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Todo por Jim Morrison

en Lésbicos

Ella baila dentro de un aro de fuego y aleja el reto con indiferencia.

James Douglas Morrison

Mis manos hurgan en la masa con atención desmedida. Las palmas estiran, los dedos rehacen. La apoyo sobre el mármol gris de la mesada y apelotonándola, la preparo para la lluvia de golpes que, según mi madre, se le debe propinar. Comienzo el golpe desde abajo, elevando la mano que en forma de martillo se acerca al techo. El descenso es rápido y toma velocidad a medida que se acerca al punto de impacto. Resuena en la cocina el estallido de mi puño sobre la bola blanca. Tengo ahora, la mano enterrada en aquella blandura, como envuelta en las fauces de alguien. La vida es un puño incrustado en el fango de las elecciones y sus consecuencias.

Mi cuarto se encuentra al final de un pasillo que comunica con el living principal todas las habitaciones de la casa. Una cama pequeña, un escritorio lleno de libros, un placard azul y cuatro paredes vestidas con láminas y fotos del Rey Lagarto le dan forma y muerte a mi guarida. Ese es mi lugar en el mundo, el sitio en donde residen mis intimidades, el punto de encuentro con mis amigas. Un cartel con la frase "no pasar" cuelga de la puerta. Obviamente está dirigido pura y exclusivamente a mis padres, que a disgusto, acatan la orden.

A pesar de contar solo con dieciséis tengo todo bajo control. Una muy buena posición económica producto de un apellido de peso me ha llevado a conocer medio planeta antes de tener mi primera menstruación. Mis estudios se han desarrollado en los mejores institutos del país y en cada uno de ellos formé parte de sus grupos selectos. Es que soy una selecta de la raza. Nadie podría discutirlo.

Sin ánimo de resultar una ególatra, no me sonroja confesar que soy hermosa; tanto que me han ofrecido cientos de veces incursionar en el mundo del modelaje. No me place en lo más mínimo ese universo de explotación; no me hace falta. Alta, piernas largas, una cintura que despierta la envidia de todas mis compañeras, una cola redonda y firme resultado de horas de gimnasia, pechos incipientes pero provocativos y una cara digna de ser parte de una propaganda de cremas humectantes, hacen de mí, la chica más deseada esté dónde esté.

En mi actual instituto, soy la reina escolar que más tiempo ha permanecido en esa condición. La corona ha sido otorgada democráticamente cada año mediante el voto de todos los alumnos. Este año, la reelección se dio con cifras aplastantes; el noventa por ciento pensaba que era la más bella de todas. Que se joda el otro diez por ciento. Me es indiferente este estúpido titulo. Pues, que se jodan también los que me votaron. Nada les debo. Solo a Jim, sí, Jim Morrison.

- "Una vasta playa radiante y una fresca luna enjoyada / Parejas desnudas corren por su tranquila orilla / nos reímos como tontos niños locos, presumidos / en los cerebros de algodón de la infancia" Qué hermosas palabras. Solo él puede darle brillo a las palabras. Lo amo – digo en voz baja y mis ojos se pierden en los pantalones de cuero negro del rey lagarto estampado en una foto al pie del poema.

- ¿Tanto te gusta Jim Morrison? No lo voy a negar, el tipo está para amarrarlo a la cama y violarlo hasta el cansancio; pero seamos realistas, se encuentra en un cementerio parisino, a tres metros bajo tierra – asegura Xoana, mi mejor amiga, mientras se sienta al borde de mi cama.

- En la sección sexta del cementerio de Pére Lachaise, para ser más exactos. Es un gigantesco camposanto que reúne a más de un millón de difuntos, entre los que se encuentran grandes artistas y pensadores – musito sin quitar la vista de mi bello monstruo negro vestido de cuero.

- Maldita perra, no me digas que también has estado en ese lugar – retruca con envidia.

- Claro que no. Cuando mis padres me llevaron a París solo tenía siete años, y lamentablemente, desconocía totalmente la existencia de Jim. Simplemente lo sé porque he leído hasta la última línea referida a él. Inclusive puedo decirte el tamaño de su pene – sonrío de lado.

- No puedes saber su tamaño – y devuelve la sonrisa.

- Claro que lo sé. Te he dicho que leído todo sobre él – aseguro.

- Pamela, que puta eres – vocifera entre risas - ¿Cuánto medía?

- Y tú una hipócrita. En fin. Era lo suficientemente grande como para tomarla en su extensión con las dos manos y no cubrir su largo – le digo gesticulando con las manos, como si la estuviese agarrando.

- Mierda... eso si es un gran pene. Aunque no he visto los suficientes como para comparar tamaños y formas. Tú, ¿has visto alguno?- pregunta llena de curiosidad.

Del interior de una caja de madera ubicada detrás de un oso de peluche, tomo un porro de buen grosor y lo poso entre mis labios ante la mirada atónita de Xoana. Un encendedor con los contornos de un Jim con anteojos le dará vida al misil de opio. La llama se eleva como si fuese una serpiente luminosa, presta a lamer al dulce capullo. Pito hundiendo mis pómulos – No voy a mentirte, jamás he visto uno, salvo en videos o revistas. Pero si toqué, y hasta masturbé, el pene de algunos de los chicos con los cuales me besé en alguna que otra fiesta de curso. ¿Quieres pitar? -

- Joder, ¿desde cuándo fumas marihuana? – pregunta sorprendida.

- Xo, ¿quieres o no? – y la miro a los ojos.

- Dámelo – lo toma entre sus dedos y lo lleva a su boca. – Es que desconocía que estuvieses fumando esto. Pero volviendo al tema... ¿no has tenido tu primera vez?

- Si tanto te interesa saberlo todavía no me metieron una verga. Aún no cogieron como dios manda, o mejor dicho... como dios propone – mi amiga, absorta – Y no te sorprendas por ello, que así lo quise. Tengo mis motivos -

Me recuesto sobre la cama mirando hacia un punto inexistente en el techo mientras Xo me pasa el porro – Lo que daría por hacerlo con Jim. Juro que le entregaría hasta el último rincón de mi cuerpo – la cabeza del cigarro prohibido se enciende al darle una profunda pitada. – Me calienta mucho pensar en él. Joder, ni vislumbras cuanto me calienta -

- Sos tan hermosa, tan perfecta, turra – agrega Xo - No es posible que exista un solo hombre en este mundo capaz de no caer rendido ante tu belleza. Si te sirve de consuelo, seguramente Jim lo haría contigo, sin pensarlo siquiera una sola vez ¿Me pasas el porro? -

- Viciosa; eres una diablilla. Mira que no quiero ser la creadora de una nueva adicción para ti. Tómalo, pero con calma -

- Nada de adicción. Si tú lo haces, ¿por qué no podría hacerlo? – Así somos las adolescentes, jamás queremos ser menos y no nos importa que esté en juego con tal de cumplir a rajatablas aquella extraña regla. Admito que fumo desde hace un par de años y a escondidas del mundo correcto que me rodea; es el vicio que me une a mi amado, nuestro vínculo cósmico.

- "La cama aparece como una blanca barcaza fúnebre de mariposas, en un extremo de la habitación, adornada con redes y velas. Somos forajidos"... bueno, en nuestro caso, forajidas – recito al viento otro de los poemas de mi amado.

- ¿Qué dices? ¿Eso causa el fumar esta porquería? – dice Xo, entre risas y ojos rojos.

- No idiota. Es el fragmento de un poema Jim. Esta cama, esta charla, las fotos, el ambiente... el conjunto hizo que la recuerde. No sé... es que dijiste que te parecía hermosa, perfecta, muy mujer. Pienso exactamente lo mismo de ti -

- ¿Hermosa yo... perfecta? Pamela, no te burles. Lo he comprobado, ya no quedan dudas... pendeja, estás totalmente drogada – dijo mofándose del comentario. Claro que no estaba drogada; un porro fumado entre dos no provoca más que un leve enrojecimiento en los ojos.

- No me estoy burlando ni estoy drogada – afirmo mientras la recorro con la mirada – Simplemente te observó, y no puedo obviar lo bella que eres. ¿Es eso un pecado? -

- No, claro que no lo es; solo que no estoy acostumbrada a oírlo. Pensé que te estabas burlando de mí – tartamudea con los pómulos sonrojados – Bueno, gracias, viniendo de la reina del instituto es más que un halago -

El ambiente se impregna de miradas furtivas, de sonrisas forzadas, de silencio absoluto. Desde todos los puntos del cuarto, Jim observa provocativo, con sus ojos negros cual alas de muerte, con sus labios carnosos prestos a posarse entre los muslos del deseo, con su sexo a flor de piel. Una botella vacía de whisky se asoma por debajo del escritorio. Hasta se puede presentir la existencia de una gota colgando desde el borde de su pico. Y Xoana debatiéndose entre el asombro y el espanto. Envuelta en un manto de nervios. Sus dedos soban con suma prestancia la suavidad de sus rodillas, y sus ojos inquietos, rojos por el humo dulce, lo hacen todo para evitarme.

"El clima se alteró como una danza visible / Mujeres de la noche / Maravillosos sacramentos de duda / Saltaron amenazadoras en explosiones de miedo y culpa / en el socavón del útero bajo el cinturón de la bestia"

- No lo dudes, es más que un halago. Y ya que estamos en ronda de confesiones, me place decirte algo – remato con la perversidad de los oscuros. Xo no sale de su asombro - Debajo de esa blusita te traes dos tetas perfectas, mucho más grandes que los míos – sonrío de lado - Siempre quise saber cómo se verían tus pezones -

Para Xo todo es confusión. Se le atoran las palabras y la palidez se cierne en su rostro - Pamela, ¿estás loca? Imagino que no pretenderás que te muestre mis tetas, no en esta situación. Si lo hago en las duchas del instituto es porque todas nos estamos duchando, pero acá, esta noche… estás loca – y respira profundo, mareada por la situación.

- ¿Qué tiene de malo que quiera verte las tetas? Bueno, en realidad, lo que quiero verte son los pezones para saber si los tienes grandes o pequeños, oscuros o claros, rugosos o suaves, al fin de cuenta somos mujeres. No comprendo que puede ruborizarte tanto – le doy la enésima pitada al cigarro y guardando el humo en mis pulmones - En fin, si me llevo por lo que insinúan deben ser magníficas. A qué sí – y doy una carcajada.

- Tetas magníficas, belleza y perfección... pero si tú eres la reina y con plena justicia. Pero, de todas maneras, gracias por los halagos – dice y se rasca la frente entre pálida y sonrojada.

- Niña, sí que eres humilde y complicada. Te digo que tienes un par de tetas dignas de ser vistas y me sales con esa modestia que solo logra eclipsar lo bueno que te puedan decir. Eso es lo que más le resta a la belleza… la inseguridad – digo ofuscada - Pero qué va... tanto pensar en la verga de Jim hizo que me caliente más de la cuenta – poso las manos sobre mis hombros y refunfuño con el ceño fruncido.

- Pamela, ¿qué quieres que te diga? Es que no me esperaba que me dijeras las cosas que me has dicho y mucho menos que quieras ver mis tetas en plan calentón, porque es lo que siento – hace una pequeña pausa que le parece una eternidad - que me estás seduciendo – completa mientras baja la mirada para estrellarla contra el suelo.

- No seas tonta, ¿seduciéndote? ¿yo? Nada más lejano. Mira, no sé qué puedes verle de malo. Te digo más, yo no tendría problemas en mostrarte las mías. Pero ya, no te compliques... déjalo así – otra pitada al cigarro, otro tono más rojo para mis ojos – No tengo cabeza para estas charlas; solo sé que necesito la verga de alguien entre mis piernas… y más nada – abro ligeramente mis piernas – Bueno, y manos que me recorran todo el cuerpo, bocas que muerdan y ensaliven y besen cada espacio de mí – suspiro con una sonrisa de mil dientes en mi rostro - Me place sentir la dureza de una buena pija enterrándose dentro de mí. Testículos acariciándome los muslos mientras gozo como me la clavan – carraspeo - Pero basta que voy a terminar masturbándome delante de ti – me incorporo quedando sentada en el centro de la cama con las rodillas pegadas a mis hombros y apuntando al techo. En esa posición, mis faldas, muy cortas, dejan ver el dibujo de mi vagina bajo la tela blanca de mi ropa interior y el hilo de tanga perdiéndose entre mis muslos. A Xoana se le cae la mandíbula y los ojos, como platos, plasman su sorpresa. No porque me estuviese viendo lo que cientos de veces vio en ronda de amigas, sino porque lo está viendo luego de escuchar lo que ha escuchado.

- No sé qué decirte – traga saliva como si ésta fuese una roca – Digo, es qué… no sé… - sonrisa nerviosa – Dame una pitada de ese porro… la necesito – agrega y toma el cigarro para darle una profunda pitada.

- No tienes que decir nada y mucho menos ponerte nerviosa, tonta – doy una carcajada - Solo anímate a mostrarme las tetas, vamos, jodida. Hazlo por tu amiga la curiosa, ¿somos amigas o qué? No soy el tipo que te gusta tanto ni un obrero de aquella construcción frente al instituto, soy tu amiga… mujer, jodida. Muéstrale las tetas a tu amiga, dale, ¿sí? – con una sonrisa inocente, junto las palmas de mis manos a la altura de mi mentón, en posición de rezo.

- Que eres jodidamente persuasiva ¿Alguna vez te han dicho que no? Joder. Mejor no respondas – me entrega el porro y se arrodilla sobre la cama– Prohibido reírse, opinar en contra, chismorrear lo ocurrido, y tocar... ¿Ok? – aclara.

- A todo que sí, Xoana – hago una pausa, le doy una pitada al porro – Lo juro por la verga de Jim – elevo mi mano, a manera de juramento.

- Pues bien, ahí voy, jodida, ahí voy – toma los bordes de su blusa y hala hacia arriba. Sinceramente nunca creí que me resultara tan sensual ver a una mujer quitarse la ropa; la pausa, la timidez con que lo hace, el imaginar a la tela como palmas acariciando, quitando, sobando. Sí, seguro, estoy caliente y a estas alturas todo me parece erótico y sensual. Como supuse; no lleva sostén y sus tetas son grandes, redondas y firmes. La blusa cae hacia un costado de la cama y el rostro de Xoana está rojo como el más rojo de los rojo. Sus pezones son dos círculos oscuros de piel erizada, protuberancias de perfecta redondez y para mi sorpresa, culminan en dos erecciones… aunque frio no hace.

- Me has dejado sin palabras – digo mientras pierdo mis miradas en sus tetas. Si hasta pareciera que les hablo a ellas – Realmente me has dejado sin palabras – musito.

- Gracias, curiosa, muchas gracias por el cumplido aunque no creo que sea para tanto. Son dos tetas y todas las tetas supongo que son parecidas – dice Xoana y se rasca la cabeza.

Sin abandonar mi posición de rodillas en punta y piernas levemente abiertas, me acerco a ella, que permanece sentada en el borde de la cama, inmóvil, tímida, confundida – No tienes porque agradecerme nada... solo estoy diciendo la verdad – las distancias se acortan cada vez más... tanto que siento el aroma de su aliento mentolado en mi rostro.

- Pamela, no me asustes – dice sin alejarse un centímetro.

- No es mi intención asustarte. Tan solo, como te dije antes, hablar de Jim me calienta muchísimo y como sé que un pene no puede satisfacer el ardor que llevo entre mis piernas... me encantaría que lo hagas tú – digo apenas rozando con mi labio inferior a su labio superior.

Se detienen los relojes. Se ahogan los latidos que aceleran su ritmo, y la sangre fluye con mayor rapidez cual ríos torrentosos de pasión. Espasmos imperceptibles comienzan a abordarnos. Piratas y demonios, sombras y más ganas. Si los ambientes llevaran el color de las sensaciones… éste sería rojo carmesí.

- Pamela, ¿te has vuelto loca? – se pone pálida pero no se aleja - Soy una mujer, jodida, soy tu mejor amiga. ¿Qué no ves? -

- Es verdad, eres una mujer, mi mejor amiga. Una mujer que no puede evitar mirarme la vagina, una mujer que tiene ganas de besarme en la boca – abro mis piernas, muerdo mi labio inferior – Una mujer que se excita con el solo hecho de imaginarme mojadita, ¿me equivoco?- mi sonrisa de perversidades en fila es apoteósica. Ni yo me conozco.

- No sigas. Estás totalmente loca, Pamela, si sabía que sería así… joder, no puedes decirme esas cosas – se inquieta… pero no se aleja.

"Recreemos el mundo / El palacio de la concepción está en llamas / Mira, contempla como se quema / Toma color junto a los carbones calientes / Eres demasiado joven para ser vieja / no necesitas que te lo digan"

- Deberías entender que no existen límites para los deseos; los ardores reclaman, y no podemos desoírlos, seamos hombre y mujer, o no – clavo la mirada en el fondo de sus pupilas – "El momento de dudar ha pasado / No es tiempo de revolcarse en el barro / Inténtalo, solo podemos perder", es la idea acertada de Jim plasmada en una de sus canciones. No se pierde nada si nada tenemos, ¿entiendes? – acaricio un mechón de cabello que le cae sobre el hombro - Xoana, él nunca se equivoca. Te deseo, me deseas... no podemos ni debemos escaparle a eso -

- Basta ya, Pamela. Te ruego que no sigas. Quizá lo mejor sería irme antes de cometer un error del que me arrepentiría toda la vida – las palabras que escupe le ordenan a retirarse de la cama, pero su cuerpo no las oye; puede más el deseo. La lujuria asesina cualquier atisbo de razonamiento. Sus rodillas permanecen hundidas en el colchón y sus pechos ofreciéndose a mis ojos.

- Xoana, no hables más, no tiene caso. Quisiera tocarte los pezones – y mis caricias al mechón de cabello que cae sobre uno de sus hombros se trasladan sobre su piel, cerca de esos senos enormes.

- No me hagas esto, por favor, amiga, no me siento cómoda. Me da de todo, basta, por favor – ruega como si fuese una niña, bueno, una niña más pequeña de lo que es - Además, lo has jurado por la verga de Jim – dice con una sonrisa forzada.

- Xoana... el mismo Jim se cagaría en ese juramento si de sexo se trata… y esto es puro sexo, quiero tocarte toda… y que me toques toda. Hoy soy tuya… - contesto invadida de placer.

- Eres una jodida mentirosa – dice antes de sumirse en un silencio permisivo.

Apoyo la yema de los dedos sobre la suave rugosidad de sus pezones y los acaricio en círculos de calentura. Xoana cierra los ojos y en su afán de ocultar la excitación que esto le provoca, se muerde los labios y frunce el ceño mientras arquea su espalda. Me alejo unos centímetros, apartando mis dedos de su caliente labor, y sin previo aviso me quito la remera dejando mis pechos libres en su desnudez.

- Ahora te toca a ti – sonrió de lado y apoyo mis manos sobre el colchón.

Abre los ojos y se encuentra con mis pechos. Bufa y sonríe de lado – Realmente eres hermosa, Pamela – hasta que vuelve en sí - ¿Pretendes que te toque las tetas? – musita hundida en la sucesión de sorpresas.

- Pretendo que hagas lo que más te plazca. Ya te lo dije, soy toda tuya – remato desvergonzada y caliente.

- No, no, no, no puedo hacer esto, Pamela, yo no soy así. Será mejor que me vaya – razona, no así su cuerpo que ni se inmuta.

"Bailad ahora o morid impecables y gordas / en vuestros apestosos asientos / con el cinturón aún puesto para el vuelo"

- Las puertas siempre están abiertas para quien quiera irse… aunque de querer irte lo hubieses hecho antes del primer atisbo de seducción, ¿no es así? - la miro y miro mis senos – Vamos niña modesta, haz lo que te plazca. Tócame las tetas a tu gusto. Caliéntame más de lo que estoy – y paso la lengua por mi labio inferior.

Duda, apenas unos segundos, nada… y sus manos se posan en la turgencia de mis pequeños, firmes, en punta, de pezones rosados. Los amasa, los estruja, aprieta mis pezones que se hincha al punto de amenazar con estallar de placer. Una serie de minúsculos espasmos surcan mi cuerpo de pies a cabeza. Mis rodillas permanecen apuntando al techo aunque la excitación me haya obligado a inclinarme hacia atrás, dándole una perfecta visión de mi vagina marcándose bajo la ropa interior.

- Por Jim y todos los demonios, Xoana – exclamo entre suspiros – Cómo me calienta que me toques. Se siente tan suave, tan inocente, tan caliente – y la miro con aquella mirada que la lujuria logra en las mujeres.

- No digas nada – dice como si se hubiese transformado en otra más osada y sin tapujos – Ya estamos en el punto sin retorno… a la mierda con todo. Has dicho que haga lo que me plazca, pues solo calla y déjate llevar – remata para mi sorpresa. Nada es incorruptible, nada es imposible, absolutamente nada es invariable; menos cuando la razón se disputa en las entrepiernas. La maldita perra había tomado las riendas del juego y eso me gustaba… y no, pero siempre me he dejado llevar.

Sonríe, se agacha, lleva su rostro a la altura de mi abdomen e introduce su lengua dentro de mi ombligo dándole una lamida que me estremece. Toma los bordes de mi falda y hala hacia arriba, dejándomela en la cintura. Postal erótica la que le estoy dando; mi cuerpo inclinado hacia atrás, mis codos enterrándose en el colchón, mis rodillas en punta y mis piernas abiertas, ofreciendo el ardor de mi vagina, de mi cuerpo, de mi alma.

Cierro los ojos y la imaginación me lleva hacia los aposentos de mi amante cósmico, la bestia de cuero negro, la serpiente del pecado, el rey lagarto, emperador de mi sexo. Anteojos negros ocultando el fuego de sus ojos de mirada penetrante, cabello azabache al viento, sonrisa sarcástica, un potro enfurecido. Sí, mi Jim, el chamán del sexo apocalíptico empuñando su largo y grueso falo frente a mi desnudez, mi concha húmeda, caliente, toda para él. Jimbo, te amo, te amo... por ti lo haré todo. No me importa nada más que tu figura obscena, tu alma de payaso asesino, tu esfinge de poesía de muerte "La política del éxtasis es real" decías mientras cogías con cuanta puta se cruzaba en tu camino. Siempre tan acertado, mi rey, siempre esgrimiendo la verga de la verdad, pienso.

Cálida brisa sobre mi pubis y una rica opresión en los labios de mi vagina. La boca de Xoana comienza a sobarme con dulzura las partes más calientes y mojadas, aún atrapadas bajo la tela del tanga. Con su mentón ayuda a comprimir y descomprimir sobre el dibujo de mi sexo en la seda. Inmenso el placer recorriendo cada hendidura de mi cuerpo, innumerables las pequeñas descargas que alimentaban a mis ardores. Y mi clítoris, endurecido, vibrante, quiere estallar, siento late como un corazón a puro galope.

- No esperes más; chúpamela por favor. Necesito sentirte con urgencia – ruego abriendo mis piernas al máximo y aplastando mi cabeza contra el colchón.

Toma el borde del tanga para llevarla sensualmente hacia abajo, sin apuros. Su respiración se acelera sobre mi vagina. Me provoca escalofríos, ganas de que me cojan con furia, con ira, con salvajismo.

"Fuimos descendidos interminablemente desde un profundo sueño / despertados al fin del día por guardianes preocupados / y conducidos a través de la selva bañada en rocío / hacia la rápida cima, con vista al mar"

Su lengua arremete contra mi pubis, mi entrepierna, la línea de mi vagina, el comienzo de mi ano. No puedo evitar moverme, mis caderas empuja hacia y en contra de su cara en un vaivén desprolijo y caliente. Entierra sus dedos en mis muslos y los aprieta con la desesperación del éxtasis, abriendo mis nalgas, agrandándome el agujero del culo y eso me calienta aún más. Imagino a Jim con ganas de romperme el culo con su verga de oro, lo imagino y me vuelvo más loca de placer. Xoana por fin mete su lengua en mi concha. Se hunde en ella, chapotea en mis humedades, me mordisquea el clítoris, y siento que el universo colapsa… y yo junto a él. Intento jadear pero solo emito silencioso acezo abriendo mi boca, cerrando los ojos. Intensifico el vaivén de mis caderas contra su cara. Arqueo la espalda. Doblo la cintura. Hundo mi abdomen. Abro mis piernas. Rechino las muelas.

Al alzar mi mirada por sobre los hombros de Xoana veo que también está que estalla de calentura. Mete sus dedos en mi vagina y ayuda a sus labios y dientes en la faena de chupármela. Eso me excita aún más y es que siempre existe un "poco más" – Putita ¿te gusta chupármela? – le pregunto jadeante, casi sin poder decir nada.

– Me… me encan… ta… chupártela… - es lo que responde casi sin poder decir nada. Cosas del sexo. Nos deja sin palabras. Y toma mi clítoris entre sus dientes acariciándolo con la punta de su lengua y un dedo – Me encanta… tu concha – agrega casi sin darse a entender.

Entierro mis manos entre las sábanas cual garras de cuervo, empujo mi cabeza hacia atrás y doy un grito de éxtasis que podría levantar a todos los muertos, incluso a mis padres - otros muertos, pero en vida – acabando dentro de la boca de Xoana. Mis piernas caen vencidas, no puedo cerrar la boca de tanto jadear y mi corazón parece galopar hacia mi Jim. Xoana se aleja de mi entrepierna con su rostro empapado, se relame, sonríe de lado y vuelve a agacharse para limpiar con su lengua las humedades de mi vagina que aún chorreaba hacia el pubis y los muslos. Llevo mi mirada hacia un costado mientras soy lamida y poso mis ojos en una foto de mi Jim. Mi amor, por ti... todo por ti.

- Xoana, todo por tu par de tetas, qué noche – le digo cuando ella se incorpora para abrir las piernas y señalarme con una mirada a su entrepierna - ¿Eso quiere decir? – pregunto algo obvio.

- Que la noche aún no ha terminado – y se inclina hacia atrás, abriendo sus piernas.

- Y al final eres una golfita –

- Tu culpa, tu culpa, golfa mayor – y reímos como dos desquiciadas antes de ir con mi rostro a esa concha expectante.

Mi mano permanece enterrada en aquélla blandura como envuelta en las fauces de alguien. Claro que sí, la vida es un puño incrustado en el fango de las elecciones y sus consecuencias. Un par de golpes más y la masa estará preparada para visitar el horno.

Suena mi celular. Atiendo. Es mi profesor de historia. Un loco adinerado que no sabe otra cosa que enseñar por las tardes y pajearse por las noches.

- Hola profe, ya tengo el vídeo casero que me pidió. Usted me dijo sexo entre dos mujeres. Pues lo tendrá. Claro, deberá abonar primero la cifra acordada. Claro que confío en usted, pero negocios son negocios. Sí, le va a gustar, estoy seguro que no se esperaba un video así. Ok, entonces hoy a las cinco en el bar de siempre. Nos vemos, profe. Bye –

Viejo pajero; una fortuna por un simple vídeo casero. Pero todo sea por ti, mi amado Jim. Tendré el dinero que mis padres se rehusaron a darme y la semana entrante iré a visitarte. Mi dios, mi Baco, mi verga de oro, besaré tu busto pecaminoso, todo pintarrajeado y prometo coger sobre tu tumba como una loca desquiciada. Te amo, chamán, te amo. Nos estamos viendo.

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