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N&B;: Diario, Rosalie W. (13)

en Erotismo y Amor

12 de Junio de 2010, Francia (Aveyron)

Puso la última tecla negra, la G, ya temblorosa, sudando, respirando agitadamente por su último error que había durado segundos y la había dejado al borde del orgasmo a pesar de la presencia silenciosa de toda esa gente. Los mismos que aplaudieron y vitorearon su logro entre risas ayudándola a levantarse. Pero en cuanto la soltaron las piernas no le respondieron y volvieron a cogerla entre risas. Llevaba tanto tiempo de rodillas, tantos fallos que no pudo ni enfadarse al ver la sonrisa del melenas, que no se había apartado de ahí un solo instante. Y como todos cada vez que fallaba había dicho ohhh, o había aplaudido y reído a los aciertos cuando eran seguidos. Le odiaba, le…

- Se acabó mi Rosi, bien hecho.- El frío y su voz la rodearon.- Uh, quemas.- La cogió entre carcajadas en brazos sacándola de ese grupo de gente a zancadas, directo a la puerta roja.- Joder Rosi, estás temblando.-Puedo asegurar que no de frío, pensó escuchando los vítores del gentío, de esos Amos y Amas cotillas hasta que Seúl cerró tras él.- ¿Ha sido demasiado duro?- No dejaba de caminar.- Dime.- No sabía qué contestar aparte de lo que le llevaba rondando la mente todo ese largo rato.

- Vergonzoso.- Consiguió murmurar mientras la recostaba en la cama. Estaba realmente vencida, derrotada de tal manera que ni siquiera ver esos instrumentos encima de su cabeza la inmutó ahora.

- ¿Te ha gustado?- Frunció el ceño un instante, pero acabó por asentir a pesar de todo lo que había pasado haciéndole reír.-  Meine dame…- Notó sus manos mucho más frías que de costumbre quitándole las medias de rejilla, acariciándola.

Estaba muy, muy excitada, y tener que controlar los gemidos había sido sumamente difícil. Quizá más que no matar al melenas cuando había dicho algo sobre que Seúl le debía un condón. Pero con lo que Seúl le había contestado diciéndole que se lo enviaría junto a unos pantalones que no olieran a vómito y un peluquero a punto estuvo de reír, como el resto.

- Me encanta tu piel cariño, eres tan tierna por fuera…-Se acercó a ella besándole cada rodilla, la cintura, separando sus piernas.- Gott...- Le escuchó reír ya con los ojos cerrados ante la calma que suponía estar tumbada de una maldita vez y sola con él, en silencio. Hasta que sintió que ese huevo que había mantenido en su interior salía de un tirón y se permitió gemir esta vez. Para él sí.- Mmm, está ardiendo.- Miró el huevo de metal que secaba con la sábana y sujetaba entre sus manos con una amplia sonrisa, la misma que dirigió directamente a su sexo.- Como tú.- Tiró del segundo cordón con ese maldito mensaje, su etiqueta, y volvió a gemir con más fuerza. ¡JODER!- No puedes más, ¿eh?

- Ahh…- Se tensó notando la vibración en sus pezones a la vez que su boca se solapaba a su más que húmeda entrepierna. Pero empezó a desesperar cuando todo volvió a parar.- Por favor…- A punto estuvo de sollozarlo sabiendo que esperaría hasta el último instante para terminar de vencerla por completo en todos los sentidos. De enloquecerla hasta que no fuese consciente de nada más que de él, del placer.

- Resiste un poco más, cielito. Lo estás haciendo maravillosamente bien hoy.- Tenía todo el cuerpo alerta sin poder mover un solo músculo, concentrada por completo en cualquier roce. Como el que volvió a sentir en su clítoris junto a la vibración en sus pezones, mucho más intensa.

- ¡Ahhh!- Volvió a parar de inmediato y su cuerpo continuó en tensión unos segundos más antes de sacarle un lastimero quejido.- Seúl…- Apenas podía respirar con normalidad, mucho menos cuando sintió que la penetraba de un solo impulso.- ¡AH!

- Chsss…-Le tenía dentro, encima, rodeándola. Besándola.- Déjame sentir todo tu placer.- Tomó sus manos como siempre hacía, mirándola fijamente con sus ojos grises rodeados de pelo negro. -Dámelo Rosi.-Las abrazaderas vibraron a su máxima intensidad de nuevo y se movió bruscamente otra vez, topando de golpe con su fin.

- ¡AHHHA AHHH!- Se quedó sin aire con el que gritar, tensando cada músculo sobre el colchón y bajo su peso, levantándole por la fuerza de esa sensación que al fin estallaba de una forma tan brutal que por primera vez le escuchó gemir a él antes de perder completamente el sentido, como siempre.

Cuando despertó aún estaba abrazado a ella, pegado como una lapa a su cuerpo. Se movió lo mínimo para ver que ya no estaban en esa habitación, sino en una de las normales con ventanales, viendo que era de noche aún y la penumbra les rodeaba. Pero no podía moverse más ni aunque quisiera, la tenía tan aferrada con brazos y piernas entre las mantas que apenas podía girar la cabeza. Mierda…

- Seúl.- No era para nada cómodo, se asfixiaba de calor y necesitaba ir al baño.- ¡Seúl!

- Rosi…- Suspiró al darse cuenta de que seguía dormido y empezó a culebrear para salir de ese agobiante abrazo como buenamente pudo.- Qué pasa.- Ahora sí que estaba despierto, y volvió a atraparla contra él con fuerza.-Dónde ibas.- Siempre igual joder.

- Me hago pis.- Aparte de tener un hambre…- Y quiero comer, ducharme…- Le escuchó reír y se arrepintió de inmediato.- ¡Me gustaría!- Dijo aprisa.- Me gustaría comer, por favor.- No le veía, pero seguro sonreía. Se movió un instante y vio una pequeña luz.

- Callada.- Puso mala cara ahora que no la veía. No se iba a olvidar de esa semana de silencio a pesar de todo pero se levantaba, y escuchó sus pasos en la oscuridad hasta que encendió la luz de la habitación contigua. Un baño.- Adelante.

Salió de las mantas aprisa y entró en el momento que él se metía en la ducha. Escuchó el sonido del agua a presión y no tuvo que pensar siquiera en lo fría que estaría ahora mismo, rezando por que cuando acabase y le tocara entrar le cambiara la temperatura. Y para su sorpresa fue así, con el nuevo variante de que se quedó a un lado, mirándola mientras se enjabonaba y aclaraba. Pero antes de que saliera la atrapó contra su cuerpo y la pared, sin saber qué estaba más frío. No podía decir nada, ni un murmullo, y no lo hizo ni cuando le cogió las manos sabiendo lo que eso significaba. ¿Otra vez? Ya era raro. Además en la ducha nunca…

- Cuando quieras ir al baño, levantarás la mano derecha.- Le susurró al oído derecho.- Y la izquierda cuando tengas hambre.- Murmuró cambiando de oreja, la cual mordió levemente.- No falles.- Clavó su mirada gris en ella con seriedad.- Debes ser un ejemplo para una reina rebelde.- Eso no lo entendió en absoluto. Ya empezamos con las incoherencia.- Pero primero te voy a hacer mía aquí, ahora.- Abrió los ojos con pasmo al acordarse y negó.- Qué.- Abrió la boca pero él negó chasqueando la lengua. Se soltó de sus manos y con gestos le dijo que se había olvidado de la pastilla anticonceptiva.- Eso es un fallo muy grande Rosi.- ¡Si no había sido ni posible mear hasta ahora joder! Le miró fijamente y dio un pisotón, el único gesto que le permitía estando en silencio para quejarse. Se quitó su reloj y sin creer lo que hacía ahora se lo puso a ella.- Cuando suene.- Dijo mientras lo toqueteaba con rabia.- Dejarás lo que estés haciendo, sea lo que sea, y la tomarás. ¿Entendido?- Si.

Abrió el grifo del agua fría, haciendo que se encogiera contra la pared apretando los dientes, y se metió varios segundos antes de salir cogiendo una toalla sin mirar atrás. Tenía que seguirle, lo sabía, así que se secó aprisa en el mismo baño y salió cuando él terminaba de vestirse, viendo que como de costumbre había dejado cada prenda, incluido las suyas, perfectamente colocadas en las butacas cerca de la mesa, donde le señaló una bandeja con fruta. No le había señalado la ropa, así que no se vistió hasta que terminó de comer, poniéndose un ajustado vestido negro de tirantas y nada más, mirando ese reloj en su muñeca que marcaba las 7,13 de la mañana. Ya estaba amaneciendo, y se quedó un rato en silencio mientras él llamaba por teléfono, yendo de un lado a otro de la habitación.

- Voy a estar fuera.- Le miró de soslayo cuando salió del baño. Qué novedad.- Pero cuando vuelva me quedaré un mes.- Observó sus movimientos por la habitación pasmada. Eso sí que era una novedad. ¡Un mes!- Le darás esto a la reina como bienvenida.- Señaló una bolsa, la cual estaba poniendo sobre él. ¿Un regalo suyo para esa borde? ¿¡Por qué!?- No tendrás Amo ahora, Rosi, por lo que seguirás mi normativa únicamente si León no impone otra.- Su tono cambió en cuanto lo dijo sin mirarla siquiera.- Haz caso a Sarah por encima de ninguna otra.- Sacó de la bolsa un paquete y le hizo un gesto de que se acercara.

La miró de arriba abajo mientras caminaba hacia él. Se dio la vuelta como le indicaba, escuchando que abría ese paquete él mismo. Sin moverse pudo ver lo que le ponía al cuello, el collar de diamantes y plata con una medalla pequeña en forma de corazón. Joder, ¿y esto?

- Espero que esto no pienses que es para mí, Rosi.- Tuvo que reírse aunque no emitiese sonido alguno.- Bien, ahora cámbiate.- Le señaló una bolsa cerca del armario.- León va a permitir que lleves mis caprichos por ahora, no voy a dejar que esos buitres te coman con los ojos.- Le besó el hombro y andó hacia esa bolsa sabiendo lo qué habría dentro.- Mucho cuidado con fallar.- Miró a la puerta. Se iba.- Y más con Lauren.- Cerró.

Ni beso, ni adiós. Siempre igual. Suspiró sacando la lencería, poniéndola en el ar… En cuanto lo abrió vio los vestidos de gala que había en su cuarto de Alemania. Para ocasiones especiales, decía él, pero aún no había llevado ninguno de ellos. Ni la mayoría de tacones que ahora estaban ahí ya colocados. Joder… Le había traído hasta los juguetes a Teufel. Sonrió.

- Rosi.- Dio un repullo mirando atrás. Pero si… Empezó a mirar toda la habitación hasta dar con ella, con la cámara que la vigilaba.- Ich liebe dich.- Se paralizó al escucharlo sabiendo lo que significaba perfectamente aunque no lo hubiera aprendido con él.

No podía contestarle aunque quisiera, y con el corazón acelerado cogió lo primero que vio en esa bolsa, unos tacones y se metió en el baño. Se miró en ese espejo, con el collar que le acababa de dar, su reloj, las mejillas enrojecidas y sin creer aún que acabara de decirle que la quería. Dio dos pasos hacia su reflejo mirando ese corazón de plata. Y dio los más fijándose en la inscripción que había puesto en él bufando. ¡Es que siempre igual!

MIA

S. Prodochev

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