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N&B;: Diario, Rosalie W. (6)

en Confesiones

No lo sé de 2010, espero. Alemania.

No era la primera vez que fallaba después de esa noche. Que cometía un error y volvía a dormir sola en esa habitación. Pero esta vez había sido demasiado duro el castigo y, sobre todo, la cantidad de horas en soledad sin siquiera los libros de palabras como entretenimiento. Sólo su cesta, como él la llamaba. Una cama para perros gigante, rosa, con su nombre bordado en blanco en un corazón de peluche. Hecha un ovillo en esa nueva cama que habían cambiado por el sofá en la sala de pizarra oscura soñó con salir. Con el calor que la envolvía cuando lo hacía bien, con sus besos en el cuello y el tacto de esas manos normalmente frías en su cuerpo cálido hasta que ella le calentaba lentamente. Pero había fallado. Sólo un segundo de espera, sólo una palabra mal dicha y todo volvía a ser frío. Solitario.

Pero si lo hacía bien las siguientes veces iba cambiando de lugar para dormir. La primera noche que lo hiciese todo bien, dormía en una especie de sofá bajo de color gris en la sala de suelo negro contigua a la de pizarra. La siguiente pasaba a una butaca blanca y redonda colocada en una sala azul, con cojines y pieles para taparse, suaves. Y ese había sido su error, pretender quedarse ahí sin él, que era el paso siguiente. Había vuelto a la habitación de pizarra y en vez de su cama de mascota rosa con el corazón donde ponía su nombre había un adusto sofá blanco, duro e incómodo, con un cojín marrón que no llegaba a los tres centímetros de grosor. Fue una noche, si es que era de noche, larga. Dolorosa. Pero lo hizo bien el día siguiente, muy bien, tanto que el Amo la besó. Y esperó volver a su cama de agua, a estar abrazada por él y sentir sus besos en el cuello, en la espalda. Pero mientras gateaba tras él por esa casa sólo veía que seguían avanzando hasta que se paró y ella se arrodilló con la vista baja. No le mires, nunca. No si no te lo pide. No la cagues ahora. Quieta, sé buena. Sé buena y dormirás con él.

- Arriba, Rosi querida. Te voy a presentar.- Avanzó hacia donde estaban sus pies y se puso de rodillas sobre ese asiento bajo de diseño acolchado. Ya no tenía que llevar vendas en las rodillas, se habían curado, pero aún le molestaba la piel de las nalgas por haberse negado a avanzar cuando quisieron llevarla de vuelta a la habitación de pizarra oscura. La mano del Amo se internó entre sus piernas.- Bien, muy bien.- Ya ni siquiera era consciente de las reacciones de su cuerpo. Él sólo había aprendido a que con sólo oír su voz debía responder.- Adelante.- No se movió, no hizo gestos ni por supuesto dijo nada cuando una segunda mano enorme y de piel oscura la tocó. Ni siquiera se tensó cuando la recorrió con los dedos.- ¿Y bien?

- Rosalie, mírame.- Lo hizo, viendo el rostro de ese árabe con el pelo recogido en una coleta que la observaba, serio.- Esto no es lo que hablamos, Seúl.- Se apartó de ella y bajó la mirada de inmediato al suelo.- Te has excedido, esta chiquilla está traumatizada por completo. No pienso dejar que seas Amo del nuevo PRE de mi Valeria si no aprendes a controlar tus tendencias. Que hayas pagado tu deuda no significa que tu tratamiento haya terminado.- Le tocaba la cabeza, acariciándole la cara lentamente.- ¿Sabes qué hora es Rosi?- Negó sin mirarle, fija en sus mocasines negros.- ¿Y en qué día estamos? - Volvió a negar en silencio. -¿Mes, año?- No, nada.

- No volverá contigo hasta que sepas apreciar su valía, Seúl.- Un ronco murmullo se acercó a ella.- Será tu esposa, no tu perra.- Pero no iba andando, sino en una silla de ruedas.- Ven cariño, nos vamos. Moona, ropa para las dos. Volvemos a Francia.- No se movió, no se atrevía, pero sus lágrimas salieron solas ante esa perspectiva que de repente la sacaba de ahí. De esa mujer a la que se atrevió a mirar y sus ojos rasgados que la observaban con lástima.- Calma nena, ven conmigo. Yo te cuidaré mejor que él.

Su Amo no la miraba, hablaba con el árabe en susurros. Y no lo dudó, se levantó y se dejó coger por esa mujer que la esperaba con los brazos abiertos sentada en la silla de ruedas. En cuanto la abrazó contra ella no pudo sostenerlo. Lloró hundiendo la cara en su cuello mientras ella le acariciaba el pelo.

- Ssssh… calma mi niña, tranquila, estoy aquí contigo. Sssh…- La cubrían, la arropaban. Pero no dejó de abrazar a esa mujer un sólo instante.

- ¡Ayudarla, Prodochev, no aniquilar su alma! ¡¡Mírala!!- Se encogió aún más cuando sintió que se movían.- La recuperarás cuando la merezcas y hagas honor a lo que mi reina te enseñó.- Se la llevaban de verdad, y no movió un dedo por si cambiaban de opinión.- Mientras olvídate de ella y nuestro trato.- Sólo la abrazó envuelta en pieles, y sin que pudiera aún creerlo notó un roce en el cuello y vio ante ella ese collar.

- Tíralo cielo.- Se lo puso en la mano y a pesar de que fuese una orden no se atrevió a obedecerla.- Vamos, tíralo, tú no mereces esto.- Era verdad, no lo merecía. Miró atrás a ese hombre, a su Amo. Sus ojos grises que la veían marcharse. Y se lo tiró con fuerza, con una rabia que creía agotada pero que se liberó de su opresiva cárcel con la orden susurrada de esa mujer de ojos rasgados. De Valeria. Su Ama.- Bien nena, eso es. Ahora duerme, vamos, descansa mi pequeña. Debes estar agotada.- Asintió entre lágrimas.

La acurrucó contra ella y esta vez no tardó en obedecer envuelta en ese calor.  No le fue difícil, pues sentía que ese peso que la anclaba al suelo había desaparecido, y durmió profundamente despertando en ocasiones contadas durante el trayecto en avión sin que esa mujer la soltara, sin que dejara de acariciarle la cabeza, la cara. No hablaba, no decía nada, simplemente estaba ahí, la sustentaba y abrazaba contra ella. No necesitaba más para sentirse a salvo, para volver a sumirse en un profundo sueño del que no despertó hasta que sintió calor. Uno muy distinto con el que la envolvían. Estaba en una bañera, rodeada de mujeres con pañuelo en la cabeza que le hablaban. No las entendía, pero le daba igual. Cada vez que bajaba la vista le levantaban la cara, cada vez que lloraba la consolaban. Se sentía tan protegida, tan a gusto que a punto estuvo de quedarse dormida de nuevo en los brazos de esa mujer anciana que le sonreía con unos dientes torcidos. Y su mirada… Era la vieja de esa fotografía que había visto. La misma que no dejaba de hablarle mientras la secaba, como el resto de mujeres, que le secaba las lágrimas cuando vio que la estaban vistiendo. Ropa, le estaban poniendo un vestido blanco, unos zapatos, dándole de comer pudiendo usar cubiertos, de beber sin pedir nada a cambio. Ninguna palabra, nada de arrodillarse ni gemir, se lo daban porque sí. No la dejaron sola ni un segundo, acompañándola paso a paso hasta una habitación donde ya la esperaba esa mujer. Valeria. Estaba dormida, incluso cuando le indicaron que se tumbara a su lado no se despertó. Se quedó mirando su rostro sentándose sin saber muy bien qué hacer ahora, observando esa habitación tan extraña y colorida de rosa y dorado, pieles de leopardo, alfombras moradas. La cama estaba centrada en la habitación, con un dosel rosa de flecos dorados como una carpa redonda. Llamativo era un término que abriría los ojos con pasmo ante esa habitación tan hortera y a la vez lujosa. Parecía…

- Horrible, ¿verdad?- El susurro ronco a su lado le bajó la mirada y la puso de rodillas de inmediato con el pulso acelerado.- No vuelvas a hacer eso, cariño. No mientras estés conmigo. Ven.- Le hizo un gesto para que se tumbara con ella y aún dudosa lo hizo, apoyando la cabeza en su hombro.- El viaje ha sido agotador para mí, ¿podrías traerme  lo que hay en el escritorio?- Asintió y gateó por…- De pie nena, eres una persona.- Sin pensar en la razón que tenía fue a por lo que le había pedido. Sólo había una cosa en ese escritorio. Una carpeta negra.- Ayúdame a incorporarme, pon los almohadones detrás.- Lo hizo y notó la poca fuerza que su cuerpo tenía con el ceño fruncido, en silencio.- Puedes hablar cielo, dime.- Miró su leve sonrisa.

- ¿Estás enferma Ama?- Su gesto cambió, se entristeció mientras le acariciaba la cara.

- Sí cariño, me muero. Pero antes voy a darles trabajo para el resto de sus vidas y tú me ayudarás. ¿Quieres?- Asintió de inmediato, impactada ante esa realidad.- Escribe lo que te vaya diciendo, y nunca le digas a nadie lo que te he mandado escribir. Ni a quién.- Asintió de nuevo.- Empezaremos por una lista de peticiones, entonces.

Escribió lo que parecía el catálogo de una inmobiliaria, con detalles sobre lo que debía tener cada baño, habitación y sala. Gimnasio, piscina interior y exterior, jacuzzis, librería, sala de informática, de reuniones, de música, de juegos, cine, espacios abiertos. Y las localizaciones de estas supuestas casas. Sur de Inglaterra, sur de España, sur de Francia, costa de Italia, costa de marruecos. Siempre en primera línea de playa, ya fuese Portugal como Japón o Brasil. Todas y cada una de las cuales debían tener un sistema de seguridad fiable, lujos de toda clase, sistemas de vigilancia…

- ¿Añadirías algo más a la casa de tus sueños Rosi?- ¿Ella? Miró esa enorme lista.

- Cuadras.- Susurró apenas sin voz, pues sabía lo que pasaba cuando pedías algo, pero ella rió quedamente.

- Sí mi amor. Buena idea. Pon lo que quieras.- Y le fue diciendo lo que escribía. Sala de baile, sala de esgrima, equipamiento de salto ecuestre, de doma…- Añade. Diez salas de castigos según intensidad.- Se le aceleró la respiración.- Serán necesarias, nena, lo entenderás. Pero el tuyo ha sido desmesurado, estás asustada, ¿verdad?- Asintió frenando el llanto.- No nena, si quieres llorar, llora.- Dejó esa lista a un lado y se abrazó a esa mujer sollozando.- Mi pequeño consentido ha sido duro contigo. Demasiado.- Se refería a Seúl, a su Amo. No, ya no lo era.- Él era poco mayor que tú cuando lo encontré. Un muchacho con un talento excepcional para las ciencias, la tecnología, sin medios para lograr sus fines más que los chantajes y maldades. Y su pasión por la perfección, la enfocaba de una manera…- La escuchó reír quedamente.- Se ha vuelto tan poderoso que su oscuridad ha vuelto a consumirle. Cambiará, te lo aseguro.- Le acarició la cara, llevándose las lágrimas.- Te quiere, y él lucha por lo que quiere hasta su último recurso, hasta la máxima perfección. Pero si lo hace de la forma que no debe te perderá, me aseguraré de ello. Tranquila.- Asintió sin entenderlo del todo, ni querer hacerlo ahora.- Vamos, faltan muchas cosas que escribir.- Tomó de nuevo ese boli y la carpeta en sus manos, pasando las páginas escritas.- Día, 05 de Abril de 2010, Francia.- Se quedó impactada hasta que ella le acarició la cara.-Título. Pequeña delfín.

Escribió acerca de un pequeño ángel caído, del frío que su alma tenía aún sin sanar mientras intentaba hacer caso omiso a esa voz en grito en su mente. ¡¡Dos meses!! Escribió acerca de música para leones. De que buscase una canción que ayudase a su salvación, su meta. Otra carta, ahora para unas princesas, a la que adjuntó una fotografía donde se la veía a ella sonriendo, una imagen que en nada tenía que ver con la actual, diciéndoles lo fuertes que estaban siendo. Que no las defraudase ahora. Conocía mucha gente, pues bostezó a la sexta carta sin entender nada sobre delfines, leones, princesas, demonios, pajaritos… Hasta que le dijo que escribiese una ella. A quien quisiera. Y sin tener que pensarlo puso a quién quería, al único que deseaba ver después de tanto sufrimiento, contarle lo que había sucedido en ese apartamento del infierno perdido en el tiempo. Y escribió durante horas a su chico, a Dominic.

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