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El divorcio

en Hetero: Infidelidad

Cuando me desperté esa mañana llevaba la palabra DIVORCIO tatuada en la frente, de un profundo color negro y trazada en sentido inverso, como para poder ser leída en un espejo. Al entrar en el cuarto de baño para lavarme los dientes y espantar a las marcas que la almohada le había propinado a mi cara, ví con total claridad la palabra reflejada correctamente ante mis ojos y pude darme cuenta, al fin, que mi matrimonio con Augusto ya no tenía sentido.

Nos casamos hace diez años, en un pueblito en las afueras de Buenos Aires, una ceremonia modesta pero emotiva llevada a cabo en una capillita antigua de tipo colonial nos enlazó y medio centenar de personas, en su mayoría familiares lo pudieron presenciar. Teníamos ambos 18 años, si... eramos jóvenes e inexpertos, adolecentes con ansias de empezar a vivir lo antes posible. Creíamos que la mejor manera de hacernos a la vida adulta era uniéndonos en matrimonio... y lo hicimos, luego de un año y meses de noviazgo.

Durante los primeros años del matrimonio, Augusto era lo que se podría llamar... el marido soñado. Atento, tierno, esposo y amigo, ademas de un muy buen amante, hicieron que mi vida se asemeje a un dulce cuento de hadas, una utopía que se había hecho realidad, algo que siempre había deseado.

Pero nada es eterno... el tiempo fue apagándo la llama de la pasión que años atrás nos supo consumir entre sus llamas y de aquél marido ejemplar, de ensueño, solo quedó un hombre de 28 años que desconocía. Distante, huraño, hosco y frío, aquél amante espectacular de antaño solo se limitaba a subirse sobre mi, muy de vez en cuando, y bombear unas cuantas veces para acabar y darme la espalda para asi, dormirse. Así todos los santos días, nuestras hermosas y profundas conversaciones habían sido reemplazadas por oscuros silencios y comentarios vacíos, casi sin ganas de ser comentados.

Al despertame esa mañana, estaba totalmente decidida, tenía que terminar con una relación que me frustaba como persona, me apocaba hasta el dolor del alma. Lo leí en mi frente, si... DIVORCIO, y tras llenar de pasta dentrífica al cepillo de dientes, lo llevé a mi boca mientras noté en ella una leve sonrisa con gusto a liberación.

Lo llamé por teléfono al trabajo y le dije que tenía que hablarle con urgencia sobre un tema que no podía esperar mas tiempo. Me preguntó de que se trataba y me negué a adelantarle algo. Pensé, y no me equivoqué, que se trataba de algo que no podía hablarse asi como asi ... hola, quiero el divorcio... mmm, definitivamente no era para largar eso por teléfono. Me dijo que no podría salir antes del trabajo ya que se encontraba con una agenda laboral atestada de reuniones y presentaciones de nuevos proyectos para su empresa de ordenadores, pero que, si quería, podía acercarme hasta sus oficinas para hablarlo detenidamente. No dudé ni un instante, mi respuesta fue un si contundente y el pusó la hora, como siempre para todo, a las 20 horas, o sea, dentro de apenas dos horas.

Como aquellas oficinas se encontraban en pleno corazón de la capital, decidí vestirme prolijamente y lo hice poniéndome una pollera tubo de color negra que apenas se encontraba por sobre las rodillas y una blusita blanca de verano, ya que ese día y como durante toda la semana, la temperatura estival trepaba hasta los 30ºC. Me pinté levemente los labios con un rush brillante con gusto a frutilla y arranqué rumbo a mi suerte. Debo confesar, y sin ruborizarme, que mis 28 años (los que aparento poco y nada), hicieron de mi una mujer mas que interesante... bello rostro, quizá mi punto mas fuerte, mas aun si lo acompaño de ciertas miradas... mido 1,70, mi tez blanca convierte a mi espalda en un mini cielo con estrellitas llamadas lunares, poseo unas piernas firmes y largas producto de mis trotes matinales, con una cola bien formada y unos pechos que, sin ser grandes, son sugerentes y de pezones oscuritos.

Bueno, tarde media hora en llegar a esas oficinas... y ni noticias de mi marido en ese lugar. Nadie sabía nada, que está en el baño, que está en una reunión, que está en su hora de refrigerio, pero nada concréto. Inundada de bronca, estuve a punto de echar a llorar e irme hasta que alguien detrás de mi me tocó con un dedo el hombro.

"Hola, puedo ayudarla?". La voz era la de un hombre. Me di vuelta y en efecto, se trataba de un hombre, de camisa blanca y corbata color salmón, de atractivo rostro, bien varonil y el cual, no debería contar con mas de 21 añitos. Mediría poco mas de metro noventa, altísimo, por lo que debi alzar la vista para verle los ojos. "Observé que estás algo asi como perdida, y bueno, aca estoy para ayudarte". Sonreía al decirlo y no pude evitar sonreír tambien yo, porque aquello que fue dicho solo con intención de prestarme ayuda de ubicación pareció mas a una invitación de índole sexual.

"Mira, buscaba a mi marido, Augusto Piazza... pero creo que no debe estar, en realidad, nadie supo decirme si estaba o no". Que lindos labios tenía ese crío, no se si se trataba de mis casi nulas experiencias sexuales en los ultimos tiempos o si el tipo era un adonis para todas las feminas que lo mirarán y no me daba cuenta de ello, pero debo decir que le coqueteaba mientras hablábamos. Me tocaba el pelo y sonreía mas de la cuenta.

"Mirá... como te llamás?"

"Me llamo Claudia".

"Yo me llamó Juan Pablo, pero me dicen el nene". Que hermosa sonrisa la de este nene, fuera demonios del deseo.

"Hola nene".Y sonreí sin antes ponerme un poquitín colorada por la situación".

"Bueno, Claudia, tu marido a de estar en la reunión que se está llevándo a cabo en el decimo cuarto piso. No creo que salga pronto de ella, ya que se trata de una reunión vital para el futuro del producto. Si querés podés esperarlo en mi oficina, pero bueno, vos decidís". Pensé... no mucho, pero pensé, y que mejor que esperarlo al menos hablándo con alguien y no sentada en alguno de esos pasillos insulsos y por demás de calurosos. "Ok... dale". Y nos dirijimos hacia su oficina que quedaba solo a pasos del lugar en donde nos encontrábamos parados.

"Que cuadro tan bonito". Dije apenas entré, y me paré frente a un óleo ubicado en la pared que enfrentaba a la puerta de entrada. El se paró al lado mío y asintió con su cabeza.

"Te gusta?, es un óleo pintado por mi bisabuelo tras venir de Italia debido a la Primer Gran Guerra. Vés... se nota cierto aire nostalgico". Y quedámos observándolo durante un largo rato. No entendía mucho de cuadros pero ese realmente era hermoso. El océano embravecido, con olas enormes y atemorizantes, golpeándo la pequeñez de un viejo barco de principios de siglo. Una delicia.

"Asi que te gusta la pintura entonces". Le dije para quebrar el silencio y lograr arrancarle la mirada que se encontraba pegoteada en aquélla suerte de tormenta marítima de proporciones que daban miedo.

"Clau... eso y muchas otras cosas más". Sonrió picaronamente y yo le devolví una picarona sonrisa, al fin y al cabo, se había montado en el ambiente un juego de seducciones.

"Que te trae por acá Claudia, no es común que la mujer de alguien venga por estos lares". Preguntó corroído por la curiosidad que su edad denotaba. " Y mas aún, si se trata de una esposa tan atractiva y sensual como vos que debe emprender un largo viaje hasta el centro. Según tengo entendido, vivís en el conurbano". Este tipo sabía todo de mi marido y me incomodó un poco, pero decidí jugar su juego, a ver hasta donde quería llegar.

"Mirá, me tomé la molestia de venir hasta acá porque debo decirle algo a mi marido que ya no puede esperar mas tiempo". Mi voz se había tornado seria y sombría, probablemente porque a pesar de estar segura de mi desición, que a esa altura era definitiva, no dejaba de causarme dolor por dejar atrás al hombre, que hasta ese entonces, había sido el unico de mi vida y al que había amado con locura.

"Entonces viníste hasta acá para decirle que vas a terminar con la relación". Mis ojos se pusieron redondos como el dos de oro, y mi mandíbula hubiese golpeado contra mi pecho si no estuviese adherida a mi cráneo. Que sabía este tipo de mi vida. Y lo miré a los ojos para comprobar si su comentario fue serio o un atino del azar.

"Quién te dijo que me voy a divorciar?". Pregunté algo ofuscada.

"Clau, yo mencioné la palabra divorcio?". Verdad, el pendejo me cagó, sin ningún lugar a dudas era rapidito de mente. Aunque se refería a eso no mencionó tal palabra... ya me estaba creyendo que verdaderamente la tenía tatuada sobre mi frente. Me causó gracia, mis 28 años pisoteados por la vivacidad de un tipo de... mmm. "Y vos que edad tenés", le pregunté.

"Vos cuántos me das?... años digo". Y por enésima vez sonreía el muy pícaro.

"21... 22 acaso?". Casi pregunté frunciéndo mis ceños y la naríz como esperando la respuesta.

"Aguaaaaa... es un halágo para mis 19 años que me des un poquito mas de los que tengo". 19 años, un nenito de pecho, un bebé al que le estaba coqueteándo, que turra me sentía.

"Y que hacés acá, sos menor de edad?". Pregunté ya empapada de curiosidad.

"En realidad esta oficina es de mi padre que tuvo que ir a la reunión en donde tambien se encuentra tu marido. Al verte paradita en el pasillo no pude contenerme y me acerqué para saber al menos como te llamabas... pero bueno, acá estámos". Realmente me sorprendió la respuesta, no la esperaba, el tipo... bah, el chico estaba atacándome con armamento ultrapesado y con un descaro increíble, y lo peor de todo es que en vez de salir corriéndo ofendida de ahí, permanecía parada a su lado pués me encantaba sentirme deseada por aquél adonis de corta edad.

"No se te olvide que soy una mujer casada, justamente, esperándo a que su marido salga de la misma reunión en la que se encuentra tu papá". Lo miré socarronamente y sonreí de medio lado.

"No olvido que hoy le vas a decir a tu marido que todo está terminado". Sentenció el descarado infante.

"Yo jamás te dije que iba a hacer tal cosa".

"Pero lo insinuáste, te emána por los poros esa desición, esta grabado en tu frente". Por un momento sentí miedo... ¿quién es este tío?, ¿acaso puede leer mi mente?, ¿o realmente se me tatúo la palabra divorcio en mi frente?.

"Yo no insinué nada en lo absoluto". Ya no le sonreía, estaba mas a la defensiva.

"Clau, no se que vas a hacer de tu vida y realmente no me interesa, pero debo decirte que me gustás muchísimo, y desde que te vi no puedo quitarme de la cabeza la imagen de tu figura". De una y sin vaselina, el crío fue derecho al punto, sin ningun drama ni temor. Realmente es digna de admiración tanta frontalidad.

"Mi figura?, jajaja, no seas ridículo Juan". Le dije riéndome, y no de él, sino mas bien de la situación en si.

"No soy ridiculo... que vos no creás que tenés un cuerpazo es ridiculo mi amor". El ambiente se estaba caldeando, ya las sonrisas pasaron a ser labios secos.

"Y que te gustó de mi cuerpo". Ya le pregunté esperando que describa que era lo que había visto además de mi vestimenta... imaginé que diría las piernas o mi cara, pero no, en realidad yo era la ilusa y él, quien mas experimentado parecía.

"Clau, me gusta tu culito como se marca en la fina tela de tu vestidito, insinuándo su ondulez y la separación de los glúteos, y me cóme la cabeza la erguida redondez de tus tetas, que deben de ser deliciosísimas". Craaaassssh, insolente el pendejo, y eficaz, porque al escuchar su descripción hizo que me empiece a calentar como turbina de avión a mitad de camino. Se acercaba a mi, y a medida que lo hacía me alejaba, hasta que una pared detúvo a mi débil huída y el siguió hasta pegar su enorme cuerpo contra el mío. De pronto el cielo se abrió... mientras me besaba el cuello y yo permanecía inerte entre la pared y él, sentía todo el recorrido de su pene apoyado contra mi pelvis. Cerré los ojos y empecé a darle velocidad a mi respiración, inconscientemente, obvio, bien sabemos que eso es producto de la excitación, y yo estaba a pleno. Sus manos que estaban apoyadas contra la pared, abandonaron aquél frío sitio para buscar uno mas cálido, si, mis tetas. El muy cabrón me subió la blusa y dejó a mis tetas a la vista de sus ojos de poseído demoníacamente. Le desabotoné la camisa y al llegar al ultimo botón, metí mi mano por debajo de su pantalón y su slip llegándo a tocar su pija. Guauuu, que pija mas dura tenía este tío, verdaderamente lo estaba poniéndo a mil. Chupaba mi cuello y aunque corría el riesgo de que me deje estampado un chupón, no me importó.

Cayeron sus pantalones y el slip con ellos, rodeandolo de los tobillos, y la pude ver. Su pija era mas grande que la de mi marido, mucho mas larga y ancha. Lo agarré de la cola y lo atraje contra mi... toda su verga se posó sobre mi vestidito y empecé a mover mis caderas contra ese pijón. Desesperado, me agarró por debajo del culo y me alzó, dejándome en el aire y pegada a él. Mi pollera enrroscada en mi cintura dejaba ver a mi culo apenas cubierto por una tanguita, que el se encargó de hacer a un costado para que, acto seguido, apóye el glande de su vergota en la entrada de mi concha. No pude evitar gemir aparatosamente, estaba caliente como negra en baile, y lo único que deseaba era a esa pija mayúscula metiéndose dentro de mi. Empujó una vez... y no entró a pesar de mi alta lubricación... empujó de nuevo y logró enterrar la cabeza. Cerré fuerte los ojos, porque cuando empujó por tercera vez, me clavó el tronco todo haciéndo tope mi culito en sus huevos. Sabía que no debía gritar, y ahogué mi grito mordiéndole el hombro. Bombeaba como loco, alguien le habría dicho que asi sacaría petróleo???, pero no dejaba de ser eso placentero. Tambien me movía a su ritmo desenfrenado. Ese mocoso me estaba cojiendo como nunca me habían cojido, porque mi marido, antes de su desgáno sexual, me lo hacía suave y tiernamente. Y me encantaba como me la estaba dándo. Apoyé mis manos contra la pared, por sobre mi cabeza, me estaba viniendo como nunca, hasta que un orgasmo monumental me hizo vibrar el alma toda y una cantidad de jugos sexuales empezaron a caer de entre mis piernas. Seguramente hizo que eso lo haga venir a él, porque acto seguido, la sacó y largo un chorro espeso de leche sobre mi pancita, salpicándome las tetas y parte de la cara. Quedámos asi un rato, temblando ambos, mojadísimos. Hata que decidimos arreglar todo como estaba, ya estaría por culminar la reunión.

Nos despedimos con un leve besito en los labios, quedámos en encontrarnos si el destino asi lo quería, y me fui de su oficina sabiendo que mientras me alejaba, el descarado infante estaría mirandome el culo a la vez que una erección volvería a nacer entre sus piernas. Eso me calentó, pero ya era tarde.

En el pasillo encontré a mi marido."Donde estabas Claudia, te estuve buscando como un boludo... para que decís que vas a venir temprano si apareces cuando me estoy yéndo". Que tipo tan cabrón lo volvieron los años, pensé.

"Estaba hablándo con el hijo de uno de los socios que estaba en la reunión con vos".

"Que reunión?... me estás cargando boluda?". Uppppppsss, que estaba pasándo acá.

"No estabas en una reunión vos?"

"No, no estaba en ninguna reunión, vamos dale, y decime lo que me ibas a decir". Me tomó de la cintura y pasamos por la puerta de la oficina en la que minutos antes ese extraño me había cojido tan estoicamente. Aun estaba el crío, sentado en el borde del escritorio y acariciándose el paquete, quizá pensando en el polvo que nos echamos.

"Que boludo ese, pajero total". Dijo mi marido mientras miraba hacia adentro de la oficina que tenía las cortinas corridas, quiza para ventilarla un poco, ya que poseía olor a sexo.

"Quien es ese?". Pregunté, tratando de ser lo mas disimulada posible.

"Mi hermano, ese que te dije que vivía en España con una tía desde hace trece años. Volvió antes de ayer y lo puse a trabajar de cadete. Justamente lo iba a invitar a comer mañana a la noche... no te molesta?".

"Para nada mi amor, para nada". Le dije llena de lujuria.

"Que me ibas a decir?". Me preguntó nuevamente mirándome a la cara mientras caminabamos hacia la puerta que daba a la calle.

"Mmmm, nada, por ahora nada."

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