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N&B;: Diario, Rosalie W. (8)

en Erotismo y Amor

Mayo de 2010, Alemania (Residencia Prodochev)

El cambio era evidente. Pero ni siquiera habían esperado al funeral de Valeria para marcharse de Aveyron. Ni había vuelto a ver a León desde la mañana de su muerte. Miró a Sarah a su lado, la única que ahora la acompañaba en la casa. Según ella, para asegurarse de que Seúl cumplía su parte del trato. No hablaron durante el vuelo, simplemente se dedicó a arreglar el estropicio que Seúl había hecho en esas cartas sin querer pensar en nada más. La única cosa que había cogido de esa habitación antes de marcharse ambos, después de su primera vez. De... Cerró los ojos y respiró profundo apretando los dientes. Se había ido, ahora estaban solas en esa casa. Aunque ni siquiera había vuelto a ver a Seúl desde que llegaran del vuelo hacía días, metida en esa habitación con Sarah. Esa habitación blanca con ventana, salida al jardín trasero y que daba directamente a una sala con ordenadores donde ahora estaban.

- ¿Puedo ayudarte?- Ni la miró, sólo negó. Ya le había dicho que no cinco veces.- Son muchas, Rosi. Déjame que...

- ¡He dicho que no!- Negó. No, no quería llorar. Más no. Tenía que ser fuerte.- Es cosa mía, Sarah.- Lo había prometido. Continuó uniendo partes y completando de nuevo los textos en otra página, mirando su foto. Una de esas copias que ya había enviado el mes anterior. Era lo único que había quedado intacto. La última imagen suya. Sonriendo.

- Puedo escanearla si quieres.- Se quedó mirando esa fotografía un instante. Asintió con un sollozo, sabiendo que tenía que enviarla, como cada carta. Y no volver a nombrarla jamás.- Vamos, vamos… - Cada vez que pasaba, que se venía abajo, ella la consolaba. La sacó de esa sala de ordenadores y la metió directamente en la cama, quitándole las zapatillas. Porque ahora tenía ropa, un armario con vestidos blancos y chaquetas. Calcetines esponjosos, ropa interior… Blanco, todo blanco como la habitación, como la colcha de plumas y las almohadas.- Te prepararé algo de cenar y mañana podrás seguir, ¿de acuerdo, querida?- Asintió de nuevo mientras la arropaba. Estaba exhausta, se sentía débil por dentro. Por fuera. Agotada mentalmente como para pensar en otra cosa, la única que la sacaba de ese estado aparte de las cartas y dormir.

- Sarah.- Dio la vuelta antes de salir por la puerta.- ¿Dónde está?- Sonrió.

- Volverá Rosi. Pronto estará contigo. - Se abrazó a la almohada enfadada.- Descansa. Necesitáis empezar de nuevo y eso requiere paciencia. - Y cerró la puerta, con lo que automáticamente la luz bajó de intensidad y se puso la música gracias a la programación de ese cacharro en el cabecero que no terminaba de manejar. Ópera, siempre ópera. Suspiró mirando la cámara en esa esquina de la habitación y se quedó dormida antes de que Sarah volviera con la cena.

Ya había pasado otra semana y seguía sin volver. Envió doce cartas más, las que hablaban de pajaritos en Brasil para la Dama de la Rosa. Las que hablaban de música para demonios, para la Pequeña Delfín. Las que hablaban de ángeles caídos para la Pequeña Tímida. Y en todas ellas las mismas palabras. Ámala, no la requieras. Hazla reír, no llorar. Ayúdala. Suspiró cuando Sarah salió de la habitación en busca de algo caliente para merendar. Pero esta vez le picó la curiosidad. Llevaban solas más de dos semanas en una casa que apenas conocía, y por los pocos ratos en los que había salido al jardín había visto la inmensidad del edificio, de arquitectura moderna y por lo que pudo apreciar, al menos tres pisos de altura. Las vistas daban a la montaña, situados en mitad de un valle. Ni siquiera sabía exactamente de dónde, pero era hermoso. Tranquilo. Apartado del mundo. Siguió los pasillos de losa blanca pasando por la puerta a ese baño que ya conocía. Lo más lejos que había ido sola dentro de la casa. Y continuó a paso lento observando cada detalle, completamente sola pero rodeada de un silencio tan calmante... Pasillos exteriores, interiores, salones, cocinas, comedores, salas vacías con la mínima decoración, sofás, plantas… Se perdió. Y ni siquiera había un solo ruido en toda la casa más que el de sus pies con esos calcetines esponjosos que apenas hacían una diferencia en la solemne tumba de silencio. Una enorme y fría.

Intentó volver por donde había venido hasta que vio una escalera extraña, una que daba a un piso inferior con suelo de madera. No lo dudó, y bajó a ver intentando no resbalar con esos calcetines. Un salón con un enorme ventanal, habitaciones con camas de matrimonio, al menos vio tres antes de llegar a otro salón, a otra sala de ordenadores. Otro salón con unas escaleras de caracol que subían y subían pasando por el piso de suelo blanco hasta un altillo, de madera otra vez. Y la vista de ese ventanal en forma de casa la dejó pasmada. Se acercó lentamente esquivando la mesa baja, los pufs, la tele y sillones hasta ese cristal que mostraba un paisaje precioso a la altura a la que ahora se encontraba. Ala…

- ¡Rosi!- Escuchó una voz lejana. ¿Sarah?- ¿¡Dónde estás!?- No, no era Sarah. Su corazón se aceleró, incapaz de responderle.- ¡¡Rosi!!- Se pegó a la ventana con la respiración resonando en ese silencio, hasta que escuchó los pasos.- ¡¡¡ROSALIE!!!- Si era débil…

- ¡¡Estoy aquí arriba!!- Se la comería. Era lo que Sarah le repetía cada día. Los pasos sonaron por esa escalera hasta que vio su pelo negro, con el flequillo tapándole la mirada gris que clavaba en ella. Vestido con un traje claro y mocasines negros. Se detuvo al final de la escalera mirándola atentamente.

- Creía que…- ¿Qué me había ido? ¿¡A dónde joder!? Miró ese inmenso paisaje sin una sola casa alrededor. Pero el sonido de sus pasos volvió a centrar su atención donde debía.- He traído algo conmigo.- Se acercaba, no dejaba de hacerlo con esa mirada anclada en ella, la cual no apartó un instante de él. Como Sarah le había dicho, sino la consideraría rendida.- Estás…- Le rozó la mejilla y se le aceleró la respiración notablemente.- Ya veo…- Sonrió.- Me temo que no me refiero a eso. Mira, te estás quedando helada aquí.- Le rozó el brazo que ya tenía la piel de gallina con su mano fría antes de quitarse la chaqueta, poniéndosela. Abrazándola contra él con lentitud.- Mi Rosi, me temes.- Negó. No, no después de… Negó.- Háblame.- Se tensó.

- Has tardado.- Dijo en Alemán, idioma que seguía aprendiendo cada día, solo que de otra manera más humana. Y él rió abrazándola con más fuerza.- Esta casa…- No sabía decirlo. Continuó en francés.- Es un maldito laberinto, me he perdido.- Intentó alejarse pero no se lo permitió.

- Chst.- Y se quedó en silencio mientras le levantaba la cara hacia su mirada con una mano helada, como siempre.- Primero las normas, después las quejas.- ¿Normas de qué?- Pero antes que nada, mi bienvenida.- Se agachó, la cogió en vilo por la cintura y la besó aferrando su cuello, sintiendo su lengua perfilada contra sus labios, los cuales abrió para recibirle, acogiendo su cuello con ambas manos.-No Rosi, no.- La soltó en el suelo. ¿¡Cómo que no!?- Ahora no, ven.- Y se fue a paso rápido, bajando las escaleras a zancadas. ¡¡Qué mierda…!!

- ¡Eh!- Andó tras sus pasos enfurecida. ¡Como que no! Vio su figura desaparecer por el final de ese salón.- ¡Llevo aquí sola semanas, joder!- Si no quería nada que no la besara así, la provocaba, la… Se paralizó viendo lo que tenía en las manos.- ¿¡Un chucho!?

- Mascota.- Dijo en alemán sonriente, acercándose con ese cachorro negro y marrón cogido por el pescuezo. Se cruzó de brazos negando y bufando.-Qué.

- No me gustan.- Frunció el ceño un instante. Pero volvió a sonreír.

- Ahora sí.- Lo acercó tan deprisa que no tuvo otra que cogerlo. Y el maldito perro comenzó a darle lametazos en la cara mientras Seúl se agachaba a por una bolsa negra que había junto a su trasportín.

- Agh.- Dejó al perro en el suelo y se limpió la cara.- Qué asco.- Le miró con rencor mientras se reía observándola, pues el cachorro no tuvo otra que jugar con sus pies. Y cuanto más se movía, peor.- ¡Quita!- Se subió al sofá más cercano, donde no llegaba a alcanzarla.- ¡Odio a los perros, son unos plastas!- Se volvió a limpiar la cara con asco, pensando en lo que se habría lamido antes ese bicho.

- Norma uno. Acepta lo que te digo, doy y ordeno. Y punto. Sea lo que sea.- Le miró de reojo ante ese tono serio y frío. Se cabreaba rápido, y ya le había dicho Sarah que en cuanto lo notase no tentara su suerte con él. Miró a ese bicho peludo recorrer la alfombra bufando lentamente. Y medio sonrió al verlo, no pudo callarse.

- Norma dos. Eso lo limpias tú.- Se acababa de cagar. Seúl se acercó de dos zancadas mascullando algo y cogiendo al perro del pescuezo, mirándolo de cerca y fijamente.

- Teufel…- Empezaba a caerle mejor el chucho, fíjate.- ¡Sarah!- En cuanto la mujer de pelo rizado y ojos oscuros llegó y le quitó al perro de las manos le señaló la mierda. Y asintió mirándola a ella de reojo, sonriendo un instante.- Rosi.- Volvía a desaparecer por la puerta. ¿Pretendía que le siguiera como ese perro?

Sarah le hizo una señal con la cabeza. Pues sí, era precisamente así. Se ajustó esa enorme chaqueta sobre sus hombros con un suspiro. Andaba deprisa y sus piernas eran largas, por lo que nunca terminaba de alcanzarle cuando daba la vuelta a cada pasillo, atravesando salones por ese suelo de madera. Y muy rápido no podía ir con esos calcetines, se iba a matar. Ni tampoco tenía por qué ir deprisa por… Sí. Tenía. Obedécele y será bueno, decía Sarah. En algún punto de esa casa estaba esa habitación de pizarra, lo sabía, y el sólo recuerdo de ese momento le aceleró el paso. Hasta que al girar la esquina por la que le había visto irse la atrapó y chilló del susto, dejando de sentir el suelo de madera a sus pies.

- Norma dos.- Le susurró al oído, donde su corazón palpitaba como loco.- Silencio Rosi, y las quejas por escrito.-Empezó a caminar con ella hasta una de las habitaciones que ya había visto antes, con la cama baja de matrimonio y la colcha morada y rosa.- Tuya.

Se giró y caminó en línea recta a zancadas hasta otra habitación de pared negra y blanca pasando por una puerta en la que no se detuvo, yendo derecho hacia la cama, dejándola caer en ella quitándole su chaqueta y el vestido que llevaba, empujándola sobre el colchón. ¡Joder!

- Mía.- Con el pulso más que acelerado miró hacia atrás. Estaba en bragas, ni siquiera se había puesto sujetador hoy.- Mi Rosi.- Sin quitarle esa mirada de encima, con la que la recorría, sonrió cogiendo la bolsa negra que había llevado con ellos, dándosela.- Siento haberte dejado sola, tenía asuntos.- ¿Asuntos?- Ya estoy aquí.- Se incorporó lentamente cogiendo la bolsa.- Adelante.- Miró el interior completamente lleno de paquetes y puso la bolsa de parapeto encima de sus muslos empezando a sacarlos.

El primero ya la dejó con la boca abierta. Lencería. ¡Le había comprado lencería! Le quitó el paquete y la bolsa negra de las manos al igual que los calcetines de los pies, y lentamente le bajó las bragas blancas que llevaba poniéndole una de las cosas que le había comprado poniéndola de rodillas. Un tanga de encaje.

- Siguiente.- Cogió otro paquete de la bolsa, impactada aún.- Una cajita que contenía una pulsera con el detalle de una rosa unida a un anillo, la cual le puso de inmediato junto con un collar de perlas. ¡Perlas! ¡Joder!- Más.- Le esquivó la mirada fija en ella con una sonrisa cogiendo otro. ¿Un pareo? ¿Una bata de encaje?

- Es…- ¡Parecía un traje de novia porno! Su risa cuando se levantó para que se lo pusiera la hizo sonreír. El cambio era brutal.- Mola.- Esto sí eran regalos de verdad. Nada de peluches, vestiditos de niña buena ni zapatillas de animalitos. Cogió otro sin que se lo dijera, el último. Una caja grande.

- Espera.- Le miró un instante, viendo que llevaba la mano a la parte inferior de la caja y sonaba un clic.- Ahora.- Y cuando abrió la caja, la cual estaba iluminada por dentro, vio los zapatos de tacón más bonitos que había visto en su vida.

- Ala…- Cogió la caja y se arrodilló ante ella, besando su rodilla, poniéndole el primer zapato despacio.

- Meine Dame.- Le miró fijamente, de la misma manera que la miraba él, con la respiración acelerada.- Norma tres. En casa, así.- Asintió y le sacó una sonrisa de medio lado mientras su mirada se dirigía a su entrepierna. Y sólo con eso le hizo encoger el estómago.- Hmm… Más.- La sentó en la cama para ponerle el otro, levantando su pierna hasta besarle la planta del pie.- Siempre tan calentita.- Y tú tan frío, como las manos que ahora le ponían el otro zapato sujetando su tobillo.-Dilo.- No lo olvidó.

- Danke, Eigner.- Su sonrisa desapareció. Y negó echándose sobre ella. ¡Joder!

- No. Ahora mismo no.- La besó, pero ni siquiera fue un segundo.- Norma cuatro mi Rosi. Vas a aprender a ser educada, una mujer obediente, perfecta. Mi mujer. En lo bueno y en lo malo.- ¿Obediente y perfecta? ¿Y lo bueno?- Ven.- Esta vez tiró de ella con su mano fría hasta un baño cercano al que fue a duras penas derecha por esos tacones, los primeros de su vida, poniéndola ante un espejo en el que ni siquiera se reconoció. Se quedó mirándose con la boca abierta. ¡¡JODER!!- ¿Y bien?

- Danke, Seúl.- Las palabras salieron, pero ella no de su asombro. Una mujer, eso era lo que parecía. Una adulta. Vio su mirada en el espejo recorrerla por entero, pero…

- Qué.- Negó esquivándole la mirada y la giró levantándole la barbilla.- Qué.- Tenía frío, la verdad, pero no sólo por la bata que no dejaba espacio a la imaginación.

- ¿No dormimos juntos?- Un cuarto para ella, otro para él. ¿Por qué? Eso no lo entendía, para nada. Sarah decía que... La besó de improviso y casi perdió el equilibrio con los tacones hasta que la sujetó contra él. Y ahora sí le rozó la lengua, los labios, besándola profundamente varios segundos.

- Norma cinco. Si lo mereces, seré tuyo. Si lo mereces, serás mía.- ¿Merecerlo cómo?- Y ahora desnúdate y deja esto en tu habitación, quiero un baño con mi dama antes de cenar.- Fue directo hacia la bañera que había allí, abriendo el grifo y sentándose en una silla cercana.

Salió del baño sin que la mirase, sin mirarle, viendo el suelo blanco y las paredes de madera hasta comenzar a andar. No sólo era frío al tacto, tenía algunas reacciones que en nada tenían que ver con León. El único hombre con el que le podía comparar que mereciera la pena. Llegó a esa habitación, la suya, yendo hacia el armario. Y cuando lo abrió viendo la cantidad de vestidos, tacones, ropa interior como la que llevaba y más provocativa aún, sobre todo negra abrió cada cajón hasta que llegó al último. Este no tenía ropa, sino todo el tipo de cosas sobre una tela de seda roja, cosas que se encontrarían en un sex-shop. En uno sumamente excitante, pues con sólo ver todo eso que ya había visto antes por web se le aceleró la respiración. Mordazas, pinzas, collares, látigos cortos de muchas puntas…De cuero. Todo. ¡JOOODER!

- Norma seis.- Se dio media vuelta sin aire viéndole en la puerta, desnudo y empalmado.- Obedecer de inmediato.- Caminó hacia ella paso a paso y no pudo más. Bajó la mirada al suelo.- Bien. Perfecta posición, me encanta.- Le tenía a escasos centímetros de ella y sólo podía ver ese miembro apuntándola mientras sus manos le quitaban la bata sin que se moviera. El tanga, la pulsera y los tacones. Pero las perlas no.- Hoy lo mereces.- Cerró ese cajón de un golpe con el pie.- Ven.- Tomó ese collar y sin tirar de él más de lo necesario empezó a seguir sus pasos hacia el baño.

La hizo entrar tras él, pero en cuanto puso un pie en el agua lo retiró. Estaba hirviendo, y probó otra vez lentamente mientras él se sentaba y la observaba sonriente. ¡Qué insensible es! Le costó mucho meter el otro pie, y más ir bajando apoyada en los bordes con las manos hasta quedarse de rodillas con el agua al nivel del ombligo. A cada ligero movimiento quemaba.

- Ven.- Levantó la mirada a la suya, a una particularmente divertida. Y de rodillas avanzó dos pasos hacia él, que le cogió el largo collar de perlas y tiró de uno de los lados acortando el otro.- Abre la boca, Rosi.- Lo hizo cuando supo lo que se proponía, haciendo que sujetara la parte corta del collar con los labios. Vio que encogía las piernas y el movimiento con los pies juntos estirándolas otra vez entre las suyas, acercándola a él por las nalgas, con lo que chilló un instante.- Chst… Callada y paro.- Tiró un poco más del collar ajustándolo a las comisuras de su boca. Como una rienda, pensó por un instante.

Pero dejó de pensar en cuanto tomó en su boca uno de sus pezones y lo mordió levemente. Cuando obligó a su cadera a bajar hasta que sus sexos se encontraron en ese infierno de bañera mientras besaba su cuello, mientras lo mordía empujándola hacia abajo con sus manos hasta clavarse en ella profundamente, sacándole un gemido entre perlas. Salió lentamente de ella, muy poco a poco pero no hasta el final. Y volvió a bajar su cadera de un brusco tirón que sintió más hondo aún. Otra vez salía despacio, otra vez se hundía en ella de esa forma haciendo que gimiera con el collar en la boca, tirando de él mientras la besaba o mordía ligeramente por todas partes. Más cuando volvía a penetrarla con fuerza. Ni siquiera llegaron a un final cuando él salió de la bañera y se sentó en la silla de al lado, observándola fijamente ahí arrodillada, con las perlas aún en la boca y la respiración agitada. Sonriendo a su excitación.

- Sal.- Lo hizo yendo hacia él, que le tendió una esponja.-Enjabónate.- Y le vio hacer lo mismo sin entender muy bien lo que estaban haciendo.- Después de la cena seguimos, ahora a la ducha.- Se levantó de ese asiento y le observó pasmada. ¿¡Qué dices!? Escupió el collar con el bufido, yendo tras él hacia esa ducha que mantenía abierta para que entrara.- Has gemido ocho veces, ¿cierto?- Miró el gesto que tenía llevando la mano a esa ingente cantidad de botones en la pared y se encogió de hombros. ¡Y yo que sé!- Dije callada, Rosi.- Cerró la puerta de cristal y el primer chorro de agua fría en el abdomen la pilló desprevenida, por lo que chilló de la impresión dando un brinco, mirándole anonadada.- Eins.- El segundo le hizo reír y a ella chillar otra vez, pues le dio por la espalda y no tuvo otra que esconderse tras él.- Zwei.- Esta vez la atacó desde abajo y acabó por abrazarse a su cuerpo, ambos resbaladizos por el jabón.- Drei.- Dijo a carcajadas dándose la vuelta.- ¿Más?

- ¡No, ya vale!- Lo vio de reojo, ese movimiento de su mano sin dejar de reír dándole a un botón más grande que los demás. Y todos los chorros habidos y por haber los atacaron a ambos desde todos los ángulos, solo que él reía y ella chillaba.- ¡¡SEÚL!!

La rodeó con un brazo tocando otro grifo, tornando lentamente el agua helada en caliente, acariciándole la cabeza. ¡Temblaba de frío, joder! Sus manos le recorrieron la espalda sin que ella se separase un solo centímetro de su cuerpo, notando sus lentas caricias y el agua cálida ahora calmándola, haciendo que cerrara los ojos y suspirara un instante.

- Mi Rosi.- Levantó la mirada a la suya. Otra vez esa mirada que le prometía placer. Pero ya no se fiaba un puto pelo. Le miró desconfiada aún sin soltarle.- ¿Me temes ya?- Le acarició la cara y negó en rotundo.

- Me cabreas, ¿a qué ha venido eso?- La amplia sonrisa que le mostró mientras se inclinaba a besarla la terminó de descolocar.- Si me haces gemir no puedes pretender que...- La besó otra vez, acallando sus quejas, sonriendo aún. No entendía a ese hombre. Absolutamente nada.  

- Sólo gemirás para mí entonces. ¿Queda claro?- Ni siquiera le dejó asentir, o negar. O hablar. La besó aferrándola contra él con fuerza antes de cerrar los grifos y salir de esa ducha sin mirar atrás.- A cenar.- Pateó el suelo con la respiración agitada cuando fue capaz de reaccionar, excitada y otra vez insatisfecha. ¡Mierda ya! ¡¡No te entiendo!!

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