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N&B;: Diario, Rosalie W. (14)

en Dominación

La Reina rebelde

Salió de la habitación tras Sarah dejando ese collar en el baño después de horas esperando que fuesen por ella. Que se olvidara, no pensaba llevarlo. Aun así se había puesto uno de los conjuntos completos de lencería color salmón, con medias incluidas de encaje blanco. Y una blusa trasparente, una con la que se podía ver su sujetador blanco pero al menos la cubría algo más. Llevó consigo esa bolsa con el regalo para la reina. Para esa chica rubia, la copia malvada de Valeria. Continuó con la vista baja siguiendo sus pasos por los pasillos alfombrados.

- Eh, mira quién está aquí.- Sarah se frenó y ella también. Vio unos pies descalzos acercarse a ella.- Bonito conjunto, ¿lo rompemos ya?- Risas. No era uno solo, eran varias personas las que estaban a su alrededor.

- El señor Guennouni le permite llevarlo, señor Brown.- Sarah salió en su defensa.

- Yo no veo que su amo esté por aquí, encanto.- Ese era el melenas. Se tensó mirando alrededor, sabiendo que estaba a su espalda.- Vente Rosi, disfrutemos un ratito.- ¡Una mierda asqueroso!

- Tiene otros quehaceres.- Sarah cogió su mano.- Con permiso.- Tiró de ella y continuaron andando. Sólo después de bajar las escaleras hacia la primera planta volvió a hablarle.- ¿No te dio Seúl su regalo?- Asintió. Sí pero…- Idiota. Póntelo la próxima vez o no te dejarán en paz. Ahora no tienes Amo, Rosi, el collar es un recordatorio para esos buitres de que eres suya.- Abrió los ojos con pasmo. No lo había pensado así ni por asomo.- Entra y coge a Teufel, vamos a ver qué hacemos con esta reina. Lleva incomunicada desde que llegó.- No le extrañaba nada.

Se metió en la habitación donde los más pequeños jugaban, vigilados por algunas de las mujeres de León. Jamima la persiguió en cuanto la vio, parloteando sobre lo bueno que era Demonio, lo bien que se había portado. Pero en cuanto quiso salir de la habitación empezó a llorar. No quería separarse de él.

- Tohfa, ¿te importa? Quizá le venga bien.- Sarah cogió a Jamima en brazos.- Vienes pero si te portas bien con la reina, nenita. Está enfadada, así que si grita, haz un puchero.- La niña asintió sonriendo. Era una futura actriz, se le daba de perlas llorar sin motivo. Le volvió a dar a Teufel y las siguió escaleras abajo hasta los sótanos. Hasta un pasillo largo que no conocía con una puerta al fondo.- Mírame Rosi.- Lo hizo, viendo su desnudez parcial, como todas las mujeres de León siempre que estuvieran en casa.- Es tu turno de educar. Seúl y León te van a dar la oportunidad de demostrar lo que has aprendido, de ser tú la que le demuestre cómo comportarse.- Entendió entonces la frase de Seúl. Ella iba a dar ejemplo a esa chica inglesa, la nueva reina, como Moona había hecho con ella.- Si quieres salir, aprieta el botón del comunicador. León estará observando.- Asintió incrédula y Sarah la llevó hacia la puerta, quitándole la bolsa.- No creo que ahora sea el momento. Cuando lo merezca.- Cogió la mano de Jamima y le abrió la puerta.- Si hace daño a la niña…- Ella misma negó. No dejaría que eso pasase.

Se adentró en la habitación viendo el desastre. Ala… Había roto cosas contra la pared, destrozado cojines. Se había hecho un parapeto en una esquina de la habitación con ellos, ni siquiera se la veía. Vio el orinal en la puerta y la comida sin tocar en una bandeja y apartó a Jamima a un lado con Teufel. La niña miraba la habitación con la boca abierta y no era para menos. Ni siquiera ese chucho había llegado a hacer un destrozo similar. Miró los papeles rotos por todas partes y cogió uno de ellos. ¡¡Había destruido las normas de León!! ¿¡Y cómo se suponía que iba a sacarla de ese montón de cojines sin hablar!? Miró los cristales tocándose la garganta y negando por si no les quedaba claro que no podía.

- Mi reina.- Escuchó la voz de León a través de los altavoces.- Mi amor, mira quién…

- ¡¡Déjame en paz, cabrón!!- Miró a esos cojines pasmada y escuchó el inmediato sollozo de Jamima tras ella. El ladrido agudo del cachorro, enervado, que quería ir con ella y Jamima se lo impedía.- Quién mierda eres tú.- No sabía ni desde qué punto de esos cojines la estaría mirando pero menos mal que no podía contestarle. Le hizo un gesto para que saliera de una puta vez.- Ni muerta niñata, largaos.- ¿¡Niñata!? Fue hacia los cojines y empezó a quitarlos de en medio a tirones hasta verla.-¡¡Qué…!!- Le tapó la boca dándole un cabezazo por la fuerza contra la pared, mirándola fijamente y señalando a Jamima y su puchero, haciéndole un gesto de silencio. Calladita, coño.

Se apartó de ella sin mirarla. No pensaba recoger toda esa porquería, así que miró al espejo donde sabía que la estaban observando y pidió una escoba o algo. No tardaron en traérsela, como tampoco Jamima tardó en ponerse a jugar con el perro corriendo descalza por esa habitación. ¡¡Te vas a cortar!! La cogió en brazos sin que la chavala esa se moviera, encogida y mirándola con odio cuando le intentó dar la escoba y le señaló el estropicio, los pies de Jamima y al perro. Límpialo, loca.

- Hazlo tú, ¿no eres la chacha?- ¿¡¡¡Chacha!!!? ¡¡La mato!! Dio un paso hacia ella escoba en mano hasta que escuchó el tremendo rugido de su estómago y le vio en la cara el dolor. Se paralizó. Lo mismo que Valeria, la misma… Medio sonrió al saber lo que tenía que hacer. Ella se lo había contado, cómo León consiguió dominarla con la comida, su punto débil y el de su dolor.- Lárgate, qué mierda miras.- La ignoró y fue directa a por la bandeja de comida. Aún no había almorzado, y se sentó a ello con Jamima en sus piernas y Teufel pidiendo.- Eh… Eso es mío.- Le señaló el estropicio y le lanzó la escoba a mitad de la sala señalándose el reloj y el plato. Cinco minutos o me lo acabo. Sonrió masticando el pinchito de carne especiada, ya fría.- Cabrona de mierda…

- ¿Está rico? Lo ha hecho la abuela.- Sonrió a Jamima. Sí, Samira cocinaba de miedo, además tenía un hambre aún…- ¿Le damos a la reina?- Negó en rotundo.

Ni se había movido, que se jodiera. Miró el reloj. Dos minutos le quedaban y ya llevaba más de medio plato. Empezó a darle a Teufel cuando escuchó ese rugido otra vez, tirándole el trozo de carne cerca de los cojines por el lado donde no había nada roto.

- Puta de mierda…- Se levantaba, y le tiró un cojín que a punto estuvo de darle a Jamima. ¡¡Se acabó!! Le dio al interfono con la niña en brazos y no se olvidó del plato de comida. Que se jodiera, ella solita se lo había…- Te olvidas al chucho, pava.- Había cogido a Teufel, y dejó salir a Jamima con el plato por la puerta antes de ir directa a por ella.- La comida o lo estampo.- Le sacaba una cabeza o más pero ni siquiera se lo planteó. Le cruzó la cara, cogió a Teufel y salió por la puerta haciéndole un corte de mangas sin mirarla, dándole una patada al orinal.

Eso no era una reina ni era nada. Era una niñata asquerosa, una maleducada con mala leche. Fue pasillo adelante buscando a Sarah y se quedó esperándola hasta que escuchó los pasos a su espalda y vio a León ir hacia ella hecho una furia. Bajó la mirada de inmediato con el pulso acelerado aún del cabreo.

- León, espera.- Se quedó quieta con Jamima cogida de la mano, oculta tras ella.

- ¡Eso no es lo que debías hacer, Rosi!- Se plantó ante ella y Jamima chilló.

- Mira esto, luego la castigarás.- Se alejaba, se iba.- Sarah, lleva a Jamima con su madre ahora mismo. Tú, ven.- Caminó tras esa voz femenina que no reconoció y que tiraba de ella por el brazo hasta una de las salas de observación.- Mira.- Se frenó en seco y no supo si se lo decía a ella hasta que le levantó la cara y vio a través del espejo esa sala.

La imbécil tenía la escoba en la mano, y estaba barriendo todo ese destrozo dirigiéndolo a la puerta con rabia. ¿Pretendía quedarse ahí? Escuchó sus quejas, sus insultos seguramente dirigidos a ella, pero barría. Exigía comida por hacerlo y volvía a su parapeto de cojines bajo los cristales. Se quedó en silencio mirando a León de soslayo. Le había cruzado la cara a su reina.

- Rosi, toma.- Cogió lo que la mujer le daba. Papeles.- Si consigues que se esté calladita y mire al suelo sin destrozar nada le daremos de comer.- ¿¡Qué!? Pues que se esperaran sentados.- ¿Te parece bien, León?- Él hizo un gesto con la mano sin mirarla siquiera. La mujer le dio la vuelta y vio su cara.- Me ha encantado, ricura, pero procura ser más educada.- Pelo negro liso y largo, ojos rasgados. Japonesa, casi tan alta como ella y una expresión seria con la que le estudiaba cada reacción.- Baja la mirada ahora mismo y vuelve ahí.- Lo hizo con esos papeles en mano cogiendo el boli que le daba.

Sólo cuando estuvo en el pasillo se atrevió a mirar los folios en blanco que le había dado, seguramente para comunicarse con ella. Mierda, tenía que volver a entrar. Tomó aire mientras ponía lo que debía hacer en los folios. Lo básico era suficiente y seguramente imposible. No se iba a callar esa bocaza, eso seguro. Estaba loca. No tenía idea de lo que podía llegar a pasarle si seguía así, si… Se quedó paralizada en el momento que se dio cuenta. Ella no había sido muy distinta, y recordó sus primeros días en la habitación de pizarra donde seguramente había parecido incluso más loca que ella sin nada que romper, ni atreverse a ello por las consecuencias que traían después. Volvió a esa habitación cuando terminó de escribir lo que necesitaba. Esa era la única manera que conocía de hacerlo. Quitarle todo, no darle opción.

- Chiquitina, eres un lince.- Le dijo la mujer a la que le había tendido el papel.- León, qué opinas.- No se movió, no levantó la mirada de esa falda de traje y tacones ante ella.- Vete a comer, te lo has ganado. Después ven.- Asintió.

- Después vendrás desnuda.- Dijo León antes de que saliera.- Volverás a estar vestida cuando ella salga del aislamiento. Mearás si ella mea, comerás si ella come sin vomitar. Largo.- Ni siquiera se planteó mirar atrás a pesar del tono que León acababa de usar con ella por más que le doliese. No volvería a pegarle a su reina, eso no debía hacerlo. Acababa de poner a León en su contra.

Fue a comer con ese papel y el boli en la mano, y sin poder hablar con nadie ni tener ganas ahora mismo por mucho que viese a Teufel perseguirla por la casa volvió a bajar al sótano cuando hubo terminado y se desnudó antes de entrar en la habitación donde León seguía charlando con esa mujer en japonés. Esperó hasta que alguien le quitó la ropa de las manos.

- Cada noche Freixas. Tú o yo, y por su bien y el tuyo Rosi, saldrá de ahí en tres días como máximo o lo pagarás tú.- ¿¡Pero y yo qué culpa tengo joder!?- Entra ya.- Fue directa a esa puerta y nada más entrar la vio, encogida, chorreando en una esquina bajo los espejos, llorando. Desnuda y sin nada más en la habitación que ellas.

Se acercó lentamente y se sentó delante de ella. Ni siquiera la miró cuando puso ante ella los papeles que había estado garabateando con palabras en inglés para que le quedara bien claro lo que debía hacer. Silencio, mirar abajo y obedecer a León. A su Amo. Era simple ahora que lo veía desde el otro lado, pero viéndola ahí encogida y temblando suspiró. No iba a ser tan fácil.

Adelantó una mano y la tocó. Estaba helada, y en cuando sintió el roce levantó la vista y se la quedó mirando con otra cara totalmente diferente. Parecía asustada incluso. Mucho tenía que dolerle para estar así de callada, de encogida. Le señaló el primer papel y añadió lo que equivalía. Si estaba callada, le darían comida cuando levantara la mano izquierda. Si mantenía la vista baja, le traerían el orinal si levantaba la derecha. Si obedecía las órdenes, saldría de ahí. Añadió lo que acababa de oír sin que ella dejase de mirar lo que ponía, lo que acababa de escuchar. Dibujó tres lunas, el máximo de tiempo que tenía. Tres duchas, seguramente de donde acababa de salir con ese profesor, Eric. O tres leones, su única opción si quería que acabase ya la tortura. Al menos su Amo no le exigiría la perfección absoluta de una sumisa para dejarla salir de ahí. Tenía suerte y ni siquiera sabía cuanta. Suspiró profundamente.

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