11 de Junio de 2010

Lo tenía demasiado cerca, no podía dejar que la cogiese. Ni muerta. Giró con rapidez cuando vio la oportunidad centrándose en ese dolor muscular en sus piernas, que iban lo más aprisa que podían por ese pasillo alfombrado. Pero aún no conseguía dejarle atrás, ni cuando volvió a girar yendo a parar a uno de esos salones. ¡¡NO!! ¡No había salida! Se dio la vuelta a mitad de la sala con la respiración superficial de la carrera, viéndole cerrar las puertas tras él con una mirada que la paralizó un instante. Sólo uno, pues buscó cualquier elemento en esa habitación que le pudiera servir mientras se alejaba de él. ¡¡Sólo había cojines joder!! Y una lámpara encendida en una de las mesas que no dudó en intentar estamparle. No le dio, pero la pared donde se estrelló empezó a arder por el aceite que contenía, alcanzando las telas vaporosas que colgaban alrededor con rapidez. Ni así detuvo su paso hacia ella un solo instante. Cuando no tuvo más espacio tras ella saltó a uno de los sofás, viendo que las llamas a su izquierda no le permitirían tomar ese camino. Se acercaba. ¡No! Hizo el amago de ir a la derecha y vio todo su cuerpo dirigirse en esa dirección como la única posible. Pero ella fue por la izquierda y saltó a través de las llamas cerrando los ojos, cubriéndose y corriendo directa a la puerta. No podía permitir que la alcanzase bajo ningún concepto. Lo que no tuvo en cuenta fue la puerta, la cual había cerrado a cal y canto sin saber cómo. Intentó girar el picaporte, tirar, empujar con rapidez viendo que se le echaba encima. Hasta que su risa tras ella hizo que se volviera. Ya no podía escapar a ningún sitio.

- ¡¡NO ME TOQUES!!- La punzada de rabia esta vez fue demasiado fuerte y apretó los dientes mirándole fijamente.

Era tan parecido… Pero su mirada tan fría como cálida la mano que le aferró del brazo, tirando de ella. Y a pesar de luchar contra él como pudo la acabó tumbando en el suelo poniéndole la zancadilla, sujetándola bocabajo con los brazos a la espalda como si la estuviera deteniendo un policía. Uno del infierno en el que estaban y al que gritó de todo sintiendo cada palabra dolerle en lo más profundo del nudo. No era como su padre, él jamás le habría hecho daño, ni sujetado con esa fuerza contra el suelo. Ni enrollado en una alfombra.

- ¡¡Qué haces, suéltame tarado!!- No podía moverse mientras le daba vueltas, dejándola hecha un gusano rígido dentro de esa tela que le llegaba desde el cuello a las rodillas, subiéndola a su hombro. Chilló, pataleó como buenamente pudo.

Pero su paso no se frenó, viendo el fuego crecer y alejarse saliendo de esa habitación con el dolor aplastado bajo su propio peso. Lo intentó de todas las maneras habidas y por haber, retorciéndose, con lo que sólo conseguía presionar el nudo, el dolor. Como cada vez que gritaba y le insultaba mientras él avanzaba por los pasillos a zancadas, atravesando habitaciones hasta que se frenó en una habitación que conocía. Y no era la principal, donde creía que la estaba llevando, sino los baños. Giró con ella al hombro aún de forma brusca sacándole otro chillido, y volvió a hacerlo sobre el mismo sitio.

- Mierda.- Le escuchó mascullar. Hablaba su idioma.

- ¡Suéltame ya! ¡No sabes ni dónde estamos, idiota!- Volvió a girarse en redondo y vio algunas mujeres ante ella.- ¡Eh!- La observaban y se reían.- ¡¡HACED ALGO, JODER, ESTÁ LOCO!!- Volvió a girarse y empezó a decirles algo, escuchando sus voces. Otro giro, pero esta vez fue de nuevo a zancadas viéndolas correr despavoridas.- ¡¡EH!!

- ¡¡CÁLLATE!!- La estaba dejando en el suelo, y su mirada azul se clavó en ella. Cuando vio lo que tenía en la mano y escuchó el ruido ya era demasiado tarde para intentar apartarse.

Recibió el primer chorro de agua fría directamente en la cara y chilló de nuevo apartando la cara, tosiendo. Pero la tenía sujeta contra la pared, no podía hacer ningún movimiento mientras la apuntaba directamente con la alcachofa de la ducha, recordando esa sensación como si fuera ayer. Alumno de su madre, resonó en su mente. Era el mismo castigo, y su dolor aumentó haciéndola chillar. Pero no se detuvo, colocó el chorro por encima suya y notó el frío calarla completamente.

- ¡No, basta!- No podía contenerlo, pararlo.- ¡¡Basta ya!!- Cerró los ojos intentando aislarse, pero el dolor no se lo permitía. La anclaba a esa ducha, a su mirada gélida observándola fijamente, impidiéndole esquivar el chorro de agua que ya la había calado por entero haciéndola tiritar, convulsionar.- Agh.- Apretó los dientes con fuerza ante la siguiente punzada haciendo el único movimiento que se podía permitir cuando notó que la soltaba, cayendo de rodillas con el nudo ahogando su pensamiento.

- Suéltalo y pararé.-  La volvió a poner en pie, empezando a desenrollarla. Intentó salir, correr, luchar contra él para escapar. Contra el nudo ya en su garganta. Pero acabó de rodillas de nuevo bajo el frío con los brazos a la espalda.- ¡Sácalo!- Su cuerpo convulsionó ante la orden ronca que le dio dolorosamente, haciendo salir al nudo junto a la cena hacia el desagüe, vaciándola por entero.- Bien, nena. Calma.- Sollozó a sus palabras y al cambio inmediato de la temperatura del agua. Las mismas palabras, el mismo castigo. La misma recompensa. Se encogió un instante limpiándose la boca, notando que caía.- Ahora vas a obedecer en silencio y te vas a disculpar con tu rey, vamos.- La puso en pie pero sus piernas no la sostuvieron.

- No…- La sujetó contra él a pesar de que intentó apartarle, y ambos se metieron bajo la ducha que volvió a ponerse fría en cuanto la soltó, sosteniéndola por los brazos. Se revolvió. No había acabado.- ¡Basta!- La punzada volvió a ella robándole el aliento.

- ¡Silencio he dicho!- Ya no tenía nada que sacar, ¿por qué continuaba? ¿por qué? Sollozó intentando liberarse de él, del dolor.- ¿Quieres que pare?- Asintió chillando a ese dolor que aumentaba sin frenos. Sin posible liberación.- Discúlpate.- Negó, y sus manos la recorrieron quitándole cada adorno, cada joya y prenda hasta dejarla desnuda por completo.- ¡Discúlpate!

- ¡¡¡¡NO!!!!- Gritó de puro dolor hasta que la sacó de ahí, avanzando con ella ni quiso mirar por donde a zancadas, tiritando y con el palpitante dolor del nudo que no desaparecía. Que no lo haría.- Tu reina.- La soltaba, y alguien la recogía. La abrazó contra sí haciéndole sentir el calor de su cuerpo al que se aferró tiritando.

- Bendito Alá, pero qué has hecho Freixas.- Sollozó una vez más cuando el nudo empezó a disiparse. Estaba con él otra vez, y la aferró con fuerza cubriéndola con su cuerpo.

- Discúlpate con tu rey.- Se encogió ante esa fría orden que la hizo sollozar de nuevo.

- Mi Hafsa, ¿lo sientes?- Lloró y asintió. – Mi hermosa niña…- Cada caricia y beso en su sien la calmó aun sin quererlo.- ¿Te duele ahora?- Negó a la nada, derrotada.

- Ya he hecho mi trabajo. Ahora dame el derecho.- No podía abrir los ojos y no quería hacerlo. Que desapareciera. Que se fuera.

- Cada noche que ella venga a mí, Eric.- Notó cada músculo de su cuerpo destensarse entre el calor corporal con el que la envolvía. Caía, no podía aguantar más.

- Hecho. Dónde está mi pequeña.- Cayó.