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en Confesiones

08 de Enero de 2010, Francia (Le Rosey)

Pero no lo fue. Ni un solo murmullo escuchó al respecto de esas que la seguían a todas partes. Lo que sí escuchó fue el semejante cabreo de Meredit Wheel porque esa ‘rata roja’ seguía en su casa. Sonrió de oreja a oreja de camino al salón de actos. Hasta que le vio allí, mirándola fijamente desde el estrado de profesores. Lo ignoró como llevaba planeando todos esos días y fue directa a por ella.

- Dicen que tiene los ojos de tu padre.- Se giró hacia ella con su melena larga y negra ex-copia de la suya, mirándola con odio mientras el resto se reía de su comentario.

- ¿Has dejado que el tuyo te cortara el pelo o ha sido una de sus putas?- Y se rieron más aún. Pero sonrió, sabiendo lo mucho que podía fastidiarla con el comentario.

 - Oh, joder, ya creía que no ibas a mencionarle.- Frunció el ceño y más rió.- ¿Te lo come bien zorra?- Las carcajadas fueron tantas a su alrededor que provocaron lo que quería.

Vio cómo se levantaba y salía del salón de actos sin que las risas cesaran. No mejor que yo, eso lo llevas claro Mer. Le molestaba horrores que se lo recordara, lo mucho que la hacía gemir cuando quedaban a solas. Ya le dolía el estómago de tanto reír mientras escuchaba al inútil presentar el curso. Así llamaría al nuevo caballo que le había regalado, inútil. En su honor. No pensaba montar a ningún otro, sólo a su pequeña bestia, Dominic. Llevaba seis años con él y nunca le fallaba, siempre hacía todo a la perfección. Y fue a verle en cuanto esa charla interminable acabó con los aplausos, seguida de sus admiradoras. Tenían el día libre así que lo pasaría allí. Con su chico. Estaba convencida de que más de una acabaría cortándose el pelo como ella esa misma semana, sobretodo esas dos gemelas que habían entrado en Le Rosey ese año y que desde hacía dos meses eran su sombra. Idénticas, pero sus personalidades eran como el día y la noche. Si quería hacerse valer iba a ir a por la tímida, así la otra caería igualmente. La valiente. Podían ser iguales pero esa era un reto.

- Susan, ¿quieres un inútil en tu vida?- La gemela se escondió tras su hermana, que la miró con odio.- Vamos, es mi nuevo caballo. Te lo regalo.- Y el gesto de ambas cambió.

- ¿Así por las buenas?- Murmuró Vivian y se encogió de hombros.- ¿Qué tiene que hacer exactamente?- Algo fácil, era débil. O no, espera. Mejor la valiente.

- Consigue que despidan al profesor de alemán y es tuyo.- Sabía que eran huérfanas, como tantas otras, no tenían un puto duro. Pero la valiente sonrió a su proposición.

- Sólo si te lo ligas antes.- Y lo pensó. Había pasado de ella incluso desnuda y no le interesaban una mierda los hombres, eran idiotas. Ese era el rumor más grave sobre ella en Le Rosey.- Se te ve a la legua, Rosi.- Le rozó la mejilla y dio un paso atrás.

- ¡Serás…!- Volvió a por ella con el pulso acelerado y la empujó, pero en cuanto lo hizo su hermana empezó a chillar histérica, encogida de cuclillas en el suelo tapándose la cabeza con los brazos.

- ¡¡Susi!!- ¿¡Qué mierda le pasaba ya!?- Estoy bien, mírame.- Temblaba como un flan, negando.- Estoy bien, no me ha hecho daño.- La abrazó y se la llevó de allí.- Vamos, iremos a comer, no necesitas un caballo para nada.- Y la miró con odio otra vez mientras se alejaban a paso rápido. ¡¡Mierda de gemelas!!

Se fue directa a cambiarse y a por Dominic sin hacer caso de los comentarios del resto, que también se habían largado con las hermanas Lou entre murmullos discretos y risas. Sólo cuando notó después de mucho rato haciendo el calentamiento y los saltos más difíciles que ni siquiera Dom podía con su enfado paró, dolorida ella también. Además había público aun a esas horas y no le gustaba nada que la observaran. Menos si eran conocidos de su padre, por lo que pudo ver. El muy inútil estaba ahí rodeado de sus lameculos personales.

- Mi chico…- Le acarició el morro cuando ya lo había dejado impecable, agotado, y ella estuvo tranquila. Hacía muchos días que no le veía.- Si todos fueran como tú…- Susurró mientras él coceaba, impaciente por la chuchería que tenía en la mano.

Cerró la puerta con un suspiro y fue a darse una ducha caliente. Tenía que deshacerse de ese profesor de cualquier manera, no le interesaba que siguiera rondando Le Rosey. Abrió la taquilla y dejó el casco y la fusta en su sitio. Pero cuando dio la vuelta y vio a ese hombre enorme de rasgos árabes tras ella que le sonreía volvió a cogerla. Por si acaso. No le gustaba nada ese socio de su padre que más de una vez había estado en su casa. La miraba mal, y esta vez no venía solo. Varias mujeres con pañuelos en la cabeza iban tras él, y una la miraba...

- Rosi.- Y ahí estaba el inútil, junto con el otro inútil cogido por las riendas.- Creía que después de la charla que tuvimos sobre tu rabieta lo montarías.- Bufó con hastío cerrando la taquilla de un golpe. ¿Es que no la iba a dejar en paz?- Es un regalo de uno de los...- Les ignoró y salió de la cuadra a paso rápido.- ¡Rosalie!

- ¡Te dije un puto coche, no un semental, inútil!- Volvió a gritar su nombre. La seguía ladera arriba.-¡¡Olvídame ya y ve a que te la casque alguna de tus putas!!- Corrió.

Y cuando llegó al edificio de los cursos de preparatoria de Le Rosey se dio de bruces con una de ellas. Con la rubia despampanante con la que decían le habían visto. La misma que la había visto en su casa, desnuda. Le sonrió y no lo soportó más. Fue hacia ella fusta en mano y la empujó contra la pared.

- ¡¡VUELVE A MIRARME Y TE MATO!!- La chica chilló, se encogió y en menos de dos segundos había veinte niñatas alrededor murmurando. Y él, el profe de alemán con sus ojos grises que le paralizaron el pensamiento.

- ¡Nena!- El profe rubio también estaba, y pasó a su lado directo a por esa idiota.

¡¡MIERDA!! Soltó la fusta de la rabia y se fue de allí a la carrera otra vez. Se encerró en la habitación que ese inútil integral le había reservado para ella sola y fue de nuevo a por lo que sabía calmaría su furia. A por ese juguete que guardaba con recelo metido en el colchón y que hacía mucho que no usaba. No lo había necesitado hasta ahora, pero el dolor que aún tenía en los muslos por el esfuerzo lo merecía. Se metió en la cama directamente, se tapó y colocó el pequeño vibrador en su sitio poniéndolo a máxima intensidad. Era su mejor calmante, pero cuando ya terminó sin aliento fue consciente de la mierda de fallo que acababa de cometer delante de ese hombre. De los dos, pues el rubio lo sabría igual, siempre iban juntos. Ahora sí que tenía un problema.

Pero hasta que no se decidió a bajar de nuevo a las cuadras después de comer y le vio allí cruzado de brazos ante su taquilla no fue consciente de lo que acababa de liar. No sólo con esos profesores, sino con el árabe que la miraba ahora. Y la recibió con una sonrisa que ignoró yendo a la taquilla a por el casco.

- ¿Cómo estás, querida?- ¿Se estaba acercando? ¡¡Mierda de macho alfa!!

- Fuera de tu alcance.- Cogió lo que quería con una de las fustas de recambio, por si acaso se acercaba más. Pero se reía a carcajadas, se reía de ella.

Cerró la taquilla de un golpe y en cuanto se asomó a la casilla de Dominic sin verle dentro se le paró el corazón. La abrió de par en par, y entre el heno y la paja dispersa por el suelo había un paquete de regalo. Se acercó sin entender nada y lo abrió. ¿Un coche teledirigido? ¡¡Qué mierda significaba eso!! Lo estampó contra la pared y dio media vuelta.

- ¿No te gusta mi regalo, reina?- El árabe le cortaba el paso, y a su lado estaba el profesor moreno de letras, el rubio de ojos azules que la miraba con odio y esa mujer de ojos rasgados con un pañuelo blanco en la cabeza. ¿Qué mierda querían?

- ¡Largo de mi cuadra!- Ese enorme hombre de piel oscura se rió a carcajadas y avanzó hacia ella. Y en cuanto lo hizo levantó la fusta y él la miró incrédulo.- ¡¡Largaos!!- La mujer le puso la mano en el brazo y le clavó la mirada. Bajó la fusta sin saber porqué, viendo cómo se acercaba paso a paso hacia ella mientras reculaba.- Vete.- Consiguió decir cuando sintió la pared a la espalda.

- Antes de dominar, hay que saber dominarse.- Su voz le paralizó cada músculo mientras le arrebataba la fusta de la mano, como esa mirada de ojos rasgados que mantenía fija en ella.- La próxima vez que falles volveremos por ti.- Dobló la fusta de recambio en sus narices y se alejaron de allí, siguiéndola a ella.

Logró pensar varios minutos después de que se hubieran marchado. ¿Quién mierda era esa mujer? Salió de la cuadra con la respiración aún agitada, e investigó cada rincón de la cuadra buscando a su chico. Pero sólo estaba el inútil. Miró su ficha, la que le dijo todos los datos de interés del animal. Se llamaba Deuda. ¿Qué mierda de nombre era ese para un caballo? ¿Dónde estaba Dominic? Fue directamente a su despacho con esa ficha en la mano pero el inútil no estaba, según su secretaria había salido. ¡¡LE IBA A MATAR!! En su lugar estaba ese hombre árabe reunido con esos otros. Y la mujer. Ni siquiera se asomó más de dos segundos antes de volver a su cuarto a por el equipo de esgrima. No, el de danza mejor, Meredit estaría ahí y esta vez la iba a humillar mil veces más. Lo necesitaba.

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