego. No era capaz de centrarse sintiendo las manos de Oussam afincadas en su cadera. -¡Sarah!- El grito ronco que escuchó a su espalda y sus manos aferradas con fuerza a ella la encogieron un instante.

Vio a la mujer que la había vestido y guiado acercarse con rapidez y arrodillarse ante ellos. Oussam le preguntó algo en ese idioma y la mujer sonrió mirándola fijamente. Dijo una sola palabra antes de retirarse y sentarse de la misma forma que ella ante ese desconocido de ojos claros, ofreciéndole otro dátil con sus manos y una sonrisa.

- Catorce cerezas.- Sintió un tremendo escalofrío ante ese susurro en su oído.- He escuchado historias de cuatro, seis…Pero catorce…- Escuchó su risa, acompañada por la de ese hombre que no la perdía de vista, como el resto de asistentes. Todas las chicas estaban junto a ellos, igual que ella. Con bandejas de comida en las piernas o sirviéndoles bebidas.

- Se parece tanto…- Dijo ese hombre acariciándole la mejilla y cogiendo su mentón, haciendo que le mirase.- ¿No era mejor opción la pequeña?- Se tensó por completo, mirándole con odio y apretando los dientes cuando sintió la punzada.- Wow. Va a ser un reto bajarle los humos.- Miró a otro lado, ignorando a ese hombre que no le soltaba la barbilla.

- Me encantan los retos, lo sabes.- Susurró Oussam a su oído, besándole la sien.- Mi Hafsa aún sufre, pero pronto me llamará, ¿verdad?- Le rodeó la cintura con las manos y el maldito nudo se deshizo.

- Me gusta más que Verona.- Murmuró ese hombre sin soltarle la cara, acariciando su labio inferior y metiendo el inicio de su pulgar entre sus dientes.- Hafsa.- Cerró la boca sin llegar a morderle y le retiró la cara.

- ¡No!- Como réplica de su odio entre dientes la leona rugió a su lado desde la jaula dorada en la que estaba.Las carcajadas de ambos le hicieron apretar los puños mientras Oussam le quitaba el plato de encima y la abrazaba estrechamente contra su cuerpo.

- Mi amor, mi reina…- Le cogió la cara y la besó profundamente acallando el nudo y sus palabras.- Ahora callada, no querrás enfadar a tu león. A tu rey.- Una de sus manos le acarició el vientre, acelerándole el pulso al ver todas esas miradas fijas en ella.

- ¡León! ¡Preséntala ya!- Gritó una mujer de pelo corto y castaño a su derecha.

- ¡Cállate Ruth, todavía puedo negarme a compartirla!- La abrazó aún más contra sí.

- Joder. Te ha dado fuerte, amigo.- Se carcajeó ese hombre.- No niego que sea hermosa, pero ese carácter no es para nada sumiso.- Y en cuanto sintió la caricia que le hacía en la mejilla se apartó.

- Es lo que más me atrae. Que lucha hasta su último aliento incluso contra sí misma.- Le susurró más a ella que al resto.- Pero no debes olvidar las consecuencias ahora cielo. Arrodíllate.- Le miró sin aire. No…- Vamos mi amor, voy a presentarte.- Le cogió la cintura y la levantó un poco, poniéndola de rodillas ante él mirando a toda esa gente, acariciando sus brazos y asiendo sus muñecas, sus manos.- Separa las piernas mi reina.-Negó apretando sus manos. No, ahí no. No podía ser tan cruel de hacerle eso delante de tanta gente. La abrazó un instante ahí de rodillas, besando su sien.- Shhh, no es lo que piensas, cálmate y hazlo.- Separó las piernas y el volvió a separar sus brazos.- Bien mi reina, muy bien. Ahora no te muevas.- Le susurró besando su oreja, su cuello, su hombro.- Adelante, Krum.- Ese hombre a su derecha se levantó mirándola fijamente, y en cuanto vio el rumbo que tomaba su mano encogió el estómago e intentó echarse atrás. Pero Oussam lo impidió con su propio cuerpo, apretando levemente sus manos.- Tranquila mi amor, Shhh…-  Apretó los dientes mirando a otra parte cuando sintió la caricia en su sexo con el corazón completamente acelerado.

- Wow…- Vio su gesto mirándola fijamente, con un dedo en la boca. ¿¡¡Pero qué coño estaba haciendo!!?- Ruth, te va a encantar.- Y esa mujer se acercó de pocas zancadas subiendo los pocos peldaños hasta ella, acuclillándose sin dejar de mirarla con unos ojos brillantes y una tremenda sonrisa de labios pintados de rojo.

- Madre mía, qué belleza.- Se estremeció ante el pellizco que le dio en el clítoris directamente, tensando cada músculo, intentando soltarse.- ¡Una leona, sí señor!- Y se rió dejando paso al siguiente.

No, más no. Este ni siquiera le dirigió la palabra, con el pelo rubio y unos ojos azules profundo que la miraron sin pestañear. Sus dedos le abrieron los labios del sexo y  le rozó la entrada al vientre. Se quedó paralizada a esa mirada hasta que le rozó el ano.

- Oussam…- Murmuró casi para sí misma sin aire, sin dejar de mirar esos ojos que la paralizaban, y cuando sintió que se empezaba a introducir en ella se revolvió.-¡¡Oussam párale, no!! ¡¡¡OUSSAM!!!- La abrazó con fuerza mientras reía a carcajadas y ese hombre sonreía.

- ¡¡Tenemos ganador!!- Dijo Oussam riendo aún.- Felicidades, Eric.- Miró a ese hombre que se alejaba sin dejar de mirarla con esos ojos fríos y una sonrisa maliciosa.- ¿Le temes mi reina?- Asintió cerrando los ojos.- Curioso, Freixas fue el último alumno de tu madre en el PRE.- ¿¡¡Alumno de qué!!?- Un verdadero Amo como ella.- Se quedó paralizada.- Será él quien te adiestre entonces, mi reina.

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Negro&Blanco;: La Élite (2)

N&B;: Diario, Rosalie W. (5)

N&B;: Freixas, el Amo.(5)

N&B;: Diario, Rosalie W. (4)

N&B;: Freixas, el Amo.(5)

N&B;: Diario, Rosalie W. (3)

N&B;: Diario, Rosalie W. (1)

N&B;: Freixas, el Amo.(4)

N&B;: Diario, Rosalie W. (2)

N&B;: Freixas, el Amo.(3)

N&B;: Freixas, el Amo.(1)

N&B;: Freixas, el Amo.(2)

Negro&Blanco;: La Élite (1)

N&B;: Diario, Megan B.(8)

N&B;: Diario, Verona G.(12)

N&B;: Diario, Megan B.(7)

N&B;: Diario, Verona G.(10)

N&B;: Diario, Verona G.(7)

Especial N&B; XXX: Juego (I)

N&B;: Diario, Megan B.(4)

Negro y Blanco XXV

Negro y Blanco XIX

Negro y Blanco XX

Negro y Blanco XIII

Negro y Blanco III

Negro y Blanco IV

Negro y Blanco I

Negro y Blanco II