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N&B;: Diario, Rosalie W. (12)

en Dominación

Resaca

Sintió el dolor antes siquiera de abrir los ojos y darse de lleno con la claridad que entraba por la ventana de la habitación, lo que acentuó aún más ese tremendo pálpito en su cabeza. ¿Ya estaba anocheciendo? Parecía que llevaba dormida una vida entera, aún le costaba moverse o pensar qué día era. Parpadeó un par de veces notando la boca seca por completo y se incorporó costosamente. Esa sensación la recordaba perfectamente, la de resaca, y se llevó la mano a la cabeza intentando recordar la noche anterior aunque su cerebro ahora mismo era un caos de risas, miradas, labios rojos y gemidos. Además de un baile, más gemidos y un grito, el de Seúl. Y el suyo después, el placer que…

- Rosi.- Abrió los ojos con un repullo y miró hacia donde él estaba sentado en una butaca a los pies de la cama observándola fijamente, con una copa de vino en la mano. No dejó de mirarle esperando que reaccionara, que dijese algo más, y la espera fue agónica sin saber qué decirle ahora.- ¡Lauren!- Se encogió oyendo el doloroso retumbe en su cabeza.

- Hmm…- Miró a su espalda y su corazón se paró. Tras ella estaba el melenas abrazando a la chica rubia que aún dormía, mirándola con una sonrisa hasta que ella miró a Seúl otra vez y su gesto serio que no apartaba ahora de Lauren.- Vaya, llegó el aguafiestas.

Vio cómo Lauren se daba media vuelta rodeando a esa chica entre sus brazos, dándole la espalda. Estaba desnudo, tanto como ella y esa chica, Vanesa. Se centró en Seúl otra vez, que daba un trago a su copa mirándola y ya no pudo más. Bajó la mirada de pura vergüenza.

- Maravilloso. Ven.- Se levantaba, salía de la habitación. Tenía que seguirle y al levantarse notó la pesadez de todos y cada uno de sus músculos y el palpitar de su acelerado corazón en la mente.

Asomó la cabeza y vio que seguía avanzando pasillo adelante sin mirar atrás, pero ella sí lo hizo, viendo que no había dejado nada con lo que pudiera vestirse. Se acercó de una corta carrera a la cama y cogió la sábana que Lauren tenía reliada a los pies a tirones, enrollándose en ella con rapidez, ignorando sus quejas.

- Te va a caer la del pulpo, monada. Suerte.- Cerró de un portazo a ese gilipollas doliéndole más el sonido a ella seguramente y echó a correr por donde había visto a Seúl desaparecer.

Pero ahora no había ni rastro de él. Miró en cada habitación abierta mientras pasaba aprisa por los pasillos hasta verle sentado en una sala acristalada. Y no estaba solo, había más gente, y antes de bajar la mirada y acercarse pudo ver a León y a Ruth entre ellos, igual que a Krum.

- Siéntate querida.- León le retiró una silla donde se sentó sin levantar la vista de la mesa de madera oscura, sabiendo que Seúl estaba frente a ella.- Krum, dáselo ya.

- Toma cielo, escribe lo que recuerdes de anoche.- Le pasó un diario negro y un bolígrafo, abriendo el cuaderno ante ella.

- Empieza desde tu falta de respeto al despedirte de mí en el coche.- Sus palabras la enervaron tanto como su tono frío.- Iremos sumando.- Miró esa hoja en blanco en la que iba a escribir su sentencia y el boli le tembló en la mano.

- Seuuuuul…- Casi estuvo tentada de correr a ocultarse tras Ruth.- La nenita no ha hecho más que obedecer lo que le mandasteis. Si no os ponéis de acuerdo y Lauren es un liante, no es su culpa.- Asintió levemente. Eso joder, no es culpa mía que ahora...

- ¿Bebiste obligada?-  Se quedó paralizada al saber la respuesta. Negó.- ¡Pues empieza!

Dio un golpe en la mesa con el puño y cerró los ojos con dolor, apretando los dientes, mirando esa hoja en blanco que empezó a rellenar. El avión con Sarah, el castigo de León, la cena, el rato con Lauren viendo el baile en la sala principal, y a partir de ahí lo fue recordando con cada vez mayor dificultad. No quería poner gemidos, ni placer. O cualquier cosa que pudiera cabrearle más de lo que ya lo estaba. Cuando acabó dejó el boli en la mesa y en el mismo silencio que habían mantenido vio la mano de Seúl cogerlo.

- Fallo uno, tu destrozo en casa. Fallo dos, tu respuesta en el coche.- Se miró las manos sobre el regazo.- Fallo tres, en el avión hablaste más de la cuenta.- Un largo silencio le siguió. Eso ni siquiera lo había puesto, ya le habían contado algo.- Fallo cuatro, en la cena también.- Y después de un momento el sonido de su pie dando en el suelo repetidas veces le dijo por dónde iba. El cabreo que iba en aumento.- Fallo cinco, beber sin mi permiso.- Aferró la sábana en la que estaba envuelta ante ese tono que le helaba la sangre.- Fallo seis, volviste a hablar mucho más de la cuenta con León.- Miró de reojo sus manos de piel oscura.

- Eso es por el alcohol, Seúl, no la…

- ¡Es mía y yo impongo su normativa, Krum!- Apenas si pudo sostener ya las lágrimas, si seguía así le sacaría mil fallos, y le haría pagar cada uno de ellos. Lo sabía. Tembló.

- Tranquila pajarito.- Sintió la caricia de León en la cabeza.- A partir de ahí puedes olvidarte de recriminarle nada. Le di libertad absoluta, y aun así se portó de forma excepcional.- Se secó las lágrimas sintiéndose un poco más tranquila.

- ¿Lloraste ayer?- Le preguntó Seúl secamente. Asintió.- Falló entonces, no fue tan…

- Por ti, Seúl, porque te añoraba. ¿Verdad nenita?- Negó sollozando, no era por eso. Y asintió, en parte sí. Esa frase la recordaba perfectamente. Le pasaron un pañuelo.

- Esto es ridículo, déjala hablar ya.- Dijo Krum a su lado, apartándole el pelo de la cara y poniéndolo tras su oreja. Se secó la cara con ese pañuelo.- Porqué lloraste Rosi, díselo.

- Por lo que dijiste sobre las pujas, señor.- Se hizo un silencio hasta que le escuchó reír.

- Qué.- Eso no se lo habían contado y no lo había puesto en el diario.

- Que quien pague la Valoración final debe ser una persona que realmente desee la felicidad de la chica, Seúl.- Le contestó Ruth como echándoselo en cara.

- ¿Pensaste en mí entonces?- Asintió conteniéndose.- ¿Me añoraste?- Levantó la vista un instante a sus ojos fríos, a su gesto serio. Y asintió sollozando otra vez. El diario cayó sobre la mesa y escuchó que se levantaba.- Ven.- Miró atrás y salió tras él sin mirar atrás, siguiendo su paso rápido por el pasillo de habitaciones hasta una puerta que conocía, una roja. Se frenó en seco, pues era donde León castigaba a las que se portaban peor. Lo llamaba sesiones pero...- Entra Rosi.- Sollozó dando el primer paso hacia el interior oscuro de esa habitación sin querer mirar nada más que sus pies.

No tenía que decirle nada, siguió su normativa de la sala de castigos, una que no seguía desde hacía mucho tiempo. Meses. Se quitó la sábana que la envolvía sin ver apenas nada y se arrodilló sobre el suelo con las rodillas separadas, mirando abajo, intentando calmarse aun sabiendo que esa habitación no era la de pizarra. Pero igual de oscura y silenciosa. Escuchó la puerta tras ella y la única luz que había desapareció. Pasó un rato en esa posición mirando el suelo que sentía alfombrado bajo ella en la oscuridad hasta que volvió a oír la puerta y esta vez sí, sus pasos. Y la luz se encendió, haciéndola parpadear y ver el color de la alfombra bajo ella tan rojo como la puerta.

- De pie, Rosi. Eso no es necesario ahora mismo.- Se levantó, pero no la vista. Eso no. Pasó a su lado, y sus zapatos hicieron un ruido acolchado alejándose y otro ruido extraño que no supo atribuir a algo en concreto.- Ven.- Caminó hacia donde creía iba a encontrarle hasta ver que estaba sentado en un sofá, con una bolsa negra de basura al lado. Eso era lo que había oído antes.- Seis fallos en una sola noche.- La afirmación llegó sola. Sí.- ¿Te gustó desobedecerme, Rosi?- Pestañeó varias veces sin querer contestar en un principio, pero acabó por asentir.- Creías que no vendría, ¿verdad?- Sí, no lo creía en absoluto.- Cada vez que me necesites volaré donde haga falta.- Casi sollozó otra vez. Saliendo de él era casi romántico.- Igual que me tomaré el tiempo que haga falta para corregirte de la manera que considere.- Acalló el sollozo de inmediato. Era frío, no dejaba de serlo.- Póntelos.- Le tendió un paquete y al abrirlo vio unas medias de rejilla negras. Pero no eran completas, sino dos piezas que le llegaban  hasta la ingle casi.- Primero dime cómo estás, qué te duele ahora mismo.- Estaba tranquilo, pero a pesar de ese tono no podía obviar la sensación de no saber lo que iba a hacer.

- Tengo resaca, me duele la cabeza. El cuerpo me pesa y tengo mucha sed.- Vio que cruzaba las piernas y su mano haciendo un gesto para que se acercara.

- Ríndete mi Rosi.- Se puso en esa posición ante él, con las manos en la nuca, las piernas separadas. Y su mano fría encontró lo que debía. La excitación a la que su cuerpo con su sola presencia reaccionaba.- Bien. Repasemos tus errores y pongámosles su justo castigo. Tu resaca tendrá que esperar a que acabemos.- Sabía lo que tenía que hacer, no era el primer error que cometía estando con él o que le echaba en cara cuando volvía. Enumerarlos en voz alta, aceptar los fallos y luego sus castigos.

- He hablado más de la cuenta.- Dijo acordándose de su despedida en el coche, del avión y muchas otras. Ni siquiera sabía lo que le había dicho a León con exactitud, sólo sabía que le había hecho reír.

- Una semana de silencio absoluto a partir de mañana. Siguiente.- ¡Una semana! Si empezaba así…

- Bebí sin permiso.- Esa iba a ser la peor. Lo sabía perfectamente.

- Date la vuelta.- Aprovechó que estaba de espaldas para mirar esa habitación, completamente vacía hasta la puerta, de paredes de madera oscura.- Inclínate.- Se dobló por la cintura.- Bien. Esto no lo hemos hecho hasta ahora, Rosi, pero te lo has ganado. Te voy a etiquetar.- ¿¡Qué vas a hacer qué!?- Si quieres ser una alcohólica, atente a las consecuencias.- Notó un tacto frío en la nalga y otro en su ano sin poder evitar enervarse y temblar ante el planteamiento sin saber...- Chsss, calma Rosi. No dolerá, lo prometo cariño.-Efectivamente, no dolió, pero acababa de introducirle algo muy pequeño y frío dentro. Era incómodo.- No te atrevas a sacarlo hasta que yo lo ordene, ¿entendido?- Asintió.- Siguiente.- Sabía que había más, pero estaba con la mente totalmente dispersa sin poder concentrarse en otra cosa que en lo que tenía dentro, aun sin saber lo que era. Redondo seguro. Y frío, como él. Tembló.- Rosi...- Y sollozó.

- Lo siento, Seúl. Bebí porque no me gustaba él como Amo, no quería acordarme de ello después. Perdóname.- Susurró asustada y sintió desprevenida un tirón de lo que tenía en el ano que la dejó sin aliento, igual que el inesperado abrazo que la sentó encima suyo, estrechándola entre sus brazos.

- Tranquila cariño.- No podía estarlo. La estaba castigando y ese recuerdo, la habitación de pizarra…- Me añoraste entonces.- Asintió de inmediato y sintió los besos en su espalda como un calmante.- Mi Rosi, estoy tan enfadado…- Tenía la respiración agitada.- Te oí gemir con otro hombre, maldita sea. ¡Con Lauren!- Se levantó con ella de un impulso y dio media vuelta, haciéndole ver el resto de la habitación. Una cama gigantesca e iluminada con sábanas blancas a la que fue directo con ella en vilo.

En cuanto la soltó le dio media vuelta y su corazón se paró, igual que todo su cuerpo viendo lo que había colgado encima de esa cama. Miles de instrumentos de castigo distintos, nada comparado con ese cajón que había en su cuarto de Alemania, ni la mínima parte. Miró a Seúl sin aliento pero él ya estaba alcanzando unas esposas metálicas, poniéndoselas sin mirarla directamente, tirando de ella hasta dejarla sentada.

- ¿Te folló?- Asintió temerosa y vio que se tensaba.- ¿Te hizo daño?- Negó de inmediato.- Estabas excitada entonces, te excitó.- Le levantó la cara con su mano fría y sus ojos grises la paralizaron.- Cómo.- Rebuscó en su espongiforme memoria hasta dar con unos ojos azules, un hombre rubio sonriendo. No, ese era Eric. Unos labios rojos.

- No fue él, fue Ruth.- Susurró quedamente y él la miró pasmado.

- ¿¡Hiciste un trío!?- Joder, joder, joder…

- No…- Se mordió el labio mirando a otra parte. Eso tampoco lo había puesto en el diario por puro miedo.

- Su sumisa, ¿quién más?- De repente volvió a su mente otro momento, con Lauren entre sus piernas. Mierda…  ¿Cuál de las veces? Como digas eso te mata, ¿y si se entera por otro? Te aniquila. ¿Y si ya lo sabe y te está probando? Tragó despacio notando mucho más la sequedad en su boca.

- León me besó, me dijo que me daba libertad absoluta y luego no sé… Había mucha gente tocándome, Seúl, no me acuerdo de todos.- Y de lo que me acuerdo… no sería buena idea decírtelo ahora. Miró arriba y él le bajó la vista con la mano de nuevo.

- Inténtalo.- Le dijo entre dientes, con rabia.

- Krum.- Ese seguro.- Y su sumisa.- Dijo mientras se desabrochaba la camisa.

- Janet.- Se estaba quitando el cinturón.- ¿Más?- Asintió levemente.

- No sé los nombres.- Ni cuantos la tocaron la primera vez.- Eran muchos.- Demasiados para saberlo, para acordarse de un rostro en concreto. Pero de eso sí se acordaba perfectamente.- Luego le vomité encima.- ¿O fue antes? Dejó de quitarse los pantalones del traje y la miró atónito.

- ¿¡¡A Lauren!!?- Asintió y una sonrisa apareció en sus labios, pero desapareció tan rápido que apenas fue perceptible.-Dijiste mi nombre chillando Rosi, porqué.- Se le aceleró el pulso y miró sus manos esposadas. Ya estaba desnudo ante ella.

- Por…porque me corrí al oírte gritar el mío.- Lo dijo deprisa, y aun así su corazón no se frenó. Menos cuando de un tirón de esas esposas y su cintura la colgó de un enganche y lo ajustó hasta que sus pies tocaron de nuevo el colchón, separándose de ella.- Seúl…

- Chsss…- Esto tampoco lo habían hecho nunca, y por muy excitada que estuviera ahora mismo también tenía miedo viendo todo lo que había por encima de su cabeza y sus manos descolgar un látigo corto con muchas tiras.- Primero los castigos, luego los premios Rosi. Y te puedo asegurar que seré justo en ambos mi amor, tranquila.- Le rozó la mejilla, los labios.- Ahora silencio y no te muevas, ¿entendido?- Asintió con la respiración aceleradísima mirando sus pezones excitados subir y bajar al ritmo.

Notó que se bajaba de la cama y volvía a subirse, poniéndose tras ella. Escuchó como si abriera un cajón y otro movimiento de cama le dijo que se acercaba. Vio lo que ponía ante ella, esa pelota que ya habían usado en casa. Para que aprendiera a jadear sin gemir, decía. La cogió entre los dientes cuando la acercó a su boca, sabiendo que si la escupía fallaría. Lo siguiente fue una venda, otra cosa que habían usado ya y con lo que le quitó la visión por completo. Pero ese pellizco en sus pezones le dijo que aunque no lo habían usado aún, le estaba poniendo unas abrazaderas, unas que le sacaron los primeros jadeos suaves a través de la bola, sintiendo cómo se movía otra vez el colchón a sus pies. Las esposas de metal en sus muñecas dando ligeros tirones a cada movimiento, como las abrazaderas que fue notando cada vez menos cuanto más tiempo pasaba. Y ahora un roce en el hombro, seguro que con ese látigo, pues notó cada uno de los finos cabezales deslizarse hacia su espalda. Empezó a darle suavemente en un lado y otro del cuerpo. El hormigueo bajó lentamente hasta sus nalgas. Era agradable por ahora, pero la palabra castigo salida de Seúl no le permitía pensar en otra cosa.

- Creo que tenemos una conversación pendiente, Rosi. Empecemos por ahí.- Pues ella lo que se dice hablar…- ¿Te dolió que rompiera la foto?- Asintió cuando reaccionó a la pregunta que no se esperaba.- ¿Tanto como para odiarme?- Sí, ya lo creo.- Me dijiste que no sé querer a nadie, Rosi. Eso me dolió, mucho. Creía que lo estaba haciendo como debía, dándote un trato que no le he dado a nadie hasta ahora.- Empezó a respirar más deprisa ante esa declaración que no sabía ni esperaba de él.- Nunca vas a olvidar mi error, ¿verdad?- Negó.

Eso sería imposible. Esos dos meses de su vida en que había sido menos que una mascota para él la perseguirían siempre.

- Yo tampoco voy a olvidar los tuyos entonces Rosi, ¿eso quieres? ¿Qué nos guardemos rencor de por vida a cada fallo?- Se paralizó pensándolo sin dejar de sentir ese continuo cosquilleo en la base de la espalda. No. Acabó por negar.- Yo pagué por mi error como no te imaginas perdiéndote, y estaré a prueba años hasta que lo pague y ni siquiera entonces volveré a ser así contigo. ¿Es eso un justo castigo para mí?- Asintió. Si había algo que necesitaba oír era eso.- Dices que no te gustan mis regalos, que te  los hago para mi provecho personal.- Tragó despacio a ese tono que volvía a ser frío notando que la garganta se le resecaba más.- No me gustan los animales, Rosi, te lo puedo asegurar. Lo hice por ti.- Eso ya le había quedado claro. De Demonio se encargaban sólo ella y Sarah.- ¿Lo dijiste porque estabas enfadada?- Asintió recordando los primeros regalos.

Incluso Teufel por más que no le gustara a ninguno le había hecho compañía cuando él no estaba.

- ¿Me odias ahora mismo?- Su propia respiración recordando lo de la puja la delató antes de que le quitase la venda de los ojos mientras negaba, sollozando y mirándole a los ojos.- Mi Rosi…- Le rozó la mejilla con un guante aterciopelado blanco que se había puesto. Vio lo que le acercaba a la entrepierna. Un huevo de metal con un cordón, el cual le aceleró la respiración al sentir lo frío que estaba. Gélido. Miró sus ojos grises, su sonrisa y el gesto que le dedicaba ahora de ternura.- Chsss…- Le susurró al oído introduciéndolo en ella de un solo empujón con el que jadeó con fuerza. ¡Joder! Volvió a perderle de vista, pues se puso a su espalda.- Ahora tu justo castigo Rosi, por despreciarme de esa manera ante León y todos dejándote llevar por tu ira.

Notó de nuevo el cosquilleo y su mano enguantada en el vientre antes de un latigazo punzante y seco en la nalga izquierda al que se tensó y perdió el aliento, pero la mano en su estómago frenó el avance instintivo de su cuerpo.

- Por hablar sin permiso en el avión sabiendo que no debías.

Le miró a su espalda en el momento que volvía a darle de la misma manera en la otra nalga, y al esperárselo fue menos impactante pero igual de punzante.

- Será uno por fallo esta vez, tranquila.- ¿Y eso cuantos eran? Él había contado seis, y recibió otros dos de igual manera, notando el picor y después una corta pausa antes del siguiente.- Bien, muy bien Rosi.- ¿Pero no faltaban dos?- No has emitido un solo sonido.- Le dio un beso en la mejilla.- Ya puedes escupir la bola, cariño.- Lo hizo mientras él le soltaba las manos de las esposas metálicas, que le habían dejado una marca enrojecida en cada muñeca.- Tan sensible…- Le masajeó el hombro con ese guante, besándole el otro, la nuca. ¿¡Ya había acabado!? Pero si…- Ven.

Bajó de la cama sin que le quitase esas abrazaderas de los pezones, ni el huevo metálico de su interior, por lo que lo hizo despacio sintiéndose extrañamente embotada y no sólo por la resaca. No lo entendía, había sido más excitante que otra cosa. Y cada vez que daba un paso con las piernas algo más cerradas que de costumbre esas medias le rozaban toda la piel, acentuando cada sensación. Las nalgas ni siquiera era una molestia ahora pero…Vio que se hacía con la bolsa de basura que había traído y yendo directo a la puerta, saliendo desnudo. Se paralizó. ¿¡SALIR ASI!? Avanzó lentamente hasta la puerta hasta verle vaciar la bolsa en mitad del pasillo y el contenido le robó el aliento. Había traído los teclados, además de las piezas que salieron de la bolsa como una fuente de plastiquitos cuadrados y negros sobre el suelo alfombrado. Le miró atónita mientras llegaba a su lado, viendo que él se sentaba tranquilamente en el suelo como si nada. Se atrevió a mirar alrededor sin ver a nadie pero...

- Cuando los vuelvas a montar y deshagas tu error entraremos a por tu premio Rosi, hasta entonces estaremos aquí. Ven.- Señaló el suelo ante él con la mano enguantada de blanco. Se puso de rodillas ante las fichas y los tres teclados desmontados mirándole aún incrédula.- Empieza.- Miró el primer teclado que ponía ante ella y cogió algunas de las teclas pero… Le miró frotándose la sien y tragando despacio, notando que su garganta era un desierto.- Qué.- ¿Aparte de la resaca y que estaban en el pasillo desnudos?

- No… No sé montarlos, Seúl.- Murmuró y él sonrió levantándose, entrando a esa habitación y volviendo al rato, poniéndose a su espalda y dándole un vaso de agua.

- Lo sé cariño, pero vas a aprender a base de ensayo y error.- ¿Y eso cómo era? Se bebió todo el vaso de una sentada.- Pon una tecla.- Miró el montón y colocó las que sabía con seguridad. Hasta que cometió un error y sintió las consecuencias tanto en su vientre como en los pezones, que vibraron un instante. Se rió de su tensión y sintió ese guante deslizarse por su espalda.- Va a ser divertido, Rosi.- Y el tacto de algo frío en la entrada a su ano otra vez hizo que apretara las nalgas.- Chst, no nos olvidemos de la etiqueta, ese es un fallo muy grande.- Miró entre sus piernas cuando sintió el contacto en el muslo. ¡Le iba a colgar un cartelito! Uno vertical en el que ponía a ambos lados ‘’DE RESACA’’.- Eso te enseñará a no volver a beber sin mi permiso hasta perder el control.

Le introdujo lo que con seguridad era una bola de metal pequeña y le besó el hombro antes de levantarse y sentarse de nuevo ante ella sin que saliera de su asombro. Ahí estaban sus dos fallos restantes y consiguientes castigos. Y él parecía feliz, como si estuvieran jugando a las damas. ¡ESTABAN EN EL PASILLO JODER, Y TENÍA UN CARTEL ENTRE LAS PIERNAS QUE SALÍA DE SU CULO, POR NO HABLAR DEL HUEVO Y LAS ABRAZADERAS!

- Bien. Siguiente.- Dijo sonriendo mientras ella tragaba despacio, mirando con preocupación el pequeño mando que llevaba en la otra mano y que pulsó cuando volvió a equivocarse, haciendo que su cuerpo vibrara y ella apretara los dientes. Iba a ser un ensayo muy largo, con muchos errores. Y cada vez había más gente observándoles de lejos, murmurando.

Tantos que llegó un momento en el que tuvo que optar por no volver a mirar alrededor, sólo las fichas y ese teclado numérico que fue rellenando. Las letras, faltaban la mayoría y sólo había empezado con el primero. Además esas medias eran incómodas para estar de rodillas, se le iba a quedar la marca seguro y él lo sabía. Para cuando comenzó con el segundo tenía la respiración tan acelerada y estaba tan sumamente excitada por las continuas vibraciones cada vez más intensas que se tomó un momento para calmarse, para intentar obviar que estaban rodeados de gente. Que le quedaba otro teclado y Seúl acababa de guardar el primero en la bolsa sin permitirle copiarlo. Que ese desgraciado de Lauren se acababa de sentar a observar su castigo a carcajadas con Vanesa en sus brazos, ambos desnudos aún. ¡Mierda de melenas!

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